¡Muy Feliz Año Nuevo a todas! ¡Una alegría compartir un capítulo más de esta historia con ustedes en este nuevo año 2024, lleno de esperanzas para todos! Disculpen la tardanza, pero el tiempo se limita mucho en estas fechas familiares. ¡Espero hayan tenido una tranquila celebración de fin de año junto a sus familias y amigos!

Continuamos…

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XXI

El jueves de la siguiente semana, la tan anhelada celebración del Día de Acción de Gracias finalmente había llegado. Tras una amena media tarde departiendo en familia, la mesa principal en la Mansión Andley estaba suntuosamente decorada para la cena. Todos los miembros de la familia Andley, Brower, Britter, Stewart, Brighton y O'Brien, elegantemente ataviados, se encontraban presentes.

William Albert, a la cabeza de la larga mesa, se puso de pie, mirándolos a todos, contemplando los sonrientes rostros de sus sobrinos y de Candy, el rostro serio de su tía Elroy al otro extremo de la mesa, y los muchos rostros ahora familiares para él a ambos extremos de la mesa, que le inspiraban un sentido de familia extendida.

"Quiero agradecerles a todos su presencia hoy aquí." Comenzó él. "Nos sentimos honrados porque aceptaran acompañarnos en esta festividad familiar tan significativa, y sobre todo, en este año, en el que nosotros - como bien ha dicho varias veces mi tía -, tenemos muchas bendiciones qué agradecer como familia", dijo viendo a su sobrino sentado a su derecha, seguido de su bella esposa, que lucía en aquella noche su cabello recogido, ataviada en un delicado vestido de maternidad de gala en color palo rosa. "Por lo que quisiera invitar a mi sobrino Anthony Brower Andley a que dirija la oración de acción de gracias de este año.", dijo el joven patriarca para sorpresa del rubio menor, y de todos en la mesa.

Candy se conmovió llevando sus manos a su corazón, mientras los demás sonreían por el cambio sugerido por el patriarca.

Anthony se puso de pie con un poco de duda en su mirada hacia su tío. "¿Estás seguro, tío William?", le preguntó.

El elegante jefe del Clan tocó con cariño el hombro de su sobrino, siendo ambos en ese momento los hombres más altos de la familia. Parecían gemelos, vistos de golpe, pero notoriamente diferentes al verlos de cerca. Sobre todo, por el cabello largo hasta los hombros que William Albert seguía conservando de sus tiempos de adolescente, pero que a Charlotte le parecía lo hacía lucir algo rebelde e incluso sexy - una consideración que la avergonzaba reconocer en secreto a veces. La bella joven de cabello color castaño, sonreía orgullosa de él, sentada a la mesa, entre la prometida de su hermano Mary Ann, y su padre Frederick Stewart, alegrándose por su decisión en favor de su sobrino.

"Por supuesto, Anthony.", dijo William, tomando asiento de nuevo junto a los demás.

Anthony exhaló un tanto nervioso, pero viendo a su sonriente esposa que sentada junto a él le sonreía asintiendo - aquella sonrisa sincera y cargada de amor de su Candy -, lo hizo sentirse de pronto consciente de todo por lo que debían de agradecer más que nunca, y una sonrisa tomó lugar también en su apuesto rostro, asintiendo de vuelta.

Anthony volvió su vista hacia los demás, e irguiéndose, comenzó. "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.", dijo santiguándose, junto con el resto de la familia, dirigiéndolos en oración. "Amado Padre Celestial," dijo él con solemnidad, entrelazando, como los demás, sus manos en oración, "…en este día de unión familiar y gratitud, en el que nos permites reunirnos todos y darnos cuenta de cuán grande y compasivo ha sido tu Amor para con nosotros este año, queremos agradecerte en primer lugar, tu presencia en nuestras vidas y la oportunidad que nos brindas cada día de redescubrirte en las personas que amamos, en los nuevos amigos que conocemos, y en las bendiciones que nos prodigas. Agradezco en lo particular, me concedieras la oportunidad de estar hoy aquí, con mi familia, junto a mi amada esposa, y por la bendición de nuestro hijo, que nos ha dado la fuerza a ambos de prevalecer ante cualquier prueba y dificultad como la familia que nos has permitido ser, con tu bendición…" en esta parte, varios de los miembros de la familia no pudieron evitar sentir sus ojos llenarse de lágrimas. Anthony continuó, "…Te agradecemos en nombre de cada una de nuestras familias la salud, la provisión, la protección y tu amor, y te pedimos bendigas a cada familia que celebra en este día junto con nosotros, en todas partes, y proveas para ellos siempre y les prodigues Tu paz y Tu amor en sus vidas. Bendice estos alimentos que vamos a compartir, y las manos que las prepararon. Y protege a todas las naciones de la tierra de la sombra de la guerra, trayéndonos Tu Paz. Amén."

