¡¡Hola a todos!! espero que hayan pasado una muy feliz navidad y que tengan un hermoso año nuevo. ¡¡Les deseo lo mejor para el año que se viene!!
Ando desaparecida y les debo miles de cosas, ¡lo sé! sucede que estoy bastante ocupada en terminar la universidad y recibirme por fin... mientras tanto les dejo este pequeño regalo de año nuevo.
Bueno, sin más preámbulo, los dejo leer. Espero me dejen saber qué les pareció.
¡Buena lectura!
31 de diciembre, 17 hs.
Un poco de esfuerzo, tan solo un poco. Algo de crema para el cuerpo para mantener una piel resplandeciente y brillante; una capa muy ligera de base para cubrir las imperfecciones del rostro así como también algo de rubor para darle un toque de color; delineador, rímel, labial y una curvatura que den la forma de sonrisa a sus labios.
Con el cuerpo envuelto en una toalla, miró el reflejo que le devolvía el espejo y dejo escapar un suspiro. Un año más se estaba escapando entre sus dedos sin que pudiera retenerlo, como si fuera el flujo de un río que circulaba con una fuerte correntada.
Debía vestirse apropiadamente para el evento de esa noche. Elegante, educada, formal. Debía estar impecable una vez más, porque ese era su supuesto deber.
Practicando su sonrisa para la noche, se vistió con el vestido azul noche de mangas largas que había elegido bajo capricho para la ocasión. Se recogió el pelo frente al espejo en una alta y elegante coleta y volvió a contemplarse. El celeste de su anillo en forma de lágrima brilló en su dedo anular y volvió a suspirar. Con pesar, lo quitó de su dedo, lo besó y lo guardó dentro del corpiño que llevaba puesto, ya que falta de bolsillos debía recurrir a otras opciones, pues no estaba dispuesta a separarse por completo de ese anillo.
Era extraño verse vestida con un color tan oscuro hasta para ella, pero se había empeñado en que fuera el elegido, de lo contrario, advirtió que se amotinaría en su cuarto y faltaría a cualquier reunión planificada para ella, sin importar las consecuencias. El azul noche resaltaba aún más su piel nívea dándole un aspecto de de porcelana, de delicadeza, pero al mismo tiempo de advertencia y peligrosidad. No estaba segura si le terminaba de gustar ese contraste, pues estaba acostumbrada a los colores claros, al blanco e incluso al rojo, pero era el color favorito de él y por eso mismo era lo más apropiado para utilizar esa noche. Era su marca de rebeldía.
Bajo la atenta y estricta mirada de su madre, las sonrisas no escaseaban, la cordialidad estaba presente y la educación era un carácter a resaltar por muchos de los invitados a ese evento. Los aborrecía a todos.
Cuando le hablaban, ella solo reía, asentía con la cabeza y escuchaba "bla, bla, bla, bla". Cosas sin sentido. Un murmullo constante, absurdo y aburrido.
—Te vas a arrugar si sigues con esa sonrisa tan falsa.
Pasó por alto la advertencia del hombre que se posó frente a ella, desplazando a otro que ignoraba deliberadamente, con una sonrisa aún más resplandeciente.
—¿Es que acaso no se nota mi alegría por estar aquí?
Él soltó una carcajada e imitó, cual espejo, su sonrisa.
—De verdad, ¿no sientes la tensión en tus mejillas?
—Admito que me duelen —una mirada rápida hacia su madre la obligó a mantener la estampa ensayada—. De todos modos... gracias por salvarme de ese sujeto.
—¿Cómo dijiste? No te entendí —el tono burlón de su voz la irritó.
—Ya escuchaste.
—Ya dije que no —tomándola por sorpresa, sujetó con suavidad su barbilla y la elevó envolviéndola en el cielo celeste de sus ojos—. Asuna, repítelo.
No pudo evitar que el calor envolviera sus mejillas y estas se tiñeran de rojo carmesí. Con una fugaz mirada, detectó por el rabillo del ojo cómo su madre sonreía con satisfacción y desviaba la mirada de ella, liberándola por fin de esa prisión imaginaria. Disolvió su sonrisa y puso los ojos en blanco.
—Gracias, Adam.
Adam Class, un apuesto joven londinense proveniente de una familia acaudalada, apenas tres años mayor que ella, era la persona elegida por su madre para ser su prometido. Y si bien tenía un rostro armónico, cabello rubio, dientes perfectos y blancos, buen sentido del humor y un físico considerable, también guardaba un secreto que le había sido develado un mes después por él mismo. Era por eso que Asuna se había permitido tal acercamiento, al fin y al cabo, había logrado un aliado antes que un enemigo.
