Capítulo 26: Severus Snape
Malfoy no se inmuta por la gélida bienvenida y la manera siniestra en la que lo observan.
—Señor —es lo único que dice a modo de saludo; luego mira a Hermione—. Él es Severus Snape.
Es todo lo que consigue decir antes de ser arrastrados sin ceremonias a través de un estrecho pasillo hasta llegar a una sala de estar aún más estrecha, llena de estanterías con libros que parecen al borde del colapso. Después de indicarles con brusquedad que no toquen nada, Severus Snape se dirige a otra habitación; su túnica negra se mueve a su alrededor como si fuera un murciélago. Hermione alcanza a vislumbrar un enorme caldero del que emana un brillo anaranjado antes de que Snape se dé vuelta y la descubra espiando. Ella aparta la mirada rápidamente, pero la puerta entre las dos habitaciones se cierra de golpe.
Se vuelve hacia Malfoy.
—¿Quién es ese? —pregunta en un fuerte susurro.
—Snape. Uno de mis tutores de verano —contesta Malfoy; inmediatamente ignora la orden de no tocar nada y comienza a juguetear con un pequeño pájaro mecánico que se encuentra sobre la repisa de la chimenea.
Hermione mira a su alrededor.
—Y… ¿A qué… se dedica?
—Control de plagas —dice Malfoy con voz suave.
Hermione le dirige una mirada severa que él no alcanza a percibir porque el pájaro se ha transformado en una pequeña serpiente que se desliza por su mano antes de tomar la forma de un brazalete alrededor de su muñeca. Levanta la mano y la mira con admiración.
—¿Qué tipo de «plagas»?
—Ah, ya sabes. —Malfoy toquetea algunos libros hasta que uno intenta morderlo, y entonces aparta la mano y se frota los nudillos con tristeza—. Cualquier cosa molesta. Una vez escuché que él…
—Guarda silencio —dice una voz áspera desde la puerta; Snape aparece con una bandeja de té y una mueca de resentimiento—. Tu intrusión casi arruina una poción en la que he estado trabajando durante siete meses. Siéntense, los dos.
Se sientan en un sofá mientras que Snape se acomoda en un sillón mullido pero, al parecer, bastante estrecho. A continuación, se sirve una taza de té mientras los mira fijamente con una furia que corroe los huesos. Finalmente, vuelve a hablar.
—Tenía entendido, Draco… —su voz es inesperadamente sedosa—. Que cuando te traje aquí, te dejé claro que no debías revelar nunca esta ubicación a nadie.
Malfoy ignora la tangible amenaza mortal en el tono de voz de su tutor, y se aclara la garganta. —Necesito de tus conocimientos para un… asunto personal.
Hermione tiene que luchar contra el impulso de voltearse y fulminar a Malfoy con la mirada, quien hace un minuto aseguraba que la especialidad de Snape es el «control de plagas».
La única razón por la que no lo hace es porque cree que lo más conveniente es exhibir un frente unido, y porque está segura de que Malfoy no la trajo aquí para ser asesinada, porque eso interferiría con su Juramento Inquebrantable.
Sin embargo, no está tan convencida de que el asesinato esté completamente fuera de discusión cuando Snape vuelve sus ojos oscuros y perlados hacia ella; es una mirada analítica, de sondeo, como si estuviera calculando cuánto pesa en caso de tener que disolver su cuerpo en ácido.
—En efecto. —Tan pronto sus ojos se encuentran, algo tan sutil como una sombra roza el interior de su consciencia.
Su magia reacciona con la fuerza de un gong que vibra dentro de su cráneo. Se sobresalta, y casi vuelca la bandeja de té mientras se agarra la cabeza con las manos.
—¿Qué fue eso? ¿Qué ha…? —tartamudea, pero la sensación ha desaparecido tan rápido como llegó, y su voz se interrumpe.
Snape frunce el ceño y vuelve a mirar a Malfoy con una expresión de incredulidad.
—¿No es esta la Campeona de Hogwarts? ¿La hija de Muggles?
La pregunta se encuentra con un silencio culpable.
La mirada asesina de Snape consigue intensificarse todavía más.
—Draco, ¿qué has hecho? Y por favor —pronuncia entre dientes—, ve directo al punto. Tengo un traslador que se activará en una hora, y no voy a perderlo, ni siquiera por ti.
