Una Noticia Desalentadora.
Ha transcurrido una semana desde entonces, y finalmente es el momento de la llegada de Crusch. Durante todo este tiempo, he estado esperando ansiosamente, preparando mi estrategia y entrenando a los soldados. Un total de cuarenta y seis personas se postularon y de inmediato comenzamos a entrenarlos en técnicas que ya conocía.
Realizamos ejercicios de resistencia, levantamiento de pesas y otras actividades para mejorar su condición física. Además, mientras se siguen fabricando armas, también hemos llevado a cabo clases de tiro, en las cuales personalmente me encargo de enseñarles.
Durante esta semana, estas personas han trabajado arduamente, más que nadie. Hemos seleccionado individuos con buen estado físico y estamos estudiando las habilidades de cada uno, ya que pronto se enfrentarán a una prueba. Rem ojea los perfiles de los reclutas y me hace una pregunta cargada de preocupación.
—¿Estaremos haciendo lo correcto al poner sus vidas en peligro? —dice ella, con la mirada fija en los perfiles.
—Sí, aunque sea peligroso, es la mejor manera de enseñarles —respondo convencido.
Llevaremos a cabo operaciones para erradicar a las mabestias, lo que significa que ellos se enfrentarán a peligros mortales. Roswall se ha ofrecido a supervisar y Emilia también está dispuesta a ayudar. Nadie perderá la vida mientras estemos vigilantes de cada uno de ellos. Necesito inculcarles la importancia de la disciplina, ya que solo así podrán sobrevivir en esta adversidad.
Rem levanta la pregunta sobre Beatrice, mostrando su curiosidad.
—¿Qué está haciendo la señorita Beatrice? —inquiere.
—Está trabajando en una nueva máquina, pero no puedo revelarte de qué se trata. Arruinaría la sorpresa —respondo con una sonrisa.
Rem sonríe también y dirige su mirada hacia la ventana. Nuestra relación ha evolucionado y ahora nos entendemos mucho mejor. Ya no depende tanto de mí como solía hacerlo, y podemos conversar sobre temas cotidianos sin ningún problema. Ella ha dedicado tiempo para confeccionar los trajes de los soldados, demostrando su arduo trabajo. Sin duda, esta versión de Rem brilla con una luz especial.
En particular, he notado que tiene un excelente sentido de la moda. Hoy, al mencionarle que vendrán invitados, ha preparado un vestido hermoso. Mientras la observo viendo a través de la ventana, no puedo evitar maravillarme con su belleza y encanto.
—Han llegado —dice, levantándose.
En el momento en que Rem anuncia la llegada, siento un cosquilleo recorrer mi cuerpo. Me levanto de mi asiento y me acerco rápidamente a la ventana para observar cómo el carruaje se acerca lentamente hacia la imponente mansión. La emoción se apodera de mí, pero me mantengo sereno, sabiendo que debo estar preparado para recibir a Crusch.
Ajusto mi corbata con determinación y me aseguro de que todo esté en orden. Luego, me encamino hacia la sala de reuniones, donde sé que Emilia también está esperando. Esta habitación, aunque más sencilla que el despacho de Roswall, es un lugar acogedor, con cómodos sofás dispuestos para entablar conversaciones importantes.
Al entrar en la sala, encuentro a Emilia mirándome con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Le dedico una sonrisa tranquilizadora, tratando de transmitirle confianza en este momento crucial.
—No pasa nada Emilia, solo espera
Ella asiente, confiando en mis palabras, y juntos esperamos la llegada de Crusch.
Después de unos minutos de tensa espera, la puerta de la sala se abre lentamente, permitiendo la entrada de Crusch y su séquito. Es la primera vez que tengo la oportunidad de verla en persona, y mi mirada se encuentra con la suya, capturando la intensidad de ese encuentro.
En ese instante, el ambiente se impregna de una presencia magnética.
Su cabello largo y sedoso, con un color que evoca la exuberancia de un bosque verde en pleno esplendor, enmarca su rostro con suaves ondas que caen hasta su cintura. Cada hebra parece estar meticulosamente colocada, realzando su hermosa tez y acentuando sus rasgos delicados. Sus ojos, como dos topacios resplandecientes, irradian una profundidad cautivadora y una mirada intensa que transmite una combinación única de sabiduría y determinación.
