CAPITULO 2:
TORMENTA DE DEMONIOS
Kikyo con un poco de desconfianza y frialdad aceptó el pacto con Kenji para buscar a Naraku y la perla de Shikon, la luna iluminaba el claro del bosque mientras Kikyo y Kenji compartían un silencio reflexivo. Los destinos se cruzaban en esa noche oscura, y la sacerdotisa, a pesar de su naturaleza reservada, empezaba a reconocer la necesidad de aliarse con aquel misterioso viajero.
Aceptaré tu ayuda, Kenji, pero debemos establecer algunas reglas claras. — dijo Kikyo, rompiendo el silencio. Su mirada penetrante no dejaba lugar para malentendidos.
De pronto una fuerte brisa se encargó de bajar la capucha que cubría la cabeza del viajero revelando así su rostro. La mirada de ambos se encontró en ese momento. Kenji asintió, demostrando respeto hacia las precauciones de la sacerdotisa.
Entiendo. Trabajaremos juntos, pero siempre bajo tus condiciones.
La sacerdotisa asintió con aprobación.
Naraku aun no posee la perla completa, aún faltan cuatro fragmentos. Debemos actuar con prudencia y evitar que complete la perla de Shikon.
¿Sabes quién tiene posesión de los cuatro fragmentos restantes? — preguntó Kenji intrigado.
Kikyo frunció el ceño, sumergida en sus pensamientos antes de responder.
Hay dos fragmentos que están en posesión de Koga un Yōkai líder de la tribu de los lobos, Kohaku un niño que está siendo manipulado por Naraku y lo usa para su conveniencia, el último fragmento ignoro donde pueda encontrarse.
Kenji asintió con determinación, comprendiendo la magnitud de la tarea que tenían por delante.
Entonces, ¿por dónde empezamos?
Debemos dirigirnos al norte, hacia las montañas. He oído rumores de que un demonio es el que tiene en su poder el último de los fragmentos, puedo sentir su presencia. — dijo Kikyo con determinación. Si logramos derrotarlo, podremos apoderarnos de ese fragmento.
Los dos se adentraron en la oscura maleza del bosque, guiados por la tenue luz de la luna. A medida que avanzaban, Kikyo compartía su conocimiento sobre los fragmentos y sus portadores, mientras Kenji escuchaba con atención, absorbiendo cada detalle.
La noche avanzaba, y una tormenta se gestaba en el horizonte. Los árboles crujían bajo la creciente fuerza del viento, anunciando un cambio en el clima. Kikyo detuvo su paso, frunciendo el ceño mientras examinaba el cielo, el cual se oscureció fuera de lo normal.
Algo se acerca… — dijo Kenji con voz seria mirando hacia el cielo.
Kenji se puso en alerta, preparándose para cualquier amenaza que pudiera surgir. De repente, una inmensa cantidad de demonios y espíritus malignos emergieron de las nubes negras que se expandían sobre el cielo.
Parece que Naraku no está dispuesto a dejarnos avanzar sin oponer resistencia — murmuró Kikyo, ajustando su arco.
De pronto un espectro de oscura malevolencia aparece en compañía de aquel ejército de demonios, con un cuerpo algo delgado, cabello verde oscuro, de tez pálida con unas ligeras franjas de color purpura en ambas mejillas y ojos carmesí que irradiaban un odio palpable. Portaba un kimono blanco con patrones de nubes en las mangas y una armadura.
Tu debes ser la sacerdotisa Kikyo — dijo aquel espectro acercándose hacia la sacerdotisa con cierta arrogancia.
¿Quién eres, y que conexión guardas con Naraku? — preguntó Kikyo, reconociendo a aquellos monstruos como súbditos de Naraku.
Mi nombre es Sutoku — exclamó el espectro — Y soy una de las extensiones de Naraku.
La mirada fría de la sacerdotisa se cruza con la del temible espectro. Kenji por otro lado se mantenía expectante y alerta ante cualquier movimiento de aquel centenar de demonios. En ese momento Sutoku sonrío con malicia y apunto con su dedo señalando a la sacerdotisa.
