PASIÓN E INTRIGA: APASIONADOS

PARTE 10

El corazón de Alain latió con rapidez, estaba sorprendido por las palabras de Lucille, La bella cortesana había confesado que lo quería. - ¿Es posible? Este sentimiento que arde en mi corazón. ¿desde cuándo? – pensó para sí… Cogió las manos delgadas de ella y las besó. Acercó su rostro para secar sus lágrimas con cortos besos, ni el mismo creía que era capaz de expresar esa ternura. – Soy un imbécil…. La amo. – Se dijo. Por primera vez, el soldado admitía haberse enamorado de una mujer.

No tengo derecho a pedirte nada, Lucille. Sin embargo, yo… ya no puedo…. – Alain cayó, como pedirle que no atendiera a otro hombre, si ese era el sustento para su hijo y madre.

Lucille, acarició el rostro bien formado del soldado, sabía muy bien a que se refería Alain

Hasta que resuelvas todo lo que está pasando, sólo estaré contigo… - suavemente pasó la yema de un pulgar por los labios masculinos… - desde hace varios días, cualquiera que pague, ha tenido mi cuerpo, pero tú y sólo tú tienes y tendrás mi corazón- pensó la cortesana en medio de esas dulces caricias.

Sé porque haces esto. Perdóname, le pregunté a Antoine acerca de su padre. – la miró preocupado.

Lo sé Alain, él me cuenta todo. Pero me gustó que lo hicieras, sentí que estabas interesado en mi vida. –

¿Interesado? No sólo es eso… - la miró, sus cejas se arquearon ligeramente hacia arriba, parecía un niño asustado – Es mucho más, yo…. Yo…. Te ….. – Sus ojos brillaron – ya no puedo… no puedo… verte con otro, lo siento. Debería irme. No debo pedirte que dejes de hacer cosas que son necesarias para tu familia. Yo…..yo…..–

Las lágrimas bañaron el hermoso rostro de la cortesana, se lanzó a abrazarlo, sabía que no era fácil para él decir lo que sentía, agradeció a los cielos que Soisson sintiera lo mismo que ella hacia él.

Vivamos este momento sin pensar en lo que ocurrirá después. ¡Soy tuya Alain!, ¡soy tuya! – Pegó su rostro en el cuello del soldado.

Y yo soy tuyo, soy tuyo…- Suavemente levantó el rostro cogiéndola de la barbilla.

Ella sonrió amorosamente, él la miró enamorado, sus pensamientos obedecían a los designios del corazón, con un beso tierno, iniciaron una nueva ronda, pero esta vez fue diferente, el amor afectuoso dirigía los movimientos y las caricias.

El militar se recostó sobre ella, mientras la besaba. La cortesana separó las piernas hasta rodear suavemente la estrecha cintura de él. Soisson la penetró gustoso, nunca la pasión se había mezclado con los sentimientos y él disfrutó de aquello que había hecho mil veces pero que no había sentido completamente como ahora, ella se arqueaba por la turgencia de ese miembro enorme en su interior, se entregó toda a ese cuerpo musculoso que vibraba de pasión.

Alzó sus piernas y cogiendo sus pantorrillas las estiró separándolas, hasta que sus pies quedaron casi a la altura de su rostro. Esa posición le dio más libertad al soldado para moverse velozmente, no sólo iba y venía a lo largo de la profundidad femenina, sino también, tocaba al clítoris con las embestidas, los ojos femeninos se desorbitaron y empezó a gemir con desesperación, más una electricidad, nació desde su vientre llenando su cuerpo convulsionado de placer. Al escucharla, el militar gimió también, ya quería llenarla de su esencia entre tanto sus movimientos se aceleraron aún más, empujó hasta al fondo con angustia, quería unirse con ella. Cuando llegó el momento de derramarse, Soisson la abrazó, quería sentirla más suya aún, ya no era sólo sexo, ahora la quería a ella, no sólo a su cuerpo, sino a su alma también.

