Traducción: DESOLACIÓN JUVENIL de GallaPlacidia
Traducido por Sora Tapia
Resumen: Draco nunca pensó que terminaría como el único tutor de una adolescente con problemas. Harry nunca pensó que terminaría siendo un hombre lobo. Tener veintidós años es difícil.
ADVERTENCIAS: SLASH, Harry Potter Epilogue What Epilogue|EWE, Post-Hogwarts, Angst, Angst with a Happy Ending, Implied/Referenced Child Sexual Abuse, Werewolf Harry Potter, Down and Out Draco Malfoy, Fear of Hell, Veritaserum, H/D Erised 2020, Hurt/Comfort, Domestic Abuse (Not Between Drarry!), Mild Church Of Englad Conversion, Alcoholism Of An Original Character, Look I know the tags are scary but I promise it's not as dark as you're thinking, seriously it's actually quite uplifting by the end, Harry Potter plays the piano freakishly well, potions master Draco, Feminist Draco, A decent amount of teenage girl angst, prolonged and continual jokes about the 2000 classic film Coyote Ugly.
RELACIÓN HOMOSEXUAL, El Epílogo de Harry Potter No Existe, Post-Hogwarts, Angustia, Angustia con Final Feliz, Implícito/Referenciado Abuso Se_xu_al In_fan_til, Harry Potter|Hombre Lobo, Draco Malfoy prisionero y libre, Miedo al infierno, Veritaserum, Traducción de un fanfic del H/D Erised 2020, Dolor/Confort, Abuso Doméstico (¡No entre el Drarry!), Conversión leve por la Iglesia Anglicana, Alcoholismo de un Personaje Original, Sé que las etiquetas dan miedo pero te prometo que no es tan oscuro como se ve, en serio, en realidad es más reflexiva al final, Harry Potter toca el piano increíblemente bien, Draco Maestro de Pociones, Draco feminista, Una cantidad decente de Angustia adolescente, Bromas constantes sobre la película clásica del 2000 Coyote Ugly.
IMPORTANTE: La presente es una traducción del fanfic de GallaPlacidia "TEENAGE WASTELAND". Quien ha eliminado su cuenta en la plataforma AO3, así como todos sus fanfics, como una fan que ama su trabajo he decidido traducir sus fanfics al español para que sus fans de habla hispana podamos seguir disfrutando su trabajo.
Nota de GallaPlacidia en la versión original:
A Whileatwiltshire: Tus sugerencias fueron muy divertidas. Me encantó que me dieras la libertad de abusar del hurt/comfort, al mismo tiempo que me dabas muchos pequeños detalles con los que trabajar: una amistad entre Draco y Pansy, un Draco que hace perfumes y, lo que es más importante, un Draco y Harry que siempre parecen buscarse el uno al otro. ¡Espero que disfrutes leyéndolo tanto como yo escribiéndolo!
¡Muchas gracias a Aideomai, Alexmeg, Feelsforbreakfast y Tepre por betear esto! También muchas gracias a los moderadores por organizar este gran festival. ¡Black Live Matters! ¡Derechos-Trans! ¡Feliz Navidad/Invierno!
Notas de la Traductora:
Nombre de usuario en podbean & newsletter de Gallaplacidia: gallapod.
En mi perfil de AO3 (Usuario: Sora_Tapia) podrán encontrar el enlace para descargar los fanfics de GallaPlacidia en su versión en inglés (descargados de AO3) en varios formatos, así como Podfics que GallaPlacidia hizo.
DISCLAIMER:
El universo mágico de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, sin ánimo de lucro.
Toda la historia publicada no me pertenece solamente hice la traducción y la correspondiente edición.
LA UTILIZACIÓN DE CUALQUIER IMAGEN ES CON EL PERMISO DEL ARTISTA Y SIN FINES DE LUCRO.
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CAPÍTULO 2
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Ron y Hermione se reunieron con él en la estación de Trasladores. Hermione era demasiado cuidadosa y Ron demasiado rudo, pero a Harry no le importaba. Estaban allí, y las dos o tres amistades frágiles que había hecho en Los Ángeles, que se había convencido a sí mismo que estaban bien y eran suficientes, se revelaron de repente como lo que eran: Fino papel. No se había dado cuenta de lo solitarios que habían sido los últimos dos años hasta que Ron le dio una palmada en la espalda y Hermione le sonrió.
Regresaron a Grimmauld Place. Hermione la había limpiado. Todos los muebles que Harry había destrozado cuando lo mordieron, cuando comprendió que su vida había cambiado para siempre, habían sido retirados.
—Los Aurores te aceptarían de regreso, ya sabes —le dijo Ron, mientras comían pizza en la cocina.
—Oh, sí —dijo Harry— Manteniéndome cerca como un perro rastreador.
—¿Es así como pensabas de Lupin? —preguntó Hermione, y Harry estaba harto de eso. Se levantó y limpió su plato. Moverse ayudaba un poco con el dolor, el dolor constante en sus músculos. Harry corría cinco millas por día, porque su cuerpo estaba en agonía si no lo hacía, pero solo el sexo realmente frenaba el dolor sordo, e incluso entonces, solo por un corto tiempo.
