INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.

.

.

.

.

Un error agridulce

.

.

.

Capítulo 6

.

.

.

DEDICADO A IMAG04

.

.

.

El simple hecho de que Bankotsu pusiera una asistente mujer bajo su mando ya fue suficiente para que entrara en el radar de Kikyo Skadden.

Cuando se enteró, lo primero que hizo fue ordenarle a Abby, quien era una espía que tenía en el piso 50 que le enviara fotografías de la tal Kagome Taylor.

Temía que la mujercita fuera una versión de Tsubaki o a la propia Abby, esas dos despampanantes zorras que trabajaban en el área paralegal. Pero nunca les tuvo miedo por su insignificancia y porque eran mujeres vacías que tenían aserrín en el cerebro.

Al verla tampoco se preocupó.

No era una mujer atractiva.

Era joven, pero de apariencia cansada, no se maquillaba y sus ropas olían a salario mínimo.

Física y estéticamente no era rival para ella.

—Pero ella tiene algo —quiso decirle Abby quien acudió a su oficina para informar.

—Habla de una vez —ordenó Kikyo aburrida frente al ordenador.

—No es mala en su trabajo…estuve vigilándola con atención desde que el socio Miller la llevó bajo su mando, ella no cometió ningún error…y lo mismo ocurre ahora con las ordenes de nuestro socio director.

Eso le llamó la atención a Kikyo.

—¿Por qué?

—Ni siquiera sale a comer hasta terminar todo…y sé a ciencia cierta que todos los encargos del socio director han sido difíciles. Hasta le ordenó preparar preguntas de dos deposiciones en menos de tres horas cuando ni siquiera los abogados asociados de primer año son capaces de hacerlo…—Abby parecía aterrada—. Soy paralegal hace cuatro años y nunca había visto tanta exigencia en una simple asistente.

Eso sí era llamativo.

—Puedes irte —autorizó Kikyo quien dejó el frente del ordenador y se levantó a mirar por los impresionantes ventanales.

Pero ni siquiera las vistas maravillosas de la ciudad le daban tregua.

Sus celos y sus ideas paranoicas no tenían competencia.

Era extraño que Bankotsu prestara tanta atención en una asistente recién llegada y comenzó a comparar las situaciones.

Era sospechoso que la hubiera quitado de Inuyasha Miller.

Kikyo meneaba la cabeza.

Era imposible que él se fijara en una mujercita sin clase como ésa, pero a veces hay situaciones traicioneras como que Bankotsu remotamente pudiera sentirse atraído por una asistente prodigio.

Inaudito.

Ella daba fé de su buen gusto, pero los hombres eran una raza extraña y ella debía asegurar todos los frentes de su hombre, como le gustaba llamar a Bankotsu.

Le tomó menos de un minuto saber que debía deshacerse de ella sin importar si estuviera equivocada o no.

Pasear una mujer bella frente a Bankotsu no le gustaba, pero menos a una que fuera lista.

Volvió a sentarse mientras pensaba que hacer para deshacerse de esa mujercita.

Al cabo de unos minutos, una idea maquiavélica le vino a la mente.

Abrió su ordenador y tecleó para revisar una información en el software interno. Luego cogió el móvil para llamar a Abby.

—¿Señorita Skadden?

—¿Dónde está ella…? —inquirió Kikyo

—Está sacando copias y está revisando archivos porque debe elaborar un reporte que el señor Donovan exigió para mañana mismo.

Kikyo colgó la llamada.

Esa información le bastaba para corroborar unos movimientos y seguir con su plan.

Mientras tecleaba en su computador, no pudo evitar sentirse ridícula de recurrir a estos tejemanejes para deshacerse de una simple asistente siendo que ella era una socia principal.

Pero no importaba.

A ella lo único que le importaba era asegurar a Bankotsu.

.

.

.

Kagome trabajó en el último informe que Bankotsu le exigió hasta la medianoche, hora en la que finalmente cerró el ordenador y se marchó a casa.

El trabajo fue bastante complicado porque era una comparativa de casos de Telex, una poderosa compañía de comunicaciones quien era un cliente importante y que incluía el registro de un par de marcas.

Entendía que Bankotsu mañana tenía una reunión con esos clientes para cerrar una fusión y todo el material debía estar listo en la mañana para que él lo revise y estime las correcciones necesarias.

Llegó agotada al piso cuando ya Sango y los niños dormían.

Durante ese día no había visto a Bankotsu, sólo bastaron los correos electrónicos con las ordenes dispuestas.

