Traducción: DESOLACIÓN JUVENIL de GallaPlacidia

Traducido por Sora Tapia


Resumen: Draco nunca pensó que terminaría como el único tutor de una adolescente con problemas. Harry nunca pensó que terminaría siendo un hombre lobo. Tener veintidós años es difícil.

ADVERTENCIAS: SLASH, Harry Potter Epilogue What Epilogue|EWE, Post-Hogwarts, Angst, Angst with a Happy Ending, Implied/Referenced Child Sexual Abuse, Werewolf Harry Potter, Down and Out Draco Malfoy, Fear of Hell, Veritaserum, H/D Erised 2020, Hurt/Comfort, Domestic Abuse (Not Between Drarry!), Mild Church Of Englad Conversion, Alcoholism Of An Original Character, Look I know the tags are scary but I promise it's not as dark as you're thinking, seriously it's actually quite uplifting by the end, Harry Potter plays the piano freakishly well, potions master Draco, Feminist Draco, A decent amount of teenage girl angst, prolonged and continual jokes about the 2000 classic film Coyote Ugly.

RELACIÓN HOMOSEXUAL, El Epílogo de Harry Potter No Existe, Post-Hogwarts, Angustia, Angustia con Final Feliz, Implícito/Referenciado Abuso Se_xu_al In_fan_til, Harry Potter|Hombre Lobo, Draco Malfoy prisionero y libre, Miedo al infierno, Veritaserum, Traducción de un fanfic del H/D Erised 2020, Dolor/Confort, Abuso Doméstico (¡No entre el Drarry!), Conversión leve por la Iglesia Anglicana, Alcoholismo de un Personaje Original, Sé que las etiquetas dan miedo pero te prometo que no es tan oscuro como se ve, en serio, en realidad es más reflexiva al final, Harry Potter toca el piano increíblemente bien, Draco Maestro de Pociones, Draco feminista, Una cantidad decente de Angustia adolescente, Bromas constantes sobre la película clásica del 2000 Coyote Ugly.

IMPORTANTE: La presente es una traducción del fanfic de GallaPlacidia "TEENAGE WASTELAND". Quien ha eliminado su cuenta en la plataforma AO3, así como todos sus fanfics, como una fan que ama su trabajo he decidido traducir sus fanfics al español para que sus fans de habla hispana podamos seguir disfrutando su trabajo.

Nota de GallaPlacidia en la versión original:

A Whileatwiltshire: Tus sugerencias fueron muy divertidas. Me encantó que me dieras la libertad de abusar del hurt/comfort, al mismo tiempo que me dabas muchos pequeños detalles con los que trabajar: una amistad entre Draco y Pansy, un Draco que hace perfumes y, lo que es más importante, un Draco y Harry que siempre parecen buscarse el uno al otro. ¡Espero que disfrutes leyéndolo tanto como yo escribiéndolo!

¡Muchas gracias a Aideomai, Alexmeg, Feelsforbreakfast y Tepre por betear esto! También muchas gracias a los moderadores por organizar este gran festival. ¡Black Live Matters! ¡Derechos-Trans! ¡Feliz Navidad/Invierno!

Notas de la Traductora:

Nombre de usuario en podbean & newsletter de Gallaplacidia: gallapod.

En mi perfil de AO3 (Usuario: Sora_Tapia) podrán encontrar el enlace para descargar los fanfics de GallaPlacidia en su versión en inglés (descargados de AO3) en varios formatos, así como Podfics que GallaPlacidia hizo.


DISCLAIMER:

El universo mágico de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, sin ánimo de lucro.

Toda la historia publicada no me pertenece solamente hice la traducción y la correspondiente edición.

LA UTILIZACIÓN DE CUALQUIER IMAGEN ES CON EL PERMISO DEL ARTISTA Y SIN FINES DE LUCRO.


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CAPÍTULO 1

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Cuando Draco reaccionó, Adelaida estaba arrodillada junto a él, luciendo terriblemente joven.

—Mmnnghh —dijo Draco. Las facciones de Adelaida se relajaron en su habitual mueca. Ella se sentó en cuclillas.

—Estás vivo —dijo ella. Draco trató de sentarse. La violenta sensación de presión sanguínea en su cabeza lo persuadió de que no era una buena idea.

—Mi cabeza —dijo. Su voz estaba áspera de tanto gritar.

—Las heridas en la cabeza siempre sangran mucho —dijo Adelaida, aburrida— Estás bien.

A su pesar, Draco sonrió.

—Que tranquilizador —dijo.

—¿Qué arruinaste esta vez? —preguntó, y de repente Draco recordó que no había nada por lo que sonreír.

—Me quedé afuera demasiado tiempo comprando comida —dijo. Adelaida resopló.

—Estúpido de tu parte.

—No tienes idea —dijo Draco. Se llevó las manos a las sienes y luego hizo abdominales, soportando todo el peso de su cabeza ensangrentada entre los dedos. Adelaida lo miró con cautela, alejándose como si fuera contagioso.

"Me duele sentarme. Tengo que agradecerle a Potter por eso".

Había un charco de sangre donde había estado su cabeza. Adelaida le entregó una toalla de manos limpia, sin mirarlo.

—Addy —dijo.

—No me llames así.

—Addy, esto es… esto es muy considerado de tu parte —dijo Draco alegremente.

—Vete a la mierda. Tertius no te pide mucho y te da alojamiento y comida prácticamente gratis. ¿Qué tan difícil hubiera sido regresar con la maldita compra a tiempo?

Draco sonrió a través del dolor punzante, secándose el cabello con la toalla de mano.

—Estabas preocupada por mi —dijo.

—No, no lo estaba —ella frunció el ceño. La hizo parecer más joven que nunca.

—Estoy conmovido —dijo Draco.

—A la mierda…

—¡Adelaida!

Ambos se congelaron, mirándose el uno al otro con consternación. Tertius estaba de vuelta. Por lo general, salía unas horas después de perder los estribos. Draco le arrojó la toalla y ella la escondió debajo del cojín del sofá.

—Ve —dijo, y se acostó de nuevo, fingiendo estar todavía inconsciente. La escuchó alejarse corriendo, la escuchó enarbolar su voz de novia:

¡Tertius, oh, te he extrañado!

La sangre empapaba su ropa y Draco miraba el techo, completamente solo.

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Tertius Malfoy había salvado a Draco, después de Azkaban. No había otra manera de decirlo. Draco fue liberado, tres días antes de los diecinueve, huérfano, conmocionado y sin expectativas para él. Sin dinero, sin casa a donde ir. Su varita le sería devuelta en dos años, cuando terminara su libertad condicional. Repasó la lista de personas que podrían ayudarlo mientras firmaba el papeleo: Sus padres, muertos; Snape, muerto; Vince, muerto; Greg, todavía en prisión; Theo, aún en prisión; Pansy, viviendo con un volátil jugador de polo brasileño en América del Sur; Blaise, aparentemente famoso en Sri Lanka pero a quien se le prohibió regresar a Gran Bretaña debido a un asunto desagradable que involucraba al último amante de su madre…

Draco trató de pensar si había alguien más que pudiera tener algún… algún fragmento de buena voluntad hacia él, ya que su oficial de libertad condicional le dijo en términos inflexibles que cualquier infracción de la ley resultaría en una sentencia de por vida en Azkaban. Su madre tenía una hermana que aún vivía, ¿No? Pero Draco tenía la sensación de que le habían hecho algo malo. Haber asesinado a su esposo tal vez o a su hija o a ambos. Como fuera, era poco probable que fuera a ganarse el cariño de ella.

