Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

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La Pirata de los Cielos

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74: Orden del Fénix vs Mortífagos.

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En la parte más elevada de la sala se abrieron dos puertas y cinco personas entraron corriendo en la sala: Sirius, Lupin, Moody, Tonks y Kingsley.

Malfoy , todavía malherido por el ataque anterior de Céline, se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidor. Alex no esperó a ver si había dado en el blanco, sino que saltó de la tarima y se apartó con rapidez.

Céline disparó un Incendio y luego un Confringo y corrió junto a sus novias.

Los Mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso. Entre cuerpos que corrían y destellos luminosos, Alex vio que Neville se arrastraba por el suelo, así que esquivó otro haz de luz roja y se tiró a tierra para llegar hasta donde estaba su amigo.

Ambos se alejaron de allí arrastrándose; pero entonces un grueso brazo salió de la nada, agarró a Alex por el cuello y tiró de él hacia arriba. Alex apenas tocaba el suelo con las puntas de los pies. — "¡Dámela!" —le gruñó una voz al oído—. "¡Dame la Profecía!"

Entonces, un segundo después, Alex estaba metros más allá, completamente sano y en cambio, era Céline quien estaba en manos del Mortífago.

El hombre le apretaba el cuello con tanta fuerza que Céline no podía respirar. Con los ojos llorosos, vio que Sirius se batía con un Mortífago a unos tres metros de distancia; Kingsley peleaba contra dos a la vez; Tonks, que todavía no había llegado al pie de las gradas, le lanzaba hechizos a Bellatrix. Por lo visto, nadie se había dado cuenta de que Céline se estaba muriendo. Entonces dirigió la varita mágica hacia atrás, hacia el costado de su agresor, pero no le quedaba aliento para pronunciar un conjuro, ASÍ QUE LIBERÓ SU MAGIA. Magia cruda, pobre bruto y usándola, impulsada gracias a la propia magia del ojo draconiano. Sintió como el peso de la espada se liberaba. Alguien acababa de agarrarla y lanzó un golpe, decapitando al Mortífago, permitiéndole a Céline liberarse y comenzar a lanzar bocanadas de aliento, se giró y vio a Daphne empuñando la espada, con su hoja bañada en sangre, que le devolvió a su legitima dueña, volvió su mirada, hacía el Mortífago, reconociéndolo como Macnair. "Debemos de recuperar la Profecía y luego marcharnos" Susurró la princesa, al oído de la heredera Greengrass, quien asintió y fueron a buscarla, en medio del desastre que causaron. Eran cientos, sino miles de esferas quebradas o con alguna grieta. Imposible saber cuál era la correcta. Céline extendió su otra mano. —Accio: Profecía Céline Potter —Y la esfera, saltó a la mano de la princesa, quien se la llevó al oído.

«El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca..., nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida...»

Tras asegurarse de haberla memorizado, Céline y Daphne, fueron en busca de sus compañeros y corrieron fuera de la Sala de Profecías, pero los Mortífagos los acorralaron y corrieron, hacía la habitación con aquel arco y la tela raída.

Sólo había una pareja que seguía luchando. Alex y Céline, vieron que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.

Un haz de luz amarilla golpeó a Bellatrix, quien abrió mucho los ojos y escupió saliva, dando varios pasos hacia atrás y ahora mostraba una mueca de dolor intenso.

— ¡VAMOS, TÚ SABES HACERLO MEJOR! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación.

— "Sirius" —susurró Céline, con voz ahogada, mientras la videncia del Ojo de Dragón, se activaba en ese momento:

El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.

Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco. Céline vio la expresión de miedo y sorpresa del consumido rostro de su padrino, antes apuesto, mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo, que se agitó un momento como si lo hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento y luego quedó como al principio.

Entonces Céline escucharía el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange, pero comprendería que no significaba nada: Sirius sólo había caído a través del arco y aparecería al otro lado en cuestión de segundos…

Sin embargo, Sirius no reapareció.