Se acercó a la cuna que compartían sus pequeños.

Acarició sus rostros y su corazón le dolió de pensar que cada vez que los miraba se hacía más patente el parecido con su padre, ahora que lo tenía cerca para hacer las comparaciones.

Y de nuevo la encrucijada de qué hacer con la verdad la atormentaba.

Bankotsu Donovan ¿debía saber la verdad? Si lo confesaba, probablemente perdería el trabajo y ella no tenía intención de pedirle asistencia alimentaria a un abogado tan poderoso. Si perdía el trabajo no podría ayudar a Sango. Pero tampoco quería ocultar una verdad tan grande.

Se acercó a darle un beso en la frente a los dos niños antes de buscar una toalla para ducharse. Cenaría los macarrones con queso que le dejó Sango en el horno y dormiría enseguida.

Mañana tenía un arduo trabajo con Telex y debía estar con los sentidos alerta.

.

.

.

El enorme e inmaculado piso donde Bankotsu Donovan vivía solo cobraba vida alrededor de las siete de la mañana cuando su ocupante despertaba, hacía algo de caminadora y luego se preparaba para ir a la oficina. Su vestidor ocupaba toda una habitación donde colgaban trajes perfectamente planchados y asimétricamente puestos.

Lo mismo ocurría con la zona de las corbatas y los relojes.

Si sus ojos escrutadores veían una sola capa de polvo, su secretaría se veía en la penosa tarea de despedir a la compañía de limpieza y buscar otra. Afortunadamente eso ya no ocurría porque ya sabían que era un cliente exigente.

Usualmente llegaba a la firma hacia las ocho de la mañana o a veces a las nueve. En particular hoy pretendía tomar su café con tranquilidad mientras leía titulares de revistas económicas para informarse de las novedades acerca de los clientes de la firma, la mayoría tenían un espacio en aquellas revistas.

Pero su secretaria le llamó.

Eso le puso de extraño humor porque Evelyn le avisó que los directivos de Telex ya se encontraban en la firma. Y además vinieron con la contraparte de la fusión que planeaban.

Bankotsu bajó la taza.

—¿Cómo demonios es eso posible?

—Señor, en el calendario oficial la cita estaba marcada para la tarde —insistió Evelyn con voz de verdadera pena.

Bankotsu frunció los labios. No le gustaban las cosas inesperadas.

No era una equivocación de Evelyn.

Aquella increíble mujer que trabajaba como su secretaria, también lo fue de su madre hasta poco antes de su retiro.

Debían ser los idiotas de Telex, quienes tenían CEO hípster particularmente majadero que solía quitarlo de sus casillas.

Bankotsu cogió su chaqueta y cogió el móvil luego de escribir un mensaje a su chofer a que viniera por él.

Esperaba que Kagome también fuera puntual.

Desde el coche, envió un texto a Evelyn para que llamara a Kagome para asegurarse que esté en la firma cuando él llegase por la inesperada reunión con los ejecutivos de Telex.

.

.

.

Kagome no desayunó para salir de casa.

Apenas le dio tiempo de darle un beso en la frente a los dos niños que seguían durmiendo. Evelyn la llamó porque la junta con Telex se adelantó.

Menos mal ella había dejado un informe ya elaborado, así como los registros de marca ya enviados para proteger un par de patentes de Telex.

Cuando llegó al edificio, subió a su cubículo para imprimir los documentos y enviar una copia al correo electrónico de Bankotsu.

—¿Todavía no llegas, niña? —Evelyn la llamó apresurada.

—Estoy entrando a mi computador para imprimirlo.

—El señor Donovan aguarda en la sala de juntas —le recordó la antigua secretaria

Kagome al fin ingresó a su máquina y buscó el archivo,

No lo encontró.

Parpadeó confusa.

Buscó en la papelera del computador.

Ni rastro del documento.

—¡Oh por dios! —murmuró Kagome, quien aún tenía el tubo del teléfono en la oreja.

—¿Qué sucede, niña? Asustas…

—Debo colgar…no estoy encontrando el archivo….

—¿Qué?

Kagome colgó para verificar que no fuera un error.

¿Cómo era posible?

Ella se aseguró de trabajar en ella hasta la medianoche y había hecho una copia de seguridad en el software.

No lo encontró.

El teléfono volvió a sonar.

Ya no era la dulce voz de Evelyn.

—¿Dónde demonio está…? —era Bankotsu ya en tono malhumorado.

Fue como si algo se cruzase en la garganta de Kagome.