"Amén.", dijeron todos.

"En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo", se persignaron, "Amén.", terminó Anthony. Luego, tomó asiento nuevamente a la mesa, siendo recibido por la sonrisa enternecida y llorosa de su esposa, a quien, viéndola, sintiéndose totalmente agradecido de tenerla, la abrazó de inmediato, permaneciendo ambos unidos así en su abrazo, e pesar de estar frente a todos los presentes, sintiendo en su cercanía la gratitud de estar unidos a pesar de todas las dificultades que habían enfrentado para permanecer juntos.

Annie secó discretamente una lágrima de su rostro con su mano, viendo a los esposos Brower tan enamorados y unidos, siendo sorprendida de pronto por un pañuelo ofrecido por un atento Archibald que, sentado a su lado, había notado su emoción. La joven Brighton le sonrió. "Gracias.", dijo suavemente, aceptándolo y secando sus lágrimas discretamente, quiso devolvérselo momentos después, pero Archie se lo impidió, indicándole que viera hacia el frente, porque llevaban uno de los pavos en un carrito al patriarca para que simbólicamente lo cortara.

Tras William trinchar el pavo y cortar un pedazo con un cuchillo de plata, los mayordomos retiraron el pavo asado, y comenzaron a preparar los platos de la familia, siendo servidos inmediatamente con las viandas de la celebración.

"Patty, creo que debiste sentarte del otro lado de la mesa." Murmuró divertida la abuela Martha a su nieta - que había quedado sentada, entre ella y su madre -, pasándole su abuela su pañuelo rosa para que contuviera también sus emotivas lágrimas.

"Abuela…", dijo bajito la joven de lentes, al notar a qué se refería.

Mientras tanto Stear, junto a Archie, miraba ansioso en qué momento comenzaban a repartir la comida de su lado de la mesa, impaciente, sin notar las lágrimas de algunas de las damas presentes - ni siquiera las de su tía abuela junto a él -.

"Aunque pensándolo bien, creo que tendrías que ser un pavo 'llorón' asado para que surtiera el mismo efecto con tu galán, que con Archie", murmuró la abuela.

"¡Abuela…!", exclamó la joven de lentes contrariada.

"¡Mamá!", dijo preocupada la señora O'Brien viendo a ambos lados de la mesa, temiendo que alguien más la hubiese escuchado.

Sin más inconvenientes, la cena transcurrió amenamente para todos los comensales, todos conversando y degustando el pavo y los diferentes platillos, elogiando la cocina de la tía abuela y de Candy, ya que ambas se habían involucrado en la preparación de las viandas para esa noche.

"¿Estás feliz, pecosa?", preguntó discreto Anthony a la joven rubia que, para su diversión, literalmente comía su postre, encantada.

"¡Soy la más feliz, amor!", dijo la rubia sincera, limpiando delicadamente sus labios con su servilleta blanca tras terminar su segunda porción de pastel de chocolate, mirándolo entonces con alegría, desplegando el candor que la maternidad le otorgaba, viéndose Candy verdaderamente hermosa. Aunque para él su pecosa siempre se lo parecía. Anthony le sonrió y tomando su mano, de manera discreta, besó el dorso de su delicada mano, con una sonrisa.

La sobremesa ya casi había terminado en el comedor para cuando el menor de los Cornwell se puso de pie.

"Por favor," dijo, llamando la atención de todos los presentes. "Annie y yo quisiéramos invitarlos a todos ahora a pasar al salón de música. Tenemos una sorpresa para todos ustedes.", dijo orgulloso Archie, poniéndose Annie también de pie, sonriéndoles.

"Les esperamos con mucho cariño." Dijo cordial la joven Brighton.

Durante varias tardes, Archie había estado visitando a la joven Brighton en la mansión Britter, luego de sus reuniones familiares o de amigos, y hoy era el momento de dejar conocer a todos en qué se habían estado entreteniendo tanto.

Todas las familias se sorprendieron al entrar al salón de música minutos más tarde y ver ya dispuestas varias sillas, en dos grupos, para todos.

