CHICKEN TERIYAKI
por Syb
Capítulo VI: Pasado, parte tres
Estaba sentado en la oscuridad absoluta cuando Mimi entró a la nada infinita y expansiva, vestida con el uniforme de porrista que Sora había confeccionado para ese café en la secundaria, pero no tenía sus pompones. Su rostro estaba decorado con una sonrisa siniestra y, sin piedad alguna, se sentó sobre su regazo, presionando su entrepierna con la suya. Koushiro intentó contener el jadeo que la princesita provocó con su soltura para nada oriental, pero ella le besó la boca y todas las sensaciones se dispararon como si sus sesos estuviesen dispersos en una pared.
Cuando despertó sobresaltado, confundido y erecto (no se sentía orgulloso de esto último), le llevó un par de segundos entender que había llegado a su apartamento el día anterior, luego de tener que viajar de vuelta inesperadamente desde Nueva York. Odiaba los viajes extensos en avión, porque nunca podía dormir tranquilo, porque descansar era un lujo que ya pocas veces podía permitirse. Dormir poco y pésimo era una mala combinación, de ahí el sueño para nada normal. Koushiro nunca recordaba sus sueños.
Resopló intranquilo, para luego dejarse caer sobre su almohada otra vez, al menos todavía quedaban unos minutos para que sonara la alarma infernal y podía volver a pensar en su sueño blasfemo. Sin embargo, antes de que su mano se aventurara a la oscuridad de sus calzoncillos, el teléfono empezó a sonar y la cafetera electrónica empezó a moler café de grano; ya que, por mucho que amara el té Oolong, ya casi nada lo podía mantener despierto, solo el café.
Antes de que su suerte mejorara, la alarma para despertarlo sonó sin piedad y Koushiro se entregó a ese inicio precipitado de día. Alargó la mano para apagar el horrible sonido y de paso aprovechó de tomar su celular.
—¿Diga?
—¿Hijo? —dijo su madre al otro lado de la línea, a su alrededor se escuchaba el rumor de los sonidos de la preparación de un desayuno y Koushiro deseó estar junto a su madre en la cocina. Así no tendría que prepararse nada y hablaría de algo que no fuese trabajo—. Tu asistente me llamó para decirme que volviste antes de tiempo.
Su asistente seguramente no la habría llamado para nada, era Kae Izumi la que hacía chequeos regulares con ella; a veces, la mujer que lo adoptó iba a dejarle dulces caseros a la oficina de su asistente solo para tener una excusa de conversación. Koushiro sabía que su madre lo hacía de buena fé, porque él no siempre tenía el tiempo de comentarle lo que estaba ocurriendo en su agitada vida, pero comenzaba a molestarle.
Para alejarse de Kae y Masami Izumi lo suficiente como para tener un límite sano con ellos, había decidido alquilar un apartamento en un lugar bastante alejado de la oficina y la residencia de sus padres.
—Sí, tuve que volver con Mina. Otra reunión.
—Ya veo, ¿cómo está Mina?
Su madre empezaba a impacientarse con su vida amorosa desde que supo que Miyako se comprometió con Ken Ichijouji (y no él), y al enterarse de que Kurumi nació y Hikari se embarazó, esa impaciencia se incrementó considerablemente. Esperaba que, cuando volviera Shuu Kido, no se encontrara con su madre en los pasillos del edificio del CITD, porque así ella sabría que Yamato y Sora se habían casado en una ceremonia íntima ya que Kae Izumi no dejaría de llamarlo todas las mañanas. Según su madre, y con justa razón, su hijo solo era capaz de emparejarse con mujeres de su infancia o de su trabajo. Era optimista, porque él pensaba que nunca se comprometería ni nada por el estilo.
Al menos, casi no recordaba a Mimi Tachikawa, solo porque había dejado de verla desde que se fue a Nueva York luego de la secundaria.
—Está bien, ella sí pudo dormir en el avión.
—Me alegra —resolvió Kae con alegría—. ¿Y tiene novio?
—No lo sé —dijo con la poca paciencia que le quedaba.
—Lo siento —respondió su madre, entendiendo que estaba empezando a molestar a su hijo y que debía cambiar el tema rápidamente o Koushiro terminaría cortando la llamada con la excusa de tener que trabajar—. ¿Y viste a alguien en Nueva York?
—Solo a Michael Barton, quiere invertir el próximo año en el CITD.