El oficial de libertad condicional le dijo que podía irse. Salió a ciegas de la oficina y se topó con un hombre de cabello rubio pálido y túnica verde bosque.

—Draco —dijo, como si estuviera contento.

—¿Quién eres? —preguntó Draco, antes de recordar que ya no tenía nada por lo que ser autoritario, y tal vez nunca lo había tenido. Pero el hombre solo sonrió.

—No nos hemos visto desde que eras un bebé. Soy tu tío Tertius.

«"Descontrolado"», decía Lucius, cada vez que aparecía el tío Tertius. Lo decía con una extraña intensidad que sugería que quería decir otra cosa, pero Draco nunca había averiguado qué, solo que esa palabra, "Descontrolado", había aislado al tío Tertius de la familia por completo.

—Hola —dijo Draco, inseguro.

—Bien. ¿Ya tienes todo?

—¿Tengo todo? —pregunto Draco— Sí.

—Vamos, entonces —dijo el tío Tertius. Puso un brazo alrededor de los hombros de Draco, como nunca lo había hecho el padre de Draco, y Draco se inclinó instintivamente.

—¿A dónde vamos? —preguntó Draco.

—A casa —dijo esta aparición milagrosa. Descontrolado, pero si así se veía la falta de control, a Draco le gustaba. Le gustó la forma cálida en que Tertius le sonreía, la manera hospitalaria con la que le mostró a Draco los alrededores de su (ciertamente de mal gusto) mansión.

—¿Cómo supiste que me iban a liberar? —preguntó Draco, mientras Tertius le entregaba una taza de té y una tostada de mermelada cortada en triángulos. Tertius había cortado los triángulos él mismo; sin elfos domésticos.

—He estado siguiendo tu caso en los periódicos. Especialmente desde que tu madre…

—Sí —dijo Draco, frunciendo el ceño ante su tostada. Su padre había muerto de hambre en Azkaban; se negó a comer. Eso había sido bastante duro, Draco lo vio suceder, vio a su padre adelgazar más y más cuando se cruzaban en sus caminatas diarias, pero aun así estaba tan seguro de que su madre lo estaría esperando cuando saliera. Se había preocupado por ella, por si alguien la lastimaba, pero no era nada de eso. Solo viruela de dragón.

—Lo siento mucho, Draco —dijo Tertius. Draco asintió, incapaz de expresar cuánto apreciaba la simpatía de Tertius.

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Adelaida fue la primera señal de que algo andaba mal con Tertius. Era extraño que un hombre de cincuenta y cinco años tuviera una novia de dieciocho años. Particularmente una novia tan joven de dieciocho años. Pero Adelaida parecía amarlo de verdad. Ella lloraba cuando él salía de casa. Odiaba a Draco por desviar su atención de ella.

Muy rara vez se veían. La casa era enorme. Al principio, Draco asumió que ella lo evitaba. Más tarde, se enteró de que le habían ordenado que no hablara con él.

Pero, aunque Adelaida había sido un shock, Draco lo dejo pasar. No había nadie más en su vida, por lo que la idea de que Tertius tenía algo malo era demasiado catastrófica para que Draco la contemplara. Se concentró en la forma en que Tertius adoraba a Adelaida, en los regalos que le compraba, la forma en que ella miraba a Tertius, como si él fuera el mundo entero. "La edad es solo un número", se dijo Draco. El verdadero amor no debe tener ningún impedimento. Podía sentir que las excusas eran endebles. Pero no había nadie más, y Tertius fue generoso con Draco. "La sangre es más espesa que el agua", se dijo, y actuó como si fuera natural que saliera de la nada y rescatara a Draco de las calles.

Cuando Draco trató de conseguir trabajo, Tertius le puso una mano en el hombro para tranquilizarlo y le dijo que quería un secretario, alguien que lo ayudara a administrar su negocio. (¿Qué negocio? Draco no lo sabía, pero estaba tan abrumado y agradecido que no preguntó). Le dijo a Draco que no había necesidad de pasar por la agonía de las solicitudes de empleo como un exconvicto mortífago.

—Una vez que tengas algunos años de experiencia, será mucho más fácil —dijo, y eso tuvo sentido para Draco.

—Déjame pagar el alquiler, al menos —dijo Draco.

—Te diré algo mejor. Abriré una cuenta bancaria para ti y deduciré el alquiler de allí.

—No hablaron de números. Eran familia.

La mansión estaba en medio de la nada, y una de las primeras reglas que implementó Tertius fue que Draco solo podía usar la red flu para ir a lugares aprobados por Tertius.

—Me preocupo por ti —dijo.

Draco había pensado que todas las personas que se preocupaban por él estaban muertas. Él obedeció sin cuestionar.

Hubo más reglas después de eso, reglas qué, si se rompían, arruinaban el día de Draco, su semana. Tertius estaría enojado y taciturno durante días si Draco traía la salsa para pasta equivocada de las tiendas. Draco estaba muy consciente de que le debía todo a Tertius, y era terriblemente aterrador cuando hacia enojar a Tertius.

Cuando Tertius estaba de buen humor, trataba a Draco de la forma en que Draco siempre había anhelado que su padre lo tratara: le decía que era gracioso, inteligente o valiente, lo tocaba, le revolvía el cabello.

Una vez, Draco creyó ver un moretón en la muñeca de Adelaida, pero ella se bajó la manga y se subió al regazo de Tertius y probablemente solo había sido la iluminación.

Tertius no dejaba que Draco recibiera correo, porque la gente podía enviarle maldiciones a Draco por correo.

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Un día, Draco no pudo encontrar plátanos en la tienda, le gritó al adolescente de ojos inexpresivos en la caja y caminó una milla hasta la siguiente tienda, una muggle. No tenía dinero muggle. Le rogó a una agradable mujer de mediana edad que se los comprara, inventando a una novia embarazada con un antojo de potasio. La mujer claramente no le creyó, pero compró los plátanos de todos modos. Draco estaba asombrado, tanto por los extremos a los que había estado dispuesto a llegar para evitar el mal humor de Tertius, como por la amabilidad de esa mujer muggle, a quien, hace unos años, Draco le habría deseado la muerte.

Tertius vio la etiqueta con el precio muggle en los plátanos y se enojó aún más que si Draco no las hubiera comprado. Golpeó su puño contra los gabinetes de la cocina, ensangrentando sus nudillos, y luego blandió su mano sangrante hacia Draco.

