Capítulo 3
— ¡Kagome! ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?
¿Cómo que qué hacía aquí? Si estaba en un restaurante es porque había ido a comer.
Se giró y vio a Miroku, que estaba sonriendo.
— Hola, Miroku. Vine a comer algo. — respondió, tratando de ocultar su nerviosismo.
Hubo un momento de silencio por parte de los tres y eso fue muy incómodo. Kagome de vez en cuando observaba al hombre de traje elegante que tenía a su lado.
Inuyasha, ese era el nombre del misterioso caballero con quien se quedó atrapada. Solo que él no la reconoció y eso fue decepcionante.
Miroku se sintió por un momento apenado e hizo las debidas presentaciones.
— Kagome, te presento a Inuyasha Taisho. Es el nuevo dueño de la empresa.
En ese instante emergió un gran muro imaginario entre ellos dos. De pronto comprendió que era mejor que ambos o mejor dicho que él no la reconociera. Eso podría causarle conflictos dentro de la empresa y peor aún perder su trabajo. Lujo que no estaba permitido.
— Inuyasha, ella es la fabulosa Kagome. La auxiliar contable de Naraku.
Inuyasha hizo una exclamación que no le gustó para nada a ella. Sin respuesta alguna solo asintió.
— Te espero en la mesa.
Ni siquiera se despidió de ella cuando pasó a un lado, siguió a una mesera qué lo guiaba a una mesa vacía todo sin mirar atrás.
Miroku y ella se miraron, sabía lo que él estaba sintiendo así que lo liberó.
— Será mejor que vuelva. Mi jefe se estará preguntando donde estoy.
— Lo siento mucho — se disculpó él.
Kagome sonrió sin ningún grano de felicidad. Ese encuentro fue un poco agridulce. Antes de irse volteo por última vez en dirección hacia donde ellos estaban. Inuyasha no prestaba atención a su alrededor ya que solo observaba el menú.
Si, después de todo era mejor que no supiera quien era ella. Tal vez ni siquiera la estaba buscando y se estaba haciendo una vaga ilusión.
Miroku no apartaba la mirada de él, ni siquiera cuando la mesera le entregó el menú, eso era lo de menos. Conocía muy bien todos los platillos qué preparaba ese restaurante.
— ¿Qué?
Retiró la vista del menú y vio a Miroku.
— Mínimo hubieras devuelto el saludo a esa joven — acusó.
Inuyasha se recargó en el respaldo de su asiento.
— Disculpa, pero en cuanto mencionaste que esa señorita es auxiliar de contabilidad me dieron motivos más que suficientes para desconfiar de ella.
— Kagome no es así — defendió a la amiga de su novia — Lleva tiempo trabajando en la empresa y ha mostrado ser muy profesional.
— Tú no lo vez de esa manera porque es una compañera que conoces de tiempo. Yo en cambio es la primera vez que la veo. Así que no me hagas cambiar de parecer. ¿O acaso te gusta?
— ¡No digas pendejeadas! — exclamó — Es amiga de mi novia. Solo la veo como una hermana. Además, cuando te digo que confíes en ella es por algo, yo mismo la recomendé.
Inuyasha hizo una mueca y levantó la vista para ver la joven aún estaba ahí. Pero no, solo la puerta se abrió para que una pareja entrara al local.
— Pues estará a prueba. Si no resulta ser lo que realmente es, se va.
Para Miroku no tenía caso decir que él mismo la había recomendado en recursos humanos, ya que es la mejor amiga de su novia.
Cuando comenzó a tener contacto con Inuyasha y los que había sobre una posible compra, fue fácil ir leyendo sus pensamientos al grado de entablar una amistad en tan poco tiempo.
Kagome suspiró mientras miraba la pantalla de su ordenador. Había estado planeando su viaje a Chicago desde hacía meses, esperando pasar unas vacaciones de navidad inolvidables con su familia y sus amigos. Pero su jefe le había arruinado los planes. No había forma de negociar, ni de cambiar el billete. Tenía que cancelar su vuelo y resignarse a pasar las fiestas en New York.
Con el corazón encogido, marcó el número de atención al cliente de la aerolínea. Esperaba que al menos le devolvieran el dinero o le dieran un vale para otro viaje. Después de unos minutos de espera, una voz masculina le contestó.
— Buenas tardes, le habla Shippo, operador de AirExpress ¿En qué puedo ayudarle?
— Quiero cancelar mi vuelo a Chicago para el día 24 de diciembre. Mi código de reserva es…
— Un momento, por favor. Voy a comprobar su reserva.
