― ¡La mejor dama de santuario ha llegado y está aquí para servirte! ―la mujer dio unos pasos al frente antes de quedarse parada frente a la joven quien la había invocado―. ¡Caster Tamamo No Mae siempre estará aquí!

Una presentación animada y con una sonrisa enorme, la alegría transmitida fue incluso algo que se contagió en la sala de invocación.

La joven de cabello naranja quien había convocado al servant frente a ella solo se rio un poco cuando un brazo pasó sobre sus hombros, la mujer con orejas de zorro quien reía amenamente estaba ahora a su lado.

― ¡Será un placer trabajar con usted maestro! ―la joven de pelo naranja solo le sonrió de vuelta al sirviente recién invocado sin saber cómo lidiar con la familiaridad repentina con la que fue tratada.

Hubo algo parecido a una muestra de confianza más allá de la que otro sirviente había dado hasta ahora. La joven de pelo naranja vio como poco a poco Tamamo le dirigió una mirada de confianza y asintió con la cabeza, esperando sus indicaciones y como esta estaba feliz de servirlo.

Fue totalmente extraña esa compatibilidad tan repentina cuando recién se encontraban, era totalmente ajeno lo que esperó de quien se llamó "Tamamo no Mae" o una doncella de santuario como profesaba, esa actitud tan jovial y alegre hacia ella era como...

Si ya se hubieran conocido.

La primera semana para Tamamo fue tranquila. Mayormente todo fue una explicación de lo que pasaba, acontecimientos a futuro y planeación a largo plazo junto con una explicación de que debería hacer.

No se había unido al equipo principal aún a pesar de sus habilidades para ayudar a otros Servants.

Fue extraño en cierta forma, a pesar de que podía servir en el frente hubo una negativa de la maestra a dejarla ir al frente. Tamamo adjuntó ese hecho a algo más relacionado con lo que pasó el primer día.

No supo porque su cuerpo simplemente pasó a entrar en pánico al instante en que vio aquella sala para el rayshift ella quiso correr, no, de hecho lo hizo, se quedó atrás a la entrada y se hiperventiló.

Actualmente se consideraba a sí misma un sirviente inútil, porque no importaba lo preparada que estuviera, al momento de entrar en aquella sala.

Aquel sentimiento en cuanto ponía un pie dentro de aquella sala la hacía estar casi al suelo, Tamamo lo sentía, sentía que una luz verde la envolvía para fragmentarla.

― ¡Eres realmente buena cocinando! ―Tamamo se giró para ver a una mujer de pelo naranja quien tenía una enorme sonrisa con solo verla.

― ¿Es así? ―Tamamo comentó viendo como cortaba las verduras, los platos que había preparado estaban siendo servidos con prioridad, como si fuese una cocina de alta clase.

¿Desde cuándo ella era tan buena en la cocina?

Tamamo no recordaba que en vida fuera así, no recordaba haberse dedicado a cocinar tanto, si quiera recordaba que hubiera hecho algo así en otras invocaciones.

¿Desde cuándo?

Tamamo solo pudo sonreírle a la mujer quien estaba a gusto con sus acciones, por cómo cocinaba, de la forma en la que se movía dentro de la cocina.

Servil.

Tamamo a lo largo de la semana se sintió algo menos inútil en Chaldea cuando se dio cuenta que había un lugar en donde podía estar tranquila.

¿Cómo es que a ella le resultaba casi terapéutico cocinar?, le gustó el hecho que podía hacer buena comida, cosa que le servía a su objetivo.

Tamamo se detuvo.

Se quedó parada viendo las verduras en frente a ella al pensar en "su objetivo" y se dio cuenta de algo.

No podía recordar porque deseaba ser una esposa perfecta, recordaba la razón por la cual quería lograr aquello, pero su deseo como tal, las ganas de obtener tal título o de sentirse como "la ideal" fue algo que no pudo tener en su interior.

¿Se le había arrebatado aquello?

No sentía que fuese así, tampoco que le faltara algo, era más como… ¿si lo hubiera logrado?

Pronto pasará el tiempo de cocción de la pasta.

Tamamo se giró para cuidar la pasta que estaba en la olla a su lado. Bajó la temperatura, a un punto el cual dejó que solo estuviera caliente el agua, sabía que en unos minutos debía retirar la pasta antes que esta se ablandara de más.

Tamamo siguió cada movimiento con simpleza y delicadeza, se movía buscando cada ingrediente para colocarlo en su debido lugar, tuvo cuidado de no ensuciar de más o de mover lo utilizado fuera de su lugar y dejarlo sin más.

Completo.

Sin darse cuenta Tamamo tuvo un plato perfectamente hecho frente a ella.

― ¡De verdad eres impresionante! ―ahí estaban otra vez los cumplidos que llegaban a oídos de Tamamo. Más aún cuando todo el mundo la alabó por como cocinaba, seguía sintiendo que no había llegado al punto necesario, que no estaba en el nivel que debería.

Que había un umbral que no podía cruzar.

Tamamo solo decidió sonreír y dejar el tema de lado, era mejor no darle demasiadas vueltas a aquella situación sin saber por qué se sentía de tal manera.

Dejaría que el tiempo enterrara aquella sensación.

Frío.

Acostada en su cama Tamamo no pudo conciliar el sueño, incluso cuando se propuso a descansar, por más que no fuese necesario, sintió que algo faltaba.

Aquella sensación de que alguien no estaba parado a su lado vino en la mente de Tamamo y fue puesta bajo algo normal para ella siendo que ya no se encontraba con aquella persona cuando fue convocada.

Pero aun así sintió que esa no era la razón por la cual se sentía sola.

¿Siempre fue todo tan tranquilo a su alrededor?

Tamamo giró sobre su cama para quedarse viendo el techo, quedó boca arriba mientras que sus colas se movían hacia los lados para que pudiera estar acostada tranquilamente. Sin apartar los ojos del techo Tamamo alzó una mano, e hizo aquel gesto que tan conocido fue para los humanos.

El extender un brazo para poder sostener la luz a la lejanía, solo que esa acción no fue nada hacia la luna o algún astro brillante, fue nada meramente hacia el punto en el techo que iluminaba gran parte de su habitación.

La acción era tan artificial como la luz que buscaba, pero aun así Tamamo quería llegar y tomar aquella mota de luz que estaba ante ella.

Por más que fuese artificial o sin sentido quería sentir calor que de alguna forma se le escapaba por más que se tapara.

Al pasar los minutos y ver que no tenía mucho sentido aquella acción la mujer decidió bajar los pies descalzos. El suelo frío de la habitación la hizo sentir un leve escalofrío por su cuerpo.

Sin saber que hacer, sin saber cómo seguir, o sin saber que decir, Tamamo solo se quedó allí sentada, mirando un punto fijo en la habitación, un lugar vacío al igual que la mente de la mujer en aquel instante.

Sacudiendo la cabeza poco tiempo después Tamamo se puso de pie, buscó las medias a un lado de la cama y se las puso con lentitud, aún con la cabeza rondando en otro lugar y sin saber cuándo ya estaba de pie frente a la puerta de su habitación completamente lista para salir.

Caminó.

Se dispuso a recorrer los alrededores una vez más. Ya había sido guiada en su primer día por las instalaciones de Chaldea, si bien no recordó con precisión todos los espacios, aún podía navegar alrededor de la enorme instalación.

Caminó sin rumbo fijo, saludando a cada servant que se encontró por el camino.

De entre la mayoría de los sirvientes convocados, solo un puñado no habían salido a una misión hasta ahora, y entre esos sirvientes estaba ella por su problema al momento de acercarse al sistema de rayshift.

El pánico no fue algo a lo que estuviera acostumbrada, ella lo sabía, no era débil o alguien que pudiera quedarse atrás en términos de legado con otros héroes, incluso lo que representó en su propio mito fue algo que muy pocos podrían igualar.

Pero aún con todo eso detrás no pudo sobrepasar el pánico a la hora de ver aquella máquina funcionar. Incluso cuando cerraba los ojos o intentaba alejar cualquier pensamiento en el momento de entrar en a la sala no podía seguir.

Alguien la buscaría si hiciera eso, y cuando esa cosa la encuentre una vez más…

Tamamo alzó una mano y la pasó por su antebrazo cuando un temblor recorrió su cuerpo dejando que no pudiera seguir de pie por unos instantes, la mujer se apoyó hacia la pared más cercana antes de respirar hondo e intentar calmarse.

El verde llegó a la mente de Tamamo, los malos pensamientos y el miedo volvieron hacia ella. La forma en la que iba a perderlo todo le aterró.

Tamamo se quedó quieta, perdió fuerza y se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo.

