―señorita Candice, ya es su hora de salir, su hermano la espera junto al portón.
―gracias señora Landon, dejé los archivos ordenados y ya entregué mi turno a la señorita Mirta.
―al contrario, gracias a ti, nos hace falta personal, por lo que tu ayuda fue un alivio, sé que no son parte de tus obligaciones, pero nos alegra mucho que te hayas quedado.
―estaré encantada de brindar mi colaboración, ejercer mi profesión es un orgullo.
La joven se fue a cambiar, quitándose su uniforme y poniéndose un lindo vestido, luego salió del hospital San José, un apuesto rubio ojos color del cielo ya estaba sonriéndole, la guió hacia un vehículo que nunca había visto y se encaminaron a su destino.
―gracias por venir a recogerme Albert, lamento haberte dejado solo en nuestro primer día en la ciudad, pero me necesitaban, no podía irme así por así después de tu cita con el médico.
―no tienes por qué disculparte pequeña, estoy muy orgulloso de ti, siempre estas lista para ayudar en cualquier situación, si no, mírame a mí.
―no digas eso Albert, eres como un hermano para mí, nunca habría podido abandonarte a tu suerte, pero ahora, dime, ¿de dónde salió este auto?
―ya te habías tardado en preguntar, respondió el rubio con una sonrisa, el señor Jonhson me lo ha dado como parte de mi trabajo sabes, ahora además tendré que ponerme de esos trajes finos, ojalá no me de alergia, ―comentó con cara de espanto el rubio mayor haciendo sonreír a Candy.
―estoy muy feliz de contar con el apoyo de George, pero sigo sin comprender qué tipo de trabajo te ha dado.
―pues créelo o no ahora soy un distinguido chófer, ―aseguró ufano el rubio, ―deberé estar llevando a socios importantes del banco, mi horario es algo complicado, pero podre ir a mis consultas médicas y terapias.
―es maravilloso, ―la rubia pecosa comenzó a jugar con sus dedos, signo claro de su nerviosismo, ―no te preocupes Candy, veras que podremos entrar a verlo, nada impedirá que hoy mismo veas a tu "amado Terry".
―no te burles, ―pedía la rubia tapando su rostro por el tono en las palabras de su amigo.
―no te angusties, sabes que estoy jugando, he estudiado el lugar y encontré una entrada, no tendremos problemas para ingresar, pero aun si no lo consiguiéramos, se dónde está su auto, así que solo tendríamos que esperar a que salga y ya de perdida iríamos a su departamento.
Apenas el día anterior ambos rubios llegaron a New York, para Candy fue un poco sorpresivo todo lo sucedido y aun no terminaba de comprender, pero estaba más que dichosa y si, un poco temerosa de que su felicidad se esfumara, amaba a Terry con todo su corazón y finalmente podía decírselo, tal como se lo prometió, ya era una enfermera, había encontrado su camino.
Pero un temor se alojaba en el fondo de su pecho, miedo a que algo saliera mal de nuevo, a estar cerca de él y no alcanzarlo, como había sucedido en las últimas veces, tantos encuentros fallidos, unos minutos, instantes que los separaron, dejándola con las manos vacías, pero aun con sus manos temblando, seguiría adelante, no se iba a detener, hoy lo vería y le diría que lo amaba.
―mira ya hemos llegado, ese auto que esta delante de este, es el de Terry, caminaremos un poco para ingresar.
―me asombras Albert, ¿Cómo has conseguido saber eso?
―he hecho mi tarea, ―presumió el rubio mayor, ―ahora vamos, debemos apurarnos.
Los rubios caminaron un poco menos de una cuadra hasta encontrarse con una pequeña puerta, estaba cerrada, pero Albert la empujó suavemente y entraron, nadie estaba allí para detener su paso, avanzaron hasta un laberinto de pasillos, se comenzó a escuchar el ensayo en el escenario, muchos empleados estaban de un lado a otro cada cual, corriendo contra reloj para completar su tarea, el estreno seria pronto por lo que todos se esmeraban al máximo.
Albert tomo unas cajas vacías tiradas en forma descuidada en el camino, las armó de forma que parecían estar aun llenas, le dio una a Candy y él tomó la otra, pero antes agarró un pañuelo grande y cubrió los rubios risos de la joven, vio un mandil colgado en un perchero y se lo colocó haciéndola parecer una empleada más y se adentraron entre los pasillos.
Albert habló con uno de los empleados y este le señaló un camino, el cual siguieron sin tardar, apenas lograron entrar antes de ser descubiertos, una vez allí el rubio mayor pidió a Candy se arreglará nuevamente para recibir a Terry, esperaron un poco más, hasta que unos pasos se escucharon, disimularon estar colocando las cajas por si acaso.
― ¿Qué son esas cajas?, ―preguntó una seria voz.
―bueno, pues yo creo que esperaré afuera, ―dijo el rubio, ―si acaso me quieren sacar les diré que eres mi jefe.
― ¿Albert?, pero…
―ya podremos hablar después, por ahora creo que ustedes necesitan un momento, ―respondió el rubio abrazando al castaño y luego saliendo del camerino quedando Terry frente a su musa personal, su razón para hacer cada día su mejor esfuerzo.
