Otro día en la oficina II

-Y bueno, ¿quién era ese guapo tetón?

-¡Valessa!- me exalté mirando hacia mis alrededores- no hables así en la oficina, nos van a regañar.

-¿Quién?- dejó de limarse las uñas para voltear a ver al fondo de la oficina- ¿Steve, el interno tonto?

Me volví para verlo, el pobre batallaba con la impresora torpemente intentando desatascar una hoja a medio imprimir. Hice una mueca de lástima.

-Oh vamos, estoy falta de un tipo guapo y grandote que me sofoque entre sus pechos. - Valessa me tomó de las manos entusiasmada- Preséntanos, ¿sí?

-Val, ni siquiera lo conozco lo suficiente. Además, de las pocas veces que hemos coincidido se me hace un tipo un tanto nefasto. Por su culpa el señor Sterling me gritoneó aquel día.

La expresión en el rostro de Valessa cambió inmediatamente, parecía molesta con Toji por hacerme pasar un mal rato pero también ponderativa. Tal vez contemplando si podría pasar por alto aquella falta y darle una oportunidad a un tipo que ni siquiera es consciente de su existencia. No agregó nada más y continuó limandose las uñas con su típico aire de despreocupación. Yo regresé mi atención a mi ordenador concentrándome en terminar mi presentación antes de la junta de departamentos programada para las tres. Aún quedaba mostrársela a mi superior para obtener su visto bueno. Continué tecleando en el ordenador sin perder la concentración y sólo deteniéndome para cerrar los ojos y sobarme las sienes de vez en cuando, tenía que abordar bastantes puntos durante la junta concerniente al último producto lanzado a comienzos del verano.

Bostecé disimuladamente alejándome del escritorio, suprimí mis ganas de estirarme y me giré hacia Valessa.

-Val, vamos a comer. Ya son las doce.

-Al fin, muero de hambre- ella también bostezó provocando que pequeñas lágrimas de las se asomaran por las esquinas de sus ojos- ah rayos, se me correrá el delineado.

Salimos de la oficina cogiendo nuestros almuerzos y Valessa su estuche de maquillaje. Subimos al último piso del edificio donde se encontraba la cafetería, compramos un par de refrescos y nos asentamos en una de las mesas ubicadas en el exterior. El calor de verano era mitigado por la sombra de los árboles y por la pérgola de madera que cubría nuestra mesa.

-Últimamente te han estado atiborrando de trabajo. ¿Estás descansando lo suficiente?- Val se echó su cobriza cabellera hacia atrás antes de servir su almuerzo, risotto recalentado.

-A decir verdad, estoy agotada. Creo que Sterling espera demasiado de mí y la mitad del tiempo no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.

-Iba a decir que deberías decirle algo pero, ahora que lo pienso, sólo conseguirás que te castigue con más trabajo.

-No creo que sea del tipo vengativo… Pero sí del tipo de jefe que te mira decepcionado y te dice ''esperaba más de tí'' o algo por el estilo. Y eso, sí que no podría soportarlo.

Valessa meneó su cabeza en señal de desaprobación. Me metí a la boca un bocado de mi almuerzo, albóndigas con arroz. Valessa estaba en lo correcto, si me quedaba callada Sterling me sobre-trabajaría hasta el punto del colapso, y si quería evitar eso tendría que encontrar la manera de hacerle saber que necesitaba un descanso. Después del incidente de los informes, mi sistema inmunitario colapsó y no lograba salir del resfriado que me acechaba con sus ocasionales estornudos y el cansancio anormal de mi cuerpo. No importaba cuántos tés para el resfriado tomara, parecía que simplemente no podría estar al cien otra vez y, ante cualquier evento estresante, mi cuerpo volvía a caer en sus garras.

-¿Está libre este asiento?- una voz masculina preguntó. Ambas nos volvimos para mirar en su dirección.

-Steve, ¿cierto?- Valessa me miró intentando disimular su desagrado pero era demasiado tarde, no le iba a rechazar. -Únete a nosotras, apenas empezamos a comer.

Steve sonrió emocionado, se sentó y colocó su bandeja de comida sobre la mesa. Sopa de pollo, un bollo y tres empanadas de espinaca. Le sonreí cortésmente antes de continuar comiendo, Valessa se resignó a mirarse las uñas en silencio.