—No voy a volver —dijo. Sabía que detrás de él, Ron y Hermione se miraban. Sabía que estaban decepcionados, que pensaban que su tiempo en el extranjero lo habría ayudado a aceptarlo. Como si Harry pudiera acostumbrarse a la idea de ser inherentemente peligroso, de ser contagioso.
En cualquier caso, se había ido a Los Ángeles con la esperanza de curarse, no para aceptarse a sí mismo. Hubo una extraña pandemia de hombres lobo en Hollywood Hills en los años 60 y, en consecuencia, los sanadores allí habían descubierto todo tipo de tratamientos avanzados. Pero Harry se había ido porque había una vieja bruja que usaba cristales que pensaba que había encontrado una cura, una manera de revertir ese momento del crujir de huesos cuando había sido mordido. Durante dos años había vagado por los amplios y secos bulevares de Los Ángeles, odiando cada momento, con la esperanza amargándolo. Y su cura había funcionado en el 20% de los participantes. Pero no en Harry.
—¿Qué vas a hacer si no…? —dijo Ron, pero Hermione lo interrumpió.
—Andrew se casó, ¿Lo escuchaste?
Harry esperaba sentirse más tenso por la noticia. Más protector. Ese era uno de los síntomas, había leído, pero aún no lo había notado. Apenas pensaba en las personas con las que había tenido relaciones sexuales, y había muchas después de Los Ángeles.
La única persona en la que pensó de la forma en que los libros decían que lo haría, obsesiva y agresivamente, fue de Draco Malfoy. Harry pensó que esto probablemente se debía a que él fue la última persona con la que había tenido sexo antes de convertirse, y también porque él era básicamente el responsable. Harry nunca hubiera estado en ese lugar si no hubiera sido por la información de Malfoy.
—¿Casado? —él dijo— ¿Y quién es el cónyuge afortunado? Es increíble que se las haya arreglado para encontrar a alguien a quien no le importe que le describan su pene en detalle en Corazón de Bruja.
Ron hizo un gruñido bajo.
—Siempre lo odié —dijo— ¿Recuerdas, Hermione? La primera vez que lo conocí, dije que era un imbécil.
Hermione suspiró.
—Él no era un imbécil. Por eso fue tan horrible —dijo.
Harry y Andrew habían salido durante seis meses. Resultó que seis meses habían sido suficientes para que Harry se enamorara y para que Andrew diera una intensa entrevista exclusiva sobre Harry, los genitales de Harry, las inseguridades de Harry y el persistente trauma de guerra de Harry.
Una semana después de la ruptura, Harry vio a Draco Malfoy en un supermercado. Se había sentido como el destino: como si Harry no pudiera confiar en nadie que no hubiera conocido antes de la guerra, y ahora aquí estaba Malfoy, hermoso, tranquilo y sonriente.
Y por un momento… bueno, por el tiempo que duro… se sintió como si tal vez todo encajara en su lugar. Para entonces, Harry se había dado cuenta de que gran parte de su fascinación por Malfoy en la escuela se debía a querer tirar de su cabello plateado, para acercarse a su boca ingeniosa. En la cama, parecía como si Malfoy hubiera admitido haber sentido exactamente lo mismo. Y habían pasado por las mismas cosas, se entendían el uno al otro, o Harry había pensado brevemente que lo hacían, y se le había ocurrido, mientras tomaba el hermoso rostro de Malfoy entre sus manos, mientras Malfoy tocaba el pecho de Harry, con tanta delicadeza… Se le ocurrió que tal vez esto era un regreso a casa, un final. Un descanso, después de tantos años de caza.
Pero, por supuesto, Malfoy solo estaba haciendo su propia versión de lo que había hecho Andrew. Usándolo, aunque Harry no estaba seguro de cómo. Engañarlo haciéndole creer que era algo y resultando ser el mismo matón egoísta que siempre ha sido. Harry no sabía por qué había esperado algo diferente.
Ya no salía con nadie. Iba a clubs nocturnos muggles y tenía aventuras de una noche.
—¿Recuerdas a Zacharias Smith? —preguntó Hermione. Harry se rio.
—Estás bromeando. ¿Andrew se casó con Smith?
—Combinación hecha en el cielo —dijo Ron— Par de imbéciles.
—Se divorciarán en dos años. Solo espera —dijo Harry. Abrió su nevera y miró dentro, solo para darle algo que hacer a sus manos— ¿No crees? —dijo— Hermione.
—Creo que se merecen el uno al otro.
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Era bueno estar de vuelta en Inglaterra. Había echado de menos las nubes, un chocolate decente y poder pedir té en una cafetería sin tener que guiar pacientemente al barista durante su preparación.
A los tres días, estaba inquieto. No era nuevo eso, la inquietud, siempre había odiado no hacer nada, pero se había vuelto más pronunciado desde la mordida. Había descubierto que el sexo parecía impedir temporalmente que su cerebro se volteara de revés. Y por supuesto, era la única forma de calmar el dolor constante en sus músculos. Su cuerpo se sentía como si hubiera estado atrapado en un vuelo de larga distancia durante días, sin importar cuánto ejercicio hiciera.