El rostro de Crusch refleja una exquisita fusión de ternura y fuerza. Sus finos labios, ligeramente curvados en una expresión serena, añaden un toque de dulzura a su mirada penetrante. Los pómulos altos y definidos realzan aún más la estructura de su rostro, otorgándole un aire de nobleza y distinción
Su figura es esbelta y elegante, irradiando una gracia natural en cada movimiento. Cada paso que da revela una confianza innata y una presencia magnética. Su postura erguida y sus gestos precisos revelan una determinación firme, sin dejar lugar a dudas sobre su carácter imponente.
Mientras sus ojos exploran la habitación, nuestros miradas se encuentran brevemente. En ese instante, puedo percibir un aura de madurez y fortaleza que envuelve a Crusch, una presencia imponente que trasciende su belleza física.
—Bienvenida, señorita Crusch. —Se levanta Emilia, mirándola sin titubeos, rindiéndole tributo a su presencia.
Crusch se acerca a Emilia y estrecha su mano en un gesto elegante y decidido, correspondiendo al saludo.
—Agradezco sinceramente la hospitalidad que nos brindas —responde Crusch, mientras una sonrisa radiante ilumina su rostro, dejando en evidencia su fortaleza interior.
Contemplarla me lleva a un estado de asombro y admiración, pues la madurez y la fuerza que emana de Crusch se manifiestan en cada aspecto de su ser. Es un recordatorio tangible de que la verdadera belleza va más allá de lo superficial y se encuentra arraigada en el espíritu y la determinación de una persona.
—Disculpa que tenga que preguntar, pero ¿quién es el caballero que te acompaña? —Crusch me lanza otra mirada, buscando encontrar en mí alguna pista, pero mi sonrisa se mantiene imperturbable.
Aprovecho el momento para presentarme.
—Permíteme presentarme, mi nombre es Marco Luz. —Miro a Crusch, trasmitiendo mi fuerza y confianza—. Soy el alcaide del pueblo de Irlam y un socio de gran importancia para la representante al trono, Emilia.
Cada palabra que pronuncio está imbuida con un profundo respeto hacia la mujer que tengo frente a mí, reconocimiento a su belleza y a la fortaleza que emana de su ser.
Ella fija su mirada en mí, yo la miro de vuelta sin vacilación alguna. Ahora tengo que demostrar todo lo que puedo hacer.
Las invito a tomar asiento, pero noto que Crusch espera la llegada de alguien, probablemente Roswall. Sin embargo, tomo la iniciativa para explicar la ausencia de Roswall.
—Lamentablemente, el señor Roswall se encuentra ocupado con asuntos sumamente importantes y no podrá estar presente hoy. Me ha encomendado encarecidamente que me ocupe en su lugar, así que cuenten con mi total apoyo —digo, tratando de transmitir tranquilidad a Crusch.
Ella parece relajarse un poco al escuchar mis palabras y dirige su mirada hacia Emilia, comenzando a hablar.
—He venido expresamente para entregar esta carta —explica Crusch, mientras Félix extiende la carta hacia Emilia, quien parece reconocer su contenido.
«La invitación a las elecciones», pienso para mí mismo, sintiendo cómo el curso de los eventos continúa cambiando constantemente.
—El inicio formal de las elecciones se ha pospuesto un mes, debido a las alertas de movimiento del culto, se estima que los altos mandos han encontrado problema por lo que decidieron aplazarlo por temores a un ataque a cualquier candidato —indica, en un tono serio.
No solo hemos enfrentado ataques de las bestias, sino que ahora las elecciones también se ven afectadas. Todo esto carece de sentido. El rostro de Emilia se ensombrece ligeramente, probablemente pensando que ella es la causa de estos contratiempos.
—Por razones de seguridad, se ha eliminado la cláusula que prohibía la interacción entre los candidatos, por lo que a partir de ahora no habrá ningún problema al respecto —añade Crusch en tono serio.
Una vez más, los planes se ven alterados. Ahora, no podemos predecir cuándo ocurrirá el próximo ataque. Supongo que es debido a la candidatura de Emilia, lo cual me lleva a la conclusión de que es crucial aprovechar este mes para prepararnos adecuadamente.
Emilia dirige su mirada hacia Crusch y le responde con determinación:
—Entendido. Si llegamos a obtener cualquier información relevante, seremos los primeros en informarte de inmediato —afirma con decisión.
En medio de la incertidumbre y los desafíos que nos esperan, Emilia muestra una valentía inquebrantable y una determinación indomable para proteger a aquellos que están bajo su cuidado. Juntos, enfrentaremos cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino.
—Sí, ese fue el primer motivo de mi llegada. Ahora. —Crusch dirige su mirada hacia mí y luego se levanta, acercándose a la ventana.
