Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.

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Lo que nace del frío

Royal Woods, Michigan

4 de febrero de 2035

1:42 am

El porche de la antigua casa Zhau

Las fiestas de Carnaval, al hombre más principal permiten, sin deshonor, servirse de un antifaz y, bajo él, ¿quién sabe, hasta descubrirse, de qué carne es el pastel?

-José Zorrilla, dramaturgo español

En la mente de Judy resuenan todavía los ecos de dos noches que marcaron su vida. Sentada y puliendo sus botas, repara en que esta fecha es especial, sin faltar pese a lo hecho, para dos personas en casa.

Primero, el causal de su divorcio. Ni bien confirmados los primeros contagios durante la pandemia de 2020 en la ciudad, todavía antes de que la alcaldía ordenara al confinamiento general, estuvo al borde de la muerte luego de un viaje que hizo por trabajo semanas atrás a Manchester cuando a su entonces marido se le hizo fácil buscar divertirse en un bar con la directora de la preparatoria. Las cosas no se habrían salido de control si no fuera porque Stella le contó, una vez recuperada, que Ken tuvo el descaro de irse después de haber tenido relaciones con la funcionaria en su recámara pensando que no habría nadie y mudándose con ella a Slapneck, a hora y media de Royal Woods.

Todo ello degeneró en un pleito legal y en que su hija tuviera una media hermana a la que receló bastante. Pensando un poco, su situación ya era de por sí comprometida después, cuando sorprendió a esta bebiendo de una botella de whisky barato del que su cuñado le mandó años atrás y pensó en saltarse la ley llevando a sus amigos un fin de semana. Ello no habría sido problema de no ser porque, cansada de estar sola en la cama, se le ocurrió invitar a algunos de sus amigos, muy en contra de lo que le dictaba su sentido común y el menosprecio que sentía hacia dos de los chicos en particular. Lo que la llevó a la segunda, un par de años más tarde.

Para un mujer abandonada, muchas veces es todo un reto mantenerse en sus cabales si el objetivo no es sino arreglarse para pagar las cuentas y no caer en una nueva relación que podría terminar mal. Sobre todo cuando uno de los dos chicos por los que no sentía aprecio empezó a hacerse notar de buen modo pese a sus manías un tanto desvergonzadas, todas ellas producto de su peculiar convivencia familiar.

Todavía recordó esa noche sonriendo un poco. Lincoln, a la postre habiendo cumplido entonces diecisiete, hasta ese día era objeto de su menosprecio, y más cuando Stella intentó salir con él pese a la abierta oposición de Rusty. Encontrarlo bebiendo jugo de naranja directo del galón y vestido en interiores gracias a un incidente con mantequilla derretida le pareció inusualmente sexy. Empero, cuando el chico se vio descubierto y vio que no se veía tan mal, decidió emprender un improvisado y muy apresurado plan que terminó con ambos en la cama durante la Pascua.

Al respecto, Stella se sintió mortalmente ofendida con ella. La entendía, pero con el aliciente que era su propia situación y el hecho de haber recurrido a algo tan simple como hacer al chico tan indispensable como le era posible, darle pequeños bocados de vez en cuando usando ella un chat de incógnito y enviando fotografías propias en lencería y poses muy sugerentes daba muy poco lugar a las justificaciones. La chica, por cierto, no rompió relaciones con Lincoln y trata de seguir como si nada fuera de su vista, pero en cuanto a su madre le es difícil perdonar su accionar. De vez en cuando tenían noticias de ella, mas las pocas veces que se reunían los tres la conversación a menudo es tensa. Muy distante de hostil, pero era un hecho que la situación les es incómoda, apenas cordial.

En cuanto a Lincoln, admite que lo arruinó casi por completo. Casos como el suyo, de mujeres dejadas que se llegaban a enamorar del primer chico que les siguiera el juego de la divorciada desvalida o en posición inferior, no eran escasos (en particular, el de la superintendente Chen, casada hoy con un joven treinta y cinco años menor), pero el suyo resonó por todo el vecindario. No obstante, que declarase en juicio y a puerta cerrada que él fue quien tomó la iniciativa y es el responsable total le salvó de ir veinte años a prisión y con el peliblanco teniendo que vivir con el estigma de ser un chico "violado por una solterona exonerada".

Mirándose en el espejo formado por el hielo en el bebedero de las aves al lado, se veía y arreglaba ya con cuidado y esmero. Después de todo, a sus cincuenta y cuatro años mantenía la misma figura de hace veinte, pero al notar en el cabello una pequeña hebra de acero sobre su negra cabellera fue implacable. Sabe que a él le gustaba la idea de estar con una mujer madura, pero con todo las canas le hacen sentir anciana. Dulce paradoja, le encanta siempre oler y halagar su blanca melena cada mañana en formas creativas, pero ve un hilo de otro color en el propio y actúa sin misericordia.

Todavía puede recordar la mañana que Stella los encontró juntos. Sabía que su hija había salido a tomar el nocturno de la pizzería gracias a que movió unos hilos e hizo un par de llamadas, y esa noche no sería desperdiciada en lo más mínimo.

~x~

Todo el corredor era un desastre. Valió mucho la pena haber llamado a Lincoln para que se encargara de los conejos de Stella en lo que ella estaba fuera.

No sé había dado cuenta hasta apenas hace un par de minutos que volvió del baño de la magnitud de semejante noche. Una oferta para darle un masaje una vez que los viejos Jazzy y Snazzy se durmieran, un poco de aceite de menta pensado para usarlo en un masaje y un cono de incienso con aroma de chocolate bastaron para que, en cosa de segundos, la tensión existente entre ellos se rompiera en mil pedazos. Poco le importó que todavía tuviera sobre su buró, horas antes, la fotografía del día de su boda, ahora en la basura con el marco destrozado, pues las noches que a regañadientes tenía que permitirle a Ken escuchar música de rock para estar a tono eran cosa de un pasado ya muy bien enterrado.

Echa un vistazo a Lincoln. Le sorprendió ver que, para ser alguien de facha incluso algo afeminada por vivir entre chicas toda su vida, pudiera ser alguien relativamente dominante en un juego donde él terminó perdiendo por su inexperticia y su falta de orientación. Incluso ver sobre su espalda las marcas de arañazos y uñas enterradas en su espalda es un fiel reflejo de como pasaron las altas horas de la noche. Y el olor que desprende… no es muy fanática de la col agria, pero el regusto que le dejó era más bien agridulce, agradable al tacto de su lengua. Todo lo que supo antes de caer rendida se resumía en que recibía besos cortos en el cuello y en los senos, casi succiones.

Es curioso. Por su soledad, terminó recurriendo a una fantasía común entre mujeres con su misma edad. Y aunque quedó un tanto decepcionada siendo él casi un primerizo (ya que, gracias a su hija, se enteró de que una tal Mollie y él perdieron juntos su virginidad), eso podría corregirlo. Unas cuantas "lecciones particulares de Cálculo Diferencial e Integral" que podría usar como fachada ante los Loud y un par de salidas a un cine para adultos que conoce en Detroit, juzga conveniente, podrían ser suficiente motivación como para que él no tarde mucho en volverse un amante más que competente, estima.

Disfruta del olor de sus cuerpos. Siendo una fría mañana dominical de primavera, el aroma de sus efluvios resultó ser agradable, gustoso incluso a pesar del frío tiempo afuera. Todo lo que quería es pasar el día viendo una película en pareja, tal vez dejando que Stella lance sin éxito alguna insinuación, pedir algo a domicilio y jugar un poco con su comida antes de un nuevo masaje con final feliz.

Pensaba en todo ello. Desnudos como estaban, Judy repara en que, debido a que ella misma lo incitó, su lenceria (un sostén y una pantaleta negras con un liguero azul rey y medias de red bien ocultas bajo el pantalón de una pijama antes del vendaval) estaba desperdigada por toda la pieza, al igual que la remera y la camisa del chico. El pantalón de este, seguro está bajo la cama, y ni hablar de su trusa favorita, que gracias a su ímpetu está rota y colgando de la puerta

-¡Mamá! -llamó una voz desde el rellano de la escalera, entrando en segundos- Llamó la mamá de Li… ¡QUÉ RAYOS LES PASA!

Y el plan se fue por la borda

Stella, sorprendida y molesta a partes iguales, trataba de cubrirse los ojos antes de reparar en que tanto Judy como Lincoln están desnudos, sin estar apenas cubiertos entre la ropa de cama.