Nunca había estado en clubs en Gran Bretaña. Era diferente; mucho más formal, de alguna manera. Tuvo que realizar un Confundus al portero para que lo dejara entrar, un hombre soltero con jeans. A diferencia de LA(1), todas las chicas usaban tacones y rostros llenos de maquillaje. Harry se paró en la pista de baile y dejó que la música latiera a través de él, latiendo en su sangre.
Ella lo encontró. La chica de cabello azul. Era más joven que Harry, no mayor de dieciocho o diecinueve años, Harry adivinaba, aunque era difícil saberlo bajo la tenue iluminación del club. Tenía un piercing en la nariz y aretes en ambas orejas y se acercó a él como si él le hubiera ordenado acercarse, con ojos duros y decididos. Podía sentirlo salir de ella en oleadas, su disponibilidad. No era un olor, exactamente, no era qué por ser parte lobo significaba que pudiera olfatear la excitación de las personas, era más sutil que eso. Podía sentirlo. «Sé que me deseas», parecía decir. «Puedes tenerme».
Era dolorosamente hermosa. Ella sonrió levemente mientras ponía sus manos sobre su pecho. Él la atrajo hacia sí, comenzó a mecerla al ritmo de la música. Ella estiró su grácil cuello y apoyó la nariz contra su barbilla.
Entonces ella fue arrancada de su agarre, y Malfoy se puso enfrente, incandescente de rabia. Estaba inquietantemente encantador en las luces intermitentes.
—Aléjate de ella —le gritó a Harry. Harry apenas podía distinguir las palabras a través de la música. Malfoy tenía la mano apretada sobre el antebrazo de la chica de cabello azul, y Harry se dio cuenta de que era su novia con un torbellino, una ola de sentimientos: ira, indignación, celos y resentimiento, y más allá, algo como esperanza en el fondo de la caja de Pandora, surgió regocijo. El regocijo de que la novia de Malfoy hubiera tratado de engañarlo con Harry.
—Lamento que le guste más yo que tú —dijo Harry, pero dudaba que Draco lo escuchara. Le lanzó a Harry una mirada de profundo desdén, luego sacó a la chica de la pista de baile, fuera de la vista.
Harry siguió riéndose por un rato después de que Malfoy y su novia se fueran, pero era consciente de que algo desagradable crecía en su pecho. La idea de que Malfoy tenía novia. El conocimiento raspó su corazón, amargamente injusto.
Andrew, felizmente casado. Malfoy, saliendo con una chica hermosa. Toda esta gente de mierda, encontrándose, exorcizando su soledad. Y Harry estaba solo en un club nocturno muggle, temiendo la luna llena.
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Draco los Apareció de regreso a su departamento, aunque técnicamente no se suponía que hiciera eso con menores. Él la soltó en el momento en que llegaron a la cocina.
—Adelaida. ¿Qué mierda?
Ella se cruzó de brazos.
—Mi cuerpo, mis reglas. Tu dijiste eso. Y luego me detuviste.
—¡Una regla! ¡Nadie mayor a un año más que tú! ¡Potter tiene mi edad!
—¡Y es famoso! ¡Y él me quería! ¡Estás malditamente celoso y triste porque nadie quiere acostarse contigo, es patético!
Draco dio un paso atrás, palpó la encimera con los dedos. Trató de cubrirse la cara, pero sabía que no lo había conseguido a tiempo, porque Adelaida se mordió el labio y agachó la cabeza.
Hubo un largo silencio mientras Draco intentaba pensar qué decir. Había estado furioso cuando vio a Potter sosteniendo a Adelaida, la forma en que siempre estaba furioso con Adelaida… no solo Potter era demasiado grande, sino que tenía todas las ventajas sociales y económicas, la dinámica habría dejado a Adelaida esencialmente sin poder, y Draco odiaba eso. Pero también hubo algo más, un desarraigo de su corazón, mientras observaba a Potter abrazar a otra persona, mirar a otra persona y recordar cómo había sido eso. Qué digno se había sentido, durante una hora. Qué inútil, después.
Era vergonzoso que todavía no lo hubiera superado.
—Eres demasiado joven para ir a clubs —dijo— ¿Cómo entraste? Tienes que tener dieciocho años.
Adelaida le lanzó una mirada desdeñosa.
—Sí, y nadie soñaría jamás con dejar entrar a una chica menor de edad a un club. Todo el mundo va a clubs a los quince.
—Yo no —dijo Draco.
—Eso es porque estabas en la escuela de magos nerds —dijo Adelaida. Su trabajador social había desaconsejado enviar a Adelaida a Hogwarts. Dijo que se destacaría demasiado como una nueva estudiante de cuarto año, particularmente una que había pasado por tanto como Adelaida. Así que Adelaida iba a una escuela estatal muggle y Draco la instruía por las noches, convencido de que le estaba fallando.
