Pesca de Medianoche

Por: Escarlata

Fire Emblem Three Houses pertenece a Intelligent Systems, el plot es mío

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El silencio no le era nuevo a Byleth.

De hecho, el silencio la había acompañado casi toda su vida desde que tenía noción de sí misma. Jeralt fue un hombre taciturno también, un guerrero en toda regla como era de esperarse de un mercenario de prestigio, capaz de dictar órdenes certeras con voz poderosa, pero silencioso incluso en sus momentos padre e hija. Y sus mejores momentos padre e hija eran ellos dos en silencio, sentados uno al lado del otro, pescando en la laguna o río en turno. Byleth aprendió a pescar imitándolo, escuchaba sus ocasionales consejos y ambos se sentían plenos cuando llenaban las canastas con peces recién pescados que compartían con el resto del grupo mercenario.

Pero pescar en el estanque artificial del monasterio seguía dándole una rara sensación al pensar en que nunca tuvo la oportunidad de pescar ahí con su padre, una sensación que hacía latir su corazón de manera incómoda.

Tuvo que tomarse una temporada de descanso luego de su último enfrentamiento contra Rhea, nunca había sentido el pecho pesado sino hasta ser consciente de que su corazón latía. Aún no se acostumbraba a los latidos, el sonido de estos aún era totalmente ajeno a sus oídos.

Pero pescar calmaba su corazón, pescar le recordaba a su padre y pescar le permitía fundirse en el silencio al que estaba cómodamente acostumbrada.

Y lo otro a lo que poco a poco se estaba acostumbrando era a que su corazón latiera con fuerza ante la vista de una persona en especial.

No había nadie cerca al estanque a esa hora, sólo los guardias usuales del turno de la noche estaban apostados cerca de las entradas principales al monasterio.

"¿Pescando a medianoche otra vez?" Fue la cansada pregunta de Edelgard.

"No podía dormir", fue la neutral respuesta de Byleth.

La que ya estaba acostumbrada al modo de hablar de la maestra era la joven emperatriz.

"Yo tampoco", respondió Edelgard mientras se sentaba al lado de su maestra y miraba el agua del estanque brillar bajo la luz de la Luna Llena.

"¿Pesadillas?" Preguntó Byleth sin apartar sus ojos de la superficie del agua.

"Sí", aunque aún le avergonzaba decirlo, no había razón para que Edelgard le ocultara algo así a alguien a quien le confiaría su vida misma.

"Deberías dejarme dormir contigo, podría ayudarte a descansar mejor", fue el simple comentario de la mercenaria.

Pero para Edelgard fue demasiado atrevido, su pálida piel se puso tan roja que tuvo que girar su rostro a un lado a pesar de que su maestra no la miraba.

"¡Maestra, no digas esas cosas!"

Byleth apretó los labios al sentir su corazón acelerarse una vez más, pero pese a ello, su gesto poco cambió. "¿Por qué no? Ya te di mi anillo".

"Porque… Porque…"

Edelgard tragó saliva mientras jugaba sus dedos entre sí. Ciertamente ahora estaban comprometidas, pero no les había dado tiempo de acordar los detalles de su unión formal. Querían esperar por una temporada más libre de deberes para poder concertar su matrimonio de manera oficial, con todo el escuadrón del Águila Negra presente. El destello del anillo, precisamente el anillo que la maestra le dio en la Torre de la Diosa, la distrajo lo suficiente de su vergüenza para tratar de responder algo a tan atrevida propuesta.

No sólo la luna daba suficiente luz esa noche, también algunas lámparas que estaban dispuestas en el pequeño muelle de la laguna artificial. Eso permitió a Edelgard notar un ligero sonrojo en su maestra, tan ligero que pasaría desapercibido, pero no para la emperatriz que siempre observaba a su maestra cuando tenía la oportunidad, ya fuera durante los constantes trabajos y viajes para la unificación del continente; o bien en batalla donde poner atención a sus indicaciones era primordial para ganar de la mejor manera y con la menor cantidad de bajas posibles.

"Luego discutiremos eso, ¿cómo te sientes, maestra?"

"Aún es raro", murmuró Byleth mientras liberaba una de sus manos para tocar su propio pecho, justo encima del corazón. "Nunca me había sentido así, es raro".