La discusión había escalado. Mientras Lincoln apenas y había atinado a tomar su pantalón y una blusa que le quedaba como ombliguera para escapar lo antes posible, Judy apenas tomó una bata de baño y estuvo soportando los primeros cinco minutos de incoherencias.

-¡No puedes emanciparte! -exclamó Judy, saliendo tras su hija solo con la bata encima- ¿No puedes aceptar que tengo mis necesidades?

-¡¿Y qué con las mías?! -cuestionó Stella, maleta en mano con apenas lo esencial- ¡Lo único que he tenido son muchos acosadores y depravados! ¡Siempre te quedas con lo que quiero cuando no estoy viendo!

-No siempre -apuntó Judy.

-¡Búscate a alguien más viejo si quieres verte joven! -reprochó Stella, tomando su maleta y abordando un taxi al que hizo parada.

Frente a semejante insulto, Judy bien podía argüir cualquier alegato, pero prefirió no hacerlo. Sabe que tal vez hizo mal pero, ironías de la vida, acabó protegiendo a su hija de un chico que considera pernicioso acostándose con él.

-¡Pues dile lo mismo al tarado con el que salías el año pasado! -reviró Judy, haciéndose la ofendida.

-¡Liam solo me estaba sacando una pestaña del ojo! -replicó Stella, azotando la puerta del taxi.

-Tus ojos estaban más arriba de donde él veía -objetó Judy en cuanto el vehículo arrancó-, ¡más arriba!

Como si de un mal chiste se tratara, la corriente de viento que sucedió a la partida de Stella levantó su bata lo suficiente para dejar ver su evidente desnudez bajo ella.

-¡Lindo cabello, señora! -dijo el señor Grouse, el cascarrabias vecino de los Loud, mientras cargaba sus compras.

-¿Por qué mejor no toma una foto? ¡Dura más! -contestó desafiante Judy, quien se cruzó de brazos.

-Uno no puede hacerle cumplidos a una dama… -masculló el anciano, refiriéndose al cabello y no a la bien cuidada mata de vello púbico que lucía Judy.

-¡Twitter, ahí vamos! -dijo burlón Chandler, aprovechando que el viento agitó la tela de la bata para tomar varias fotos antes de chocar contra el anciano.

"Eso te ganas por pervertido", pensó Judy, un tanto divertida, mientras veía a un vecino salir a socorrer al viejo Grouse y tundir a Chandler, a partes iguales.

~x~

Toda esa sensación de triunfo valió la pena entonces y lo sigue haciendo. Después de todo, apenas los años se le notan, y a pesar de todo mantiene una buena química de pareja. Con todo y sus fallos, la maneja bien, aunque siempre queda algo en el aire al respecto de cierto asunto, el referente a su relación con su suegra y sus cuñadas.

Rita siempre le pareció una mujer sensata. Si aceptó que se terminara casando con su hijo, fue más cosa de una hábil diplomacia que nada, aprovechando que su condición legal la dejaba en clara desventaja. No así con su marido, quien le devolvió con intereses el desdén al que Lincoln estuvo sometido, o sus hijas, que aunque ahora están en situación neutral en su momento hicieron frente común y se empeñaron en darle a Lincoln la misma cobertura que este les daba, con la pequeña diferencia de que la única que necesitaba, la legal, era algo con lo que nadie estaba capacitada. Ni siquiera Luan, quien aunque sí hizo carrera legal no se especializó en derecho penal sino laboral.

Un último retoque con el peine tras alisar su peinado luego de arrancarse la cana, una horquilla y listo. Impecable como siempre.

"Si mi Conejito fuera un poco más puntual…"

La habitual vibración en el bolsillo de la camisa era siempre norma. Pese a estar a pocos años de su jubilación, no tardó en hacerse presente.

-¿Diga?

-Buen día, señora Loud -saludó una voz femenina en el teléfono-, siento mucho molestarla esta mañana, pero la doctora Patel me dijo que ya tiene los resultados de sus análisis.

Por el tono que adquirió su rostro, el optimismo inicial fue trocando de a poco en una expresión algo cenicienta. Con un escueto "si, gracias por eso", Judy colgó.

.

El saberse padre adolescente le causaba gracia en su momento. Casarse a los diecinueve casi en secreto y sin testigos, asumir días después su paternidad y pasar unos años en Syracuse recibiendo miradas de envidia y celos cursando Pedagogía le dieron una perspectiva amplia al respecto. Lo aprendido en clases lo aplicó sobre la marcha, y lo aprendido en casa con su familia (por y con sus hermanas y en el departamento que él y Judy rentaron antes de volver a Michigan) le dió material suficiente para preparar sus tesis y alcanzar una Maestría.

Es consciente de que, en una relación, no debe haber secretos. Hasta donde Lori le dejó ver antes de separarse de Bobby cuando lo suyo ya estaba muy gastado gracias al acoso de Carl, debía dar cierta tolerancia cuando la intromision era constructiva o daba cierta autocrítica, pero si era algún insulto en cualquier forma o una de las dos familias hacía algo que impedía o saboteara todo lo mejor era cortar por lo sano y fin de la historia.

En esto, al menos, Stella no se mordió la lengua. No le gusta la idea de ver a su primer amigo en Royal Woods y obligarse a llamarlo "papá" o referirse a él como padrastro, dejando las cosas en claro. Él la veía desmejorar, y aunque su preocupación era sincera, la perspectiva legal lo hacía incómodo.

Tuvo que aguantar todo un sermón de su hijastra. Aunque un tiempo se dejaran de hablar por una situación de amor no correspondido, toda la tensión que provocó en Stella el proceso contra su madre la deprimió al punto de casi tomar su propia vida. Este habría funcionado de no ser porque olvidó cerrar la ventana del baño, se retrasaron con la cuenta del gas y lo cortaron ese díaey Lincoln había llegado solo para recoger unas cosas. Reconoce que fueron las dos horas más incómodas de su vida desde que sorprendió a Lynn con unos calzoncillos que debió robar de casa de Clyde.

Al afeitarse mientras dejaba un poco su perilla pensó un poco en sus hermanas mayores. Lori, si bien retomó las cosas con Bobby en un segundo matrimonio, abandonó Great Lakes City a la menor oportunidad y solicitó a dos cortes estatales sendas órdenes de restricción contra Carl, cosa que mantiene las cosas tensas con los Casagrande; Leni, dejó un noviazgo de años con Gavin para irse a Escocia y reencontrarse con aquél chico, Scott, tratando al menos que su amistad siga tan intacta como le fuera posible. ¿Luna? Ella y Luan son sus visitas más usuales, aunque para haber llegado al altar en una misma fecha con la salvedad de los sitios donde lo hicieron antes de una recepción conjunta el ver que prácticamente hicieron un cruce de parejas de preparatoria le hizo sospechar que, de llegar los niños de una u otra, estos serían medios hermanos. Lynn, sigue haciéndolo difícil con Clyde aunque no goza de la aprobación de los McBride, particularmente la de Howard ya que este prefería ver a su hijo casado con un diseñador de interiores.

Sonriendo un poco, el peliblanco llegó a la conclusión de que, para ser el quinto en casarse, todavía le faltaría algo de experiencia. Y aún sabiendo que su actual situación le es todavía complicada a sus veintinueve, dispuesto a solicitar un puesto como maestro sustituto en Daisy Hill, con una hija y una esposa que se han vuelto bastante persuasivas y una hijastra que de vez en cuando le remarca que podría ser su hermano, sigue siendo casi el mismo chico que a sus once años leía cómics en interiores, veía telenovelas y romances a solas y se emocionaba por una película de superhéroes o de espías, a sus quince tuvo un titubeante despertar sexual con una chica bastante hipócrita y a sus dieciséis enamoró a su mejor amiga sin proponérselo antes de acabar en la cama de su hoy esposa a los diecisiete.

¿Plan del día? Siendo un día nevado, se haría tiempo para llevar a sus chicas a patinar en el estanque del parque Tall Timbers, de ahí al restaurante con sus padres y recoger a Stella en el aeropuerto antes de cenar.

La última parte no es algo que le guste mucho. Si bien Stella y Judy arreglaron en lo posible sus asuntos entre ellas, los propios son harina de otro saco.

