Capítulo 25

LUNA DE MIEL

La recepción de la boda fue en un lugar exclusivo y con poco acceso, sin mencionar que estaba muy custodiado. A pesar de todo, el evento estaba marchando con forme a lo planeado. Pero eso no quería decir que no dejara de sentirse inquieta. Tenía la fuerte sensación de que alguien estuviera muy al pendiente de cada movimiento. Recorría todo el salón como si fuera en cámara lenta, pero solo estaban las caras conocidas de los pocos allegados a ellos.

Su madre bailaba con su ahora yerno, riendo de vez en cuando, seguramente compartían un chiste en donde ella era la protagonista. No había sido difícil presentárselo a su familia, en cuestión de segundos habían tomado confianza, también la pequeña Kanna se había robado el cariño de todos.

Volvió a mirar a su entorno cuando de nueva cuenta esa sensación se hizo presente.

― ¿Una copa, señora?

Sin ver a la persona que le ofrecía la bebida, estiró el brazo y tomó una. Se llevó el rictus a los labios y de nueva cuenta observaba hacia la pista. Ahora era a Kikyo, quien bailaba con Hoshiyomi. Al preguntarle si podía llevar a alguien a la boda, nunca imaginó que fuese él del cual se refería. En un principio Inuyasha se sintió incomodó, pues su principal pensamiento había sido que ella misma lo invitó a la boda.

Al parecer había llamado la atención de su amiga, le dijo algo al oído para luego abandonarlo a mitad de la pistad y avanzar hacia ella.

Kagome sonrió al ver ese brillo en los ojos de Kikyo, pues nunca lo había visto.

―Sé lo que estás pensando ― comentó ella, nerviosa ― Y tengo una explicación.

Ella se quedó con la pregunta en los labios, pero decidió dejar a su amiga explicarse. Bueno, al decir verdad no le debía ninguna explicación de porque estaba saliendo con su casi "algo" antes de haber tomado la decisión que la llevó hasta el altar.

Dio un trago a su copa de vino y la sintió un poco amarga, pero aun así estaba lista para escuchar la explicación de su amiga.

―Te escucho ― fue su único comentario.

―Después de que eligieras a Inuyasha por Hoshiyomi. Ambos tuvimos mucho trabajo.

Si, no podía olvidar que Kikyo era la jefa de Hoshiyomi. Su abogado estrella, el que le había ganado un juicio al ahora fiscal: Inuyasha Taisho.

― Una cosa llevó a otra y el resto es historia― continuó ella.

Entonces una sonrisa dibujo en el rostro de Kikyo.

―Y debo decir que es muy bueno. No entiendo porque elegiste a Inuyasha en lugar de Hoshiyomi.

―Tú más que nada sabes bien porque lo hice.

―Si lo sé ― asintió ella, rodeando a la novia y buscando a su objetivo― ¿Y él? ¿Estas segura que realmente hizo la elección correcta?

De eso no cabía duda, Inuyasha le había demostrado en más de una ocasión lo importante que era ella en su vida y lo que significaba. Así que estaba convencida de que todo esto había sido lo correcto.

―Mas que segura ―respondió rápido.

―Bien ― sonrió Kikyo ―Eso era lo que quería escuchar― Ahora vamos a bailar que mis pies se mueren por hacerlo.

Una nueva pieza remplazó a la otra, Inuyasha se despidió de su suegra y al pasar a su lado le dio un beso en la frente. Siguió su trayecto, no era una mujer que seguía los pasos a alguien, sino porque se veía realmente espectacular con su traje. Pero frunció el cejo al ver como se reunía con un sequito de guaruras, que seguían el ritmo de sus largas zancadas hasta desaparecer por un pasillo.

―Los chicos queremos fotos ― Sango le susurró al oído para que pudiera oírla debido a la música alta que había.

―Dame un segundo.

―Pero…― intentó protestar Jacky.

―Solo un segundo.