―Candy…, mi tarzán pecosa, estas aquí, estas aquí, ―el castaño se abalanzó sobre su amada rubia, abrazándola con todas las ansias guardadas por tanto tiempo.
―Terry… me parece un sueño, estamos juntos Terry, ―Candy apenas y podía hablar, con sus palabras entre cortadas y sus bellos ojos inundados, derramando lágrimas de alegría.
Él se separó solo un poco para tomar el rostro de ella, examinándolo con sus manos, repasando cada peca, bebiendo de su presencia, convenciéndose que no estaba soñando, hasta que sus labios se unieron, quien inicio el beso ninguno lo supo, porque ambos lo ansiaban tanto que no atinaban.
―pero, ¿Qué hacen aquí?, ¿Cómo?
―es una larga historia, dime, ¿ya terminaste?
―sí, de hecho…, ―pero unas voces afuera llamaron la atención de la pareja.
―lo siento señorita, no puede pasar, Terrence se encuentra ocupado.
― ¿Quién es usted? Y ¿con que derecho me niega el paso?
El castaño abrió la puerta, encontrándose con Albert impidiendo el paso a Susana, quien insistía en pasar al camerino.
―Terry, este hombre no me deja pasar, voy a llamar al vigilante para que lo saque, ―decía la pelilacia indignada.
―con qué derecho vas a mandar a sacar a mi cuñado del teatro, creo que él fue muy claro al decirte que yo no quería ser interrumpido, ¿qué puede ser tan urgente para que no pudieras esperar?
―tu cuñado, no sabía que tenías hermanas.
―no tienes por qué saberlo, no tenemos esa confianza, por lo que nunca te he dicho nada sobre mi vida privada, pero no Susana, no es novio de alguna hermana, él es el hermano de mi prometida, ahora si nos disculpas estamos ocupados, ―Terry cerró la puerta dejando a la pelilacia con la palabra en la boca.
―fuiste un poco brusco con ella, ¿no son cercanos?
―pecosa, pecosa, no me tiendas cascaritas, no voy a caer, no, susana no es ni siquiera amiga, mucho menos cercana, únicamente es una compañera de tablas, así que quita esas ideas de tu cabecita.
― ¿Cuáles ideas?, pero, ya que lo dices, tengo algunas cosas con ella, sin embargo, ya habrá tiempo para hablar de eso, tenemos tanto por conversar, te parece si nos vamos, no valla ser que alguien quiera sacar a Albert por causa de tu compañera de tablas.
―tienes razón, mejor prevenir, ven, ―Terry salió tomando la mano de su pecosa, le pidió a Albert que los acompañara y se dirigieron al área de los conserjes y seguridad, en donde hizo las presentaciones pertinentes, asegurándose que ellos supieran quienes eran y que no se les negara el acceso.
No conforme con eso, el castaño fue en busca de Robert, quien quedo muy sorprendido de saber que su actor principal estaba comprometido, estuvo a punto de decir algo, pero la mirada de Terry tan diferente cuando se posaba en su novia lo hizo cambiar de opinión.
Unos minutos después los tres jóvenes salieron, viajaron en el coche de Albert, quien le ofreció traerlo al teatro al día siguiente para que no tuviera que llevar su auto, llegaron a un edificio en donde el castaño fue presentado con el conserje, para luego ser conducido al departamento de los rubios.
―no comprendo, ahora viven aquí, ¿desde cuándo?
―desde ayer que llegamos, pasa, ―ofreció el rubio mayor sonriendo por dentro al ver los celos mal disimulados de su yernito.
―joven Albert, señorita Andrew, llegan justo a tiempo, la cena esta lista, ―los recibió una castaña sorprendiendo a Terry.
―gracias Dorothy, mira te presento al prometido de Candy, él es Terrence Graham y lo veras muy a menudo por aquí, ―presentó el rubio a su yerno, ―ahora vamos te ayudaré en la cocina, estoy seguro de que Candy le mostrará el lugar a Terry.
―ven, quita esa cara, no sé si recuerdas a Dorothy.
―vagamente, es la doncella que te cuidaba en Lakewood, ¿Qué está pasando Candy?
―ni yo misma lo comprendo del todo Terry, ven sentémonos y te contaré, esto inició hace unos días mientras me dirigía al hospital, vi al señor George, él no me había visto, pero en eso por querer saludarlo me tropecé y pues me lastimé un tobillo, con todo el alboroto el finalmente me vio.
― ¿Qué te sucedió?
―no era nada, pero aun así el señor George se preocupó e insistió en llevarme a casa, previendo un problema le conté que estaba ayudando a un amigo mío que me salvo la vida en Lakewood y que ahora había perdido la memoria, pero el solo me afirmó que confiaba plenamente en mí, al llegar al departamento Albert nos abrió. George se quedo blanco como un papel al verlo, pero luego me pidió un vaso con agua y se recompuso rápido, me preguntó todo lo que sabía de Albert y como lo había encontrado, luego dijo que tenía que marcharse.
―me alegro que no te diera problemas.