Sus ojos temblaban de notar que su archivo no se encontraba ni siquiera alojado en el servidor de seguridad.

—No sé qué está pasando…no estoy hallando el informe…—Kagome balbuceó—. Pero le juro que anoche lo acabé, se lo juro…

—¡No me sirven sus juramentos! No tiene el informe…eso puedo arreglarlo, pero trae a la sala de juntas los dos comprobantes de anotación en el registro de patentes ¿a qué esperas?

—Si…si —pero antes de seguir excusándose ya Bankotsu le había colgado.

Buscó su correo institucional por los comprobantes que ya deberían haber llegado. Ella envió los pedidos de anotaciones también ayer.

Pero su buzón de entrada estaba vacío.

¿Esto era una broma?

Buscó en el buzón de enviados y no existía prueba de que se hubiera enviado nada la dirección de patentes. ¡Pero si ayer estaban!

Llamó a Evelyn, pero ya se comenzaba a desesperar.

—Por favor, Evelyn…revisa tu correo ¿no recibiste nada de la oficina de patentes?

La mujer del otro lado verificó.

—Nada, querida ¿Qué está pasando?

La angustia comenzó a hacer mella en el pecho de Kagome quien volvió a colgar y comenzó a buscar algún número telefónico de la oficina de patentes para llamar.

En ese momento, Tsubaki cruzaba la zona de cubículos.

—Cualquiera diría que trabajas en un mercado y no en una firma, solo mira tú aspecto.

Pero Kagome no tenía tiempo para oír sus burlas.

Cuando al fin la atendieron en la oficina de patentes, la respuesta fue desalentadora.

Ellos no recibieron el pedido y también le hicieron el favor de revisarle si las patentes que Kagome pidió registrar entraron al sistema.

—Si lo hicieron…ambas series fueron registradas a favor de Mexa INC.

¿Qué desastre ocurría allí?

Telex debía ser el titular.

La joven colgó la llamada y se incorporó lentamente.

Ni siquiera oía a Tsubaki quien estaba burlándose de su aspecto.

Sus piernas y brazos comenzaron a temblarle como nunca antes. Cruzó el ascensor y marcó el piso 55.

Los mensajes de texto de Evelyn se agolpaban uno tras otro en su móvil.

Ya no los abrió.

Fue directamente a la sala de juntas.

Si se cometió un error o el sistema tuvo una perdida, debía decírselo a Bankotsu.

Los salones de juntas de la firma eran todas transparentes así cuando pasó enfrente lo vio sentado junto a unas diez personas que tenían aspecto de ser los ejecutivos de Telex mas los otros clientes de la fusión.

No se atrevió a entrar, pero él la vio y se levantó para salir junto a ella.

—¿Dónde rayos están los comprobantes? No recibí el correo electrónico.

Él se veía severo e inflexible. Ella tenía ganas de huir, pero ante todo era una profesional.

—Le juro que ayer hice el tramite…pero desapareció del sistema.

—¡Ya le dije que no me interesan los juramentos!

Pero Kagome debía decirle toda la verdad.

—Eso no es todo…

—¿Acaso es peor que esto? —increpó el socio director

—Registraron las series a nombre de una compañía rival…—Kagome no estaba segura de cómo le salía la voz.

Si los enormes ojos azules de Bankotsu hablaran hubieran enseñado una faceta asesina.

—Retírese —le ordenó fríamente—. Espere junto a Evelyn.

Él se volteó para regresar a la sala de juntas.

Kagome nunca había visto que alguien la viera de esa forma, tan decepcionado y frustrado. Le dolió que él hiciera eso, pero se apresuró en obedecer su última orden.

No quería ver los gestos de él en la junta.

¿Qué les diría a los clientes?

Acababa de arruinar un negocio y no se atrevía a pensar en otra cosa.

Cuando llegó al escritorio de Evelyn, la antigua secretaria le dirigió una maternal mirada de pena.

Debía aguardar a Bankotsu, pero Kagome estaba segura que todo tenía una explicación porque el documento y el registro de patente se hizo. Prueba es que se marchó a medianoche y ni siquiera desayunó para llegar a la oficina.

Estaba decidida a indagar el computador.

No le extrañaría que Tsubaki o Abby le hicieron algo, pero su computador tenía doble contraseña. Lo de la falta de registro en patentes no se explicaba aún.

—Tu rostro te delata, niña. Ve por un café y regresa luego —le pidió la secretaria.

Kagome prefirió no moverse, aunque el hambre la atosigaba.

