El marinero iba de vuelta a su soledad. De nuevo su mundo se derrumbó de golpe y, a pesar de haber intentado aferrarse a él con todo lo que podía, no logró nada.
El traje de marinero volvió al estante de donde nunca debió salir, así el arpón y él mismo. Con desdén iba a guardarse hasta su muerte…
…si no se hubiera perdido en el camino.
El marinero estaba actualmente en aguas desconocidas y el camino de ida que se le indicó en un sueño se tornó borroso luego de recuperar su conciencia.
Cuando el marinero pensó que el mundo era sumamente cruel por no dejarlo ni sufrir en su soledad, una espesa niebla lo cubrió todo. Lo que antes era poco probable ahora era imposible. Tomó su arpón y salió de la cabina a ver si la brisa lo convencía de no matarse.
Se acomodó en el barandal y bajó su mirada al mar con indiferencia.
Fue entonces cuando un gyarados salió con violencia de las profundidades marinas creando olas gigantes que movieron el barco con violencia.
El marinero no quiso tomarse la molestia de quejarse ante la crueldad del mundo. Y la verdad hizo bien, porque la bestia gigante intentó devorarlo apenas lo vio.
En un acto reflejo esquivó con un salto hacia atrás, pero su única arma voló unos metros de distancia de él. Pensó un momento y fue con sus manos vacías a enfrentar a la bestia.
Corrió con fuerza y dio un salto para aferrarse al lomo del gyarados y apretarlo como pudiera. La bestia gigante sintió el apretón y presionó su cuerpo en contra del barco para aplastar el cuerpo del marinero, pero siguió apretando y más fuerte.
El gyarados se elevó con velocidad y empezó a hacer curvas cerradas en el cielo moviéndose con violencia, pero el marinero se afirmó con fuerza.
Luego bajó cerca de una isla y empezó a volar rozando una muralla de roca para zarandear al marinero, lijándole la piel por varios minutos. El marinero se soltó por un momento y empezó a caer, pero de milagro logró afirmarse de la última aleta.
La bestia se aburrió de jugar y se detuvo en seco.
El marinero tardó unos segundos en recuperar el aliento, luego, con dificultad abrió un ojo y alcanzó a divisar una ola viniendo hacia él; la cola de la que estaba afirmado se levantó igual de rápido que bajó sin él.
Era el fin.
Mientras caía a las fauces del monstruo, el marinero solo pudo desear ver por última vez la cara de la criatura...
¡Y su deseo se cumplió!
No por una misericordia repentina del mundo, sino por dos brazos del tamaño de sus dedos que lo tomaron como si no pesara en lo absoluto.
La miró y detrás de ella la bestia gigante cayó dormida como un tronco, estrellándose en el mar.
Ambos aparecieron arriba del barco y bajaron lentamente mientras el sol del amanecer partía la niebla.
Cuando llegaron al suelo, el marinero se separó de VAGINA y dijo entre rabia y pena:
-¿¡POR QUÉ!?-
Una lágrima brotó de sus ojos.
-¡LUEGO TE IRÁS DE NUEVO Y NADA IMPORTARÁ!-
Las lágrimas del marinero brotaron hasta la superficie.
-¡SIEMPRE ES LO MISMO!-
El marinero cayó de rodillas.
-siempre…-
VAGINA se acercó con la misma paz de siempre donde el marinero y, estando a su lado, empezó a acariciar su cabeza con ternura mientras emitía gruñidos.
Un rastro de amor se apoderó del marinero y abrazó sus piernas mientras lloraba.