"Como un proyecto entre Archie y yo, queremos compartir con ustedes una obra que encontramos recientemente, y que hemos estado practicando para ustedes", sonrió la joven Brighton, cuyos padres en primera fila - junto a la señora Elroy y a William Albert -, la miraban con total orgullo. "Para ustedes, 'El Canto del Cisne' de Franz Schubert (*)", dijo, y tras la primera fila, Candy y Anthony, acompañados en la fila de los padres de ella, comenzaron los dos a hacer vítores en silencio aplaudiendo sin hacer ruido, animándoles, a espaldas de la tía abuela, quien se volteó al notar movimiento tras de sí, quedándose los dos rubios muy serios y dignos inmediatamente, como si nada hubieran estado haciendo, para risa discreta de los padres de la pecosa.

Annie sonrió divertida también por la actitud de sus amigos, y regresó al piano de cola de Archie, preparado ya para el concierto con la tapa abierta al máximo. Lo extraño era que solo Annie se sentó para tocar, y Archie permaneció de pie junto al piano, viendo hacia ellos.

La suave melodía comenzó a sonar interpretada dulcemente por Annie y tras los primeros compases, la voz de Archie comenzó a escucharse, sorprendiendo a todos al entonar el canto en alemán, idioma el cual, sin embargo, todos los presentes comprendían.

Quedo implorando mis canciones… a través de la noche.

¡Abajo en la tranquila arboleda, amada, ven a mí!

Susurran las esbeltas ramas a la luz de la luna;

De oídos traidores, hostiles, nada temas, amor.

¡Nada temas, amor!

La tía abuela, esta vez tuvo que sacar su pañuelo al ver a su nieto Archibald entonar la letra de la melodía con tanto sentimiento acompañado al piano de la joven Brighton, llegando a un punto en el que ambos jóvenes intérpretes se miraron, ella tocando sin ver ya la partitura maravillada con la voz del muchacho y él cantando ya sin mirar al público, mirándola a ella, sin ambos notarlo. La melodía siguió…

¿Oyes cantar a los ruiseñores? ¡Ay! Ellos te imploran.

Sus canciones de dulce lamento imploran por mí.

Comprenden el anhelo de mi pecho, conocen las penas del amor.

Conocen las penas del amor.

Y conmueven con notas de plata a todo tierno corazón

¡A todo tierno corazón!

Deja también conmoverse tu pecho, amada, ¡escúchame!

Trémulo te aguardo

Ven, ¡hazme feliz! Ven, ¡hazme feliz! ¡Hazme feliz…!

Al concluir la melodía, el salón quedó en silencio.

Archie y Annie se veían sin moverse. William frunció el ceño, y mirando hacia atrás, vio a Anthony y a Candy perdidos también en sus propias miradas enamoradas, contrario a Patty y Stear sonriendo, viendo a los dos intérpretes con emoción. Sin quererlo, al pasar su vista, volviéndola al frente, la mirada del Patriarca se cruzó con la de Charlotte en la primera fila del segundo grupo de sillas, y algo en su expresión hacia él le hizo contener su aliento sin esperarlo.

La tía abuela se puso de pronto de pie, aplaudiendo emocionada "¡Bravo! ¡Bravo! ¡Maravilloso!", decía con lágrimas en sus ojos, siendo seguida de inmediato por los padres de Annie, despertando a todos los dispersos tórtolos del inesperado momento, haciendo que todos aplaudieran emocionados, y se pusieran de pie también.

Pronto todas las familias se aproximaron a felicitar a los jóvenes intérpretes.

"Es la partitura de la semana pasada, ¿verdad?" inquirió Stear con una sonrisa. "¡Qué callado se lo tenían!", dijo con picardía.

"¡No sabía que cantaras tan bien, Archie!", dijo Anthony de pie, sorprendido, con su esposa al brazo. "Te había oído una o dos veces en la ducha. - Pero… ¡esto! - ¡En verdad me sorprendiste!"

"¡Muchas gracias, Anthony!", se apenó el castaño.

"¡Estuvo precioso, Annie y Archie! ¡Hacen un excelente dúo, muchas felicidades!", les dijo sincera la pecosa.

"¡Gracias, Candy!", dijo Annie sonrojada, recibiendo luego el abrazo de su madre y de su padre.

"¡Felicidades, muchacho!", dijo el señor Brighton estrechando la mano de Archie.