Cruzó el salón en silencio, agradeciendo esas pantuflas para bailar que le dieron durante el baile. Evitó a los meseros que llevaban bebidas en una bandeja, a los invitados que deseaban felicitarla por sus nupcias.

Algo no estaba bien y todo esto tenía que ver con todo el despliegue de seguridad desde que a él lo nombraron fiscal.

Kagome se ocultó detrás de un muro y contempló la escena. Cuatro hombres altos y de hombros anchos tenían en custodia a un joven fotógrafo.

―Lo encontramos rondando, señor.

Anunció el más alto, mientras le entregaba a Inuyasha una cámara en las manos y a su vez él comenzaba a revisar con cautela las últimas imágenes que había capturado aquel joven. Su rostro iba de menos a más mientras que una imperiosa ceja platinada se alzaba a medida que pasaba de imagen.

― ¿Quién te envió? ― levantó el rostro de la cámara.

―Nadie señor ― respondió el joven, con el rostro pálido y con los nervios a flor de piel ― Solo hacía mi trabajo.

―Si quiero y me lo propongo puedo hacer que pases una semana en una celda fría y que mis chicos te den una cálida bienvenida ― señaló con la mirada a los gigantes guardias― ¿Estas consciente? ― avanzó un paso ― Así que dime la verdad.

―Se lo prometo, señor ― su mirada iba de él a los guardias ― Solo es periodismo.

―Pero mi vida privada no es propiedad de revistas rosas.

Levantó el brazo con la cámara en mano y sin pensarlo la estrelló con furia al suelo. El impacto tan fuerte hizo que el lente saliera disparado. Kagome se llevó las manos a la boca, mientras contemplaba la reacción del joven. Conocía esa terrible sensación con una cámara se rompía, era como si la misma vida se te cortara al instante. Inuyasha estaba siendo un poco irracional, ese no era el hombre que había conocido.

―Solo soy un paparazzi. No era para que rompiera mi cámara.

―Envíame la factura y te repondré una nueva. ― miró a sus guardaespaldas ― Acompañen al señor a la salida.

No había justificación como para haber reaccionado de esa manera con el joven periodista y menos en romperle su cámara. Se llevó los dedos al pelo, todo esto estaba siendo tan frustrante para él desde que había estado recibiendo esos anónimos. No había logrado averiguar de donde provenían, aunque tenía sus sospechas, pero esa mujer no sería tan estúpida como para meterse con él luego de que le destrozara su matrimonial con aquel médico.

Escuchó unos pasos atrás de él y de inmediato se puso en guardia. Pero se relajó al ver a dulzura. No se acercó a ella como habría querido, pues ella lo miraba con el cejo fruncido y algo le decía que tenía que ver con lo que sucedió hace un par de minutos.

― ¿Qué sucedió aquí?

Él tomó una gran bocanada de aire. Debía de persuadirla para que se olvidara de ese suceso como solo sabía hacerlo.

―Nada ― intentando sonar convincente.

Kagome se apartó antes de que él la tomara por la cintura. Sabía lo que estaba haciendo, quería conseguir que se olvidara de aquel joven y así no preguntarle más.

― ¿Nada? ―repitió con una ceja, no muy convencida de eso ― ¿Desde cuándo tenemos que estar rodeados de guaruras?

―Desde que me nombraron fiscal.

― ¿Y cuándo un joven periodista supone una gran amenaza para el fiscal Taisho?

A pesar de haberse apartado, fue ella la que buscó su contacto. Tomó una mano entre las suyas, sujetándola con fuerza, como intentando darle valor para que se sincerara con ella.

―Dime que sucede. Aunque claro, si sales con que tienes otro hijo no me afectara.

Inuyasha sonrió, porque eso era muy ilógico para ser verdad.

― Solo cuido mi familia de cualquier peligro. Eso es todo.

Concluyó de manera fría y la rodeó por la cintura, llevándola de vuelta a la fiesta. Pero Kagome no pudo avanzar más, era como si todo comenzara a girar alrededor suyo. Como si de pronto estuviera en una montaña rusa a poco de caer en picada.