¿Qué iba a perder?

La pregunta se formuló una vez más en la cabeza de Tamamo, las orejas de la mujer bajaron cuando una tristeza que desconocía llegó en su cuerpo. El pecho de la mujer se sintió pesado, el respirar fue algo más complicado y sus pensamientos más desdichados.

El fatalismo golpeó el tren de pensar de Tamamo cuando la idea de perderlo todo cobró más fuerza ante la mera idea de pasar por aquel viaje una vez más.

¿Por qué seguía con aquel pensamiento?

No recordaba tales preocupaciones antes, pero ahora parecía como si todo lo que hiciera flaquear de alguna forma, como si todo lo que estuviera haciendo fuese limitado o de forma vacía.

Se alejó una vez más de la sala sin querer lidiar con la sensación extraña que recorría su cuerpo a cada momento en que estaba en aquel lugar o meramente en las aproximaciones.

Tamamo dio un suspiro antes de seguir caminando. Había un leve deje de molestia en la parte baja de su nuca que comenzó a extenderse hacia su cabeza. El dolor comenzó a crecer hasta que sin darse cuanta había llegado a la cocina una vez más.

No miró a nadie, tampoco dio muchas vueltas a la situación que la rodeaba, solo se quedó parada frente al reloj bajo la barra en la parte frontal del comedor.

Debía controlar la hora, porque si no lo hacía entonces él se quedaría demás en la cocina.

Tamamo pardeó cuando se dio cuenta que estaba esperando a alguien, fue por eso que se despertó y se sintió vacía, que había algo que no estaba en su lugar, alguien no estaba cerca pero tenía que.

¿Quién?

Tamamo miró a su alrededor sin ganas. La cocina estaba casi vacía a excepción de algunos, sirvientes que quedaban casi a toda hora a beber.

Más allá de eso no encontró a nadie, no, la respuesta correcta era que no encontró a quien estaba buscando.

¿Pero qué era?

Tamamo se quedó quieta una vez más. De pie ante los demás, viendo desde lejos como otros tomaban y celebraban, como parecía cuando incluso recién se habían conocido, que ahora podían beber e interactuar como si se hubieran conocido desde toda la vida.

Siguió dando pasos hasta pasar detrás de la barra y quedarse sentada en uno de los taburetes que había para el descanso, las colas de Tamamo se acomodaron de una forma que ella no estaba acostumbrada.

Se juntaron para dar paso a alguien, pero era obvio que ella se encontraba sola, por lo cual aquella acción dada sin más por su cuerpo carecía de sentido alguno.

Pero aun así estaba esperando que alguien pasara, que siguiera atendiendo sin más.

¿Por qué?

¿Por qué le molestaba tanto el estar sentada sin que nadie se moviera a su alrededor?

Dos sirvientes llegaron frente a ella pidiendo algo para comer para seguir bebiendo. Tamamo levantó sus orejas y sonrió ante la oferta dada de la nada.

Quería cocinar.

¿Por qué deseaba tanto cocinar?

Tamamo no hizo aquella pregunta en voz alta, solo se limitó a volver hacia dentro de la cocina, caminando de memoria en cada lugar, recorriendo todo a la primera para encontrar lo que necesitaba.

El cuchillo correcto y las verduras bien seleccionadas, la llama para freír a un fuego óptimo y la cantidad exacta de aceite.

Todo era perfecto.

Comida perfectamente hecha estaba frente a Tamamo quien no veía aquello como un logro si no más siendo algo que escapaba de su comprensión.

Parada delante de la tanda de platos cargados, los llevó con una gracia que no conocía, movía sus colas evitando cualquier mínimo instante que sus colas pudieras poner en peligro de alguna forma los platos a su alrededor, no solo eso, si no que podía cargar varios platos no solo con las manos si no con las colas.

Tamamo solo se movió a la barra, no hubo mayor preguntas o cuestionamientos, incluso ahora que estaba parada ahí sin más sirviendo, acostumbrada a lo que hacía, pero conocía que no debería ser el caso.

Era como tener pasatiempos que no conocía o gustos que no coincidían. Toda acción tomada desde su llegada a Chaldea le había sido tan ajena a Tamamo que dudó de lo que estaba haciendo, incluso al punto de mirar sus manos y preguntarse si eran realmente las mismas manos que ella conocía.

Apretó los puños e intentó dejar de lado ideas innecesarias que simplemente la molestarían sin más.

No necesitaba seguir cuestionando todo lo que llegaba a ella.

El primer mes se había cumplido.

Tamamo se sintió más tranquila y mejor adaptada, no, ella sabía que no es que se estuviera adaptando al lugar.

Ella había estado adaptada desde el momento en que llegó.

Frecuentar tres lugares que no conocía fue lo que más distanció a Tamamo de algo que ella realmente era, al punto que hubo días en los que se negó a salir de su habitación por ese único hecho, el no poder reconocer lugares tan familiares y la sensación de solo estar mirando a la nada cuando sabía que estaba buscando algo hizo que la mujer no pudiera seguir en ciertos casos.

¿A quién estaba buscando?

Tamamo se repetía aquella pregunta más de una vez al día, conociendo que incluso si es que deseara superponer a otras personas en el foco de debería estar brillando, solo encontraría algo como una luz baja y sin fuerza.

¿Quién era aquel que clamaba tanta de su luz que solo podía limitarse a vivir en la sombra que le daba?

―Hoy fue un día bueno como siempre ―Tamamo se giró sonriente hacia Boudica quien estaba a su lado acompañándola en la cocina.

―Sí, gracias otra vez ―la risa suave de Tamamo al final de su oración salió con un ligero tono de orgullo al ver como la cocina había sido una vez más despejada y los pedidos del día totalmente atendidos.

―De verdad, no sabía que alguien como usted quien no se la relaciona en lo absoluto a la cocina podría ser tan buena, ¿en vida viajó o algo por el estilo?, la cantidad de recetas de todas partes del mundo que conoce es simplemente sorprendente.

Tamamo solo se rio a modo de respuesta, llevando una mano cubriendo su boca y dejando a relucir una risa amena que hizo que Boudica solo negara para sí en cuanto vio el actuar de la mujer ante ella.

Por el lado de Tamamo no supo qué decir cuando la confrontaban sobre temas relacionados a habilidades ni siquiera ella conocía que poseía.

El llamado para hacer algo que desconocía pero que podía hacerlas de manera perfectas siempre clamó una molestia en su cabeza, al instante en que Tamamo se daba cuenta que estaba haciendo algo que desconocía caía en un error que ella llamaba "mundano" tal si fuera normal para ella hacer algo como eso.

Primeros auxilios manuales, cocer, cocinar, limpiar y la forma en la que manejaba a los sirvientes, todo eso parecía tan cerca de ella y a la vez tan lejos. Tamamo fue quien tomó las decisiones pero no se sentía de esa forma, no se sintió siendo la quien manejaba su cuerpo.

Lo mismo fue del lado de sus emociones, pasando de estar lúcidamente recordando momentos antes de llegar, con quien realmente compartió y por quien quería dedicarse, a tan solo ser algún momento ofusco en su memoria.

Tamamo había quedado más de una ocasión parada delante de aquel ventanal, enorme que daba hacía la vista exterior de Chaldea, mostrando aquella tundra muerta sin más.

No supo por qué, pero cuando se giraba a sentarse en aquella banca puesta para mirar detenidamente el paisaje, Tamamo solo llegaba un sentimiento de vacío. Fue por esa razón que optó por quedarse de pie ante aquel paisaje, no podía conciliar la paz mientras más tiempo pasara quieta en aquel lugar.

Una opresión en su pecho fue algo que causó que Tamamo dudara de su propia salud, incluso cuando era convocada, no tenía razón por la cual sentirse de tal manera, pero ahí estaba, dudando de todo lo que pasaba a su alrededor, no solo en su entorno y lo que la rodeaba.

Si no de ella misma al no saber qué era lo que le faltaba.

Al segundo mes las cosas habían avanzado bastante.

Tamamo podía dar fe de que la lucha de la organización iba bien encaminada. La joven de cabello naranja que había sido quien la llamó en primeras instancias estaba pasando por bastante, no físicamente pero sí mentalmente.

La mujer con orejas de zorro daba paso a cada momento en que veía a su maestra desanimada, cabizbaja o incluso a duras penas estaba de pie.

Reconfortar nunca fue su fuerte, pero ahí estaba, sentada una vez más en la misma banca, viendo el mismo paisaje una vez más pero a diferencia de las otras oportunidades, ahora solo estaba acompañada de una joven a la cual estaba aconsejando.