Permaneció quieta hilando mil ideas de lo que pudo haber ocurrido.

Veinte minutos después, Evelyn le indicó que entrara al despacho del socio director.

Cuando la joven pasó junto a ella, la antigua secretaria le susurró—. Ve con cuidado, porque está bastante molesto.

Cuando entró a la oficina, él estaba de espaldas mirando los ventanales. Eso la alivió un poco porque no se sentía capaz de enfrentar el frio de sus ojos desde el inicio.

—Nunca antes una simple asistente de cuarta me causó tanta vergüenza en mi vida profesional.

Comenzaba fuerte y Kagome quedó estática.

Él se volvió a verla y su mirada concordaba con la fiereza de sus palabras.

—Aunque lo del informe era una falta, eso no era grave porque podía salvarlo con la retórica porque conozco los casos de Telex…pero que no hayas cumplido con el registro de patentes ¡nuestro cliente perdió un negocio millonario! Y peor aún, su principal competidor se hizo con las series. Nunca había sentido tanta humillación admitiendo un error.

—Pero…fue mi culpa —intervino Kagome.

—¡Y yo soy tu responsable! Yo soy el abogado y tu una simple paralegal que todos decían que era una prodigio, pero al final todo resultó un cuento —Bankotsu se sentó—. Estás despedida.

Oírlo fue horrible, pero Kagome quería defenderse de algo que consideraba aun injusto.

—Tanto el informe como el registro se hicieron, se lo juro…debe haber un error en el sistema o quizá alguien quiso sabotearme…

—¡Ya dije que no me importan los juramentos! — él se levantó—. Con esto no puedo más que creer todo lo que se dice de ti, eres una trepadora de pocas luces...y hasta yo puedo dar fé de eso ¿acaso tu jueguito en aquel bar de Harvard no fue una treta tuya? No creo que no hayas sabido quien soy —Kagome casi cayó de rodillas al oír aquel violento ataque—. Largo de mi firma…y puedes estar segura que jamás volverás a ser contratada ni por abogados de medio pelo, es lo que te mereces por ser una buscavidas ¡Fuera de aquí!

Las piernas le temblaban y se sentía incapaz de defenderse ante aquellos potentes insultos y la amenaza de cancelación que Kagome sabía era cierta. Bankotsu Donovan eran muy poderoso y podía impedir que volviera a trabajar en carreras legales.

Las lágrimas, las traicioneras lagrimas nublaron sus ojos y se marchó de aquel despacho hecha trizas.

Nunca antes la habían tratado tan horrible y sin posibilidad de defenderse.

Evelyn le habló al pasar, pero Kagome ya no escuchaba. Fue directo al baño a limpiarse las lágrimas.

¿Qué más podría hacer?

Su defensa no funcionaba y él se negaba a escucharla.

A su mente regresaban los retazos de sus crueles palabras y le dolía peor que la primera vez.

En eso Tsubaki entró al tocador con los brazos en jarras y una sonrisa maligna en los labios.

—Me informaron que te acaban de echar como a un perro.

Kagome la ignoró y trató de limpiar su rostro, pero Tsubaki seguía allí.

—Coge tus cosas y lárgate ahora mismo. Vine a escoltarte y vigilar que no te lleves nada de la oficina.

La echaban con ignominia y no dudarían en humillarla.

Esto era cosa de Bankotsu Donovan, quien estaba decidido a degradarla.

Kagome no tuvo más remedio que seguir a Tsubaki quien parecía feliz de cumplir aquella orden.

La mujer iba a vigilarla mientras cargaba sus cosas en una cajita y luego llamaría a Seguridad para asegurarse de que se fuera.

.

.

.

.

—¡Qué clase de horrible perfume de baño usan aquí! —la voz chillona de Jakotsu apareció en la entrada del piso 55.

Impecablemente vestido y peinado, el encargado de sistemas pasó junto a Evelyn quien parecía algo afligida.

—Querida Evelyn, cada vez que te veo es como si estuviera mirando History Channel.

—Pues si hubieras venido antes…esto habría parecido un capítulo de una serie de terror…

Jakotsu enarcó una ceja.

—¿Por eso llevas cara como si alguien te hubiera robado los medicamentos para la artrosis?

—Llevo treinta años en esta firma…pero cada que despiden a alguien es doloroso. Echaron a la asistente del señor Donovan…y él no se guardó nada para hacerlo.

—Convengamos que Banky no es el alma de la fiesta…pero ¿Qué tiene de extraño?