―más que eso, al día siguiente le ofreció a Albert un trabajo y consiguió un especialista que lo atendiera aquí en New York, pero no se quedó allí, sino que además me preguntó si quería venir a acompañarlo y de paso tener una plaza como enfermera en el hospital, como imaginarás acepté de inmediato, así estaremos más cerca, ¿no crees?, ―preguntó con un poco de timidez Candy, con sus mejillas sonrojadas.
―es la mejor noticia que puedes haberme dado pecosa, pero no comprendo, ¿Por qué el señor George está ayudando a Albert?
―él dijo que el tío abuelo jamás le perdonaría que no ayudara a quien, salvo mi vida, eso sí, él dispuso que no podíamos seguir viviendo así solos, por lo que envió a Dorothy para que cuidara de nosotros y de paso hiciera de mi dama de compañía, me recordó que sigo siendo una Andrew y que el tío abuelo sigue siendo mi padre adoptivo y que está muy orgulloso de mi.
―son muy buenas noticias Candy, lo mejor de todo es que ahora no volveremos a estar separados, ¿Cuándo comienzas tu nuevo trabajo?
―oficialmente la próxima semana, pero este día que fuimos a la cita con el especialista que atiende a Albert, aproveché a llevar mis papeles al hospital y presentarme, al ver que necesitaban ayuda me quede y estaré haciéndolo, se supone que mi puesto es solo como auxiliar del especialista, pero al ser pocas horas, me ofrecí para asistir en lo que se ofreciera.
―tan laboriosa mi tarzán pecosa.
―mocoso insolente, cuando dejarás de llamarme así…, ―los labios del castaño callaron el reclamo de su pecosa, sabía que posiblemente no era el momento ni el lugar adecuado, pero no pudo contenerse, le parecía un sueño, poco a poco el beso fue terminando, quedando ambos con la frente unida.
―me hace muy feliz tenerte tan cerca.
―Terry…
―no vamos a separarnos más.
―la mesa está servida, pasemos por favor al comedor, ―anunció Dorothy.
El resto de la velada Terry se la pasó disfrutando de la visión de su pecosa, Albert y Candy hicieron que Dorothy se sentara a comer, la joven estaba apenada, pero viendo que solo eran ellos se permitió no ser tan formal.
Después de la cena los jóvenes conversaron un poco más, al finalizar la velada Albert fue a dejar a Terry a su departamento, conviniendo que al día siguiente tanto el cómo Candy pasarían a recogerlo para llevarlo al teatro.
―gracias por venir a dejarme.
―no es nada, de paso quiero aprovechar para darte las gracias Terry.
― ¿agradecerme?, ¿Por qué?
―por ser tan comprensivo, cualquier otro hombre habría puesto el grito en el cielo por todo lo que Candy se ha expuesto para ayudarme, pero tú en cambio…
―Candy y yo nos amamos, confió plenamente en ella y aunque no lo recuerdes, también confió en ti, ambos te debemos mucho, eres un amigo muy preciado por nosotros.
―no sabes lo que ha significado para mí su ayuda, he estado perdido, vulnerable como no se lo deseo a nadie y sin embargo ella me rescato, créeme cuando te digo que le debo más que mi vida a esa pequeña y a ti por apoyarla, por lo que no dudes que estaré en deuda con ustedes, haré todo lo que este de mi parte para ayudarles a ser felices.
―Albert…, eres nuestro amigo, nunca podríamos haberte abandonado, tu habrías hecho lo mismo por nosotros, pero gracias por tus palabras.
Los hombres se despidieron, más antes que el castaño bajara del auto el rubio mayor lo detuvo.
― ¿Terry?
―dime.
― ¿en dónde está tu buzón?, ―preguntó mirando la entrada al edificio del castaño.
―justo en la entrada, ¿Por qué?
―dime algo, ¿tiene candado o cualquiera puede tomar su contenido?
―no tiene candado, de hecho, generalmente la casera me lleva la correspondencia, ¿a qué se debe la duda?
―durante la cena no pude evitar notar que no estabas al tanto de algunas cosas, lo cual me parece extraño, tomando en cuenta las muchas cartas que Candy te escribe, ella te envía una carta un día sí y al otro también.
― ¿Cómo?, estas seguro…
―claro que sí, sé que ella tiene sus sospechas y la verdad yo también, sé que son jóvenes, pero les ha tocado vivir con cargas que no corresponden a su edad, imagino que sabes que hay muchas personas interesadas en lastimar a Candy, sin embargo, solo se necesita que una esté en esta ciudad.
―no puedo creer que alguien haya sido capaz de hacer algo así, ¿para qué?
―amigo, no debes pecar de confiado, hay quienes harían cualquier cosa por conseguir sus propósitos, sabes muchas obras hablan del amor, mas también debes distinguir el amor puro y sincero, como el que sienten tu y Candy diferenciándolo de la obsesión, ese sentimiento mezquino que muchos confunden con amor, esas personas son capaces de actos de egoísmo con la excusa de hacerlo por amor, cuando se ama se desea la felicidad de la persona amada, no la posesión de esta.
―es increíble que aun sin memoria sigues dándome los mejores consejos, gracias Albert.
El rubio vio a Terry ingresar al edificio, observó un rato y se retiró.