—¿Sigue en pie el plan?
—Por supuesto que sí.
—Entonces vamos a embriagarte un poco mi querida Asuna.
Adam le extendió una mano que ella tomó con una sonrisa torcida. Si bien podía llegar a ser molesto, le había tomado cariño, y si esa noche pretendían engañar a sus familiares, no había mejor persona con quien hacerlo.
31 de diciembre, 23 hs.
Si pudiera grabar la expresión contrariada de su madre, lo haría con todo gusto, y es que su rostro reflejaba la mezcla perfecta entre el éxito y la vergüenza. Asuna, la perfecta, elegante y formal dama, orgullo de los Yuuki, se reía a mandíbula batiente de un chiste que le había contado Adam. El alcohol había hecho lo suyo y la había desinhibido, por lo que había dejado la elegancia olvidada en alguna parte de su tercera copa de vino.
—Adaaam —extendiendo las sílabas y exagerando su supuesto estado de ebriedad, Asuna levantó la voz, llamando la atención de las aproximadamente veinte personas hipócritas de la alta sociedad—. ¿No me ibas a llevar a ver los fuegos artificiales?
Conteniendo la risa, Adam le palmeó la espalda.
—Shhh... Asuna, silencio que estás llamando la atención. Creo que bebiste mucho vino.
—¿Qué? ¡No! ¡Lo prometiste, Adam!
Asuna soltó un suspiro y juntó sus labios en forma de puchero, como niña que quiere lograr su cometido.
—Ya, ya... no me pongas esa cara —pasó una mano por su cabello rubio, despeinándose en el proceso—. Sabes que es una debilidad.
—¿Qué cara?
Tratando de mostrar inocencia, Asuna tomó las manos de Adam en el momento justo en que una figura femenina que conocía tan bien, se acercó a ellos. Asuna no podía descifrar si estaba o no contenta con lo que supuestamente estaba logrando, pero si eso le daba vía libre para lograr su objetivo de la noche, entonces estaba dispuesta a hacer lo que fuera para contentarla por un momento.
—Creo que a Asuna le vendría bien un poco de aire —Kyouko Yuuki colocó una mano sobre el hombro de Adam y mostró una de sus más radiantes sonrisas, esas que guardaba para cuando quería cumplir sus intenciones—. Si pudieras acompañarla y cuidar de ella, Adam, te estaría muy agradecida.
—Oh... ¿podemos entonces levantarnos de la mesa? —fingiendo sorpresa, Asuna miró a su madre—. ¿Podemos ver los fuegos artificiales?
—Siempre y cuando Adam esté contigo, creo que no habría problema —el tono amable de su madre, le causó escalofríos en su cuerpo. Se imaginó el grito en el cielo que pegaría si supiera la verdad—. ¿Te parece bien, Adam?
Con su mejor sonrisa compradora, Adam inclinó la cabeza hacia Kyouko.
—Si no hay problema, sería un placer.
—Muy bien, entonces abríguense de manera adecuada.
—No tiene por qué preocuparse, señora Yuuki —Adam se levantó de su asiento y tendió una mano a su acompañante—. Cuidaré bien de Asuna.
Temiendo que de un momento a otro su madre se arrepintiera de sus palabras, Asuna tiró de la mano de Adam y se apresuró al closet donde se encontraban los abrigos y carteras de todos los invitados de la noche. Sin perder un segundo, Asuna se abalanzó en búsqueda de la cartera de su madre.
—Dónde, dónde...
—Fíjate con su abrigo, debe estar junto.
—¡Lo tengo!
Intentando se lo más rápida posible, Asuna abrió la cartera y comenzó a revolverla en búsqueda de su preciado teléfono celular que le había sido arrebatado ni bien se había despertado esa mañana.
—Vamos Asuna, rápido... ya estamos tardando mucho, será sospechoso.
—Ya va, ya va.
Casi con dedos temblorosos por los nervios, Asuna tomó un clip que había escondido en su cabello e insertó la punta fina en uno de los agujeros de su celular para retirar el chip. Si se llevaba el celular completo, sería por completo sospechoso y evidente lo que había hecho, por lo que Adam le había ofrecido utilizar su teléfono viejo mientras llevaran a cabo su plan. Bendita sea su suerte al haber encontrado a alguien tan considerado como para decidirse a cambiar un celular, que estaba como nuevo, por otro tan solo para prestárselo a ella esa noche.