La bella cortesana había disfrutado cada acción entregándose totalmente a las caricias de ese hombre rudo pero sensible, de aquel hombre fornido, que se volvía dócil con su hijo y con el que conversaba amenamente sintiéndose segura y en paz.

La esencia de él se disparó interminable. Poco a poco fue saliendo de ella, continuaron abrazados, con delicadeza la colocó a su costado, para abrazarla otra vez, ella se recostó en ese pecho poderoso. Lentamente cerró los ojos quedándose dormida. Alain la acariciaba, no dejó de mirarla y cuando la sintió dormir, reunió valentía, para decir algo que nunca había dicho a una mujer, fuera de su familia.

Te amo, no sólo soy un imbécil, sino también un cobarde, por no decírtelo cuando estabas despierta. Te amo Lucille – Se acurrucó más al cuerpo de ella, cerró los ojos y se durmió.

Al escucharlo, Lucille derramó lágrimas en silencio.

-0-

Dreselle Lasalle, se encontró con Normand Levallois en el Palacio Real, Lasalle se percató que su amigo estaba visiblemente preocupado, por lo que no se atrevió a decirle que la Condesa y él habían hecho el amor, la culpa lo estaba carcomiendo, sobre todo cuando, Normand le confesó que la amaba y que haría cualquier cosa por ella. Lasalle escuchó todo en silencio, no podía decirle que ella no sentía lo mismo por él, que quizás estaba jugando con ambos porque al fin al cabo, a los ojos de los nobles, ellos eran sólo plebeyos sin sentimientos.

En el fondo, Dreselle siempre sospechó de Arlette de Fourtabant, su llegada a París, su simpatía increíble, su belleza irrefrenable, con lo que le había pedido, confirmaba sus sospechas de ser la instigadora y hasta la abastecedora del contrabando, sabía que debía avisar a la comandante, pero ¿y Normand? Arriesgaría la vida de su compañero sin duda, la Condesa tenía mucho poder y que decir de Smith, su instinto le decía que era muy peligroso, que tenía mucho que ver con la muerte de Tristán, pero ¿Cómo probarlo? Lo único que quedaba era acompañar a Normand, ayudarlo, detenerlo si era necesario. Decidió entonces permanecer con él y fingir que estaba de acuerdo con el plan y sobretodo aceptar que se hacía por el bien de la Condesa y de la Compañía B.

Aquí están, necesito que ultimemos detalles. – Smith se acercó a ellos

Si, lo estábamos esperando. – habló Normand

Vengan al despacho, ahí hablaremos. –

Ya en el lugar, Smith explicó cada uno, los acontecimientos del día siguiente.

Entraremos a la hora de almuerzo, yo seré un delincuente enmarrocado y disfrazado, ustedes entrarán conmigo como si me hubieran arrestado y así llegaremos a los almacenes. ¿Entendido?

¿El jefe Soisson?- Preguntó Normand

No te preocupes, a esa hora estará en otro sitio, ya me encargué de eso –

La Comandante y el coronel Dagout – Preguntó Lasalle.

Si no se interponen, no habrá necesidad de dejarlos fuera de combate. Recuerden que la discreción es nuestra mejor aliada y que esta acción es muy importante para que la compañía B no se vea involucrada. - Explicó Smith.

¿Es necesario llevarse los ejemplares? ¿No hay otro modo de hacer esto?– Preguntó Dreselle

Si es necesario. Si no, desaparecería la compañía B. Habría mucho papeleo y demasiada investigación. La Condesa ¿se los explicó, no es así? –

¡Si! - respondió Normand.

Bien, descansen y mañana después de almuerzo nos encontraremos en el lugar acordado.

Los militares se dirigieron hacia sus habitaciones.

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André llegó a las barracas con el informe de los libros de la taberna, junto a Óscar analizaron las cantidades y los papeles del arresto para Smith, luego se dirigieron al dormitorio para descansar.

¿Quieres que duerma contigo? - La miró enamorado

¿Sólo quieres dormir? - le respondió haciendo un puchero.