—¿Así que me estás diciendo que Tasha, Fiona y Ellie se van a clubs solas, tratando de acostarse con chicos de veintidós años? —preguntó.
Adelaida parecía atrapada.
—Bueno, simplemente son inmaduras —dijo. Draco se rio con tristeza— Solo quieren bailar.
—A diferencia de ti —dijo. Adelaida levantó la barbilla y a Draco se le ocurrió un pensamiento horrible— ¿Potter… sabía cuántos años tenías?
—Por supuesto que no —dijo Adelaida— Nunca quieren hacer nada, si les dices eso.
—Qué tragedia —murmuró Draco— ¿Has estado bebiendo?
—No —mintió Adelaida. Draco suspiró.
—Siéntate —dijo.
—¿Terminaste de gritarme?
—Por el momento —dijo Draco. Adelaida se acercó a la mesa. Sus tacones altos eran pesados. Draco se los había comprado cuando obtuvo un 95% en su examen de Literatura. Habían trabajado muy duro para ese examen juntos, y luego ella lo llevó a Debenhams(2)y se probó mil pares de zapatos antes de decidirse por estos. Ella le echó los brazos al cuello y le dijo: «"¡Te amo!"», cuando él le entregó la bolsa para que la llevara.
Preparó un desayuno inglés completo. Por una vez, ella no se quejó de que estaba engordando cuando él se lo dio, simplemente lo comió, comiendo a mordiscos pulcros y elegantes. Tertius le había enseñado modales perfectos en la mesa.
Draco la miró comer y se preguntó si esto era una venganza por la pequeña mierda que él había sido cuando tenía quince años. Él podría haberlo creído, si ella simplemente hubiera sido desagradable con él, pero eso no era lo peor de Adelaida. Lo peor era lo constantemente que estaba asustado por ella.
Dejó cuidadosamente el cuchillo y el tenedor en el plato.
—Fiona te quiere —dijo. Ella lo miró con ojos suaves y de disculpa. Draco no corresponderlos.
—¿Es esa tu forma de pedir perdón por llamarme patético? —preguntó.
—Solo piensas que eres patético. En realidad, no lo eres —dijo.
—Tú, aduladora, tú.
Empujo su plato hacia adelante, apoyó los brazos sobre la mesa y jugueteó con sus brazaletes. Draco sospechó que los había robado.
—¿Cómo me encontraste, de todos modos? —ella preguntó.
—¿Creerías que yo mismo estaba en ese club?
Cuando Adelaida se acostaba con personas en las que confiaba, como le había dicho esa noche, Draco salía a clubs y bares. La gente lo tocaba allí, lo besaban, a veces. Una vez, se había ido a la casa de un hombre, pero cuando llegaron a su departamento, Draco comprendió abruptamente que no podía continuar con eso, y se fue, y nunca más lo intentó. Pero aun así salía, porque las chicas muggles le sonreían, y los chicos muggles bailaban con él, y durante esas escasas horas se sentía joven otra vez.
Adelaida lo miró con interés.
—¡Draco! ¿Te has estado divirtiendo? ¡Cuidado, los muertos de la guerra vendrán a buscarte si te ríes sin las sombras del paso en tus torturados ojos!
Draco sonrió y envió su plato al fregadero con un movimiento de su varita.
—Sí, está bien —dijo— Creo que tienes suficiente diversión por los dos.
—Gracioso —dijo ella, su expresión cambió— ¿Es eso lo que crees que estoy haciendo?
Draco extendió su mano por encima de la mesa. Ella lo tomó.
—Por favor, no me asustes así —dijo en voz baja.
—Como si Harry Potter me hubiera hecho daño —dijo— ¿Él es cuánto, seis, siete años mayor que yo? Las personas de treinta y seis años salen con personas de treinta años todo el tiempo.
—Sé que no te parece extraño. Pero te lo prometo, debería sentirse raro para el chico de veintidós años. Cualquiera que esté bien con ese tipo de dinámica de poder es una mala señal.
—Soy madura para mi edad —dijo Adelaida— Sabes quién soy.
—Teníamos un acuerdo. Nadie mayor a un año más que tú. Lo juraste.
Adelaida apartó la mano de la de él.
—Está bien, está bien, lo siento —dijo, sin sonar arrepentida en absoluto. Luego, más despacio, con más sinceridad— No fue mi intención asustarte.
—Solo quiero que seas feliz —dijo Draco.
—Ja —dijo Adelaida— La felicidad es para la gente estúpida.
—Oh, sí, lo olvidé, somos artistas torturados —dijo Draco.
—Sufrir por nuestro Arte —dijo Adelaida.
Draco miró el gracioso reloj sobre la estufa.
—Es tarde —dijo.
—Es viernes —respondió Adelaida— Veamos algo.
Draco sabía que, si él fuera una buena figura paterna, la enviaría a su habitación, sus oídos zumbando con sus advertencias. Pero él no era nada bueno: Mirandola. Estaba demasiado solo y arruinado para hacer otra cosa que no fuera amarla.
—No volveré a ver Coyote Ugly —dijo.