-Y bueno, ¿cuáles son sus planes para el fin de semana?- preguntó Steve, y al no obtener respuesta se apresuró a hablar primero- yo iré de camping con mi familia. Vamos a disfrutar de los últimos días del verano para bañarnos en el río, ir de pesca y asar lo que que pesquemos. Es costumbre ir cada año, pero el año pasado no fuimos porque no paró de llover y la montaña se deslavó. ¿Y ustedes?

-Yo creo que me quedaré en casa a descansar. Veré alguna película cualquiera y dormiré la mayor parte del día -respondí- ¿y tú, Val?

- Creo que lo mismo, no tengo ganas de salir con el calorón que hace a todas horas. Prefiero darme un baño de burbujas con una copa de vino en la mano que salir a morirme de calor o ir de noche a algún bar repleto de gente que apesta a sudor.

-Eres tan mala, Val. Deberíamos de salir a alguna discoteca antes de que se acabe la temporada de turistas. Ya sabes, aprovechar los extranjeros guapos. Una vez que llega el frío, ya nadie quiere salir a congelarse en mini vestidos y tacones. Pocas serán las oportunidades que tendremos de vestirnos provocadoras sin sufrir de hipotermia al salir, estar tiritando violentamente asusta a los chicos.

-Lo pensaré.

-¿Tal vez el próximo fin? - insistí.

-Steve,- Valessa le miró inquisitiva- ¿sales de antro?

Steve se sonrojó suavemente. Bajó la mirada revelando su inexperiencia en el área de fiestas y alcohol.

-Vale, saldremos los tres juntos.- La cuestioné con la mirada pero ella me miró irreprochable- si Steve viene con nosotras, no se nos acercarán los raritos.

Continuamos almorzando y platicando banalmente, al cabo de un rato me disculpé para retirarme prematuramente. Necesitaba ir con Sterling antes de las dos para revisar la presentación. Una vez en su oficina y, tras unos minutos de mirar la pantalla inexpresivo, se recostó satisfecho sobre el respaldo de su silla de cuero negro.

-Muy bien, abordaste los temas más importantes de forma clara y concisa, pero agregaré un par de temas que me tienen preocupado. Han habido varias quejas sobre productos defectuosos y Maera no estará feliz de que se lo hagamos saber, sin embargo, creo que le agradas así que el golpe será menos duro si viene de ti.

-¿Yo voy a presentarlo?- pregunté alterada.

-Pues claro, es tu presentación. Tú la trabajaste y nadie conoce los contenidos de esta mejor que tú.

-P-pero no creo que sea buena idea hacerlo frente a todos los jefes de departamento y del COO, apenas voy empezando en la empresa y no tengo tanto dominio sobre los temas a tratar.

-Sí lo tienes, ¿o acaso alguien más trabajó en tu presentación? - habló con un tono burlón.

-¡No, claro que no!

-Entonces estás lista. Ve a retocarte el maquillaje, tomarte un café o lo que sea que te ayude a preparate para la junta. Te esperaré afuera de la sala de conferencias, no tardes mucho.

Salí calmadamente de su oficina, crucé el departamento de Administración a paso lento y, una vez fuera del área, me dirigí corriendo al baño del piso. Me desabotoné la camisa y me limpié el sudor de las axilas con un puñado de papel humedecido, me aireé el pecho con la mano hiperventilando. La bilis me subía por el esófago contribuyendo a mi malestar. Me enjuagué el amargo regusto de la boca con agua de la llave, reacomodé mi camisa fajándome bien, finalmente me miré al espejo tratando de reconfortarme con palabras de afirmación. ''Yo puedo'' ''soy excelente'' ''me escucharán con atención'' ''yo puedo''.

Salí del baño a paso seguro y la cabeza en alto. Pasé por mi cubículo y recogí mi cuaderno de notas antes de dirigrime a la sala de conferencias. Ahí me esperaba mi superior, Sterling, luciendo su impecable traje color titanio y sus botines negros relucientes. Siempre gustaba de portar corbatas con diseños intrincados y colores lujosos, y hoy no era la excepción, aquel verde oscuro intenso le iba perfecto con sus intensos ojos dorados. Me sonrió paciente y abrió la puerta dejándome entrar primero. Se me hizo un nudo en el estómago al encontrarme con cinco cabezas que miraban en mi dirección, entre ellas la del autor de mi más reciente infortunio, Toji. Ahogué un grito limitándome a saludar cordialmente a los presentes.