—La muchacha no presentó unos documentos y eso puede que cueste un cliente a la firma, pero ella asegura haberlo hecho. Incluso aquí en las grabaciones de seguridad puedo ver que efectivamente se marchó de aquí a la medianoche —dijo Evelyn mirando unas capturas que le pasaron sus amigos de Seguridad donde constaba la entrada y salida de Kagome el día de ayer.

Jakotsu se acercó a mirar.

—¡Pero si yo conozco a esa pobre y triste criatura!

—En fin… ¿y solo viniste a visitarme o buscas al señor Donovan?

—Vine a robar galletas de la sala ejecutiva…y hablar con Banky de mi idea de unas vacaciones de cinco meses.

—Ni lo sueñes, Jakotsu…él está de pésimo humor en este momento.

Evelyn no le mentía.

Nunca se debía interrumpir al socio director cuando estaba con su temperamento a flor de piel.

Jakotsu guardó sus galletas robadas y cuando iba a poner el número de su piso en el ascensor, la pizca de curiosidad lo ganó y marcó el 50.

Quería ver a la culpable del mal animo de Bankotsu que además cumplía el record de ser la empleada con la carrera más corta en la firma.

Cuando llegó al referido piso, fingió pasar el pasillo para ir hacia la cocina, pero en realidad quedó a mirar la zona de los cubículos.

Presenció una escena humillante con la pobre chica despedida cargando sus escasas cosas bajo la atenta mirada de Tsubaki quien no dejaba de burlarse de ella.

La pobre chica lloraba y Jakotsu, quien era bueno leyendo personas creyó ver un ápice de sinceridad.

No sería raro que fuera una trampa de las otras asistentes, celosas de su ascenso.

Jakotsu cogió unas barras de cereal de la cocina y se marchó raudamente antes de que una de esas zorras repararan en él.

Se dirigió rápidamente a su zona de confort.

Su centro de mando desde donde dirigía las redes y el software de la firma.

Iba a comerse su barrita robada en paz, pero un pico de curioseo sólo lo dejó morder un trocito pequeño.

Tecleó algo en el enorme computador que tenía enfrente.

También tenía buena memoria y recordaba el nombre de la pobre infeliz que fue despedida.

Ingresó al software interno y comenzó a investigar. Cosa de niños para alguien consumado como él.

.

.

.

Era un pésimo día y no le gustaba sentirse así.

Hasta Inuyasha vino a pavonearse de que esa era consecuencia de robarse las asistentes ajenas. Bankotsu hasta sospechaba que la dichosa Kagome hizo todo esto sólo por molestarle y que debía seguir ordenes de ese imbécil.

Iba a coger su chaqueta para largarse temprano de la oficina cuando Jakotsu entró sin ser anunciado.

Venía feliz como una bailarina que se sabía los pasos de Cisne Negro.

Lo vio sentarse en el cómodo sofá.

—¿Acaso te invité aquí?

Jakotsu sonrió.

—Me dicen que despediste una asistente hoy y estás de un humor asesino. No puedo dejar que andes así porque no quiero sufrir esas consecuencias.

Bankotsu siguió colocándose la chaqueta.

—No estoy de ánimo para hablar de esto ahora.

Jakotsu se incorporó y puso una IPAD PRO sobre el escritorio de Bankotsu.

—Hice una investigación sobre lo que hizo tu asistente…o mejor dicho sobre lo que no hizo.

—¿A qué demonios te refieres?

Jakotsu puso play a unas capturas.

—La tal Kagome Taylor elaboró un informe para Telex de cuarenta paginas…y según vi el rastro del servidor, en efecto ella envió un correo a la oficina de patentes. La muchacha podrá ser mal vestida y fea pero no es una mentirosa, Banky.

Eso sí llamó la atención de Bankotsu quien miraba el despliegue de video y capturas que le trajo Jakotsu.

—¿Cómo explicas que haya desaparecido del sistema…?

Jakotsu sonrió.

—Y eso es lo mejor, Banky…al principio creí que una de sus adorables compañeras del piso 50 le hizo algo, pero ninguna tiene autorizaciones de ese tipo y sabes que los códigos de empleado los tengo bien resguardados y definidos.

Aquella basura olía a sabotaje y que pasara eso en su firma no le gustaba nada.

—Ya déjate de cuentos y si esa mujer hizo lo que le ordené ¿Por qué se perdió todo? Habla ahora o cortaré el suministro de barras de salvado.

—El código de un socio principal es una llave maestra.

