- Si no quieres que la jovencita salga lastimada, no opongas resistencia.

Aquella voz, susurrando firmemente contra su oído, provocó que liberara el agarre del cuerpo de su novia, mientras era semi arrastrado a través de la multitud. Pudo observar, con claridad, el rostro confundido de la mujer, a medida que se alejaba.

Miró a su "captor" encontrándose con que se trataba de la misma persona que había visto pasar frente a ellos en el parque, días atrás, mientras hablaban con Abi.

- Keh, debí imaginarme - pronunció - Dile a tu jefe que si se atreve a tocar a Kagome...

- Ya, ya - respondió con desdén - Guarda tus amenazas para cuando te encuentres con él.

Observó el agarre en su brazo, notando la seguridad que mantenía, asi como su masa corporal, la cuál le indicaba que, un intento de zafarse, acabaría en un inevitable fracaso.

Atravesaron la pista principal en dirección a una de las barras más alejadas, en dónde se toparon con una escalera de hierro completamente negra, sin iluminación, que se camuflaba perfectamente con la oscuridad de la zona.

¿Hay segundo piso?

Elevó su mirada, observando una especie de mini oficina, con un pequeño ventanal, el cuál asomaba una leve iluminación.

- Entra - Kyokotsu abrió la puerta - Sin quejas.

- ¿Y quién dijo que iba a quejarme? - lo miró desafiante, mientras se adentraba en aquel diminuto lugar.

Para su sorpresa, la habitación sólo contaba con una silla y una pequeña mesa, amén de un pequeño tubo de luz led, el cual, a duras penas, alumbraba media sala, sin embargo, se encontró con que, a través de aquella ventana, obtenía una amplia y, bastante clara, vista de la pista principal y las barras aledañas. Rápidamente buscó a Kagome sin éxito, provocando que sus puños se apretaran.

- Maldición - gruñó - ¿Dónde estás?

En ese momento, la puerta se abrió y sus orbes dorados se encontraron con los últimos ojos que deseaba ver.

- Maldita sea - bufó - ¿Cuántas veces tendré que lidiar contigo?

- ¿No estas feliz de verme?

- ¿Qué mierda quieres?

- No recuerdo que fueras tan grosero, mi amor.

- Ni se te ocurra... - apretó su mandíbula - Volver a llamarme así.

Ella ladeó su cabeza, sonriendo, al mismo tiempo en que daba un paso hacía él, provocando su retroceso.

- ¿Qué sucede? - no se detuvo - ¿Me tienes miedo?

- No quiero que me toques.

Ella lo abrazó, apoyando su cabeza en su pecho, el cual subía y bajaba, en una clara señal de que estaba intentando mantener el control.

- Abrázame - cerró sus ojos.

- Ni loco.

- Si no lo haces, buscaré a tu princesa y le mostraré el error que está cometiendo, al meterse al medio.

Frunció el entrecejo ante ese comentario y, con sus manos temblorosas, rodeó la cintura de la joven.

- Realmente harías cualquier cosa por esa mujer - sonrió, victoriosa.

¿Qué?

Abrió ampliamente sus ojos al notar la presión que los brazos del joven ejercían sobre su cuerpo.

- ¿Qué haces? - trató de alejarse sutilmente, sin embargo, no lo logró - Inuyasha... me lastimas.

Una energía electrizante, casi punzante, la atravesó en ese momento. Elevó su mirada, notando que los ojos dorados del joven se intercalaban con una especie de rayo rojizo, el cuál iluminaba su centro.

- Inuyasha - el miedo se apoderó de su rostro - Me duele.

- Que bueno tenerte de frente - el tono de su voz se oía diferente, al igual que la sonrisa que esbozó - Quiero ver como pagas el precio lentamente...

- ¿Qué? - intentó empujarlo, sin embargo, los brazos del joven parecían rocas - ¡Suéltame imbécil!

No puedo... se me dificulta respirar.

- ¡Inuyasha! - su cuerpo comenzó a doler y sus ojos a nublarse - Por favor... - comenzó a dar grandes bocanadas de aire - ¡Kyokotsu! - trató de gritar, sin embargo, el tono de su voz era inaudible, incluso para el joven frente a ella.

- ¿No era lo que querías, Yura? - aquella voz provocaba que los vellos de su piel se erizaban - Tú pediste estar entre mis brazos.

- Tú... no eres... Inuyasha...