—¡Mira lo que has hecho! —él dijo.

—Lo siento —dijo Draco— ¡Lo siento mucho!

Tertius lo descontó de su paga. Era más difícil para Tertius hacer su trabajo debido a su mano lastimada, por lo que Draco le había costado dinero. El castigo se sintió bastante abstracto, porque Draco en realidad nunca había visto nada de su salario. Cada vez que preguntaba al respecto, Tertius le preguntaba por qué necesitaba dinero, ¿Tertius no lo cuidaba bien? ¿Había algo que él quisiera?

Y más tarde: Draco realmente pensó ¿Alguien más se preocuparía por él? ¿De verdad quería presionar a Tertius, hacer que Tertius pensara que era un malagradecido?

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La primera vez que Tertius lo golpeó, no fue una sorpresa. Adelaida se había reído de algo que Draco había dicho, y Adelaida pertenecía a Tertius, así que Draco no esperaba otra cosa, en realidad. Adelaida tampoco pareció sorprendida. Draco se tambaleó hacia atrás, todavía disculpándose, y el mal humor de Tertius descendió de él como un velo.

—Draco… lo siento… perdí los estribos… ya sabes cómo amo a mi chica...

Adelaida enarcó las cejas como si todo le resultara bastante divertido. Tal vez lo era. Sin embargo, Draco no podía verlo.

Draco se dio cuenta de que esta era realmente una situación bastante mala la segunda vez que intentó irse.

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La primera vez, se escapó, hasta Piccadilly Circus(1). Se paró frente al Waterstone(2), fingiendo mirar los libros, pero en realidad miraba su propio reflejo en el espejo. La gente lo empujaba, tanta gente, tantos miles de personas a las que no les importaba si vivía o moría. Todos los libros en la vitrina costaban 9.99 libras(3). Draco no sabía cuánto era eso en dinero real, pero sabía que no lo tenía. ¿A dónde iría? ¿Quién lo ayudaría? Nadie, no había nadie. Era una realización vertiginosa, que le llegaba constantemente, en oleadas. Había crecido tan confiado en su seguridad. En la idea de que la gente lo quería y de que siempre lo cuidarían.

Miró los libros hasta que se encendieron las farolas y regresó a la mansión. Tertius lo golpeó una vez en la cabeza por llegar tarde, pero no descubrió lo que Draco había estado planeando. Estaba de buen humor esa noche, y después de que su ira se apaciguó, presionó una compresa fría en la mejilla de Draco y le dijo:

—Los Malfoy tenemos que permanecer unidos, ¿Eh?

¿Tertius lo había acogido para vengarse póstumamente de Lucius? Draco pensaba eso a veces. Pero sobre todo sentía que el corazón de Tertius estaba en el lugar correcto, que solo luchaba con su ira. Qué si pudiera controlar eso, todo estaría bien; Y Draco volvería a tener una familia de verdad.

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La segunda vez que se escapó fue cuando se dio cuenta de que el pequeño problema de ira de Tertius iba a matarlo a él o a Adelaida, y que la única pregunta era quién sería primero. Esta vez, no hubo duda de que Draco se había escapado: Se mantuvo afuera dos noches, durmiendo en bancos y tratando de averiguar qué hacer. Terminó en un refugio muggle para personas sin hogar, pero no entendió ninguna de las preguntas que le hicieron, cosas como ¿Tenía un número de Seguro Nacional? Y ¿Estaba registrado con un médico de cabecera?

Le dieron un muffin envuelto en plástico. Tenía fruta en ella, sabia mal. Draco se lo comió y decidió que podía aguantar con Tertius hasta que tuviera veintiún años y recuperara su varita. Con su varita, todo sería más fácil.

Regresó por la mañana, antes de que Tertius pudiera tener la oportunidad de empezar a beber. Tertius no estaba en casa, pero Adelaida yacía desplomada al pie de las escaleras.

—Vete a la mierda —dijo, cuando él la había despertado (hubo un momento aterrador en el que pensó que estaba muerta, y parecía tan joven, sabía que tenía dieciocho años, pero a veces parecía de quince… más joven, incluso…) —¡En serio, vete a la mierda!

—Creo que tu brazo está roto —dijo Draco.

—Oh, ¿Y de quién es la culpa? —dijo Adelaida— ¡Ay ay ay ay!

—Shhh —dijo Draco, atando su brazo sobre un cabestrillo— Ahí. Lo arreglará cuando regrese, ¿No?

Adelaida le dirigió una mirada sombría.

—Él no habría perdido los estribos en primer lugar si no hubieras sido un pedazo de mierda tan desagradecido —dijo.

Draco no supo cómo responder a eso. Lejanamente, sabía que no era realmente, así como funcionaba la culpa, pero no podía negar que sus acciones habían llevado al brazo roto de Adelaida.

—Lo siento —le dijo.

—Deberías estarlo. Te odio.

Se rio de eso. Era algo refrescante que alguien lo odiara por una nueva razón.

—Déjame ayudarte a llegar al sofá —dijo.

—Vete a la mierda —dijo Adelaida, pero dejó que él, más o menos la llevara a la sala de estar, donde la apoyó sobre almohadas y le puso mantas alrededor de las rodillas. Lo vio atenderla con una mirada sospechosa— ¿Quieres follarme? —preguntó finalmente.

Draco se rio de nuevo.

—De ninguna manera.

—Cuando este bien. No en este momento, obviamente —dijo.

—Sí, no, aun así, no.

Ella inclinó la barbilla hacia arriba.

—Debes ser gay —dijo— Todo el mundo quiere follarme.

—No soy tan gay como para no sentirme tentado si te encontrara remotamente atractiva —dijo Draco.

—¡Vete a la mierda! —dijo ella, lo que hizo que Draco se riera más, porque le recordaba un poco a Pansy. Entonces recordó correctamente a Pansy y cuánto la añoraba. Dejó de reírse.

—No quiero ser grosero —agregó— No digo que no seas bonita.

Bonita —dijo Adelaida mordazmente, y se negó a hablar más con él. Pero después de eso, ella fue un poco menos hostil con él, solo un poco más amigable, como si estuviera intrigada por la idea de un hombre que no quisiera acostarse con ella. Como si quisiera saber más.

Cuando Tertius regresó, no golpeó a Draco. Cubrió a Draco con afecto y regalos, hizo que Draco se sintiera como si hubiera estado loco por huir en primer lugar. Pero había una mancha de sangre al pie de las escaleras que permaneció más allá de los moretones de Adelaida y el brazo roto que se curó rápidamente, y cada vez que Draco la miraba, recordaba que había un cronómetro colgando sobre ambos. Conocía ese sentimiento, lo había sentido antes, con Voldemort: el sentimiento de que era prescindible.

