Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece le pertenece a Hiro Mashima. La historia si es de mi completa autoría.

Como un bonito regalo para Sabastu ya que me encantan tus historias y pensé hacer esta especialmente para ti cuando recordé cierta publicación. nwn


One-shot

Doble Love


Escaparse del baile nunca había parecido mejor idea hasta ese momento. Ella le conocía desde que era una niña. Nunca le había parecido extraño. No hasta que empezó a estudiar. Y dejo de ser tan inocente.

Había sido criada en un lugar para damas de compañía. Siendo usada por sucios hombres una y otra y otra vez.

Hasta que llego él.

Había sido la tarde de su décimo cumpleaños cuando le conoció. Se había escapado porque deseaba un cheesecake. Pero al llegar a la tienda, no había tenido el dinero. Un desconocido, algo y fornido hombre de cabellos azules, había pagado por él.

La había acompañado y cuidado en esos pequeños instantes de desobediencia. Y le había encantado pasar cada segundo a su lado. No pensó que lo vería en la casa de damas de compañías mas tarde. Pero, aunque la solicito.

No le hizo nada.

El la trato como una niña, con afecto y cariño. La halagaba. Le traía regalos. Le habla del mundo y lugares nunca vistos. Ella se enamoró perdidamente de él. Y por eso, cuando cumplió su mayoría de edad. No dudo en entregarse por completo a él.

Noche tras noche, confesiones de amor y necesidad. Jellal era el perfecto caballero que cualquier mujer podría permitirse soñar como el hombre de su vida.

Incluso cuando le confeso una verdad que temía.

Jellal era un vampiro de un milenio que cargaba sangre en sus manos. Él odiaba tocarla con esas vidas arrebatadas, pero cada que estaba a su lado. No podía dejar de ser más infinitamente feliz que en cualquier otro momento de su existencia.

Erza le acepto.

Y ahora...

Ella solo disfrutaba de su ardiente amor.

Sus colmillos brillaron en sus labios y la mujer no pudo evitar girar el cuello permitiendo que se hincaran en la piel de su cuello. Un fuerte gemido se escapó de sus labios con el placer que sentía. Jellal tenía por fin en sus brazos a la mujer que amaba, a la mujer por la que tanto había esperado.

—Te he extrañado mucho.—Sus labios no dejaron su piel, deseaba con todo su ser permanecer cerca de ella y aspiro su dulce aroma.

Ese que le volvía loco.

Cuando sus manos comenzaron a vagar hacia el zíper del vestido, Erza se percató de que había otro par de manos asentadas en sus caderas que deslizaban sus bragas lejos de su cuerpo. Sus ojos achocolatados bajaron hacia abajo y pudo ver cabelleras azules como las de su amante.

—¡Espera! ¡espera, Jellal!—ambos hombres levantaron la cabeza. Sabía que uno de ellos era falso, más específicamente, era una habilidad de su amante. Jellal se lo había contado una vez y ella había estado muchas veces siendo protegida por este, pero el hecho de que en realidad pensaba lo que seguramente el Fernandes estaba pensando… —¿Estas seguro? —pregunto cautelosa y nerviosa.

—Creo que tú eres la que tiene que tomar esa decisiónón. ¿Quieres seguir, Erza?—ella miro los ojos avellanos de su novio, y luego vio los de su poder. No podía negar que sentía nervios, pero a la vez, deseaba experimentar esa loca idea de su peligroso vampiro.

Ambos hombres se alejaron y empezaron a desnudarse poco a poco. La cama cayo primero, y consigo, todas las demás prendas. La camisa se desabrocho botón por botón como una lenta tortura para la mujer que dio un respingo cuando vio por fin la extensión de músculos en ambos vampiros.

Quería. No, estaba demasiado tentada con toda la situación. Sus labios se abrieron, se acercó lentamente al que cobraba vida gracias a su amante, a esa magia negra que el comandaba. Sus bocas se unieron. Los filosos colmillos de su pareja eran un recuerdo inevitable que lejos de causarle terror, le encantaba como nada más.

