Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.


2. Molesto Cuando Estás Solo, Leyendo, y Llega Alguien a Molestar.


A pesar de que todavía estaban en periodo vacacional, un muy corto periodo vacacional, Orfeo no se podía dar el lujo de descansar. Entre el trabajo nocturno con Dio y grupo, los estudios finales en el Conservatorio, decidir qué haría con su vida después de la escuela (puesto que tenía muchas ofertas pero ninguna lo suficientemente llamativa como para tentarlo), ayudar a Eurídice con algunos de sus propios trabajos universitarios e intentar sobrevivir día tras días, Orfeo estaba demasiado ocupado.

Demasiado.

Debido a eso, cuando se percató de que a la media tarde ya no tenía cosas verdaderamente importantes que hacer, creyó que sería una buena idea sentarse en los escalones del edificio dónde vivía, cerca de la entrada, para relajarse y leer un poco. Por supuesto, también pretendía hacer algo de tiempo hasta que terminara la tarde de chicas entre Eurídice y sus amigas, puesto que él debía encontrarse con ella cerca de la Acrópolis, para ir con los amigos de él.

Sintiéndose relajado, Orfeo, se recargó contra la pared, juntó las piernas y las acercó hacia sí, y abrió su libro.

Usualmente leía cosas relacionadas a su oficio, teoría musical, la historia de la música, biografías de los grandes músicos, pero eso no significaba que no disfrutara de otras cosas, en especial la literatura. Le encantaba la literatura, en especial aquella que relataba historias de superación personal, historias de personas que atrapadas con sus propios demonios, lograban ver la luz y superar los periodos de crisis, gente con una enorme resiliencia.

Y le gustaban los libros que Eurídice leía. No era por presumir, pero su novia tenía un gusto muy fino en literatura; desde los grandes clásicos, hasta los ganadores del Nobel de literatura actuales, todos esos libros formaban parte de su biblioteca digital, puesto que ella sólo compraba en físico los libros que de verdad le gustaran.

Por ejemplo, el último libro que se había comprado, y que Orfeo iba a leer esa tarde era Persuasión, de Jane Austen.

Disfrutando del tenue silencio, Orfeo abrió el libro y comenzó a leer la historia de amor de Anne Elliot.

Pasó media hora, continuó en la lectura.

Pasó otra media hora, algunos vecinos aparecieron, lo saludaron, él respondió amablemente sin quitar la mirada del escrito, y lo dejaron solo.

Pasaron otros quince minutos, y justo su vecino del departamento superior al de él, apareció bajando las escaleras a paso lento.

—Hola Orfeo.

—Buenas tardes, Spartan, feliz año nuevo.

Repitiendo las acciones pasadas, Orfeo no despegó la mirada del libro, pero sí detuvo su lectura cuando sintió una mirada sobre él.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy matando el tiempo, tengo una cita más tarde —Orfeo bajó el libro y miró a Spartan frente a él con una tenue sonrisa—. ¿A dónde vas? —preguntó amablemente.

—Iba a matar el tiempo afuera, sólo dar un paseo —Spartan terminó de bajar todos las escaleras y señaló el exterior.

—Suena genial —Orfeo también desvió la mirada brevemente antes de regresar a su libro—. Espero que tengas una buena tarde.

Al no escuchar respuesta, Orfeo retomó su lectura, sólo por unos breves segundos, puesto que Spartan volvió a hablar.

—¿Y qué lees?

—Persuasión.

—¿Y de qué trata?

—Es una historia de romance.

—Jaja, ¿te gusta el romance?

—No veo por qué no.

—Me parece algo femenino —Spartan alzó los hombros y dio un paso hacia el frente, dónde estaba la puerta—. Pero no juzgo a nadie.

Orfeo no respondió, al ver que su vecino daba otro paso hacia el frente bajó la mirada y regresó a su lectura.

—Hace algo de frío, ¿no?

Lectura que se interrumpió cuando Spartan volvió a hablar, mostrando que sólo se había movido para no estorbar en las escaleras, recargándose contra el barandal, frente a él.

—Sí —Orfeo se aclaró la garganta. Anne acababa de reencontrarse con el capitán Wentworth después del rechazo y años de dolor y soledad. No era el momento para detenerse—. Es una suerte que tengas una chaqueta, para el exterior, ahora que te vayas…

Esperando que Spartan captara sus palabras, Orfeo regresó su vista al libro y el reencuentro que había puesto sus emociones a flor de piel. Sólo alcanzó a leer cinco palabras más antes de volver a escuchar la voz de su vecino.

—Es cierto, y eso que casi no me la iba a poner. ¿Alguna vez te conté cómo conseguí esta chaqueta?

Mientras más escuchaba la voz de Spartan, más Orfeo bajaba el libro, hasta que finalmente lo cerró. Para la próxima se encerraría en su departamento.