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Hubo entonces, un cambio de escena muy corto:

Yo maté a Sirius Black, —cantaba Bellatrix y danzaba, mientras bloqueaba los ataques de ambos hermanos Potter —yo maté a Sirius Black.

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¡Incendio! —Exclamaron los hermanos.

¡Tarantallegra! —Exclamó Neville. —Que sufra. Que el hechizo de ellos dos la quemen... —entonces pensó —Mierda, podría haberle lanzado la Maldición de Parálisis.

¡Ventus! —Daphne y Tracy sonrieron. Ninguna de las dos rubias, ni Céline, Ni Daphne, supo cuando Tracy se colocó a su lado, pero no les importó. Ambos vientos poderosos, alimentaron el fuego y Sirius saltó hacía un lado, mientras que su prima, la asesina y fiel seguidora de Tom Ryddle: Bellatrix Lestrange, profería gritos desgarradores de dolor, hasta morir quemada.

—Vamos —dijo Sirius, los jóvenes asintieron y junto a la Orden del Fénix, salieron de allí.

Vieron el pasillo de los ascensores, que se extendía ante él, con las antorchas encendidas pero vacío. Atravesaron la puerta rápidamente. Entonces los jóvenes, recorrieron veloz el pasillo, doblaron en la esquina y luego la reja se abrió, Céline se metió dentro, junto a todos sus amigos, seguido por Sirius, Remus y Nymphadora, quien golpeó el botón del Atrio. Las puertas se cerraron y el ascensor empezó a subir…

Y allí mismo, al final del vestíbulo, estaba Voldemort.

Céline avanzó primero. Sosteniendo la varita en una mano y una pistola en la otra, sonriéndole a Voldemort, quien le enseñaba los dientes, con una mueca de enfado absoluto. —Tus mejores Mortífagos y todos han caído, ante un montón de quinceañeros y la Orden del Fénix. Tu siempre amada y leal Bellatrix, muerta por un hechizo de fuego y dos de viento, que avivaron las llamas, mientras que un Traidor de la Sangre, sobrevivía.

Voldemort la miró furioso. Sus ojos verdes, se toparon con aquella mirada de calma y control absoluto, que tenía la rubia de ojos verdes. — ¿Acaso crees que he entrado en el Ministerio de Magia para escuchar tus malditas habilidades mágicas? A ti no tengo nada más que decirte, Potter... —dijo sin inmutarse.

—Volkova —le corrigió ella, con una gran sonrisa.

Voldemort entonces, mostró una meca de ira extrema. —Ya me has fastidiado bastante, llevas demasiado tiempo molestándome. ¡AVADA KEDAVRA!

¡Algjör lífræn Mistök! (Falla Orgánica Total) —Céline le lanzó una maldición poderosa y peligrosa, que avanzó como un rayo eléctrico negro.

—Has cometido una estupidez viniendo aquí esta noche, Tom —dijo Dumbledore con serenidad—. Los Aurores están en camino…

— ¡Pero cuando lleguen, yo me habré ido y tú estarás muerto! —le espetó Voldemort. Luego lanzó otra maldición asesina a Dumbledore, pero al dejar de luchar contra la maldición eléctrica de Céline, esta lo golpeó y el lord oscuro, gritó de dolor.

El Atrio estaba lleno de gente; en el suelo se reflejaban las llamas de color verde esmeralda que había prendido en todas las chimeneas de una de las paredes; y un torrente de brujas y de magos salía por ellas. Entre todo el gentío, estaba un atónito Cornelius Fudge.

Al ver a Fudge, Voldemort, con todos sus músculos temblando, humo rodeándolo y marcas de quemadura de electricidad, se Desapareció.

— ¡ESTABA AQUÍ! —gritó un individuo ataviado con una túnica roja y peinado con coleta que señalaba un montón de trozos dorados que había en el otro extremo del vestíbulo, —. ¡LO HE VISTO CON MIS PROPIOS OJOS, SEÑOR FUDGE, LE JURO QUE ERA QUIEN-USTED-SABE, SE HA DESAPARECIDO!

