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Yuzuki caminó toda la noche y parte de la mañana, aferrada a su pequeño farolillo y con una plegaria en los labios. Excepto la luna, todo lo que la rodeó en su camino fueron árboles y una oscuridad densa y silenciosa. Nunca antes en su vida había tenido tanto miedo como en esas horas, pero avanzó a paso firme, con las manos temblorosas y la garganta anudada.

Cuando el sol asomó sus rayos, agradeció seguir viva, se deshizo del chōchin a un costado del camino, y avanzó, ya más segura y con renovada voluntad.

Después de todo, si seguía en este mundo luego de haber pasado la primera noche de toda su vida en total intemperie, era porque algo debía lograr.

Tenía hambre y los pies le dolían muchísimo, y en el último tramo había optado por caminar descalza por el pasto. Estaba dolorida y cansada, pero libre. Más libre que nunca.

"Venderé alguna joya en la próxima ciudad, y pagaré una habitación en un hotel. Bueno en realidad primero voy a comer, tengo mucha hambre" se dijo, mientras caminaba.

Al llegar a la ciudad, a media mañana, se metió en el primer restaurante que vio y pidió un buen desayuno.

Pagó con el efectivo que tenía, y le preguntó al dueño si conocía un lugar barato para pasar la noche y él le recomendó una posada, donde reservó una habitación, se metió allí y se dio un baño.

Ahora, limpia y con el hambre satisfacho, se echó a dormir.

"Mañana por la mañana compraré un boleto de tren." Se dijo, mientras se recostaba. Se había deshecho de la ropa y quedado en ropa interior. "En la próxima gran ciudad que vaya venderé una de mis joyas, y compraré ropa."

Yuzuki calculó todos sus movimientos de antemano, o eso intentó, porque sabía bien que los inconvenientes podían surgir de la nada.

No ignoraba el hecho de que quizá a esta hora en su casa ya habrían notado que no estaba. Y que obviamente mandarían a buscarla. Aún era mediodía pero decidió dormir para recuperar energías. Quizá hasta la noche, cenar y volver a dormir.

Ya bien pasado el mediodía, por la misma puerta que había entrado Yuzuki a la ciudad, entró Kyojuro.

Unos kilómetros antes había encontrado, a un lado del camino, el farolillo que Yuzuki había descartado. Tal como él había pensado, la chica calculó eso. Y cuando salió el sol, lo desechó. Eso le daba varías horas de ventaja, a pie no podría haber ido a otro lado que no sea este. El ex Cazador dudaba que haya subido a algún carro que haya pasado. Supuso que no se arriesgaria a que le roben las joyas que se llevó para vender.

Miró a su alrededor, y pensó por dónde debería empezar.

Yuzuki se despertó sobresaltada. Transpiraba.

Se sentó de repente en la cama y repasó el sueño que tuvo.

Era ella, no pudo verse el rostro, pero supo que era ella. Consumida por el fuego. Ardiendo en una llama viva.

Se aterrorizó. ¿Ardería en el infierno por huir de sus responsabilidades? ¿Por traicionar la confianza de su padre? ¿Por deshonrar a su familia? Pensó en volver. Pero...no, la decisión ya estaba tomada. Estaba aterrada ahora, una sensación muy desagradable la asaltó, pero no lograría nada si volvía.

Se frotó el rostro con ambas manos y miró por la ventana. A esta hora era definitivamente seguro que habían mandado a alguien para que la busque. Quizá a Rengoku. Quizá a Rengoku y un par de guardias más. Quizá su padre había hablado con las autoridades para buscarla.

Decidió moverse, se había confiado y ahora, con el cansancio desvanecido y la pesadilla que tuvo, supo que quedarse hasta el otro día era inviable ya.

Se vistió de prisa, tomó sus pocas cosas y se dirigió a la estación del tren.

Cuando Kyojuro llegó a la posada donde se hospedó Yuzuki, habló con el hombre que le había rentado la habitación.

- Estoy buscando a una joven que llegó más temprano.- Dijo, y mintió.- es mi prima y se suponía que nos encontrariamos está mañana en la estación del tren pero me retrasé. Supuse que cómo esta posada está cerca, habría vendido aquí.-

El anciano, pequeño pero con una postura impecable, ladeó la cabeza, desconfiado, y lo miró de arriba a abajo.

- Muchas jóvenes vienen aquí.- dijo, y encendió tranquilamente su pipa.- No recuerdo a una en particular.-

- Oh pero mi prima vino sin equipaje, porque yo tengo sus pertenencias. Me imagino que siendo un hotel de pasajeros le llamó la atención ese detalle.-

El anciano aún no confiaba en él, Rengoku pudo darse cuenta de eso con facilidad.

- Oh, se lo pido por favor...- dijo Kyojuro. Tragó saliva y probó una última vez. - está bien, no es mi prima, es una muy buena amiga que no está pasando un buen momento y... temo por su bienestar... lamento haberle mentido, caballero.-

"Grises. Algunas personas detectan muy bien las mentiras, pero no los grises. Son casi infalibles." Pensó Rengoku.

- Entiendo...- el hombre, luego darle una larga y analítica mirada, aflojó su defensa. Tomó una gran calada de humo blanco y la largó por la nariz y la boca al hablar, - ¿Como es la niña? Si vino hoy la recordaré. -

- Casi de mi altura, delgada pero curvilínea, tez blanca y delicada, facciones suaves, cabello largo hasta la cadera, negro y lacio. Tiene unos muy bellos ojos avellana.-

El hombre pensó un momento, y luego chasqueó los dedos.

-Si. Ya sé quien es.- dijo, y agregó.- acompañeme, iremos a buscarla.-

"Grises." Pensó sonriente Kyojuro, y siguió al anciano.

Caminaron por un pasillo, y al final, el anciano, golpeó la puerta.

- Señorita...-

No hubo respuesta. El anciano insistió a la puerta, pero nada.

-¿Puedo abrirla?-

- Si me va a pagar algo si la rompe, adelante.- dijo él hombre y se apartó.

- Me parece justo.- contestó Kyojuro, y dio una certera patada a la puerta, que se abrió violentamente.

Nada. La habitación estaba vacía, la cama destendida, y la ventana abierta.

Kyojuro se asomó a la ventana pero claramente no la vio ahí. No supo cuanto tiempo antes ella se había ido. Pero calculó que había dormido unas horas al menos, había recuperado energía, y Yuzuki era sumamente enérgica.

Le dio al hombre dinero para pagar la reparación, y salió de allí, evitando preguntas.

Fue a la estación del tren. Revisó todos los rincones pero no la halló. Preguntó a los empleados si la habían visto.

-Oh si, la muchacha de los ojos bonitos.- dijo uno de ellos, un joven que atendía las ventanillas que emitían los boletos.- Abordó el tren que salió dos horas antes que este.-

"Casi." Pensó Kyojuro. "Bien jugado, Señorita."

- ¿Y cuando sale el próximo, joven?- preguntó él.

- En una hora.- informó el muchacho.- ¿Quiere un boleto?

Kyojuro lo compró y se fue a comer para esperar la hora de salida.

"Para cuando llegue a la próxima ciudad, habré perdido el rastro." Pensó, algo preocupado, mientras saboreaba un enorme plato de tempura.

Luego de comer, consiguió papel y le envío una carta a Tetsuo, para comunicar que se tranquilice porque él estaba bajo la pista de su hija. Pero que ella era muy lista y se había adelantado bastante. Juró que, por su honor, no volvería hasta que ella no esté a salvo bajo su guarda.

Cuando envió la carta, el tren estaba llegando a la estación.