Se agarró fuerte de un brazo de Inuyasha, quien la sujetó con fuerza.

Él frunció el cejo al ver el semblante pálido en su esposa.

― ¿Estas bien?

La novia respiró profundamente al instante que una mesera le ofrecía un vaso de refresco con hielo.

Bebió poco a poco el líquido dulce y esa sensación de sube y baja iba disminuyendo gradualmente.

Observó el rostro de su marido. Acarició una mejilla y vio el reflejo de preocupación en su rostro.

― Mejor. Solo fue un mareo ― sonrió nerviosa, tratando se ser convincente ― Tal vez fue porque casi no he comido nada en todo el día.

No quería preocupar a Inuyasha ni arruinar la fiesta. Pero en el fondo, sabía que algo no estaba bien. Sentía un vacío en el estómago y un sudor frío en la frente. ¿Sería posible que…?

Tal vez sí, dado que dejó de protegerse.

― Pues eso vamos a tener que resolverlo, señora Taisho

Kagome se sonrojó al escuchar su nuevo nombre.

Inuyasha le ayudó a levantarse de la silla y regresaron con los invitados.

El resto que duró la velada trascendió sin ningún problema. Kagome no le volvió a cuestionar absolutamente nada sobre el incidente con el camarógrafo, pero eso no quería decir que el tema quedó zanjado.

Todos estaban afuera del departamento de Inuyasha para despedir a los recién casados.

Su madre no pudo hacerse cargo de Kanna, así que le costó mucho dejarla a cargo de Jacky y Erick. Pero, aunque Kagome le aseguraba una y otra vez que ambos eran responsables no dejaba de sentir en todo momento una inquietante preocupación, fue por eso que dejó otro séquito de guaruras disfrazados de civiles para no llamar la atención de Jakotsu.

Confiaba en dar muy pronto con ese sujeto. Tenía sus sospechas, pero no había ningún paradero se su exmujer. La cual le atribuida todos los anónimos recibidos.

Volvió a abrazar a su pequeña. No era la primera vez que la dejaba. Pero esta ocasión la dejaba a cargo de dos personas totalmente distintas. Las cuales dudaba mucho en como reaccionaria si ella tuviese un episodio.

Se levantó, con Kanna en brazos y observó a Jacky.

― Es alérgica a…

― A la avena ― le interrumpió Jakotsu ― Me lo has repetido innumerables veces. Además, yo odio la avena.

Esto hizo que Kanna se riera.

― Si tiene un episodio no dudes en….

― Ya súbete al maldito coche y vete.

Él extendió sus brazos hacia la pequeña y sin dudar ella se fue.

― Vamos a estar bien ¿Verdad, Janna?

― ¡ Kanna! Es Kanna, tío ― lo corrigió la pequeña y miró a su papá ― Vamos a estar bien papi. Yo voy a cuidar al tío Jacky y decirle que debe hacer.

Acarició la melena de la niña y le dio un tierno besó en la mejilla y prosiguió a subir a un coche que los llevaría a Kagome y a él al aeropuerto.

Kikyo la abrazo y guardó algo en su bolso aprovechando la distracción de muchos.

― No fue fácil conseguirlo. Hoshiyomi pensó que era mía. Pero lo amenacé con despedirlo si dice algo.

Ni de imaginó a Kikyo metida en apuros por una prueba de embarazo y que lo supiera él si le causaba algo de inquietud más no el suficiente para incomodarla.

― Me avisas.

― Ten por seguro que lo haré. Guarda el secreto.

― ¡Oye! Estas hablando con la CEO de un bufete de abogados. Mi discreción es prioridad.

Inuyasha le acarició el hombro, indicándole qué ya era hora de partir. Pero antes de subir al coche miró a la pequeña Kanna, la cual tenía sujeto a Jacky de la mano. Fue hasta ella y la abrazó con amor, como su fuese el brazo de una madre e hija.

Antes de apartarse volvió a rectificar su promesa, de cuidarla y quererla siempre.