Supongo que mi plan funcionó. Dejé la máquina a vapor afuera, la versión que no está mejorada con magia. La dejé allí para despertar la curiosidad de Crusch, y parece que ha funcionado, ya que la máquina está funcionando con normalidad y probablemente escuchó el ruido cuando bajó de su carruaje.
—Esa máquina —Crusch mira la máquina a vapor con curiosidad.
—¡Sí! Hace un ruido fuerte, pensé que era un hechizo mágico —dice Félix.
Sonrío, contento de que mi plan inicial haya funcionado
—Es una máquina capaz de ejercer la fuerza de treinta hombres juntos. Puede realizar cualquier tipo de trabajo pesado y solo necesita agua y fuego. No es un objeto mágico, utiliza vapor para moverse —explico.
Crusch voltea a verme y se sienta, mostrando interés en obtener más información.
—Puedes usarla para todo tipo de cosas. Por ejemplo, para remolcar carritos en las minas o romper minerales. Incluso puedes utilizarla para bombear agua desde un lago hasta donde desees llevarla.
Crusch toma la palabra.
—Dijiste que eras el alcalde del pueblo Irlam, así que supongo que eso también es obra tuya —afirma mientras observa en dirección al pueblo. Seguro vio las casas que se están construyendo y destruyendo como parte de la remodelación y organización del pueblo, una tarea que no se ha detenido.
—Sí, se trata de una remodelación del pueblo —digo, mirándola a los ojos—. La máquina que ves ahí también es una de mis creaciones.
Las cejas de Crusch se mueven ligeramente, mostrando sorpresa ante esta información. Es comprensible pensar que algo así podría ser adquirido por un grupo de herreros expertos, no por alguien que hasta ahora no tenía conocimientos en el tema.
—El Marqués Roswall me había mencionado algo al respecto, pero no sabía que eras el mismo socio de la facción —dice Crusch.
—No hay ningún problema, ya que soy el creador podemos hablar a gusto sobre él. —Me dirijo a la puerta— que mejor forma de hacerlo que verlo actuar en persona.
Ella asiente, y nos dirigimos inmediatamente hacia donde se encuentra la máquina a vapor. En el camino, Wilhelm se nos une. Este hombre aparenta ser un viejo realmente imponente, con su rostro severo y sus grandes cejas que le dan una apariencia intimidante.
Al llegar, se puede observar que la máquina está funcionando con fuerza, el pistón trabaja a pleno rendimiento. Crusch mira asombrada, rodeando la máquina en busca de cualquier indicio de magia, pero no encuentra nada.
—Mientras tenga combustible, podrá trabajar las veinticuatro horas del día —comento orgulloso—. Podemos adaptar la máquina para tareas específicas. Por ahora, la ofrecemos como una bomba de agua mágica, también como transportadora de carritos en las minas, y aunque sea más costosa, también como martillo en la herrería.
Crusch reflexiona mientras observa la máquina. Ella sabe que nada de lo que he dicho es mentira, por lo que tiene garantía de su funcionamiento.
—Si alguna mina se inunda, esto nos permitirá extraer el agua con facilidad —agrego. No es raro que una mina se inunde, por lo que es muy probable que tengan algunas en esas condiciones.
—Ya veo, desde esa perspectiva, es realmente revolucionario. Es una pena que ya estés trabajando aquí, de lo contrario, me gustaría ofrecerte tratos excepcionales —dice Crusch mientras me mira a los ojos.
—Lamentablemente, así es. Sin embargo, si llegamos a un acuerdo, puedo venderte las máquinas. Después de todo, se producen en el pueblo —respondo, esperando su respuesta.
Su mirada se vuelve seria, como si me estuviera diciendo que piense bien lo que voy a decir.
—Depende de lo que busques —añade con un tono severo.
—Sé que tienes minas a tu disposición, así que hagamos un trato. Estas máquinas aumentarán la eficiencia del trabajo minero en gran medida. Sea cual sea el uso que les des, serán superiores a la mano de obra humana. —Muestro mis manos, siendo honesto con ella—. Entonces, déjame quedarme con una parte de tu producción total. En lugar de pagarme en efectivo, me pagarás en material.
En mi opinión, es un buen trato, ya que si ella compra las máquinas de inmediato, podría evitar tener que darme material mensualmente. Sin embargo, los precios no siempre se mantienen estables. Es más seguro para ella proporcionarme una cantidad fija de material cada mes que gastar una gran suma de una vez.
Espero su respuesta, consciente de que esta propuesta podría ser de su interés.
