Capítulo 8. Lo que se esconde
—¡Mamá! ¡Te dije que me estoy vistiendo!
Se encorvó tratando de cubrirse con la blusa que Helga acababa de tirarle. Phoebe, con los ojos muy abiertos por el asombro, desvió la vista lo más rápido que pudo, pero Miriam simplemente la pasó de largo y se fue a la ventana y se asomó hacia afuera, después se fue hacia la cama y se asomó debajo.
—¿Se puede saber qué pasa? —Inquirió Arnold mientras se metía en la ropa lo más rápido que podía, intentando, a su vez, imitar el tono enojado de Helga —¿Qué pasa, mamá?—Volvió a preguntar, pero la mujer la ignoró de nuevo, y obviamente él tampoco necesitaba respuesta.
Phoebe había dado un paso adentro de la habitación, una vez que había visto que Helga (Arnold) se había terminado de vestir y miraba a ambas con curiosidad, y hasta cierto grado, de miedo.
—¡Mamá! —Gritó Arnold, en el momento que la miró darse la vuelta y clavar la mirada en la puerta del closet —¡Miriam! —Gritó, y al fin la mujer pareció salir de su trance. No recordaba que Helga solía referirse a su madre por su nombre la mayor parte del tiempo.
—Hazte a un lado, Helga —Dijo la mujer una vez que hubo llegado a donde estaba ella, parada frente a la puerta del closet.
—¿Por? —Se forzó por arrugar el entrecejo —¿Se podría saber qué mosca te picó?
—Hazte a un lado, Helga —Repitió su madre. (La de Helga, pues).
—No hasta que me digas qué pasa.
Miriam se quedó parada frente a ella y le arrugó el ceño también.
—Solo quiero revisar el closet.
—¿Se puede saber por qué?
Pero no se pudo. La tomó del brazo, la hizo a un lado y corrió la puerta. Arnold simplemente se encorvó, esperando escuchar el grito de Miriam. Menos mal que el gran Bob no estaba en la casa.
Pero el grito nunca llegó, así que volteó a mirarla. Miriam miraba hacia adentro con cara de extrañeza.
—¿Y bien?— Preguntó, tratando de sonar exasperado(a), al tiempo que se asomaba hacia la oscuridad del closet. Milagrosamente, no se veía nada más que ropa.
Lejos de responder, la mujer metió la cabeza y los hombros al closet. Para entonces, picada por la curiosidad, Phoebe se había acercado a mirar también. Arnold sentía que estaba a punto de salírsele el corazón por la boca.
Miriam sacó la cabeza del closet y se dirigió a la puerta de salida sin decir media palabra, tenía una expresión sumamente desconcertada.
Arnold se apresuró a cerrar la puerta del closet de nuevo, y aguantándose un suspiro de alivio apenas por nada, volteó a ver a la mujer.
—¿Qué pasa... Miriam? —Sí. Definitivamente debía de llamarla Miriam; se suponía que estaba molesto.
—Yo... —Murmuró la mujer sin voltear a mirarla, hizo una pausa y luego sacudió la cabeza —No importa, cariño. Lo siento —. Y salió de la habitación.
Se quedó un momento callado, intentando recuperar la respiración, y entonces notó que Phoebe la miraba extrañada.
—¿Puedo preguntar qué fue eso? —Inquirió tentativamente la chica, mirándola con una ceja levantada. Arnold se preguntó si sería buena idea sincerarse con Phoebe sobre lo que estaba pasando, pero ¿cómo hacer eso, si ni siquiera él estaba seguro de lo que era? Solo faltaba que ahora Helga hubiera sido absorbida por una especie de agujero inter dimensional o algo así. A esas alturas, ya no le extrañaría nada.
Al notar que ya había tardado demasiado para responder, se limitó a encogerse de hombros.
—Supongo que pensó que tenía algún amante escondido debajo de la cama, o algo así.
Phoebe apenas ahogó una carcajada, luego la miró.
—¿Y tenía razón?
—¡Oh, claro! El hombre de mis sueños está justo ahí adentro, esperando a que te vayas para saltar sobre mí —Soltó el chico (¿chica?) intentando imitar el humor irónico que solía utilizar Helga, y de algún modo, confesar lo que lo estaba carcomiendo por dentro
Su amiga solo se rió más.
—Lo siento, pero por la cara que tenías, por un momento pensé que de verdad estabas escondiendo a alguien.
—Claro, es que no hay otro motivo por el que una chica se quite la ropa a mediodía que por tener un amante debajo de la cama, o en el closet —Rodó los ojos. Esperaba que le hubiera salido bien.
Phoebe por un momento pareció querer seguir la broma, pero se puso seria de pronto.
—Discúlpame, Helga, que siga con los temas incómodos, pero... ¿Cómo has estado?
Arnold parpadeó un poco desconcertado. ¿Por qué sería incómodo preguntar eso?