Malfoy se endereza como si se hubieran encendido un fuego debajo de él.
—Necesitamos información sobre Magia Negra.
Magia Negra.
Hermione no puede evitar sentirse decepcionada de que le hayan puesto un nombre tan obvio y poco inteligente. ¿Así se llama? Magia Negra porque, «ah, miren, es magia de color negra». La verdad es que nadie se toma en serio el acto de ponerle nombre a las cosas.
Había esperado algo en latín, o al menos algo más siniestro, como «encantamientos sombríos» o tal vez…
Interrumpe su diatriba mental porque Snape está mirando a Malfoy como si hubiera perdido la cabeza por completo.
—No. —Es lo único que responde.
—Por favor, señor —dice Malfoy, y las palabras suenan forzadas y desesperadas—. Es importante.
La expresión de Snape se endurece y se percibe un cambio tangible en su comportamiento, de una gran irritación a una gravedad mortal.
Observa otra vez a Hermione como si la volviera a evaluar, le saca una etiqueta y le pone una nueva, y luego su atención regresa a Malfoy.
Le molesta ser tratada como si fuera tan simple y tan fácilmente cuantificable que con un vistazo bastara para etiquetarla. La falta de esfuerzo requerido para el insulto es una delgada cuña que se desliza entre las grietas de su frágil sentido de autocontrol.
Su magia hierve y se encarniza dentro de su pecho. La ha estado conteniendo desde que se cruzó con Cormac y se está empezando a sentir como aguantar la respiración durante mucho tiempo. Es más que nada un suave latido que no puede ignorar, pero que la está mareando por el esfuerzo.
Flexiona los dedos, intentando no moverse, y se obliga a mantener la calma.
Snape es un conocido de Malfoy. Si es la persona de quien Malfoy espera obtener información, entonces debería dejar que lo haga. Mientras obtenga respuestas, no importa lo que opine de ella.
En lugar de responder, la expresión de Snape se vuelve ofensivamente compasiva mientras observa a Malfoy. Luego suelta un pequeño suspiro.
—Draco —su voz es suave como el terciopelo—, sé que tu familia es dura contigo, pero la Magia Negra no resolverá nada.
—Yo… —Malfoy comienza a discutir, pero Snape lo interrumpe y su voz se endurece.
—No. Te enseñé varias cosas que tus padres no querían que supieras, pero hay una razón por la cual esa magia está prohibida. No te imaginas lo que puede requerir. Aunque tu sueño sea probarte a ti mismo, la Magia Negra no será la solución que crees que es.
Snape toma aire y sus ojos caen, a la vez que su voz se vuelve comprensiva otra vez. —Eres joven. Estoy seguro de que te sientes lo suficientemente adulto como para tomar esa decisión, pero te aseguro que no eres capaz siquiera de comenzar a comprenderla. No digo esto a la ligera, pero preferiría verte seguir los pasos de Regulus antes de que consideres utilizar Magia Negra.
Malfoy palidece, unas manchas rojas aparecen en los huecos de sus mejillas.
—No es por eso que estoy aquí. No soy idiota, no estoy intentando utilizar Magia Negra, estoy intentando descubrir cómo controlar la suya. —Señala a Hermione con un movimiento de la barbilla.
Snape ni siquiera la mira esta vez, solo resopla con burla y toma un sorbo de su té.
—Dudo mucho que una hija de Muggles educada en Hogwarts pueda tener habilidades para las Artes Oscuras. No para la Magia Negra, sin dudas. —Curva los labios. —. En serio, Draco, esperaba que a tu edad fueras capaz de formular mejores mentiras. Debo admitir que me has impresionado por haber conseguido arrastrarla hasta aquí, pero… ¿Realmente pensaste que una historia así podría convencerme?
La furia se enciende en el pecho de Hermione. No va a quedarse ahí sentada y dejar que Snape la insulte y la trate como una boba a la que Malfoy puede manipular.
—Entonces, ¿qué es esto? —pregunta, a la vez que extiende una mano hacia adelante; la abre y deja que las llamas negras cobren vida justo frente a la cara de Snape.
Es maravilloso. Tiene que reprimir un suspiro de alivio. Después de mantener el poder embotellado por tantos días, dejarlo salir otra vez es como emborracharse de oxígeno puro. La golpea más rápido que el whisky de fuego.
