La vida puede ser cruel cuando te empiezas a divertir. Justo cuando tenía el control sobre mis acciones, mis decisiones, mis gustos, mi vida, llega Granger a joderlo todo. Primero me da excelentes motivos para querer verla y luego se vuelve la insufrible mandona del colegio y es una pesadilla.

Pero aquí estoy, después de una inspección de campo a las minas y el mismo Hogwarts, un trabajo completo de rectificación y administración de materiales, múltiples instrucciones a encargados, trabajadores y mineros. Cartas, avisos y más cartas de todo tipo, donación notariada, logística de trabajo, logística de transporte, logística de comunicación, visitas a la compañía ferrocarrilera, a las estaciones de carga y descarga. La inspección de los materiales en medida, color, densidad y las pruebas de magia y resistencia. Me siento frito, han sido dos de los días más agitados que he tenido en meses.

Finalmente solo debo redactar un informe general para mi reunión con el ministro el día de mañana. Después de eso podré tomar un relajante baño y dormir un poco.

Estiro el cuello en movimientos lentos y lo escucho tronar, he estado trabajando la mayor parte de la tarde, apenas descansando unos minutos para cenar, ir al baño, y tomar té. Las salidas imprevistas a la compañía de ferrocarriles y las inspecciones de materiales me han robado tiempo del que no disponía toda la mañana. Por esa misma razón sigo en el despacho, bajo la luz mágica que he conjurado redactando largos pergaminos a puño y letra, evitando los vuelaplumas todo lo posible para no pensar un par de buenas piernas sobre mis hombros que estoy seguro me echaran a perder la concentración sobre lo que de verdad debo escribir.

Suaves golpes a la puerta me sacan de mis pensamientos. Solo puede ser una persona pero me sorprende que siga despierta a esta hr.

-¿Sí madre?- le respondo fuerte y claro. Ella abre la puerta y se desliza dentro sin hacer ruido. Lleva ya camisón y bata para dormir pero su rostro alerta y muy despierto me recuerda que ha tenido problemas de insomnio desde hace ya varios meses.

-No quiero interrumpirte Draco, sé que has estado ocupado todo el día, pero me temo que si no hablamos de esto ahora no sé cuando vuelva a tener el valor de hacerlo. Y sólo tomará unos minutos de tu tiempo.

-Madre eres la única persona en el mundo que puede venir a interrumpirme cuando quiera, con o sin una buena razón. Dime ¿qué es lo que pasa?

-La mansión. La mansión me molesta Draco. Sé que tomamos la decisión de remodelarla y cambiar tanto el estilo como la forma juntos. ¡Y me gusta! Merlín sabe que amo cada detalle que vas cambiando hijo. Pero ya no es, ni será nunca igual para mí. No sin tu padre… ausente. Cada día me parece más largo que el anterior y por la noches… se vuelve insoportable. Sé que no le queda mucho tiempo de vida, no me preguntes cómo lo sé. Yo solo lo sé, lo puedo sentir. Y para cuando eso ocurra, yo verdaderamente me sentiré muy sola en esta gran casa Draco.

-Mamá, yo estoy aquí contigo. Es solo una etapa y te aseguro que pasará.

-No pasará, no pasará al menos para mí porque él no va a regresar a nosotros. - Me dice muy seria, y tras una mirada de súplica en donde me pide compasión por ella, continua- Esta se volverá tu casa Draco, la modificas a tu gusto y a tus necesidades y en un futuro se convertirá en la mansión que albergue y proteja a tú familia y así es como debe de ser. Así ha sido por generaciones y generaciones de Malfoys. Yo estaré encantada de venir a visitarte y si me das nietos vendré muy seguido. Pero tan pronto tu padre deje este mundo, yo quiero dejar esta casa.

-¡Pero eres mi madre! Ésta ha sido tu casa desde que tenías 17 años y no tiene que dejar de serlo porque padre no esté. ¡Eres una Malfoy y legalmente es tuya también!