—¡Listo! ¡Huyamos antes de que alguien nos detenga!
Con el corazón palpitando ante la posibilidad de escapar de esa cena de fin de año que tanto rechazo le causaba, Asuna tomó su abrigo y corrió hacia las puertas como si estas tuvieran un tiempo límite para permitir su salida y este se estuviera acabando. Cuando el viento gélido golpeó por fin sus mejillas, Asuna creyó que volvía a respirar después de mucho tiempo, por lo que no pudo evitar soltar una risa de alegría, extender sus brazos hacia el cielo y girar saboreando la libertad en cada centímetro de su cuerpo.
—Asuna —interrumpiendo su abrupta alegría, Adam le tendió el celular que tanto había esperado obtener—. Si no nos apresuramos, se hará tarde.
—Lo siento, vamos —sonriente, tomó el teléfono y lo apretó contra su pecho, como si fuera una preciada posesión.
—Si nos apuramos, llegaremos antes de que empiecen los fuegos artificiales. ¿Irás al mirador?
—Si, pero buscaré un lugar tranquilo. ¿Y tu?
—Lo decidiremos luego.
Asuna no recordaba haber visto en Adam una sonrisa más dulce que la que le estaba enseñando en ese momento. Sus ojos celestes brillaban con algo que ella identificaba en sí misma cuando pensaba en la persona que más quería. Adam estaba enamorado y lamentaba en la profundidad de su alma que fuera un amor tan prohibido, incluso más que el de ella.
—Entonces, llámame cuando ya quieras volver y nos encontramos. ¡Disfruta tanto como puedas!
Con un breve abrazo, Asuna se marchó hacia el lugar que había elegido para ver los fuegos artificiales. Era una noche fría y el vaho salía por su boca con cada respiración, pero el cielo estaba completamente despejado y desde el mirador no había tanta contaminación lumínica, por lo que podía disfrutar aún más las estrellas y de las luces que iluminarían el cielo en unos minutos.
Desde que su madre le había comunicado que pasarían fin de año con la familia de Adam en una cena formal que incluía varias familias de alto poder adquisitivo con hijos lo suficientemente mayores como para desposarse, Asuna supo que odiaría la noche de año nuevo. Lo que sucedía, era que los llamados millonarios querían continuar con su alto estatus y su poder adquisitivo, por lo que esas reuniones eran en realidad negocios. Los empresarios buscaban negociar con otras familias en busca de una unión matrimonial por conveniencia. Para la opinión de Asuna, eran familias con mentalidad retrógrada que no escuchaban los deseos de sus hijos, siquiera les importaba hacerlo. Su familia, por supuesto, también pertenecía a ese círculo social que le causaba náuseas hasta el punto de considerar la opción de escapar para siempre de su casa. Literalmente, cada año sucedía lo mismo y ella reaccionaba de la misma manera: con rechazos múltiples para que las otras familias se les ocurriera siquiera considerarla como una opción viable y con escapes exitosos que implicaban ausentarse de los eventos a costa de la reprimenda que recibiría luego. No fue hasta que conoció a Adam y a su secreto que Asuna dejó de mostrarse tan reacia a esos eventos, por lo que su madre se veía optimista con la idea de lograr unir por fin a su rebelde hija con una familia tan acaudalada como los Class.
Le llevó alrededor de unos diez minutos encontrar un lugar en el mirador que estuviera alejado de la multitud que, como ella, buscaba la mejor vista para el espectáculo de luces. Con un suspiro, se sentó en la base de un árbol con grandes raíces que estaba a unos pasos del acantilado, espacio suficiente para ella. Aquél era un sector tranquilo y en realidad prohibido puesto que no había barandas de protección ni personal de seguridad, pero eso a ella no le importaba. Había conseguido un lugar ideal y la vista que tenía en ese momento, no tenía nada que envidiarle a la del mirador.
Lo primero que hizo apenas se sentó, fue buscar el anillo que había guardado y volver a ponérselo en su dedo anular, el lugar que sentía vacío desde que se lo había quitado. Cuando el anillo volvió a su lugar correspondiente, una parte de ese vacío que sentía en su pecho, volvió a llenarse. Luego, con el corazón acelerado y el deseo palpitando en la punta de sus dedos, colocó el chip en el celular que le había prestado Adam y esperó a que tomara señal.
—¿Estará esperando?