Y así, con todos los seres allegados fue que partieron rumbo al aeropuerto.

Llegaron al aeropuerto, pero en lugar de facturar, fueron guiados hasta un hangar. Adentro los esperan dos capitanes y una azafata. Ella no se asombró el Jet qué estaba frente a ella. Era negro con una franja gris y las iniciales del dueño. Inuyasha le había dicho que la luna de miel corría a cuenta del antiguo fiscal. Él le indicó que subiera mientras se quedaba un momento conversando con el capitán de vuelo.

La tripulación la recibió de manera cálida. La azafata le ofreció algo de beber. Había queso, champan y entre otros aperitivos exóticos. Pero ya había comido mucho en la recepción de la boda que no le cabía nada, así que solo pidió agua.

Tres minutos pasaron hasta que él tomaba asiento junto a ella. A comparación, ordenó qué le sirvieran un whisky. Podía ver la angustia reflejada en sus preciosos ojos dorados. Sacó su móvil del pantalón y lo volvió a revisar. Lo había estado haciendo desde que partieron rumbo al aeropuerto. Estaba preocupado por Kanna, de eso estaba segura.

― ¿Sucede algo? ― inquirió Kagome, al verlo serio.

― Me siento incomodo por Kanna.

Kagome sonrió y lo abrazó para tratar de calmarlo. Era normal que se sintiera así después de todo.

― No te preocupes. Sé que la personalidad de Jacky es un poco fuera de serie, pero también sabe actuar con responsabilidad conforme la situación lo amerita.

Esas palabras lo tranquilizaron un poco. Además, su niña se había encariñado mucho con él, podría decirse que lo veía como un tío. Ella era la que estaba más emocionada por pasar una semana junto a los amigos de su esposa.

― Supongo que tienes razón.

Pero aun así no podía bajar la guardia. Ya todo estaba planeado en su ausencia y confiaba en sus hombres para llevar esa tarea.

XXX

Un chofer los esperaba afuera del aeropuerto con un cartel en mano que decía "Sr. Y Sra. Taisho". Ambos subieron sus cosas en él y partieron a su destino.

Él auto se detuvo en un embarcadero. En el cual los esperaba un jate. El chófer del auto subió las maletas al bote.

Kagome tomó asiento en un como sillón. Observó como Inuyasha le paga al chófer y ahora conversaba con el conductor del jate. Después se reunió con ella mientras comenzaban a moverse. Era la primera vez que se subía en uno, de hecho, muchas veces les había ofrecido a sus clientes ese servicio que jamás se le cruzó por la mente hacer un recorrido ella sola. Tal vez era porque su prioridad era su excursión con Lucy y la fotografía. Se lamentó haber dejado su cámara en casa. No quería que nada le sucediera, así que tendría que conformarse con la cámara de su móvil.

Él jate los trasladó a una isla, la cual pertenecía al exfiscal Hakudoshi. Se la había ofrecido semana previas a sus nupcias y no pudo rechazar esa oferta. Era un lugar hermoso, con una playa de arena blanca, una mar azul turquesa, y una vegetación exuberante. Había una elegante cabaña de madera, con una terraza, una hamaca, y una piscina. Era el lugar perfecto para relajarse y disfrutar.

― ¡Es increíble! ― exclamó Kagome, admirada.

― Lo sé ― respondió Inuyasha, abrazándola por detrás ― Hakudoshi envía sus saludos.

Como olvidar a ese hombre elegante. Se había comprobado con ella como lo que era, un caballero. Aunque claro, no dejaba de inquietarle lo que habría hecho en el pasado para adquirir una propiedad como esta.

Entraron a la cabaña y se encontraron con una sorpresa. Había un camino de pétalos de rosas sobre el piso que conducía a la cocina. Sobre la barra de granito de encontraba una botella de champán de calidad, una cesta con frutas tropicales. También había un regalo envuelto en papel plateado, con un lazo blanco.