"Gracias, señor. Señora Brighton.", saludó Archie también a la madre de Annie.

Atrás, luego de felicitar a los dos jóvenes también, William se aproximó a la tía abuela que platicaba discreta dando instrucciones a una de las mucamas en la parte de atrás del salón.

"Tía", dijo el joven patriarca. La anciana se volvió a él e indicando con un movimiento de su cabeza a la mucama que podía retirarse, la doncella hizo una leve reverencia y se marchó.

"Estoy pidiendo que preparen las habitaciones de visitas, por si los señores Stewart, Brighton y O'Brien, desean pasar la noche con nosotros. Los señores Britter ya tienen su habitación lista, como siempre."

"Me parece muy bien, tía", dijo el joven patriarca pensativo y se le quedó mirando unos segundos más viéndole fijamente a los ojos. "¿Tía Elroy?", dijo entonces.

"¿Sí, William?"

Él aguardó silencio unos segundos más, antes de contestarle. "Estoy de acuerdo totalmente, tía", dijo entonces el alto rubio con seriedad. La señora Elroy se le quedó viendo un tanto confundida por el cambio en el tono de su voz y en su expresión al decirle esto último. No le pareció que estuviesen hablando aún de las habitaciones para visitas. "William… te refieres a-"

El serio patriarca la interrumpió. "Estoy de acuerdo con pedir la mano de Charlotte Stewart cuando usted lo crea conveniente, tía", le aclaró el alto rubio, dejando a la elegante dama sorprendida.

"¿Estás seguro, William?" la matriarca inquirió con controlada reacción, no quería predisponerlo a retractarse.

William sonrió sincero, asintiendo, "Creo que… finalmente, mi momento llegó", le dijo, y volviéndose seguro miró a Charlotte, en el grupo que departía en el salón, tras ellos, ella conversaba amena junto a su hermano Charles y a su prometida, con sus sobrinos y otros invitados sobre el recital de Annie y Archie. En unos segundos, sintiendo la verde mirada del joven rubio, la joven Stewart volteó a ver hacia ellos y notando que los veían desde lejos, los saludó con un gentil asentimiento de su cabeza y una cálida sonrisa dirigida hacia el patriarca, siguiendo luego con su conversación con Annie y la señora Brighton que parecía le había preguntado algo. Ruborizada, la joven Stewart se sentía halagada de saberlo atento de ella.

La señora Elroy volteó a ver entonces a William Albert y le agradó comprobar que su sobrino lucía una sonrisa similar en su rostro, contemplándola; haciéndola a ella misma sonreír complacida.

"Me alegro en verdad, William." Le dijo sincera. "¿Quieres preguntarle tú antes, hijo, o prefieres que Frederick le hable, anunciándole nuestra propuesta?"

"Creo que… prefiero, esta vez, hacerlo en privado, tía Elroy, y luego, si tengo suerte, ya podrá usted arreglar los detalles del contrato matrimonial con el señor Stewart más tarde."

"No dudo que tendrás suerte, hijo mío", le dijo acariciando su apuesto rostro con maternal cariño. "Eres muy guapo cuando sonríes", le recordó.

"¡Tía!", se apenó el joven de escucharla, sacudiendo su cabeza. Siempre lo molestaba de pequeño diciéndole eso como justificación para cuando las niñas lo perseguían en las actividades sociales. Por eso, ya más grande, él había preferido mostrarse más serio. Aunque ahora debía admitir que paseando o conversando con Charlotte se la pasaba casi todo el tiempo sonriendo sin notarlo.

Minutos después, Anthony y Candy, apartándose un momento del grupo que conversaba en el salón de música, discretamente caminaron juntos - él con su bastón – y ella de su brazo, hacia el pasillo, y se dirigieron hacia el otro extremo de la mansión, al balcón principal de la casa que sobre miraba la extensión de los jardines.

La noche había caído y las farolas iluminaban dispersas la belleza del lugar. Había frío, pero no viento, y eso permitía apreciar la magia y la belleza del lugar, a pesar del otoño.

Anthony recargó su bastón junto a un macetón en el ingreso y se quitó su saco, colocándolo sobre los hombros de su esposa, quien, sonriendo tras recibirlo, se puso de puntillas y le dio un beso tierno en los labios. "¡Gracias, amor!", le dijo sincera. "Siempre me encantó que tuvieras ese detalle conmigo la primera noche que nos conocimos", le confesó Candy contenta, aferrándose a su abrazo al acercarse ambos a la baranda, abrigándose ella bien en el acogedor saco de su esposo.