Mantiene una expresión de calma, con apenas una pizca de burla, incluso aunque le requiere un esfuerzo supremo controlar toda la magia que brota de ella como tinta en el agua. Puede sentir que se extiende por el aire, iluminando todo a su alrededor. Los hechizos y los encantamientos de la sala y del resto de la casa. Todas las plantas mágicas en el exterior, las raíces que se extienden hacia abajo y absorben la potente magia de la tierra. La magia de Snape es oscura y sigilosa; la de Malfoy a su lado, fresca y afilada como el cristal. La está llamando. Una resonancia que solo ella puede oír.
El mundo cuelga de unos hilos que ella puede mover y controlar.
Su respiración se hace más corta y las sombras se alargan.
Tal vez Snape la tomaría en serio si prendiera fuego su casa.
Podría hacerlo.
¿Por qué no? La gente debería tomarla en serio, debería tenerle miedo, debería aprender a no…
Una mano fuerte le sujeta la muñeca. —Detente.
Levanta la vista y descubre a Malfoy fulminándola con la mirada.
A ella, como si ella hubiera hecho algo mal.
—Solo estoy dejando algo en claro —contesta a la defensiva, intentando soltarse de la mano incluso aunque ha olvidado qué es lo que quería dejar en claro por un momento. Mientras él la mira con una furiosa incredulidad, ella vuelve a recordar que usar esa magia es increíblemente peligroso.
Respira hondo, se prepara y vuelve a meter la magia hacia su interior. Otra vez se siente como si hubiera dejado salir demasiada y ahora apenas pudiera hacerla regresar. Tiene que aplastarla dentro de sí, aguantándola como una gran bocanada de aire dentro de sus pulmones. Hay demasiado para contener, hace presión contra su piel, palpita en sus venas y arde dentro de sus pulmones.
La cabeza le da vueltas mientras la magia lucha por escapar de su control. El poder rebota a través de sus nervios y la oscuridad irrumpe su mente con rapidez y violencia.
Se queda ciega por algunos segundos, y cuando la habitación vuelve a tambalearse frente a sus ojos, sus oídos están zumbando. Está tumbada contra el respaldo del sofá y Malfoy está inclinada encima de ella, todavía aferrando su muñeca. Comienza a ver como por un túnel, y entonces se aferra a él, sintiendo que ha sido brevemente pulverizada.
Va a caer de nuevo. A través del espacio vacío hasta que no esté en ninguna parte y en todos lados… ¡y tal vez ni siquiera Malfoy sea capaz de traerla de regreso!
La sensación pasa después de un minuto, y cuando lo hace, descubre que Malfoy está inclinado encima de ella de manera bastante comprometedora; se vuelve a desplomar hacia atrás mientras aprieta su abrigo con ambas manos, como si se aferrara a él para salvar su vida.
Snape los mira como si hubieran arrojado un cadáver frente a él.
—Draco —Pronuncia el nombre como si fuera una blasfemia—. ¿Cómo pasó esto?
Ella y Malfoy se separan a la vez, y no es fácil decir cuál de los dos luce más mortificado.
—No lo sé. —Malfoy se sonroja y se resiste a mirarla—. Ella apareció la noche del viernes desbordándose de magia, tan ebria que apenas estaba consciente de lo que hacía. Al principio creí que la habían embrujado, que alguien la había cagado con algún ritual, o que la habían envenenado. Ella había asistido a un evento de Slughorn. Pero tenía quemaduras por hechizos… Ella me las mostró. Es entonces cuando supe que había usado Magia Negra, pero seguía hablando acerca de fuentes y no parecía darse cuenta de que había sido algo diferente. —Luce devastado—. Lo juro, no debería ser capaz de hacerlo. Le hice una prueba, hace meses, y no había ninguna…
Hermione se tensa.
—¿Hiciste qué?
Malfoy palidece, traga saliva y mira furtivamente a su alrededor. —Quiero decir… yo solo…
—¿Me hiciste una prueba? ¿Hace meses? —Entrecierra los ojos—. ¿Cuándo me hiciste una prueba?
Él se aclara la garganta, todavía evitando sus ojos.
—No fue exactamente una…
—¿Cuándo?