¿Odiaba a Tertius? Era complicado. Lo odiaba cunado lastimaba a Adelaida: entonces era simple. Ella era dura, vulnerable y brillante, y Draco sabía sin preguntar que lo había pasado mal. Simplemente tenía esa atmosfera sobre ella; Como si nunca hubiera conocido la bondad. Cuando vislumbró los moretones en su rostro, fantaseó con sujetar a Tertius y golpearlo, golpearlo con puños de hierro que no se detendrían hasta que todos los huesos estuvieran destrozados y cóncavos, hasta que Tertius se arrepintiera de lo que había hecho.

Cuando Tertius lo golpeaba, eso era otro asunto. Era como en los viejos tiempos, prácticamente nostálgico. Había sido impactante, al principio, cuando Voldemort lo torturó, pero los humanos se acostumbran a cualquier cosa, y los límites de Draco sobre cómo esperaba que lo trataran se habían vuelto endebles y descuidados en la guerra. Ya no había mucho que lo sorprendiera.

Después de la segunda vez que trató de huir, se dio cuenta de dos cosas: que no había vida para él allí afuera y que Adelaida moriría si la dejaba atrás. Por la noche, se acostaba en su pequeña cama individual y trataba de descifrarlo: Llevar a Adelaida. Pero ella dormía en la cama de Tertius y se mantenía alejada de Draco, él casi nunca la veía sola y, de todos modos, ella no consentía el irse. Amaba a Tertius. Ella siempre se ponía del lado de él. Matar a Tertius. Pero Draco no podía volver a enfrentarse a Azkaban, y no se engañaba a sí mismo pensando que alguien le creería si alegaba defensa propia. Informar a las autoridades. Esta idea abarcó la mayor parte de su tiempo, porque era la opción más sensata, particularmente ahora que Draco tenía un mejor control sobre el negocio de Tertius, que era el comercio ilegal de pociones. Pero la red flu era monitoreada, y Draco solo tenía suficiente dinero para comprar exactamente lo que le decía que comprara. Regresar sin ellas terminaba en repercusiones violentas.

Sabía que podría haberlo resuelto, en quinto año, cuando su cerebro era agudo. Pero estaba tan aturdido por el miedo todo el tiempo (lo había estado durante tanto tiempo) que sus pensamientos eran confusos y lentos. Intuiría una solución y luego pensaría: "¿Deje la puerta de la despensa abierta? Oh, Dios, lo hice, pero si bajo y la cierro, él lo sabrá… y si lo dejo, lo sabrá", y la idea resbaladiza que se había formado a medias en el fondo de su mente se perdería. Sucedía una y otra vez, y no había salida, ni para él ni para Adelaida, y después de un tiempo dejó de preocuparse por eso. Hay un nivel de miseria que hace que un pensamiento complejo sea imposible, y Draco se deslizó fácilmente en ella, sin sorprenderse y resignado a lo que significaba para él la edad adulta.

«—-—-H&D-—-—»

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Llevaba allí un año cuando sucedió. Estaba en el mercado, comprando ingredientes para un ragú, y de repente Potter estaba allí, justo a su lado, sosteniendo un paquete de chuletas de carne envueltas en plástico y mirándolo con los ojos muy despiertos.

—Malfoy —dijo, confundido, probablemente porque Draco le estaba sonriendo: Potter. El Salvador del Mundo Mágico. ¿Por qué diablos Draco nunca había pensado en eso? ¿Cómo pudo ser tan estúpido? Por supuesto que Potter arreglaría todo: ¡Eso era lo que él hacía! Y él estaba aquí, regalo del cielo, sonrisa del destino, señal de un milagro, en el mismo mercado de Draco, y Draco sintió como si recién se estuviera dando cuenta de cuánto miedo pesaba sobre él, ahora que se había ido.

—Potter —dijo— Mucho tiempo sin verte.

—¿Por qué sonríes? —preguntó Potter, luciendo cada vez más sospechoso, lo que solo hizo que Draco sonriera más porque… porque cuando Potter sospechaba no se daba por vencido, continuaba buscando hasta descubrir que estaba mal, y ahora estaba mirando a Draco y lo haría, lo averiguaría y arreglaría todo…

—Nada —dijo Draco— Sin ninguna razón. ¿Quieres tomar un trago?

—¿Un… trago?

Los ojos de Potter cayeron, inexplicablemente, a los labios de Draco.

—Sí —dijo.

—¿Ahora?

—¿Asustado? —preguntó Draco. Potter hizo una especie de expresión que puso sus ojos en blanco.

—No. Bien. Un trago.

No había visto a Potter desde Azkaban. Había estado en el juicio, por supuesto, donde Potter había hablado en su defensa, la única razón para la relativamente corta sentencia de Draco. Pero Draco había estado demasiado aturdido para notarlo entonces, en realidad.

En Azkaban, donde todo era igual, día tras día, con la excepción del creciente deterioro de su padre, allí había notado a Potter.

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«—-—-D&H-—-—»

Se había presentado un jueves por la tarde. Draco sabía que era jueves, porque los jueves era cuando servían algún tipo de lentejas rojas para el almuerzo y la mujer de la celda de al lado siempre gritaba durante unas horas después. Por lo que Draco había deducido, que la bazofia le hacía recordar a las entrañas. Después de algunas semanas de escucharla, a Draco también le hizo recordar a las entrañas, y dejó de poder comerlas.

Ella estaba gritando, y Draco yacía en su pequeño catre, con los ojos cerrados, tratando de recordar los ingredientes para el Filtro de los Muertos en Vida. Así pasaba el tiempo; rememoraba recetas en su cabeza.

—¿Malfoy? —dijo una voz. Se incorporó y vio a Potter, vistiendo túnicas de Auror, luciendo como una imagen del "Después" de un anuncio engañoso. ¡Conviértete en la envidia de tus amigos en solo treinta días!

Draco se levantó de su catre y fue a mirar a Potter, esperando que esto no fuera una alucinación. Se sentía diferente de las alucinaciones que ya había tenido.

Él y Potter se miraron el uno al otro. Potter tenía una expresión ilegible en su rostro. Parecía bastante enojado.

—¿Vienes a regodearte? —preguntó Draco, finalmente. Potter negó con la cabeza. Luego metió la mano en el bolsillo y sacó una rana de chocolate.

—No quiero eso —dijo Draco, aunque en gran medida lo deseaba.

Potter se agachó y puso la rana de chocolate justo afuera de la puerta de la celda de Draco. Draco sería capaz de deslizar su mano a través de los barrotes y buscarla. Draco estaba consciente de que no se había lavado el cabello en cinco días y que Potter parecía estar haciendo ejercicio.

—No deberías estar aquí —dijo Potter.

Probablemente era una alucinación, decidió Draco. Ya no había muchos Dementores alrededor, pero su magia se adhería a las paredes, y Nagini despertaba a Draco muy a menudo, se deslizaba en su cama y envolvía tiernamente su fuerte cuerpo alrededor de su garganta, deteniendo su respiración.

Cuando Draco no le respondió, Potter agachó la cabeza, avergonzado, y se fue. Después de que se hubo ido, Draco alcanzó la rana de chocolate. Era real, y también lo había sido Potter.