Suspiró intentando disipar el miedo y la ansiedad que sentía en ese momento. ¿Por qué se ponía nerviosa si era algo que habían planificado previendo lo que iba a suceder?
Apenas su celular agarró señal, comenzó a vibrar con la llegada de algunos mensajes. Ninguno de él... ¿acaso se había olvidado? Faltaban tan solo unos pocos minutos para que dieran las doce y empezara el show de luces. Quizás, tan solo quizás, no estaba tan atento al celular como ella lo estaría si la historia se diera al revés. Al fin y al cabo, se trataba de él.
Lo haría ella, entonces, lo llamaría. Daría el primer paso como tantas otras veces. Para su alivio, en el momento en que había localizado su nombre en la agenda de contactos, el teléfono comenzó a sonar con una llamada entrante. El corazón se le aceleró como si fuera la primera vez que hacían algo como eso. Era tonto, lo sabía, pero no podía evitar que su cuerpo reaccionara como si estuviera recién enamorada.
—¡Kirito! —saludó con entusiasmo. Quizás hasta con un poquito de demasiada emoción...
—Lo lograron —escuchó del otro lado del auricular—. ¿No tuvieron ningún problema?
—¡Para nada! ¡Por poco y mi madre nos obliga a irnos!
Kirito se rio con suavidad.
—¿Bebiste demasiado?
—Nah, qué bah, unas pocas copas de vino fueron suficientes...
—¿Adam pudo encontrarse con Akito?
—Creo que si, estaba muy emocionado de poder verlo. Yo no lo pude ver igual, nos separamos antes... preferí dejarlos solos.
—Ya veo... —hizo una breve pausa—. Lamento no estar ahí contigo.
—No te preocupes —bajó el tono de voz hasta casi susurrar—, me basta con solo escuchar tu voz —. Asuna sintió las mejillas colorearse, aunque le parecióFe bastante absurdo seguir avergonzándose cuando se trataba de él—. Además soy yo la que tendría que haber estado allí contigo y mi madre me arrastró aquí...
—Bueno, quiere asegurarse de que tengas una buena... vida, supongo.
Asuna bufó ante las palabras de su novio y negó con la cabeza a la nada. Lo amaba con toda su alma, pero a veces parecía perder toda confianza consigo mismo y con lo que eran como pareja o se olvidaba de lo mucho que podían hacer siempre y cuando estuvieran juntos.
—Si quisiera que tuviera una buena vida, aceptaría mis decisiones.
—Asuna...
—Sabes lo que pienso al respecto. No pienso seguir con este tema.
Escuchó a Kirito suspirar y ella no pudo evitar una pequeña sonrisa. Miró la noche estrellada preguntándose cuándo comenzarían los fuegos artificiales. Una brisa de viento movió sus cabellos y un escalofrío le recorrió el cuerpo por entero. Asuna se subió el cuello de su abrigo, tratando de protegerse del frío. Si kirito hubiera estado a su lado, probablemente lo hubiera abrazado para darse calor mutuamente.
—De acuerdo. Lo siento.
—Ya... ¿Dónde estás? Hay mucho silencio por allí.
—Me alejé un momento para poder hablar contigo.
—Hmmm... Kirito, no te estaré quitando tiempo con ellos, ¿verdad? ¿No se molestaron porque no estés ahí?
—Claro que no. Lo entienden y lo respetan. También hubieran deseado que vinieras y pasarla juntos.
—Yo también quería. Pero... no quiero quitarles un momento tan importante.
—Estar contigo también es importante.
—Pero...
—Asuna —interrumpió con algo de exasperación tiñendo su voz—, dijimos que llegaríamos a este año nuevo juntos, de alguna manera... ¿recuerdas?
—Si, pero...
—¿Quieres volver con tu familia y esa gente que te cae mal?
—¡Claro que no!
—¿Quieres quedarte sola mirando los fuegos artificiales?
—No...
—Entonces deja de quejarte y disfrutemos este momento.
—Ya...
Dejó escapar un largo suspiro y formó un puchero con sus labios. Quería tenerlo a su lado y le dolía el pecho por sentirlo tan lejos.
—Asuna —la voz del otro lado, tomó una tonalidad más dulce cuando dijo su nombre
—Dime.
—Si tuvieras que pedir un deseo en este momento... ¿Qué pedirías?
—¿Un deseo? Bueno... tendría muchos que pedir...
—Vamos, solo puedes elegir uno.