—Bien —Respondió encogiéndose de hombros —. Me ha dolido bastante la cabeza, pero nada fuera de lo común dadas las circunstancias. Hoy me llevarán al doctor para ver cómo sigue todo.
—Okaaay... —Phoebe la miraba un tanto extrañada —Y sobre lo otro... tú sabes...
Arnold solo levantó una ceja. ¿Sería eso sobre lo que intentaba advertirle Helga hacía solo un momento? ¿Debía seguirle el juego? Pero es que en serio no sabía de lo que hablaba. ¿Por qué había tenido qué interrumpirlos así Miriam? Ah, sí. Claro. Porque la mujer era mucho más observadora y despierta de lo que se hubiera podido imaginar. Rayos.
—¿Helga?
—Ah, sí, Phoebe. Perdón. ¿Qué me decías? —Maldita sea. En verdad esperaba que a Helga se la hubiera tragado un agujero de gusano o algo así, o lo asesinaría en cuanto saliera de ese closet por la pésima puesta en escena que estaba poniendo como la siempre perspicaz y despierta Helga.
—Que si no has tenido más incidentes como los de la otra vez... tú sabes... sobre mantecado... —Lo último lo agregó varios decibeles más abajo, cuidándose como si hubiera dicho una grosería excepcionalmente fuerte.
Arnold estaba totalmente perdido. ¿Mantecado? ¿Qué demonios pintaban los mantecados en todo aquéllo? ¿Y por qué tanto secretismo sobre ellos?... Pero tenía qué responder algo, así que simplemente dijo.
—¡Ah, sobre eso! No te preocupes, Phoebe, todo bien.
Y fue una buena respuesta, porque la pelinegra suspiró, aliviada.
—¡Me alegro muchísimo! En serio intenté venir ayer, pero llegó mi abuela desde Japón, y no hubo manera de que me escapara de la casa en toda la tarde... Estaba preocupadísima.
—No te preocupes, Phoebe. Lo bueno es que todo está bien —. Le sonrió, y la chica le respondió la sonrisa. No tenía ni idea de qué demonios era lo que estaba bien, pero le alegraba que Helga tuviera una amiga tan genial como Phoebe.
—¿Segura que vas a estar bien? No podré quedarme esta tarde, ya sabes, por lo de mi abuela. Salí un poco antes de mi clase para poder pasar por tu casa aunque sea un momento, aunque, si lo consideras necesario, puedo buscar una manera de...
—Oh, no. No te preocupes, Phoebe, en serio todo está bien. Además, lo más seguro es que duerma toda la tarde, esas pastillas dan sueño. Además de que mi papá me llevará al médico a que me chequen la cabeza al rato.
—Ok —Soltó Phoebe, aliviada —Entonces paso a retirarme.
—Muy bien, Phoebe. Muchísimas gracias por venir, y por preocuparte tanto por mí, eres una gran amiga.
Miró a Phoebe sonrojarse un poco, y luego una gran sonrisa apoderarse de este.
—Es lo mínimo que puedo hacer. Sé que tú harías lo mismo por mí.
—Por supuesto, amiga.
Desde su escondite, Helga suspiró. Eso había salido muchísimo mejor de lo que hubiera esperado. Al menos, de momento. Bastaría con inventarle cualquier cosa sobre a qué se refería con mantecado y...
Y entonces la escuchó decir: "Por cierto" y supo que, por supuesto, eso no iba a salir bien, porque a ella nunca le salía nada bien.
Demonios.
—Por cierto, Helga. Antes de irme. Se me había olvidado comentarte que Arnold fue a verme en la mañana, quiere venir a tu casa.
—¿E... En serio?
—Sí. Dice que quiere disculparse, y se veía bastante desesperado. Quería venir directamente para acá, pero por supuesto que no se lo permití... Aunque no sé, tal vez deberías permitírselo, con eso de que no ha habido ningún incidente... O tal vez quieras esperarte hasta mañana, solo para estar seguras de que tu secreto está a sal...
Un estruendo se escuchó dentro del closet, que hizo que ambas voltearan hacia ahí, sobresaltadas.
—¿Estás segura de que no hay nadie ahí? —Inquirió Phoebe.
—Claro que no...
—Creo que será mejor asegurarnos, Helga.
Phoebe lucía genuinamente asustada. Estaba volteando hacia la puerta, tal vez para llamar a Miriam, y esta llamaría a la policía...
—¡Espera, Phoebe! —La chica la miró, aún asustada —La verdad es que sí hay alguien ahí...
—¿Qué? —Los ojos de la chica se abrieron como platos —¿En verdad tienes a alguien escondido ahí, Helga?
—¡Shhhhhh, Phoebe! —La verdad era que la chica ni siquiera había hablado fuerte, simplemente lo hizo para ganar un poco de tiempo y pensar.
Cómo deseaba contarle la maldita situación de locos por la que estaba pasando, pero, ¿le creería? Por supuesto que no. Si ni siquiera él terminaba de creérsela del todo...