El chocolate evitó la miseria helada y pegajosa durante casi veinte minutos. Mientras comía, recordó que algún día saldría y habría árboles, amaneceres y cielos abiertos, aunque no hubiera nada más. Entonces pensó en la fuerte reacción de Potter hacia los Dementores en la escuela. Se preguntó si Potter sabía qué efecto tendría el chocolate. Fue amable de parte de Potter, de cualquier forma… había sido amable de cualquier manera.

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No se habían visto desde entonces. Pero Potter ahora se veía incluso mejor que ese día.

Hicieron sus compras y se pararon juntos en la calle. Potter hizo un gesto hacia una cafetería cercana.

—No —dijo Draco, con una punzada de pánico. Alguien podría verlos juntos y decírselo a Tertius. De todos modos, no tenía dinero— No, llévame a tu casa.

Potter pareció desconcertado. Sus ojos se posaron en la boca de Draco de nuevo. Luego sonrió.

—Sí —dijo— Buena idea.

Draco esperaba que Potter lo tomara del brazo; pero en vez de eso, Potter tomó su mano, entrelazo sus dedos. La mano de Potter estaba cálida, seca y segura. Draco escudriño la calle en busca de rostros familiares, no vio ninguno, y respiró más tranquilo en los últimos segundos antes de que Potter se Apareciera.

El vestíbulo estaba oscuro, con un paragüero volcado y manchas de luz gris neblinosa que fluían a través de las ventanas en forma de rombos. Era extraño estar en la casa de otra persona. Tertius nunca le permitía visitar a nadie.

Potter todavía sostenía la mano de Draco. Era la mano sana de Draco, afortunadamente. Draco lo miró fijamente, mareado por la Aparición, por la repentina sensación de rescate, de seguridad.

Potter lo empujó contra la puerta y se acercó, presionando su nariz contra Draco, y Draco solo se dio cuenta con un vago asombro de que Potter iba a besarlo una fracción de segundo antes de que sucediera.

A Draco nunca se le había ocurrido besar a Potter, pero ahora que estaba pasando parecía una muy buena idea, en realidad. La boca de Potter estaba calienta y vacilante, hasta que Draco le devolvió el beso, fue cuando se convirtió en mucho más que un roce de bocas, un beso. Se convirtió en el cuerpo entero de Potter presionando contra el de Draco, su mano en el cabello de Draco, sus músculos duros bajo el toque de Draco, su aliento en la oreja de Draco. Draco no había pensado en su pene desde, oh Dios, tal vez 1997, pero ahora se estaba dando a conocer, engrosándose con entusiasmo contra el muslo de Potter. El cuerpo de Draco parecía haber captado la idea de que Harry Potter lo estaba besando mucho más rápido que el mismo Draco. Draco movió sus caderas hacia adelante y Potter gimió en su boca.

—Lo sabía —dijo Potter.

—¿Sabías… qué? —preguntó Draco.

—Que tú también querías —dijo Potter, moviéndose contra la erección de Draco.

—Ahh —dijo Draco, elocuentemente.

Potter tiró de la chaqueta de Draco y se la quitó de los hombros. Cayó al suelo y se arrugó sobre las bolsas de la compra. Potter posó sus manos de arriba abajo por los brazos de Draco, luego besó la comisura de su boca.

—Vamos —dijo, y tiró de la mano de Draco. Draco lo siguió a trompicones, subió las polvorientas escaleras y entró en un desordenado dormitorio. Con una cama dentro.

—¿Sexo? —preguntó Draco, incrédulo. ¿Sexo? ¿Potter quería tener sexo con él? Había asumido que Potter lo rescataría por lástima. La lujuria definitivamente era un paso adelante, aunque era un giro verdaderamente extraño, como de algún universo paralelo. ¿Era Potter siquiera gay?

Potter pareció malinterpretar por completo la pregunta de Draco. Él sonrió.

—Sí, bien —dijo— Si tú quieres.

Draco nunca había pasado de no saber que quería algo a anhelarlo tan rápido. Quería las cálidas y confiadas manos de Potter sobre él. Quería ver a Potter desnudo. El deseo abrupto, temerario y superfluo, lo hizo sentir de nuevo como una persona.

—Sí —dijo, su voz no mucho más fuerte que un susurro. Potter sonrió aún más, empujó a Draco a la cama y se subió encima de él.

¿Cuándo fue la última vez que alguien había tocado a Draco suavemente? Tertius, por supuesto, en sus momentos más gentiles, pero ese toque estaba mezclado con miedo, y Draco no estaba asustado de Potter. Lejos de eso: se sentía seguro, a salvo. Potter lo había rescatado del Fuego Maligno. Potter había hablado por él en su juicio. Potter le había dado una rana de chocolate, en prisión. Potter cuidaría de él.

Se besaron en la cama, frotándose el uno contra el otro, la mente cansada de Draco girando en círculos, extasiada, aliviada, emocionada y nerviosa. Había besado a Pansy pero ese era el alcance de su experiencia. ¿Y si era una mierda? ¿Y si era tan malo que Potter lo detenía a la mitad y decía: "¿Lo siento, creo que solo aluciné que quería follarte" y echaba a Draco de su casa? Potter siempre había sido mejor que él en todo.

Entonces Draco recordó que estaba cubierto de moretones y cortes debajo de la ropa, e hizo una mueca de vergüenza. Afortunadamente, Potter estaba demasiado ocupado besando su cuello para ver. Pero lo haría, cuando se desvistieran, vería los moretones y se detendría. Se apiadaría de Draco. Era amargamente decepcionante pensar en la excitación de Potter convirtiéndose en simpatía.

—¿Cómo te gusta hacerlo? —preguntó Potter, hablando en voz baja a la piel de Draco.

—Me gustan… todas las maneras —dijo Draco, porque no había probado ninguna de ellas, pero pensó que probablemente todas eran geniales.

—Eres fácil de complacer ¿No? —dijo Potter, con una risa afectuosa. Se besaron un poco más, Draco cada vez más impaciente bajo el cuerpo de Potter, más seguro de que si Potter no lo desnudaba pronto, se avergonzaría a sí mismo, tal vez le rogaría.

—Oh —dijo Potter, todavía con ese afecto, su mano yendo a la ingle de Draco— Joder, estás tan duro, quiero…

—Sí —dijo Draco. Potter resopló una risa tranquila en la boca de Draco.

—Esto es una locura —dijo, y luego abrió el cajón de su mesita de noche— Mierda —dijo— Debo haberlos dejado en… quédate aquí —Draco asintió, sin aliento. Potter solo lo miró por unos segundos, luego extendió su mano, como si dijera de nuevo, «"Quédate, quédate ahí"» — Vuelvo enseguida.

Salió de la habitación… y su varita, que estaba en la mesita de noche. Draco se apresuró a alcanzarla y se lanzó hechizos curativos apresuradamente. Aplicó un glamuor en su mano arruinada. Incluso, curó las partes que no se habían amoratado, como su tobillo torcido, y luego arrojó la varita sobre la mesa justo a tiempo.