Tú que crees – Se acercó a abrazarla mientras ella se desbotonaba la chaqueta, cogió su cabello y lo colocó a un lado para besar su cuello, en tanto que sus brazos rodearon su cintura. – Te amo –

También te amo André – Volteó para besarlo en los labios apasionadamente. Ambos se sentaron en sillón para quitarse las botas.

Mañana ¿se le avisará a la Condesa primero del arresto de su asistente? – Preguntó el militar

Mmmmm ¿será que tienes ganas de verla? –

Basta con eso Óscar, sabes que no es así – André se apartó para dejar la chaqueta sobre el espaldar de una silla.

Lo haremos sin avisarle, luego iremos por ella – Óscar se acercó por detrás para abrazarlo por la cintura. – si aún me incomoda ¿acaso no puedo sentir celos por ti? –

Óscar, tu sabes bien que te amo – André se había dado la vuelta para acariciarla. – Me pregunto, si me hacías el amor para que no tuviera ni un pensamiento libidinoso - le dijo con una sonrisa tierna en los labios

No sé, quizás ….quería sentirte mío – Una mirada posesiva brilló en el azul de sus ojos.

André la abrazó suavemente, entendió todos los sentimientos que contenían esas palabras, era la primera vez que ella experimentaba esos vaivenes y le era difícil controlarlos.

Siempre he sido tuyo Óscar y siempre lo seré. – la besó nuevamente.

Te amo André. – volvió a besarlo

Siempre te he amado Óscar. Ahora, quiero hacerte el amor. –

Si…. – la rubia sintió humedecerse al escucharlo – dame de probar tu fuerza…. - ansiosa, le quitó la camisa y le bajó el pantalón con un movimiento de una de sus piernas.

André se agachó para terminar de sacarse la ropa, quedando totalmente desnudo. Óscar recorrió con una mirada febril aquel bien formado cuerpo, fuente de sus sueños más libidinosos, tenía que admitirlo, siempre necesitaría hacer el amor con él. Tenerlo dentro palpitando, recibir sus caricias y empuje, la revitalizaba. Igual sentía André hacia ella, entrelazar sus cuerpos se había convertido, en una danza indispensable en sus vidas.

El ojiverde la desnudó despacio, besando con tranquilidad su piel, ambos estaban de pie, las palabras de Óscar resonaron en su cabeza …" dame tu fuerza" y accediendo a lo pedido, la levantó y volteó de modo que quedaron sus piernas hacia arriba y su cabeza abajo.

Kyyyaaa! – la rubia se asustó, estaba en el aire, desnuda, su cabello tocaba el piso, puso sus manos para evitar la sensación de caer de cabeza, pero André la sujetaba con facilidad por la cintura.

Abre las piernas- el soldado habló tranquilamente, su miembro ya estaba erecto y febril.

La rubia obedeció de inmediato, estiró las piernas y las separó usando los hombros de él como apoyo, el militar estiró su lengua y con ella, recorrió toda la flor expuesta una y otra vez. La introducía y la sacaba, la movía en el punto más sensible, succionaba, soltaba. No había nada que lo interrumpiera, ni las piernas temblorosas de ella, ni sus gemidos llenos de angustia. Óscar mencionaba su nombre ahogadamente, no pasó mucho para que sintiera esa electricidad que le quitaba la razón y transfiguraba su cara. Vibró completa, de cabeza, con la boca abierta y los ojos hacia atrás, sometida por el gozo, que su amigo de la infancia le daba.

En medio de su delirio, una ráfaga de consciencia cruzó por su cabeza e involuntariamente, introdujo en su boca, el miembro erguido y turgente de André.

Un gemido fuerte escapó de la boca del soldado, pero aún así no detuvo su tortura exquisita. La rubia inició aquellos movimientos, hacia adelante y atrás. Ahora, ambos vibraban, ella aumentó la presión de su boca, haciéndolo desfallecer, el ojiverde no pudo contenerse e interrumpió su faena, para liberar un gemido intenso mientras sus caderas estrechas, se movían intentando aumentar la fricción deliciosa.