—Hmm... —Asuna lo pensó durante un momento. Dentro suyo tenía muchos deseos que quisiera cumplir con desesperación, pero había uno que en ese momento afloraba más que todos los demás—. Poder estar en este momento contigo y Yui juntos.
—Uff... bien, por un momento pensé que pedirías algo que no podría darte —dijo con lo que le pareció alivio.
Asuna frunció el ceño con confusión. ¿Cómo que algo que no pudiera darle?
—¿Perdona?
Un estallido irrumpió el silencio, convirtiendo la negrura de la noche en luces de colores. Asuna miró hacia arriba observando cómo las luces se expandían en varias direcciones y cómo a ese estallido le comenzaron a seguir nuevos. Un tono largo y repetitivo en su oído le indicó que la comunicación que había estado manteniendo, había finalizado. A cambio, una mano gentil se posó en su brazo y alguien ocupó un lugar a su lado. Asuna parpadeó varias veces sorprendida y algo incrédula de lo que estaba viendo.
—¡Sorpresa! ¡Feliz año, ma!
—Feliz año nuevo, mi reina.
—¿K-kirito? ¿Yui? —sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y la vista se le nublaba impidiéndole ver a la persona que tenía frente a sus ojos. Parpadeó varias veces dejando que las lágrimas se escurrieran por sus mejillas, temerosa de que su mente le estuviera jugando una mala pasada.
—¿Sorprendida?
Con gentileza, Kirito borró las lágrimas de su rostro dejando una suave caricia en ambas mejillas. Ella, dudosa, extendió sus manos para palparle el pecho buscando el latido de su corazón, como intentando comprobar que era realmente él y no que se había desmoronado el suelo debajo suyo y resultaba que solo estaba teniendo una alucinación antes del último suspiro.
—¿Esto es... real?
Kirito se dejó tocar por las manos ansiosas de su novia, queriendo comprobar la veracidad de su existencia. Cuando ella por fin dejó quietas sus manos, él las tomó para entrelazar sus dedos. A su alrededor el cielo continuaba iluminadose con diferentes colores y Yui, quizás queriendo darles privacidad o quizás queriendo ver las luces, emitía exclamaciones de asombro ignorandolos.
—Más real que nunca, Asuna.
—Pero... ¿Qué hacen aquí?
—Fue idea de Adam. Como lo ibas a ayudar a encontratse con Akito, él no quería que tú la pasaras sola por su egoísmo... o eso me dijo.
—¿Adam? ¿de verdad? —nuevas lágrimas cubrieron sus mejillas pero con una sonrisa dibujando su rostro—¿Tus padres? ¿les pareció bien?
—Mi madre está a la espera de que anunciemos nuestro casamiento en una vida que no sea virtual... claro que le pareció bien que estuviera contigo... y, aunque no lo hubieran estado, hubiera venido igual. Lo prometimos ¿no?
Conmovida y sin poder aguantar mucho más, Asuna envolvió en un fuerte abrazo a su novio, agradecida con Adam y con él por no dejarla sola, por hacer de esa fecha un día tan especial. Tener a Kirito y a Yui a su lado, era mucho mas de lo que podria haber pedido o siquiera imaginado. De alguna forma, Kirito hacía que se enamorara cada vez más cuando creía que no sería posible amar más a alguien.
Se sentía la mujer más afortunada del mundo, en un sueño casi indestructible que llegó a su fin luego de que a las tres de la madrugada Adam hiciera sonar la última campanada de advertencia, cual cenicienta, para que concluyeran su acto de pasión y amor, y volvieran a la tortuosa realidad donde sus progenitores los perseguían en búsqueda de un arreglo matrimonial.
—Algún día, Asuna. Algún día mandaremos todo al demonio y cumpliremos nuestros sueños.
Su sonrisa amarga contradecía un poco sus palabras. Asuna sabía que Adam había conseguido todo el tiempo que había podido y que ambos deseaban haber permanecido así durante toda la noche, pero, esa pizca de felicidad al menso le había dado las fuerzas necesarias para terminar esas dichosas fiestas casamenteras,
—Hoy estás soñando mucho, Adam... pero... Gracias, por todo...
—Lo que sea para mi futura prometida —bromeó— Una lucecita de felicidad para esta noche tan lúgubre... te lo merecías.
Una última mirada al cielo estrellado, una ultima bocanada de aire puro y del sabor a libertad... Adam tendió su mano, que Asuna sujeto con un largo suspiro. Sabían que estarían vigilando su vuelta.
—Al infierno otra vez.