Las manos del Fernandes se apropiaron de su pecho con su boca jugando con la curva de su cuello. Era tan seductora que no podía parar de lamer esa piel, sintiendo la vena palpitar bajo sus labios cada que subía a su cuello. Un deleite saber que su mujer estaba tan viva. Tan viva y deseosa de su tacto.

Ambos dejaron de tocarla y Erza se dejó caer en la cama. Sus ojos cerrados por unos momentos hasta que los abrió al sentir una lengua invadiendo su intimidad. Casi se le cortaba la respiración al sentir como la lengua masculina de este jugaba allí. Era increíble. Jamás había pensado que Jellal querría hacer algo como eso con ella.

Sus labios se volvieron a juntar mientras sentía la increíble sensación de como su lengua la tocaba en lugares que jamás habían sido delineados tanto. Y que decir cuando sintió como una de sus falanges se adentraba en su cavidad, moviendo lentamente la lengua para no perder el ritmo impuesto. Llegando a lugares que ningún hombre debería ser capaz de tocar y seguir sin una correa en el cuello.

Los labios de su otro amante se engancharon en sus pechos amamantando sé cómo un bebe. La magnífica forma en que esos dos la estaban amando era increíble. Una de sus manos acabo en el cabello del Jellal que de amamantaba y la otra en el cabello del que la estaba haciendo ver el cielo con sus dedos y lengua.

Posiblemente perdería la cordura dentro de poco, y más cuando sintió como tres de sus dedos jugaban en su canal abriéndola tanto como fuera posible mientras chupaba ese punto tan único en una mujer. Su respiración se volvió mas jadeante, acelerada. El sudor perlaba su cuerpo y la hacía aún más sensible a los toques de ambos hombres.

Y sin esperarlo.

El clímax emboto su cerebro. Cerro los ojos a la par que apretaba con fuerza los cabellos de ambos hombres y gemía sus nombres fuertemente. Ambos Jellal estaban calientes por la maravillosa forma en que su mujer había reaccionado con tanta fuerza al estímulo.

Pero aun no era el momento.

Se deslizo de nuevo sobre la cama hasta que su espalda choca contra la pared. Pudo observar mientras se recuperaba los atléticos cuerpos de ambos. Lo bien estructurado que eran. Jellal siempre había llevado ropa ajustada, aunque le cubriera con una capa. Su boca colgó abierta cuando descendió su mirada por todo su cuerpo y a la unión de sus dos muslos.

Los nervios la asaltaron, pero el hombre no la dejo pensar en nada más. Cuando se acercó, la Scarlet se sintió demasiado tentada a delinear su miembro que incluso brillaba con un poco de líquido pre-seminal. La sonrisa engreída del Fernandes avergonzó a la mujer como nada en el mundo.

—Puedes tomarlo si así lo deseas.—la voz ronca, Erza se tinto con mejillas rojas, pero asintió con la cabeza. Sus manos tocaron tentativamente el miembro de este causando que su cuerpo se estremeciera por la palma caliente de la fémina. Erza lo acaricio lentamente, haciendo girar su palma sobre su cabeza antes de volver a bajar. Al levantar la vista hacia el azulado que tanto amaba, capto su mirada, ardiendo por ella como lo hacía por él. Ella lo quería justo en ese momento.

El doble de su amante, agarro las caderas de la Scarlet y la arrastro hasta el centro de la cama, abrió las piernas de esta y se colocó entre estas frotando la cabeza de su miembro al largo de su intimidad, extendiendo a la vez sus jugos para prepararla.

Erza miro entonces a los ojos de su verdadero Jellal, este estaba encantado de cómo se burlaba su magia de esta, sin embargo, el azulado se quedó sin palabras cuando los dedos de la mujer acariciaron su miembro y lo atrajo a su boca. Erza meneo la cabeza a lo largo de su longitud, usando su lengua para envolver y lamer el líquido pre seminal salado de la punta antes de llevarlo casi a su garganta.

—Maldita sea, eso es sexy.—gimió el Jellal hecho de magia. Agarro su eje y presiono la cabeza contra la resbaladiza abertura de Erza. Lentamente, empujo dentro de ella, observando su reacción. Ella gimió y se quejó con el miembro del Fernandes en su boca.