Potter se detuvo en la puerta para mirar a Draco. Él estaba sosteniendo un pequeño frasco.

—Joder —dijo, sacudiendo la cabeza— Te ves…

Draco no respondió. "¿Potter pensaba que se veía bien?". Draco sabía que solía ser guapo. Había asumido que eso se había acabado en Azkaban, junto con sus padres y su autoestima.

Potter se subió a la cama, tomó el rostro de Draco entre sus manos y lo besó.

—No tienes idea de cuánto tiempo he querido hacer esto —dijo.

"!", pensó Draco.

Potter lo desnudó con tanto cuidado. Cada tres o cuatro botones, sus ojos se encontraban con los de Draco con una pregunta muda «"¿Puedo continuar?"», y cada vez, Draco asentía. Se le ocurrió que Potter podría dejar que Draco lo desvistiera, así que lo intentó, tiró de la camiseta de Potter y Potter obedeció su toque como una escoba de carreras, al instante y sin esfuerzo. Draco sacó la camiseta por encima de la cabeza de Potter, extendió los dedos sobre el pecho de Potter, tocó la cicatriz ovalada en su garganta. Potter lo dejó, con los ojos muy abiertos.

—¿Cómo quieres…? —preguntó. Draco no tenía idea de lo que estaba preguntando.

—Lo que sea que… —respondió. Potter exhaló un suspiro, sonriendo, y dijo:

—Lo haré bien.

Y por supuesto lo hizo. Draco estaba tan relajado, tan seguro de que cualquier cosa que Potter pensara que era una buena idea resultaría serlo, que Potter no tardó nada en prepararlo. No es que se apresurara… era cauteloso, amable. Seguía mirando a Draco en busca de afirmación, seguía sonriendo cuando el consentía.

Todo era tan sorprendente, como una explosión. Draco estaba tranquilamente consciente de que, si fuera más él mismo, sus sentimientos serían diferentes… no es que se opusiera, porque todo se sentía… maravilloso, sino que sería más testarudo sobre el tema de Permitir que Potter lo Folle. Pero aún estaba tan relajado y aliviado, como si estuviera soñando, le devolvió el beso a Potter como si no hubiera paredes entre ellos. Como si ya hubieran hecho el esfuerzo necesario para estar en la misma página.

Potter colapsó encima de él, después de que ambos se corrieron. Los ojos de Draco estaban pesados. Pasó los dedos por el cabello de Potter.

—Eso se siente bien —dijo Potter, por lo que Draco siguió haciéndolo, hasta que un sueño espeso y cálido se apoderó de él.

«—D&H—»

.

«—H&D—»

Se despertó aterrorizado: una cama desconocida. Su corazón saltó a su garganta, "Oh Dios, Oh Dios, qué pasó, quién me tiene ahora…" y luego los recuerdos se filtraron, seguidos de cerca por la comprensión de que la luz se estaba desvaneciendo, y Potter ya no estaba en la cama.

Tertius estaría enojado cuando llegara a casa.

Se sentó y se estremeció. A pesar de las precauciones de Potter, estaba adolorido e incómodo. También estaba… asustado, de una manera que no había estado antes. Preocupado de haberse avergonzado a sí mismo. Preocupado de haber estropeado algo, aunque no estaba seguro de qué. Se vistió rápidamente, preguntándose dónde estaba Potter. Haciendo una taza de té, con suerte. Regresando hacia él con esa sonrisa lenta comenzando a hablar. Draco no estaba seguro de cómo se vería, cómo sonaría eso, pero lo imaginó… lo imaginó.

"Eso fue bueno. Inesperado, pero

¿Dónde has estado viviendo últimamente? Me lo he preguntado, a mi

Me gustó besarte, ¿Por qué no lo hicimos antes? En…

¿Qué sucede? ¿Cómo puedo…?

Otra vez, otro día, si quieres, repetirlo".

Draco miró a su alrededor en busca de su chaqueta antes de recordar que estaba abajo. Bajó las escaleras lentamente. Le dolía un poco caminar, lo que le daba vergüenza. No quería que Potter supiera lo inexperto que era.

Su chaqueta ya no estaba junto a la puerta; solo las bolsas de la compra.

—¿Potter? —él llamó.

—Aquí —llegó la voz de Potter, y Draco la siguió hasta un comedor oscuro. Potter estaba de pie con la cabeza inclinada, de espaldas a Draco.

—Me quedé dormido —dijo Draco.

—Debí haberlo sabido —dijo Potter, y su voz cambió por completo. Estaba acerado por la furia. Como cuando le ataco con el ¡Sectumsempra!, el acecho con ojos duros y la palabra "Malfoy" pronunciada como un insulto. En la escuela, Draco habría respondido a la ira con ira. Pero su cerebro había sido recalibrado en los últimos años, por Voldemort, por Tertius. Sintió el terror inundado de haber enfadado a alguien y no saber lo que había hecho: pero sí que sería castigado por ello.

—Saber qué —dijo Draco, y Potter se tambaleó, sosteniendo su chaqueta y una carta: la carta de presentación de Draco de Tertius, la que tenía que mostrar a los nuevos clientes para que confiaran en él. Lo mencionaba como un asociado cercano, un socio comercial y Draco se dio cuenta tarde de qué si persuadía a extraños de que Draco estaba involucrado en los planes inmorales de Tertius, ciertamente convencería a Potter de lo mismo.

—Trabajas para Tertius Malfoy —dijo Potter.

—Vivo con él —dijo Draco. Potter hizo un ruido cruel y burlón.

—Por supuesto que sí. Siempre encuentras una manera de vivir con tu jefe, ¿No? Primero Voldemort, ahora…

—Tú crees que yo —dijo Draco, comprendiendo lentamente, porque todo en él era lento estos días, porque dos tercios de su mente estaban ocupados en el tic tac del reloj, cada segundo que pasaba se sumaba a los golpes que recibiría en el momento que regresara— ¿Crees que quiero trabajar para Tertius?

Potter se rio.

—Oh, ¿Te arrastraron de nuevo, Malfoy? ¿Contra tu voluntad? ¿Fue engañado el pobrecito Malfoy para que volviera a ser un maldito idiota malvado otra vez?

Dicho así, Draco tuvo que admitir que no sonaba muy bien. Quería defenderse, pero parecía que no podía encontrar las palabras.

—Yo no… quiero que acabe —logró decir.

—Bueno, eso es conveniente, porque ahora que te tengo, te voy a interrogar. Siéntate.

—¿Ahora? —dijo Draco, mirando el reloj en la repisa de la chimenea. Potter dio un paso adelante con un movimiento delgado y poderoso, tomó los hombros de Draco en sus manos y lo obligó bruscamente a sentarse en una silla.

—Sí, joder, ahora —dijo.

—¿No podría… ser mañana? —intentó Draco, el pánico distorsionando sus pensamientos.

—¿Crees que voy a dejar que te escapes para advertirle que estamos tras él? Debes estar alucinando. ¿Por qué viniste aquí, de todos modos, estabas tratando de obtener información sobre mí?