Mi madre se acerca y se sienta en el sillón frente a la chimenea. Me paro de mi asiento para ir a acompañarla, no tenía ni idea de cómo se sentía y ahora estoy abrumado. Estando a su lado, toma mi mano entre las suyas y me mira a los ojos fijamente.

-Hijo, quiero que busques una casa para mí entre las muchas propiedades Malfoy. Asegúrate de que esté habitable, de que no sea grande, pues solo es para mí. Sabes lo que me gusta hacer así que considéralo y si es necesaria alguna remodelación, yo me encargo de eso. Me dará algo en lo que trabajar y la oportunidad de ir haciendo un nuevo hogar. ¿Puedo confiarte esto?

-Osea que si padre fallece el día de mañana, ¿mañana mismo piensas dejar Malfoy Manor?

Mi madre ríe, y sus hombros descienden unos centímetros relajando su postura. -No seas ridículo Draco, tu padre no nos abandonará mañana. Y aunque lo hiciera no podría dejar la casa tan rápido, sobre todo ahora que te encuentras "tan ocupado" con la Srita. Granger. - El sutil énfasis no me pasa desapercibido, la miro sin dar crédito a lo que creo que ella sabe. Pero la ceja levantada y esa sonrisa maliciosa me dicen que estoy acabado.

-¿Cómo es que…?

-¿...Sé que tú y la Srita. Granger tienen un amorío? Hijo, si quieren ser discretos la próxima vez abran la ventana después de que terminen cierto asunto personal. El aroma es indiscutiblemente delator.

-¡Oh vaya!- Atrapado por tu madre, de repente me siento todo un crío.

-No parece la clase de chica que se involucra en amoríos Draco, ten mucho cuidado.

-Te sorprendería saber la clase de chica que es Granger, madre. No durará mucho, apenas unos meses.- Le aseguro poniéndome de pie y regresando a mi escritorio.

-Sé exactamente la clase de persona que es esa chica, Draco. Por eso te digo que tengas cuidado y es todo lo que te diré. Ahora regresando a lo que sí me concierne, ¿puedo confiarte esta tarea?

Suspiro, porque no me puedo imaginar a mi madre viviendo en otro lado que no sea aquí. Pero sé que está decidida. - Si, madre. En cuanto me vea un poco libre de este proyecto comenzaré a revisar las propiedades, y cuando encuentre algo que piense te agradará te lo haré saber de inmediato.

-Gracias hijo. - Dice mi madre, parándose del sillón y mirándome con verdadero agradecimiento. Sé que decirme todo esto fue tan difícil para ella como lo fué para mí escucharlo. - Si quieres, - añade con una risita burlona- Puedes llevar a la señorita Granger a la inspección de las propiedades, supongo que una crítica femenina podría ayudarte a elegir una buena casa.

La miro desconociendola en su totalidad. Se atreve a reírse de mí sin pena ni preocupación. - Solo sean discretos por favor, - dice entre más risitas- Las ventanas hijo, ¡las- ven- tanas!- Y se va. Abre y cierra la puerta sin ver la cara de exasperación que le he puesto.

Hoy es un día importante, me he vestido de traje por supuesto, gris oscuro para no desentonar con el aburrido ministerio de magia. Evité la camisa negra y opté por llevar una blanca. Lamentablemente no hay mejor cosa que complete el atuendo que la corbata negra… En fin, dudo que mi madre me haga un escándalo por esto. Estoy listo y con tiempo de sobra para llegar a mi reunión con el Ministro, antes de tomar los polvos flu, reviso que todo lo necesario esté dentro del maletín: informes, varita, cartera, pergaminos y plumas extra para cualquier nota o requisito.

Tomo de la chimenea la caja plateada que contiene los polvos flu, me pregunto si esta aparición pública sin Granger causará miradas extrañas o me ignorarán. Ruego mentalmente por la segunda opción antes de tomar un puñado de polvos, con cuidado entro a la chimenea, -Ministerio de Magia, -digo claramente. Las llamas verdes no se hacen esperar y mi siguiente imagen es del abarrotado pasillo de las chimeneas, en un bajo Londres con gente saliendo a toda prisa y dirigiéndose a tomar fila para entrar a los ascensores. Afortunadamente nadie me presta atención, igual es una pena que desde aquí uno no pueda simplemente aparecerse en la salita de espera del ministro.

