Era mes de luna llena y una noche de tormenta, cerca de las 2:00 de la madrugada, los rayos iluminaban la fachada de la Academia Naranja mientras las feroces gotas de lluvia golpeaban contra las ventanas de las aulas y los dormitorios de los alumnos. Una constante capa de agua cubría los vidrios y caían como cascadas hasta perderse por el alfeizar.
Una escena conveniente. Muy conveniente.
Tan conveniente para que los sonidos que se producía dentro de uno de los tantos dormitorios que había repartidos por la Academia fueran silenciados.
Sonidos de besos, jadeos, gemidos, de la ropa de cama arrugarse por los bruscos movimientos que estaban teniendo lugar, también el sonido de forcejeos y gruñidos de frustración. Todo aquello, proviniendo de dos cuerpos que se encontraba enredados dentro de aquella cama, metidos en una batalla en busca de dominar al otro.
La mujer parecía haber tenido el control hasta ese momento, forzando al otro a mantenerse quieto bajo su cuerpo, recargando su cuerpo desnudo sobre el de él y aprisionando sus manos. Le había costado, la diferencia de fuerza entre ellos era notable, pero había conseguido la ventaja en algún momento de su forcejeo, y no pudo reprimir su expresión satisfecha y orgullo hacia si misma por su hazaña. Hasta que se confió demasiado, no había considera que su acompañante no estuviera lo suficientemente cansado como para rendirse, dándole margen encontrara el momento y el espacio adecuados para usar su pie y barrerle la rodilla. La joven dejó escapar un jadeo sorprendido ante la pérdida de equilibrio y sentir las manos del chico controlando su caída antes de sentirlo rodar bajo de ella y luego tomar impulso para, de alguna manera, acabar cernido sobre su espalda.
Fue suficiente para que chico se moviera e invirtiera las tornas, dejando a la chica boca abajo en el colchón y quedando él con las rodillas a cada lado de las piernas extendidas de su rival, colocando la mano sobre la cabeza ajena, presionándola contra la almohada para tener mayor control de la situación.
Ella gruñó por su propio descuido e hizo un intento desesperado por retomar el control, sin embargo, bastó un empujón de su cabeza contra la mullida superficie para saber que había perdido esta ronda.
-Quieta.-susurró en tono de advertencia el chico, afianzando el agarre suave y firme contra la nuca contraria. Una divertida sonrisa se asomó por su rostro en cuanto la escuchó volver a gruñir y mirarlo con aquellos feroces ojos rojizos.-No seas mala perdedora, Juliana, no siempre vas a ser tú quien gane.
¡Ja, tenía gracia que de todas las personas en el mundo que le dijera eso, precisamente tuviera que ser Cass! Pero ella era cabezota ¡vamos que si lo era! Y si este idiota quería jugar con fuego, ella con gusto le echaría la gasolina por encima para que ardiera en todo su esplendor.
-Me lo está diciendo el mayor referente en lo que a saber perder se refiere ¿no es así, pequeño Cass?
Juliana pudo apreciar como por un instante, el párpado de su compañero tuvo un tic y aquello estuvo a punto de hacerle soltar una carcajada sabiendo que había tocado un nervio, sin embargo, solo un sonoro jadeo salió de su garganta en cuanto sintió los dientes de Cass enterrarse en su nuca como represalia ¡Pero será animal!
-Te lo mereces.-siseó Cass una vez se alejó lo suficiente, contemplando la marca que había quedado sobre la blanca piel.
A Juliana le temblaron los hombros, teniendo la extraña sensación de dolor mezclado con las ganas de volver a reírse de la cara de Cass. Giró la cabeza, mirándolo de reojo con una temblorosa y burlona sonrisa adornando su rostro.
-Y como lo ha valido, niño.
Con una sonrisa de satisfacción, Juliana se permitió gozar de la expresión ofuscada de Cass ante sus palabras ¡era tan fácil de molestar con tan solo una simple palabra!. Sabía que a Cass no le gustaba que le dijeran "niño" ni nada remotamente parecido, era algo que, quien sabe por qué, tocaba una fibra sensible, algo que Juliana disfrutaba de hacer cada vez que quería molestarlo.