—No yo…

—Pensaste que sería divertido, ¿Verdad?

—No —dijo Draco— Por favor, déjame ir, volveré mañana…

—¡Sí te mueves una pulgada, no dudaré en aturdirte, Malfoy! ¿Necesito atarte?

Draco negó con la cabeza, la desesperación hundiendo su corazón. Adelaida; Tertius iría por Adelaida si Draco no regresaba para la cena. Si Draco no hacía la cena.

La mirada de Potter estaba llena de odio. Mantuvo su mirada fija en Draco mientras convocaba una pluma, tinta y una pila de pergaminos.

—Vas a responder a cada una de estas preguntas.

—Sí, está bien —dijo Draco— Solo tenemos que ser… si él se entera… —su voz se apagó. Si Tertius se enteraba de que Draco había hablado con un Auror, y especialmente con Potter, lo mataría. Era una certeza. Draco tenía familiaridad lejana con el temor por su vida, aunque la idea de morir por lo general tenía un atractivo confuso. Hoy no, pensaba ahora en eso solo con un horror sombrío y con los dientes apretados.

—Eres un cobarde —dijo Potter— No puedo creer que me haya en… eres como tu padre.

—¿Mi padre?

—Le dijo a todo el mundo que él no tenía la culpa, en la primera guerra, ¿No? Jugando a la víctima, usando la lástima de la gente… y luego nunca cambió.

Potter escribió algo en su bloc de pergamino con tanta fuerza que la pluma lo atravesó. "Lástima", pensó Draco. "¿Era eso lo que había sido? ¿Potter lo había querido por lástima?", Potter se estaba comportando ahora como si Draco lo hubiera engañado deliberadamente. Como si Draco fuera el último de una larga lista de personas que lo habían traicionado.

La mente de Draco ya no era lo suficientemente coherente para defenderse de las acusaciones. Si Potter pensaba que se había portado mal, probablemente lo había hecho.

Le dolía sentarse. Draco recordó con qué delicadeza Potter había acunado su cabeza como si su cráneo fuera algo precioso. Pensó en los ojos muy abiertos de Potter en su piel suave, en su mejilla sin afeitar. Draco respondió a todas las preguntas de Potter en oraciones cortas y entrecortadas, tropezando con sus palabras, tartamudeando en algunos lugares. Sonaba tan culpable, sabía que era así. Él se sentía culpable, aunque no estaba seguro de por qué. Anhelaba alejarse, esconder la cabeza entre las manos, acurrucarse en la seguridad de la soledad y asegurarse de que no había nadie más allí. La mirada de Potter se sentía como un asalto físico, así que Draco mantuvo sus ojos fijos en la mesa. La luz cayó con la tarde. Cuando Potter encendió la vela, Draco supo que debían ser las siete, y trató de calcular, con la parte más funcional de su mente que se dedicaba a tales cálculos, lo que obtendría con cuatro horas de retraso en la compra.

No sabía mucho, pero contó todo lo que hacía, todos los lugares a los que iba su tío, todos sus socios, cuánto dinero él gastaba y dónde. A qué olían los paquetes: colas de sirena picadas, pezuñas de centauro pulverizadas, garras de hombre lobo, arrancadas de las manos de los hombres antes de que se convirtieran. El labio de Potter se curvó con disgusto, pero no dijo nada más sobre el carácter moral de Draco.

—Por favor —dijo Draco— Eso es todo lo que sé. Por favor, tengo que irme… los… los comestibles

El helado se habría derretido. Y eso solo significaría…

Tertius había aplastado los dedos de Draco con la bisagra de una puerta hace seis meses. Todavía estaban torcidos. Hizo una mueca ante los recuerdos y estiró la mano, consciente de lo frágil que era cada parte del cuerpo humano, de lo fácil que era dañarlo.

Los comestibles —repitió Potter. Draco pensó, algo absurdo ahora, en un artículo que había leído una vez, que decía que el desdén y el despreció eran las dos únicas emociones a las que una relación no podía sobrevivir.

—Se enfadará —dijo Draco— Cuando está enojado, es…

Potter frunció los labios.

—¿Corre peligro tu vida si regresas? —dijo en un tono monótono, como si estuviera leyendo un cuestionario gubernamental. Probablemente lo hacía.

Se sentía como si Potter se fuera a reír si él decía que sí. Como si Potter fuera a llamarlo cobarde otra vez. Todavía podía sentir todos los lugares de su cuerpo donde Potter lo había tocado como si le importara.

—No —dijo, bajando los ojos a sus rodillas.

Potter se reclinó en su silla.

—Puedes irte —dijo.

En la puerta principal, con sus compras empapadas en la mano, Potter lo llamó por su apellido.

—¡Malfoy!

Draco hizo una pausa, la esperanza parpadeando con cansancio cobrando vida en su pecho. Potter llegó a la puerta. Se veía tan expuesto y herido que por un momento Draco quiso estirar la mano y tocar su cabello de nuevo, para calmarlo.

—Vete a la mierda —dijo Potter.

«—D&H—»

.

«—H&D—»

Tertius había sostenido la cara de Draco con una mano y la había golpeado repetidamente contra la esquina de la pared, hasta que Draco estuvo seguro de que moriría, o al menos perdería una parte importante de sí mismo.

Pero después de que Adelaida se fue, usando su voz de novia:

¡Tertius, oh, te he extrañado!

Después de que llevó a Tertius arriba para calmar su ira con sexo, Draco logró sentarse. Recuperó la toalla de manos de debajo del cojín del sofá y se la llevó a la parte posterior de la cabeza, que latía de forma repugnante.

Contó de siete en siete. Recitó un poema. Hizo una lista de todo lo que había almorzado esa semana. Pensó en la genealogía de la Familia Black.

Todo estaba bien. Todavía se tenía a sí mismo. Y por terrible que hubiera sido el interrogatorio de Potter, la fe de Draco era inquebrantable: Potter arreglaría todo. Le había dado a Potter la información que necesitaba para arreglar todo.

«—D&H—»

.

«—H&D—»

Las heridas de su cabeza aún no habían cicatrizado el día que Adelaida entró en su habitación con los ojos muy abiertos.

—Hablaba en serio —dijo Draco— No me voy a acostar contigo.

—Cállate —dijo, cerrando la puerta detrás de ella— Tertius acaba de llegar a casa.

Draco se puso de pie de un salto.

—Entonces, ¿Qué diablos estás haciendo aquí? ¡Él me matará! ¡Nos matará a los dos!

Adelaida parecía más distraída y nerviosa de lo que jamás la había visto.

—Lo escuché lanzando un Patronus. Algo sobre un trabajo que salió mal… Aurores… hombres lobo, él está… él está enojado, está tan enojado que yo no…

Hubo una fracción de segundo en la que Draco se dio cuenta de que iba a tener que ser valiente y no se dio tiempo de cuestionarlo. Adelaida estaba enrollando un mechón de cabello alrededor de las yemas de sus dedos con tanta fuerza que parecía como si estuviera cortando la circulación de la sangre.

