Narcissa Malfoy tenía sus prioridades muy claras. Su hijo, por encima de cualquier persona, cosa o poder. Incluso de ella misma. No es una santa; lleva el pecado colgado al cuello, lo esconde bajo un escote modesto. ¿Sabría Lucius que su esposa entregaba su gracia y cuerpo a otro caballero? Sólo por protección extra. Sólo por ser precavida. Siendo honestos, no sabemos qué otras cosas hizo ella. Habló con Dumbledore. Mantenía relaciones extramatrimoniales con hombres que prometían ser poderosos y capaces. Mentía a su familia, y se mentía aún más a ella misma.
No es de esperar que, en cuanto supo que todo estaba perdido, se perdiera a sí misma en el proceso.
La huida.
La voz se corrió rápidamente. Estudiantes de slytherin que desaparecieron durante la noche. En el lugar más seguro del mundo; el castillo. Ja.
Ginny balbuceaba cosas que no tenían sentido para ella. —Todos te hemos dicho que eran mortífagos, Luna. ¡Seguramente fueron llamados para atacar niños! Ven aquí, Harry, díselo.
La rubia tenía los ojos muy abiertos, brillosos, y el corazón herido. ¿Por qué ninguno de ellos le había dicho nada? No, ellos no eran mortífagos. Pansy, Blaise, Y Draco no eran más que críos mimados y olvidados al mismo tiempo. No eran más que críos cuyo entorno volvió despreciables. Pero había algo dentro, hasta el fondo, que los hacía igual de valiosos que a cualquiera. Harry la miraba a través de sus gafas. Suspiró con pesadez y abrió los brazos para que ella pudiera echársele encima.
Se supone que tenían que ir al comedor, a que les hablaran sobre como Draco Malfoy, Theodore Nott, Pansy Parkinson y Blaise Zabini habían desaparecido. Luna viró a la izquierda y no a la derecha. Siguió de largo y hacia abajo. Sus pasos eran rápidos y silenciosos, como si se hubiera convertido en una liebre. El frío calaba, nunca entendió porque tomaban un puñado de niños vestidos de verde y corazón frío, y los lanzaban a las mazmorras, más frías aún. El odio no se cura con frío, sino con calor. Acarició un poco la piedra gris, e hizo memoria. No es que pasara mucho tiempo en la sala común ajena. No le apetecía ser resentida por perder puntos para su casa.
Pero Pansy la había arrastrado una vez que otra vez, y hace no mucho, la contraseña era "Salamanca"
Entró. Qué triste se veía el calamar en la ventana. La chica caminó alrededor, aprovechando que todos estaban prestando atención al comunicado. Y entonces lo vio; un caramelo de fresa en la chimenea. Estaba intacto, y sólo lo había podido dejar él. Pero, ¿Qué era? ¿Una promesa? ¿Una despedida? ¿Una advertencia?
Sólo bastó que un par de ojos castaños vislumbraran que un nombre se le escapaba en un susurro. Tracey Davis. Quien no dudó en petrificarla en un segundo. Honestamente, es muy mala idea darles tal poder a chiquillos tan volátiles.
Como lengua materna, la violencia. ¿De qué otra manera podría hablarle al mundo? Tracey Davis. Escupe el nombre con horror, que no se te pegue a la lengua. Ella podía ser una chivata, una desesperada, y sobre todas las demás cosas, una observadora. Y sabía que Luna era su boleto a las filas. A ser reconocida, útil. La llevó a su cuarto levitando, cerró la puerta. Y sacó su rabia con aquella que no la había causado.
¿Cuántas ganas tienes, lector, de leer sobre tortura?
Si tu imaginación no te lo permite, te regalo una pequeña figura mental. Tenía una rajada en la mejilla izquierda que llegaba hasta la barbilla, un ojo entrecerrado y granos con pus que le picaban por todo el cuerpo. Su pelo, más enmarañado de lo normal, había perdido un poco de gramaje. Yacía con espasmos en la esquina del cuarto, jurando que no tenía idea de qué hablaba la niñata frente a ella. Davis se hincó frente a ella, a sabiendas de que la había desarmado. Habló con ese tono gangoso suyo.
— Te ha dejado un mensaje, así que debes saberlo.
Sacó de su baúl un frasquito cristalino. Tenía un líquido verde y brillante en el fondo, apenas un par de gotas. Con el veritaserum confirmó un par de cosas. Que ella y Draco salían, o se quería, qué más da. No le servía de mucho. Que nadie le había informado de nada.
— O en realidad no confían en ti, o simplemente no te lo informaron de frente. — Tracey encogió los hombros y sonrió con malicia, apuntando la varita a sus encías como si amenazara con sacarle un diente.