La oscuridad se apoderó de sus ojos violetas, en el mismo momento en el que él aflojaba el agarre en su cuerpo. La sostuvo, colocándola suavemente en el suelo, mientras el pecho de la joven comenzaba a regular su respiración y él se arrodillaba a su lado.

Los orbes del peliplata regresaron a su color dorado, mientras su mente se aclaraba poco a poco.

- Asique de esto se trataba - murmuró, observando el rostro de la joven.

El imaginarme a Kagome siendo arrastrada hacia un lugar similar a este... siendo encerrada a la espera de que alguien entre, dispuesto a todo. El miedo en sus ojos...

- Sesshomaru se equivocó - hizo una pausa - Mi sangre no tendrá piedad contigo... no importa lo que haya sentido por ti... estas demente.

Sobre todo cuando muestras tus intenciones de dañar a la mujer que amo.

Se puso de pie, caminando en dirección de la puerta, abriéndola y encontrándose con la espalda de Kyokotsu.

- Deberás hacer mejor tu trabajo - pronunció seriamente - Como guardaespaldas, deberías darte cuenta cuando tu jefe no está en condiciones.

- ¿Qué? - miró al interior, encontrándose con el cuerpo de la mujer en el suelo - ¡¿Qué le hiciste?! - gritó, ingresando rápidamente, tomando su brazo.

- No le hice nada, idiota... si hubiera querido matarla, me hubiera aprovechado de la situación - entrecerró sus ojos - Cuando despierte, dile que no vuelva a acercarse a mi.

Volteó y comenzó a descender las escaleras, en busca de Kagome.


- ¿Inuyasha? - miraba a su alrededor mientras más y más gente, involuntariamente, la rodeaba.

¿Dónde está? ¿Acaso se fue?

En ese momento, una cálida mano la jaló del brazo, quitándola del centro de la escena.

- ¡Oye! - gritó, tratando de zafarse, mientras su rostro se relajaba al encontrarse con los ojos del hombre que la sostenía - Koga... ¿Qué haces aquí?

- ¿Dónde está Inuyasha? - preguntó, en un tono de evidente preocupación.

- No lo sé... se fue.

- No - meneo la cabeza, observando a Renkotsu a unos metros, buscando con la mirada, a la joven que él tenía al frente - No se fue por propia voluntad.

Los ojos de la mujer fueron los encargados de expresar el miedo que sintió en ese momento.

- ¿De que hablas? - fue la única frase que logró pronunciar - ¿Qué está pasando?

- Luego te explico - tomó su mano, abriéndose paso por la multitud, en busca de un lugar seguro, mientras por su mente pasaba aquella secuencia.

Ambos se encontraban cenando con sus padres, mientras intercambiaban intensas y desafiantes miradas.

- ¿Y a ti que te ocurre? - preguntó el mayor.

- ¿Te molesta que te observe?

- Ya, hijos - intervino su madre - ¿Hace cuanto no compartimos una cena como familia?

- Su madre tiene razón - acotó su padre - Hijo, ¿Cómo van tus negocios?

Antes de que pudiese responder, su celular comenzó a sonar.

- Lamento esto - sonrió - Pero es un llamado urgente.

Se puso de pie, atendiendo y dirigiéndose en dirección a la sala.

- Iré al baño - segundos después, el moreno se elevó, siguiendo sigilosamente a su hermano.

Lo encontró en la sala, de espaldas a la puerta que conectaba el pequeño pasillo que los llevaba a la cocina.

- ¿De verdad? - rio - Al fin y al cabo, son tan predecibles como cualquier jovencito.

No lograba observar su sonrisa, sin embargo, era evidente que la poseía.

- De acuerdo... ya sabes lo que tienes que hacer - hizo una pausa, escuchando lo que la persona al otro lado de la linea, le estaba comentando - Si, que ella se encargue de él y Renkotsu de la chica... sólo dile que no se sobrepase, nada más necesito que sienta que esto no es un juego... si logran crear una verdadera sensación de peligro, será más fácil doblegarlo.

Frunció el entrecejo, comprendiendo completamente a quienes se referían.

- Lo sé, esa discoteca es un asco, sin embargo, esa decoración fue la que quiso Magatsuhi.

- Vaya, debe ser un lugar horrible para que digas eso.

Volteó ante la voz de su hermano, esbozando una sonrisa

- Te hablo después - cortó - ¿Siempre escuchas conversaciones ajenas?

