Cuando la muestra terminó, los tres se quedaron en silencio, aunque la bruja era la única que sonreía de forma socarrona, burlándose de los adolescentes sin decir nada. Acababan de ver al otro de forma muy íntima y ni siquiera sabían cómo mirarse.

—¿Qué te ha parecido ese futuro? ¿Es más de tu agrado?

—¡Pues no! ¿Por qué iba a querer yo estar con la idiota de Kazuha? ¡No, no, no! ¡Señora, ese casco está roto!

—Te queda aún otro intento. Quizás el último te guste más.

"¿Más que este? ¡Imposible!" Pensó Hattori, sintiendo mariposas en el estómago y en un estado de felicidad poco equiparable a algún otro momento de su vida.

—¡Pero es perder el tiempo!

—¿Estás seguro?

—Sí, sí, sí, yo no necesito… —Heiji se calló de golpe. ¿Era verdad que no tenía ni un poquito de curiosidad? El primer futuro era de él siendo policía, pero sin Kazuha; el segundo era con Kazuha, pero era demasiado reciente, no le había mostrado nada. ¿Y si el tercero era la vida idílica que tanto había soñado. Miró a Kudo de reojo, pero no parecía estar riéndose de él.

—Bueno… Es el último, ¿no?

—Pero…

—Venga, Hattori. Vamos a verlo.

Él reflexionó durante un segundo antes de contestar, sintiéndose muy estúpido al tomarse una estupidez tan grande como aquella en serio. Sin embargo, ¿qué podía perder con verlo?

—Bueno.

La mujer sonrió y le dijo "ya sabes lo que hay que hacer" antes de indicarle que daría comienzo el tercer y último proyecto de futuro de Heiji Hattori.

El inspector de homicidios de la policía de Osaka, Heiji Hattori, había vuelto a quedarse dormido sobre su escritorio. Últimamente, apenas iba a casa, y cuando lo hacía, era solo para dormir unas horas antes de volver al trabajo. Su mujer le repetía una y otra vez que eso no era vida y él, en parte, estaba de acuerdo; estaba demasiado implicado con su trabajo, pero sentía que tenía una responsabilidad para con los ciudadanos. No podía abandonarlos, incluso aunque significara sacrificarse él mismo. El teléfono del trabajo sonó justo a tiempo para sacarlo de sus pensamientos.

Hattori. —Dijo sin ni siquiera ver qué ponía en la pantalla.

Inspector. Hemos recibido un aviso de que se ha encontrado un cadáver en una cafetería del centro de Osaka.

Mándame la dirección.

Sí, señor.

A pesar de que Japón era uno de los países más seguros del mundo, no lo dejaban descansar en paz ni un día. Entre las reuniones, el papeleo y los casos, Hattori apenas daba a basto. Por supuesto, iba a ir a descubrir qué había pasado, pero últimamente estaba notando que le estaba costando más sacar cosas en claro. Estaba más lento y más torpe, aunque lo achacaba al estrés.

Cuando llegó a la escena del crimen, pidió a sus subalternos que le informaran de la situación. Al parecer, Himawari Matsugane, de 28 años, había sido encontrada muerta en los baños de una de las cafeterías más populares de toda Osaka.

¿Causa de la muerte?

Envenenamiento. —La voz de un joven, arrodillado ante el cuerpo y acompañado por otra persona, llamó su atención.

Heiji lo miró. Incluso de espaldas, los reconoció a ambos inmediatamente. "Será posible…"

¿Y tú quién eres? —Uno de sus hombre cayó en su trampa.

¡No, no! ¡No lo alientes!

Me llamo Hideki Hattor… ¡Ah! —Gritó dándose cuenta de quién era el inspector asignado al caso. —¡Papá!

¿Papá?

¿Pero qué demonios haces aquí, Hideki?

Bueno, es que vine a probar un nuevo bubble tea con…

¡Claro que no podía faltar! —Exclamó apartando a su hijo para mirar a la chica que se escondía en su espalda. —¿Cómo no íbais a ser vosotros dos? ¡Sal de ahí, Kairi!

Ella tímidamente, con una sonrisa inocente, saludó a Heiji aún escondiéndose detrás de su amigo de la infancia. Él suspiró deduciendo al instante qué es lo que estaba pasando.

Tu madre no sabe que estás aquí, ¿a que no?

No, porque se preocupa y pensaba que…

Le has dicho que ibas a dormir en casa de la hija de la niña rica.

En casa de Azumi-chan, sí.

Voy a llamar a tu padre.

¡No! —Exclamaron los dos adolescentes al mismo tiempo.

Y tú, vete a casa ahora. Tu madre se va a enfadar cuando sepa que has estado metiendo las narices en una investigación.

No tienes que contárselo, papá.

Ya hablaremos después. —Dijo marcando el número de su amigo de Tokio mientras miraba a los adolescentes con enfado fingido.