El reloj dice que estoy a una hora del mediodía. Tengo tiempo de sobra para llegar a la reunión, padre siempre me enseñó a ser excesivamente puntual para evitar cualquier contratiempo de último minuto. Evito pensar en él mientras me dirijo a la gran fila de los ascensores detrás de la estatua del gran mago ubicada en el extremo del atrio. Al llegar a las clásicas puertas doradas diviso a los encargados de los elevadores que han sido reasignados con sus distintivos gorros y uniformes rojos con botones dorados al pecho. Pese a los casi 20 ascensores en funcionamiento, la cantidad de gente esperando es insultante para el espacio personal. Sé que será un martirio aún antes de entrar.

Cuando por fin estoy en uno de los elevadores y me aseguro de haberle dicho al encargado que voy al primer piso con el Ministro de Magia, una multitud de magos y brujas llena en segundos el ancho cubículo, hablando y haciendo preguntas y solicitudes al encargado del ascensor. Tanta gente me obliga a tomar posesión de una esquina y a sujetarme de una de las cuerdas de oro que cuelgan del techo. Estoy listo para el tirón de arranque pero no para el pisotón de la bruja pequeña y un poco bizca que se encuentra delante de mí, me pide disculpas pero cuando el ascensor vuelve a arrancar en el sexto piso parece haberse olvidado de que me encuentro detrás suyo pues una serie de codazos y pisotones se repiten en cada nivel.

Para cuando hemos alcanzado el cuarto piso estoy verdaderamente desesperado por salir de este espacio, la gente no disminuye en número y los millones de pequeños avioncitos de papel que me revolotean y revuelven el cabello. Estoy en un punto de no retorno, y si me vuelve a pisar esa bruja maldita le lanzaré un confundus tan potente que pasará todo el día en los ascensores sin saber a dónde ir.

Repentinamente el elevador toma un giro drástico seguido de un arranque precipitado y la bruja bajita se estampa de lleno sobre mí. Frente a frente, cuerpo a cuerpo con una cosa bajita, arrugada y bizca que se aferra a mi cintura y me dedica una sonrisa boba con sus gruesos labios fucsia. -Disculpeme joven, es que no alcanzo las cuerdas doradas. Espero que no le moleste si me agarro de usted- me dice. Y justo cuando creo que no puede empeorar la situación, la puerta del tercer piso se abre para dejar salir a toda la multitud, excepto a la pequeña bruja sanguijuela y entra una melena castaña sosteniendo en las manos un gran documento de varias páginas. Su curvilíneo cuerpo va entallado en un traje sastre de falda y chaleco color gris claro que resaltan su busto y dejan su hermoso trasero bien redondeado para la imaginación de quien lo mire. Inmediatamente se despierta mi miembro que involuntariamente se mueve para saludarla.

La bruja bajita me suelta en seguida, el ojo más decente que tiene me fulmina y acto seguido me da un puntapié que hace me doble de dolor. -¡Pervertido! -me grita con voz chillona. Y sale dignamente cuando las puertas doradas se abren anunciando el segundo piso: "Departamento de Seguridad Mágica".

Me quedo anonadado, petrificado, sin poderme creer lo que acaba de pasar y demasiado lento para sacar la varita y maldecirla. La veo salir corriendo del ascensor y a Granger taparse la boca con la mano libre para no reírse abiertamente de mí. -¡Buenos días para tí también Granger!- le digo en mi tono más amargado a las 11:15 de la mañana.

Finalmente las puertas se abren en el primer piso: "Ministro de magia y personal de apoyo" anuncia la cantarina voz del ascensor. Tanto Granger como yo salimos, yo cojeando un poco y acomodando mi cabello con las manos. Granger aún riendo y disculpándose por lo bajo por no poder parar de reír.