—¿El desgraciado de Inuyasha hizo esto? —preguntó Bankotsu, feliz dentro de todo de tener una excusa válida para echarlo de su firma y presentar cargos criminales.

—Mejor dicho, una socia principal —reveló Jakotsu—. Kikyo Skadden usó su código para anular el envío del correo y borrar los archivos. Y para evitar que esta abogada diga que alguien hackeó su código…aquí tienes la ruta de IP de su computador que concuerda con sus horarios de permanencia en la oficina —le enseñó capturas de los movimientos e imágenes de las grabaciones de seguridad.

Bankotsu apretó tan fuerte el IPAD que estuvo a poco de romperlo de la presión.

—¡Con amor! Es un IPAD nuevo —se quejó Jakotsu rescatando su tableta.

Bankotsu se echó al sillón preso de una ira indescriptible.

—Esa perra celosa…

—Y sí que es una perra, mi Banky…cuantas veces te alerté de que está loquita por ti ¿Cuántas veces he hackeado yo su móvil? Está llena de fotos tuyas —comentó Jakotsu—. Y los registros de llamada advierten que ella llamó a Telex ayer de tarde para adelantar la cita que arruinaron hoy.

Bankotsu sólo pensaba que, de tenerla enfrente, no sería capaz de responder por sus acciones.

Se suponía que ella era la llave para apoderarse de la firma de su primo, pero se estaba volviendo difícil de controlar.

—No sé si el informe de esa Kagome todavía sirva, pero te envié al correo una copia más la ruta de todo el sabotaje de esa chiflada de Kikyo —le dijo Jakotsu antes de salir —. Y me llevaré todas las barras de salvado de la cocina de ejecutiva.

Con una risotada, Jakotsu desapareció, así como había aparecido dejando a un Bankotsu enfurecido y con ganas de cortar cabezas.

Lo único que el socio director tenía claro ahora es que aparentemente había cortado la cabeza equivocada.

Abrió su computador y lo primero que hizo fue abrir el archivo del informe sobre Telex que hizo esa mujercita.

.

.

.

.

Kagome estaba sentada en uno de los banquitos cercanos al carro de café en compañía de su triste caja.

Habia comprado un café, pero todo le sabía insípido.

Todo pasó tan rápido que aún no procesaba lo ocurrido.

Luego de tal desprecio y de que viera su crueldad en todo su esplendor, Kagome estaba segura de que ese hombre no se merecía conocer a sus hijos.

Si tenía dudas sobre revelar o no el secreto, ahora ya lo tenía claro.

Él la trató de forma atroz y horrible, hasta recordando su efímero pasado en común.

Todavía no se animaba a llamar a Sango a contarle la cruel novedad.

Comenzó a llorar de nuevo.

La vida se ensañaba con ella de nuevo y ella no hacía ningún esfuerzo para provocarla.

.

.

.

.

Bankotsu terminó de leer el informe detallado sobre Telex.

Con eso y las pruebas que Jakotsu le presentó, solo le quedaba dilucidar la inocencia de la mujer que acababa de despedir de malas formas.

No estaba en su naturaleza sentirse pésimo, más cuando él trajo a esa mujer bajo su mando con la intención de ajusticiarla por su papel de seductora.

Pero no podía echarla, no por esto.

Las cuarenta hojas del informe estaban impecablemente redactadas.

No parecía haber sido hecho por una paralegal.

Era lista e inteligente y redactaba mejor que un asociado.

Bankotsu se estiró en el sillón.

—Si tiene tanto talento ¿Por qué recurre a artimañas tan bajas…?

Tretas como la de seducir hombres para avanzar en su carrera.

Ella no necesitaba hacer eso.

¿Por qué lo hacía?

Bankotsu se masajeó el puente de la nariz.

A su pesar, el despido de la joven debía ser reconsiderado.

Apretó los puños de rabia al recordar a esa maldita de Kikyo quien necesitaba que la pusieran en su lugar con urgencia.


CONTINUARÁ

¡Hermanitas, que hayan tenido una FELIZ NAVIDAD!

Y ahora sí, Feliz año Nuevo 2024, que me ausenté porque ya saben cómo estos días son bien alocados.

GRACIAS PAULITA, AIDÉ, LUCYP0411, BENANI0125, ANNIE PEREZ, SAONE TAKAHASHI, TAISHOKAGOME787 (gracias por venir aquí) CONEJA, LIN LU LO 04

Ya nos leeremos de nuevo apenas comience enero.

Que pasen unas fiestas tranquilas con sus familias.

Paola.