"Me encantó que dejaras que te protegiera del frío entonces, incluso acabando de conocernos.", admitió él también.

"Era imposible negarme, amor" le sonrió su pecosa, "eras el caballero más galante y deslumbrante que había visto en mi vida", le confesó de manera adorable y enamorada. Anthony la miró sonriente de escucharla, e inclinándose hacia sus labios…

"Y tú eras la princesa más hermosa y mágica que había visto en la mía…", le dijo en susurro. "Con solo verte, pecosa, supe que acababa de conocer a la mujer de mi vida..."

"Anthony…", dijo Candy sorprendida. Luego le sonrió de manera conmovida de vuelta, "Y yo, al hombre de mi vida…", le susurró Candy de vuelta.

Anthony cerró el espacio entre ambos y la besó con total amor, y luego de unos momentos, al sentir los brazos de la pecosa deslizarse alrededor de su cuello, profundizó el beso de ambos con abandono, abrazándola firmemente hacia sí, pero sin apretarla.

El tiempo se detuvo para ambos, mientras solo el maravilloso sentido de unidad de sus corazones, y la calidez de su abrazo y de sus besos y caricias, se convertía en la única realidad para ambos.

Tras varios minutos de demostrarse el afecto que no se habían permitido compartir en días, tratando de mantener el recato que demandaba sus circunstancias, ambos se dieron una pequeña pausa, con sus respiraciones y corazones agitados, y abriendo los ojos, se miraron mutuamente, sonriendo felices luego de un momento, cómplices de un amor profundo y sincero que se había convertido en el centro de sus vidas.

"Te amo, pecosa." Le dijo el rubio mirándola con sentimiento, con su frente unida a la de ella. Luego abrazándola con ternura a su pecho, continuó. "Los amo a ambos."

"Y nosotros te amamos a ti, Anthony.", sonrió la rubia, acogida por su cariño junto a su pecho, aún con su saco sobre sus hombros.

Luego de un cómodo silencio disfrutando de su cariño en medio de la tranquilidad de la noche que los cobijaba, cuando Anthony iba a sugerirle regresar adentro por el frío, tras terminar el efecto de su momento romántico, un movimiento en los jardines de abajo llamó de pronto su atención.

"Creo que no somos los únicos apreciando esta noche estrellada, amor", le dijo sonriente su esposo.

"¿En serio?", la pecosa volvió su mirada hacia los jardines, sin abandonar el abrazo de su esposo. Y, efectivamente, allí estaban, sentados junto a la fuente central abajo, la figura alta de William Albert y la esbelta figura de la bella joven Stewart, con una mantilla de lana en sus hombros, ambos sentados al borde de la tranquila fuente, conversando con tranquilidad.

"Me alegra mucho ver que William se muestre tan contento cuando está con la señorita Stewart.", dijo la pecosa con una suave sonrisa, viéndoles desde el balcón.

"Yo también pienso lo mismo.", dijo él, contemplándolos. "Hacen una pareja muy armoniosa. Ojalá…"

Candy asintió. "¡Oh, amor! ¡Mira!", exclamó de pronto la pecosa con expresión asombrada, viendo cómo William de pronto se ponía de pie frente a Charlotte y luego se hincaba frente a ella, sacando algo del bolsillo de su saco, mostrándoselo. Viendo entonces cómo la joven llevaba sus blancas manos a sus mejillas también, viéndolo con asombro.

"No puede ser…", dijo Anthony tan sorprendido como lo estaba Candy.

"Cariño…", dijo Candy fascinada, apoyando su mano en el antebrazo de su esposo, sin poder evitar seguir viendo la secuencia de la inesperada escena.

Los segundos transcurrieron mientras la joven Stewart parecía ni siquiera respirar, mirando hincado frente a ella al expectante patriarca. Y mientras el tiempo pasaba y nada pasaba, el corazón de ambos rubios en el balcón tembló temiendo lo peor otra vez. Pero inesperadamente Charlotte exclamó de pronto un "¡Sí!" tan emotivo y feliz que ellos dos lo oyeron claramente hacer eco hasta donde ellos se encontraban y luego vieron cómo, sin perder un segundo, William Albert colocaba, presumían ellos, un anillo en su dedo de la mano izquierda y poniéndose de pie junto con ella, sellaban el momento con un espectacular beso en medio de un abrazo apasionado, rodeados de aquel mágico paraje y de la música cantarina de la gran fuente tras ellos.