—¡Es una gran noticia! Le diré a tu padre para que tenga algo con lo que presumir la próxima vez que salga con sus amigos de la oficina —indicó su madre. A su padre le faltaban un par de años para jubilar, por lo que solo iba a la oficina para cumplir su contrato, aun si solo se sentara en la silla y jugara algún juego genérico en el computador. Desde que su trabajo no requería demasiado de él, empezó a conocer a sus colegas. De todas formas, Koushiro se sentía incómodo cuando alguien presumía en su nombre—. ¿Quién es él?
—Es hijo de un actor.
—¿Cómo lo conociste? —Su madre se escuchaba maravillada, no sonaba a alguien con el que su hijo se involucrara—. ¿Qué tiene que ver con el CITD?
—Es un amigo de una amiga.
—¿La conozco?
—Es Mimi Tachikawa.
—¡Mimi! —gritó ella con éxtasis—. ¿Cómo está ella? ¿Se casó?
—No lo sé —murmuró incómodo.
Esperaba que no la recordara tan pronto.
Seguramente su madre empezaba a imaginar un futuro en que Mimi pudiese estar con su hijo trabajólico. Lo había hecho con Miyako, Hikari y Sora, también con Mina y la hermana de Daisuke, Jun; y una vez le preguntó con indirectas si tenía gusto por Taichi Yagami o Joe Kido, así que no había razón para que no hiciera lo mismo con Mimi.
—¿No sabes cómo está o si se casó?
—No lo sé —resolvió vagamente.
Su madre se impacientó, pero notó el cambio de semblante de su único hijo cuando lo escuchó resoplar por lo bajo, como si se ahogara. Otra vez se había propasado sin querer y su esposo Masami volvería a reprenderla por su intensidad. Siempre era lo mismo: durante su infancia, Kae Izumi deseaba que su hijo se divertiera tanto como Taichi, comportándose como un niño más en medio del parque; a veces insensato y atolondrado, pero lleno de alegra. En vez de eso, su hijo era callado e introvertido, y si algo le pasaba, él no le diría nada. Ahora en la adultez, y aunque Taichi estuviese igual de ocupado y soltero que él, Kae Izumi pasaba noches en vela, deseando que Miyako, Hikari o Sora hubiesen visto en su hijo un compañero de vida.
Koushiro nunca entendería lo preocupada que una madre podría llegar a estar. Mucho menos si no se casaba ni le daba nietos, por los cuales estresarse como ella lo hacía por él. En este punto, a Kae no le importaría si Hikari Yagami llegara diciéndole que su bebé nonato era de Koushiro, porque la recibiría con los brazos extendidos y ninguna duda (él mismo era adoptado, qué más daba).
—Debo irme —le dijo Koushiro, luego de dudar un poco—. Tengo que prepararme para la reunión.
—Claro que sí —respondió su madre—, te dejé natto en la nevera.
Antes de que Koushiro le reprochara que no debía entrar en su apartamento cuando él no estuviera, Kae cortó sin piedad alguna. El pelirrojo resopló molesto, pensando en que le hablaría más tarde a su padre para reforzar los límites de su madre, y se desperezó para ir en búsqueda de ese desayuno nutritivo que podría darle algo de energía.
Estaba comiendo de pie cuando vio que su madre también había llevado utensilios de cocina, unos repasadores para el mesón y otras cosas que le daban a entender que ya tenía una cocina funcional. Él casi no pasaba tiempo en el apartamento, por lo que no había sentido la necesidad de comprar nada más que un futón, un microondas y una nevera. La mayoría del tiempo se la pasaba en la oficina y de viaje.
—Este año será mejor —se dijo, entendía la preocupación de su madre cada vez que entraba al apartamento y el eco le respondía. Y de la soledad también.
En sus planes había contemplado la incorporación de Miyako como su mano derecha, para alivianarse la carga, pero ella fue más rápida que él y le avisó que debía irse de baja maternal. El señor Haruiko era un buen hablador, pero era demasiado lento para ejectuar ideas como para que le diera más libertades; así que Koushiro prefería darle todo en bandeja para que el viejo hiciera de las suyas, con su gran elocuencia. Shuu Kido, en cambio, era rápido para todo, pero no se le daba hablar. En unos meses, Shuu sería el encargado de reemplazarlo la mitad del tiempo, con Haruiko como su voz, y Koushiro por fin podría comprar más cosas para el apartamento. Y quizás se daría el tiempo para entrar en ese sitio de citas del que tanto hablaba Taichi.
Sin dudas, dormiría como si estuviese en coma.