Kagome esperó mientras escuchaba una ridícula música navideña de fondo.
— Señorita Higurashi, ya tengo su reserva. Lamento informarle de que su vuelo no es reembolsable ni modificable. Es una tarifa especial que no admite cambios ni cancelaciones. — ¿Qué? ¿Cómo que no es reembolsable? ¡Pero si yo pagué un seguro de cancelación! — Lo siento, pero el seguro de cancelación solo cubre casos de fuerza mayor, como enfermedad, accidente o fallecimiento. No se aplica si cancela por motivos laborales o personales. — Pero eso no es justo. Yo no tengo la culpa de que mi jefe me haya quitado las vacaciones. ¿No hay nada que pueda hacer? — Lo único que puedo ofrecerle es un bono de descuento del 10% para su próximo vuelo con nosotros. Pero tiene que usarlo antes de que termine el año. — ¿Un 10%? ¿Eso es todo? ¡Es una miseria! ¡Quiero hablar con su supervisor! — Señorita Higurashi, le aseguro que mi supervisor le dirá lo mismo. Estas son las condiciones de su billete. No podemos hacer una excepción. — Pues entonces quiero poner una reclamación. Esto es un abuso. ¡Me están robando! — Está en su derecho de poner una reclamación, pero le advierto que no servirá de nada. La aerolínea no se hace responsable de las cancelaciones voluntarias de los clientes. — ¿Voluntarias? ¿Acaso cree que yo quiero cancelar mi vuelo? ¿Cree que me hace gracia perder el dinero y las vacaciones? — No, claro que no. Entiendo su frustración, pero no puedo hacer nada más por usted. Lo siento mucho. — Pues yo no lo siento. Lo siento por usted, que tiene que trabajar en una aerolínea tan poco profesional y tan poco humana. ¡Espero que nunca le pase lo que a mí! — Gracias por su comprensión. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarle? — No, gracias. Ya me ha ayudado bastante. Adiós. Kagome colgó el teléfono con rabia. Se sentía engañada y decepcionada. Había perdido su vuelo, su dinero y su ilusión de estar con su familia todo por el tacaño de su jefe. Hojo, el auxiliar de mercadotecnia pasó justo en ese momento y le regaló un paquete con cuatro galletas de Jengibre. Aprovechó esa oportunidad, tal vez si le ofrecía su billete lo tomaría. — Lo siento, cariño. Ya tengo planes para pasar la navidad con mi novio. Le dio un mordisco a una galleta. Sin duda todo estaba en su maldita contra. A estas alturas si terminara comiendo sola en el bar que estaba debajo de su edificio. Durante el resto de la tarde no volvió su jefe, pero aun así comenzó a darle salida a algunos pendientes que tenía postergado por darle prioridad a los balances que Naraku le había pedido. Le dio un trago a su taza de café, pero estaba vacía. Se levantó para ir a la cafetería y rellenarla y fue ahí donde se dio cuenta que la oficina de había vaciado. La hora de salida hacia una hora que había sido. Terminaría esa taza de café y se iría a casa. Ya mañana concluiría todo. Afortunadamente la señora del servicio dejó café suficiente. Aún estaba caliente. Solo el primer trago vasto para volverla a la vida. Lo acompañaría con las galletas que Hojo le dio ese día. Estaba tan exhorta en sus pensamientos que ni vio cuando la puerta se abrió. Volvió a la realidad cuando escuchó como la puerta rechinaba al abrirse. Y lo que vio la hizo quedar más muda. Era él. De nuevo se volvía a cruzar en su camino. No lo volvió a ver desde que se vieron en el restaurante. Él la miró con frialdad y se dirigió a la misma cafetera que ella. Kagome se hizo a un lado, pensando en algunas cosas que habían hablado durante su encierro, tal vez con eso podría reconocerla. Con una sonrisa, levantó la cabeza para decir algo, pero se quedó muda. — ¿Qué hace trabajando a esta hora? — Tengo pendientes, señor. Inuyasha la miró, intentando ver algo en ella que le hiciera tener la misma confianza que Miroku le tenía a ella. — Pues mañana termine. Vaya a casa a descansar una mente fresca trabaja mejor y rinde todo el día. No quiero empleados desvelados, flojos. Eso le dará mala imagen a la empresa. ¡Ese engreído! Frunció el cejo, porque, aunque trabaja hasta tarde siempre lograba sacar a flote el trabajo. Si, no