—¡Oh, vamos!
—No. Tú eres el que me dio un ataque al corazón esta noche. Puedo elegir la película. Y será Gladiador.
—Puaj. Bien. ¿Podemos traer más vino?
Draco se frotó los ojos.
—Me iré al infierno —dijo. Era un concepto nuevo, uno que había descubierto mientras la ayudaba con su ensayo de religión, y había tenido un impacto enorme y terrible en su felicidad— Sí. El blanco ya está abierto en la nevera.
Ella se acurrucó junto a él, su cabeza azul descansando sobre su hombro, gritando a la pantalla y aullando por la violencia. Ella solo bebió la mitad de su copa de vino. Ella nunca bebía mucho a su alrededor. Deseaba que lo hiciera, deseaba que fuera a follar con sus amigos, en lugar de beber sola en su habitación, tarde en la noche.
El terapeuta de Draco le dijo que solo podía controlarse a sí mismo, que solo podía hacer lo mejor que podía. Draco pensaba que su terapeuta no era tan inteligente. Solo iba porque Adelaida se negaba a ir con la suya si el no acudía a terapia también.
Se quedó dormida, como siempre lo hacía, en medio de la escena más culminante, con la cabeza colgando hacia Draco. Miró el resto de la película y luego la llevó a su dormitorio. Le quitó los zapatos, los brazaletes, el pendiente puntiagudo que la lastimaba cuando dormía sobre él. Se despertó cuando él le coloco el edredón debajo de la barbilla.
—Te amo —dijo ella.
—Vuelve a dormir —dijo Draco y ella lo hizo, una mirada pacífica se posó en su triste y hermoso rostro.
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Draco odiaba a su jefe y su jefe lo odiaba a él. El Señor Dinsmore sufría del tipo de inseguridad que se enmascaraba de manera notoria con la arrogancia, y tal vez no había mejor manera para que el señor Dinsmore demostrara que era un maestro de pociones brillante que decirle a cualquiera que quisiera escuchar que Draco era una mierda abismal, "todo aquel que quisiera escuchar" eran los clientes y la dependienta, Cynthia. A Draco le agradaba Cynthia tanto como le desagradaba el señor Dinsmore. Cynthia tenía una especie de rostro apático y escuchaba las peroratas anti-Draco del señor Dinsmore con la impasibilidad de los párpados pesados de una vaca a la que le leen un poema.
Probablemente la verdadera razón por la que el señor Dinsmore odiaba tanto a Draco era que Draco era mejor que él en su trabajo. A tan solo unos meses de empezar a trabajar en "El Emporio de Pociones de Dinsmore". Draco ya estaba haciendo todos los pedidos complejos. Permanecía en la trastienda el mayor tiempo posible, donde nadie lo molestara. Cynthia lo buscaría a la hora del almuerzo, con su estilo apático «"¿Hora de un sándwich?"» y a veces el señor Dinsmore se apoyaba en el marco de la puerta y le decía que lo estaba haciendo mal, que tenía suerte de tener trabajo, que tenía mala actitud. Pero aparte de eso, Draco estaba felizmente solo, perdido en su trabajo. Era la única ocasión en la que sentía que era bueno para algo.
—Draco —dijo el señor Dinsmore— Hay una nueva poción que debes hacer. No tengo tiempo.
"Mi culo", pensó Draco. Probablemente era demasiado difícil para él. Pero mantuvo la boca cerrada (eso era algo que Tertius le había enseñado: cuándo estar callado, lo que, lamentablemente, era siempre) y esperó.
—Es una especie de poción para hombres lobo de California —dijo el señor Dinsmore, entregándole un trozo de pergamino con las instrucciones. Parecía terriblemente complicada. El corazón de Draco se exaltó. Había pasado mucho tiempo desde que había sido desafiado.
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—Te ves más alegre —dijo Adelaida esa noche. Todavía estaba en su uniforme escolar, su cabello castaño y pulcro. Draco golpeó su cabeza con su varita y el glamour desapareció.
—Nueva poción para hombres lobo —dijo— Nunca había visto algo así. Si se toma semanalmente, parece que evitara que el bebedor se transforme más de dos veces al año.
—Nerd —dijo Adelaida, quitándose los zapatos y dejando caer su mochila sobre la mesa de la cocina— Leímos un buen cuento corto en Literatura, deberías leerlo —ella lo sacó y se lo dio. Era de alguien llamado Guy de Maupassant(3). Se sentó a la mesa y leyó mientras Adelaida preparaba el té. Ella le arrojó una manzana y él la atrapó sin levantar la vista.
—Todo se lee mejor con una manzana —dijo.
—Adelaida. ¿Es esta una historia sobre una persona que comete un error en su juventud y arruina el resto de su vida?
Adelaida se quedó helada.
—Eh. ¿Sí?
Draco le devolvió la historia.
—Sí, no voy a leer eso —dijo. Adelaida saltaba arriba y abajo sobre los dedos de los pies.
—¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Lo olvide! —ella dijo. Parecía una niña pequeña desesperada por ir al baño.