Cruzó la salita y me acerco al escritorio de la secretaria del ministro.

-Buenos días, tengo una reunión con el Ministro a medio día. ¿Puede anunciarme y hacerle saber que he llegado?

-Por supuesto, responde la mujer. ¿Su nombre por favor?

-Draco Malfoy- Por unos segundos la mujer revisa su agenda y tras encontrar mi nombre en su lista me anuncia muy satisfecha:

-Sr. Malfoy la reunión para los avances de la reconstrucción del mundo mágico se llevarán a cabo en la sala de juntas del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, en el quinto piso. - Mi cara descompuesta y de absoluto fastidio la aturde por unos segundos.- El ministro ha dado instrucciones para verlos directamente en la reunión, Sr. Malfoy. Me temo que una reunión previa con él no será posible dado que ni siquiera se encuentra aún en la oficina. Lo siento.

Sin ser capaz de despedirme cordialmente le agradezco con un leve movimiento de cabeza. Nuevamente me dirijo a los ascensores preparándome mentalmente para la tortura que no creo merecer.

-Sr. Malfoy,- una voz conocida me habla desde una puerta cercana. - Ya que vamos a la misma reunión, me preguntaba si puede ayudarme a llevar unos documentos.

Es Granger, claro. Ahora que se ha controlado me muestra su largo y sensual perfíl desde la puerta. Bueno, tengo un poco de tiempo para jugar. -Claro Srita. Granger, será un placer. -Le digo no sin cierto recelo por sus burlas previas.

Camino en dirección a la que asumo es su oficina, al entrar observo un espacio pequeño con una gran ventana que presume un lindo día con vista a unos espectaculares jardines franceses. -¿Del Palacio de Versalles? - Le pregunto, señalando los jardines sin ser capaz de contenerme.

-No pensé que los conocieras, están en el lado muggle francés. - Dice con verdadera sorpresa.

-El primer Malfoy llegado a Inglaterra era un mago de la aristocracia francesa. Se dice que era el amante de la princesa Beatriz de Borgoña. Nuestros registros dicen que tuvo que salir huyendo cuando el rey Roberto, su contrincante por la mano de la princesa, lo persiguió a muerte por toda Francia.

-Hum, así que viene de familia- dice sin mucho interés. La miro extrañado por el comentario y noto que ya no le presta atención a los jardines, sino que ordena un sin fin de documentos repartidos por todo su escritorio.

-Disculpa Granger, pero ¿qué es ese tono burlón sobre mi familia?- insisto, acercándome a ella de forma poco profesional.

-Solo resalto la asombrosa coincidencia que hay entre los líos de faldas de tu antepasado con los que siempre parecías tener en el colegio. Supongo que es genético.

-La belleza es genética, Granger. ¿Y qué sabes tú de mis líos de faldas en el colegio? - Pregunto. Invadiendo su espacio profesional me ubico a su espalda, incapaz de no sentirme atraído por el olor que desprende su cuello oculto por algunos rulos bien acomodados. La curva de ese hermoso trasero me distrae como si fuera un imán al que soy incapaz de no responder. La tomo de la cintura con delicadeza y ubico su trasero justo donde debe de ir, entre mi muy duro y activo miembro. Observo sobre su hombre el respirar de su pecho, un muy bien marcado y resaltado busto delimitado por su chaleco que más bien pareciera un pequeño corset bien ceñido a su cintura.

Se gira para encontrarme de frente y sus ojos cafés me distraen, no logro ver su varita hasta que la siento enterrada en mi cuello. -Te diré que sé Malfoy, sé que no soy Pansy Parkinson la chica con la que te acostabas a todas horas en todos lados en el colegio. Soy la insufrible sabelotodo y muy hábil bruja Hermione Granger, con la que tienes un acuerdo más decente. Así que guarda tus manos y tu miembro para cuando sea el lugar y el momento de jugar. ¿Te ha quedado claro?

-¿Sabes que si me lo prohibes lo volverás más tentador, no?- le sonrío, recorriendo parte de su trasero con la más sutil de las caricias.