- Tranquilo - le devolvió la sonrisa - No hay nada, que me interese menos, que tu atareada vida.

Su cuerpo estaba tenso, sin embargo, conocía a su hermano y sabía como engañarlo.

- ¿De que discoteca hablabas?

- ¿No era que no te importaba?

- Tengo una cita, con una chica de la que quiero deshacerme rápido, me ayudaría mucho llevarla a un mal lugar... luego del sexo, simplemente la dejaré.

- Me agrada tu actitud - suspiró imperceptiblemente, al notar que Bankotsu no mostraba signos de duda - Feudal Fantasy, está cerca de la plaza principal.

Sus ojos celestes vagaban por la extensión del lugar, después de todo, no sabía si su hermano se encontraba allí y, de ser así, el verlo con Kagome provocaría que toda la confianza que mantenía en él, se fuera al carajo.

- ¿No llamaste a su celular? - la miró por sobre su hombro.

- Dejé mi celular en mi bolso - respondió.

Maldición.

Apretó su mandíbula, en el mismo momento en que, iluminado con una especie de reflector imaginario, divisó la sobresaliente melena plateada de Sesshomaru.

- Bien - murmuró, acercándose a la barra - Sesshomaru...

- ¿Sesshomaru? - murmuró la joven.

Demonios... está furioso.

Pensó Koga, observando los ojos del peliplata, apretando ligeramente sus dientes, mientras se detenía frente a él. Sus ojos dorados viajaron por el moreno y finalizaron en Kagome.

- ¿Dónde está Inuyasha? - preguntó seriamente.

- No logré decirle - respondió Koga - Pero... hace un rato escuché a mi hermano, hablando por teléfono con alguien, dijo que quería que los separaran... pero no sé para que...

- Oh por dios - Kagome tapó su boca, notablemente sorprendida.

- Encontré a Kagome momentos después de que se lo llevaran...

- Jaken - miró a su subordinando, sin inmutar su expresión, mientras la música cambiaba de ritmo - Llama a Hiten y Manten, diles que me esperen afuera.

- Como usted ordene, mi amo Sesshomaru - se puso de pie, tomando su teléfono, mientras se dirigía a la salida.

- ¿Qué harás? - preguntó Koga.

El mayor de los Taisho pasó su mirada a lo largo y lo ancho del lugar, deteniéndose en la pequeña ventana que, de no ser por su refinada visión, sería casi imperceptible para cualquier otra persona.

- Al parecer... deberé encárgame de esto en persona - se puso de pie, observando la pista nuevamente, entrecerrando levemente sus ojos.

- No es necesario que vayas - los tres giraron ante su voz - No me sucedió nada malo.

- ¡Inuyasha! - lo abrazó fuertemente, cerrando sus ojos y frunciendo su ceño, sintiendo un gran alivio en su pecho.

- Tranquila - murmuró, rodeándola con sus brazos - Estoy bien.

Sus ojos se encontraron con los ojos del moreno, mientras asentía levemente y él le devolvía el gesto.

Gracias.

- ¿Estas bien? ¿No te paso nada? - lo miró, con sus ojos llenos de lágrimas.

- Estoy bien - sonrió levemente, depositando un beso sobre su cuero cabelludo - Oye sarnoso, ven con nosotros, tengo que hablar contigo.

- De acuerdo, pero... ¿Qué harás con tu hermano?

- Él ya tomó una decisión - miró la pista, observando como el joven se dirigía hacia la zona en donde se encontraba la escalera - Ven, Sango y Miroku están por aquí.


Extra: Ese extraño sentimiento

- Esto está excelente - sonrió la castaña, mientras se movía al ritmo de la música boricua.

- Es un lugar genial - correspondió su alegría, tratando de seguirle el paso.

De un momento a otro, el estilo se modificó.

- ¡Wow! ¿Es merengue? - extendió sus brazos - ¿Bailas?

- Te sigo - rio, mientras comenzaban a acercarse.

Comenzaron a realizar pequeños pasos hacia sus lados, riendo fuertemente ante cada desacierto de Kohaku. Ella lo guio, haciéndolo girar y abrazándolo por detrás mientras él iba mejorando su técnica.

- ¡Bien! - lo miró - Aprendes rápido.

- Gracias - apretó sus labios ligeramente - Me gusta tu sonrisa... - murmuró en su oído.

- ¡Gracias! - respondió con entusiasmo - A mi igual la tuya.

