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Yuzuki se bajó del tren y caminó sin rumbo. Esta ciudad era más grande que la anterior, había mucha gente y era fácil pasar desapercibida.

Se acercó a una casa de empeño, vendió una pulsera de oro y obtuvo dinero para sobrevivir al menos tres días.

No quiso buscar una posada cerca de la estación, supuso que si la estaban buscando, seria demasiado fácil hallarla en las inmediaciones. Así que caminó. Tanto como sus pies le permitieron y llegó a la periferia.

Entró en una posada bastante menos decente que la anterior, pero no le importó. Reservó una habitación, compró algo de frutas y agua y se encerró allí a comer.

Tenía que pensar como seguir su viaje.

Al caer la noche, Rengoku bajó del tren en la misma ciudad.

Supo que no iba a ser fácil aquí. Había más lugares donde buscar y él estaba sólo. Echó de menos a su cuervo kasugai... hubiese sido muy útil en ese momento aunque ya esté un poco viejito.

Trató de pensar como Yuzuki.

Ella sabía que la estaban buscando. Así que lo lógico era que se aleje, lo más posible.

"Esto llevará tiempo. Y no sé si es lo que tengo a mi favor." Pensó Kyojuro mientras caminaba por la ciudad.

Pasó toda esa noche buscando. Pero no la halló.

La aurora del día siguiente lo encontró sentado en un restaurante, para desayunar. No había perdido la esperanza pero si tenía hambre. Mucha.

Yuzuki también salió esa mañana a comprar algo para comer. Por precaución, se mantendría oculta un día más.

Vendió en una tienda un prendedor. Le dolió, porque lo tenía desde que era niña y su mamá siempre le decía que le quedaba bonito. Tenía forma de hoja de cáñamo, estaba hecho de jade, y bordeado en oro. No era muy grande, pero si muy delicado y se peleó bastante con el comprador por querer pagarle menos de lo que ella pedía. Finalmente el tipo cedió de muy mala gana.

Cruzó a una tienda y mientras desayunaba, se puso a charlar con los dueños.

Eran un matrimonio de ancianos y le preguntaron que "qué hacía una niña tan bonita pero tan sola" y ella les dijo "Ser felizmente libre", y ellos rieron ante la respuesta extraña.

No eran los copiosos desayunos de su mansión. Pero vaya que sabían bien. Tenían un gusto muy distinto.

Satisfecha, volvió a la posada. Descansaría un poco más y por la noche, buscaría otro refugio. Vio un templo budista en su primer caminata, y pensó en probar suerte allí. Quizá ahorre una noche de alojamiento.

Rengoku caminaba mirando a su alrededor. Esta zona es más modesta que la central e incluso que la ciudad anterior. Dudaba, por primera vez, si Yuzuki se animaría a ocultarse allí, este entorno no era en absoluto nada a lo que ella estuviera acostumbrada, por no decir que era casi todo lo contrario a lo que su vida en la Casa Gotō fue hasta hace una noche.

Pero algo le decía si. Porque seguramente intentaba pensar fuera de su patrón de comportamiento. Él podía usar eso a su favor, una chica como ella sobresaldria en un lugar como este.

Luego de rondar un buen rato, ya no supo muy bien donde ir. Increíble que Yuzuki le haya sacado tal ventaja. Rió. Entre sorprendido y resignado.

"Niña lista." pensó "¿Que clase de libros has leído en toda tu vida?"

Pensó en regresar y descansar pero si lo hacía el rastro se enfriaria, la gente olvidaría si la había visto.

Entonces mientras caminaba, mirando todo sin mirar, fue que lo notó.

El broche de hoja de cáñamo. El prendedor que usaba Yuzuki estaba a la venta en una casa de empeño, y sin dudarlo, entró.

-¡Señor, buenas tardes! Quiero ese broche de hoja.- dijo, señalandolo.

- Buenas tardes.- Contestó el vendedor y se cruzó de brazos.- ¿Cuánto o qué me das por él? -

- Lo que usted desee, a cambio de que me diga quién se lo vendió y hace cuánto.-

El hombre parpadeó.

- Pues...una joven. Muy bonita pero con un carácter bastante particular.-

- ¿De qué color eran sus ojos?-

- Pues no lo sé, mira que pregunta.- bufó el hombre y se puso las manos en la cadera.

- Entonces adios.- dijo Kyojuro, enérgicamente, y se dio la vuelta.

- ¡Oiga aguarde, déjeme pensar, caramba! Que poca paciencia tienen algunos. Creo.. oh ya sé, eran color avellana. Bonitos. También tenía un culo bastante llamativo eh.- rió el hombre y Kyojuro sintió unos deseos bestiales de borrarle la sonrisa a puñetazos. Pero dejó pasar por alto el agravio y siguió indagando.