Hasta que fue muy tarde, Lincoln no se daba cuenta de las veces que Stella le mandaba ciertas indirectas. De hecho, fue desde antes de terminar a Liam que había mensajes torpes y poco sutiles, y no es como si ella fuera una cualquiera como acusaron que fueron Jordan y algunas de sus amigas pero ponerse nerviosa durante un almuerzo y usar un perfume que le recordó el pastel de higos de su padre antes de vomitar sobre su camisa de la suerte era algo que decía a toda potencia "sal conmigo" y no pudo leerlo. En parte porque él mismo tenía sus problemas con un supuesto hijo suyo con Mollie (desmentido por una prueba de ADN a las veinte semanas del embarazo de Judy, siendo Richie el padre que huyó antes de la toma de muestras), en parte porque sus hermanas le hacían partícipe de sus asuntos en mayor o menor medida, dejándolo con apenas tiempo para pensar en una relación.

Con ello, sumar a su hoy esposa no era mucho problema. O no debía serlo, pues luego del altercado desprendido de acabar en él huyendo apenas con un pantalón y una blusa corta llegaron los reproches, las acusaciones y, obviamente, la rechifla del populacho, entre los chicos que celebraban a grito de "¡MILF!", otros tantos que le dedicaban alguna amenaza y, por supuesto, las tres o cuatro chicas aparte de Stella que se habían interesado en él como novio que no perdieron la oportunidad de dedicarle no pocos insultos (como Taylor, aquella bravucona que ya operaba por su cuenta), aunque luego supo de dos que, aún tras su boda, se aferraron a una vaga esperanza de que él reculase en cuanto la vejez le llegue a su consorte. Casos consultos, el de Jordan Rosato y Meli Ramos, quienes a su entender solo quería algo fugaz la primera y algo platónico la segunda.

Una vez terminado su afeite, lo siguiente era apurar a su hija.

Agradeció que las cuatro habitaciones de la planta alta fueran más que suficiente. Si bien mantienen la pieza de Stella para cada que ella esté de visita y la habitación de su suegra se ha quedado como está hasta que el tiempo reclame a la hoy habitante más reciente del asilo Sunset Canyon, la tercera y más amplia, que había sido ocupada por un pequeño gimnasio que hacía las veces como sala de aeróbicos y pilates dió paso a ser una habitación decorada con pósters y afiches de, a partes iguales, bandas de K-pop y deportistas que le parecían lindos a la inquilina sobre un tapizado violeta con las molduras en blanco.

Con apenas once años, Lincoln no podía estar sino un poco avergonzado de que a su "princesita" -mote que le daba porque Lola le dejó en claro quién era la primera sin importar su edad- ya le estuviera llegando la llamada "edad de la punzada". De cualquier modo, ya tiene una idea vaga de cómo manejarlo, pues ya había recibido cierta experiencia de sus padres viendo cómo se manejaban desde Lori (con sus bruscos cambios de humor) hasta Lucy (que de verdad amenazó con buscar el libro de hechizos de la bisabuela Harriet y lanzar una maldición a Lisa si no la dejaban ir a un concierto de Apokoliptica, banda tributo de otra así nombrada por motivos legales).

Abriendo un poco más la puerta, veía que la niña estaba todavía sin vestir su abrigo, sentada sobre su escritorio y con su atención puesta en un drone viejo de Stella, mismo que estaba decorando con calcomanías. Con la piel cetrina como su madre y media hermana, no obstante tiene ciertos rasgos que confirman su origen mestizo, en particular su cabello castaño oscuro que, de ser largo, tendría ligeras ondulaciones. Cortado en un riguroso pixie, al peliblanco le recordaría un poco a Luna de no estar bien peinado al frente.

-Juno, se nos hace tarde -reprochó Lincoln, un tanto avergonzado de sonar como si fuera su propia madre.

-Solo un par más -alegó la niña, vestida con una remera morada de tirantes y un pantalón negro y con la cara cubierta de calcomanías de conejitos de caricatura.

-¿No crees que ya son suficientes calcomanías?-cuestionó Lincoln, yendo al escritorio.

-Nunca son suficientes -replicó Juno, dando sus "toques finales".

-Vamos, preciosa, ven aquí -dijo Lincoln, queriendo cubrirla de besos.

Sintiéndose como una niña pequeña, añadiendo el bochorno de quien a su edad ya busca rehuir de los mimos que su padre le prodigaba en el momento, Juno forcejeó un poco antes de dejarse querer. Para sorpresa de nadie, Lincoln se quedó con alguna de las calcomanías, por lo que al retroceder su rostro ya estaba cubierto y, como si fuera un juego, agitó las cejas para darse un toque cómico.

-Si ya terminaste de hacerte el bufón, se hace tarde -señaló Judy, poniéndose en las manos unos mitones.

-Solo estaba decorando un drone de Stella -respondió Juno, justificándose.

-Sabes que no le gusta que toques sus cosas -señaló Judy, volteando a Lincoln-. ¿No le recordaste eso?

-Solo son calcomanías -justificó Lincoln mientras su hija apretaba sin querer el control-, no le harán da…

El resultado de dicha acción fue un vuelo en cuarenta y cinco grados que prácticamente rasuró la nuca del peliblanco. Judy no podía negar que eso le daba un aire de verdad hilarante.

-¿Qué te pasa? -preguntó Lincoln- ¿Y por qué siento frío en la nuca?

Después de una acalorada discusión sobre tocar las cosas viejas de Stella que no llevó a ningún lado y un desayuno no tan rápido de waffles de canela y miel, la familia se tomó su tiempo para ir a pie. Si bien el parque Ketcham les quedaba cerca, Tall Timbers tenía cierto encanto. Tal vez el hecho de estar más desierto por lo relativamente inhóspito que resulta ser en invierno y el hecho de ser el único lugar en todo el estado con una población documentada de esturiones en el sureste de Michigan volviéndolo reserva federal le quitan a la mayoría de la gente las ganas de ir. Momento perfecto para que los Loud hagan un tanto de las suyas.

-No estás formando los bloques con uniformidad -reprochó Judy, estudiando crítica los bloques que Lincoln hacía compactando nieve en un molde que improvisó la noche anterior con una caja de cedro-. Vas a hacer que colapse.

-Vamos, Judy. ¿Qué puede salir mal? -preguntó Lincoln- Adapté la base a las necesidades del terreno.

-Y se va a caer en tres, dos...

Como si de un chiste de dibujos animados se tratara, una ardilla que buscaba sus reservas entró al iglú que tenía a nada de terminar. Desconociendo el por qué, de la nada la estructura colapsó sobre sí misma con un grito ahogado.

-Ay, rayos… -maldijo Lincoln, viendo a la ardilla salir y correr lejos.

-Está bien si lo intentas, pero mejor déjame la planeación antes de que hagas algo.

Acto seguido, Judy revisó el molde que Lincoln estaba usando. No era sino una caja de plástico recortada en diagonal con un ángulo un tanto imperfecto, pero por los resultados habidos es claro que iba a caer la estructura en algún momento. Le sorprendió que lo hiciera en un momento en que ni siquiera estaba ocupado y con el trabajo ya avanzado.

-Tu base tiene un ángulo de veintitrés grados, no uno de treinta -corrigió crítica Judy-. Hiciste mal tu cálculo.

-Es que estaba emocionado por enseñarle a Juno… -dijo Lincoln, disculpándose.

-Déjame ayudarte con eso.

Sin perder tiempo, Judy empezó a apelmazar la nieve. Apisonando a pulso de manos, hizo gala de un manejo que solo una antigua estudiante de arquitectura que se aburrió y cambió a administración y contaduría podía permitirse. No porque fuera estudiante poco dedicada, sino porque algunas pruebas la dejaron con un muy mal sabor de boca lo bastante convincente como para cambiar su matrícula al semestre siguiente.

El primer bloque fue una muestra, y luego del décimo Lincoln pudo comprobar que el trabajo hecho por Judy era más que aceptable. De tal modo que, al terminar con el remate del último bloque, pensó que sería una buena idea hacerlo un poco más permanente y rociarlo con agua del arroyo congelado. Cosa para la que, por desgracia según su esposa, estaba preparado.

Para lo que no…

-¿Y la puerta? -preguntó Judy, terminando de leer una novela en su teléfono.

-¿La que está atrás de ti? -devolvió Lincoln.

-No, hablo de la puerta que debías hacer.

-Y está hecha, es un túnel que pasa tres pies debajo de la superficie.

-Pues no la veo -afirmó Judy.

-Te pedí que lo cavaras y sacaras la nieve hace quince minutos.

Donde debía estar la entrada, no había ni túnel ni mucho menos, por lo que Judy recordó un poco.