Candy estuvo tranquila hasta que vio regresar a Albert, estaba muy preocupada por él, temía que se extraviara en esa nueva ciudad, pero él la tranquilizó, confiándole que le habían dado un mapa para familiarizarse con todo.
―me pase explorando la ciudad con otro empleado durante la tarde, no te preocupes pequeña, te aseguro que me siento bien, ahora vamos a descansar, que mañana hay que levantarse temprano.
―prométeme que tendrás cuidado Albert.
―lo haré pequeña, buenas noches.
―buenas noches Albert.
Dorothy ya esperaba a Candy en su habitación para ayudarla a cambiarse, pero la rubia pecosa le aseguró que no tenía que ocuparse de eso, mandándola a descansar.
Al día siguiente Candy fue muy temprano a trabajar, pero un poco después de mediodía se retiró, Albert ya la esperaba, para ir juntos a recoger a Terry, la pecosa estaba emocionada de poder acompañarlo al teatro, para ella era un sueño poder verlo ensayar.
―bueno jóvenes misión cumplida, los he traído, ahora si me disculpan debo ir al trabajo, Terry, ¿puedes tu llevar a Candy al departamento?
―claro que si Albert, yo me encargo, no te preocupes, gracias por traernos.
―no te excedas y cuídate mucho Albert.
―no lo haré pequeña, cuídense.
La pareja entró, aún era temprano y pocos habían llegado, Candy se ubicó en una butaca desde la cual podía observar el ensayo, poco a poco los actores se presentaron, dando inicio al ensayo, Susana como siempre en la séptima nube al trabajar con Terry, quien dio la mejor actuación que jamás había dado, al ver hacia las butacas Robert no dudo en saber la razón.
Pronto para todos fue evidente que Terry estaba más inspirado que nunca, pero se sorprendieron al ver que lanzaba un guiño hacia las butacas en el descanso, quedando en shock al ver a la linda rubia que observaba el ensayo, Susana casi se ahoga con su bilis al reconocerla.
―Robert no se supone que es un ensayo privado, ―intento reclamar la pelilacia, pero fue ignorada olímpicamente por el director, quien hizo un llamado a todos y presentó a la prometida de Terry, haciendo que Susana se consumiera en su rabia.
El resto del ensayo fue una contradicción, pues donde el castaño hacia su mejor actuación, Julieta pelilacia no lograba atinar a sus líneas, no conforme con eso insistía en repetir una y otra vez la escena del beso, pensaba en su mente que Candy sufriría de celos, pero lo único que consiguió fue frustrar el trabajo de todos, al final Robert los envió a casa temprano, al ver que no se avanzaba.
Al día siguiente Candy estuvo más ocupada en el hospital y no pudo acompañar a Terry al teatro, pero le mandó a avisar, este se dedicó a poner su mejor empeño en el ensayo, algo heroico, tomando en cuenta las emociones del día, puesto que ya había hablado con la casera, siendo contundente con ella, por lo que esta no dudó en confesar que le entregó todas sus cartas a su novia la señorita Susana, quien aseguro que se las daría a él.
Terry le reclamó que no le preguntara a el primero, puesto que ella no era ni su amiga, menos su novia y le exigía que no permitiera nuevamente la entrada de esta a su departamento, como en tantas ocasiones lo había hecho, la casera estaba muy apenada, no podía entender como una joven que aparentaba ser tan dulce podía haberla engañado.
Al llegar al teatro no dudó en reclamar a Susana, exigiéndole las cartas de las que se había apropiado con mentiras, esta se mostró devastada, llorando a mares pidiendo su comprensión, queriendo excusarse con su amor por él, Terry no la dejó ni terminar de confesarle su amor, recordándole que era un hombre comprometido.
Con todo y eso demostró su profesionalismo, dando un buen ensayo, cuando este término y todos se marcharon él se quedó un rato más, quería repasar un poco y de paso calmar sus emociones.
―estas ensayando todavía.
―Susana, ¿Qué haces aquí?
―sabes Terry, te esfuerzas tanto, pero no estas actuando para todos, tu actuación es solo para una persona y no para el público, no es correcto.
―tienes razón, porque esta es para mí musa, para la mujer que me inspira, a quien le dedico mi actuación, es por y para ella que doy lo mejor de mí.
―basta Terry, calla, sabes yo la vi, si, la vi en Chicago, ella llegó a buscarte al hotel, pero yo la despedí, no podía permitir que te encontrara, no comprendes.
―cómo te atreviste, ella es...
―no, no lo digas, no lo permitiré, no te voy a ceder ni a ella ni a nadie.
―vamos Terry, es hora de irnos amor, ―interrumpió Candy, ignorando a Susana, se acercó al castaño y lo besó suavemente en los labios.
―pecosa, has llegado, vamos.
―debes entender que Terry no es un objeto al que se puede poseer Susana, es una persona con sentimientos y decisión propia, deja de intentar entrometerte en nuestra vida, ―encaró Candy a la pelilacia antes de alejarse de ella.