—Encantamientos hoy —dijo Draco— ¿Practicaste los Encantamientos de Animación?
—¿He arruinado tu día?
—Semana —dijo Draco.
—La vida, en realidad —dijo Adelaida, pero la broma no le salió bien. Draco empujó su pierna con el dedo del pie.
—Adelaida. Deja de girar en espiral. Encantamientos de Animación; ¿Practicaste?
—Lo siento. Sí. Sí, practiqué. Y yo hice la lectura —tomó un mechó de su cabello y lo masticó por un momento— Debí haberlo pensado. Sé que ese tipo de cosas te ponen triste. La historia, quiero decir.
—No me entristeció —dijo Draco.
—Podría haberlo hecho —dijo Adelaida.
—No lo hizo. Ahora siéntate y concéntrate.
Adelaida se quitó la chaqueta de la escuela, se hundió en el asiento frente a él y rebuscó en su mochila en busca de su varita.
—¿Puedo hacer la cena esta noche? —preguntó, poniendo la varita y un cuaderno en la mesa de la cocina.
—Solo si lo haces bien y haces los demás deberes.
—¿Por favor? Hay una nueva receta que yo…
—Entonces será mejor que te concentres en Encantamientos, ¿No?
Frustraba a Draco, lo difícil que era conseguir que Adelaida se interesara por la magia. Ella se comportaba como si le estuviera haciendo un favor y parecía pensar que todo el asunto estuviera totalmente fuera de moda.
Casi nunca hablaba de su vida antes de Tertius, pero él entendió que su padre, un mago, había abandonado a su madre muggle sin hablarle nunca de la magia. Su madre había dejado a Adelaida con unos amigos cuando tenía diez años y nunca regresó. A partir de ahí, Adelaida pasó de familia en familia, nadie la quería, hasta Tertius.
—Él me rescató —le había dicho a Draco, una vez.
—Lo sé —había respondido Draco— A mí también.
Draco sabía por qué a ella no le gustaba la magia. Estaba atrasada, por lo que nunca estaría a la par de los de su edad; Y Adelaida odiaba no ser buena en las cosas. En la escuela, fue considerada candidata a Oxbridge(4). En casa, podía ver que estaba trabajando con los libros de estudio de segundo año.
Alrededor de las ocho, Tasha, Fiona y Ellie llegaron. Todavía le producía a Draco un escalofrío de petulante placer, que se les permitiera venir. Ninguno de sus padres había estado interesado en él al principio. Pero Draco había ido a todos los eventos desagradables para padres y sonreía y llevaba pastelitos terribles y mal hechos hasta que finalmente se ganó su confianza.
Las chicas se amontonaron en el piso, se quitaron abrigos, bolsos y zapatos, abrieron armarios, hurgaron en la nevera.
—Hola, Draco —dijo Fiona, acercándose sigilosamente.
—Ellie recibió una detención hoy porque el señor Flanders es sexista —dijo Tasha.
—Llamó a Jane Austen, literatura para chicas. Eso es sexista —dijo Ellie.
—Mmm —dijo Draco— ¿Cómo lo llamaste a cambio?
—Un cerdo chovinista —dijo Ellie. Había sacado una caja de plástico de uvas de la nevera y estaba rebuscando para encontrar las buenas.
—Fuiste directo a las armas grandes —dijo Draco.
—Deja de tocar todas las uvas, Ellie. Eso es repugnante —dijo Adelaida.
—¡Todas están viejas! Draco —Ellie levantó la vista y sonrió, mostrando su expresión de engatusamiento que decía: Quiero algo— ¿Hay chocolate? ¿Hay, hay, hay?
—Iré a la tienda —dijo. Miro a Adelaida— ¿Serás buena?
—¿Cuándo no lo soy? —preguntó Adelaida.
Se acostó antes que ellas, su música y sus risas atravesaban las paredes. Era su sonido favorito para quedarse dormido: Adelaida, segura, feliz y cerca.
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La poción era complicada, y tuvo que conseguir algunos ingredientes extraños de la dama antipática que dirigía la tienda de suministros de pociones en Richmond, pero tres días después, Draco lo había hecho. Estaba silenciosamente emocionado; había pensado por un momento que podría fallar. El señor Dinsmore lo descorchó, la olió y se lo devolvió a Draco con una mirada agria.
—Bien. Entrégalo hoy, ya es tarde. Se suponía que lo recibiría ayer —dijo, y le entregó a Draco una dirección en una hoja de papel.
«—D&H—»
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«—H&D—»
Draco no se dio cuenta de que era la casa de Potter hasta que estuvo de pie en el umbral, tocando el timbre. No tuvo tiempo de hacer más que pensar "Oh, esto no es…", antes de que la puerta se abriera y Potter estuviera en frente.
Draco le tendió la poción.
—Poción —dijo, estúpidamente.
Potter parecía tan disgustado como se sentía Draco.
—Tú no eres Dinsmore —dijo.