merecía saber que ella era la chica con la que se vio. — Como usted diga, señor. Dicho esto, dejó la taza lavada en su escritorio, tomó su bolsa y salió de la oficina. Sango le envió un mensaje, ella y Miroku estaban en el mismo bar que de costumbre. Tal vez un par de tragos le calmen el coraje que traía. Su lunes no había arrancado bien. — ¿Entonces el nuevo jefe es con quien te quedaste atrapada? — preguntó Sango. Ella asintió. — ¿Por qué no le dijiste nada? — Miroku, no quiero tomar partida de esto y que los demás empleados me vean como oportunista. Eso no va conmigo. — Debiste decirlo, todo el santo día se la pasó buscando el servicio de catering qué fue al evento de Sango. Estaba localizando al mesero. ¿Así que quería dar con ella? Pues bien, no iba a dar con ella. — Promete que no harás nada. Miroku levantó la cabeza. — Kagome…. — Promételo — entonces miró a Sango — Y si va a buscar en el teatro tampoco digas nada de mí. Así que ambos, prometan eso. Sango y Miroku no tuvieron más remedio que aceptar. Eso en particular sería muy complicado para él ya que solía hablar con mucha frecuencia. Podría un día salírsele de la boca la verdad.Inuyasha aguardo impaciente a que el mesero saliera de su turno. Lo estaba esperando en una de las mesas del fondo y para no hacer la espera larga, pidió que le llevarán una botella de vino. Había contactado al servicio de catering comunicándose al teatro, fingiendo ser un cliente al que le gustó los aperitivos que habían dado y deseaba contratar el servicio.
Tenía la esperanza de que él le ayudará a dar con la chica del ascensor.
En cuanto vio al hombre le indicó que tomara asiento a su lado. Le sirvió un poco de vino y ambos comenzaron a hablar.
— Realmente no recuerdo nada — dijo con sinceridad — Estaba muy oscuro y esa luz del móvil que provenía de la chica no era de mucha ayuda.
— ¿No recuerdas más?
Negó.
— ¿Y preguntó en el teatro? Tal vez la chica tenga un conocido que sea parte de la obra.
Eso sería lo más lógico. En lugar de haber ido a preguntarle al mesero, se habría ido directamente al teatro.
— Supongo que tienes razón.
— Así es.
Él mesero bebió un poco del vino.
— ¿Aun está en pie su oferta para trabajar con usted?
— Desde luego — asintió.
— Mi novia está embarazada y ahora con la universidad y esto, creo que me vendría mejor un trabajo formal.
Aun recordaba las aspiraciones que tenía. Terminar su carrera de ingeniería y pedirle a su novia matrimonio. Ahora con lo del nuevo bebé tendría que esforzarse el doble.
— Desde luego. Acude cuando puedas a recursos humanos. Enviaré un correo con la indicación.
— Gracias señor Taisho. — dijo emocionado.
Inuyasha salió de ahí un poco decepcionado. Pero en algo estaba seguro, daría con ella a como diese lugar.
Su móvil timbró y vio el nombre de su madre en la pantalla. Se debatía entre contestar o no. Pero si no lo hacía tendría serios problemas con esa mujer.
— Llevo todo el día tratando de localizarte.
— Lo siento madre — le indicó a su chófer que lo llevara al hotel donde se hospedaban — He estado muy ocupado con la fusión de la empresa.
Escuchó un suspiro al otro lado de la línea.
— Tenía la ilusión de que desechas la idea de hacerte con esa empresa casi al borde de la quiebra.
Sabía a donde quería llegar. Ella lo único que deseaba era tenerlo en Alemania.
— Fue mi decisión, así que no hablemos más.
— Estas huyendo. Esa empresa es tu fuente de escape.
— No vayas por ahí, madre.
— ¿Por qué? Es verdad. Desde que esa mujer te dejó por otro solo te refugia en el trabajo. Buscas como pretexto estar en New York para evadir la realidad.
— ¿Algo más?
— Si, te quiero antes de navidad aquí. Y no acepto un no.
— Adiós madre.
Antes de que ella pudiera decirle algo colgó la llamada y apagó el móvil para no tener que oírlo.
En parte ella tenía razón, desde que su prometida lo había dejado días previos a la boda no podía ser el mismo.
Por eso, cuando conoció a esa joven del ascensor supo que ella podía ser pieza clave para iniciar algo. Era notorio que tenían algo en común.
Solo que no sabía nombre ni teléfono.
¿Estaría ella buscándolo?