¡Kikyo, he venido a matarte! — gritó Sutoku desafiante.
Así que, Naraku te ha enviado — Dijo Kenji, interrumpiendo a Sutoku. — ¿Acaso sabes donde se encuentra?
¿Eh? ¿Un humano? — susurró Sutoku para sí mismo. — Es curioso que una sabandija como tú me desafié. Lárgate de aquí idiota, o te matare a ti primero antes que a esa sacerdotisa.
A pesar de las burlas y los comentarios agresivos, Kenji mantuvo su compostura y avanzó hasta interponerse entre Kikyo y Sutoku.
No permitiré que le hagas daño a Kikyo — respondió Kenji en tono desafiante. — Primero tendrás que pelear conmigo.
Humano tonto, tu valentía es inútil. De cualquier forma, terminaremos con la vida de esa sacerdotisa. — dijo al momento en que su risa resonara en la oscuridad como el eco de la perdición.
La tensión en el claro del bosque se volvía palpable mientras el viento soplaba con furia, agitando las hojas de los árboles y anunciando la tormenta de demonios que se desataba. Kikyo, con su arco en mano, observaba a Sutoku con ojos decididos, mientras Kenji se mantenía firme en su posición, listo para proteger a la sacerdotisa.
La batalla estaba a punto de comenzar, y Kikyo, aunque desconfiada de la repentina aparición de Sutoku, no dudó en prepararse para el enfrentamiento. Los demonios que lo acompañaban se agolpaban en el cielo, listos para sumergirse en el conflicto que se avecinaba.
Kenji, con determinación en los ojos, se lanzó hacia Sutoku con velocidad sorprendente. La velocidad del viajero desconcertó al espectro por un momento, permitiendo que Kenji lograra un golpe certero antes de que Sutoku pudiera reaccionar.
La sacerdotisa Kikyo, aprovechando la distracción, concentró su energía espiritual y lanzó flechas purificadoras hacia los demonios que rodeaban a Sutoku. Cada flecha encontraba su blanco, purificando las criaturas malévolas una a una.
Sutoku, recuperándose del ataque inicial de Kenji, desató su propia fuerza oscura. Formó un vórtice de energía maligna y lanzó ondas de poder hacia Kenji, quien se vio obligado a esquivar con agilidad para no ser alcanzado. La batalla se intensificaba con cada momento que pasaba.
En medio del caos, una tormenta empezó a rugir con fuerza, los relámpagos se hicieron llegar iluminando el oscuro cielo, creando un espectáculo aterrador. Kikyo y Kenji luchaban codo a codo contra la amenaza de Sutoku y sus demonios, sus destinos cruzándose en medio de la tormenta.
— ¿Dónde está Naraku? — gritó Kenji mientras esquivaba los ataques de Sutoku.
— ¡Eso no lo sabrás nunca, humano insensato! — respondió Sutoku con furia.
La batalla se prolongó, cada movimiento estaba lleno de intensidad y estrategia. Kikyo, con su arco y flechas purificadoras, luchaba contra los demonios, mientras Kenji se enfrentaba directamente a Sutoku. La lucha se volvía más encarnizada con cada momento, y la determinación de ambos se intensificaba a medida que transcurría la batalla.
Sutoku, sin embargo, era un desafío formidable. Su poder oscuro desafiaba incluso a la sacerdotisa y al viajero. La tormenta rugía a su alrededor, como si la naturaleza misma se revelara contra la presencia de este ser malévolo.
De pronto las flechas empezaron a escasear para Kikyo, por más que los purificase con sus flechas, la cantidad de monstruos y espíritus malignos continuaba incrementando cada vez más y más. En ese momento, la sacerdotisa abandonó su arco y empezó a utilizar sus habilidades de purificación con sus manos.
¡Kenji, necesitamos una estrategia diferente! — exclamó Kikyo, esquivando a duras penas un ataque de uno de los demonios.