—Trabajo para él —dijo Draco. Un recuerdo brilló; Potter burlándose de él, Potter empujándolo bruscamente hacia una silla, soportando el dolor porque Draco todavía estaba adolorido por… y luego un recuerdo diferente, de Potter encima de él, las venas marcadas en sus brazos, la mirada en su rostro. Draco sintió que sus mejillas se calentaban.
—Bien. Adelante… —dijo Potter. Desapareció dentro de la casa, y Draco lo siguió, a una pequeña y sombría sala de estar. Había un tapiz en la pared que Draco reconoció.
—Ah —dijo— Está es la casa Black.
—Es mía —dijo Potter, prácticamente gruñendo, como si Draco hubiera dicho "¡He reunido un ejército de diez mil hombres y estoy aquí para reclamar mi hogar ancestral!".
—Lo sé —dijo Draco— Tranquilízate Potter.
Nunca funcionaba con él cuando Adelaida le decía que se relajara, y ciertamente no funcionó con Potter. Su varita estaba de repente en la cara de Draco.
—¡Potter! ¡Qué mierda!
—Tienes que firmar un contrato de confidencialidad, como Dinsmore —dijo Potter. Su varita se clavó en el cuello de Draco.
—¡Jesús, bien! ¡No me mutiles de nuevo! —dijo Draco, como si no estuviera asustado.
Potter pareció un poco desconcertado. Bajó su varita, luciendo casi avergonzado, luego empujó un trozo de pergamino sobre la mesa de café. Draco se permitió pretender leerlo durante unos segundos mientras su ritmo cardíaco bajaba. "Potter de mierda".
Una vez que ya no pudo sentir el pulso en la garganta, Draco se concentró en el pergamino y lo leyó cuidadosamente. No sería capaz de decirle a nadie que había visto Potter, y mucho menos lo que le había vendido. Draco lo firmó, todavía sin entender. Entonces su mirada se posó en la poción que todavía tenía en la mano y se echó a reír.
—Oh —dijo— Eres un hombre lobo. Dios, no eras lo suficientemente especial, ¿Verdad?
Potter lo miró con algo cercano al odio. Draco recordó lo tierno que había sido, lo lento que había dilatado a Draco, cómo, aunque le dolía, no quiso decir nada porque quería impresionar a Potter. Para mantener a Potter mirándolo como lo había hecho ese día, amable y comprensivo.
—Un regalo de tu parte, Malfoy; Así que gracias por eso —dijo Potter— Realmente arruinó mi vida, te alegrará saberlo.
—Oh, bien, mi plan tuvo éxito —dijo Draco— Mi gran plan para convertirte en un hombre lobo. ¡Finalmente! ¡Mis ambiciones se han cumplido!
Estaban parados a seis pulgadas de distancia. Potter parecía furioso. Draco no sabía mucho sobre hombres lobo; había estado un poco enamorado de Lupin en tercer año, pero obviamente nunca le había dicho a nadie sobre eso, y había hecho todo lo posible para reprimirlo en ese momento. Potter no parecía diferente de cómo siempre había sido: fuerte, letal y demasiado guapo para ser verdad.
—Eres tan divertido, Malfoy —dijo Potter— Siempre tan divertido. Con tu nada graciosa intolerancia y tus nada graciosos intentos de asesinato y tus hilarantes traiciones…
—Cállate —dijo Draco, empujándolo— Tú no me conoces.
—No me toques —dijo Potter, agarrando las muñecas de Draco, y el terror surgió en Draco, metálico y paralizante. Tertius le había agarrado las muñecas así, lo había arrastrado, gritando, hasta la puerta de la cocina, y había…
Potter lo soltó. Su ira parecía teñida de confusión, ahora. Draco estaba tocando su mano derecha con la izquierda, un tic nervioso, comprobando que estaba bien. Se obligó a detenerse. Potter no era Tertius. Sería una pelea justa, al menos, si llegara a ocurrir.
El silencio entre ellos era fuerte con sus respiraciones, y para dejar de pensar en Tertius, Draco se fijó en la mandíbula exquisitamente tallada de Potter. Draco lo había besado, esa vez, a lo largo de la cresta afilada, y no había sido suficiente, ni mucho menos. Draco lo miró fijamente, tratando de recuperarse de la adrenalina que lo había invadido, y Potter dio un pequeño paso hacia adelante. Cuando habló, su voz era más humana, como si algo de su ira se hubiera desvanecido.
—Si le dices a alguien que me han mordido, que Dios me ayude, Malfoy, yo…
—Firmé el maldito contrato —dijo Draco, dándole la espalda, pero Potter estaba más cerca de lo que se había dado cuenta, y Draco golpeó su firme pecho. La otra mano de Potter lo atrapó por la cintura y luego…
Draco no estaba seguro de cómo sucedió, quién lo había iniciado, pero se estaban besando furiosamente, y Potter lo empujó hacia el sofá, se subió encima de él y lo besó con más fervor.
Definitivamente estaba caliente. También era un poco horrible, porque Potter parecía tan enojado todavía, y Draco ya no se sentía enojado en absoluto, solo desesperado, solo esperanzado de esa manera desesperada, como si hubiera alguna posibilidad de qué si Draco besaba a Potter lo suficientemente bien, Potter volvería a quererlo.