-Quédate quieta ahora y no abras la boca. A partir de aquí, yo estoy al mando-siseó Cass cerca del oído de Juliana, pero lejos de sentirse intimidada, esbozó una sonrisa y simplemente se dejó hacer. Había aceptado su derrota, pero estaba satisfecha de haber dejado tocado a su compañero ¡eso que se llevaba! Ya tendría otra oportunidad tomar venganza al respecto.
Cass esperó, preparándose por si Juliana aun tenía ganas de pelea, pero pasado unos segundos, parecía que ella se había rendido por completo, cediéndole por completo el control de la situación. Eso lo relajó, estaba un poco cansado como para continuar el constante forcejo que habían estado llevando hasta entonces.
Pasó los dedos por los cortos cabellos azules, levantando algunos mechones para dejar al descubierto la reciente marca que acababa de dejar que resaltaba entre todas las demás que había dejado repartidas alrededor del cuello y los hombros. Los labios le picaron, sintiendo la necesidad de seguir cubriendo de marcas todo rastro de piel que estuviera a su alcance.
Y lo haría, pero a su ritmo, tomarse todo el tiempo del mundo. Había ganado el juego por tanto también se había ganado el derecho a decidir el cómo, cuándo y hasta dónde llegar.
Inclinó su cabeza y sus labios hicieron contacto con la reciente marca de dientes de una manera suave, contrastando con la brusquedad con la que la hizo, casi como una silenciosa disculpa. A continuación, realizó una seguidilla de besos, suaves, cálidos y lentos, haciendo el recorrido desde su nuca, repasando los hombros y los omoplatos y bajando lentamente por la espalda hasta llegar al centro de la columna mientras sus manos, incapaces de mantenerse quietas, dedicaban su atención a acariciar la cintura de la joven en lentos movimientos de arriba y abajo.
La sintió temblar, incluso le pareció escuchar un pequeño sonido ahogado en su garganta que le hizo levantar sus ojos amarillos y clavarse en lo poco que podía ver del rostro de Juliana. Los labios apretados con fuerza y clavando la mirada en un punto indeterminado de la almohada con las mejillas con un suave rubor.
Cass sintió el corazón calentarse ante aquella reacción, como si Juliana estuviera permitiéndose mostrarse vulnerable y le permitiera a él poder contemplarla. Cass no habría querido otra cosa. Besó de nuevo el final de su columna, antes de volver a subir mientras poco a poco iba recargando su cuerpo sobre el de ella. Su mano se hundió en los cortos y revueltos cabellos azules mientras que la otra mano la hizo entrelazarse con los dedos femeninos que hasta ese momento agarraban con fuerza la almohada. Con un poco de presión, Cass guio a Juliana para que moviera la cabeza en su dirección, haciendo que amarillo y rojo chocaran por un instante, y a continuación juntó sus labios con los de ella, comenzando una suave danza, haciendo que suspiros placenteros murieran entre sus bocas.
Todo, de repente, se volvió tranquilo, mucho mas íntimo y acogedor mientras en el exterior seguía tronando como si Zapdos estuviera ganando la batalla contra sus aves hermanas, dejando de lado sus diferencias y su rivalidad, permitiéndose ambos disfrutar de su momento juntos aunque fuera solo hasta que la tormenta amainara y el sol saliera de entre las montañas. Hasta que tuvieran que volver al mundo real, y todo lo que estaban compartiendo en ese momento tuviera que quedar enterrado como si nunca hubiera ocurrido. Como siempre...
¿Cómo se supone que había comenzado todo aquello...?
¿En qué momento estos dos acérrimos enemigos, que tanto tiempo habían estado batallando, habían acabado en la situación en la que estaban?
Tal vez habría que contar la historia desde el principio...o tal vez...desde el punto clave de cuando su lazo se desintegró.
CONTINUARÁ...tal vez.