—Ve a tu habitación —dijo— Pretende estar dormida. Enferma…

Adelaida cerró los ojos aliviada. Sabía exactamente lo que Draco iba a hacer.

—Gracias —dijo, y se fue.

«—D&H—»

.

«—H&D—»

Al día siguiente, Tertius se sentó junto a su cama, sirviendo sopa en los labios hinchados de Draco. Tertius había hecho la comida él mismo. En la bandeja con la comida había un pequeño jarrón con margaritas.

—Estoy tan contento de que hayas entrado en mi vida —le dijo a Draco, apartando suavemente el cabello de Draco de su rostro, y Draco le creyó, aunque el hecho de que Tertius lo dijera en serio solo empeoraba las cosas.

Podía decir que Tertius todavía estaba molesto por lo que había sucedido con el trabajo, porque no curó a Draco durante tres días, solo lo cuidó, con la varita en el bolsillo, como si estuviera limpiando los restos dejados por algún monstruo sin rostro que le había magullado los ojos de Draco y roto su clavícula, no el mismo Tertius.

Adelaida no apareció. Evidentemente, ella también había sentido que Tertius no sería tolerante con ninguna desobediencia en este momento. Pero una semana después de que Draco hubiera bajado las escaleras para recibir la paliza en su lugar, ella entró en la cocina cuando él estaba preparando la cena.

—He venido a buscar vino —dijo ella, sin mirarlo.

—Él pudo haberme llamado —dijo Draco— Yo lo habría llevado.

Hizo un sonido incomprensible y sacó una botella de vino blanco del armario frío. Luego se detuvo, con ambas manos en el cuello de la botella.

—El otro día…

—No te preocupes por eso —dijo Draco, sintiéndose muy heroico, por una vez, antes de recordar estar deprimido porque su forma de heroísmo ascendía a tan poco. ¿Qué había sentido Potter cuando mató al mago más malvado de todos los tiempos a los diecisiete años? Sólo otro martes, probablemente.

Adelaida asintió con la cabeza bruscamente.

—Tertius nos ama —dijo.

Draco suspiró.

—Eso no es amor —dijo.

—Oh, qué sabes, tus padres están muertos —dijo Adelaida. La punzada de dolor que Draco sintió ante las palabras ni siquiera era por sus propios padres: era por todas las veces que le había dicho eso a Potter. Adelaida tenía alguna excusa para su crueldad. Draco estaba podrido hasta los huesos.

—Ingenioso —dijo.

—Vete a la mierda —dijo, y salió de la cocina.

—¡De nada, por cierto! —Draco le dijo.

Pansy solía insultarlo tan a menudo, cuando tenía doce años. Luego se hizo mayor y decidió que era una dama, gracias, y decía cosas como: «"Oh, vete a la mierda"», que Vince y Greg encontraban escandalosamente divertido, y Draco encontraba bastante encantador. A ella realmente le había gustado en un momento, y Draco había pensado que era muy sexy y de piernas largas, y se habría acostado con él si se lo hubiera pedido. Pero Draco conocía demasiado bien a Pansy, sabía que ella se enamoraría de él si la tocaba, y sabía que él no se enamoraría de nuevo. Así que él decía: "Lo siento Pans, no puedo follarte o me amarás", y ella decía: «"¡Oh, vete a la mierda!"» y Greg y Vince se reían de ella y todo era perfecto. No se había dado cuenta en ese momento de que era perfecto, pero lo había sido.

«—D&H—»

.

«—H&D—»

Los Aurores llegaron al día siguiente. Draco estaba escribiendo en el estudio cuando las protecciones se derrumbaron, sonó la alarma y de repente fue como la guerra otra vez, explosiones, chillidos y maldiciones recorrieron la casa. No duró mucho. Quince minutos después, Draco, Tertius y Adelaida habían sido conducidos a la sala de estar por los Aurores. Tertius estaba inconsciente. Draco fue esposado de inmediato. Adelaida, pálida y llena de lágrimas, dio su declaración a un Auror con un sujetapapeles. Potter no estaba allí. Draco había pensado que lo estaría. No podía decidir cómo se sentía acerca de su ausencia.

—… ¿Y cuántos años tienes? —preguntó el Auror con el sujetapapeles.

—Trece —dijo Adelaida, y la visión de Draco se volvió borrosa, y lo siguiente que supo fue que había manos sobre él, arrastrándolo hacia atrás, evitando que pateara la repugnante cara de Tertius hasta convertirlo en pulpa

—Suéltame… a ella… lo voy a matar…

—Draco, detente —dijo Adelaida, y así lo hizo, jadeando en los brazos de algún Auror, desesperado, salvaje y miserable.

—Entiendes, Adelaida, que vamos a tener que ponerte en un hogar de acogida —dijo el Auror con el sujetapapeles.

—No —dijo Draco. El rostro de Adelaida estaba vidrioso con incrédulo horror— No, ella puede quedarse conmigo, ¿No?

—Estás bajo arresto —señalo el Auror que lo sostenía.

—Oh —dijo Draco sin comprender. De alguna manera esto no se le había ocurrido, a pesar de las esposas— Pero yo no hice nada.

—Estabas viviendo con un criminal y su novia menor de edad —dijo el Auror. Adelaida resopló.

—Por favor —dijo ella— Todo lo que hizo Draco fue comprar comestibles y recibir palizas. Es un inútil.

—¿Puede vivir conmigo si me liberan? —miró a Adelaida— ¿Te gustaría?

Adelaida miró a Tertius, tendido en el suelo, y luego asintió, una vez, enérgicamente.

«—D&H—»

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«—H&D—»

Por unos días parecía que Draco sería enviado de regreso a Azkaban. Se sentó en su celda de detención, tratando de decidir si se molestaría en sobrevivir si eso sucedía. El problema era el que siempre había sido: tenía un tenaz agarre por vivir. Nunca había querido morir, siempre había estado dispuesto a hacer cosas terribles y soportar indignidades espantosas para seguir con vida.

Pero al final no fue un dilema al que tuvo que enfrentarse. Adelaida presentó sus recuerdos a la corte, y en ellos quedó muy claro que Draco había sido una víctima, no un perpetrador. Fue liberado y Adelaida, una vez que hizo el papeleo, fue entregada a su cuidado.

.

.

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...CONTINUARÁ…


Glosario:

1: Piccadilly Circus: Es una intersección de calles y un espacio público del West End de Londres, en la ciudad de Westminster.

2: Waterstones Piccadilly: Es la librería más grande de Europa y ofrece una selección incomparable de títulos de todos los géneros.

3: 12.12 dólares estadounidenses aproximadamente.


Nota de la Traductora:

Este fanfic formo parte del festival H/D Erised 2020.

Si desean apoyar a Gallaplacidia pueden adquirir su libro debut "In Memoriam por Alice Winn" ya que elimino sus redes sociales desde hace tiempo.

Gracias a quienes leen esta traducción, dejan reviews y a los lectores fantasmas si es que hay.