Tras las primeras formalidades típicas de una junta de trabajo, me levanté de mi asiento para presentar mi trabajo, abordando temas desde el desempeño de nuestros productos hasta las quejas e inconformidades de nuestros clientes. Las miradas de los jefes de departamento me seguían atentamente, de vez en cuando desviándose para apuntar en sus cuadernillos. El único que se mantenía inmóvil con su mirada penetrante fija en mí era aquel hombre de porte alto y fuerte, el profundo color azul negro de sus ojos me distraía de mi ritmo y me forzaba a apartar la mirada para volverme a concentrar. Tras el final de mi presentación, uno a uno los jefes de cada departamento hablaron sobre los temas previamente expuestos, ocasionalmente discutían entre ellos sin llegar a un acuerdo y, cuando tocó el turno de hablar sobre los productos defectuosos, Maera se ruborizó violentamente.

-No es posible que sea un error dentro nuestra fábrica, me he asegurado de que cada producto haya salido perfectamente bien antes de llegar a Sistemas. Si existe algún problema, es con ustedes y no en mi departamento.

-El software funciona sin problemas, ya hemos sacado dos parches para corregir los problemas que los usuarios estaban presentando. Si algo más está ocurriendo con el producto es debido a un error de fabricación de hardware - respondió cortante la cabecilla de Sistemas, una mujer alta y regordeta que fruncía el ceño exasperada.

Así continuaron durante varios minutos antes de que por fin intercediera el COO, y ahora era una discusión de tres. Me mantuve de pie en mi lugar sin decir nada, me dolían los pies después de tanto tiempo de estar parada sobre esos incómodos tacones. Poco a poco las voces de mis superiores se fusionaron con el fondo y mi mirada se perdió en la gran mesa negra que ocupaba la mayor parte de la habitación. Lentamente mis ojos viajaron del abismal color de la mesa a las hojas blancas del cuaderno de notas de la encargada de Finanzas, y de ahí a su elegante camisa de botones de un blanco aperlado, su rubia cabellera reposaba sobre su nuca en un impecable peinado recogido. De ahí vagué con la mirada hasta toparme con una cicatriz familiar, ésta irrumpía verticalmente entre los labios de su dueño y se deformaba cada que este los movía al hablar. Bajé por su cuello y su camisa cuidadosa de no detenerme a admirar su escultural torso, en cambio, conformándome con apreciar sus blancas manos, los dedos largos y ligeramente rectangulares que jugueteaban con una pluma sin realmente utilizarla para anotar. Sus venas resaltaban brindando mayor dimensión al dorso de su mano, y se extendían a lo largo de su muñeca hasta perderse por debajo del puño de su camisa. Debí habérmele quedado mirando por un largo rato, pues cuando volví en mí la discusión había terminado y ya habían saltado al siguiente tema.

El resto de la junta prosiguió sin demasiada notoriedad y al finalizar, los jefes salieron uno a uno tomando su propio camino. Sterling me miró complacido y sonrió.

-Enhorabuena.

Nos marchamos de regreso a nuestro departamento sin decir palabra.

El jueves llegó a paso lento, la carga de trabajo había disminuido tras aquella junta y por fin tenía tiempo para respirar tranquilamente. Como ya nos era costumbre, Valessa, Steve y yo subimos a la terraza a comer.

-¿Qué trajiste de comer hoy?

-Sopa de nabo y cecina de Yak- Steve contemplaba orgulloso su plato- ¿y ustedes?

-¿Cecina de Yak? Eso es nuevo…- Val le juzgaba con la mirada.

-Yo traje albóndigas… otra vez. Y té de jazmin.

-¿Qué no sabes cocinar otra cosa? Siempre traes lo mismo.

-Val, cállate. Nunca tengo tiempo de cocinar, las compro en la tienda de conveniencia cerca de mi apartamento.