Tamamo movió un dedo y señaló el aire, como si tuviera una burbuja o algo para mostrar mientras que le explicaba a la joven de cabello naranja sobre el peso de las acciones.

Madura.

Ritsuka miró a la mujer de kimono azul con detenimiento, escuchando cada palabra que daba y prestando atención a los consejos que le brindaba. Usualmente las personas llamaban que aconsejar a alguien no resultaba porque si fuese así, los consejos no serían gratis. Más con Tamamo las cosas siempre fueron diferentes con el resto de los sirvientes y con ella incluso.

La manera madura en la que daba un juicio de una situación, la forma en la que Tamamo podía hacer entrar en razón a cualquiera y como es que siempre conservaba la calma a pesar de con quien tratase hizo que gradualmente fuera llamada como algo un poco más extravagante que el resto de sirvientes.

Más que un sirviente parecía una madre ante los demás. Siempre haciendo todo lo que una haría, conocía todo lo que debería hacer y cómo dar el mejor resultado para cuidar a los demás cuando estaban en un momento difícil.

Una entidad que comprendía la situación de los demás, alguien que podía velar por otros al mismo tiempo que daba el ejemplo de cómo seguir.

Tamamo era lo más parecido a una madre perfecta para algunos, y otros clamaban que si fuese su esposa probablemente caería directamente en un único lugar.

Una esposa perfecta.

Ritsuka escuchó amablemente las palabras y consejos de Tamamo quien le explicó de tácticas y pequeños detalles para enfrentamientos futuros. Ritsuka miró a la mujer, sentada con las manos en el regazo, sonriéndole tranquilamente y sin levantarle la voz.

Ante el silencio repentino fue que la joven de cabello naranja volvió en sí para ver a Tamamo quien alzó una mano y la puso sobre su frente.

― ¿Estás bien cariño? ―un tono maternal junto con un apodo cariñoso, Ritsuka sintió que era tratada como una niña, pero al mismo tiempo.

Le agradó ese sentimiento.

―Estoy bien ―la respuesta con una sonrisa en el rostro hizo que Tamamo la mirara fijamente, casi como si dudara de sus palabras, pero al dejar la mano en la frente de la joven unos segundos y ver que no había alguna señal de fiebre, entonces fue que la bajó una vez más, solo que ahora quedó con los brazos cruzados.

―Espero que no estes fingiendo o haciéndote la fuerte, ¿sabes los problemas que causaría algo como un orgullo tonto? ―Tamamo comenzó a darle un sermón a Ritsuka quien solo sonrió ante el repentino cambio de actitud.

Siempre fue así, cuando llegaba cierto grado de mal por parte de ella es que Tamamo mostraba ese lado un poco más abrasivo.

Una vez que el sermón llegó a su fin y Ritsuka se dispuso a volver a su habitación, al alejarse y antes de doblar al pasillo siguiente lo vio como siempre.

La mirada perdida de la mujer que siempre parecía animada ahora quedó a la deriva en la nieve que caía de manera interminable.

Ritsuka no sabía bien de la historia de Tamamo, todo lo que había creído o pensando acerca de la mujer era diferente de lo que tenía enfrente, no solo desde su actuar, si no de los propios pasatiempos.

Era tan extraña a la hora de ver que le costaba creer que fuese un sirviente más con lo normal que era su actuar.

Aún no comprendía del todo bien como había llegado a cierto incidente en que no podía acercarse a la sala del rayshift, siendo que podía aportar tal utilidad si iba en un equipo desde el punto de vista racional, probablemente sería lo mejor.

Algo que le habían dicho casi desde primeras instancias era el hecho que forzar a un sirviente era peligroso, hechizos de comando o no, ir contra la voluntad de este era bastante difícil.

No podía usar algo tan simple y decir "no temas al rayshift" como un comando porque algo tan basto como eso no funcionaría.

Da Vinci le habló sobre eso, del uso de los sellos de comando y cómo a pesar de tener una fuerte interacción con el entorno, no podía alcanzar a lo que se consideraban los sellos de comando originales de las guerras.

Ella supuso que fue el precio a pagar por tener sellos de comando casi desechables. Fue por esa razón que sería inútil ayudar a Tamamo con un sello de comando para que pudiera participar en las incursiones.

Algo como eso no sería ni fuerte ni duradero para influir en la personalidad o en la mente de un servant, no más allá de darle un ligero dolor de cabeza a lo mucho si es que se diera una orden específica.

Todo eso dejaba como resultado que los Servants no pudieran ser ayudados como tal, y que tengan que vivir todo lo que les corresponde ya en muerte ahora en su situación como espíritus.

Aun así le hubiera gustado poder ayudar de alguna forma a Tamamo quien era la primera que mostraba algún signo de preocupación por otro, la empatía y el trato mostrado a pesar del poco tiempo que llevaba presente la mujer en Chaldea, generó que la aceptación hacia Tamamo fuese rápida.

Alguien tan buena como ella no debería hacer tal expresión a la nada. Ritsuka tuvo aquello en mente al verla ahí sentada sin ganas, con la mirada perdida y sin algún signo de moverse.

Sentía pena por Tamamo quien parecía no tener más ganas de seguir el día a día.

Tres meses.

Tamamo había logrado algo más en ese tiempo, pudo ahora quedar dentro de la sala de rayshift, incluso logró ir a su primera misión, fue difícil, pero internamente Tamamo se repetía que debía de superar cualquier miedo y seguir adelante, por más que su cuerpo temblara y lo rechazara.

Debía seguir avanzando.

Los ojos de Tamamo estaban fijos en las verduras en el satén ante ella que estaban siendo cocinadas con aceite, friéndolas un poco para sacar su sabor antes de pasar a la siguiente etapa.

La misión a la cual se le asignó fue relativamente tranquila, a comparación de lo que su cuerpo le gritó en ese momento, no hubo algún peligro mayor o algo similar que pudiera dañarla.

Miró hacia la ventana que mostraba la barra del comedor para ver a la mujer con quien había compartido en la primera misión, solo que en vez de ser parte del equipo principal, ella era del equipo de reconocimiento.

Atalanta estaba sentada con otro sirviente, solo que quien acompañaba a la mujer era una niña de pelo blanco que estaba en el regazo de la mujer de pelo verde y amarillo. La risa amena y la muestra de disfrute de Atalanta hizo que Tamamo sonriera ante el lado relajado que ahora podía mostrar aquella mujer que parecía tan seria desde fuera.

La diferencia más notable era su actitud o su tono al hablar con los demás, ahora la escuchaba hablar dulcemente pero podía apostar que si fuese otro tipo de sirviente, ya estaría gruñéndole.

Cuando Tamamo volvió su atención hacia las verduras se dio cuenta que ya ni siquiera estaba parada frente al sartén o al fuego, ahora se había volteado un momento antes de licuar las verduras.

Casi inmediatamente detuvo la licuadora y dio varios pasos hacia atrás. Tamamo miró la cocina, como una vez más, todo estaba en su lugar, todo seguía un orden y lo que ella estaba cocinando una vez más le era desconocido.

¿Cómo fue otra vez el nombre del plato que estaba preparando?

Tamamo vio la comida, miró la cocina en busca de algo, de una guía para seguir al darse cuenta que al "despertar" del trance en el que estaba ya no podía seguir con la preparación de los alimentos.

Se giró en busca de lo que fuera hasta que se topó con un reloj que estaba colgado en la parte superior del marco de la puerta, dando a quien trabajara un aproximado del tiempo transcurrido, pero no fue el reloj lo que hizo que Tamamo se detuviera.

Al ver el diseño, y como estos mostraban los engranajes en el interior solo pudo quedarse quieta viéndolos, el resto alrededor de Tamamo dejó de existir.

Una pista.

Un reloj que no marcaba a pesar de sonar continuamente, pero el segundero del reloj no se movía, estaba quieto, trabado haciendo un esfuerzo constante por moverse pero no hubo nada más que un esfuerzo en vano al no dar resultados.

Un reloj que marcaba pero que no seguía, engranajes que giraban pero el tiempo no pasaba.

Ajeno al tiempo.

Cayó de rodillas viendo el reloj en silencio, no supo cuando las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos cuando es que su cuerpo se rindió de moverse a otro lugar, más solo ahora quedaba mirar los engranajes hacer un esfuerzo inútil a la hora de seguir en marcha, no importaba que tanto esfuerzo aquellos engranajes dieran.

El tiempo marcado no se movería.

Boudica fue quien entró a la cocina cuando iba a comenzar su turno. Hubo varios pedidos atrasados al momento en que llegó por que parecía ser que Tamamo se había retirado temprano.

La pelirroja suspiró antes de prepararse, ir por un delantal y ver todo para continuar con la demanda constante.