Robert observó todo el intercambio desde atrás, no había sido su intención, él estaba por salir cuando vio a Terry ensayar y no pudo evitar verlo, admirando su dedicación y técnica, luego simplemente estaba allí en primera fila, se dio cuenta de la elegancia de Candy, pero también estaba decepcionado con la desfachatez de Susana, en silencio dejó que todos se fueran, dándose cuenta que tenía muchas cosas que reflexionar.
La pareja se retiró del teatro, Terry llevó a Candy a su auto, pero nada más entrar el trató de explicar.
―Candy, debes saber que yo nunca…
―shh, lo se Terry, sé que nunca le has dado motivos, confió en ti, espero que le quede claro que no voy a permitir que te vuelva a acosar, no permitiré que se interponga entre nosotros.
―ya le exigí que me devuelva tus cartas, no puedo entender cómo se atrevió a tanto, ¿Cómo no me di cuenta?
―ella no te había mostrado su verdadero rostro amor, ahora ya la viste como realmente es.
―no permitiré que se convierta en otra Eliza.
―olvidemos esto, mejor dime una cosa.
―una cosa, auch, que pesada, ―se quejaba riendo por el pellizco que le dio su pecosa.
― ¿Por qué no has buscado a tu madre?
―Candy.
―Terry…, ustedes dos se reconciliaron, shhh, sí sé que quieres conseguir tu nombre en el teatro por ti mismo, pero eso que tiene que ver con el hecho de no buscar a tu madre.
―no es eso pecosa, yo…
―no tengas miedo Terry, ella te ama, no te va a rechazar, sabias que ella viene a verte ensayar.
― ¿Cómo?, pero…
―lo hace a escondidas claro, imagino que solo Robert lo sabe, se disfraza y se queda observándote desde lejos, no es correcto, ella merece estar en tu vida.
―yo… no lo sabía.
―ahora lo sabes.
―lo pensare sí.
―me parece bien y es mejor que lo hagas antes de mañana por la noche, pues vamos a cenar con ella.
― ¿Qué?, pero, ¿Cómo?, ¿Cuándo?
―estuvimos hablando un poco antes de encontrarte esta noche, ya la había visto días atrás, pero no me atreví a saludarla, hoy sin embargo ella me buscó, así que no tienes excusa.
―tarzán pecoso entrometido…
―deja de refunfuñar y regálame una sonrisa mejor.
―te amo, aunque seas entrometida, ―Terry dio un rápido beso a Candy, dejándola con una sonrisa boba.
―lo has dicho, finalmente lo has dicho.
―eh, ¿Qué cosa?, oh.
―te amo Terry, más que a nadie en el mundo.
―perdóname Candy, no era esta la manera en que quería decírtelo, pero si te amo y me siento el hombre más afortunado del mundo al escucharte.
Un beso cargado de amor sello sus palabras, haciéndolos olvidar todo a su alrededor, sin embargo, el castaño siempre protector de su pecosa concluyó tiernamente el beso, arrancó el auto y salieron rumbo al departamento de Candy.
Al día siguiente Candy nuevamente se quedó en el hospital, parecía que el trabajo se multiplicaba, pero ella no dudaba en colaborar, era su vocación, amaba su trabajo.
Robert observaba como nuevamente el ensayo, pero algo no le cuadraba, Terry era un profesional, de eso no cabía duda, pero noto que Susana no estaba dando el ancho, una vez más tocaba volver a comenzar desde el principio, sin embargo, decidió que lo mejor era que se tomaran un descanso.
Terry no dudo en subir a la azotea a tocar su armónica, estaba muy estresado y esa era la mejor forma para calmarse, abajo Robert pidió a Susana que lo acompañara a la oficina, pero en lo que la joven se disponía a seguirlo, un grito anuncio la fatalidad, una de las enormes lámparas que iluminaban el escenario cayo.
El caos reinó, gritos, polvo, llanto, Terry que logró escuchar el estruendo bajó a ver que sucedía, se encontró con el desastre, el escenario estaba casi vacío, por lo que nadie debía salir herido, al menos eso pensaban, hasta que vieron a Susana tendida en el suelo.
Candy corría, llevaban a una joven herida, un fatal accidente, decían sus colegas, ella solo sabía que era una emergencia, grande fue su sorpresa al descubrir que la paciente no era otra más que Susana.
― ¿Qué le sucedió?, ―preguntaba uno de los médicos.
―hubo un accidente, se cayó una de las lámparas, no sabemos cómo pudo resultar herida, no había nada sobre ella, sin embargo, estaba inconsciente, ―respondió Robert, quien aún no salía de su asombro, tanto así que no vio a la pecosa.
La joven fue llevada para ser examinada, afuera todos sus compañeros de tablas estaban conmocionados, después de algún tiempo esperando noticias, llego también la madre de Susana, muy angustiada preguntando por su hija.
Candy llegó a sentarse junto a Terry, saludando a todos los compañeros del castaño, quienes ya la conocían, pero una insistente mirada no se apartaba del castaño, la señora Marlowe lo veía como si pudiera acabar con él.
El medico salía en ese momento, preguntando por los familiares de la paciente, por lo que la señora Marlowe de inmediato pidió información.
―debemos ser honestos, su estado es preocupante.