Capítulo 16 de Un caballo llamado Xavier, estaría al menos pendiente de lo que Rose Lynn estaba pensando sobre qué haría con Xavier ahora que su amante descubrió a su negligente prometida azotando a su montura favorita antes de irse con Edwina. Estaba viendo eso, embelesada, mientras que escuchó a Lincoln pedirle algo que no debía de importar.

-Ah, genial. Ahora estamos atrapados en la nieve, sin comida ni leña.

-Si, ya veo… -suspiró Judy.

-¿No te preocupa eso? -cuestionó Lincoln.

-Me preocupa más que no tengamos tiempo para nosotros -respondió Judy, levantándose y dejándose caer de espalda sobre él.

-La noche es nuestra -alegó Lincoln.

-Ajá…

-¿No basta con eso?

-Creo que estar aquí encerrada contigo es lo que necesitas -dijo sonriente Judy, bajando los brazos para quitarse el suéter.

-¿A qué quieres jugar?

-¿Qué tal si…?

-¿Papi? -dijo Juno al exterior, pasando justo por encima del techo.

-¡Junnie! -llamó Judy a todo pulmón, devolviendo la prenda a su sitio- ¡Estamos abajo!

-No vayas a saltar, mi vida -alertó Lincoln-, no vayas a...

-¿Qué tan abajo? -preguntó Juno, tentando su suerte.

-¡No vayas a saltar, Juno! -gritó Lincoln- ¡No vayas a…!

Es claro que no obedeció, pues pudieron ver la silueta de sus pies antes de que, debido al peso, la estructura colapsara y el trabajo de horas se volviera una bonita pila de nieve.

Asomando las cabezas, la familia apenas y atina a ver el nuevo panorama.

-Pfff… saltar -dijo Lincoln, escupiendo nieve en el proceso.

-No fue su culpa que unos niños les tiraron nieve antes de acabar -repuso Juno.

-La próxima vez avisa antes de saltar -jadeó Judy.

-¿Qué niños? -inquirió Lincoln.

-Eran como veinte -acusó Juno-. Apenas y llegaron cuando terminaron con la… tercera, cuarta… con su sexta hilera de bloques.

-¿Y cómo es que no los escuchamos? -preguntó Lincoln.

Como si Judy supiera la respuesta a eso, guardó unos audífonos inalámbricos en su estuche y este a su pantalón. Sintiéndose algo culpable, Lincoln reparó en que lo que quedó de la cúpula era lo bastante grueso como para resistir los impactos y, desde luego, apenas y dar paso a las vibraciones de las bolas de nieve.

-Uy…

-Si, "uy", Albert -obvió Judy, molesta y cruzando los brazos.

-¿Quién es Albert? -preguntó Juno.

-Es mi segundo nombre -añadió Lincoln.

-Creí que era Marie.

Una vez fuera de la nieve, Judy alegó que tenía mojado el pantalón y, dado que no trajeron ninguna muda adicional, fue a la terracería del lago y entró al auto a calentarse.

Por su parte, Lincoln se tomó su tiempo para ajustar los amarres en sus patines y los de Juno. Contó cada orificio y pasó cada cordón por ellos y, una vez cubierto todo con la suficiente presión con cada pase, hizo un nudo de moño por encima y revisó por última vez el filo de las cuchillas.

-Es por precaución -justificó Lincoln, temiendo un accidente.

-¡Quiero patinar ya! -apuró Juno.

-Recuerda lo que te pasó hace seis años -increpó Lincoln.

-Eso fue un accidente.

-Si, y por eso nos vetaron de la pista olímpica. No debiste empujar a esa profesional y romperle la clavícula -reprochó Lincoln-. ¿Quién diría que ella se preparaba para los olímpicos de invierno?

En ese asunto, Lincoln evita ser demasiado simple. En esos tiempos, Juno se había aficionado mucho a los deportes sobre hielo, pero en su primera visita a la pista techada de Syracuse la niña pecó de inexperta al intentar practicar patinaje artístico. Luego de numerosas caídas, por fin logró un salto de vuelta y media sin darse cuenta de que chocaría a toda velocidad contra una patinadora que ya tenía todo para ir a Francia y estaba en preparación. La fuerza del choque, además del golpe inicial, empujó a ambas al muro de contención y a la joven le desfiguró la dentadura y le zafó la clavícula derecha. De no ser por su condición (que liberó una plaza a una suplente torpe que le costó el podio al equipo olímpico) y porque la afectada era amiga del administrador, habrían podido ir todavía hasta antes de su vuelta a casa.

Desde entonces las cosas para Juno se limitaron a cada invierno y a las pistas públicas, que para disgusto de Judy no contaban con instalaciones adecuadas. El peliblanco sabía que su mujer se culpaba por descuidar a Stella en pro de su trabajo, y sintió que Juno sería una forma de compensar ese descuido con su primogénita. ¿Y qué mejor que darle su apoyo incondicional en algo que disfruta? Era obvio que su hija no era físicamente fuerte para entrar a un equipo de hockey, el curling le resulta cansado y tedioso y entre menos le hablen del patinaje artístico, mejor que mejor. Por lo tanto, ambos padres enfocaron su gusto por el hielo a una sola palabra.

Velocidad.

El arroyo del parque Tall Timbers no es precisamente un cauce angosto, pero dista mucho de ser un río. Siendo un tributario menor del Detroit, es el hogar de varias especies y el principal centro de estudio para ictiólogos y herpetólogos en la zona, pero en invierno la cosa cambia.

Para una ardilla que buscaría sus reservas aquí y allá, un bocado de nieve es siempre bienvenido. Una ardilla gris de cola esponjosa podría darse tiempo, pero en cuanto un enorme borrón azul y violáceo pasó a su lado seguido por uno mayor en naranja y azul, el animalito jamás pensaría que algo tan grande podría moverse a velocidades espeluznantes.

Juno le sacaba una amplia ventaja a su padre. Lejos de poder equilibrar las cosas, Lincoln intenta aprovechar su peso con cada vuelta y frenar un poco con cada curva. No necesitó a Lynn para ello en su momento pues, si bien su hermana es aún hoy de constitución compacta, ella es más de ir y abrirse paso valiéndose de su fortaleza física. En contraste, la hoy entrenadora de la preparatoria desdeña el patinaje de velocidad, deporte por el que Lincoln ha tenido que tratar de ir a la par de su hija con todo.

-¡Última vuelta, papá! -animó Juno, quien en cosa de segundos tiró una bengala al centro de la improvisada pista

-¡No te oigo! -replicó Lincoln, luchando por acortar distancias- ¡Te queda comer polvo de nieve!

-¿Qué polvo?

-¡Este!

Si las cosas tan solo le salieran bien, Lincoln no tendría problemas en alcanzar a Juno, pero algo un poco más grande que la ardilla de medio kilómetro atrás salió al hielo y le cortó el paso, resbalando y cayendo sobre la superficie.

-¡Me lle…! -gritó Lincoln, saliendo disparado del arroyo contra un tocón de pino.

-¡Y la ganadora es Juno Loud! -celebró Juno, alzando las manos e imitando una bocina con estás frente a su boca al tiempo que imitaba a una enardecida multitud- ¡Wohoo! ¡Cam-pe-ona! ¡Cam-pe-ona! ¡Cam-pe-o…!

-Ayuden… me… -gimió adolorido el peliblanco.

Juno, encerrada en su mundo, se imaginaba batiendo una o dos marcas mundiales y siendo celebrada por ello. Con toda la familia en la Casa Blanca en medio de una recepción presidencial de primer nivel y el boato y la pompa digna de un evento de gran calibre para alguien que se levantó de entre todos sus primos y tías por encima en un deporte que no es muy seguido. Empero, una vez que volvió en sí se percató de lo anterido por el frío y el dolor del choque.

-¿Cuántos dedos ves? -preguntó Juno, acercándose y andando con torpeza sobre la tierra helada.

Golpeado, Lincoln apenas y asintió, poniendo el pulgar arriba antes de caer desmayado.

Luego de una parada obligada en el hospital, la pareja se tomó su tiempo para una visita rápida a la sala de Urgencias. El resultado del percance no fue ni mucho menos lo que esperaban. Las buenas noticias, no hay huesos rotos de milagro, pero debería permanecer en cama los siguientes cinco días por las contusiones. Siendo él quién hasta ahora llevaba las tareas domésticas, no es que estuviese dispuesto a desobedecer órdenes… por un rato.