No supo si aquello lo dijo con sinceridad, para corresponder su buen gesto o porque la cerveza ya había comenzado a hacer efecto en su mente, sin embargo, se arrepintió de inmediato al sentir como las cálidas manos del joven envolvían su rostro y sus labios se unían a los de ella.

Mientras tanto, al otro lado de la pista, unos prominentes orbes dorados la observaban, amenazando con cambiar de color en cualquier instante.

- ¿Se encuentra bien, señor Sesshomaru? - preguntó Jaken, observando el agarre del hombre sobre el vaso de la barra - Yo... yo no quiero ser impertinente, pero... puede... puede romperlo si lo sigue apretando así.

¿Cómo se atreve a tocarla de esa manera?

Pensó, entrecerrando sus ojos y calmando el calor que había comenzado a subir por su pecho. En su mente, ya había apartado al joven, tomando su lugar en los labios de la jovencita, sin embargo, su orgullo, su compostura y el hecho de que él era su jefe momentáneo, le impedía hacer aquella fantasía, realidad.

¿Por qué no lo apartas, Rin?

La jovencita se apartó sutilmente, murmurándole algo en su oído, sin embargo, no logró seguir observando aquella escena, ya que la voz de Koga provocó que desviara su mirar.

- Sesshomaru...

- ¿Sesshomaru? - murmuró la joven.

- ¿Dónde está Inuyasha? - preguntó seriamente.

- No logré decirle - respondió Koga - Pero... hace un rato escuché a mi hermano, hablando por teléfono con alguien, dijo que quería que los separaran... pero no sé para que...

- Oh por dios - Kagome tapó su boca, notablemente sorprendida.

- Encontré a Kagome momentos después de que se lo llevaran...

- Jaken - miró a su subordinan, sin inmutar su expresión, mientras la música cambiaba de ritmo - Llama a Hiten y Manten, diles que me esperen afuera.

- Como usted ordene, mi amo Sesshomaru - se puso de pie, tomando su teléfono, mientras se dirigía a la salida.

- ¿Qué harás? - preguntó Koga.

Comenzó a pasar su mirada por el lugar, observando detalladamente cada espacio, hasta percatarse de aquella pequeña ventana, tenuemente iluminada.

Hm... debí imaginarlo. Al parecer, deberé ser yo quién los ponga en su lugar.

- Al parecer, deberé encargarme de esto en persona - se puso de pie, observando nuevamente la pista, en busca de los jóvenes, los cuáles ya no se encontraban en el lugar.

Espero que ese idiota no se la haya llevado a un lugar inapropiado... pero, si ella lo acepto...

- No es necesario que vayas - giró levemente, ante la voz de su hermano - No me sucedió nada malo.

Ignoró completamente las palabras del joven, al mismo tiempo en que emitía un minúsculo suspiro de alivio, adentrándose en la pista, en búsqueda de aquella escalera que lo llevara hacia esa pequeña ventana, mientras, afuera sus guardaespaldas estaban preparados para la siguiente fase.


Extra: Confesión

- Oiga, ¿seguro que se encuentra bien? - preguntó Sango, observando los ojos dilatados de su compañero.

- ¿Te he dicho lo hermosa que eres? - respondió, apoyando su mentón sobre la palma de su mano.

- Definitivamente no se encuentra bien - suspiró.

- Sango - tomó su mano, fijando su mirada en la de ella - Voy a decirte algo que, probablemente, querré negar mañana, pero...

- ¡Oiga! ¡No es necesario! - se sonrojó, sin embargo, él no la soltó.

- Me gustas demasiado - pronunció, dejándola completamente sin aliento - Es la primera vez, en mucho tiempo, que siento algo similar...

- Joven Miroku...

- Eres perfecta - comenzó a acariciar su mejilla, sonriendo - Tus ojos hermosos... tu cabello... la sonrisa que me regalaste cuando te entregué el HiraiKotsu...

- No siga, por favor...

- Te quiero, Sanguito, te quiero demasiado.

Se acercó con ganas de besarla, sin embargo, ella corrió su rostro, provocando que los labios del joven se estrellaran en su hombro, mientras ella lo rodeaba con sus brazos.

Yo... realmente lo quiero, joven Miroku, sin embargo, no deseo besarlo de esta manera... quiero que sea un momento especial para los dos, no así...

Pensó, mientras sentía como las manos del castaño rodeaban su cintura y sus ojos se encontraban con las siluetas de sus amigos, los cuales se acercaban lentamente.