Me sonríe con algo de malicia y se acerca a mi cuello para susurrarme cerca del oído- Lo prohibido también suele arrancarte uno que otro miembro útil, ya que bueno, suele ser peligroso. Por eso es prohibido Malfoy. - Su aliento cálido sobre la piel me genera un escalofrío que estoy seguro ella atribuye al miedo. Como sea es obvio que no va a cooperar y no tengo tiempo para someterla. Así que con resignación me alejo despacio mostrándole ambas manos al aire.

-Bien, tú llevarás esa torre de documentos y yo llevaré esta. - dice.

-¿Y por qué tengo qué?- ya que mi motivación para entrar en esta oficina se ha esfumado, lo que queda es banal palabrería.

-Dos razones Malfoy, la primera, entraste aquí para ayudarme. La segunda necesitas mi ayuda para quitarte ese horrendo labial rosado del saco.

-¡No puede ser, mi saco!- Busco desesperadamente y ahí está. A la mitad de la línea de los botones y a unos centímetros a la izquierda una mancha asquerosa de horrendo labial barato resaltando sobre la tela impoluta de mi traje. Mi cara descompuesta al caer en cuenta debió haber sido épica ya que Granger soltó otra risita contenida- Maldita bruja, donde la vuelva a encontrar…

-¿Me ayudarás Malfoy?- pregunta, mirando la torre de documentos apilada a su lado.

Girando los ojos asiento, soy pésimo con los hechizos domésticos. Será mejor que ella lo arregle o mi siguiente opción será correr al baño más cercano a intentar limpiarlo a lo muggle.

Sin decir nada y apenas con un movimiento de su muñeca la marca rosada de mi saco desaparece. Complacido la observo, se pone ella misma labial con ayuda de un pequeño espejo que sostiene en una mano. Es ese tono carmesí que llevaba puesto el día que nos encontramos en la cava de Hogwarts. Se observa con satisfacción en el espejo y guarda ambos objetos en su escritorio.

-¿Planeas embarrarle a alguien ese labial?- Le digo mientras recojo la torre de documentos que me ha señalado antes.

Es su turno de girar los ojos y tomar su propia torre de documentos. Debe tener experiencia haciendo esto porque la varita firmemente agarrada a su mano abre la puerta para nosotros y la vuelve a cerrar sin ningún esfuerzo cuando hemos salido.

Mientras esperamos el ascensor se me ocurre una idea horrenda y catastrófica.

-Granger, ¿cómo rayos lograremos llevar estos documentos en una pieza si subiremos a los infernales ascensores?.

-Con influencias Draco. - Las puertas dobles del ascensor se abren y soy un poco lento para entrar. Caigo en la cuenta de que me ha llamado por mi nombre por primera vez en la vida.

-Hola Ed, - saluda Granger al hombre del elevador.- Tenemos una reunión importante en el quinto piso, ¿crees que puedas hacer tu magia?

-Para usted siempre Srita. Hermione. - Responde el hombrecillo quien se gira para manipular el tablero del elevador.

Me preparo para la sacudida del cacharro pero apenas y se mueve. Lo siento elevarse y tras unos segundos las puertas doradas se abren y la vocecilla anuncia "Departamento de Cooperación Mágica Internacional".

-Quinto piso, Srita. Hermione. - Anuncia el hombrecillo muy orgulloso de sí.

-Muchas gracias Ed. Eres el mejor- Dice la bruja, guiñandole un ojo mientras le manda un beso al aire.

Al salir del ascensor no puedo creer lo que ha sucedido, todo este tiempo visitando el ministerio y es la primera vez que un hombrecillo de rojo hace tan espléndido trabajo. Sin gente, sin avioncitos de papel, sin jalones y giros extraños.

-¿Pero cómo has logrado eso?- le pregunto verdaderamente asombrado.

-¿Qué cosa?- pregunta Granger confundida.

-¡El elevador! ¡Que te lleven del primer al quinto piso en un segundo!- insisto.