"Asqueroso", podía imaginarse a Adelaida diciéndole, "Ten un poco de respeto por ti mismo".
Esta vez, Potter no lo llevó a su dormitorio.
—¡Accio lubricante! —dijo.
—Espera —dijo Draco. De alguna manera, se habían desnudado casi por completo. Draco ni siquiera estaba seguro de cómo había sucedido, aunque sabía que había arrancado la mayor parte de la ropa de Potter en un frenesí de lujuria, por lo que probablemente era una pista.
—¿Qué? —preguntó Potter. Ojos negros con un fragmento de verde alrededor del borde. Su cabello lucía como siempre; Cabello permanentemente sexual, era realmente envidiable. El frasco de lubricante entró silbando en la habitación, y Potter lo atrapó, lo atrapó en el aire como si nada.
—No voy a hacer eso de nuevo —dijo Draco. Potter frunció el ceño.
—¿Por qué? Te gustó la última vez.
—Bueno, no lo haré esta vez. ¿Por qué no…?
La expresión de Potter era dura.
—No dejaré que tú —dijo.
—¡Oh, por supuesto que está bien que me folles, pero Dios no permita que la hombría de El Elegido sea impugnada!
—¡No se trata de virilidad, idiota, se trata de confianza!
Ambos estaban sentados ahora. Draco todavía estaba tan duro. Potter sin camisa era realmente un espectáculo para la vista.
—Bien —dijo Draco— Acuéstate. No toques mi cabello.
Potter parecía confundido.
—¿Qué?
—Acuéstate —dijo Draco de nuevo— No toques mi cabello.
—Yo… está bien —dijo Potter, y se recostó en el sofá, siguiendo a Draco con la mirada mientras Draco se inclinaba.
Draco nunca lo había hecho antes, y tenía la intención de mostrar cuán descuidado era, cómo esto también era solo sexo para él, o tal vez incluso solo enojo. Pero desafortunadamente, chupar la polla de Potter resultó ser algo claramente íntimo, y Draco no pudo evitar hacerlo despacio, con cuidado, como si le importara. Lo cual, obviamente, lo hacía.
Potter no lo tocó. Draco le había dicho que no lo hiciera porque tenía gel en el cabello, y le preocupaba que a Potter le repugnara. Aun así, había algo miserable en tragar sin ningún toque agradecido o de reconocimiento.
Se sentó. Pensó que Potter debería corresponder, y por lo tanto probablemente lo haría, porque él era Potter y tendía a cumplir con su deber. Pero en caso de que no lo hiciera... Draco no quería suponer nada… así que Draco alcanzó sus boxers. Potter los apartó de un golpe su mano y empujó a Draco contra los cojines. No usó su boca, solo su mano. Draco se corrió vergonzosamente rápido.
Estuvieron quietos por un momento, sin mirarse. Entonces Potter simplemente agitó su mano y el desastre desapareció.
—¿Qué diablos? —dijo Draco. Potter se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa. Hacía tanto calor que, si las cosas hubieran sido diferentes, Draco habría saltado sobre él y se habría corrido de nuevo. En cambio, se vistió rápidamente, sin decir ninguna palabra. Potter yacía desnudo en el sofá, mirándolo.
La mirada de Draco se posó en la poción sobre la mesa de café y cerró los ojos horrorizado.
—Tú… —dijo. Tomó aire— Tienes que pagarme. Por la poción.
Potter rio desagradablemente e invocó una pequeña bolsa de oro. Se la arrojó a Draco, quien se lo metió en el bolsillo y se dispuso a irse, avergonzado, confundido, y excitado, aún.
—Esa chica en el club —dijo Potter, y Draco se detuvo, un escalofrío recorrió su piel.
—Adelaida —dijo. ¿Cómo podía ser tan estúpido? Por supuesto, Potter sabía que Draco era el tutor de Adelaida. Por supuesto que estaría preocupado por el bienestar de Adelaida, asumiría que Draco no era lo suficientemente responsable como para cuidarla. Probablemente había estado en ese club como una prueba.
—Buena chica —dijo Potter, con una risa.
—A ella no le hace falta nada —dijo Draco. Potter hizo un sonido de incredulidad, pero no habló. Draco esperó unos segundos más en la puerta y luego se fue.
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...CONTINUARÁ…
Glosario:
1: LA: Acrónimo de "Los Ángeles".
2: Debenhams: Es una multinacional británica que opera grandes almacenes en Reino Unido e Irlanda, con franquicias en otros países. Vende ropa, artículos para el hogar, mobiliario etc.
3: Guy Maupassant: su nombre completo es René Albert Guy de Maupassant fue un escritor y poeta naturalista francés. Escribió cerca de 300 cuentos cortos y 6 novelas.
4: Oxbridge: Es el sobrenombre con que se conoce conjuntamente a las universidades de Oxford y Cambridge, las más antiguas, caras y famosas del Reino Unido.
Gracias a quienes leen esta traducción, dejan reviews y a los lectores fantasmas si es que hay.