Luego de un par de horas y una copiosa comida en la casa de Lynn y Rita contra toda indicación médica, seguida de la abrumadora atención que los mellizos de Lori le dispensaron a Juno, Lincoln se encontraba sentado en el viejo porche de su primer hogar. Sintiéndose saciado, el peliblanco había decidido sentarse a solas un rato. Si era por algo que le obligaba a estar así, Judy lo captó bien, aunque Juno no pudiera entenderlo. Tanto más, los moretones y la hinchazón producto de los golpes en el arroyo lo dejaron algo magullado.

Por la puerta, Judy había salido con un filete atemperado en las manos. A juzgar por su cara grave, Lincoln duda que ir a recoger a Stella sea posible, mucho menos factible.

-¿Qué tal tus golpes? -preguntó Judy.

-Solo me duele cuando Luan cuenta un mal chiste -respondió Lincoln con ironía.

-Te traje esto -señaló Judy, alzando un poco la ropa del peliblanco y tendiendo el filete.

-Gracias, Judy -dijo Lincoln, tomando el filete y colocándolo en su costado izquierdo con un ligero chillido antes de ser ingresado a la sala-. Veo que Héctor y Lorelei te adoran.

-¿Tú crees? -objetó Judy- Ya no tengo edad para perseguir niños.

-Aún así -repuso Lincoln.

-Es en serio -lamentó Judy, sentándose en la escalerilla del porche-. Podrás verme todavía como si tuviera treinta, pero tengo instrucciones de la doctora Trevelyan.

-¿Y qué sabrá ella de cómo te cuidas? -minimizó Lincoln sin malas intenciones.

-Lincoln, es en serio -cortó Judy-. Hace un mes estuve a nada de un infarto y me recomendó bajar un poco el ritmo de mis ejercicios si no quiero que me rompa la cadera. Dijo que no estaba tomando suficiente calcio.

-Tal vez tenga razón.

-Nada de "tal vez".

-¿Y entonces qué te queda?

Sin obtener respuesta alguna, Lincoln intentó tomar un poco de la ventaja de su situación para ponerse en pie como podía. En esto, contraviniendo la orden del médico, Judy le ayudó poniéndose bajo la axila izquierda del peliblanco.

Pese al ofrecimiento a quedarse (ya que el noticiero del canal 3 prevee un día de tormenta invernal que obliga a la suspensión de clases), la familia salió de la casa de Lynn y Rita con algo de prisa. Rita, en lo particular, se mostró muy renuente a dejarles ir tanto por la previsión como por el infrecuente hecho de tener a su hijo de visita. Empero, había personas para las que él trabajo no es precisamente elusivo, y todavía les quedaba otro pendiente.

-En serio, mamá, no tienen por qué preocuparse -dijo Lincoln, persuasivo-. Lisa dijo que son solo unas cuantas contusiones, no que me voy a quedar cuadraplégico.

-¿Y cuándo Lisa no se equivocó contigo? -reviró Rita, que lucía ya desde hace años una cabellera por completo gris.

-Si supieras cuantas veces lo hizo… -dijo Lincoln.

-Todavía les faltó el postre -objetó Lynn, ya completamente calvo, sosteniendo un flan horneado.

-Hay quienes todavía recordamos que el Ritamisú estuvo excelente -respondió Judy, buscando sonar cordial cuando menos con un juego de palabras que pasó desapercibido.

-¿La qué de quién? -dijo Lynn, haciéndose el ofuscado.

-Lynn, deja de hacerte el senil -reprochó Rita, sin dejar de pensar que le pareció gracioso.

-¿Senil, yo?

-De verdad, tenemos que irnos -dijo Judy.

-No es que desconfíe de Lisa, pero una vez me diagnosticó clamidia solo por una muestra de mis trusas -replicó Lincoln-. Espero que no le importe si está vez no le ofende que tome una segunda opinión.

-Solo será cosa de ver a la doctora Trevelyan, no es para tanto -secundó Judy.

-Tampoco es que tengamos poco espacio -insistió Lynn-. Los mellizos se están quedando en el cuarto de las gemelas.

-Gracias, pero no creo que mi viejo colchón sea cómodo en mi estado -reiteró Lincoln.

-Lincoln…

-Cariño, pueden irse en cuanto pase la tormenta -insistió Rita.

-Tenemos buen tiempo -insistió el peliblanco- y el aeropuerto no está lejos de casa.

No les tomó mucho despedirse pese a la insistencia de Lynn y Rita. Convenciendo a esta de que estarían bien mientras él no se moviera demasiado hasta que el doctor le dé una valoración, Lincoln se alegró de que esta vez su padre fue algo más considerado con Judy esta vez.

No le tomó a Judy pasar a casa, dejar a la familia e ir y venir con Stella. Para cuando ambas volvieron, la niña estaba viendo una película de Nichelle LaDonna en Paramount, muy a pesar de que su hora de dormir ya se había pasado.

Por desgracia o por suerte, según quien lo mire, Stella suele pasar muy de largo apenas llegan, se instala, come lo que haya en su cuarto y apenas cruza palabra con Lincoln antes de irse si Juno anda cerca. Caso contrario, es él quien rehuye. Si vergüenza o pena, no lo sabe nadie, aunque Judy tiende a sospechar de la posibilidad de que su hija jamás haya superado en realidad sus frustradas intenciones con él.

Para cuando Stella terminó de cenar a solas, Juno ya estaba dormida y Lincoln se las ingenió para intentar no dormir a mitad de una segunda película donde la citada actriz alternó estelar con un tal Norbert Hatchet. La trama, demasiado genérica incluso para el cine de terror, era de una comerciante vendiendo una especie de grimorio haitiano en el que una chiquilla ingenua para ser gótica puso su fe para recobrar a su hermano, fenecido por defenderla de un bravucón que le asesinó con una pistola y resucitado en un cementerio lakota. La hermana y el padre de esta, por tanto, tenían la misión de salvar a todos un pueblo al norte de Muskoka de una apocalíptica horda de zombies.

Lincoln ni siquiera estaba muy interesado, por lo que nada más vio a Stella y esta ni siquiera le dirigió la mirada, muy al contrario de lo que acostumbra. Eso lo dejó muy desconcertado, aunque siendo justo no es un trato muy diferente del que suele recibir.

Pasada la medianoche, cuando ya todas las residentes estaban en cama, Lincoln perdió el interés en ver alguna otra película. Ya era muy tarde y, considerando bien la posibilidad de tormenta en el transcurso hacia la aurora, la idea de un encierro hasta la tarde era inminente. Se juzgó como un tonto, pasando el día jugando en familia cuando debió preparar todo para semejante temporal.

Apagó el televisor. Levantándose del sofá, su plan inicial era buscar un pijama grueso y echarse a la cama para dormir solo. En deferencia a su condición, Judy se iría a dormir con Juno las próximas tres noches, y esperaría a que Stella estuviera ya dormida o con los audífonos a todo volumen.

Con la intención de subir, al llegar a la cima no vio que Stella se cruzó en su camino. Esta, vestida solo de pantalón holgado de algodón y un top tank de licra, no parecía muy disgustada. Más bien todo lo contrario.

-¿A dónde ibas? -preguntó Stella.

-A la recámara, ¿a dónde más? -respondió Lincoln, llevándose la mano al torso.

-Imagino que a…

-No, nada de lo que piensas hoy -cortó Lincoln-. Hoy… tuve un día movido.

-¿Movido?

-Accidente de patinaje.

-Nunca fuimos a patinar desde el octavo grado -apuntó Stella, cruzada de brazos.

-Si… -admitió Lincoln, doliéndose al reír-... El hueco en la sonrisa de Zach y tu revancha con Amelia.

Ambos recordaron ese día. Estando en la pista de roller-derby por una clase extramuros de gimnasia que servía de audición para los equipos de la escuela, Richie se soltó de Chandler y Trent causó sin querer que ambos se estrellaran contra la barra de contención. Aunque les fue mal, Zach se llevó la peor parte perdiendo en el proceso un colmillo y un premolar que el viejo Feinstein tuvo que extirpar. Stella, por su lado, rechazó su plaza en el equipo porque la capitana era Taylor Ortega y esta las separó en tres grupos para un "todas contra todas", quedándose con las más violentas para su formación titular y dejando que la susodicha morena se rompiera el brazo apenas en el primer juego de la pretemporada.

-Lo malo es que… hace tiempo que no sabemos de nadie de los chicos -lamentó Stella, bajando la escalera con Lincoln.