Cayeron en la cama, dándose gozo, Óscar gemía con su boca llena, él lo hacía con su lengua introducida en el canal femenino. Rodaron una y otra vez, sin dejar de darse placer, debían de moverse o morirían por tanto. Él le acariciaba las piernas temblorosas, ella hundía sus uñas en esos muslos torneados, en las nalgas endurecidas, en un momento él soldado estaba encima, luego la rubia, con esa posición, André logró separar más los labios, exponiendo el clítoris en su totalidad y dándole toda la libertad a su lengua.

El miembro se resbaló de su boca, se arqueó gimiendo, sus ojos se volvieron blancos, Óscar estaba atrapada en una tortura divina, inconsciente de tanto placer, convulsionó, palpitó completa, se sacudió rítmicamente, se derramó en él. El miembro masculino estaba más sólido que nunca.

Ya no pudo más el ojiverde, separó a la rubia de su cuerpo echándola boca arriba, cogió sus piernas y alzó sus piernas estirándolas, hasta que los talones quedaron a la altura de la cabeza femenina y así la penetró, se movió como endemoniado, rápido, fuerte, preciso, imparable, los ojos de Óscar se desorbitaron de nuevo.

Unos cuantos empujes más fueron suficientes para que la esencia cremosa y caliente se disparara dentro del canal más íntimo, ambos gemían, ambos se llamaban.

A pesar de que su miembro se estaba vaciando en su totalidad, la erección no terminaba, aún faltaba más. André, la levantó por el torso y la llevó hasta el sillón. Óscar colocó sus rodillas y piernas en el asiento, mientras que sus manos y su busto se apoyaban en el espaldar, apenas ingresó, el soldado empujó con fuerza y rapidez, arrancando la angustia exquisita. Ya nos les importó quien los podría escuchar, el sillón golpeaba un martillo, minutos después, la esencia se derramó de nuevo. Poco a poco el miembro fue retirándose hasta quedar completamente fuera.

André besó sus nalgas su espalda, la acomodó en sus brazos y la cargó hasta la cama. Levantó las sábanas y la tapó. El se recostó a su lado y se tapó con Lo mismo. Se abrazaron y con besos cortos se entregaron al sueño reparador.

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Era temprano cuando Lucille abrió los ojos, se sintió voluptuosamente rodeada por unos poderosos brazos, hubiera querido quedarse así para siempre, pero tenía que sacar las cuentas, para la llegada del viejo Claude. Con cuidado de no despertar a Alain, se levantó cuidadosamente y después de vestirse, bajó a la recepción.

Mientras acomodaba todo con ayuda de las chicas, llegó un mensajero indicándole que el viejo Claude llegaría antes del almuerzo, y que requería urgente conversar con el Jefe Soisson.

Lucille, subió rápido a la habitación donde habían pasado la primera noche de amor, a pesar de que físicamente no era la primera vez, ahora se habían tocado entre esos dos corazones jóvenes y sufridos.

Alain continuaba dormido, cuando la bella cortesana, lo despertó.

Buenos día Alain. – Lo miró enamorada

Buenos días, Lucille – la acarició, y una sonrisa hermosa se dibujó, en el rostro varonil. – yo… yo…. – la miró con infinita ternura, ella entendió

Llegó un mensajero, el viejo llega hoy antes del almuerzo, quiere hablar contigo urgente-

¡Bien! – Alain se levantó y empezó a vestirse. – Dime ¿hay algo para desayunar? –

Si, por supuesto – Te lo preparo, en un instante. Lucille se dirigió a la puerta. Estaba a punto de cruzar el umbral, cuando el soldado la rodeó la cintura con sus brazos. La abrazó por detrás, poniendo su rostro al costado del rostro de ella, fue un toque inesperado, pero fue suficiente para que su corazón, latiera a mil.

Te amo Lucille. Perdóname por lo que te pido. – Soisson hundió su rostro en el cuello femenino.