- Necesito saber a dónde fue.-

- Cruzo a la tienda de enfrente, me dijo que vendia ese prendedor porque necesitaba comprar alimentos y me llamó insensible e insensato por no querer pagar lo que me pedía. Supongo que en la tienda desplegará la misma artimaña. La pareja de ancianos que atienden ese negocio es muy generosa. Ingenuos. Ya le digo yo que la niña era astuta como un zorro.-

Kyojuro sacó unos cuantos billetes, sólo un poco más de lo necesario, y se lo entregó al hombre. Éste, a su vez, le dio el broche. Kyojuro lo tomó y sin decir una palabra más, cruzó a la tienda.

Cuando entró, un delicioso aroma a comida casera revoloteo en su nariz y su estómago rugió.

Se sentó en una mesa y pensó que una comida rápida no le haría daño, y quizá encuentre información sobre Yuzuki.

- Buenas tardes joven- un anciano, pequeño y encorvado, saludó.- que puedo ofrecerle?

- ¡Tempura! Con ensalada de pepino y zanahoria rallados. Si pudiera agregarle salsa de soya y un poco de wasabi, le estaría muy agradecido.-

El anciano rió. Su risa fue como pequeñas piedras cayendo montaña abajo.

-Vaya, me gusta la gente joven que sabe lo que quiere. Sabes que, voy a regalarte el té de cortesía, tu energía es contagiosa.-

Kyojuro sonrió. De toda la gente con la que trató, él era hasta ahora el más amable.

Cuando trajo la comida, Kyojuro inició una charla informal y le preguntó por Yuzuki. Utilizó el mismo gris que en la primera posada. Y volvió a funcionar.

-Si, oh qué dulce criatura, vino hace poco más de dos horas hoy. Quédate tranquilo que está viva y bien... solo se la notaba cansada.-

- Si...puedo entenderlo.- dijo él.

- Le regalé unos oniguiris y té. No pude cobrarselos. Fue muy amable y educada.

Bromeó con correr a su habitación que no estaba lejos así el té no se enfiaba. Dijo que me regresaría la taza más tarde, así que si querés hijo, puedes esperarla aquí...-

- Eso me parece excelente, se lo agradezco de corazón.-

- Pude charlar con ella un momento, una damita muy educada. No me habló mucho de su vida, pero si me dijo que las cosas no estaban bien y ella tomó una decisión muy extrema, pero que estaba feliz de haberla tomado. Fue ahí cuando decidí regalarle el té...alegra el corazón.-

Rengoku sintió pena por Yuzuki, claramente era una aventura para ella, una donde podia probar la fuerza de sus alas, su propia valentia e ingenio. Pero debía hallarla.

"Y devolverla a su padre...¿verdad?" Pensó él. "Es mí trabajo después de todo..."

-Sabe, sería prudente que la espere en un lugar más discreto.- dijo él, intentando distraerse de su auto cuestionamiento.

- ¿Que te parece la cocina?- propuso el anciano y Kyojuro aceptó.- Mí mujer está allí pero hablaré con ella y le explicaré la situación. Entenderá. Tú dejamelo a mí.- dijo él hombrecito encorvado y le guiñó un ojo.

Las horas pasaron...y no había noticia de Yuzuki.

El anciano se lamentó porque Kyojuro la esperó pacientemente en el negocio y conforme pasó el tiempo, notó cómo se decepcionó.

Para Kyojuro las horas pasaron rápido, ya que estaba allí, ayudó a la mujer del anciano en la cocina, y terminaron teniendo charlas verdaderamente interesantes.

Yuzuki siempre se admiró del carisma que él tenía. Era un hombre muy accesible, y siempre que iban a algún lado, si se quedaban el tiempo suficiente, él haría un amigo. Era muy distinto a ella.

Eran casi las 12 de la noche.

- Lo siento joven...- dijo él anciano, entrando en la cocina.

Kyojuro y la mujer tomaban el té sentados en una pequeña mesa de madera. Todo estaba limpio y ordenado.

- No, yo lo siento por incomodarlos. Pagaré por la taza que mí amiga se llevó.- dijo él, y terminó su té.

-Oh, no es eso...- dijo él anciano con un gesto con la mano.- es que realmente quería que se reunieran.-

- Al menos sé que está aquí cerca.-

En ese momento, la puerta del negocio se abrió.

- Señor Akira...-

-¡Es ella!- Exclamó casi en un susurro el hombre y se dio vuelta para ir a su llamado. Kyojuro se puso de pie, se acomodó la ropa y la mujer se marchó, no sin antes tomarle la mano y decirle.