Kenji asintió, reconociendo la gravedad de la situación. Se apartó de su enfrentamiento con Sutoku y se acercó a Kikyo.
¡Retirémonos hacia la pradera! — propuso Kenji. — Tendremos ventaja si los enfrentamos en campo abierto.
Kikyo estuvo de acuerdo, y ambos se retiraron hacia un lugar más abierto, donde podrían enfrentarse a sus enemigos con mayor eficacia. Sin embargo, los demonios no daban tregua y continuaban su asedio implacable.
En el centro del claro, Kikyo y Kenji se posicionaron uno al lado del otro, enfrentándose a la marea de criaturas oscuras. Kikyo desataba su energía espiritual con cada movimiento, purificando a los demonios con sus manos. Kenji, por su parte, usaba su destreza en combate para mantener a raya a los enemigos que se acercaban.
¡La tormenta parece intensificarse junto con estos demonios! — gritó Kenji sobre el rugido del viento.
Kikyo asintió, su cabello alborotado por la furia de la tormenta. La oscuridad y la lluvia no hacían más que añadir un desafío adicional a su ya difícil batalla. En ese momento, Sutoku emergió de entre los demonios, su risa malévola resonando en el bosque.
¡Su resistencia es inútil! — proclamó Sutoku, desplegando su energía oscura con aún más intensidad.
Kikyo lo enfrentó con determinación.
¡No creas que me derrotaras tan fácilmente! — gritó Kikyo desafiando a Sutoku.
Sutoku lanzó un ataque directo hacia Kikyo, pero Kenji intervino, bloqueando el golpe con una especie de espada de energía que había creado con su mano. La colisión de fuerzas creó una onda de choque que dispersó momentáneamente a los demonios cercanos.
— ¡Tú y yo tenemos cuentas pendientes! — exclamó Kenji, sosteniendo su posición frente a Sutoku.
La batalla continuó con una ferocidad renovada. Kikyo y Kenji, a pesar de la tormenta y la abrumadora cantidad de demonios, resistían con valentía. La sacerdotisa, con su habilidad purificadora, eliminaba a los demonios uno por uno, mientras Kenji se enfrentaba a Sutoku con una mezcla de destreza en el combate y energía espiritual.
Sin embargo, la situación se complicaba cada vez más. La intensidad de la tormenta dificultaba la visibilidad y debilitaba sus movimientos. Sutoku, alimentándose de la oscuridad que lo rodeaba, aumentaba su poder con cada momento que pasaba.
¡Kikyo, necesitamos un plan! — gritó Kenji sobre el rugido del viento.
¡Concéntrate en Sutoku! — respondió Kikyo, lanzando una ráfaga de energía purificadora hacia un grupo de demonios que se acercaban.
Kenji asintió y se lanzó hacia Sutoku con renovado vigor. Mientras tanto, Kikyo, en el centro del claro, purificaba a los demonios con una determinación inquebrantable.
Kikyo, concentrando su energía espiritual en las palmas de sus manos, desató una oleada de purificación que barrieron a través de los demonios, disipándolos como sombras frente al resplandor de su luz. Kenji, impresionado por la habilidad de la sacerdotisa, redobló sus esfuerzos contra Sutoku, aprovechando la distracción momentánea del espectro.
Sutoku, enfurecido por la purificación que desataba Kikyo, redobló sus ataques. Su cuerpo se retorcía con una energía oscura mientras lanzaba proyectiles malignos hacia la sacerdotisa y el viajero. Sin embargo, la determinación de ambos no menguaba, y continuaron enfrentándose a la tempestad de demonios que se desataba.
La tormenta de demonios continuaba su furioso ataque, pero la alianza entre Kikyo y Kenji demostraba ser un frente unido contra las fuerzas oscuras. En ese momento Sutoku detuvo sus ataques y cansado ante la resistencia de ambos, incrementó nuevamente su energía oscura.
Ya estoy cansado de sus juegos — exclamó furioso el espectro — Es hora de que mueran.