"¡Oh! Anthony!", gritó la pecosa emocionada. "¡Lo hicieron! ¡Lo hicieron!", gritó ella feliz, dando de brinquitos.

"¡Shhh…!", dijo el rubio de pronto, haciéndola agacharse junto con él al ver que habían llamado la atención de los enamorados prometidos.

"¿Nos vieron?", preguntó la pecosa hablando quedito, de pronto apenada por su indiscreción.

"Descuida, amor." Respondió su esposo en voz igual de baja. "Ven, solo agáchate y sígueme." Le dijo su esposo con seguridad, y sujetando su mano, la guio hacia el ventanal abierto al fondo del balcón, entrando ambos sigilosos, tratando de no ser vistos desde abajo en el jardín. Y tras ingresar, Anthony quitó el saco de los hombros de su princesa y caminaron rápido hacia el cercano ascensor, entre risas divertidas, para refugiarse en él y luego subir a su habitación para que nadie supusiera que habían estado por el jardín en aquella hora tan memorable.

"Avisaré a Dorothy que suba un poco de té para que piensen que te acompañé a descansar un poco, antes de concluir la velada", dijo la pecosa al entrar a su habitación y cerrar la puerta.

"Solo no te muestres tan contenta cuando bajemos otra vez, amor, o supondrán que ya lo sabemos." Le advirtió, conociéndola. "No sé si el tío dé el aviso hoy o quizás hasta otro día."

"No te preocupes, Anthony, sabré fingir bien.", le dijo la sonriente pecosa, mientras su esposo se sentaba en su cama, quitándose los zapatos para tratar de descansar un momento como Candy sugería. "Y mira, amor," continuó la rubia, "con la sorpresa, ahora caigo en cuenta de que te agachaste muy bien, ¡sin necesitar del bastón! ¡Como antes!", dijo muy feliz la rubia.

"Sí, amor, pero ahora creo que descansaré un rato la espalda." Le sonrió, denotando el esfuerzo que había hecho de andar agachado. "Y mira que ahora que lo dices, con la conmoción, olvidé mi bastón en el ingreso al balcón." Él sacudió su cabeza. "Una pista más obvia no podía haber dejado atrás." Dijo el alto rubio al recostarse en la cama. Candy se aproximó a él y tapó sus pies con un ponchito para que no sintiera frío.

"Gracias, amor." Le sonrió el rubio.

Candy le sonrió. "Descansa, Anthony, y no te preocupes, le pediré a Dorothy que pase recogiéndolo de manera discreta", la joven apachó el botón de llamado en su habitación, que avisaba a las cocinas de que requerían atención en su habitación.

Media hora después, tras unos cuantos sorbos al té, y unos minutos de descanso de Anthony, ambos bajaron nuevamente al salón principal, donde encontraron a toda la familia departiendo tranquilamente.

La tía abuela dejando su círculo de conversación, se les acercó de inmediato al verlos entrar.

"¿Todo bien?", preguntó ella un tanto preocupada.

"Sí, tía abuela. ¿Por qué lo pregunta?", dijo el rubio menor extrañado.

"No los vi al retirarse, y pensé que talvez… te habías sentido agotado."

"Bueno… quizás un poco," reconoció el joven Brower, "pero Candy me acompañó a descansar un momento a la habitación y ya me siento mejor." Explicó.

"Bien. Pero no te extralimites, Anthony. Si debes retirarte antes, todos lo comprenderemos."

"Gracias, tía abuela.", le sonrió su nieto, agradecido. Candy también le sonrió, asintiendo.

"Bien, ya que todos están ya aquí", dijo entonces el joven patriarca llamando la atención de todos en el salón al ver que llegaban los rubios a sentarse con el grupo. "Considerando que ésta ha sido una noche de momentos memorables para todos, pienso que hay un anuncio final que también quisiera compartir con ustedes. - Charlotte, ¿quieres venir un momento aquí conmigo, por favor? -", dijo William Albert extendiendo entonces su mano hacia ella, sentada en ese momento junto a su futura cuñada Mary Anny, y poniéndose la joven Stewart de pie, caminó hacia él, aceptando su mano con una sonrisa tímida. Luego ambos se volvieron a la atenta concurrencia, tomados de la mano.