-Ni tanto -negó el chico-. De vez en cuando me veo con Liam cuando Ju… tu mamá -corrigió, recordando que nombrar a Judy con Stella era algo muy incómodo para la segunda- me pide que busque huevos de gallina suelta. Nos prometemos ver algún día para beber algo en el bar de Wright, pero no pasa nada.

-¿Y qué hay de Zach o de Clyde? -preguntó Stella- ¿Rusty?

-Veamos… Clyde se quedó en Francia, no supe nada de Rusty desde el juicio y Zach… ya que lo dices -reculó Lincoln-, no lo veo desde que sus padres lo llevaron a buscar un sasquatch… era eso o sacarlo de casa a buscar trabajo.

Bajando la mirada, Stella si parecía preocupada. Llevando una mano al cabello quizá de forma premeditada, y Lincoln juzgó a partir de lo que recordaba de algunas películas sobre lo que ello quería decir, intentó jugar con un mechón que estaba suelto.

.

Detesta ese camastro. Desde que Ken le hizo comprarlo para cuando vinieran su hermano y su cuñada, fue de las pocas cosas que no sacó por la ventana en su momento. Tres palabras lo definen perfectamente: pesado, hediondo e incómodo. Pesado por el armazón y los muelles de acero y elástico, hediondo por el tiempo guardado junto con un potente olor a pies sudados y añejados con un toque de humedad, e incómodo por un par de muelles que se zafaron sin remedio.

Antes de acostarse sola por primera vez desde que contrajo nupcias con Lincoln, se arregló un poco el cabello y descubrió, para su horror, algunas canas más que no solo le hacían sentir vergüenza por la cantidad. Por si fuera poco, el pijama que eligió era más bien de corte muy ligero sin llegar a ser muy revelador, una camiseta de tirantes blanca con un pantaloncillo negro de licra un tanto holgado. Y recordando que ayer había sido día de lavandería, notó que toda la ropa que se había ido acumulando en el cesto se quedó olvidada en el tendedero del sótano.

Antes de salir, se examinó un poco. Si, mantiene esa figura envidiable y todavía elástica de una treintañera, pero sintió que eso podría no durar para siempre. Sin ir lejos, supo de un chico de trece que se había casado con su maestra luego de esperar a que ella saliera de prisión por estupro cuando terminó su sentencia y duraron, si las cuentas y la memoria no le fallaban, hasta seis años antes del fallecimiento de la susodicha, fecha de su separación. Y si bien la brecha de edades entre ella y Lincoln era mayor que la de aquella pareja, no por ello esperaba que las cosas pudieran no terminar igual.

Sintiendo, o quizá solo temiendo un poco, decidió bajar por agua. No es alguien que suela bajar a beber o comer algo a altas horas de la noche, por lo que, si estaba teniendo sospechas de una situación incómoda, esperó un poco antes de poder cortar el rollo que pudieran llegar a tener.

-... y recordé lo que papá me dijo "no tomes mierda de otras personas" -dijo Stella, animada y sentada muy cerca de Lincoln-. Es curioso, ¿no?

-¿Curioso? -dijo Lincoln, tratando de mantener distancias.

-Que la misma persona que engañó a mamá me buscó y me tratara como… como…

-¿Como a una niña? -cuestionó el peliblanco.

-¡Exacto! Entiendo que lo sea para él, pero nunca quise que me tratara así.

-Puedo entender a… ¿puedo llamarlo por su nombre? -pidió Lincoln.

-Hazlo, de todos modos él no quería que fuera tan independiente -aceptó Stella a regañadientes.

-Gracias. Puedo entender a… Ken -dijo Lincoln, cambiando su sonrisa por un gesto algo afectado-. No quieres que tu hija crezca, quieres protegerla de que le rompan el corazón, los sueños… su vida… la semana pasada discutí con Judy -añadió, olvidando cierta restricción habitual- sobre la clase de biología de Juno. Estuve a nada de prohibirle ver a un chico solo porque encontré uno de mis condones en su…

-¡Papi! -llamó Juno, alarmada y asustada desde su cuarto, sobresaltando al peliblanco.

-¿Me disculpas? -dijo Lincoln, viendo que su charla tendrá que esperar y doliéndose al levantarse- Tengo cosas que hacer.

-¿Vas a venir luego? -preguntó Stella, manteniendo una postura quizá demasiado relajada para gusto de Lincoln.

-Lo dudo -negó el peliblanco-. A veces esto me toma tiempo.

Judy se recargó contra la pared mientras Lincoln la pasó de largo yendo con Juno. Nunca le ha gustado a ambos que su hija tuviera ocasionales terrores nocturnos que la hicieran ver vulnerable, y no podía culpar a su marido. Como ella, ama a sus hijas, pero siente que está malcriando un poco a Juno.

Escuchó a ambos, padre e hija, bromear un poco para que ella se tranquilice. No pudo evitar sonreír, aún sintiendo algo de culpa por ser una ladrona por partida doble. Robó a su primogénita la oportunidad de intentar ser feliz aunque fuera con alguien que veía como menos, y a su juicio robó a ese mismo alguien la posibilidad de tener una vida más plena a coste de tenerlo relativamente bien mantenido.

Dejó pasar unos minutos antes de que Stella empezara a roncar y oyera pasos salir del cuarto de Juno. Fingiendo dormir en el camastro, sintió que el cuerpo de Lincoln se acomodaba tras el suyo, a pesar de la recomendación del doctor de dormir solo las primeras dos o tres noches.

-¿Qué haces? -preguntó Judy, fingiendo una voz cansada.

-No quería dormir solo -respondió Lincoln.

-Quiero preguntar algo -dijo Judy.

-¿Qué cosa?

-No has… tenido nada que ver con Stella hoy, ¿verdad?

-Solo hablamos, eso fue todo -contestó Lincoln.

-¿Sobre qué?

-Cosas.

-¿Qué tipo de cosas?

-Nos pusimos al día -dijo Lincoln, bostezando-. Stella… siempre fue una buena persona a la que le tocaron cosas malas.

-Le gustas todavía -razonó Judy.

-No me gustó tener que hacerlo.

-¿Hacer qué?

-Darle... falsas ilusiones.

Bostezando, Lincoln no tardó en caer dormido, mientras que Judy hizo lo propio a los dos minutos.

Durante la noche, el sueño de los tres fue intranquilo. Stella apenas digirió todo lo que le dijo Lincoln antes de hablar de su fracturada relación con su padre. Lincoln, se quedó adolorido y tuvo que tomar un calmante antes de poder dormir. Judy, apenas y descansó por esa leve culpa. Y por la mañana las cosas apenas mejoraron.

Ojerosa, Judy se encontró con Stella y Juno. La pobre estaba algo contracturada gracias a haber dormido con la cabeza recargada sobre el brazo del sofá, preparando una taza de té Oolong.

-Solo déjala reposar seis minutos -instruyó Stella-. No es tan difícil.

-No me gusta como huele -dijo crítica Juno.

-No es tan malo cuando lo bebes. Además fue la abuela quien me enseñó a prepararlo.

-Juno -llamó Judy-, ¿puedes ir por la ropa sucia y llevarla al sótano?

-Buenos días -saludó Juno, volteando e ignorando el pijama de su madre.

-Ropa. Sótano. Ahora -ordenó Judy en tono firme.

Juno, sin más remedio que obedecer, bajó con la ropa.

-¿Qué quieres? -preguntó Stella en cuanto Juno estaba ya fuera de vista.

-Vine a… hablar contigo.

-No tenemos nada de qué hablar -dijo cortante Stella, volviendo a su té.

-De hecho, si tenemos de que hacerlo -espetó Judy-. Desde anoche estás rara.

-¿Rara cómo? -dijo retadora Stella dentro de su calma- ¿Como cuando te encontré con Lincoln en la cama? ¿Cuando te avisé que tenía concurso de robótica y me plantaste por esperar a papá? ¿O como cuando me dijiste que te casaste con Lincoln en mi cumpleaños? ¡Vamos! Elige.

-Stella, sigues sin superar eso -estimó Judy.

-¿Superarlo? ¡Conocía a Lincoln de más tiempo que tú! -susurró Stella, esforzándose por no gritar a toda potencia.

-Suenas como si una rabieta lo fuera a resolver todo -minimizó Judy.

-¡Rabietas! -exclamó Stella- Si así llamas a tener que tragarme la frustración por ver que te solaparon algo que es un delito por dónde se lo mire por años, entonces si, son rabietas.