— ¡Lo sé, Williamson, lo sé, yo también lo he visto! —farfulló Fudge, que llevaba un pijama, debajo de la capa de raya diplomática y jadeaba como si acabara de correr una maratón— ¡Por las barbas de Merlín! ¡Aquí! ¡Aquí, en el mismísimo Ministerio de Magia! ¡Por todos los diablos, parece mentira! ¡Caramba! ¿Cómo es posible?

—Si baja al Departamento de Misterios, Cornelius —sugirió Dumbledore, que parecía satisfecho con el estado en que Alex y Céline se encontraban y dio unos pasos hacia delante; al hacerlo, varios de los recién llegados se percataron de su presencia (unos cuantos levantaron las varitas; otros se quedaron pasmados; y Fudge se llevó tal susto que sus zapatillas se levantaron un palmo del suelo)—, encontrará a unos cuantos Mortífagos fugados retenidos en la Cámara de la Muerte, inmovilizados mediante un embrujo Anti-Desaparición, que esperan a que decida qué hacer con ellos.

— ¡Dumbledore! —exclamó Fudge con perplejidad —Usted… aquí… Yo… Entonces miró salvajemente a los Aurores que lo acompañaban.

—Mi hermano tuvo una visión, mediante la Legeremancia de aquel a quien solemos llamar Lord Voldemort —dijo Céline. El nombre, hizo temblar a Fudge. Ella iba a seguir hablando, cuando sintió que alguien le colocó una mano en el hombro.

—Ya es suficiente, Céline—, dijo Dumbledore, solo para abrir sus ojos y retroceder, ahora con su mano malherida y con muchos cortes sangrantes. Él, miró sorprendido a Céline, antes de notar como su capa ondeaba suavemente y recordó la magia de viento de la rubia. —Creo que puedo explicar mejor las circunstancias. Tienes que volver a la escuela. —Dumbledore se acercó al mostrador de guardia y cogió una pluma, se calmó, tanto como pudo. Sacó su varita y dijo: —Portus. Toma esto y me uniré contigo, tan pronto como pueda—, dijo Dumbledore mientras empujaba la pluma hacia Céline.

—Mira, Dumbledore, —dijo Fudge infladísimo y ofendido —no puedes simplemente hacer Trasladores ilegales, delante del Ministro de Magia.

—No se preocupe Ministro —dijo Alex. —No planeamos usarlo. Nos quedaremos aquí con nuestros amigos, para responder a sus preguntas.

—Alex…— comenzó Dumbledore de nuevo. —Obviamente ha sido una noche difícil y.…

—Sí, señor, pero todavía hay cosas que hacer —respondió Alex y nuevamente le dio la espalda al Director mientras se dirigía al Ministro. —Señor, como decía: Creía que había estado soñando con una habitación de abajo en el Departamento de Misterios; los que estaban demostrando ser ciertos. Ahora entiendo que Voldemort usó Legeremancia, porque quería algo de allí, algo que sólo yo podía darle.

—Alex... —dijo Dumbledore mientras continuaba sosteniendo la pluma. —Realmente necesitas regresar al Castillo. —Los jóvenes continuaron ignorando al director mientras sostenía la mirada de Fudge.

—Entonces, ¿Qué tenían que ver estos sueños con El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado y qué quería?

—Chicos, debo insistir...— Dumbledore nuevamente intentó afirmarse.

— ¿Insistir en qué director? —Alex lo interrumpió mientras se giraba para mirar al Director. — ¿Insistir en que me mantengas al tanto de las cosas como lo has hecho? ¿O vas a negar saber POR QUÉ mis padres fueron atacados y no se molestaron en decírmelo? —Su voz había aumentado de nivel hasta el punto de que casi le gritaba al director. Todos los Aurores y otros empleados del Ministerio que todavía estaban en el Atrio estaban ahora siguiendo cada una de sus palabras.