El joven patriarca sonrió, sintiendo el nerviosismo de la muchacha, y optó mejor por rodear su cintura discretamente con su mano derecha, para hacerla sentir con él, y tomar su otra mano con la otra. "Familia y amigos," dijo serenamente, "quiero compartir con todos ustedes que esta noche, con gran ilusión, le he pedido a la señorita Charlotte Alexandra Marie Stewart que sea mi esposa…" todo el salón se asombró, "…y ella me ha hecho inmensamente feliz, al encontrarme digno de aceptarme, diciendo que sí", dijo sonriente, llevando su mano a sus labios, besando el anillo de compromiso en ésta, sonriéndole espléndidamente, robando su corazón.

"¡Ahhhh!", exclamó el salón asombrado.

"¡Bravo! ¡Que viva los novios!", exclamó feliz el señor Stewart desde su lugar, poniéndose de pie inmediatamente, sin poder contenerse aplaudiendo, y los aplausos y las felicitaciones no se tardaron en escuchar de parte de todos los presentes. Se convirtió en toda una algarabía dentro de la casa Andley con la noticia. Y los felices nuevos prometidos se vieron rodeados de pronto de felicitaciones y abrazos sinceros por su felicidad. La señora Andley ordenó el champagne más fino a la servidumbre y las copas fueron servidas de manera casi inmediata para el brindis, tras las felicitaciones. Solo Candy recibió jugo de naranja en su lugar.

"Si me lo permiten, tía abuela…", dijo entonces Anthony, inquiriendo con la mirada y recibiendo de inmediato el asentimiento de la tía abuela, y viendo al futuro suegro de su tío, "Señor Stewart", el sonriente caballero asintió también.

"Amigos todos, en nombre de ambas familias, quisiera brindar por la felicidad de mi tío William Albert y de su bella prometida, la señorita Charlotte Alexandra Marie Stewart.", dijo Anthony tomando la dirección del brindis con orgullo. "Tío William, querida Charlotte", dijo viendo a la sonriente pareja, "No saben cuán felices nos sentimos todos de verlos tan felices hoy, y de que el destino los haya unido y que hayan encontrado uno en el otro la alegría y la promesa de un futuro juntos. ¡Nos sorprendieron a todos gratamente con esta feliz noticia hoy! Les deseamos lo mejor. - Y, querida Charlotte, ¡bienvenida a la familia Andley! –" y alzando su copa, continuó, "¡Por la felicidad de mi tío William Albert Andley, patriarca del Clan, y de la distinguida y querida señorita Charlotte Stewart!", dijo. "¡Salud!"

"¡Salud!", todos brindaron sinceramente felices por los dos jóvenes que se notaban enamorados, juntos, del brazo. Pero nadie estaba más feliz en el salón que Frederick Stewart y Elroy Andley, claro, que fingían autocontrol, pero estaban que saltaban de la felicidad por aquel triunfo tan esperado. Candy y Anthony eran los siguientes, que se sentían totalmente felices de ver que su tío y amigo, respectivamente, encontraba finalmente su propio camino, dejando atrás tantos sinsabores fortuitos del pasado.

Al acercarse a felicitarlos los esposos Brower, el patriarca miró con ojos entrecerrados a Candy, alzando su ceja con una sonrisa, y viendo luego a su sobrino. "Así que los sorprendí a ustedes dos con la noticia junto con todos los demás, ¿eh?", les dijo incrédulo.

La pecosa, sorprendida por su comentario, se sonrojó de inmediato al ver que los había descubierto, mirándolo con infantil culpabilidad. Anthony se aguantó la risa al verse también descubierto. "¡Pero igual, tío, sí fue una sorpresa para nosotros escucharte decirlo aquí!", se defendió su sobrino, tocando su cabeza con su mano, apenado. "¡En serio!"

William Albert soltó una carcajada, divertido, al verlos a ambos abochornados. Charlotte vio reír a William, sin comprender exactamente su comentario a sus sobrinos, pero sí feliz de escucharlo tan feliz a su lado esa noche.

"Chicos…", les dijo, divertido el patriarca. "Gracias por sus buenos deseos." Asintió sincero.

"Sí, se los agradecemos mucho", les sonrió gentil Charlotte también, de su brazo.

