You've Got a Friend in Me

Una melodía armonizada a dos guitarras resonaba en el salón del club de música ligera de Ritsumeikan mientras una bajista y un baterista intercambiaban miradas y sonrisas de aprobación. Esta era una nueva pieza en la construcción de una nueva canción en la que este cuarteto estaba trabajando. Una de las guitarristas sonrió al notar que a sus compañeros les estaba gustando su idea, mientras que la otra, temiendo equivocarse, no despegaba la vista del diapasón de su instrumento.

—Incluso en la música ustedes dos son una gran pareja —señaló la bajista con una sonrisa.

—Gracias, Miyuki. Aunque aún no he memorizado del todo mi parte —admitió Yuuko tras un suspiro.

—Pues lo hiciste bastante bien, chiquilla. Que aprendas rápido tiene sus ventajas.

Yuuko sonrió ante estas palabras de su novia. Hibuki dio una palma y pidió a sus compañeras tocar todos juntos. Las tres chicas asintieron y el salón volvió a llenarse de música. Al momento en que la armonía hizo su aparición, Miyuki comenzó a complementarla haciendo algunos arpeggios en su bajo. Esto tomó por sorpresa a Yuuko, que tuvo que poner toda su concentración en juego para no desafinarse ni perder el ritmo. Natsuki y Hibuki, acostumbrados a este tipo de momentos improvisados, sonrieron para sí mismos.

—Yo también puse esa cara la primera vez que ellos improvisaron en el ensayo —comentó Natsuki cuando la canción finalizó.

—¡¿Primera?! ¡¿Esto es habitual?! —exclamó la rubia.

—Estábamos en un club de jazz. La improvisación ya es parte de nuestro ser —respondió la bajista, encogiéndose de hombros—. Aunque he pensado que ese apreggio podría quedarse en la versión final de la canción. ¿Qué opinan?

Los otros chicos meditaron por un momento. Debían admitir que tener al bajo arpeggiando llenaba bastante el hueco que dejaba que las dos guitarras estuvieran haciendo una melodía, por lo que no tenían una razón para rechazar la idea. Diciendo un "nos gusta" al unísono, los tres aprobaron la idea de la bajista.


A la salida de su ensayo, Ao no Danjon encontró el ambiente algo enrarecido. Houkago Tea Time se hallaba ahí, como siempre, con su té y sus postres, pero su semblante era triste. Lo más extraño de todo era que, pese a que Azusa ya estaba de regreso con ellas, Yui tenía los ojos rojizos y restos de lágrimas en su rostro.

—¿Pasó algo? —preguntó Natsuki, acercándose al quinteto con cautela.

—Una persona a la que Yui era muy allegada acaba de fallecer —respondió Ritsu.

—Mi más sentido pésame, Hirasawa-senpai.

—Gracias, Natsuki-chan —respondió la afligida guitarrista—. Sé que está en el paraíso con lo buena que fue, pero me entristece no haberme podido despedir de ella como corresponde, de agradecerle por todo lo que hizo por mí y por mi familia.

—Seguro que ella podrá escucharte allá donde se encuentre —intervino Miyuki. Su tono de voz era serio y optimista a la vez.

Una tímida sonrisa se asomó en el rostro de Yui.

—Creo que me has dado una idea, Miyuki-chan. Gracias.

—Es un gusto poder ayudarte, Hirasawa-senpai.


Natsuki había estado pensativa todo el tiempo desde que el ensayo de Ao no Danjon terminó. A duras penas había hecho un par de bromas en todo ese lapso. Para Yuuko, esto no pasó inadvertido, pero no había querido preguntar, suponiendo que un Torihara Snack algo concurrido no era el lugar indicado. De esta forma, logró mantener su curiosidad a raya hasta que llegaron a su residencia para su ensayo personal.

—¿Estás bien? —preguntó nada más cerrar la puerta.

—¿Tan mal me veo?

—No es eso. Te noto muy seria desde la tarde.

Natsuki suspiró, aunque una tímida sonrisa se dibujó en su rostro.

—Supongo que me dejé llevar por el repentino cambio de ánimo de Hirasawa-senpai. Ya sabes, es chocante ver a alguien que desborda alegría como ella estar triste. Supongo que incluso a ella le afecta la muerte de un ser querido.

Con suavidad, Yuuko palmeó el hombro de su novia, brindándole una sonrisa.

—Tu empatía es una de las virtudes que más admiro —aseguró—, aunque en ocasiones también es tu mayor debilidad.