Dumbledore puso una mano sobre el hombro de Alex en un intento de calmar al joven, pero Céline le agarró de la muñeca y liberó su magia de viento, causándole cortes en la piel, al soltar la muñeca, Dumbledore echó la mano hacía atrás. —Señor, ¿podemos llevar esta conversación a su oficina, tal vez con Madam Bones uniéndose a nosotros? Nos gustaría tener la oportunidad de explicarle sucedió.

—Sí... sí, por supuesto—, respondió Fudge. Llamó a un Auror y le pidió que encontrara a Madam Bones.

—Ella bajó las escaleras para ver a los otros Mortífagos.

—Entonces dile que se reúna con nosotros en mi oficina—, ordenó Fudge. Le indicó a los hermanos y a los demás que lo siguieran. Cuando Dumbledore empezó a seguirlos Céline interrumpió.

—Señor Ministro —dijo Alex. — ¿Tienes una necesidad específica de que Dumbledore se una a nosotros en esta conversación?

— ¿Por qué? —Preguntó el Ministro Fudge. — ¿Hay algún problema con que se una a nosotros? Realmente debo hablar con él sobre qué hacer con... el regreso de Aquél-Que-No-Debe-Ser-Nombrado.

—Si necesitas hablar con Dumbledore, estaremos encantado de esperarlo y reunirnos contigo más tarde. —respondió Céline —Para responder a tu pregunta, sí, hay un problema. Ha quedado muy claro que el director ha estado reteniendo información muy importante y muy posiblemente mintiéndonos. Siento que ya no se puede confiar en él. —los ojos azules de Dumbledore encontraron los de Alex y por un instante Alex sintió la leve sonda de su mente. Alex miró a Dumbledore, con una sonrisa de triunfo.

—Si intentas leer mis pensamientos nuevamente, no te gustará.

Dumbledore tenía una expresión de sorpresa en su rostro. —Alex, Céline, realmente necesitamos discutir esto —dijo con su mejor voz de abuelo. —Siento que por su propio bien debo...

— ¿Debes qué? —Céline le gruñó al director. —Usted NO tiene autoridad legal sobre nosotros dos, fuera de ser director del colegio al cual asistimos. Cosa que podemos resolver muy fácilmente, pidiéndoles a nuestros padres, que nos permitan asistir a algún otro colegio mágico en algún otro lugar de Europa. —se volvió hacia el Ministro —Señor, ¿le gustaría hablar con mi hermano o Dumbledore?

El Ministro Fudge había estado observando la interacción entre el Niño-Que-Vivió y Albus Dumbledore y se encontraba en un dilema. Acababa de ver a Potter enfrentarse al Señor Oscuro y golpéalo. Había sido presenciado por un gran número de Aurores y estaría en El Profeta por la tarde. Él sabía que no podía permitirse el lujo de molestar a los jóvenes. Sus ojos pasaron de uno a otro hasta que se tomó una decisión. —Vengan conmigo Alex, Céline, —dijo. —Albus, me alegraré para reunirnos contigo en breve.

—Ministro, Ministro... realmente debo insistir en que... —Dumbledore estaba tan ocupado tratando de llamar la atención del Ministro que no se dio cuenta de que la pluma en su mano se volvió azul hasta que sintió una sacudida en su ombligo y terminó en su propia oficina en Hogwarts. Cuando intentó regresar al Ministerio por red flu, descubrió que las redes flu del Ministerio habían sido cerradas excepto para asuntos oficiales mientras la investigación estaba en marcha. Al mirar alrededor de su oficina, sus ojos encontraron la percha utilizada por su fénix. —Fawkes —dijo y un instante después se produjo un destello de llama y el fénix se materializó ante él. —Necesito regresar al Ministerio —le dijo al pájaro de plumas rojas y doradas. Tocó una pluma de la cola del fénix y en otro instante de llamas desapareció sólo para llegar al Atrio del Ministerio. Mientras la fuente se materializaba en su visión, pensó. —Menos mal que no tuve que volar hasta aquí en una escoba; eso podría haber llevado horas.