Al abrir la puerta de la cocina se encontró una escena extraña. Corriendo hacia la mujer de pelo rosa quien estaba quieta, a la vista sin vida, quieta viendo a un punto fijo en la pared.

Boudica se giró y vio el reloj que estaba perpetuamente girando en los engranajes pero sin cambio en la hora, el día anterior fue que notó que el reloj dejó de funcionar, pero olvidó hablar con Da Vinci para que arreglara el reloj.

No conocía que Tamamo tuviera algún trauma con estos, incluso pensó que nunca había llegado a ver uno en su época, pero por la forma en la que reaccionó era obvio que había alguna historia detrás de los relojes.

― ¡Tamamo-san! ―Boudica sacudió a la mujer quien seguía viendo un punto fijo incluso cuando le estaban gritando y sacudiendo con fuerza.

El ruido fue suficiente para que los sirvientes en el comedor entrarán en la cocina ante la idea de que algo sucedió. La mayoría se quedó viendo a Tamamo, quieta solo observando un punto fijo, más que fuera de sí parecía aterrada de algo.

Solo se le ocurrió la idea de quitar el reloj colgando de la vista, la idea principal fue usar aquella lanza roja para romper el reloj pero no sabía que podría causar que algo así pasara, por lo que decidió simplemente removerlo de su vista.

Casi como si se hubiera roto alguna especie de hipnosis Tamamo parpadeó volviendo en sí. Los oídos de la mujer zorro seguían tapados por algo, no escuchaba nada más allá de un simple susurro junto con los engranajes chocar.

Tomó alrededor de un minuto antes que bajara la cabeza y mirara a su alrededor, viendo como ahora estaba recostada en el suelo con Boudica frente a ella. Tamamo no comprendía lo que llevó para que se diera la situación actual.

Simplemente había mirado la hora para comprobar que no hubiera pasado mucho tiempo desde que comenzó a prepara una comida, pero de la nada todo se volvió negro, una luz brillante de color verde la atrajo y la dejó perdida en su mente.

Un manto rojo con una sonrisa, un calor que perdió y una voz que anheló.

Tamamo quedó perdida ante la idea de salir, dejarlo una vez más, que no supiera que ella existió alguna vez, que en algún punto su memoria dijera que ella no era nada más que un pequeño salto que nunca ocurrió.

Ahora estaba de vuelta a la realidad.

Tamamo se quedó en su lugar por unos segundos antes de ponerse de pie, vio como una mano la intentó seguir por si volvía a caer, pero estuvo bien al final, logró ponerse de pie y salir sin más.

No hubo palabras o algo que señalará si estaba bien o si seguía en su estado anterior.

Tamamo no se presentó a la cocina por las siguientes dos semanas. Hubo una ligera preocupación que se formó en torno a la mujer, siendo quien era y como había sido desde el primer instante es que las cosas no fueron tan a la deriva, había algo más, algo que causaba que Tamamo, quien no debería tener alguna aversión hacia las instalaciones ahora estuviera con tantos problemas encima para poder seguir adelante.

La misma banca, el mismo escenario.

Tamamo encontró paz al sentarse en aquella banca blanca y ver detenidamente la nieve caer, fue casi el único momento en que parecía que su mente no le estaba dando una mal jugada o que sentía que podía estar segura.

¿De qué sentía tanto miedo?

Tamamo se había preguntado en reiteradas ocasiones que no había una razón real por la cual temer o sentir algo que pudiera ser en lo mínimo aterrador.

No había una razón por la cual ella debería temer algo, pero siempre estuvo ahí, casi como un dolor fantasma en su pecho, como si hubiera sido atravesado, ese dolor fantasma fue lo que terminó dándole ese sentimiento de ocultarse.

No quería perderlo.

Tamamo parpadeó un par de veces cuando pensó una vez más en esa persona, una que no conocía pero estaba tan marcada en lo que era su mente que no pudo decir que fuese algo para intentar ignorar como al principio.

Un error que le estaba costando a cada momento por la forma en la que lo único que parecía lograr era empeorar su situación.

El sonido de pasos hasta su lado no fue escuchado hasta el final, cuando la persona había llegado a su lado. Tamamo se giró y observó a una mujer de pelo verde y amarillo.

―Atalanta…

―Es bueno encontrarte, me dijeron que probablemente estarías aquí ―la mujer de pelo verde dio unos pasos hacia adelante e indicó el espacio libre con una mano―. ¿Te importa si me siento a tú lado?

Una pregunta que no era necesaria dar. Pero Tamamo solo asintió con la cabeza, para ver de reojo como Atalanta se sentaba en la esquina opuesta a la de ella.

La banca era para tres, fácilmente Tamamo pudo decir que algo faltaba, la familiaridad con Atalanta estaba ahí, pero no lo era todo.

El hueco vacío en medio de ambas mujeres fue algo que hizo que Tamamo girara la cabeza para ver qué es lo que faltaba.

―Escuché que has logrado ir a la sala de rayshift e incluso participar en una misión ―Atalanta habló de la nada, llamando la atención de Tamamo quien alzó la cabeza y miró a la mujer de cabello verde atentamente―. Es decir, me alegro que lo que sea que te esté molestado haya sido un poco más fácil de sobrellevar.

Nada cambió, fue lo que Tamamo pudo responder para sí misma, el que gradualmente haya logrado acercarse a la sala de rayshift fue poque estaba buscando algo, y ese algo estaba ahí por lo que sus instintos le decían.

―He intentando mejorar ―Tamamo solo respondió con una sonrisa viendo a Atalanta quien sonrió un poco pero bajó la cabeza poco después de la respuesta de la mujer de pelo rosa.

―Sabes… hay este sentimiento de molestia e intranquilidad, supongo que también lo sientes, a la hora de acercarte a la sala e ir por una misión… ―Atalanta habló lentamente, como si pusiera en orden sus pensamientos antes de seguir―. ¿No se siente como si camináramos hacia un único destino?, uno el cual quieres escapar, tú cuerpo grita que corras, ¿también lo sientes no es así?

No hubo una respuesta. Atalanta no necesitaba una cuando solo tuvo que ver el rostro de Tamamo que había pasado de uno que intentaba mostrar tranquilidad y la misma paz de siempre.

A un rostro pálido con los ojos abiertos y la boca abierta en sorpresa.

―Tú…

―No estoy en el mismo barco que tú, con verte puedo decirlo, algo pasó, no eres la única, tampoco yo, pero entre nosotros, tú eres la que más parece haber sido afectada.

―…

―Da Vinci está buscando algo con respecto a eso, no tienes que preocuparte demasiado, si crees que las misiones son demasiado para ti entonces-

―No.

Atalanta vio el rostro de Tamamo, ahora mostraba seriedad y toda la duda anterior parecía haberse consumido junto con las palabras que le dedicó.

―Hay algo… lo sientes entonces, hay algo que tengo que encontrar, no puedo dejar de lado, pero si no logro encontrarlo entonces yo…

―Tranquila ―Atalanta puso una mano en el hombro de Tamamo quien abrió los ojos cuando no observó a Atalanta.

Era una persona que no conocía quien estaba ahora sentada a su lado.

―Todo está bien, estará bien ―palabras dadas con una voz desconocida, Tamamo solo abrió los ojos en horror viendo a Atalanta quien ya se había girado antes de que se diera cuenta.

Quiso preguntar que tanto sabía, o porque estaban siendo afectados por algo.

Más no se atrevió a decir algo o volver a hablar.

Solo se quedó allí sentada con la mano extendida queriendo alcanzar algo o a alguien.

¿Pero a quién?

¿A quién había olvidado que ahora estaba tan desesperada por encontrar?

La esposa perfecta.

Tamamo tuvo esa idea al inicio de su estadía en Chaldea. Ella deseaba poder convertirse en eso, en ser lo que uno llamaría la esposa perfecta, alguien que es amada por todos y más por la persona que había designado como su esposo.

¿Entonces por qué no podía pensar en nadie para servir como esposa?

Una vez más en la cocina.

Tamamo se había percatado de su propio comportamiento ajeno a ella, de sus preferencias totalmente distintas a lo que alguna vez fue su persona, pero nada de eso importaba.

― ¡Mamá! ―Tamamo sonrió y se giró hacia abajo para ver a Jack quien le estaba jalando el kimono para que la atendiera.

― ¿Sí? ―Tamamo respondió para agacharse a la misma altura que la niña.

―La otra mamá dice que es su cambio de turno ―Jack estaba ahí como siempre. Llamaba madre a todos, gritando para desconcierto de quien la escuchara, incluso un servant masculino era llamado de tal forma.

