Buenas. Les traigo esta historia que empecé cuando salió la expansión de Pandaria, y que poco a poco he ido escribiendo y continuo haciéndolo. Espero les agrade.

Prólogo.

Se ha dicho que Azeroth es tierra de héroes; desde el principio de los tiempos ha sido así: la Guerra de los Ancestros, las Tres Grandes Guerras, El Rey Exánime, el Cataclismo de Alamuerte, las batallas de Pandaria. Todas han sido pruebas de poder, de valor, y de honor para las especies de este pequeño mundo sumergido en la Gran Oscuridad del Universo, forjado por los Titanes, y atormentado por conflictos desde el principio de los tiempos. Y así será, hasta el fin de los tiempos…

Tras el derrocamiento de Garrosh durante el Asedio de Orgrimmar, la posterior subida de Vol'jin, y su ejecución tras el abandono de Baine a su defensa durante el juicio, la Horda y la Alianza vivieron años de los que en los tiempos actuales se llamó "La Efímera Primavera", pues fue un breve y próspero periodo de paz en la que ambas facciones encontraron la forma de llevar una relación armónica: se realizaron tratados comerciales, se reconstruyeron ciudades, pueblos y villas, se realizaron nuevos descubrimientos científicos y geográficos, se retomaron contactos con otros reinos como Suramar, Kul'tiras y Zandalar, y la relación entre las diferentes especies mejoró.

Con el descubrimiento de nuevos recursos como el aluminio y el uranio, comenzó una "Revolución industrial" encabezada por los goblin y los gnomos, que si bien no creó inicialmente armas de guerra, mejoró los transportes, la producción de energía y creó nuevos inventos que mejoraron la calidad de vida de todos los reinos. Aparecieron masivamente la radio, las redes eléctricas, los automóviles, barcos movidos a vapor y a petróleo, la producción en masa, la conservación de alimentos, entre otros. Las relaciones entre diversas especies y razas mejoró notablemente, y ayudó incluso a realizar nuevos descubrimientos e inventos, como el aprovechamiento del viento y de la energía solar para producir energía por parte de los tauren y elfos de sangre. Ciudades como Orgrimmar, Ventormenta, Nueva Theramore, Stromgrade, Entrañas, Forjaz, Ciudad Echo, Cerrotajo, Nuevo Taurajo, Astranar, Alcor, Trinquete, Bahía del Botín y Gadgetzan, se llenaron de rascacielos, autopistas y vías de tren, mientras otras como Cima del Trueno, Darnassus, Dalaran y Lunargenta -ya reconstruida totalmente- permanecieron con pocos cambios por motivos culturales. Durante esos años, se vivía felizmente en Azeroth.

Sin embargo, tras esa "dulce primavera" llena de paz, progreso y esperanza en el futuro, vinieron los problemas: tensiones con el proletariado, pobreza, contaminación, desigualdad, viejas rencillas, afectaban a todas las especies de Azeroth. Tanto la Horda como la Alianza se enfocaron en reforzar y acrecentar sus dominios sobre el planeta y sus recursos, al punto de dividir en continente de Pandaria en dos partes mediante un gran muro -uno anexo al Espinazo del Dragón- acabando de una vez por todas con la neutralidad de los pandaren: el mundo se estaba polarizando, y dicho camino solo llevaría a una guerra como nunca se había visto.

Pronto, tanto dentro de la Horda de Orgrimmar como en la Alianza de Ventormenta, las exigencias de sus líderes aumentaron a un punto tal que llegaban a ignorar o a desgastar las relaciones con sus propios aliados; a causa de ello, tras una serie de disputas, los tauren abandonaron la Horda, y poco después, le siguieron los elfos nocturnos con la Alianza, declarando ambos su neutralidad; los trolls, siendo los más marginados de la Horda, fueron virtualmente anexados a Orgrimmar, mientras que los reinos de Forjaz, Gnomegaran y la reconstruida Stromgrade corrieron el mismo destino con Ventormenta, siendo los draenei, los worgen, los Pandaren Tu Shui y la ciudad-estado de Nueva Theramore los únicos aliados verdaderos de dicho reino.