― ¿Qué tiene doctor?, ―se atrevió a preguntar el castaño.
―usted, usted es el culpable, mi Susi no estaría como esta si no fuera por su culpa, ella de seguro estaba aturdida por alguna cosa que le hizo, por eso no se apartó al caer las lámparas, ―le gritaba la señora Marlowe a Terry, golpeando su pecho con sus manos, las que fueron detenidas por Candy, quien muy seria la apartó.
―Lucrecia, detente, de que acusas a Terry, él ni siquiera estaba presente cuando ocurrió el accidente, porque lo culpas, ―trataba de calmarla Robert.
―eso no importa, mi Susy ha estado mal desde hace días, estoy segura de que es por alguna discusión que tuvo con él, la tiene toda ilusionada, de seguro le hizo algo y por eso mi hija ha estado distraída y no prestó atención al peligro.
―señora no soy responsable de las acciones o emociones de su hija, ―respondió muy serio Terry.
―pero como se atreve, usted la tiene enamorada, usted es…
―su compañero de tablas, nada más que eso, nunca ha existido, ni podría existir ningún otro tipo de relación entre ella y yo, nunca hemos sido siquiera amigos, puesto que yo tengo novia desde antes de entrar al teatro y ella lo sabía, no porque yo se lo haya dicho, sino porque ella la conoció y no conforme con eso se ha atrevido a estar robando la correspondencia que mi novia me enviaba, así que si alguien tiene algo que reclamar aquí soy yo.
―no, eso no es posible, estas mintiendo.
―eso explicaría muchas cosas, ―hablo nuevamente el médico, ―la señorita Marlowe no ha sufrido daño físico alguno.
―pero, ¿entonces?
―la señorita ha sufrido una terrible crisis nerviosa, ella está en un estado de alucinaciones, en el cual ha creado una realidad propia, ella…
―me está diciendo que mi hija perdió la razón, noooo, eso no es posible.
―señora, cálmese por favor, su hija necesita ayuda y no podrá dársela si no se recompone, ella puede recuperarse, no está todo perdido, solo tiene una crisis, de la cual con el tratamiento adecuado podrá salir.
El medico explicó el pronóstico para Susana, por lo que viendo que nada más se podía hacer, todos se retiraron, sabiendo que al menos físicamente estaba bien y que podía recuperarse pronto.
Robert dispuso después de hablar con el medico que el ensayo se reanudaría en dos días, para poder saber con certeza que decisiones tomar, Candy y Terry se retiraron rumbo al departamento, esa noche Eleonor llegaría a cenar con ellos, quedándose un poco más el director para tener una seria conversación con la madre de su protagonista.
Pero apenas estaban por salir del hospital cuando se encontraron frente a una muy angustiada Eleonor que abrazó con fuerza a Terry, estaba aun con el susto de solo pensar que su hijo pudo haber estado en el escenario a la hora del accidente.
―Eleo…, auch pecosa, ―se quejó Terry viendo a Candy, luego volvió su atención a la rubia mayor, ―estoy bien mamá, no te angusties.
―no sabes cuanto agradezco el que estes a salvo.
―si gustan nos vamos a casa, es más seguro, sugirió Candy, ―por cierto, el cabello color chocolate la hace ver muy hermosa, ―la rubia mayor sonrió y sin decir más los tres salieron del hospital.
Esa cena fue más de serenarse y ponerse un poco al día que de otra cosa, los nervios aún estaban a flor de piel, con todo y eso la felicidad de Eleonor por estar junto a su hijo era infinita, Candy se sentía emocionada al ver que su castaño amor contaba con el amor de su madre.
Las rubias quedaron de salir juntas el sábado por la mañana, la mami suegra dejo muy claro que estaba feliz de tener ahora una hija con la que ansiaba compartir, dichas palabras conmovieron a los rebeldes mucho más de lo que Eleonor imaginó.
Días después, al iniciar nuevamente los ensayos Robert informo del cambio en la protagonista, sustituyendo Karen Kleiss a Susana como Julieta, la noticia fue recibida con alivio por parte de Terry, puesto que no confiaba en la pelilacia.
Lo que no esperaba Terry era que al instalarse en el camerino que antes ocupaba Susana, Karen se encontrara con una caja llena de cartas, al ser todas dirigidas a Terry no dudo en entregárselas, el castaño se sintió indignado al ver que todas estaban abiertas, que Susana se haya atrevido a tanto era imperdonable.
Terry tuvo que conformarse con recuperar las cartas y poder leerlas finalmente, el fin de semana tuvo que sufrir compartiendo a su pecosa con su madre, pero era un sacrificio dulce, pues sentía que era algo bueno para Candy.
Albert estuvo desaparecido casi todo el fin de semana, al parecer tuvo mucho trabajo, eso preocupaba a Candy, pero el rubio mayor la tranquilizaba haciéndole ver que estaba bien.
Los días pasaron rápido y el estreno de la obra estaba encima, Candy recibió se sorprendió mucho cuando vio llegar a Stear, Archie, Annie y Paty, todos listos para hospedarse en su departamento, el cual casualmente tenía una habitación extra, ahora los chicos se quedarían allí y las chicas en la recamara de ella.