Ella gana y yo gano.
Crusch pensó durante unos minutos, así que decidí llevarla al pueblo para mostrarle la bomba de agua a vapor. Esta máquina fue instalada especialmente para ser exhibida, por lo que al verla, Crusch pudo comprender mejor su capacidad.
Regresamos a la mansión y esta vez nos dirigimos a mi oficina, donde finalizaríamos el trato.
—Entonces, enviaremos cuatro máquinas a las minas de hierro, a cambio de una octava parte de la producción total —propuse.
Nosotros nos encargaríamos de la instalación y también capacitaríamos a los operarios que ella seleccionara, para que puedan utilizarlas eficientemente y mantenerlas en su poder.
—En otra ocasión vendremos a comprar más —añadió Crusch.
Estreché su mano, cerrando el trato con éxito. Con esto, obtendríamos no solo hierro, sino también cobre y piedra. Ahora que hemos asegurado ese suministro, tenemos una fuente de recursos asegurada. Si no necesitamos comprar hierro durante este tiempo, podremos ahorrar una buena cantidad de dinero.
—En el pueblo, también vendemos herramientas y equipamiento para la minería, la agricultura y la defensa a excelentes precios. Si visitan nuestra tienda especializada, podrán hablar con el encargado. Nosotros nos encargamos de la importación y el envío hacia donde se necesite —sonrío—. Producimos herramientas de forma rápida y económica. Podría decir que nuestros precios, con relación a la calidad, son los mejores en todo Lugunica.
Crusch me mira con curiosidad. Parece querer decir algo, pero lo omite. Luego, se levanta y estrecha mi mano, cerrando el trato.
—Daremos un vistazo antes de irnos —comenta, con una sonrisa.
Después de cerrar el trato con Crusch, me doy cuenta de que es crucial que comencemos a atraer más visitantes al pueblo para generar negocios. Si continúo ocupándome de todos los tratos personalmente, el pueblo se quedará sin vida y no podremos prosperar. Bajamos para despedir a Crusch y a Wilhelm, y discutimos durante un buen rato sobre nuestros planes y acuerdos.
Ahora que hemos completado la fase tres de nuestro plan y hemos incorporado las máquinas de vapor mejoradas en nuestras minas, nuestra eficiencia de producción ha aumentado significativamente. Estoy seguro de que en poco tiempo tendremos una buena cantidad de dinero para reinvertir en el crecimiento del pueblo.
Mientras observo cómo se alejan Crusch y Wilhelm, suspiro aliviado por haber realizado mi primer trato exitosamente. Estoy lleno de emoción y optimismo mientras visualizo el futuro y las oportunidades que nos esperan. Estoy decidido a llevar al pueblo de Irlam hacia una era de prosperidad y desarrollo.
Los días pasan rápidamente y el entrenamiento de los soldados se intensifica cada vez más. Con solo un mes de tiempo, debemos aprovecharlo al máximo. Estoy formando los escuadrones basándome en el desempeño de cada individuo y seleccionando a los capitanes y coroneles de cada grupo.
Dado que no tenemos muchas personas, no he sido demasiado exigente con los rangos. Los que no participarán en batallas son considerados alferez, mientras que aquellos que completan su entrenamiento pasan a ser cabos. Dada nuestra situación inicial con poca población, tuve que organizar las jerarquías de manera eficiente.
Por ahora, contamos con una sección comandada por el coronel, seguida de un pelotón de diez personas con su propio capitán, y el resto son cabos. Esta estructura evolucionará a medida que la población crezca, pero es una medida rápida para establecer las jerarquías necesarias.
Con el regalo que le di a Rem por su cumpleaños, la confección de los trajes se completó rápidamente. Elegí un diseño que proporcionara movilidad y a la vez se viera imponente.
Han pasado dos semanas y media en un abrir y cerrar de ojos. En cuatro días, nos dirigiremos a la capital, y todo se ha estado organizando en función de ese evento. Ahora, todo está listo y debemos estar preparados para atacar con fuerza.
En mi oficina, mientras me miro en el espejo y acomodo mi traje, reflexiono sobre todo lo que hemos pasado hasta ahora. Han sido días intensos, pero estoy seguro de que hemos tomado las decisiones correctas y estamos en el camino hacia el éxito.
—Me queda bien ¿Verdad? —miro a Beatrice y a Emilia, que se encuentran en el sofá sentadas.
Sus miradas se encuentran fijas en mí, y puedo percibir un leve rubor en sus rostros mientras sus ojos recorren cada detalle de mi apariencia.