No fue nada exclusivo de nadie el título de "mamá" por parte de Jack, pero algo que notó fue un acercamiento algo más fuerte hacia unos sirvientes en particular.

Atalanta, Cú Chulainn, la reina Marie Antoinette y ella.

Cinco sirvientes con Jack serían seis en total, lo que daría un equipo completo para el reconocimiento. Cosa que llamó la atención de Tamamo, probablemente ella era la única consciente de ese hecho.

Atalanta por más que profesaba el salvar a los niños, encontró un poco débil algo más allá del cuidado que esta daba. La felicidad al ver a un niño feliz cegaba a la mujer y evitaba que mirase más allá de lo que tenía enfrente.

―Es así, entonces saldré cuando termine esto ―Tamamo se limpió las manos con el delantal que tenía para darle unas palmaditas en la cabeza a Jack.

Incluso si la niña no lo dijera, era obvio que le encantaba tal acción.

― ¡Bien! ―alzando ambas manos la niña salió corriendo una vez más de la cocina.

Fue algo que se decidió de la nada.

Que no habrían más de tres sirvientes en la cocina cuando Tamamo estuviera presente, y otra cosa que se decidió fue el hecho que sacaron todos los relojes de manecillas y dejaron los analógicos.

Tamamo sintió un pesar en su corazón al momento en que aquella imagen del reloj sin moverse llegó una vez más en su mente.

No supo identificarlo, ¿por qué?

¿Por qué le dolía tanto?

Era simplemente un reloj roto, cualquier podría cambiarlo y dejar otro reloj nuevo y funcional, pero en vez de eso, la idea de que este simplemente fuese reparado para volver a funcionar le disgustó.

Las conjeturas de Tamamo iban de que el tiempo o al menos los relojes iban de la mano con aquella persona que estaba buscando.

Sus recuerdos estaban intactos, no había algo como un vacío real en su memoria, pero aún así, Tamamo no pudo decirlo, no pudo quitarlo o dejarlo, aquel agujero que parecía obstruirlo todo.

Pasaron los minutos y terminó su turno en la cocina, le hubiese gustado seguir, pero entonces no tendría tiempo de ir a mirar el paisaje una vez más, para luego ir a su habitación.

¿Por qué regresar a su habitación?

Tamamo pensó en ello, la idea de cómo a pesar de que no habría nadie ahí, seguía teniendo expectativas de que algo faltaba. Pero eso era todo, no encontró lo que realmente quería o lo que deseaba, más allá de un mero cuarto vacío.

Saludando a quien se encontraba y siguiendo su camino decidió pasar por la sala de rayshift, era cercana la fecha de la celebración de la navidad.

Escuchó que gracias a eso habría algunas invocaciones posibles que usualmente no podrían darse en otras fechas. Su curiosidad estuvo presente así que decidió pasar y mirar quienes eran los nuevos recién llegados.

Al parecer no hubo tanta suerte para Chaldea siendo que no hubo ningún recién llegado en la sala y el ver a su maestra en el suelo de rodillas agarrándose del pelo por haber quemado todo lo que tenía para esta fecha causó gracia de cierta forma.

Tamamo negó para sí y decidió salir de la sala.

No sabía porqué había esperado algo para esto.

El comunicador de las puertas del taller de Da Vinci sonó indicando que alguien llegaba. El genio dejó su trabajo de momento para centrarse en el invitado.

Tamamo estaba al pie de la puerta esperando que se abriera. Da Vinci dio un suspiro antes de moverse en su silla y presionar un botón para dejar que la mujer pase dentro.

― ¡Soy yo de nuevo! ―un saludo amable y una cara demasiado amigable. Da Vinci a veces dudaba de la veracidad de los mitos cuando veía un contraste tan basto en lo que era la mujer que estaba en frente y la interpretación que habría del mito.

No era un caso aislado, pero con tantos problemas y con los sirvientes con un sueño "verde" fue algo molesto. Cualquier interferencia exterior no debería haber sido posible una vez estos eran invocados.

Por lo que este caso fue realmente fuera de lugar, era casi como si hubieran sido tomados de otra copia y no la original.

―Adelante, tengo tú pedido listo ―Da Vinci dio paso para que Tamamo entrara. El desorden acumulado fue algo que estaba permanentemente ahí y un pequeño tic para Tamamo ante la vista.

― ¿De verdad no quiere mi oferta de ordenar esto por usted? ―Da Vinci parpadeó un par de veces seguidas ante el reclamo del "desorden" que estaba presente.

―De verdad es como dicen ―Da Vinci rió brevemente antes de caminar hacia una de las mesas de trabajo y tomar algo circular―. Lo completé tan rápido como pude, espero que sea de tú agrado.

Tamamo extendió una mano al objeto que le estaba siendo ofrecido. Tomó con cuidado el reloj y sintió una paz inundar su cuerpo.

Fue un instinto. Da Vinci abrió los ojos cuando Tamamo abrazó aquel reloj de bolsillo como si acunara lo más preciado del mundo.

―Gracias ―el tono fue suave, maternal inclusive, Da Vinci en este punto empezó a sentirse extraña por tal vista. Si bien no era quien se relacionaba con el resto, era algo sabido de la actitud maternal de la mujer.

―Me aseguré de comprobarlo en todo escenario, un reloj que no se romperá incluso si lo lanzas en lo más difícil, fue un poco difícil por los engranajes que deseabas que estuviesen fuera, pero un genio como yo era obvio que pudiera lograrlo ―Da Vinci puso una mano en su pecho y sonrió con suficiencia.

―Sí, buen trabajo, debes haberte esforzado mucho, ¿no quieres algo de comer en particular? ―Da Vinci salió de su estado de autocomplacencia para mirar a Tamamo unos segundos.

―No me trates como un niño más ―un suspiro salió de Da Vinci pero se rindió rápidamente de hacer cambiar de idea a Tamamo al ver como esta soltaba una risa suave por su reacción―. Bien, bien, ríete, espero que disfrutes tú reloj.

Da Vinci infló los cachetes y despidió a Tamamo con una mano.

Tranquila y trabajadora.

Aguda y con perspicacia.

Madura y comprensiva.

Cosas que Da Vinci pudo atribuir a Tamamo No Mae pero al mismo tiempo parecían algo ajenas de la mujer. Había estado en el momento de su invocación y a primera vista no daba ese aire actual.

¿Parecía más suelta y alegre?, parecía más una mujer que disfrutaba de las pequeñas cosas y buscaba un buen momento a diferencia de la Tamamo que conocía ahora en Chaldea, que intentaba darlo todo por todos y era servil en vez de brindar caos.

¿Quizá esta era una versión más madura de la misma Tamamo?

Da Vinci se formuló varias preguntas pero ninguna le dio una respuesta por lo dejó por momento de pensar en ello.

Tendría que ver el sistema de convocatoria mañana que era navidad.

―Ha sido un buen día, todos parecen más animados que de costumbre.

―…

―Oh, claro, vi que muchos estaban ayudando para la cocina y poner todo en su lugar, me siento un poco desplazada ahora que terminé mi parte ―Tamamo dio un suspiro alzando la cabeza que hasta hace unos segundos estaba gacha―. Me gustaría seguir en la cocina.

Estaba sentada en la misma banca de siempre, viendo el mismo paisaje de siempre y sola como siempre.

¿Por qué le hablaba a aquel reloj como si esperase que alguien apareciera por él?

―Sé que no he estado en mi mejor estado, pero me gustaría que me dieran más fe en lo que puedo hacer, lo que pasó aquella vez fue solo un momento puntual…

―…

No hubo respuestas. El reloj que había pedido a Da Vinci estaba ahí sin más, en la banca a su lado esperando por un dueño que no parecía llegar y una mirada dirigida al reloj como si fuese algo que quisiera evitar.

―No lo entiendo ―Tamamo volvió a agachar su cabeza y se mordió el labio inferior―. ¿Por qué todo lo que hago parece tan insignificante?

Tamamo miró el suelo con rabia, su cuerpo estaba tenso, sus colas caídas al igual que sus orejas.

―Lo sé todo, puedo hacer todo lo que quiero y que quería, puedo cumplir mí palabra y ser una esposa perfecta, entonces… ―Tamamo comenzó a ver ligeramente más borroso, un ardor vino en sus ojos dando como resultado final lágrimas que salían sin más―. ¿Por qué parece que perdí todo propósito?

Un propósito y un final.

Todos tenían un propósito y un deseo para seguir, algo que los mantenía en su camino para que pudieran conseguir lo que quisieran.

¿Pero que había al final del camino?

Algo faltaba.

¿Entonces esa era la resolución final?

―Quien llega de la colina pero queda solo ante el ocaso no es solo una sombra más.