Los hermanos Cornwell se quedaron con el ojo cuadrado cuando Candy les presento a Eleonor Baker, casi caen desmayados, no podían creer que su amada diva estuviera frente a ellos, pero más sorprendidos quedaron al saber que era la madre de Terry, las chicas en cambio no sabían que era más fuerte, la timidez ante semejante estrella o los celos.
Stear aún estaba con la idea de marchar al frente, por lo que en la primera oportunidad que tuvo fue al muelle a investigar lo necesario, se percató que un barco llegaba y que ayudaban a bajar a un joven que llevaba varias vendas.
Algo lo llevo a acercarse a él y quedo sorprendido al saber que venía de la guerra, sus palabras hicieron tambalear las ideas del joven de lentes.
―yo sentí que era mi deber ir a luchar, defender a los míos, al menos eso creí hasta que estuve allí, sabes la guerra no tiene principios, es una masacre, me di cuenta que así como yo tenía mis ideales, los soldados del bando contrario también los tienen, ellos igualmente luchan por lo que creen justo, solo nos separa el uniforme, antes de ir, debes tener en cuenta algo, vas a disparar a otro ser humano, vas a quitarle la vida a un hombre que también es hijo, hermano, padre, esposo, alguien a quien también lo extrañaran en su hogar, si quieres ayudar hay mucho que hacer aquí, primero hay que reparar la casa propia, antes de querer ir a reparar las ajenas.
Después de ayudarle a llegar a la estación y asegurarse de que el soldado llegaría bien a su casa, Stear regreso al departamento de Candy, ese encuentro le había calado hondo, una carta que el tío abuelo le había enviado con George también le ayudaron a reflexionar.
―no puedo creer que el tío abuelo autorizara su viaje a verme, estoy muy feliz de tenerlos conmigo.
―de hecho, nosotros tampoco, es mas creo que la tía abuela no sabe nada, ella fue llamada a realizar unas gestiones en Boston si mal no recuerdo unos días antes, por lo que no estaba cuando George llego por nosotros, con todo y los permisos para las chicas, fue toda una sorpresa, ―explicaba Archie.
―lo cual si me preguntas ha sido muy afortunado, ―comentó Stear, ―no creo que la tía abuela hubiera ido en contra de las órdenes del tío abuelo, pero es posible que quisiera acompañarnos y eso no habría sido tan divertido.
―Candy, acaba de llegar la señorita Baker, ―anunció Dorothy.
―ahorita saldo, ya estas lista tu también.
―si Candy, ya lo estoy, gracias por invitarme a acompañarlos.
―gracias a ti, estoy muy feliz de tenerte con nosotros.
―tu presencia será mas que necesaria Dorothy, con lo emocionada que esta Candy, hará falta de todos nosotros para cuidarla, de lo contrario será capaz de tropezar cada segundo, anda en las nubes, ―menciono una sonriente Paty.
―había olvidado como era Candy cuando estaba en Terrylandia, ―continuaba entre risitas Annie, haciendo sonrojar a Candy.
Candy lucia excepcionalmente preciosa, Eleonor le compró un hermoso vestido para el estreno, el tío abuelo le había hecho llegar con George un magnífico juego de joyas que combinaban perfectamente con su atuendo, pero lo que mas emociono a la pecosa fue la nota que venia con ellas, en la cual el mismo tío abuelo le decía que estas habían pertenecido a su hermana Rosemary y que no existía nadie más que pudiera lucirlas que ella.
Viajaron en dos coches para ir más cómodos, Albert, Eleonor Dorothy y Candy en uno, los chicos en otro, estos últimos apenas podían creer que el tío abuelo enviara un vehiculo para su uso, pudiendo manejarlo Stear.
Al llegar al teatro ya se veía la enorme cantidad de personas, todas muy elegantes queriendo entrar, Candy sentía que lloraba de emoción al ver el nombre de Terry en la marquesina, pero su distracción tuvo un alto costo pues se encontraron de frente con Sara Leagan y sus hijos, quienes dedicaron su veneno a la pecosa y encima le rompieron su boleto.
Albert y Eleonor llegaron apenas a tiempo para ver como se burlaban de ella, Albert le dio el brazo a Candy y avanzaron hacia el teatro, con Eleonor a la par de ellos, Stear, Archie, Annie y Paty detrás, quedando los Leagan en tal shock que apenas y lograron reaccionar cuando estos ya estaban por ingresar.
―señorita Andrew, ―saludo el guardia que daba el paso, ―llega justo a tiempo.
―pero ¿Qué hace?, ¿Por qué la deja entrar?, no ve que ni siquiera tiene entrada, ―reclamaba Eliza.
El guardia los ignoro e hizo seña a otro para que enviaran a los Leagan al final de la fila.
―pero como se le ocurre tratarnos así, no sabe quiénes somos, ―exigía Sara.
― ¡qué barbaridad!, hay que ver cuanta gente mal educada y sin clase se atreven a venir a estos eventos, ―se escucho un grupo de señoras elegantes quejarse de los berrinches de las Leagan, lo que provoco que estos se avergonzaran y se fueran al final de la fila.