"Cuando Dorothea me contó que le dijiste que tu corazón no latía, pensó que era broma, y yo pensé que ella estaba bromeando también", Edelgard suspiró y decidió reunir todo su valor para sentarse más cerca de su profesora, "resultó que era cierto".

"Nunca he mentido", murmuró Byleth mientras fruncía ligeramente el ceño. Podía sentir el calor y el floral aroma que emanaban del cuerpo de la emperatriz a su lado.

Edelgard notó el fugaz cambio en el casi siempre inalterable rostro de la estratega. "Me consta, aunque al principio me costaba aceptarlo", un suspiro escapó de su pecho sin que pudiera evitarlo. Estar junto a Byleth y su aura siempre tranquila y serena era un alivio para su cuerpo cansado y su mente atribulada. "¿Y cómo está tu corazón ahora?"

"Late rápido", admitió Byleth con una muy sana sensación de infantil vergüenza. "Desde esa última batalla, siempre late rápido cuando te tengo cerca".

La emperatriz no pudo evitar una sonrisa pequeña, escuchar eso la puso muy feliz. "¿Puedo escucharlo? Tu corazón…"

Y por única respuesta, Byleth abrió ligeramente los brazos, aunque sólo sostuviera su caña de pescar con una mano, para darle suficiente espacio a su acompañante nocturna. Edelgard no pensaba perder la oportunidad y terminó recargada en su maestra, su oreja pegada al pecho ajeno y, sí, ahí estaba, el acelerado latido de su corazón. Lo que más feliz la ponía era saber que ese corazón, antes estático por culpa de una loca que experimentó con su dueña ni bien nació, ahora latía de emoción y ¿de amor?

¡Por supuesto que era por amor! ¡Por eso tenía un anillo tan especial en la mano!

La poderosa emperatriz inmediatamente se convertía en una sencilla doncella enamorada, todo por culpa de Byleth.

"El…"

Su apodo especial.

Edelgard terminó fulminada en el regazo de Byleth, alertando a ésta última.

"¿Estás bien?" La profesora estuvo a punto de moverse pero Edelgard no se lo permitió, de hecho sintió los brazos de ésta sujetarla por la cintura… Podía sentir la frente de la emperatriz contra la piel no cubierta de su estómago. Tragó saliva. "Creo que lo estás".

"¿Puedo ser caprichosa contigo, maestra?"

Byleth sonrió suavemente y tomó aire de manera profunda. Logró acomodarse con Edelgard para poder sostener su caña sin golpearla y dejarla descansar en su regazo.

"Quiero ver que lo seas".

Edelgard frunció el ceño mientras su rostro ardía todavía más. "¿Puedo descansar en tu regazo? ¿No te estorbo para pescar?"

"Sí… Y No", fue la respuesta de Byleth, acompañada de una risa pequeña, casi imperceptible, pero que su compañera pudo escuchar a la perfección.

"Gracias".

Mientras Edelgard terminaba de ponerse cómoda en el regazo de su querida maestra, notó que ésta dejaba su caña a un lado sólo para quitarse su largo abrigo de cuero negro y cubrirla con ella. La pobre sintió que se incendiaba, pero resistió como campeona y se dejó abrazar por el calor y el familiar aroma de la prenda. Notó cuando Byleth volvió a sujetar su caña de pescar a dos manos.

"¿Ya pescaste algo?"

"Sí".

En esa posición Edelgard no podía asomarse a la canasta de paja que estaba posicionada al otro lado de su maestra.

"¿Qué pescaste?" Preguntó la emperatriz sólo por preguntar.

"A ti".

Edelgard lanzó un gracioso grito que no sabía si era de pánico, horror o vergüenza; un grito que quizá sólo Byleth tenía permitido escuchar.

"Descansa, El", dijo la maestra mientras besaba la cabeza de su acompañante.

Sonrió cuando no escuchó respuesta verbal alguna, sólo sintió cuando Edelgard se sujetó más fuerte de su cintura. Ya tenía un nuevo recuerdo pescando en ese estanque que hasta el momento le era ajeno, un recuerdo que hizo que su corazón latiera con sincera alegría.

FIN