Una línea que desconocía pero vino en su cabeza. Tamamo solo tuvo un nudo más grande en su garganta. Las emociones llegaban a cada instante más fuertes.

Quería renegar de llorar pero su cuerpo no le escuchaba. No deseaba que alguien la viese de esa forma pero tampoco quería estar sola.

¿Dónde estaba aquel que debía consolarla?

Miró el reloj a su lado que estaba con los engranajes girando pero eso fue todo lo que obtuvo de respuesta. El segundero marcar cada instante que pasaba y la dejó quieta sin poder despegar sus ojos de las manecillas.

Contó, cada segundo que parecía una eternidad y antes que pudiera hacer algo para mostrar su descontento o su falta de razón, solo tomó el reloj una vez más y lo lanzó con fuerza contra el cristal frente a ella.

Rebotó contra el cristal y volvió contra la pared tras ella, quedando en el suelo una vez más. Tamamo estaba ahora de pie, respirando pesadamente con la mano extendida y su corazón latiendo a mil. Sentía el dolor de cabeza incrementarse, como sus ojos mismos parecían ceder contra la presión y su cuerpo rendirse ante el dolor.

―Lo siento…

No sabía porqué se disculpó.

Tamamo tomó el reloj con cuidado una vez más y lo acunó contra su pecho antes de llorar de verdad esta vez.

Un "Lo siento" se repitió casi en bucle en cada instante, intentando aligerar la culpa que sentía, pero Tamamo no comprendía.

¿De quién era esta culpa?

¿De quién era esta tristeza?

―Lo siento, lo siento tanto…

Tamamo estaba con la frente en el suelo, el frío de las baldosas blancas calmó brevemente su dolor de cabeza para luego volver una vez más.

El llanto siguió y la culpa solo incrementó, culpa que iba subiendo a cada vez que pedía perdón y al mismo tiempo que subía cuando no lo pedía.

Ella lo dejó.

Tamamo alzó la cabeza y miró a todos lados buscando a quién había dejado, intentando encontrarse con quien debía disculparse.

No había nadie a su alrededor.

Solo un reloj que mostraba sus engranajes girar, más parecían burlas, una risa continua que no pudo evitar escuchar. Una risa perpetua que la señalaba a ella como la burla a la que deberían despreciar.

Se lo merecía.

Tamamo abrió y cerró los ojos cuando aquel pensamiento vino a su cabeza. Con sus piernas se deslizó hasta la pared al lado de la banca y se tapó los oídos intentando dejar de escuchar las risas hacia ella.

No era su culpa.

Ahora Tamamo se gritó eso a sí mismo pero solo obtuvo un dolor en su pecho ante la idea de negar que ella pudo haber hecho algo.

¿Pero qué era lo que debió hacer?

Estaba cansada.

Tamamo abrazó sus piernas y se acurrucó en un intento vano de protegerse de lo que pasaba en su mente.

Ella solo deseaba estar tranquila, un momento de paz, un solo instante en que el dolor no viniera a clamar presencia en su cuerpo o en su mente.

Cerró los ojos e intentó dormir un poco.

Iría después a la sala de invocaciones para ver quien llegaba.

Calmada.

Tamamo buscó sentirse más cómoda y alejada de lo de todo lo que podría ser una molestia. Un momento de paz incluso en aquel lugar tan tranquilo parecía tan alejado que no podía creer que estuviera en aquel estado.

Incomodidad.

Siguió adelante antes de entrar en la sala de invocación y ver a todos quienes tenían curiosidad reunidos.

Tamamo con el reloj en mano lo apretó suavemente como si estuviera buscando consuelo para su situación. La manera tan incomoda que se sentía no podía ser simplemente algo que llamaría "normal", no cuando ahora parecía crecer en este día.

Las invocaciones se llevaron a cabo con lentitud. Hubo un nuevo sirviente quien llegó de manera amena y con ánimo en Chaldea. Pero a la hora final, al momento en que la invocación se daba, el último sirviente hizo acto de presencia.

El reloj en su mano picó al igual que una punzada en su corazón se generó.

La luz brillante que tapaba la vista a primera instancia bajó dejando presente a un hombre alto, tez morena y un manto rojo alrededor de su cuerpo.

¿Quién era?

Tamamo se quedó quieta, con los ojos abiertos en par en par por unos segundos ante el sentimiento que algo faltaba, algo no estaba en su lugar.

Una presentación apática se dio por parte del hombre. No hubo el mismo ánimo o humor que había anteriormente con las convocaciones. Parecía cansado, como si esto fuese solo un momento de molestia más que una oportunidad para actuar.

Los ojos de Tamamo se encontraron con los del hombre como si esperara algo de ella, que dijera o se acercara.

Alguna señal.

La mirada del hombre tembló buscando algún signo de reacción de parte de Tamamo, más la mujer no se movió, tampoco reaccionó, en parte por el estado en el que se encontraba y por como se sintió en ese instante.

Ante la falta de reacción de Tamamo simplemente se limitó a volver a mirar hacia su nuevo maestro quien estaba feliz de que otro servant llegara a Chaldea.

No hubo palabras mayores dirigidas entre Tamamo y el nuevo sirviente más allá de un saludo formal.

Pero incluso así.

El corazón de Tamamo solo se estrujó al ver como esa persona caminaba a su lado, pasando sin darle una segunda mirada.

Quiso decir algo y detenerlo, pero al final se limitó a quedarse quieta.

Sin saber que decir o cómo reaccionar, dejó que la situación corriera.

Incluso cuando el tiempo pasaba ella se sentía estancada, por lo que bajó la mirada y observó el reloj en su mano por unos instantes viendo las manecillas quietas.

Tamamo se quedó viendo en silencio los engranajes girar una vez más sin avanzar, pero esta vez pudo despegar sus ojos de aquella vista que la abrumaba.

Cerró los ojos y se dispuso a volver con Da Vinci.

El reloj estaba en perfectas condiciones.

Da Vinci estaba con un dolor de cabeza creciente mientras veía un invento suyo que dejaba de funcionar sin razón aparente.

No había nada malo con los engranajes ni con el movimiento de las manecillas, todo estaba en orden, desde las placas hasta la presión de los tornillos, cada detalle estaba ahí presente y bien cuidado, pero aún de esa forma el tiempo no corría.

Molesto.

Da Vinci soltó un suspiro cuando se encontró con un caso que no tenía sentido porque iba más allá del objeto mismo.

¿Pero qué era lo que delimitaba que una creación tuviese un defecto?, más que nada, ¿qué hacía que un objeto construido desde cero tuviera problemas?

No podría existir dos iguales, incluso por más que alguien trabajara por replicar algo de manera exacta los materiales podrían ser los mismos pero nunca serían "el material" usado para la elaboración de ese objeto.

Era un principio que incluso seguían los noble phantasm. El reloj en manos de Da Vinci podría cumplir el requisito para ser uno equiparado con uno pero con un resultado inútil para cualquier otro propósito que no sea durar.

Da Vinci se cruzó de brazos viendo la misma hora con la que Tamamo había entregado el reloj. Incluso si movía las manecillas estas solo giraban hasta alcanzar la misma hora una y otra vez.

Era como si este estuviera intentando estar en sincronía con otro reloj.

Pero eso no tendría sentido, no cuando no podría existir algo tan exacto y mucho más, algo que ella misma había creado ahora desde cero.

¿Por qué entonces dejó de seguir avanzando?

Ahí estaba una vez más.

Emiya vio aquel cabello rosa y las dos orejas alertas ante su presencia.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que la vio?

Ya no podía recordar cuándo fue la primera vez o si esta era siquiera la segunda vez que la veía, pero algo quedó claro.

Ella no lo recordaba a pesar de todas las promesas que le dio en aquella primera vez, pero era algo que esperó al final del todo.

El tiempo corría para todos menos para él.

Un momento o un parpadeo para algunos podía ser tanto tiempo para él que al momento en que la otra parte habrá los ojos, ya no importaba que dijera o que hiciera, ya se habría alejado de todos.

¿Qué queda cuando uno alcanza la recta final y solo se encuentra con la nada a la cual uno debería responder?

Lo mismo fue ahora.

No debió haber dudado, no debió haber respondido, no debió haber jugado y por sobre todo no debió haber intentando abrirse una vez más.

Tenía que tenerlo presente, era obvio que las cosas terminarían así, por más fuerte que sea el deseo de alguien no pasaba de lo efímero para él.

La Tamamo que conoció no era la que estaba parada en la misma habitación en la que fue convocado. Todo lo que había pasado, palabras y acciones no era nada más que una mancha en su memoria.