Candy ya ni se percato de nada con respecto a los Leagan, pasaron al palco reservado especialmente para ellos y se dispusieron a disfrutar de la obra, tal y como siempre lo soñó, la pecosa vivió toda la obra en un estado de total deleite, aplaudiendo a rabiar cuando finalmente se cerro el telón en el último acto.
Un mensaje quiso colarse hasta el camerino de Terry, pero fue interceptado, tomando acción los rubios mayores para evitar que los rebeldes fueran perturbados, lo que ellos nunca supieron fue que Susana intento chantajearlos con un intento de suicidio, pero tanto Albert como Eleonor estaban ya prevenidos.
Así fue que cuando se recibió la alarma de que la antes protagonista de Romeo y Julieta estaba desaparecida, la enfermera que estos tenían para vigilarla no tardo en avisar su ubicación, dicha acción le valió a la pelilacia un viaje exprés a un sanatorio mental, los médicos fueron contundentes con su madre, explicándole que, si no tomaba acción de inmediato, ella podía volverse un riesgo para ella misma y para los demás.
Pasarían algunos meses para que finalmente la joven diera luces de recuperarse, pero no regresó a New York, viajaron con su madre a California por recomendación de los médicos de la joven, para evitar una recaída, pudo seguir su vida de actriz, pero ahora de cine, se caso con un guapo empresario, manteniéndose alejada de Terry por el resto de su vida.
Albert les había rebelado su identidad como el patriarca del clan Andrew días después del estreno de Romeo y Julieta, fue una sorpresa enorme para todos, pero muy bien recibida, el cimentó la posición de Candy frente al clan, dejando claro que no toleraría que nadie le faltara el respeto.
Según les explicó George lo reconoció cuando fue a dejar a Candy, luego al día siguiente le rebelo su identidad y juntos planearon la mejor manera para que el se recuperara y para favorecer a la rubia pecosa.
Al final la respuesta llegó gracias a un golpe que Albert había recibido días atrás por un coche, ese día fue atendido por el doctor Martín, quien le aseguro que poco a poco se recuperaría, en efecto así fue, mientras estaba con George sufrió un episodio que lo llevo a recuperar su memoria y su identidad, con eso tuvo las herramientas necesarias para proteger a sus seres queridos.
Aunque a disgusto la tía abuela tuvo que aceptar la decisión de Albert de proteger a Candy, primero porque se enteró de lo que la joven había hecho por él, salvando su vida, segundo, porque no le convenia desairar a la nuera del gran Duque de Grandchester, quien tenía a la joven en gran estima.
Los Leagan tuvieron que disculparse con Candy en una reunión del clan, comenzando por aclarar que ella no robo las joyas de Sara, esta incluso alego que fue una simple jugarreta de niños, excusa que solo sirvió para que todos vieran lo despreciables que eran.
La boda de Candy y Terry se celebró unas semanas después del estreno de Romeo y Julieta, esta fue por todo lo alto en la ciudad de Chicago, tal y como correspondía a la hija del patriarca del clan Andrew, incluso el Duque de Grandchester envió su regalo y felicitación, mostrando su apoyo al matrimonio.
Días después de la luna de miel los rebeldes celebraban su primera navidad juntos, haciéndolo de la mejor manera posible, en el hogar de Pony, rodeados de la alegría e inocencia de los niños y el cariño de sus seres queridos, Albert y los chicos se acomodaron en el cuarto de los niños en colchones que llevaron y las chicas hicieron lo mismo en el cuarto de las niñas, Eleonor recibió la habitación de la hermana María, quien compartió habitación con la señorita Pony, los rebeldes tomaron el granero, armando allí su rinconcito, así todos un poco apretados, pasaron la mejor navidad de su vida, rodeados de la verdadera magia de la navidad, recordando el real motivo de tal fecha y esta era el nacimiento de Jesús.
Una vez todos se retiraron a descansar, finalmente los rebeldes estaban solos, acomodados en el sofá cerca del árbol, con Candy sobre su regazo, finalmente tenían un momento de intimidad.
―pensé que nunca se irían a dormir, ―comentó el castaño acariciando el rostro de su pecosa.
―estaban muy felices, este año han recibido muchos mas regalo que nunca antes, ―aclaró Candy, con sus dedos jugando con los castaños cabellos de su esposo.
―en ese caso estoy igual pecosa.
―porque Terry.
―porque por primera vez desde que era un niño pude vivir una verdadera celebración de navidad.
―me voy a encargar de que esta sea apenas la primera, porque de ahora en adelante estaremos juntos y viviremos esta hermosa celebración como debe ser, en familia, festejando el hermoso regalo que recibimos tantos siglos atrás.
―feliz Navidad Candy.
―feliz Navidad Terry.
―te amo, ―dijeron ambos al mismo tiempo, lo que los hizo sonreír, para concluir uniendo sus labios, mostrando su amor de la mejor manera posible.
Fin.
Feliz Navidad y prospero año nuevo, disculpen por tardar en subir este corto navideño, pero imaginaran estos días son muy ocupados, espero hayan tenido una hermosa navidad al lado de sus seres queridos y que año nuevo traiga muchas bendiciones y éxitos.
