-Bella POV-
Desde mi habitación, podía percibir el murmullo de la madrugada, un susurro que apenas rompía el silencio de la casa.
Fue entonces cuando escuché los pasos pesados resonando en las escaleras. Jasper subía con una torpeza evidente. Cada maldición que salía de sus labios reverberaba en el pasillo.
Me encontraba entre la indecisión y el impulso, tallándome las manos una contra la otra. Inspiré profundamente, armándome de la valentía necesaria, y salí de mi cuarto con pasos cautelosos.
El pasillo se extendía frente a mí, apenas iluminado por la tenue luz de la luna. Al acercarme a la puerta de su habitación, noté que la escasa luz provenía de un pequeño baño entreabierto. Jasper estaba allí, de pie frente al espejo, su figura delineada por las sombras. Fijé la mirada en su hombro, marcado por una mordedura profunda. Pero lo que me dejó helada fueron las cicatrices pálidas que se extendían por toda su espalda.
El crujir del suelo bajo mis pies delató mi presencia, y Jasper giró hacia mí, sin emitir palabra. Me acerqué con temor, extendiendo mi mano temblorosa hacia él. Jasper no me detuvo ni intentó rechazarme. Mi mano se detuvo a pocos centímetros de su piel, indecisa.
Finalmente, él tomó mi muñeca con delicadeza, deslizando mi mano desde su antebrazo hasta el hombro. Inhaló con fuerza cuando mi tacto rozó peligrosamente cerca de la herida. Nuestros ojos se encontraron en un silencio profundo.
— ¿Qué te pasó aquí? — pregunté con suavidad.
Sin pronunciar palabra, él tomó mi mano y la llevó hasta su mejilla. No dije nada sobre la frialdad que emanaba de él. Nos miramos, las palabras eran innecesarias.
— Deberías ir a dormir. — se limitó a decir.
Asentí lentamente antes de retirarme.
Sus quejidos resonaban, marcando su camino hasta lo que suponía sería su cama. Aunque parte de mí quería entrar y asegurarme de que estuviera bien, cedí y entré en mi habitación.
Al acostarme, las palabras de Jasper retumbaron en mi mente:
— Deberías ir a dormir. — se limitó a decir.
Pero esta vez, la voz no era la suya; era la de Charlie. No el Charlie del presente, sino el de hace doce años, un hombre desolado y deprimido al que frecuentaba cada verano en Forks. Las sombras de aquellos recuerdos se arremolinaban en mi mente mientras me sumía en el sueño.
Fui despertada por un lamento distante que se filtraba en mi sueño. Al bajar a la sala, la tenue luz de la televisión iluminaba la oscuridad. Inicialmente pensé que era algún programa o película que había quedado encendido, pero al acercarme, descubrí a mi padre en su sillón habitual.
— Reneé...
— Papá, ¿estás bien?
Charlie, con los ojos enrojecidos y una botella a medio vaciar a su lado, lloraba en silencio. Sus ojos se encontraron con los míos, sus mejillas rastreadas por lágrimas recientes. Después de limpiarse con la mano, respondió con la misma frase que Jasper, pero esta vez con un tono más desgastado y apagado.
— Deberías ir a dormir.
Esa mañana, el silencio envolvía la casa, indicándome que Jasper ya se había retirado. La angustia se apoderó de mí. Tomé un par de prendas del viejo armario y me dirigí hacia la habitación de Jasper, donde se encontraba el único baño de la casa.
Bajo la regadera, dejé que el agua caliente calmara mis pensamientos tumultuosos. Observé mis manos, recordando el cosquilleo al tocar las cicatrices en la piel de Jasper, la cercanía compartida en la penumbra de la noche. Me sorprendió a mí misma estar pensando de esa manera sobre él. La realidad me golpeó como un balde de agua helada cuando mi mirada volvió a posarse en mis manos y la cicatriz que era un recordatorio de lo que él era capaz de hacerme.
Detuve de inmediato esos pensamientos, cerrando mis ojos con fuerza como si pudiera borrar la imagen de mi mente. Continué con mi ducha.
Por la noche, fui despertada por algo que se movía en la penumbra de mi habitación. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al distinguir la silueta de Jasper. Alarmada, me levanté de golpe.