Ambas parecen admirarme, lo que me hace sentir un poco incómodo, y sus expresiones denotan un claro encantamiento. Sus labios apenas esbozan una sonrisa tímida, y puedo ver cómo intercambian miradas cómplices, como si estuvieran compartiendo un secreto en silencio.
Sus ojos brillan con admiración mientras sus miradas se entrelazan con la solidez de mi uniforme. Es evidente que mi presencia ha capturado su atención de una manera especial, despertando en ellas una mezcla de asombro y fascinación.
—¡Es obvio que te ves bien, de hecho! —expresa con timidez—. Mi contratista siempre tiene que lucir bien.
Sus palabras me sacan una pequeña risa, ya que no esperaba tal comentario directo.
Emilia, quien ha estado observando la interacción con una sonrisa tímida en su rostro, asiente en acuerdo con Beatrice. Parece que la presencia de Beatrice se ha vuelto más sociable desde que nos conocimos, conservando su actitud orgullosa pero mostrándose más abierta al entablar conversaciones con Emilia y especialmente con Rem. Puck ha comentado que está feliz de verla así, ya que estaba preocupado por su bienestar.
Entonces, Emilia interviene, con un toque de inseguridad en su voz.
—Y yo, ¿qué tal me queda este traje que me hizo Rem? No estoy segura si luce bien en mí.
Sus palabras llaman mi atención y desvío mi mirada hacia ella. Emilia, con su característica modestia, duda de su propia apariencia, a pesar de que Rem ha confeccionado los trajes con su habilidad innata.
Las palabras fluyen de mis labios mientras mi mirada se posa en Emilia, sus ojos amatista, cabello plateado y piel blanca que emana una belleza sin igual. Observo con admiración cómo el nuevo traje militar, de color blanco con elegantes franjas moradas, se fusiona a la perfección con su figura. Cada detalle del diseño resalta su encanto y la hace lucir aún más imponente, sin perder en absoluto su innata hermosura.
—Emilia, es indudable que te ves deslumbrante. Este traje ha sido creado para ti, combina a la perfección con tu belleza única. Las franjas moradas resaltan tus ojos amatista, mientras que el blanco impoluto realza tu piel de porcelana. Te otorga una presencia majestuosa y al mismo tiempo conserva esa aura de serenidad y encanto que te caracteriza.
Mientras pronuncio mis palabras, no puedo evitar notar la mirada fija de Beatrice hacia mí. Señalo sutilmente a Beatrice, quien no puede apartar los ojos de mi figura, y añado con una sonrisa juguetona:
—Parece que a Beatrice le gusto mi traje —digo, provocando que Beatrice se sonroje y me golpee ligeramente, avergonzada por su evidente admiración.
El ambiente se llena de risas compartidas, contagiados por el buen ánimo de Beatrice, quien muestra una energía y vitalidad que superan cualquier otro momento en la mansión. En medio de estos instantes de relajación, siento que las cosas solo pueden mejorar y que estamos en el camino correcto hacia el éxito.
Hasta que la puerta se abre de golpe.
—General Marco —Un hombre de cabello rojo me saluda militarmente, y yo le devuelvo el saludo. Mientras tanto, noto la mirada preocupada de Rem.
—Coronel Alsten.
Alsten, a quien he designado coronel debido a su valentía y liderazgo, sostiene en sus brazos a una chica de cabello blanco, aparentando unos quince años. Su piel pálida denota buen cuidado, pero tiene manchas de tierra en su rostro.
Alsten la recuesta en el sofá, su ropa evidencia manchas de sangre seca.
—Mi general, encontramos a esta niña gritando en el pueblo, suplicando ayuda antes de desmayarse —informa Alsten manteniendo su postura militar—. El problema reside en la sangre que la cubre, y parece provenir de la misma dirección donde se encuentra un pueblo cercano.
—Beatrice, por favor, despiértala.
Beatrice asiente y utiliza su magia para despertar a la chica. Emilia observa con preocupación, mientras que la mirada de Rem parece desatar sentimientos de odio. Puedo percibir su sed de venganza desde aquí.
Rem permanece quieta, simplemente observando la situación. Intercambia miradas conmigo, confirmando nuestras sospechas.
Lentamente, la chica abre los ojos, revelando unos iris rojos como rubíes. Confundida, mira a su alrededor, pero al fijarse en Emilia y los demás, su rostro se llena de terror.
Entonces, grita con fuerza:
—¡El culto de la bruja se acerca!