A veces odiaba poder recordar lo que pasaba en cada misión, en cada invocación, en cada punto de inflexión. Si pudiera dejarlo todo y olvidar cada instante en que su deseo fue cumplido entonces no tendría problemas para dejarlo todo.

Solo necesitaba salvar a los demás, y para salvar debía condenar a otros.

No necesitaba pensar para ser quien debía ser, el seguir con una consciencia solo lo limitaba, el sentir cada muerte para descártala gradualmente. Las vidas que tanto deseó salvar fueron solo números que olvidó cómo contar.

Todo porque las vidas que debió tomar eran mayores a las que podría registrar.

Un momento de paz.

Palabras que fueron un susurro de esperanza, un leve atisbo de luz en su existencia hueca y sin luz. Viviendo en la penumbra pudo ver a alguien quien vislumbró con un lustre casi divino.

Ahora aquella apertura no era nada más que el reflejo de un charco turbio que mostraba solo el agua sucia que bebía y le daba la ilusión del agua clara que quería.

Caminó por las instalaciones de Chaldea una vez más. Recorrió lugares que ya conocía, pasillos que en este punto eran de memoria, no es que la organización no pudiera completar todos los eventos, era simplemente que él era un sacrificio dado en la recta final.

No era algo obligatorio, ni mucho menos, pero fue algo que él mismo se impuso al saber el final. No importaba si interfiere, prefería ser él quien mostrará el peligro real al maestro, podría considerar eso como su último acto como mentor para este.

Y cómo una forma de escapar de aquella mirada indiferente hacia él. No es que le molestara o le doliera, no había nada que le obstruyera para seguir con su trabajo, pero al final de todo había una pequeña espina que le impedía seguir.

Estúpido.

Fue como Emiya lo llamó para sí. Una copia más sin importancia que solo se había perdido en lo que de verdad era su búsqueda.

Alzó una mano y vio su puño por unos momentos, probó cerrar y abrir un par de veces, cuestionando qué tanta libertad había sobre él.

Nunca pudo liberarse de nada, solo pudo hacer una cosa que conocía desde el día que tomó consciencia.

Seguir adelante.

Había caminado hasta el mismo lugar de siempre, pero fue diferente de todas las veces que podía recordar, en primer lugar no esperó que aquella mirada que antes parecía desconocerlo se posara en él y lo segundo es que ambos se encontraron en aquel lugar.

―Oh, volveré-

―Espera ―fue Tamamo quien habló haciendo que Emiya se volteara de nuevo, hubo un breve silencio entre ambos, Tamamo parecía que deseaba decir algo, pero no lo logró, haciendo que Emiya se volteara una vez más―. ¿Nos conocemos de algún lugar?

Un latido.

¿Cuándo fue la última vez que Emiya sintió que su pecho bombeaba algo más que acero?

Se giró y le dio su atención a Tamamo. Fue en ese momento en que lo vio, que estaba al lado de la mujer sentada sin más.

―No lo creo ―Emiya intentó eliminar cualquier signo de esperanza.

No importaba nada, todo era momentáneo, todo era simple un paso y luego ya no habría nada.

―Yo… ¿puedes sentarte un momento? ―Tamamo tomó el reloj que estaba a su lado y palpó el asiento a su lado, invitando al hombre recién llegado a sentarse.

Emiya dudó.

Dudó si seguir el juego una vez más ante una esperanza que era obviamente una mentira, pero al final de todo su cuerpo se movió hasta sentarse al lado de la mujer.

Un silencio incómodo se formó cuando ninguno de los dos habló en el transcurso de los minutos que llevaban sentados. Tamamo no se sintió dispuesta para hablar, pero incluso si parecía incómodo a buenas primeras.

Le gustó el que estuviera aquella persona a su lado.

― ¿Cuál es tú nombre? ―Tamamo se giró para ver al hombre a su lado―. Creo que te has presentado únicamente como Archer.

―…

Sin respuestas.

Tamamo bajó la cabeza y sus orejas le siguieron ante la obvia manera de mostrar que estaba siendo ignorada.

―Emiya…

La respuesta repentina hizo que Tamamo alzara la cabeza y viera al hombre que ahora la miraba, pasó de estar mirando el mismo paisaje a concentrar sus ojos en la mujer.

Siempre había llegado a este lugar por eso, en la primera vez que interactuaron, Emiya lo había disfrutado, el ver a Tamamo ante tal vista. Un paisaje de ensueño que le daba tal compañía convirtiéndolo en una realidad que deseaba preservar.

Una imagen mental que guardó por tanto tiempo que a veces la confundía con un verdadero sueño y no como un momento que realmente ocurrió.

Probablemente para el resto hubiera sido nada más que un momento de tránsito, pero para él había sido tanto tiempo que le costó creer que aún podía recordarlo.

Pero un recuerdo no era lo que más añoraba.

Esa calidez que algún día se le brindó ahora no era nada más que cenizas frías al ser consumidas por el fuego del tiempo.

―Emiya… ―Tamamo repitió para sí, como si probara las palabras dadas, al mismo tiempo que sintió una familiaridad genuina con ellas―. Es un gusto conocerte Emiya.

Emiya se quedó ahí viendo con un rostro indiferente la misma sonrisa y la misma forma amigable de ser la mujer, un poco más calmada de lo que pensó pero no era lo más extraño.

― ¿Ese reloj tuyo es algo importante? ―Tamamo parpadeo un par de veces cuando la pregunta se dio. Miró el reloj en su mano y se dio cuenta que lo había estado sujetando con fuerza.

―Puede decirse que sí ―Tamamo se rio un poco al decir aquello.

―Ya veo ―Emiya extendió una mano con lentitud―. ¿Podría verlo por unos segundos?

Tamamo vio la mano extendida y dudó unos segundos antes de poner el reloj en la palma del hombre.

Había tanta familiaridad cuando trataba con él que se preguntó porque había tal cosa como un sentimiento de aprecio latente formándose en ella.

―Es una pieza excelente ―Emiya vio el reloj unos segundos y pudo decirlo incluso sin usar magecraft.

Aquel reloj fue exactamente el mismo que le había regalado Tamamo aquella primera vez.

― ¿Verdad? ―la emoción llegó en la voz de la mujer a quien se le alzaron las orejas―, fue creado por Da Vinci, deberías conocerla… ¿o conocerlo?, dejémoslo que deberías conocerla, es genial en lo que crea.

―Para que haya hecho algo como esto para ti debes ser bien recibida en el lugar ―Emiya comentó cerrando los ojos y recostándose contra el respaldo de la banca.

―Algo así, todos son muy amables, te gustará el lugar.

― ¿Crees? ―Emiya sonrió de lado sin ver a la mujer.

Una conversación fugaz comenzó entre ambos. Tamamo no supo el porque se sintió tan libre al hablar con el hombre pero ahora sin darse.

Se había olvidado de lo mal que se había sentido hasta ahora.

Dos semanas.

Tamamo nunca se había sentido tan animada.

Tenía un compañero en la cocina que la ayudaba en todo lo que requería, se sintió un poco desplazada cuando se dio cuenta que Emiya era mejor que ella en la cocina pero no fue algo que la molestó ni mucho menos.

Cada interacción y cada acción al lado del hombre parecía un nuevo día brillante, cualquier miedo hacia la sala de rayshift también había desaparecido cuando se le asignó como compañero a Emiya para las misiones.

Era tan distinto como se sintió que parecía que estaba soñando, que había cumplido con lo que estaba buscando.

Que volvió a ser la esposa perfecta que quería Emiya.

Tamamo se quedó quieta viendo la puerta de su habitación. Había estado a punto de salir pero de la nada un fuerte dolor de cabeza llegó evitando que se moviera.

Sus rodillas flaquearon y su respiración incrementó en ritmo y antes de darse cuenta miró el reloj de bolsillo que se había detenido en la misma hora desde que lo consiguió.

Este reloj la tranquilizó porque fue algo que recordó, siempre dudó que es lo que recordaba o donde su memoria se cruzaba.

Un destello verde vino en su mente junto con un montón de recuerdos y una sonrisa que le prometía que todo estaría bien para que al final lo viera, a la hora final aquella espada torcida y oxidada se levantara una vez más antes de volver a ser pisada.

Fue su culpa.

Ahora lo comprendió.

A quien culpaba o porque se sintió culpable en todo caso. A quien había estado culpando dentro de sí no fuese ella misma.

Solo era ella.

―Lo dejé solo… ―Tamamo miró el techo de su habitación, su tono ya no presentó el mismo ánimo de antes o el toque alegre pero madura.

Ahora había únicamente una voz madura y sin ganas de nada.

A pesar de que aquel hombre le había gritado que se cubriera pensó que sería de utilidad para resultar en una derrota directa, no hubo lucha de su parte solo un cuerpo que causó que Emiya no se diera la vuelta y se alejara.