-Ok, si, me atrapaste -ironizó Judy-. Solo recuérdame que le envíe a tu papá los avisos de los pagos atrasados de tu pensión desde que nos abandonó y…

-¡Y aquí vamos de nuevo con eso! -gritó Stella ahora sí a todo pulmón- ¿Quieres que hable con papá? Ingrid no me bajaba de idiota las veces que los visité, y ese monstruo que tengo por hermana parece peor que tú cuñada Lola de niña! Y…¿quieres saber algo más? ¡Me tiene harta con que…!

-Estoy embarazada -cortó Judy con toda la calma del mundo.

-¿Qué… cosa? -preguntó sorprendida Stella.

-Embarazada, eso dije.

El impacto de la noticia cortó de tajo cualquier improperio que estaba haciendo en su cabeza, e inclusive su piel cetrina perdió algo de color. En contraposición, Judy luce una sonrisa algo dudosa, titubeante, sin perder el semblante.

-No son buenas noticias -continuó-. Cuando esperé a Juno tuve… complicaciones. A la semana de que te fuiste estuve a nada de perderla por todo el estrés que me causó el juicio.

-¿Desde cuándo…?

-Ayer antes de salir -confirmó Judy-. Quería estar segura de que no fuera una infección por salmonela o cáncer desde que empecé a amanecer con vómitos. No quería alarmarlo, pero…

-¿Pero? -repuso Stella, recuperada de la sorpresa- ¿Pero? ¿Tienes idea del riesgo que significa te embaraces a tu edad?

-Estoy consciente de mis antecedentes clínicos, Stella-. De hecho, si te hice venir fue porque tenía que darte ciertas instrucciones por si me detectaban cáncer. No solo porque quería pasar tiempo contigo aunque no quisieras.

Decaída, Stella abandonó la cocina. Judy se percata, para su sorpresa, que el Oolong que sus hijas estaban preparando se enfrió.

Después de eso, la cocina no tuvo mucha actividad. Con Lincoln casi inoperante por su condición y con madre e hija sintiéndose incómodas entre sí, la cena consistió en sándwiches de albondigón y duraznos en almíbar con crema, aunque Judy y Stella no tenían mucho apetito.

Un vez más, Judy se encontró con Stella en el baño. Aprovechó que Lincoln tenía puestos unos audífonos y Juno ya se había ido a acostar para intentar hablar con su primogénita de nuevo.

-¿Ahora qué quieres? -preguntó Stella de nuevo, cansada.

-Solo vine a hablar un poco. Sobre Lincoln -dijo Judy, no muy convencida de su plan.

-Pudiste hacerlo antes de…

-De hecho, quiero que me hagas un favor.

Stella quiso reír. Por moderación, decidió ceder un poco.

-¿De qué se trata? -preguntó Stella con inusual interés.

-Le alegra que preguntes, linda…

Fácilmente Stella pudo interpretar esa sonrisa en la cara de su madre como una alerta máxima. Sin embargo, Judy tenía otros planes que, aunque no le convienen y duda todavía que funcionen, podría poner en práctica.

.

Fue al filo de la medianoche cuando, obligada por el hambre, Stella quiso bajar por algo más sustancioso. Por coincidencia, al abrir, Lincoln tenía entre manos un tazón servido con una sopa espesa de lentejas con salchicha y una taza con té blanco.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Stella.

-Pensaba que tal vez tenías hambre -mintió Lincoln, pues era Judy quien tuvo el antojo de lentejas-. Creí que la cena estuvo algo… bueno, muy simple, y…

-¿Quieres… pasar? -ofreció Stella.

-No me puedo negar -admitió Lincoln, entrando a la pieza.

En sí, desconoce muchos de los intereses de Stella fuera de lo que le conocía desde los once. En la mañana, escuchó sin querer a través de la ventilación su discusión y recordó que en el calendario que tenían en su cuarto el 27 de agosto, la fecha de su boda, estaba marcada también con una etiqueta de pastel. Teniendo en cuenta eso, era normal que ese detalle se le olvide.

Jamás había entrado al cuarto de Stella mientras ella vivía todavía antes de lo sucedido entre él y Judy. Por ahora, donde antes la joven tenía colgados retratos y carteles varios sobre la tapicería de color tangerina, no hay nada colgado. Sobre el escritorio, un plato con algunas migajas y pedacitos del albondigón y un trozo de pan a medio comer, algunos estuches y una plasta de etiquetas que retiró del drone, y la cama individual apenas y luce distinta con el cobertor y la manta de polar, ambas en coral y sin tender todavía.

-Perdón por el desastre -bromeó Stella.

-He visto peores -minimizó Lincoln.

-No seas condescendiente.

-¿Tan obvio me veo?

Un ceño fruncido bastó para que Lincoln se tranquilizara. Intentó sentarse, aunque lo único que consiguió fue una punzada de dolor y resignarse a acostarse un poco.

-Escucha -dijo Stella, temiendo que pasara de nuevo cierto asunto en la víspera-. Sobre lo de anoche…

-Anoche no pasó nada -dijo Lincoln, obviando que no ocurrió nada físico entre ellos-. De verdad.

-Oh…

-No pasó nada, en serio -reiteró Lincoln-. ¿Qué pruebas quieres? No nos grabamos porque a ella le da pena que la graben, no hay condones en la basura ni amanecimos oliendo a menta.

-¿Pruebas? -cuestionó Stella, aunque la duda era más para sí- No te pedí pruebas. No es como si...

-No… te atrevas a decirlo -cortó Lincoln, un poco más por pudor que por la idea que cree que Stella se estaba formando.

-Si, mejor me callo -asintió Stella-. Sigo tratando de hacerme a la idea de… ya sabes… eso.

-¿De qué "eso"?

-Tú y… mamá.

-Ah -jadeó incómodo Lincoln-, ese "eso".

-Si, eso mismo.

Silencio incómodo. Lincoln aprendió a detestarlos a la mala, pues el haber crecido en una familia ruidosa estos eran algo odioso que debían cortarlos por lo sano y rápido.

-Anoche no me… dijiste -dijo Lincoln luego de dos minutos-. ¿Cómo has estado?

-No me puedo quejar mucho -dijo quejumbrosa Stella-. Excepto por la parte de ver a un par de ebrios en el bar queriendo meter mano en mi pantalón… o que mis últimos novios sean unos cretinos que solo buscaban sexo de una noche… o que me despidieran la semana pasada y no me pagaron… o que…

-Ok, ya lo entendí, tienes una mala racha -cortó Lincoln, comprendiendo el porqué de su regreso-. Eso le pasa a cualquiera.

-Tú no has tenido malas rachas desde que dejaste la magia -acusó Stella.

-Las he tenido, no te creas -apeló Lincoln-. Pero no pregunté por mi, lo hice por ti.

Stella decidió contarle con detalles escuetos y alguna fotografía. Y si bien los cuatro chicos y tres chicas ("Eso fue por experimentar", respondió con vergüenza) que pasaron por ella tenían dos cosas en común. Cabello blanco y alguna cosa en naranja.

Sin morderse la lengua, le habló de todos y cada una de sus ex-parejasBraden, chico bajito de San Diego que era un perfecto prospecto, pero con el que no duró una semana al ser prácticamente un consumado jugador de Battlehammer 40K algo desaseado. Blaine y Blaire, gemelos también de San Diego, los terminó porque los sorprendió teniendo sexo entre ellos cuando esperaba a que fuera su primer trío. Lyndon, un maestro, le vio la cara con Pamela, su compañera de cuarto en los dormitorios… con quién terminó saliendo hasta que pelearon por una chica en la Kiss-cam del estadio de los Padres en pleno partido. Brad, un chico vaquero que conoció en Texas y que a Lincoln le sorprendió saber que es el hijo del ex de su madre… y por quien el susodicho chico estaba muy enamorado gracias a las historias de su padre. Y para rematar, Natalie, que solo le duró tres semanas y con quien tuvo la relación más tóxica posible, superando por mucho a los gemelos.

-Y todos eran unos tarados -concluyó Stella, algo afectada por recordarlos a todos-. Jamás pensé que encontraría a alguien peor que Blaine, pero ¿Natalie?

-Te habría pasado el número de Luan si te interesaba -razonó Lincoln, dudando un poco de sus palabras-. Discutió con Sam el año pasado y se estuvo quedando con Luna.

-¿Quieres un consejo? No te metas en una tercia poliamorosa -sentenció Stella-. Si es cierto lo que supe, no es mejor que… que Dombrowski.