Ambos hombres dejaron escapar un gemido, con los ojos fijos en la exuberante mujer debajo de ellos, disfrutando de sus movimientos sensuales. Sus manos los alcanzaron a ambos, tomando una de ellas entre las suyas. Sus dedos se entrelazaron y ella levanto las caderas para dejar que Jellal la tomara más profundamente de lo que jamás había sentido antes.

Sus gemidos vibraron alrededor del eje de su verdadero amante, haciéndolo respirar profundamente. Clavo los dedos en su cabello, ese cabello que muchas veces afirmo que amaba y que amaría todos los atardeceres que le recordaba a ella, tiro suavemente, sacándolo de su cálida boca.

—Demasiado cerca.—voz áspera, sabía que un poco más y se habría acabado en ese instante. Sentándose en cuclillas, agarro la base de su erección, obligándose a calmarse antes de terminar esta noche demasiado pronto. No podía creer lo poco que hizo falta para llevarlo al límite. Sin dudas, Erza Scarlet era la mujer indicada para él. Extendiéndose hacia ella, paso suavemente su mano libre por su cabello. Demasiado encantado por los dulces gemidos que proferían sus labios por la forma en que su otro yo la tomaba.

Luego el Fernandes paso el pulgar por su dulce punto exacto y ella arqueo la espalda maravillosamente para ellos. Su boca se abrió y dejo escapar un suave y largo gemido. Después de acariciarla constantemente durante unos momentos, haciéndola maullar y jadear, agarro la mano de su amante y la coloco sobre su monte de Venus, guiando sus dedos al mismo lugar donde Jellal la tocaba, entendiendo perfectamente lo que deseaba su amante de cabellos escarlatas y comenzó a complacerla, con la otra mano agarrando su cabello con más fuerza. Ella se retorció y cerró los ojos con fuerza.

Las caderas de Fernandes se sacudieron hacia adelante, su agarre en la cintura de Erza se apretó mientras los dedos de Jellal la provocaban. Sus caderas se empujaron superficialmente a un ritmo inestable, su deseo se convirtió en una llama ardiente por dejarla impregnada con todo su ser.

Escucharon un pequeño gemido y el Fernandes sintió que Erza se ponía rígida debajo de él. Los dos hombres se separaron y miraron hacia abajo justo cuando ella gritaba y agarraba las sabanas, su cuerpo retorciéndose y temblando por su liberación. Sus ojos se cerraron por un momento antes de abrirlos para mirarlos a sus amantes de cabellos azules, aunque eran uno solo, en esos instantes, se sentían como dos.

El Fernandes sintió sus jugos brotar alrededor de su erección mientras la Scarlet se corría, envolviéndolo en su calor húmedo y apretado. Se le corto el aliento por la pura necesidad de poseerla. Gruño, casi un estruendo, un impulso primario que emanaba de su misma alma.

Jellal sonrió. Ya era momento. Agarro su miembro para darse placer mientras observaba a su otro yo salir de su amada Erza. Se levantó de la cama mientras que este se acostaba, su espalda reposando contra la cama y obligo a la Scarlet a caer sobre este.

—Erza...¿¿Quieres continuar? —podía ver el rostro lleno de placer de su mujer, pero a la vez, podía percatarse de los nervios ardiendo en su interior.

Pero ella no era una cobarde.

Encima, con sus pechos grandes y pesados chocando contra la extensión del pectoral de su otro yo, la vio bajar sobre su eje. Incapaz de evitarlo, Fernandes extendió la mano para jugar con sus pezones, apretándolos y tirando de ellos. Erza tarareo de placer y saco el pecho, su señal de querer más. Aceptando la invitación, se sentó y tomo uno de sus capullos en su boca, lamiendo y chupando mientras continuaba jugando con el otro, cambiando de lado como quería.

—¡Ah!—jadeo mientras se deslizaba hacia abajo. La sensación de sus manos sobre ella y su miembro profundamente dentro de ella una vez más. Jellal coloco sus rodillas a horcajadas de su otro yo. Su mano acariciando la hermosa extensión de la espalda de la Scarlet. Sus dientes recorrieron su cuello, repartiendo cálidos y sensuales besos con el único deseo de calentarla y prepararla para lo que venía.