- Fuiste de gran ayuda hoy. Tus padres deben estar orgullosos del maravilloso niño que tienen. No te preocupes por la chica...las mujeres solemos ser difíciles. Hazla feliz...-

-Es que yo no...- sonrió Kyojuro.

- Aunque estás en este predicamento, solo tuviste palabras amables y llenas de afecto hacia ella, durante todo el día. Ella tomó acciones para manejar su destino...tu deberías hacer lo mismo.- la mujer acarició maternalmente la mejilla de Kyojuro y se marchó.

Fue como si alguien le hubiera lanzado una piedra a la nuca.

"¿Mí... destino?"

Fuera de la cocina el señor Akira hablaba con Yuzuki y le pidió si podía ayudar a su mujer al subir unas cajas, y con esa excusa la llevó hacia allá.

Cuando ella abrió la puerta y lo vio parado al otro lado de la habitación, sintió que su cuerpo pesaba una tonelada. Se quedó inmóvil, como una estatua de piedra que sostenía el pomo de la puerta.

-No...- alcanzó a susurrar con el poco aire que tenía.

- Tranquila.- empezó a decir Kyojuro, sin moverse, alzando sus manos.

- No por favor...- los ojos de Yuzuki se llenaron de lágrimas.- Por favor...-

- Cierre la puerta, señorita Gotō...- pidió Kyojuro con calma.

Pero ella aún no se movía, así que él se acercó, muy lentamente y cerró la puerta.

Quiso abrazarla. Y decirle que todo estaría bien. Pero no tuvo el valor. En su lugar, puso una mano en su hombro, y le habló con suavidad.

- Su padre está muy afligido por lo que pasó.-

- ¿Como me hallaste? Que estúpida soy...- sollozó ella, mirando a la nada.

- Me pidió que la busque y la lleve a su hogar...-

- Si tan sólo hubiera aguardado a la mañana para entregar la taza... quizá...que estúpida. - Ella se prendió del haori negro que llevaba él, y comenzó a llorar.- Por favor, Kyojuro...te lo suplico...-

Él apretó los dientes, y un sentimiento denso y oscuro se apoderó de su corazón. Y eso no estaba bien. Algo en sus entrañas le dijo que no estaba haciendo lo correcto.

Su instinto jamás lo traicionó, y está no iba a ser la vez que él lo ignore.

-... él me pidió que la haga volver...pero no lo haré...- dio finalmente Kyojuro.

Yuzuki levantó repentinamente la cabeza y de encontró con los ojos de fuego de él. Tenía dos finas cicatrices en el rostro, una que surgía de la línea del cabello sobre el ojo izquierdo y otra más, en la mejilla derecha. Nunca había estado tan cerca de él para notarlo.

- ¿Que has dicho?- dijo ella, en un hilo de voz.

- Que no lo haré...- Repitió él.- Siento que no es correcto.-

- ¿Me...me dejarás libre?- quiso saber ella, con los ojos bien abiertos clavados en los de él, como si de lo que fuera a salir de su boca en los próximos segundos dependiera su vida.

- La llevaré a mi casa. Es lejos de aquí y allí podrá pensar en paz y estará segura.- Dijo, suavemente. Y entonces se corrigió, apresurado- Es decir, si quiere, si así lo desea.-

Ella sonrió.

Por primera vez en toda su vida, alguien preguntó qué quería.

Siempre decidieron por ella. Su vida, desde que nació, estuvo planificada. Cómo comportarse, qué decir, con quién hablar, donde ir. Y durante su infancia eso estuvo bien. Pero al ir creciendo...algo dentro de ella despertó.

Y fue allí cuando comenzaron los problemas con su padre. Siguió bajo su mando, pero año a año, esa cuerda que la ataba, se desgastaba cada vez más.

- Si...si por favor.- ella lo rodeó con sus brazos, Kyojuro se quedó inmóvil por un momento, y sintió como su corazón saltó. Le devolvió el abrazo, muy suavemente, con una sonrisa leve.

Sacó entonces de un bolsillo el prendedor, y se lo colocó con suavidad en la ropa.

- Saldremos por la mañana...- Le dijo. Ella no contestó, solo asintió enérgicamente.

La llevó a otra posada, una mejor y más amplia y tomaron una habitación cada uno.

Pero la chica no durmió en toda la noche.

Sintió que estaba a las puertas de su nueva vida, estaba ansiosa, asustada, emocionada, era una avalancha de sensaciones incontrolables.

Lo que ella no supo fue que Kyojuro tampoco durmió.

Una pregunta se clavó en su mente, y estuvo buscando la respuesta hasta que salió el sol.

"¿Es esto correcto?"