Por supuesto, a Heiji le apasionaba que Hideki quisiera seguir sus pasos como detective, pero sabía que era peligroso, y no quería ponerlo en peligro; por otra parte, Kazuha se había negado en rotundo a permitir que su único hijo se metiera en cosas tan oscuras. Ella pensaba que lo había conseguido, aunque Hideki simplemente se aseguraba de que su madre no se enterara.

Kudo.

Kudo-kun, ¿y tu hija?

¿Mi hija? —Le preguntó extrañado. —Está en casa de Azumi, la hija de Sonoko. ¿Por qué?

¡No me digas! Pues aquí en Osaka debe de haber un clon, porque tengo delante a una Kairi Kudo que es igualita a ti.

¿Cómo? ¿Que Kairi está en Osaka?

¿¡Qué!?

El grito de Ran se escuchó perfectamente a través de los dos teléfonos, llegando incluso a escucharlo la chica, que puso cara de saber que se había metido en un lío.

¿¡Cómo que Kairi está allí!? —La madre le había arrebatado el teléfono a su marido de un tirón.

Sí. Al parecer, él y Hideki han estado jugando a los detectives otra vez.

¿Qué? ¡Pásamela ahora mismo!

Heiji le tendió el teléfono a la chica, que hizo un gesto con la cabeza y evitó contestar al teléfono.

No puede, está indispuesta.

¡Indispuesta? ¡Kairi! ¡Sé que me estás escuchando! ¡Voy ahora mismo a Osaka a por ti! ¡Y me vas a oír!

No tienes que venir ahora, mujer. —Le dijo Heiji, intentado calmarla. —Se puede quedar en mi casa y la llevamos a la estación mañana a primera hora.

¡No! ¡Voy a ir yo!

Sin decir nada más, Ran colgó el teléfono. Cogió a Conan, su hijo pequeño, y le dijo a Shinichi que se iban inmediatamente a Osaka.

Tus padres vienen para acá, Kairi. —Le dijo, haciendo que los chicos se miraran preocupados. —Ya hablaremos después de lo que significa meter a una chica en tu habitación sin que nos demos cuenta, Hideki.

¿¡Eh!? ¿Qué dices?

Heiji no era imbécil. Sabía que la hija mayor de los Kudo iba a dormir en su casa, probablemente con el permiso de Kazuha, pero disfrutaba molestándolos.

Dicho esto. —Dijo él comprobando algo en su teléfono. —El próximo tren a Osaka es en 50 minutos y se tarda aproximadamente 4 horas en llegar. Eso os da un margen de unas 5 horas para resolver el caso.

¿Qué?

Si lo conseguís, prometo intermediar para que Kairi no sea castigada por esto. Si no lo conseguís, me aseguraré de dejarte sin salir un año entero, Hideki. Y, bueno, probablemente pase lo mismo con Kairi, claro.

Los chicos se miraron y se pusieron manos a la obra inmediatamente. Él sonrió. ¿Cómo iba a castigar a unos niños por ser igual que sus padres? Él entendía perfectamente el deseo irrefrenable de resolver un misterio, y sabía que Kudo tenía una sonrisa llena de orgullo al pensar que su hija se había escapado para buscar casos con un amigo detective.

Los miró y supo al instante que Hideki y Kairi no eran como él y Kazuha, ni como Kudo y Ran. Ellos se llevaban a la perfección; nunca peleaban ni se enfadaban por ver quién era mejor de los dos; se ayudaban, se protegía y, cómo negarlo, se querían.

Señor, ¿va a dejar que dos adolescentes resuelvan un caso de asesinato?

¡No! ¡Claro que no! Tú vas a investigarlo también. Si descubres qué ha pasado antes que ellos, te doblo el sueldo.

¿Qué?

Y si no, te despido. —Añadió sentándose en un taburete, aunque sin decirlo en serio, pero, al parecer, su detective no lo tomó como una broma y entró en pánico, corriendo de un lado a otro mientras Heiji se reía.

¿Eeh?

Un café solo, por favor.

Sabía perfectamente que los chicos encontrarían la solución, pero los estaba vigilando desde lejos por si cometían errores. Fingía tomar café pero era consciente de que Hideki se giraba cada cierto tiempo para ver si su padre lo estaba mirando. A él le hubiese gustado que su propio padre lo hubiese guiado, aunque sin entrometerse demasiado y él estaba dispuesto a estar ahí para el chico.

Solo de observarlo, y aunque nunca se le ocurriría reconocerlo ante Kudo, supo que Kairi era muy buena en lo que hacía. Era muy lista y muy ingeniosa; había sacado la inteligencia de su padre y la fuerza de su madre, incluso creía que la estaba enseñando personalmente, así que tenía las cualidades perfectas para ser una gran detective. En el caso de Hideki, él era listo, muy listo, tanto o más que él mismo, pero había sacado esa inocencia que caracterizaba a Kazuha. Odiaba reconocerlo, pero Kairi le sacaba ventaja a su hijo como detective.

¡Qué fastidio!

¿Eh?