Ella se volteó y lo miró a los ojos. – Yo también, te amo – le dijo con los ojos húmedos .

Alain posó sus labios sobre las de ella y la besó apasionadamente, ella respondió con el mismo ímpetu.

Cuando, todo pase, yo quisiera… que, tú y yo … - la miró enternecido y triste a la vez ¿qué le podría ofrecer? ¿Compartirían la pobreza? ¿estaba bien que le pida que deje su oficio cuando sabía que con eso alimentaba a su hijo y a su madre?

Vivamos el hoy sin pensar en el mañana – Lucille había entendido, ella misma quería estar sólo con él y Antoine. No se había permitido soñar con una familia, hasta que conoció a Soisson, ahora nuevamente se encontraba atrapada en las redes del amor.

Vamos a tomar desayuno, y ¿Antoine?

Mi madre lo traerá después de que desayune en casa.

Claro. Vamos, tengo mucha hambre ¿Por qué será?

Te hice sudar.

Te quedabas dormida y te despertaba

¿qué? Nooo jajajajajaja!

¡jajaja!

Así, sin presagiar el futuro, bajaron riéndose a desayunar.

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André y Óscar desayunaban contentos en la oficina de ella, no pudieron evitarlo, pero se levantaron un poco tarde. Latrell se encargó de llevarles el desayuno, lanzando miradas pícaras a André, quien lo miraba serio.

Luego de terminar sus alimentos, André redactó informes que Óscar le había encomendado, mientras Dagout y un puñado de hombres se retiraron a ultimar el arresto.

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Cerca al mediodía, Claude Feraud, llegaba de su pequeño viaje a Provenza con algunas cosas que pertenecían al dueño de la otra taberna, su amigo de la infancia.

Monseiur Feraud, bienvenido – Lucille, salió a recibirlo

Lucille, reúne a las chicas y que empaquen sus cosas. Vamos a mudarnos, mañana ya debemos de abandonar el local

¿Qué? ¿A dónde?

A Provenza, ve. Voy a conversar con el soldado. Que nadie me moleste.

Si.

El viejo Claude se acercó a la mesa de Soisson. Al verlo llegar Alain se puso de pie.

Alain de Soisson.- le extendió la mano- Me comentaron que quería conversa conmigo con urgencia. –

Claude Feraud. Si es grave.- le invitó a sentarse con un movimiento de su brazo.

Bien lo escucho.

Primero quiero pedirle garantías para mí y las chicas, la mayoría son desafortunadas que no tienen otra forma de vivir.

Haré lo que pueda. Diga lo que tenga que decir.

A inicios de año, un hombre inglés me contactó para ser intermediario en la distribución y venta de material pornográfico, ese material consistía en libros con dibujos de alto contenido sexual y juguetes sexuales. Todo, evadiendo impuestos debo decir, pero ahora eso es lo que menos importa.

De eso hablaremos después, continúe, ya que todavía no llega a lo más grave ¿no es así?

Si, así es. No sólo yo estaba distribuyendo, sino también en Provenza, un amigo que lo conocía desde la niñez y que también tenía una taberna. El hombre inglés traía el lote de libros y luego se llevaba la mitad. Nunca le pregunté porque, en el fondo no era mi asunto. Me pagaba bien por almacenarlos en el segundo piso.

¿Qué sucedió entonces?

Claude Feraud, respiró hondo

Mi compañero, encontró de casualidad en uno de los libros, láminas de oro. Se dio cuenta que estaban en la pasta. Me escribió para contarme y que yo también revisara. Pero cuando lo iba a hacer, el inglés ya se los había llevado, cuando estuve fuera por un día. Le respondí a mi compañero que no había podido sacarlo y él me comentó que intentaría quedarse con algunos. Sabíamos que era difícil ya que, el inglés personalmente contaba con mucha precisión la cantidad que llegaba y sacaba. Además, él es, muy peligroso. – Claude guardó silencio.

¿Eso es todo? Él se dio cuenta del robo de su amigo ¿no?