Apenas se acabó su desayuno, revisó su correo y Shuu le había escrito algo relativo a la reunión a la que tuvo que ausentarse. Leyó rápidamente el informe que el hermano de Joe había escrito con pragmatismo, hasta que una postada lo desconcertó. "Vi a la señorita Mimi Tachikawa en la recepción del hotel, fue a verte poco después de que te fuiste al aeropuerto y te dejó una botella de té Oolong. Cada vez está más guapa."
El correo había llegado a su bandeja de entrada en medio del océano Pacífico, pero él no revisó nada al salir del avión porque se fue directo a la cama.
Si ahora eran las siete de la mañana, en Nueva York eran las cinco de la tarde y Mimi podría contestar si le escribía un mensaje.
"Estoy por pasar por ti" entró otro mensaje al celular y leyó el nombre de Mina con su foto de mujer corporativa. La chica de piel morena se hospedaba cerca de él y lo esperaba dentro del taxi mientras apuntaba algunas cosas importantes para la reunión en su laptop. Koushiro le había ofrecido el puesto que Miyako dejó, pero Mina lo declinó al no querer mudarse por tiempo completo. "Llego en cinco minutos" volvió a escribir Mina.
—Este año será mejor —repitió para sí cuando entró en el ascensor y las puertas se cerraron, dandole un poco de tranquilidad.
Mina ya había subido para preparar la presentación que le tocaba dar y Koushiro había ido a buscar unos reportes a la oficina. Estaba tan cansado que estuvo tentado a apretar stop y echarse a dormir en el suelo, cuando las puertas se volvieron a abrir y Taichi Yagami apareció detrás por puro azar.
Su cabello cada vez estaba más corto.
—Pensé que te ibas a quedar en Nueva York unos días más. ¿Acaso querías escapar de Mimi?
—¿De qué hablas?
—Me llamó —dijo sin mirarlo a los ojos, en vez de eso, desbloqueó la pantalla de su celular y empezó a revisar sus mensajes.
—¿Por qué no me llamó a mí?
—La dejaste sola en el laberinto.
—Eso pasó hace quince años.
—Lo recuerda como si fuera ayer —resolvió Taichi, con su atención todavía en el celular—, lo repitió tres veces. "Koushiro siempre me ha ignorado".
—Tú tampoco fuiste a verla cuando te tocó ir a Nueva York —razonó Koushiro, el mismo Taichi se lo había dicho cuando él le preguntó. Según sus propias palabras: no había tenido tiempo y se quejó largamente durante todo un almuerzo con Shuu, Mina y él de que tendría que recompensárselo luego. Sin embargo, algo en sus ojos castaños lo delató—. Sí fuiste a verla.
Taichi abrió la boca, pero como no pudo inventarse ninguna excusa, solo asintió molesto y resopló.
—Fue cuando Sora y…, ya sabes. —Koushiro asintió, no queriendo que ese corto viaje en ascensor se volviera más incómodo de lo necesario—. ¿Sabes que Mimi está viviendo con Daisuke?
—No lo sabía.
El ascensor subió dos pisos en completo silencio y Taichi se sonrió como si hubiese recordado algo de improviso.
—Te compró una botella de té Oolong —murmuró cuando estaban por llegar al piso de la reunión—. Deberías llamarla tú, o empezará a hablarle a Miyako y nunca dejarán que te olvides de lo que hiciste en el laberinto.
—Buena idea.
—Empieza diciéndole que no tenías tiempo, ya sabes, lo usual; y luego dile que la próxima vez que vayas a Nueva York la llevarás a cenar al restorán que quiera. Todo casual, pero funciona, Mimi siempre me perdona cada vez que me olvido de ella. Este año fui a Nueva York tres veces, ella solo sabe de dos y la vi una. El sistema funciona. Eso sí, yo no la ignoré en un laberinto como tú —dijo él con unas palmadas en su hombro.
Koushiro apretó los labios, claro que le funcionaba a Taichi Yagami, él era encantador, pero él más introvertido y esas cosas no eran tan sencillas como él quisiera. Cenar con Mimi en Nueva York no se le hacía para nada casual y sabía que, si se lo proponía, saldría tan fuera de lugar que Mimi inmediatamente pensaría que era una cita romántica y lo haría confesar, tarde o temprano. Se sentía mejor recompensándola con una taza de café en el restorán de un hotel en Nueva York, aunque Kae Izumi se moriría de un ataque cardíaco si solo la llevaba por un café insípido.
—Sí, le propondré algo así.
victimizada por la señora Izumi