Ambos chicos me miraron con lástima. Realmente no es que no supiera cocinar, es simplemente que me da pereza todo lo que conlleva hacerlo. Lavar una montaña de trastes, comprar un montón de ingredientes y especias que nunca volveré a utilizar, pasarse horas esperando a que se cueza la comida o hierva la sopa… Y además, la cocina es un arte. Hay que aprender la teoría del sabor, qué combinaciones de especias van juntas y cuáles resaltan el sabor de otros elementos, existen quince técnicas diferentes para cocinar cebolla y demasiadas formas de cocer un huevo; en un mundo de experimentados artistas yo soy un ignorante sin esperanza. Seguramente nací con tres papilas gustativas y una sirve para el café, otra para el azúcar, y otra para las albóndigas.

-Por cierto, escuché que te adueñaste de la junta de departamentos el otro día. ¿Qué te poseyó a hacerlo?

-No fue idea mía, fue la de Sterling. No sé qué pretende exactamente al mandarme al frente de la batalla así nada más, pero creo haberlo hecho bien pues me felicitó al terminar la junta.

-Igual e intenta redimirse tras la gritoniza que te puso, él sabe que sin ti se le caería el mundo. Prácticamente te encargas de todo en la oficina.

-No es por echarme porras pero estás en lo correcto- asentí con un falso tono de fanfarronería.

Los tres reímos al unísono inmediatamente bajando la voz al darnos cuenta que la gente a nuestro alrededor nos miraba molesta. Al terminar de comer regresamos a la oficina platicando sobre la inminente llegada del otoño y el drástico cambio de temperatura que ocurría cada año una vez que llegaba octubre. Steve se sentó frente a su escritorio donde ya le esperaban montañas de papeleo y una muy enojada impresora lista para arrebatarle toda la calma acumulada durante la hora de comida. Val y yo tomamos asiento en nuestros respectivos lugares, un vaso de café caliente reposaba inconspicuamente sobre mi mesa. Pensé en Maera. Hace tiempo que no la veía pasar por aquí pero me alegró que aún no se olvidara de mí, sonreí agradecida antes de darle un sorbo al café.

-Debería de ir a verla- pensé en voz alta.

-¿Ver a quién?

-¡Maera! Justo estaba pensando en ti.

Maera me miraba con su semblante enternecido, su rojos labios dibujaban una sonrisa serena y su larga cabellera caía de un lado sobre su cintura. Sostenía en cada mano un vaso de café, y miró el mío con aire de derrota.

-Veo que alguien más me ganó. Y mira que justo vine para tomarnos un café juntas.

¿No lo había traído ella? ¿Entonces quién me había dejado éste en el escritorio? ¿Y si en realidad pertenecía a Sterling y lo olvidó aquí mientras buscaba algo en mi cubículo? Iugh, creo que acabo de compartir saliva con mi jefe.

-Pensé que lo habías comprado tú- la miré confundida y un tanto avergonzada, extendí mi mano- pero nunca le haré el feo a un café.

-Te aseguro que el mío sabe mejor que ese- Maera cogió una silla del escritorio vacío contiguo para sentarse.

-¿Por qué asumes que alguien más me lo compró? Pude haber sido yo.

-En todo el año que llevas laborando aquí, jamás te he visto comprar así sea un sólo café. Siempre tomas del café rancio que hay en la oficina o te compras un té embotellado.

Agaché la cabeza reconociendo la veracidad de las palabras de mi superior, no es que ese café fuera malo pero significaba gastar demasiado dinero y tiempo en subir hasta la azotea por un café cada que necesitara ponerme a trabajar sin parar. En cambio, el café de la oficina era gratuito, muy cargado y rápido de hacer, no tenía el mejor sabor pero no le doy demasiada importancia dadas mis tres papilas gustativas.

-Y bueno, dime, ¿ya no has tenido problemas con ya sabes quién?

-No, pero aún no me fío de él. Pronto tendré que volver a recolectar los informes de cada departamento y no sé si cumplirá con el plazo establecido.

-Esperemos que esa interna le sirva de algo, temo que su asistente Ellery ya se ha amoldado a los malos hábitos de su superior.

-No lo culpo. Ha de ser imposible lidiar con un hombre tan testarudo.