Natsuki iba a protestar, pero los recuerdos de sus dos primeros años en Kitauji la hicieron caer en cuenta de lo acertada que estaba su novia. Fue su empatía la que la hizo contagiarse de la actitud perezosa de aquellos a los que criticó en sus primeros días en la banda.

—Puede que tengas razón, pero he sabido convertir esa debilidad en fortaleza cuando hizo falta —afirmó con una sonrisa—. Además, tú también tienes una empatía admirable.

Yuuko sonrió, apartando la mirada por un momento. Tenía algunas dudas al respecto, ya que su carácter fuerte podría contradecir a su lado más empático.

—Me cuesta creer eso —admitió.

Natsuki acarició su mejilla con ternura.

—Acogiste a Mizore casi como a una hija pese a que nunca has sido solitaria. Le tendiste tu mano a Kousaka cuando sentiste que necesitaba ayuda, a pesar de que la odiabas. Antepusiste el bienestar de la banda como presidenta buscando evitar algún conflicto a gran escala, incluso permitiste que una talentosa pero insegura chica como Kohinata se quedara en su zona de confort en vez de intentar forzarla a dar su máximo. Fuiste un soporte emocional para Miyuki y para mí cuando ella renunció, y sacrificaste tu tiempo libre convirtiéndote en miembro de nuestra banda. Nada de eso habría sido posible si no tuvieras una empatía admirable.

La sonrisa de la rubia se amplió al escuchar estas palabras. Cuando se lo proponía, Natsuki sabía cómo subirle el ánimo, y vaya que lo agradecía cuando lo hacía. Acercando sus rostros, Yuuko juntó sus labios a los de Natsuki, mostrando así su agradecimiento. Un beso tierno, gentil, sin prisas, lleno de los sentimientos de ambas guitarristas, que a ambas subió el ánimo, como pudieron constatar al separarse y ver las brillantes sonrisas que tenían.


Como parte de los eventos del festival universitario, los alumnos de la facultad de Yuuko y Miyuki decidieron organizar una casa encantada. Las dos chicas fueron encargadas para adquirir los materiales necesarios para la decoración y el maquillaje, misión que emprendieron tan pronto como sus horarios lo permitieron. Si bien el club de teatro les facilitó algunas cosas (que no necesitarían en la obra que presentarían), estas podrían verse insuficientes debido a la rotación de turnos del alumnado.

—¿Natsuki ya se siente mejor? —preguntó Miyuki mientras caminaban rumbo a la tienda donde comprarían los materiales.

—¿Así que también lo notaste?

—Un cambio de ánimo tan drástico es casi imposible de ignorar.

—Tienes razón. —Yuuko sonrió en complicidad de su amiga—. Esa misma noche logré subirle el ánimo, así que ya volvió a ser la misma de siempre.

—Me alegra saberlo, y me alegra que se tengan la una a la otra para reconfortarse mutuamente.

—A mí también. —Yuuko cruzó sus manos tras su espalda mientras hablaba—. Tener a Natsuki en mi vida es una de las mayores bendiciones que haya recibido de las deidades, y poder hacer algo para ayudarla es mi forma de mostrar agradecimiento por ello.

—¿Sabes? En parte envidio esa dinámica de ustedes dos.

—¿En serio?

Miyuki asintió con una sonrisa algo triste.

—Cuando nos contabas que te sentías impotente al no hallar una forma de ayudarla, me sentí bastante identificada. Los Yamazaki, en especial Hibuki, son especiales y realmente quisiera poder hacer algo por ellos. Pero pareciera que ellos tienen la vida resuelta; que detalles mínimos, como ayudar con los quehaceres de la casa, fuera lo único que puedo hacer.

Yuuko palmeó con suavidad el hombro de Miyuki.

—Entiendo que no lo parezca, pero esos detalles mínimos siguen siendo una forma de ayudar. A veces, el simple hecho de estar ahí, con los oídos abiertos para escuchar a la otra persona, es más que suficiente. Estoy segura de que Yamazaki aprecia que estés ahí, así como tú aprecias que él siempre esté para ti.

Miyuki asintió, agradecida con su compañera por aquellas palabras que tanto necesitaba escuchar.


¡Feliz navidad atrasada! Espero que hayan pasado unas buenas fiestas, y ya que esta es la última actualización del 2023, les deseo un feliz y próspero año nuevo.

Gracias por leer.