—¿Quién está ahí, Helga? —Inquirió, increíblemente bajo.
—Es... un perro.
—¿Eh? ¿Un perro?
Inquirió la pelinegra, al mismo tiempo que él se preguntaba lo mismo. ¿En serio? ¿Un perro? ¿No se le había podido ocurrir otra cosa? A Helga ni siquiera parecían gustarle los animales...
—Después te cuento, Phoebe —Soltó Arnold, a la desesperada —. Tu familia seguro te está esperando, anda, ve.
—Pareces necesitar más mi ayuda tú...
—Yo estoy bien, lo juro.
—Ok —Soltó Phoebe, no muy convencida, con la mirada clavada en la puerta del armario, mientras era empujada hacia afuera por Helga (o quien al menos ella pensaba que era Helga) —. ¿Pero qué le digo a Arnold?
El susodicho se encogió de hombros.
—Del cabeza de balón me encargo yo. Mañana iré a la escuela.
—¿Estás segura que es prudente, Helga? Con todo eso de tu...
Otro golpe en el closet.
—En serio necesito hacerme cargo de... eso, Phoebe. Te veo mañana.
Y sin darle oportunidad de responder a la chica, le cerró la puerta. Se sintió horrible haciendo eso, pero parecía que Helga se estaba esmerando por hacer que Miriam volviera y esta vez sí la encontrara.
—Muy bien, Helga. Nos vemos mañana en la escuela y... suerte con... eso.
y entonces escuchó sus pasos alejándose. Gracias a los cielos que no había sonado molesta en lo absoluto. Aunque la verdad no le extrañaba, teniendo tantos años como tenía de ser amiga de Helga Pataki.
Se quedó un momento esperando a que Phoebe en verdad se hubiera alejado, le puso seguro a la puerta (aunque ya había comprobado que el muy maldito seguro estaba descompuesto), y se dirigió al armario.
Abrió la puerta del armario de golpe, y se encontró a su propio cuerpo mirándolo aterrado.
—¿Se podría saber qué haces, Helga? —Preguntó Arnold en voz muy baja, pero no por eso menos enérgico —¿No se supone que no quieres que se enteren de que estás aquí? ¿Por qué haces tanto ruido?
—Oh, cállate —Susurró Helga, mientras tiraba un manotazo al aire —. Mejor ve a ver que no venga nadie, tengo algunas cosas qué hacer aquí...
—¿Como qué?
—¿Qué te importa? Este es mi cuarto.
—Tu papá está por llegar —Exclamó Arnold, tratando de hacerla entrar en razón, pero esto no hizo más que darle una idea a Helga.
—¡Tienes razón! —Helga abrió muy grandes los ojos de Arnold —¡Te van a llevar al médico! —Salió del closet y lo (¿la?) tomó de los hombros —Arnold, intenta que Miriam vaya con ustedes.
—¿Eh?
—Necesito... hacer algunas cosas aquí, y obviamente no puedo hacerlo con mi madre rondando por ahí, especialmente ahora que al parecer se ha convertido en una especie de sabueso...
—¿Y qué digo para que venga con nosotros?
—¿Y yo qué sé?
—Pues yo menos, ¡es tu mamá!
—Diles que quieres ir a cenar afuera con ambos, o que quieres ir al cine. Seguro te cumplirán ese capricho si dejas a papá escoger el restaurante o la película. O dile a Miriam que la necesitas contigo en la consulta con el médico... No. Mejor no hagas eso, o terminará llevándote solo ella... Mejor limítate a la cena afuera.
y dicho eso, se volvió a meter al armario.
Arnold pegó la cara en la puerta cerrada.
—¿Helga?
—¿Sí?
—¿Qué hago con... con eso que le dije a Phoebe... sobre el perro?
—Oh, Arnold. Eso es problema tuyo.
—¿Mío? ¡Fue tu culpa por hacer tanto ruido!
—Pudiste decir que las cosas estaban mal acomodadas y que por eso se caían.
Arnold abrió la boca de Helga para responder, cuando escuchó la gruesa voz de Big Bob llamándolo desde abajo (Llamando a Helga más bien, pero bueno).
—¡Helga! ¡Vámonos con el médico, que ya se nos hizo tarde!
—¡Ya voy... papá!
—¡Llévate a Miriam también!
Por un segundo, Arnold deseó decirle al gran Bob que él (Helga) estaba escondido en el closet, solo para que lo dejara en paz por un buen rato. Cómo deseaba que eso se acabara ya...
Quisiera avanzar más rápido con esta historia, pero al parecer, el paso de tortuga aquí es necesario.
En serio, muchísimas gracias por todo el apoyo que le han estado dando a esta historia, me alegra muchísimo que pueda entretenerlos haciendo lo que más amo, que es contar historias.
Agradecimientos especiales a The J.A.M. a.k.a. Numbuh i, LMild, Guest, layer321, Guest y .12
Espero traer el próximo capítulo de esta locura muy pronto. ¡Nos leemos!