Conflictos menores entre tauren y orcos, orcos con elfos nocturnos, éstos con los elfos de sangre, los elfos de sangre y los humanos, humanos con no-muertos, e incluso éstos con los mismos sin'dorei y los worgen, así como el conflicto ideológico de los pandaren, fueron el prefacio de una gran guerra que se venía esperando tras la caída de Garrosh: viejas alianzas rotas, nuevas fraguándose, así como nuevos roces. Todo estaba preparado para una nueva guerra, la Guerra que pondría fin a todas ellas: a causa de sus características semejantes a un antiguo culto presuntamente extinguido, en nuestros días se la conoce como: la Guerra Crepuscular.

No hay muchos registros que detallen cuanto duró: días, meses o años. Sólo se sabe que se emplearon todo tipo de armas, tanto mágicas como tecnológicas, y a todo tipo de soldados para combatirla: guerreros, magos, sacerdotes, brujos, pícaros, paladines, e incluso druidas y chamanes, pese a la fuerte prohibición de antiguas organizaciones conocidas como el Círculo Cenarion y el Anillo de la Tierra, que habían perdido su influencia en la mayoría de las personas con el correr de los años. Aviones caza, bombarderos y dirigibles cruzaban los cielos, arrasando pueblos y ciudades; tanques, obuses y lanzacohetes mancillaban la tierra que pisaban; acorazados y portaviones recorrían los mares, imponentes, cercando las costas y atacando los puertos. Los registros mencionan el asedio naval al puerto de Orgrimmar por parte de los humanos; el bombardeo de Ventormenta y Nueva Theramore por parte de los orcos y los elfos de sangre; incluso hay ciertos documentos que citan a orcos y humanos atacando territorio tauren y kaldorei respectivamente, pese a haber declarado su neutralidad junto a los draenei.

Parecía que la guerra no tendría fin, y eso cayó en cuenta tanto al Jefe de Guerra de una fracturada Horda, como el rey de una imperialista Alianza, por lo que decidieron tomar medidas: emplearían las armas más poderosas jamás creadas por un mortal; tan poderosas que dejarían empequeñecidas a la vieja bomba de maná lanzada por Garrosh sobre la antigua Theramore. Sus aliados lo sabrían, y los acompañarían su ataque. Acabaría con la guerra, y con el enemigo… de UNA VEZ POR TODAS.

Fue así, días antes del Día del Peregrino, y casi 70 años después del Asedio de Orgrimmar, que la guerra tuvo un final: misiles termonucleares -y bioquímicos, por parte de los Renegados- fueron lanzados por las naciones de Durotar, Lordaeron, Quel'Thalas, Ventormenta, Nueva Theramore, Gilneas, y las facciones pandaren a sus enemigos, sin distinguir entre combatientes y civiles, enemigos y neutrales: las gloriosas capitales de la Horda y la Alianza -virtualmente inexistentes ya- quedaron reducidas a cenizas, junto a sus habitantes; las tierras y las aguas en sus cercanías quedaron totalmente inhabitables; los muertos se contaban por millones, pero nadie -ni siquiera los Renegados- sería capaz de sepultarlos; el polvo y la lluvia radiactiva cubrieron casi todo el mundo, oscureciendo la luz del sol, matando a gran parte de la flora y fauna que quedara con vida.

La Guerra había terminado, pero nadie quedó para reclamar la victoria: tanto la Horda como la Alianza… habían sido aniquiladas hasta sus cimientos, y Azeroth había sufrido un destino tal vez peor que el Cataclismo que el de Alamuerte.

De nada sirvieron los Augurios Celestiales, ni Los Dragones Aspectos, ni las organizaciones neutrales como la Cruzada Argenta, el Círculo Cenarion, el Anillo de la Tierra, ni los Na'aru, para frenar la guerra. Lejos del conflicto, el Príncipe Negro vio con sumo pesar y rabia las consecuencias de la polarización de Azeroth, jurando aislarse totalmente de un mundo moribundo, al igual que otros vigías del mundo.

Cien años han pasado, y el mundo aún trata de curar sus heridas: las viejas ciudades, reinos y facciones son cosa del pasado, muchas especies se han extinguido, muchos pueblos han desaparecido sin dejar legado alguno. Mas hubo supervivientes, que buscaron un nuevo hogar y fundaron nuevos reinos para empezar de nuevo, recuperar la gloria perdida, y no cometer los errores del pasado. Han surgido nuevas facciones, agrupadas no solo por la especie, sino por su ideología y modo de vida… y han surgido nuevos enemigos en un mundo donde casi el 60% del terreno es inhabitable, y los recursos básicos son los más valiosos.

Este es el nuevo mundo de Azeroth…

World of Warcraft: Fallout.