—Tranquila, esto va a ser bueno.—Erza asintió, confiaba en Jellal con toda su vida. Deslizo un dedo dentro de ella, a lo largo del miembro del Fernandes. Su pulgar acaricio su punto mientras metía y sacaba su dedo, dejándola adaptarse a la circunferencia extra antes de agregar un segundo y luego un tercer dedo.

—Eso es todo, Scarlet.—canturreo Jellal contra su oído.

Fernandes volvió a tomar sus senos y jugo con sus pezones con los dedos pulgar e índice. Se concentró en sentirla en sus manos, tratando desesperadamente de resistirse a empujar sus caderas mientras dejaba que Jellal la estirara. Ambos compartían la misma mente, después de todo, era la magia de ese hombre, si no era por él, no estaría haciendo esto.

Erza se movió, sus caderas se sacudieron hacia adelante de repente, apretó los dedos y la erección de ambos, sus movimientos frenéticos, con una necesidad implacable por alcanzar su placer. Jellal insto, sus labios con colmillos se encargaron de morderla en el justo instante en que la vio llegar, su cuerpo se puso rígido justo antes de soltarse y fue increíblemente placentero sentir su sangre.

—¡Oh sí!—el placer se marcaba en cada una de sus facciones, su cuerpo temblaba y su canal se volvía aún más resbaladizo con su liberación. Las estrellas nadaban en su visión mientras se desplomaba contra el pecho del Fernandes.

—Vamos allá, Erza. Este es el momento de decir sí o no.—dijo Jellal con una sonrisa. La vio asentir mientras sus ojos se encontraban, y con eso en mente, se colocó detrás de ella, deslizándose a lo largo de la hendidura de su trasero hasta su canal, frotándose en su mancha derramada. —Estaba esperando esto por demasiado tiempo, mi Scarlet.—susurro de manera sensual en su oído.

Erza no pudo evitar hacer una mueca cuando Jellal presiono la cabeza de su erección en su intimidad ya llena con el eje de su otro yo. —Más lento.—suplico. Aunque sabía que no tenía por qué hacerlo, Jellal siempre pondría su bien por, sobre todo, y eso la hacía tan segura como nada.

Jellal se inclinó sobre ellos dos, con una mano al lado de la cabeza del Fernandes. Beso su hombro, la comprensión en todo su rostro. —Está bien Scarlet, lo que necesites.—una vez más, un susurro que la consoló y la envalentono.

Con cuidado, presiono hacia adelante, poco a poco mientras el Fernandes acariciaba su clítoris entre ellos. Erza jadeo y gimió, su cuerpo tardo demasiado en adaptarse a lo que quería en ese justo instante.

—Eso es Scarlet, nos puedes llevar.—elogio Jellal. No quería que se concentrara en el modo en que la expandía, en el modo que se adentraba en ella con una lentitud tortuosa que solo despilfarraba por ella.

Por su bella reina.

Podía sentirla apretándose a su alrededor antes de que ella dejara escapar un suave grito y se sacudiera en sus brazos. Su intimidad se volvió mas húmeda cuando la rodeo, dejando que Jellal se deslizara más hacia adentro. El Fernandes libero su mano de entre sus cuerpos para poder agarrar el muslo de su yo real y acercarlo.

—¡Oh Joder!—gimió Jellal mientras se deslizaba hacia adentro, su miembro apretada dentro del canal de Erza junto a la de su otro yo. La intensidad de su conexión era abrumadora, sus cuerpos juntos como uno solo de una manera demasiado ajustada que solo les causaba más placer que molestia.

Era demasiado único.

Jellal coloco su otra mano al lado de la cabeza del Fernandes y comenzó a empujar lentamente. Los tres gimieron juntos cuando el comenzó un ritmo suave y constante. Observo como el cuerpo de Erza se contraía contra él, su boca descendió sobre su cuello, respirando en su atractiva curva y chupando poco a poco esa deliciosa y delicada piel.

—¡Eres mía!—gruño Jellal contra la curva de su cuello mientras sus embestidas se aceleraban.