— ¿Qué estás haciendo?
— Guarda silencio y sígueme.
Aunque no estaba del todo convencida, terminé cediendo. Bajamos en silencio a la primera planta, cuando Jasper extrajo un par de esposas de su bolsillo trasero entré en pánico. Un escalofrío de pánico recorrió mi cuerpo.
— Confía en mí, Bella.
No del todo convencida, asentí. Vi cómo colocaba las esposas en mis muñecas, y mi mirada se posó nuevamente en la cicatriz de mi mano. Le observé; tal vez esta era mi última noche, tal vez todo había llegado a su fin.
— Necesito ponerte esto para que no veas en donde nos encontramos al salir de aquí.
¿Salir de aquí? ¿Acaso había escuchado bien? Esto era demasiado bueno para ser real.
— Vas a deshacerte de mí... ¿no es cierto?
Me observó confundido, pero no fue hasta que mis ojos se encontraban reteniendo las lágrimas cuando dirigió ambas manos a mi rostro para intentar tranquilizarme, odiaba admitir que le funcionaba bastante bien.
— No, no, tranquila... solo daremos un paseo, un paseo nocturno. Confía en mí.
Asentí aterrada.
La tela se deslizó por mi cabeza, cubriendo mi rostro privándome de la vista. Toda clase de emoción paso por mi en lo que parecía un trayecto interminable, Jasper me tomaba del brazo para guiarme hasta lo que suponía, sería el auto. Tal vez el de la patrulla de la policía de Forks, jamás podría comprobarlo.
Cuando Jasper retiró la tela que cubría mis ojos, me encontré en mi propia casa, sumida en la oscuridad y el silencio. El corazón me latía con fuerza mientras él me guiaba hasta mi habitación. Sin decir palabra, mi mente luchaba por comprender por qué me había traído allí.
En mi habitación, decidió quitarme las esposas.
— Puedes tomar... solo tres cosas, nada que Charlie pueda notar con facilidad que han robado. — murmuró.
¿Debía huir o ceder? Si gritaba, tal vez algún vecino podría escucharme y correr en mi ayuda. Podría tomar un teléfono y llamar a la policía. Pero también consideré la posibilidad de que todo esto fuera una prueba y que debía seguir comportándome y limitarme a obedecer.
Mientras paseaba por mi habitación, observándolo de reojo, Jasper me miraba con cautela, atento a cualquier movimiento que hiciera. Mis opciones eran limitadas, y finalmente, elegí tres cosas: Mi chaqueta favorita, un libro de "Romeo y Julieta" y una foto de mis padres cuando aún estaban juntos.
Jasper observaba con cautela a través de la ventana.
— ¿Ya tienes todo? Es momento de irnos...
Volvió a ponerme las esposas, no pude contener mi pregunta.
— ¿Por qué haces esto?
Él me observó, y justo cuando estaba a punto de responder, un ruido en la planta baja lo interrumpió. Jasper maldijo y me empujó hacia el armario, cubriéndome la boca con su mano. Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba que alguien entraba a mi habitación a oscuras: Alice Cullen era iluminada por la luz de la luna.
Sus ojos dorados parecían escudriñar cada rincón en busca de algo fuera de lo común. Me mantuve en silencio en el oscuro confinamiento del armario, luchando contra la ansiedad que se apoderaba de mí. A Jasper también pareció sorprenderle, ¿ya la conocía?
— ¿Alice? — una voz reconocida le llamó desde el pasillo.
— Un segundo. — respondió la pequeña Cullen dando una última mirada.
El más fuerte de los Cullen, Emmett Cullen entró a mi habitación también, recargándose en el marco de la puerta.
— ¿Estás segura de que fue aquí?
— Si, no, eso creo... Tal vez esta vez me equivoqué. — murmuró confundida.
— Puede ser. Pero mejor nos vamos antes de que vuelva Charlie.
Alice asintió de nuevo y ambos salieron de la habitación, dejándonos solos en el oscuro refugio del armario. Jasper finalmente retiró su mano de mi boca, permitiéndome respirar, pero su mirada persistía en la mía. Su cercanía hacía que mi corazón latiera a un ritmo veloz. Observé el brazo que aún sostenía mi cintura.