Fue lo primero que tomó, se giró y vio a Inuyasha recargado en el marco de la amplia entrada.

― ¿Qué es esto? ― preguntó Kagome, curiosa.

― Si lo abres lo sabrás, dulzura.

Ella rompió el envoltorio como un niño abre sus obsequios en navidad. Retiró los sellos de la caja y ante ella apareció el empaque de una cama fotográfica de última generación.

Levantó la vista para ver a Inuyasha. Se había quedado sin palabras.

― Sé que te gusta la fotografía y quería darte una.

― Esto es… ― no encontraba las palabras.

― Además, también pienso en otra combi.

Nada de eso, Lucy era irremplazable. Se esforzó mucho en modificarla que no podía aceptar la simple idea de cambiarla por una nueva

― Nada remplazara a Lucy.

Eso lo hizo sonreír.

― Lo sé. Lucy es, especial.

Inuyasha terminó por acercarse a ella. La rodeó por la cintura y la levantó para dejarla sobre la encimera.

― Gracias.

Aquel agradecimiento se escuchó como algo más a anhelante. Dejó la cámara a un costado para poder rodear el cuello de su marido con ambos brazos.

Se miraron con ardor e hicieron lo que tanto habían estado deseando. Ella fue la primera en dar ese paso. Besó sus labios con ternura e Inuyasha correspondiendo a ellos. Sus labios eran como dos imanes que se atraían.

El beso fue cálido, salvaje y repleto de pasión. Se dejaron llevar por el deseo. Después de todo, estaban solos. Tal y como se lo indicó al dueño de la isla, incluso el jate se había ido hace dos minutos. Si querían ir al pueblo, solo era cuestión de volverse a comunicar con él.

Inuyasha la tumbó de espaldas sobre la encimera de la cocina.

― Me había jurado no hacerlo antes conocer el lugar contigo ― confesó, mordiendo su labio inferior.

― Olvida eso y hazme tuya de una maldita vez.

Hicieron el amor sobre la encimera, luego en la sala para luego concluir en la cama de la habitación principal. Entre las rosas, con el sonido del mar de fondo. Había sido una experiencia mágica, llena de ternura y fuego. Se juraron amor eterno, y se quedaron dormidos en los brazos del otro.

Al día siguiente, se despertaron con el sol entrando por la ventana. Se dieron los buenos días con un beso, y se prepararon para explorar la isla. Desayunaron en la terraza, con el champán y las frutas. Luego, se pusieron sus trajes de baño, y se fueron a la playa. Nadaron en el mar, jugaron en la arena, y se tomaron fotos. Kagome estaba encantada con su nueva cámara, y no paraba de disparar. Inuyasha la observaba con orgullo y admiración. Era la mujer más hermosa y dulce que había conocido. Se sentía afortunado de tenerla a su lado. Pero, sobre todo, de haber luchado por ella, para que juntos llegarán hasta donde estaban.

Frunció el cejo cuando recibió una llamada y tuvo que ausentarse por un par de minutos. Kagome lo siguió con la mirada y aprovechó la oportunidad para subir corriendo a la habitación, buscar lo que Kikyo dejó en su bolso.

Se encerró en el baño, abrió el envoltorio y leyó las instrucciones de la prueba de embarazo. Luego de haber hecho cada paso, dejó la prueba sobre el lavamanos y tomó asiento en un rincón, aguardando los dos minutos que debían ser.

Pasado el tiempo, se levantó y caminó con cuidado hacia donde estaba la prueba. La tomó y comprobó con el instructivo el resultado que indicaba. Pasaba sus ojos de manera perpleja de la prueba con el papel que tenía en la mano.

Levantó la vista y se encontró con su reflejo en el espejo.

Respiró profundamente mientras tomaba asiento en el retrete.

¡Positivo!

Miró la prueba y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Peor no diría nada sino hasta que volvieran de su luna de miel, quería involucrar también a Kanna. Después de todo, todos eran ahora una familia y la noticia llegada de un nuevo integrante era algo que debían compartir juntos.