Epílogo del marinero:
El marinero había vuelto a su casa hace dos años.
El tiempo borró todo lo que había pasado.
El rastro de amor se perdió de nuevo.
Solo quedaba el vacío...
Y su asqueroso vicio.
El marinero estaba en frente del cuerpo masticado de un pez. Esta podría muy bien ser la milésima vez que lo hacía.
Pero recordó por un segundo la aventura y la culpa, que se había acumulado todo este tiempo, estalló.
-¿¡POR QUÉ!?-
El marinero tiró el masticado magikarp fuera de la cabina. Salió y comenzó a darse cabezazos en contra del barandal
Cuánto daría de su vida para ver a alguno de ellos por un solo día. Aunque fuera para pelearse por alguna estupidez. O cuánto daría simplemente para poder morir y que esa aventura quedara como lo último que hiciera.
Pero la muerte era cruel.
(...)
-¿Por qué un amor tan grande se le habrá concedido al imbécil más impuro de este mundo?- Dijo el marinero con lágrimas en sus ojos luego de tener el flashback de su vida.
De repente, una visión terrible apareció detrás de él. Un ave misteriosa estaba comiéndose su comida.
(...)
-¡VETE!-
(...)
-¿¡NO ME OYES!?-
El wingull miró cómo el marinero movía sus brazos mientras emitía ruidos raros y siguió picoteando el magikarp como si fuera lo más delicioso del mundo.
El marinero estaba seguro: Esto era personal.
-¡Deja de hacer eso!-
El marinero fue a atrapar al wingull, pero voló hasta la baranda y luego lo observó sin miedo en lo absoluto.
-¡¿Te estás burlando de mí?!-
Lo intentó de nuevo, pero el ave voló de un lado del barco a otro.
El wingull se alejaba lo suficiente como para no ser atrapado, pero no lo suficiente para irse.
Cada vez que el marinero intentaba atrapar al wingull se sentía un poco más feliz.
Epílogo de ROSE y norman:
ROSE estaba yendo al bosque de petalia triste y asustada. Normalmente irse de aventura despejaba su cabeza, pero con todo lo que había pasado en raíz algunas dudas existenciales se colaban.
¿Qué será de mí en adelante? ¿Por qué me siento tan vacía? ¿¡Y si se me olvida cuál es mi nombre!? ¿¡Y si dejo de pensar!?
ROSE estaba asustada. A pesar de no tener una razón para hacerlo, sentía que en cualquier momento su humanidad se iba a ir al retrete junto con su identidad.
Sin embargo, esa sensación se destruyó ante algo que no haría ni en sus más terribles versiones imaginarias.
Norman, el maravilloso entrenador, estaba enfrentando su slakoth en contra de un Silcoon. (Estaba perdiendo)
-¿¡Por qué no atacas!? ¿¡Quieres perder estúpida bestia!?- Le gritó y luego empezó a pisotearlo y sacudirlo.
ROSE los separó rápidamente.
-¿Qué haces? Esa no es la manera de tratar a un pokemón-
-¡¿Qué?! ¿Y quién eres tú para darme consejo? ¡Yo seré el nuevo campeón de Hoenn! ¡Deberías respetarme! ¡No aceptaré esta humillación! ¡Batalla! ¡Ahora!-
ROSE miró al engreído niño con desdén.
(...)
Luego de ser humillado, norman comenzó a llorar:
-¿¡Cómo!?-
-Los pokemones no son herramientas, son seres vivos que merecen y necesitan dedicación. Si realmente quieres mejorar tienes que saberlo-
Norman se tragó su orgullo.
-Entréname, por favor-
-Lo siento, no hago eso...-
ROSE comenzó a irse.
-Por favor... no te vayas...-
-...
ROSE se compadeció.
(...)
Luego de varios años de tutela. Norman aprendió que los pokemones tenían habilidades ocultas, personalidad y varios modos de combate según su entrenador. Cada fortaleza o debilidad eran señal de cómo un pokemón debería usarse y así también sus movimientos. Aprendió también por qué es importante un equipo balanceado para no ser derrotado fácilmente y, finalmente, por qué no había que eliminar todos los movimientos que no hacían daño.
ROSE era una maravillosa profesora, solo que tenía arranques de ira a veces:
-Y siempre ¡Siempre! Hay que tener un tipo volador con velocidad y ataque por si aparece breloom... ese... ¡BRELOOM CON ESPORA Y LA REPUTA QUE LO PARIÓ!-
Luego de varios años de tutela Norman estuvo listo para ser un entrenador independiente. Así se adentró más en la teoría y los modos de combate según cada tipo de pokemón. De vez en cuando se reencontraba con su maestra para probar sus habilidades. Esta relación hacía bien a ambos. A ROSE para olvidar un poco sus dudas existenciales y a Norman para despegarse de su obsesión por ser campeón.
Luego de crecer como persona y entrenador, el cerebro de norman maduró y notó que el objetivo de ser campeón era lejano y que no lo deseaba tanto como investigar a los pokemones y la maravillosa diversidad entre ellos. También notó, por cierto, como su profesora no solo era amable e inteligente, sino que también tenía un par de tetazas que, por alguna razón, no podía dejar de ignorar. El destino se armó y, con el tiempo, el respeto se volvió rivalidad, la rivalidad amistad, la amistad complicidad y la complicidad amor.
Al final norman no logró ser campeón, pero fue feliz con lo de tener una familia como los seres inferiores.
Ambos armaron una maravillosa familia en Petalia, compartiendo al mismo tiempo el amor por los pokemones y el respeto en general por la vida y la naturaleza.
ROSE logró, cuando tuvo su primer hijo, resolver sus dudas existenciales:
Amaba tanto a este ser que haría lo que fuera para que esté feliz. Le ayudaría si quiere ser un entrenador. Le daría un lugar para volver cuando vaya de aventura y, definitivamente, por esta persona tan especial podría decir el mismo diálogo aburrido por el resto de la eternidad.