Le arrancó un par de palabras sueltas, con la pregunta adecuada. —¿Crees que él tenía algún problema? ¿Alguna molestia?
Los labios de luna, magullados y ahogándose en sangre propia se movieron antes de que ella si quiera acabara de procesar la pregunta.
— Preocupado...por...su familia.
Intentó ser vaga. Pensó, ¿Quién no se preocupa por su familia? Pero las pociones no son tus amigas cuando no eres tú quien las reparte. Ni siquiera sabía bien qué era lo que decía. Que si su padre en la cárcel. Que la su madre estaba paranoica. Sentía como le arrebataba tantas charlas con él, secretos, intimidad que por su cuenta nunca hubiera revelado. El cuerpo no le dolía más que la culpa de ser la razón por la que Tracey lograría su cometido. "Cree que su madre está con alguien más"
Bingo.
Ella solamente balbuceó Amycus, y Tracey ya estaba dejando la habitación, corriendo a contar lo que tenía. Los slytherin habían descubierto la manera de trucar la chimenea para escapar. Con lo atentos que eran sus superiores, seguramente todavía funcionara. Tomó entre sus dedos en caramelo de fresa y masculló dos palabras que le acalambraron la lengua. Las llamas se la tragaron.
Mansión Lestrange.
.
.
.
Una chica de cabello grasoso y largo caminaba por el pasillo, con el mismo paso de alguien que va a la hoguera. Bellatrix Lestrange confió en la niña, porque ¿Qué otra razón tendría? Se aparecieron en la mansión Carrow, y Bellatrix vio que no mentía; maletas, chicos escuetos que creen estar a salvo, a su propia hermana agradeciendo a ese cerdo de Amycus por su hospitalidad. Había planeado la huida de los chicos frente a la inminente ceremonia de reclutamiento. Y Amycus Carrow había prestado su casa. Bellatrix se divirtió esa noche.
Tracey vomitó cuando las tripas del hermano de los Carrow le mancharon los zapatos. ¿Y el resto? El resto se conoce. El resto va sobre Narcissa comprendiendo que hizo todo aquello por nada. Que su hermana no acabaría con ella, porque no es benevolente. No, ella dejaría que mirara el desastre provocado. Nunca se perdonaría esa noche. Miró a Draco, inmovilizado, junto al resto. Ni siquiera todos ellos eran más fuertes que Bella. Esperaban la llegada del señor. Supo que no había un plan de escape.
.
.
.
¿Qué hierbas del olvido ha dado el gusto a la razón que sin hacer su oficio quiere contra razón satisfacelle? ... Mas consolarse puede mi disgusto, que es el deseo del remedio indicio, y el remedio de amor querer vencelle.
Un poema que él no había leído en ninguna vida. Hasta mucho, mucho después.
"Cuando imagino de mis breves días
los muchos que el tirano Amor me debe,
y en mi cabello anticipar la nieve,
más que los años, las tristezas mías,
veo que son sus falsas alegrías
veneno que en cristal la razón bebe,
por quien el apetito se le atreve
vestido de mil dulces fantasías."
Y ahora un mantra que se pegaba a su piel, y retumbaba en sus adentros. —Breves días que el tirano amor me debe…— Repetía el poema, una y otra vez. Una y otra vez, una y otra vez. E imaginaba que entraba a la torre azul, la prometida. Que ella abría sus diminutos brazos y lo envolvía fuerte. Y lo repetía como si las palabras curaran la mancha de tinta viva en su antebrazo. Iba, venía. Su principal objetivo era castigarlo por ser demasiado bueno para ser malo, y demasiado malo para ser bueno. Él era el gris, el limbo, el mediocre.
Miró al cuarto donde su madre reposaba. Estaba siniestra, con dos ojeras profundas que le daban ese aire famélico. Se detuvo en la puerta, y observó, porque si daba un paso, temía romper la poca calma que se asentaba en la habitación. La mujer gimió. Significaba que podía pasar, y así lo hizo. Sostuvo sus dedos entre los suyos y masajeó el dorso de su diestra con el pulgar. Significaba que la quería, y que debía de irse.
Habían arreglado su vuelta a Hogwarts. Y tenía una misión, si deseaba mantener a su madre viva. Su cadavérica, y solemne madre.
Debía matar a Albus Dumbledore.
.
.
.
| Hola, traje angst. Yo creo que quedan unos dos o tres capítulos más y por fin cierro esta historia. ¿Me he tardado? Sí, muchísimo. Pero un día la acabo. Recuerden que también la pueden encontrar en Fanfiction/net y próximamente en Ao3! Los quiero, sus mensajes me hacen el día siempre!
pd. Les gusta más el fluff o el angst?