Erza se apretó a su alrededor ante sus posesivas palabras, nunca había caído en eso hasta ese instante, ese zarcillo peligroso en ese hombre. La intensidad de ser tomada por dos hombres juntos —aunque fuera el mismo y eso posiblemente era lo que encontraba más increíble— la llevo hacia una altura erótica que nunca había imaginado. Las embestidas de Jellal frotaban el miembro del Fernandes contra un punto muy dentro de ella que se sentía tan jodidamente bien que nunca quiso que se detuvieran.

—¡Si! ¡Mas! ¡Ah! ¡Ah!—balbuceo, el deseo y el placer embaucándola por completo. Jellal se balanceo sobre un brazo para poder agarrar uno de sus senos. Él apretó y jugueteo con su pezón, era tan sensible que Erza parecía no tener suficiente.

—¿Quieres más?—gruño, empujando más profundamente. A su orden, Erza sintió una oleada de placer liberarse dentro de ella, pulsando a través de su cuerpo tan fuerte como su corazón latía. Ni siquiera sabía que era posible correrse tantas veces como lo había hecho, pero cuando sintió sucumbir a la lujuria, dejo de pensar en ello. Su núcleo se inundó con una gran cantidad de semen que solo propicio que Jellal pudiera penetrarla con embestidas más fuertes y más rápidas.

El jadeo del Fernandes hizo sonreír a la mujer que deposito un fiero beso en los labios de este mientras disfrutaba de como su verdadero amante la tomaba a la vez, siendo más fiero y brutal a cada momento e instante. En un loco instante, su boca se abrió en una petición que no creía que pertenecía a ella.

—¡Córranse, los dos!—Jellal sonrió ante las palabras de su ardiente amante, sin poder negarse a nada, sintió el momento exacto en que el miembro de ambos se hincho en su interior, la fricción que se ocasiono al estar enterrado en los más profundo de su mujer con su otro yo y el clímax fue como nunca antes. Grandes cantidades de si inundaron el calor entre sus piernas y su boca abierta tratando de recuperar el aire, porque definitivamente, ese era el paraíso para un demonio como él.

Los dos hombres rodaron sin decir palabra hacia un lado, Erza todavía atrapada entre ellos mientras ambos se deslizaban de ella con un sonido húmedo. Sus muslos estaban goteando, sus cuerpos cubiertos de una capa de sudor. La habitación se llenó con el sonido de su respiración agitada.

Su otro yo desapareció y pudo abrazar contra su cuerpo a Erza. No la quería lejos de él ahora que por fin la tenía para él. No la dejaría jamás. Erza Scarlet era suya. Para amar, cuidar, proteger y suya para toda la vida y existencia.

Su único amor.

—0—

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Jellal despertó pegajoso y enredado en sus extremidades. Una sonrisa se veía en sus labios mientras acariciaba el ardiente cabello de la mujer que amaba. Sus colmillos estaban marcados en toda la zona del cuello y ahora podía ver todo el trabajo que había hecho en la extensión de todo su cuerpo.

Única.

Perfecta.

Erza se movió y parpadeo para abrir los ojos, gimiendo suavemente. Tratando de recordar lo que había pasado en todas las anteriores horas se vio envuelta en los fuertes brazos del hombre que amaba.

—¿Fue eso un sueño?—murmuro antes de acurrucarse en el pecho de Jellal con más fuerza. Como si ese fuera el lugar más seguro del mundo y no es cuerpo de un vampiro de un milenio que cargaba con la muerte tras sus espaldas manchando sus manos.

—No. Realmente paso. —la vergüenza tinto un poco sus mejillas pero sonrió al sentir como ella se abrazaba con más fuerza a su cuerpo.

—¿Estarás a mi lado para siempre, Jellal?—preguntó tentativamente haciendo figuras inconexas en su pecho.

—Todo el tiempo que desees. E incluso si no lo deseas, estaré ahí para ti. —sus dedos tomaron su barbilla y le hizo mirarle. —Tu eres mía, Erza. No puedes escapar de mí, así como yo soy totalmente tuyo. —susurró contra sus labios y selló su promesa con un dulce beso.

Él era suyo.

Un temible vampiro.

Ella era suya.

Una simple humana.

Pero ambos se pertenecían por la eternidad.