Si, incendió la taberna, lo mató, junto a 3 clientes y 2 chicas. No se encontró ningún libro.

Respóndame con franqueza ¿el mató a Tristan Candau? El soldado de la compañía B.

No lo vi. Pero es muy probable. Esa vez me acerqué para preguntarle cuando se iba a llevar la mitad de los libros. Hablé en inglés, pensando que su amigo no me entendería, pero no fue así. El inglés se levantó molesto y me amenazó por hablar de más delante de otra persona. Me dijo que lo iba a lamentar. De ahí regresó a la mesa con su amigo. Se fueron y luego, apareció muerto, golpeado ese muchacho. Estoy seguro que fue él. Joseph Smith, el inglés.

Es necesario que usted sea testigo y repita todo lo que está diciendo.

Sabe que sé todo, estamos en peligro.

Si, prepare todo para que se marchen hoy mismo.

Sería en la noche.

Hablaré con mi comandante, para un pequeño contingente. Despreocúpese.

Está bien.

Ahora quiero hablar con Lucille.

Por supuesto. – El viejo Claude, se levantó y casi de inmediato apareció Lucille. Alain la tomó de la mano y la sacó fuera del local por unos minutos. Al estar a solas le hablo despacio acariciando su rostro.

Por favor ten cuidado.

Si estamos alistando todo, hoy no abriremos. –

Si se pone, muy peligroso ve a tu casa, saca a Antoine, a tu madre y ve a las barracas, me buscas.

Antoine va a venir más tarde con mamá. De ahí imagino que nos iremos a Provenza.

Voy a estar aquí, los acompañaré. Voy a las barracas, cuídate.

Tú también.

Se dieron un beso en los labios, antes de separarse.

-0-

André y Óscar continuaban en la oficina redactando y revisando informes, conversaban y se decían palabras de amor. Se reían de lo que habían hecho hacía unas cuantas horas.

Unos gritos se pudieron escuchar cerca al medio día.

¡Comandante! Es un incendio – Latrell había entrado sin tocar

¿Qué? ¿Dónde?

¡En los almacenes, comandante!

¡vamos Óscar! - André dejó los papeles y avanzó

¡Si!

Los tres salieron corriendo hacia los almacenes, Óscar preguntó a Latrell por Alain, éste le respondió que no había llegado, Dagout supuestamente estaría arrestando a Smith.

Cuando llegaron al almacén las llamas crepitaban aterradoramente, los hombres ya estaban echando agua para intentar apagar el incendio. De pronto, en medio del humo una silueta saltó hacia afuera, con la chaqueta y el pantalón chamuscados y el rostro ennegrecido por el humo. Era Dresselle Lassalle, había sobrevivido de milagro.

Cayó al suelo e inmediatamente sus compañeros le echaron agua, para bajar la temperatura. Fue trasladado de inmediato a la enfermería, mientras los demás lograron controlar el fuego.

Latrelle, que me informen de los daños inmediatamente.

Si comandante

André y Óscar se acercaron a la enfermería para interrogar a Dreselle, quien de milagro, estaba casi ileso, sólo con quemaduras leves, y afectado por el humo.

¡Dreselle! ¿qué ocurrió?

¡Comandante! ¡Normand está muerto! ¡No lo pude salvar! ¡Fue él, fue Joseph Smith! El y la condesa… - El poco oxígeno en sus pulmones provocó un desmayo en Lasalle.

¡Dreselle! –

Óscar, hay que darle tiempo, habló de Normand –

Si, vamos al almacén -

Óscar y André, regresaron donde el incendio ya había sido controlado. Al apagarlo totalmente; entraron al local para cerciorarse, todos los libros estaban destruidos, los juguetes también. Todo en la escena indicaba que era un trabajo bien elaborado. Antes de sacar cualquier conclusión, inspeccionaron todo el local. Al fondo de éste yacía boca abajo, el cuerpo quemado de Normand Levallois. Al querer moverlo para retirarlo, la cabeza se ladeó demasiado a un costado. Fue evidente que le habían roto el cuello.