-Pues ya viste Malfoy, le guiñas un ojo y le mandas un beso. - dice tonteando. Claro, no solo no me va a decir, sino que vuelvo a ser Malfoy.

-Buenos días Rhoda, -La escucho hablarle a la gorda señora de la recepción- ¿podemos pasar ya a la sala de juntas? Tengo que preparar los documentos para todos.

-Claro que sí Hermione querida- Responde la mujer. - Está abierta. Pasa.

-Gracias Rhoda, amm él es Draco Malfoy, viene conmigo. -añade la castaña señalándome con la vista.

La mujer me mira con desconfianza y me da su sonrisa más falsa. En la vida la he visto pero es seguro que ella sí me conoce. Una mirada rápida a Granger y sé que espera que haga algo que no estoy seguro de comprender. Sus ojos se dirigen de nuevo a la recepcionista.

-Buenos días Rhoda- digo no muy convencido, la mujer me mira extrañada. Sobre el hombre de la mujer y a su espalda observo un cuadro pequeño color plateado de un gato blanco esponjoso. - ¡Es un gato precioso ése de ahí!

Sobresaltada se gira para comprobar que me refiero a la bola de pelos del cuadro plateado.- Oh es Mitens, mi gato. - La veo tomar el cuadro y poner una cara muy larga. - Se murió la semana pasada. - Dice, mientras gruesas lágrimas se forman en sus grandes ojos y un sollozo fuerte y lastimero se deja escuchar. De inmediato varias personas nos prestan atención y sé lo que están viendo. A Draco Malfoy siendo un cabrón, claro.

Miro a Granger sin saber que hacer, pero su cara dice que no hay remedio para tal situación. Se gira y continúa caminando.

-Lo siento mucho Rhoda, - atino a decirle- espero que tu duelo sea breve. Si me disculpas… -Salgo corriendo de ahí tan pronto he pronunciado las últimas sílabas. Alcanzó a Granger antes de que doble el pasillo y haya entrado a una gran sala semicircular en la que nunca he estado. Sillones de cuero y una amplia mesa de caoba en forma de media luna llenan todo el lugar.

-¿Cómo es posible que tras un simple saludo la hayas dejado llorando?- Pregunta algo exasperada colocando sobre la mesa su amplia pila de documentos.

-¿¡Y yo cómo iba a saber que estaba muerto el maldito gato!?

Granger se soba el puente de la naríz y la veo claramente decepcionada. -Esa mujer, es tu objetivo número 1- dice pausadamente- Rhoda Robbins es quizá la mujer más cotilla de todo el ministerio, si te la ganas, tendrás a la mitad del personal repitiendo lo que ella diga. Pero si no…

-¡Por Merlín! - Me dejo caer sobre una silla de cuero asimilando la gravedad de lo que ha sucedido. Será un día muy largo y cansado, y la reunión ni siquiera ha comenzado.

-Lo resolveremos luego, ahora concentrate. El ministro y comitiva vienen en camino- Anuncia Granger.

Decir que el ministro estaba impresionado por simples datos que no me parecían en lo más mínimo nuevos o bien trabajados, era plausible pero no certero. Kinsley Shackelbot era todo un personaje, uno difícil de complacer y predecir. Así que mientras el inepto de Bastian Faure, hijo del eminente magnate y dueño de la ferrocarrilera más grande de Europa explicaba la insufrible logística de cómo sus vagones recorrerían la Isla Británica sin ser detectados, yo observaba las reacciones de toda la sala.

Granger, cuyo asiento se encontraba a un lado del ministro, estaba claramente complacida. Más por la apariencia de Faure que por su inteligencia, no le despegaba el ojo y no había una sola señal de desaprobación. Quizá su vestimenta desarreglada y casi muggle le gustara, apostaba a que la bruja no había reparado en la heterocromía del mago francés que le daba un ojo amarillo dorado casi felino en comparación a su ojo derecho totalmente negro.