Sin fuerza Tamamo puso sus manos en el suelo y utilizó como palanca para ponerse de pie.

Ahora lo recordaba.

A quien debía pedir perdón.

No era a sí misma.

Era a quien había dado todo de sí por ell para que lo dejara sin más en el olvido una vez más.

¿Cómo no sentir culpa ante sus acciones?

La mirada temblante de Emiya fue lo que indicó que él también sabía algo, esperó algo de ella pero al final no hubo nada que pudo darle.

Ahora solo podía dar un paso adelante y hablar con él una vez más.

Y ver si el perdón que tanto estaba buscando llegaba a su puerta.

Emiya volvió a la cocina.

No le gustó del todo interactuar con Tamamo incluso cuando parecía que esta vez le brindaba un poco más de atención, pero sabía que era mera formalidad.

Incluso con el reloj que alguna vez obtuvo de regalo tampoco obtuvo paz a la hora de pensar en ello. La duda volvió a su cuerpo al pensar en que había una posibilidad, pero no había algo real en lo que agarrarse.

No cuando Tamamo tampoco recordaba su nombre. Si había algo que podía llamar cercano era el cómo Tamamo lo conocía bien, lo suficiente para llamarlo incluso en sueños.

Incluso si realmente resultaba que podía recordar algo. Después de tantas veces, ¿ese algo especial seguía siendo único?

Emiya odiaba vivir fuera del tiempo, odiaba que todos podían olvidar cosas importantes, pero al final él con la memoria tan dañada aún podía tener en mente ciertas cosas que desearía olvidar.

Un arma por muerte, una tumba por cada espada, simbolizando la cantidad infinita de fracasos que obtuvo y cómo este deseaba olvidarlos sin más.

La puerta de la cocina se abrió dejando entrar a Tamamo una vez más. Hoy Emiya también haría lo mismo de siempre, dar lo mejor y-

Los pensamientos del hombre fueron cortados cuando una mano lo jaló para que saliera de la cocina, pasó por el comedor ante la vista de todos para ir por los pasillos. Tamamo no dijo nada en todo el tiempo en que lo arrastró fuera de la vista de los demás, no es que quisiera ser secreta en lo que estaba haciendo.

Pero había cosas que no quería compartir como tal.

Llegados a la habitación de la mujer fue que Emiya se dio cuenta que había algo más allá que solo la breve coincidencia del reloj.

O al menos eso fue lo que deseaba.

La puerta se cerró tras ambos sirvientes, Tamamo guió a Emiya para que se sentara en la y ella poco después lo siguió para quedar a su lado sentada.

― ¿Y bien? ―Emiya no había cuestionado nada hasta ahora, pero el ver a Tamamo apretar los volados de su kimono le dio la idea de que necesitaba hablar para romper la inseguridad de la mujer.

― ¿Cuándo pensabas decírmelo? ―la voz exigente de Tamamo hizo que Emiya alzara una ceja.

― ¿Decirte algo?

No quería creer, no quería perder una vez más.

No deseaba pensar que había una posibilidad.

Más ante la vista de ojos llorosos y ojos rojos un ligero golpe de culpa viajó a Emiya, culpa que no sabía que podía sentir.

―No sé de qué-

― ¡Lo recuerdo! ―Tamamo se puso de pie frente a Emiya y lo miró a los ojos. Una actitud poco usual, no, algo casi fuera de lo que Tamamo haría ahora fue dado.

―Tú…

― ¿Sabes cómo se sintió el verte pero que no dijeras nada? ―el llanto crecía―. ¿La culpa que siento ahora por no haberte recordado?

Los ojos de Emiya se abrieron al igual que su boca ante aquella declaración.

¿De verdad había alguien que lo recordaba?

¿Alguien no lo había olvidado?

―No, no te he olvidado idiota ―Tamamo llevó su antebrazo y se cubrió el rostro con la manga de su kimono―, ¿no puedes ser sincero por una sola vez?

Emiya se quedó quieto.

Si pudiera expresar horror probablemente este sería el momento más adecuado que tuvo en lo que recordaba para mostrarlo.

―Tú realmente…

―Sí… ―ya no hubo la voz enojada, ahora Tamamo iba a ir de rodillas pero Emiya la detuvo, la abrazó. Las emociones que no reconocían cruzaron por la mente de Emiya intentando comprender realmente que es lo que sentía.

¿Alivio?

¿Felicidad?

―Lo siento… ―Emiya bajó la cabeza y vio como ahora Tamamo quien lloraba sin reprimirse estaba disculpándose.

¿Por qué?, Emiya no entendía el porqué de tal acción.

―No quería olvidarte ―la voz ronca y el semi grito contenido de la voz de Tamamo ante el llanto mientras que clamaba perdón hizo que Emiya apretara los dientes.

―No hay porque disculparse ―mentiría si dijera que no se sintió feliz al ser recordado, pero que sus recuerdos causaran el llanto en quien quería no eran su deseo.

―Estoy aquí ―Tamamo dijo mientras abraza con más fuerza al hombre.

Recuerdos inundaban la mente de la mujer quien ahora podía decir que era lo que la incomodó de verdad, que era lo que sentía que le faltaba o porque dejó de perseguir el logro de la esposa perfecta.

Y fue porque ya había conseguido aquel logro pero solo quería ser la esposa de una sola persona.

―Lo sé, estás aquí ―Emiya cerró los ojos y dejó que su cabeza se apoyara en el hombro de la mujer, la barbilla estaba en el hombro mientras que aún escuchaba el llanto a un lado a modo de susurro.

―No me iré.

Emiya sonrió ante esas palabras.

―Sí, no te iras ―Emiya abrió los ojos y respiró hondo ante aquellas palabras, ahora ya no importaba si esto era un sueño o algo real.

Solo deseaba decirlo una vez.

―Te amo.

Tamamo se adelantó y dijo aquellas palabras que hicieron que Emiya se mordiera los labios al no saber si esto era un truco o un sueño, pero incluso si fuese alguno de los dos.

―Yo también te amo.

No iba a desaprovechar la oportunidad para negar una vez más lo que tanto quiso decirle a aquella mujer.

El llanto de Tamamo se calmó con lentitud al momento en que aquella respuesta fue dada.

No había porque repetir lo de siempre.

Emiya lo sabía, incluso si el tiempo estuviera detenido para él, podía haber variantes que aún pudieran seguir viéndolo por quien fue.

¿Cuándo fue la última vez que alguien clamó recordarlo?

Tamamo no lo sabía, sentía el reloj en su bolsillo pero no se atrevió a mirar, no ahora, no cuando quería evitar cualquier cosa que la hiciera sentir peor.

Fue entonces que no pudo presenciar.

Como el tiempo volvió a correr en aquel reloj con engranajes en perpetuo movimiento.

El segundo que se había detenido hasta ahora marcó el siguiente dando paso al tiempo que de verdad buscaba compartir.

Había vuelto y con ella las palabras que nunca había escuchado.

Ahora solo quedaba seguir adelante y disfrutar del momento otorgado.

Un momento que harían que sea perpetuo.

¿Final feliz?

Bueno, la razón por la que quería publicar esto antes de navidad o en navidad fue por las fechas.

Esta es una historia de comisión, me pidieron una continuación así que lo hice, no, no creo que implemente esto de continuar one-shot con las comisiones, porque es el triple de esfuerzo.

¿Les gustó?

Bien, supongo que dirán "¿qué pasó con el final alternativo por los votos?", debido a que ocurrió un incidente con los votos no los volveré a tocar para algo de las historias, he cumplido mi palabra desde ese momento y ahora estoy igual.

Probablemente implemente un cupo aparte para quienes quieren una continuación de alguna historia que considere "terminada" porque es mucho esfuerzo hacer algo así cuando ya tienes un cierre creado.

Como sea, espero que les haya gustado la historia, no olviden dejar su comentario, votar, dejar la estrellita o como sea en donde ustedes leen.

Creo que el resultado quedó bien, así que espero que quien comisionó la historia este satisfecho.

Oh, he estado algo ausente porque el dengue me pegó como tren.

"¿Acaso siempre tienes dengue?", no el año pasado fue chikunguya y ahora sí es dengue que se me extendió más de la cuenta los síntomas por forzarme a hacer cosas.

Si quieren apoyarme en mí perfil esta el link de pat reon para donarme, los mecenas eligen las actualizaciones cabe decir.

Y tal, les deseo lo mejor para este año, feliz navidad y año nuevo algo atrasado pero ahí está.

Las votaciones del one-shot para febrero están abiertas en el discord.

Rey de picas fuera.