Justo en ese momento Alain llegó a las barracas e ingresó rápidamente, hasta el almacén.

¡Comandante! ¡André! ¿qué pasó?

¡Alain! Joseph Smith mató a Normand, casi muere Dreselle. Debemos de averiguar cómo logró entrar sin ser visto. ¡Latrell!

¿Si comandante?

Interrogue inmediatamente a los soldados en la entrada.

¡Si, comandante!

Óscar dijiste que esto lo hizo ¿Joseph Smith? - Alain preguntó preocupado

Si.

Está destruyendo la evidencia. – André miró a Alain.

De pronto el corazón de Alain, latió con fuerza por la angustia. Miró a André.

¡Va a destruir el almacén de la taberna! –

Alain corrió hacia los caballos. André, Óscar, y 3 soldados más lo siguieron.

Mientras cabalgaban hacia la taberna, André intentó calmar a su amigo

Alain, mantente tranquilo para poder ayudar si es necesario

¡Nunca debí dejarla, sabía que esto podía pasar, Si le sucede algo, yo…!

Tranquilo ¡con calma actuaremos mejor!

¡Si!

Al estar en camino a la taberna, lograron ver el humo alzándose entre los techos de las casas.

Alain se inquietó como nunca, oraba por que no fuera el establecimiento, aunque su instinto le decía que era tarde.

Los jinetes se acercaban cada vez más, veían a la gente corriendo llevando agua, se escuchaban gritos de que aún había gente adentro, una angustia total se apoderó de ellos.

En medio de la gente que gritaba, Alain pudo distinguir a una de las cortesanas del local, era Nicole, que estaba siendo ayudada por unas señoras a recuperar el aliento.

Soisson se acercó aterrado, bajó de su caballo rápidamente, André lo acompañó, Óscar mandó a los demás a continuar la marcha.

¡Nicolle! ¿Dónde está Lucille? – el militar la cogió por los brazos con fuerza

¡Alain! ¡Contrólate, le es difícil respirar! – André le puso una mano en el hombro

La cortesana levantó la cabeza y con las pocas fuerzas que tenía les explicó, en medio de abundantes lágrimas.

¡Está adentro! ¡su madre llegó con Antoine, cuando usted se fue! ¡el niño estaba durmiendo arriba cuando, todo se llenó de humo! ¡ella subió para sacarlo! ¡íbamos a subir, pero las escaleras se llenaron de humo! ¡mataron al viejo y lo aventaron a las llamas! –

Presa de la angustia y del dolor por lo vivido, Nicolle se desmayó en los brazos del soldado, André y Alain la dejaron con las señoras para que la ayuden y partieron a toda prisa junto a Óscar hacia la taberna.

Al llegar los soldados de la compañía B ayudaban a la gente con el agua, pero las llamas salían desde dentro del local.

Alain bajó angustiado del caballo, corrió desesperado hacia el establecimiento con la intención de entrar.

¡LUCILLLEEE! –

¡Alain! – André lo agarró a las justas

¡Suéltame! ¡Lucille! ¡Lucille!

¡entraremos juntos, vamos a mojarnos en el bebedero! –

Grandier lo jaló con todas sus fuerzas hasta el lugar donde bebían los caballos de los clientes. Uno por uno, se hundieron en el agua para entrar a rescatar a la mujer y su hijo que seguían dentro. El ojiverde al salir, vio que Óscar se acercaba para bañarse también.

¿Qué haces Óscar?

¡entraré con ustedes!

¡claro que no! ¡te quedas aquí!

¡No! Entraré contigo

¡dije que te quedaras!

Óscar miró sorprendida a su asistente, ya no replicó más porque sabía que estaban perdiendo tiempo, él y Alain ingresaron al establecimiento en llamas. Los minutos pasaron y la angustia aumentó, se escuchaban ruidos de la madera que caía.

¡Comandante, la taberna se derrumbará en cualquier momento! – gritó el más joven de los soldados.

La rubia corrió a para entrar al local

¡Andreeeeé!