A lo largo de las horas, los chicos iban y venían sin parar, comentando lo que pasaba, las pistas que tenían y lo que habían conseguido deducir. Sin embargo, se habían quedado estancados en una cosa: ¿dónde estaba el veneno? Lo habían mirado todo: la bebida, el pintalabios, el hielo… Y no habían conseguido nada. Heiji ya lo había descubierto, pero no quería decirlo. No todavía.

Era casi el límite de tiempo y estaban cansados, hambrientos y frustrados; al fin y al cabo, no dejaban de ser críos de secundaria. Él sonrió con nostalgia pensando en que él mismo había sido muy obstinado cuando tenía la edad de su hijo, y que las cosas habían cambiado.

¿Y bien?

¿Eh?

¿Qué ha pasado aquí? —Le preguntó a los chicos con una media sonrisa burlona.

Pues estamos seguros de que Himawari-san ha sido asesinada. —Dijo él.

Sí, sabemos quién lo hizo y tenemos pruebas, pero aún no sabemos cómo lo hizo.

Vaya, vaya… Parecía que tenía demasiadas expectativas con vosotros dos. ¡Qué decepción! Es lo que tiene estar acostumbrado a ciertas cosas, ¿verdad? Nunca las cambias.

Hideki y Kairi se miraron al instante, dándose cuenta de que habían pasado algo por alto, y salieron disparados hacia el asiento de la víctima. Hattori se rió. Evidentemente, les había dado una pista, pero no porque no confiara en que no fuesen capaces de resolverlos, sino porque se les acababa el tiempo. De hecho, tenían menos de media hora.

Volvió a sentarse en la barra, sacó el móvil y la llamó. No tardó demasiado en contestar, pero él estaba cansado y no tenía muchas ganas de esperar.

¿Sí?

Podrías haberme dicho que la hija de Kudo había venido.

Era un secreto. —Rió ella. —¿Cómo te has enterado?

Tu hijo está en el Big Coffee investigando un caso con ella.

¿Cómo? ¡Le dije que no se metiera en esas cosas! ¿Y cómo le dejas hacer eso? Creía que…

¿Qué has pensado hacer de cena?

¿Eh?

Hoy vamos a tener invitados. La familia Kudo, al completo.

¿Qué? ¡Pues tengo que empezar a cocinar ya! Nos vemos luego, ¿vale?

Sí, nos vemos luego.

¡Lo tenemos! —Exclamó Hideki con una sonrisa muy amplia.

Hattori se giró y los miró con una sonrisa intrigada, escuchando pacientemente todo lo que había pasado. Según ellos, el novio de la víctima había colocado el veneno previamente en la mesa porque era la que ella le gustaba; luego, con disimulo, aprovechando que la atención estaba en el cadáver. Había limpiado el veneno con una servilleta y la habían tirado en la papelera del baño de hombres.

¿Estáis seguros?

¡Sí!

¿Kairi?

¡Sí!

Pues os equivocáis. —Dijo una voz a su espalda.

Todos se giraron para ver al inspector Kudo, con cara de fastidio, mirando a su hija.

¡Papá!

¿Me puedes explicar qué haces en Osaka? No tienes edad para viajar sola, Kairi.

¡Pero es que si no, no me ibas a dejar venir?

¿Y por qué crees que no te dejo? Nos has mentido y te has escapado.

Pero yo…

No hay excusas. Tu madre está muy enfadada. Agradece que he venido yo a buscarte y no ella. Nos has decepcionado mucho, Kairi.

¿Y bien? —Le preguntó Hideki a su padre. —¿En qué nos hemos equivocado?

En que esa no era la mesa de siempre.

¿Eh?

Ella había pegado una pegatina de un conejito debajo de la mesa, pero hoy estaba ocupada, así que tuvieron que sentarse en otra.

¿Y dónde había puesto el veneno?

Heiji miró a su hijo y no pudo evitar sonreír y acariciarle la cabeza, gesto que no entendió el chico que, con 14 años, era demasiado mayor como para que esas muestras de afecto en público no le molestaran.

En el pintauñas.

¿Qué?

¿No le has mirado las manos? Hay zonas en las que no tienen esmalte de uñas. Probablemente, el novio mezcló veneno sabiendo que ella tenía la mala costumbre de quitarse el esmalte de uñas con la boca.

Oh…

Hattori miró cómo Kudo seguía peleándose con su hija e intentando imponerle un castigo y no pudo evitar preguntarse cuándo se habían hecho tan mayores.

Papá.

¿Eh? ¿Qué pasa?

¿De verdad vas a castigarme un año entero?

No, ¡qué va! Si hago eso, tendría que castigarte por escaparte.

¿Y…? —Empezó a decir poniéndose un poco rojo. Ahí entendió la otra parte de la historia. Probablemente, la idea de que Kairi fuera hasta Osaka sin que sus padres se enteraran. "Hideki…", pensó el Inspector Hattori. —¿Crees que…?

Intentaremos mediar para que Kairi no esté castigada mucho tiempo.

El resto del día, y después de las inevitables broncas de sus respectivas madres, las familias Hattori y Kudo estuvieron juntas visitando Osaka y pasándolo en grande. Por la noche, cenaron en la residencia familiar de la primera y durmieron todos juntos.