Maera se retiró al terminarse el café, colocó el otro vaso aún caliente a un costado del monitor y se despidió dándome una suave palmada en el hombro. Dediqué el resto de la jornada laboral a terminar unos informes menores sumida en el contraste de las letras negras contra el fondo blanco de la pantalla del monitor. Al volver a mirar la hora caí en cuenta que pronto sería hora de retirarme así que comencé a alistar todos mis pendientes para retomarlos mañana por la mañana.

-Sub, ven un momento por favor.

Seguí la voz del jefe Sterling hacia su oficina, su puerta estaba abierta pero las luces no estaban encendidas. También se preparaba para retirarse, cargaba su saco negro sobre el brazo y el maletín en la otra mano.

-Finanzas no ha entregado los presupuestos de este mes, y ya casi se acaba el plazo de entrega. Necesito que te comuniques con ellos y me hagas llegar esos presupuestos.

-Claro que sí. En seguida les envío un correo.

-Perfecto. Bueno, Sub. Nos vemos mañana.

-Hasta mañana, vaya con cuidado.

Sterling me sonrió fugazmente antes de salir por la puerta. Yo tuve que regresar a mi escritorio, volver a encender la computadora y redactar un rápido correo solicitando los presupuestos a Finanzas. Por si acaso, mañana también marcaría al departamento. No querría que se repitiese otra instancia como con el departamento de Estrategia.

Al llegar a casa me desvestí nada más cerré la puerta principal para saltar a la ducha, lavé el estrés enterrado en los poros de mi piel y cerré los ojos al meter la cabeza bajo el chorro de agua tibia. Trabajar es cansado, es estresante, a ratos casi insoportable y, sin embargo, la recompensa de llegar a casa y relajarse lo vale cada segundo. Al salir del cuarto de baño me envolví en mi bata de baño rosada y me recosté sobre el sofá, prendí mi computadora portátil y comencé a revisar mis correos. Tenía un par de ofertas de trabajo de parte de compañías no muy conocidas pero con gran potencial, abandonar mi actual trabajo significaba un gran riesgo si me proponía ingresar a cualquiera de estas dos empresas y por eso aún no les contestaba. Después de lo ocurrido con el departamento de Estrategia y con Toji, cumplí mi palabra de buscar otras oportunidades de empleo con el fin de evitarme un segundo colapso nervioso. De seguir así podría sufrir hasta de una parálisis facial o de algo más severo.

Ciertamente Sterling se comportaba menos severo conmigo desde aquella vez, era más comunicativo y ya no sólo disponía de mí para labores ridículas que hasta un interno podría hacer. No supe de dónde le había venido aquel cambio tan repentino, me imaginaba que se le llenó el pecho de remordimiento e intentaba compensar su aberrante comportamiento.

En cuanto a Toji, el jefe de Estrategia, no le había visto desde entonces sino hasta el día de la junta. No volvió a molestarme por teléfono ni a atormentarme, pero poco me confiaba de que no estuviera preparándose para hacerlo. Aún resonaban las palabras de aquella llamada en mi mente, por unos segundo pareció ser sincero.

''Sub, lo siento. ''

¿Acaso sentía culpa por haber provocado que mi jefe me gritara frente a todos mis compañeros de trabajo? ¿O es que enserio me vio llorando en la parada de autobús esa tarde y sólo así pudo comprender las consecuencias de su acciones?

''Él es tu jefe y como tal debe de resolver los problemas que se encuentran fuera de tu poder.''

¿Será posible que Toji haya hablado con Sterling? Tal vez esa fuera la razón por la que Sterling cambió su comportamiento así de la nada. ¿Pero qué rayos? Claro que no, hombres como Tojiro no se apiadan realmente de otros, y mucho menos de sus subordinados. Se sientan en la cima de la pirámide mientras se aprovechan del trabajo duro de sus empleados, obtienen su placer de hacer sufrir a otros y no se detienen a pensar en cómo puede repercutir a los demás.

Cerré la computadora molesta.

EPÍLOGO:

No lograba comenzar a escribir así que decidí hacerlo en un estilo POV de Sub. No sé si continuaré escribiéndolo con este estilo pero, veremos. Ya tengo varias ideas para continuar este fic.

Les seré sincera: no pensaba continuarlo. Realmente no se me ocurría qué más ponerle. Sin embargo, llegó a mi en sueños la inspiración, bueno más bien mientras intentaba dormir.

¡Nos leemos en el siguiente cap!