La joven y bella futura novia… - ¿Qué se podía decir? - Charlotte no podía parecer más feliz y adorable esa noche, al lado del hombre que sin saber cómo había robado su corazón hasta el punto de olvidar su rebelde independencia y estar dispuesta a, sin quererlo, cumplir con lo que su padre tanto le había rogado. Dejar atrás el recuerdo de aquel compromiso fallido con un canadiense que solo jugó con ella y que luego se retractó, al surgirle una mejor 'opción'. Permitiéndose ahora darse otra oportunidad de aceptar otro matrimonio, y en el proceso, convertirse en una mujer y esposa feliz, y por lo que veía en los ojos verdes de su prometido al mirarla, atesorada también.

Tras el brindis, Charlotte mostraba emocionada su anillo a Candy y a las demás chicas, y a sus madres también; un diamante amarillo, corte princesa, muy costoso, que había pertenecido a la madre de William, y que el joven patriarca le había obsequiado como símbolo de su compromiso.

"Cuando un hombre da una joya tan preciada para él, es para siempre mi niña.", le dijo con sabiduría la abuela Martha, tras ver la pieza de cerca, sabiendo de joyas antiguas.

"Gracias, abuela Martha", dijo la joven de cabello castaño y ojos conmovidos grises llevando su mano con cariño sobre su pecho, protegiéndola con su otra mano, como guardando un tesoro en su anillo.

"Es un detalle muy hermoso de parte de William," concordó la madre de Candy, junto a su sonriente hija.

"El anillo de compromiso dice mucho de los sentimientos del caballero que lo da", compartió la señora O'Brien de su experiencia. "Habla de las expectativas que tiene de su matrimonio y, sobre todo, de lo que espera de su esposa."

"¡¿Entonces por eso mi hijo se negó a darte mi anillo de compromiso, y te compró uno nuevo en Cartier?!", la codeó su divertida suegra, molestándola y ganándose las risas del feliz grupo de damas a su alrededor.

Anthony, quien conversaba no muy lejos, en el grupo de caballeros, felicitando y molestando al feliz novio, no pudo dejar de escuchar lo dicho en el grupo de la futura novia.

Ver a Charlotte tan feliz luciendo su anillo de compromiso entre las damas, hizo reflexionar de pronto a Anthony de que, entre tantas circunstancias acaecidas durante los últimos meses para ellos, él no había tenido en realidad la oportunidad de darle a su pecosa el anillo de compromiso que en su momento había considerado darle cuando novios, habiéndose utilizado antes las argollas de matrimonio debido a las circunstancias.

Anthony se consternó al reconocer tan grave omisión de su parte, pero viendo desde lejos a su esposa sonreír despreocupada junto a Charlotte y a las demás damas esa noche, se propuso remediar la falta tan pronto como fuera posible, para que su pecosa también pudiera lucir en su mano, como las demás señoras, además de su preciada argolla, la prueba visible de su amor.

Candy percibió, luego de unos segundos, la familiar calidez de la mirada de su esposo y volteando a ver hacia el salón, sus miradas se encontraron de inmediato, y leyendo el amor en la mirada del rubio, la pecosa le sonrió enternecida y moviendo sus labios suavemente, hizo a Anthony sonreír espléndidamente, al leer de sus finos labios un "Te amo".

Continuará…

¡Gracias por leer!

Espero haya sido de su agrado.

¡Les deseo a todas y cada una un muy feliz y venturoso año 2024! ¡Que Dios las bendiga mucho y que les dé Su Paz, Salud, Armonía y la Alegría de Sentirlo en sus vidas a cada paso del camino!

Gracias por sus comentarios al capítulo anterior y por sus lindos deseos de fin de año, queridas Anguie, Sharick, Mayely león, Guest 1, Cla1969 y Guest 2. Y para cuando lo lean queridas Julie-Andley-00 y GeoMtzR y demás Guests, ¡un abrazo también!

Sé lo que cuesta leer en estas fechas, de hecho, hasta ahorita me podré poner al día en otra historia que estoy leyendo.

¡Gracias por su apoyo a todas las lectoras silenciosas!

¡Y nuevamente, feliz año a todas! ¡Dios las bendiga!

Con cariño,

lemh2001

1 de enero de 2024

P.D. Actualizaré el sábado 6 de enero. ¡Hgs!

(*) La canción interpretada de Schubert por Archie y Annie, me gustó muchísimo de un Video que vi. Aquí les dejo por si lo quisieran ver en YouTube: Schubert. Schwanengesang (El canto del cisne). Ständchen. (Subtitulado) subido por Gabi Cebrián.