-¿Cómo sabes eso? -preguntó Lincoln, pensando en el par de pensiones que ahora el vecino de sus padres ha de estar pagando después de casarse con Mollie y salir ambos con Rachel antes de su divorcio.

-Sigo las redes de Luan y la de Funky Pranks -aclaró Stella, una vez que se puso frente a Lincoln-. Es la banda alternativa de Sam -añadió.

-¿Y qué tal?

-Sus canciones son un chiste.

-¿Son así de malas?

-No. Cada canción siempre es un chiste -describió Stella, escueta-. Como el sencillo de su tercer disco.

-¿Cómo va?

-Por favor cierra los ojos -pidió Stella-, y solo voy a preguntar como si nada. ¿Qué huele a canela, es amarillo y causa mucho gusto?

-No sé -dijo Lincoln, obediente-, ¿qué hue…?

En teoría, se habría quedado con las ganas de una respuesta, pero ahora no tenía tiempo de pensar en ello. Con agilidad casi felina, Stella saltó sobre él y tomó cualquier ventaja que las circunstancias dejaban ver. Ni siquiera tuvo que quitarse el top por completo, pues con sacar la hombros en cuanto se sentó a horcajadas sobre él tenía suficiente para empezar.

Al otro lado de la puerta, Judy estaba un tanto conflictuada. Por un lado, resolver darle a Stella algo de lo que quiso y que le arrebató puede ser el inicio de una normalización en su relación. Sería como amortiguar con gel balístico, y ha visto un par de videos para matar el rato cuando está sola, un disparo de mortero. Escuchó que era difícil hacer lo correcto por mal que estuviera, y tendrá que dar crédito a quien dijo eso. Por lo tanto, procurará tratar de mantener los cambios de humor al mínimo con él. Por el otro… tendrá que bajar ella misma por sus lentejas a menos que quiera interrumpir o unírseles, y no es tan disoluta como para hacerlo.

La mañana trajo algunos cambios que parecían haber hecho mella. Por principio de cuentas, Stella se veía más animada. Incluso se animó a preparar el desayuno, a pesar de que fueran solo waffles de tostadora con un batido y un sándwich de queso asado. Judy, por el contrario, se veía mermada, con los años aparentemente queriendo empezar a cobrar una factura por los desvelos padecidos, y en cuanto a Lincoln, sencillamente no bajó a desayunar.

Una vez que Juno se fue a la escuela y Stella al aeropuerto, Judy pasó a llevarle el desayuno a Lincoln directo a la cama. Lo encontró sentado, trabajando en un dibujo como no lo hacía desde que se obligó a tomar un año sabático después de la preparatoria y el juicio por su estado en ese momento.

-Buenos día, dormilón -saludó Judy, queriendo sonar melosa. No funcionó.

-Hola -devolvió Lincoln, desganado, antes de olfatear el aire-. ¿Usaste la tostadora?

-De hecho fue Stella -contestó Judy, dejando sobre la cama la mesita donde trajo el desayuno de Lincoln.

-Me sorprende que lo haya hecho.

-Su papá hizo lo posible para enseñarle a cocinar.

-Y supongo que todo el tiempo en San Diego lo pasa fuera de casa.

-No todo -contestó Judy, abrazando a Lincoln por detrás cuidando de no lastimarlo-. Podemos salir y, no sé… desayunar fuera para variar -ofreció sin pensar mientras le daba un beso por detrás en la cara.

-Eso me gustaría -respondió Lincoln, sonriendo-. ¿Por qué tan melosa?

-Digamos que no quiero que Junnie se quede sola.

Dejándolo para que se vistiera, Judy salió de la recámara con un contoneo sensual y uns tonada que, cosa extraña, le remitió a los últimos días del embarazo que trajo a Juno al mundo.

El tiempo pasó, y para cuando llegó Halloween Lincoln se había olvidado por completo de aquella noche con Stella. Judy, por su lado, no solo no quiso separarse y hacer de cuenta que no pasó nada, pero contrario a lo que esperaban muchos de los vecinos la casa Loud no tenía a nadie que diera dulces, dejando una pequeña nota.

Lo sentimos por no estar en casa por

asuntos familiares.

Con amor,

Linc, Judy, Juno, Liam y Jade

Dejaron a Juno con Lucy. Más que nada porque, pese a no congeniar mucho con ella, la niña le tiene cierto respeto y no tiene problemas con su presencia, en tanto que tuvieron que cargar con los mellizos. El vuelo a San Diego no tuvo incidencias, pero un vez que llegaron con Stella…

-Supongo que tienes algo que explicar, Lincoln -dijo Judy, decepcionada a primera vista, estando la familia en el departamento que renta Stella una vez que le dijo lo ocurrido meses atrás.

-Tal vez, pero sabes que estaba golpeado -dijo Lincoln a la defensiva.

-Golpeado o no, eso fue irresponsable de tu parte.

-Lo sé -dijo cabizbajo Lincoln.

-Sabes que no me gusta que me hagan eso…

-No, Judy -murmuró Lincoln.

-... sin que lo permita.

Como si fuera obra de alguien más, Stella salió a recibirlos con un pequeño bulto de tela en sus brazos. Ojerosa, no tiene el mejor aspecto, pero bien lo vale por lo que hay en el dicho bulto.

-Veo que ya le dijiste -dijo Stella.

-¿Decirme qué? -cuestionó Lincoln, muy enredado con lo que está sucediendo.

-¿No lo hiciste? -preguntó Stella, sonriendo cómplice.

-Recuerdas que dijiste que sería raro ser abuelo a tus treinta -dijo sonriendo Judy-. Pues no necesariamente eres abuelo.

-Legalmente lo eres -secundó Stella-, pero en lo que a nosotras concierne, no vas a serlo.

-Y con nosotras, creo que queda claro.

-Solo por si acaso pedí una prueba de ADN, y creo que solo te puedo felicitar… papá.

Con la sola palabra rebotando en su cerebro, Lincoln sintió que le faltaba el aire. El pecho, oprimido, estaba a poco de estallar, pero lo que para madre e hija era una idea que se tomarían un tanto a la ligera se convirtió en un marido y padrastro cayendo al suelo. Le tomará mucho tiempo para asumir la noticia, pero una vez que lo haga ya ambas verán como podrían hacer que funcione. Si una familia de ClickClock hace quince años lo pudo hacerlo, ellas se asegurarán de que funcione… una vez que Lincoln se recupere del desmayo. De todos modos, los único testigos de este encuentro no dirán ni recordarán nada de lo ocurrido.

~o~

Qué rapido pasa el tiempo, ¿no lo creen?

Originalmente tenía planeado participar en la Stellacoln Week organizada por el buen GreenSkull34 (el mismo que nos trajo al físico a Jamie, de quien me ocuparé luego en el mes), pero por causas ajenas a su control ya no fue posible que él participe de su propio evento ni en tiempo ni en forma. En cuanto a mi y mi silencio, entre lo estrellada de la pantalla de mi tablet y una ruptura inesperada del centro de carga me privaron siquiera de recuperar la mayoría de mis archivos y shots en curso. Ergo, estoy vía app desde un teléfono de porquería cuya batería me jode descargándose rápido y ni siquiera llegando al 50-60 por ciento al descargar. No obstante...

Quiero agradecer a JaviSuzumiya no solo por la portada sino por la idea. Verán, en fechas recientes alguien le filtró (o lo compartió, no estoy seguro porque aislado virtual) un arte donde presenta a una hija más, Juliet. En principio sí se la iba a pedir, pero pensé oye, cabrón, si vas a presentar a un OC ajeno sin apenas nada de información mejor ni le hagas. Por lo tanto, de dicha idea nació la pequeña Juno. No es que la piense retomar a futuro, pero con tantos pendientes en lista e ideas a medias o empezadas la cosa se me puso algo turbia. Si en algún momento llegan a interesarse, una de dos. Si hay petición, podría hacerlo, o si de plano no queda de otra, en algunos casos, y lo voy a dejar dicho en su momento, el descargo legal del inicio tendrá... ciertas modificaciones *guiño*.

Ojalá que hayan comido rico estas fiestas navideñas, que 2024 ya nos llegó. Y como desde el pasado 5 de mayo la OMS dio por terminado el desmadre del pequeño bastardo viral chino, solo quiero decir...

¡A chingar a su madre, 2020 y compañía!

Pásenla bien, que en México todavía nos quedan la rosca y los tamales.

See you in next fiction

Sam the Stormbringer