McGonagall quien también se encontraba en la sala, hacía las preguntas que Granger no se atrevía a solicitar con su odiosa mano interrumpiendo cada segundo. La cantidad, la carga y el tiempo de entrega era lo que más preocupaba a la directora. Otra bruja cuyo nombre y puesto desconocía en lo absoluto dedicaba su tiempo a babear e intentar dibujar el semblante de Faure.

Un duende representante de Gringotts, bien ataviado y con cara compungida prestaba atención pero no preguntaba o decía nada. Se sentaba en el extremo derecho más próximo a la salida. A su lado, Dirk Cresswell, actual jefe de la oficina de la Coordinación de los Duendes tomaba notas solo cuando creía que se mencionaban cifras y datos que representaban gastos no contemplados o asumidos por el ministerio.

Del Departamente de Seguridad Mágica un hombre de edad mediana y cabellos canosos susurraba palabras inaudibles y tomaba notas rápidas. A su lado, el asiento vacío de algún despistado que había olvidado la reunión. Seguido de este último, un joven esquelético representante del departamento de disculpas a muggles que veía todo aquello con cara huraña. Seguramente imaginando el sin fin de trabajo que se le venía encima si el imbécil de Faure lo echaba a perder.

Y con un simple y llano "Merci beaucoup à tous!" Faure termina su aburridísimo discurso. Todos en la sala, excepto yo, aplauden y asienten en señal de aprobación.

Faure sonríe y abandona el podio. Si el imbécil no hubiera llegado tarde sabría que parte de la logística de transporte ya había sido explicada por mí al inicio de la reunión. Todo sonrisas estúpidas y cabellos dorados regresa al asiento que ocupa galantemente a lado derecho de Granger, quien parece complacida con algo que le ha dicho y que no alcanzo a escuchar porque estoy sentado demasiado lejos de ambos.

Me pregunto si se conocen de antes, parecen llevarse bien y apostaría a que he visto a Faure mirar la retaguardia de Granger muy discretamente.

-Pues bien,- anuncia el ministro- estoy gratamente complacido por todos los planes, avances y demás proyectos que hemos discutido el día de hoy. Agradezco ampliamente a Malfoy Company por sus recursos y a la Unión Europea de Ferrocarriles representada por el Sr. Bastian Faure. También agradezco el trabajo y la labor de Hermione Granger por hacer que ambas empresas y sus representantes, se involucren tan abiertamente en la reconstrucción del mundo mágico. Reconozco que sin la ayuda indispensable de estas tres partes, ninguno de los presentes estaríamos hoy aquí. Si pudieran acompañarme al frente, Sr. Malfoy, Sr. Faure y Srita. Granger. Pienso que este momento debe ser compartido a la comunidad mágica con una foto para el diario "El Profeta". - concluye, mientras se para de su asiento y camina al podio.

La bruja que parecía haberse dedicado a babear toda la reunión por Faure, se levanta de su asiento como un resorte, sacando una gran cámara de su maletín comienza a tomar fotos a diestra y siniestra.

El ministro se coloca en la zona media seguido de Faure a su lado. Ambos se estrechan la mano y el destello de la cámara no se hace esperar. Me coloco al lado contrario del ministro quien también me tiende la mano y con gusto la estrecho, pero ningún flash captura el momento.

-Ha sido un gran placer escuchar su informe Sr. Malfoy. Tiene una verdadera capacidad para manejar los negocios de su familia. Con usted en este proyecto auguro una rápida estabilidad en el mundo mágico- Me dice Kinsley complacido.

-Muchas gracias Sr. Ministro. - Le agradezco

Al notar la ausencia de Granger, la busco con la mirada y la noto acercándose al podio por el lado derecho. Faure la espera en la esquina lateral donde le tiende la mano para que pueda subir dos míseros escalones. Ella la toma y la cámara de la reportera de El Profeta se vuelve loca, luces continuas iluminan cada paso, cada sonrisa que dan, el momento en el que se unen al sitio donde esperamos el ministro y yo, el momento en el que él le dice algo al oído y ella ríe discretamente y por supuesto el romántico momento en él posa una enguantada mano sobre su cintura y ella no parece molestarse.

Vaya, que fastidio es sentir celos.