—Después de que intentaste hacer Magia Elemental por primera vez, en el lago —dice, y sus hombros se acercan a sus orejas—. La magia que provocó la niebla no se veía normal.
—Tú… —se ahoga de indignación—. ¡Dijiste que era magia accidental!
Él se mueve, incómodo y esconde la barbilla detrás del cuello de su abrigo.
—Bueno… sí la hiciste… accidentalmente.
Quiere golpearlo con algo, quizá con la tetera. Está furiosa. —¿Qué prueba me hiciste exactamente?
Él aparta la mirada y murmura. —La Magia de Sangre. Creí que sería obvio… que no serías capaz de esconder las señales de Magia Negra entonces. Deberían haber aparecido. No entiendo por qué no lo hicieron.
Por supuesto. Maldita serpiente, apareciéndose en la biblioteca y ofreciéndole «elegir una mano», incluso aunque probablemente había tenido la poción Reabastecedora de Sangre en las dos. Provocándola. Observándola. Todos esos meses. Porque lo sabía y tan solo la dejó trastabillar a ciegas, sin entender con lo que estaba lidiando.
—¿Y?
Él sacude la cabeza. —Fue lo suficientemente… normal, así que creí que había sido mi imaginación. ¡Nadie se convierte en portador de Magia Negra por accidente! ¡No es así como funciona!
—Ustedes deben ser las dos personas más idiotas que he tenido la desgracia de conocer —dice Snape, interrumpiéndolos con una expresión venenosa—. Como si supieras apenas algo sobre Magia Negra, Draco. Comienza desde el principio y explica exactamente cómo pasó todo esto.
Malfoy se endereza con un suspiro de alivio al ver que Snape finalmente lo está escuchando.
Hermione todavía quiere golpearlo.
—Hace varios meses… —comienza Malfoy.
—No, no. Tú no, Draco —dice Snape con una voz fría—. No te estoy pidiendo la versión higienizada que sin duda has ensayado varias veces antes de venir. Queda más que claro lo mucho que disfrutas omitiendo información. Quiero escuchar su versión de los eventos. —Mira a Hermione, sus ojos brillan y ya no la ignora. —. Quizá podría comenzar contando cómo llegó a ser tan… cercana a Draco.
Hermione y Malfoy se sonrojan.
—No somos… cercanos —dice ella rápidamente—. Es estrictamente académico… quiero decir, verá, hace algunos meses hicimos un…
Echa un vistazo a Malfoy que sacude la cabeza vigorosamente para advertirle que no mencione el Juramento Inquebrantable. Desafortunadamente, no tiene idea de qué otra forma podría explicar su relación.
—Es… una larga historia —dice, finalmente, con la esperanza de que puedan saltar directamente hacia la parte de la Magia Negra y omitir todo lo que la precede—. Realmente no creo que tengamos tiempo de repasar todo eso.
Snape solo se cruza de brazos.
—Le sugiero que se dé prisa, o podría verter un vial de Veritaserum por su garganta y sonsacarle las respuestas.
Hermione se eriza y frunce el ceño, beligerante.
—Eso es ilegal.
Snape arquea una ceja y toma un sorbo de té. —También es ilegal usar Magia Negra y enseñar Artes Oscuras a una hija de Muggles. Dudo que al Ministerio le importe que utilice Veritaserum sin autorización en un caso así —dice, con una calma salvaje.
Hermione lo mira boquiabierta.
Malfoy produce un sonido completamente indigno a su lado.
—¡No lo es!
Snape lo mide con la mirada.—¿Y cómo sabes eso? ¿Realmente pensaste en comprobarlo?
—Nunca nadie ha…
La voz de Malfoy desaparece bruscamente.
Snape baja la varita y hace una mueca de burla.
—Tú no sabes nada, Draco. Guarda silencio.
Malfoy le responde la mueca y esboza una serie de gestos groseros con las manos, pero Snape lo ignora y observa a Hermione de una manera tan penetrante que ella comienza a extrañar los momentos en los que no era lo suficiente valiosa como para que le prestara atención. Es obvio que Malfoy tenía un plan y ahora que ha sido silenciado se supone que ella debe continuar desde donde él lo dejó; solo que él nunca le ha contado ese plan.
Definitivamente es el peor organizador de viajes.
Sin dudas.
—Señorita… Granger, ¿verdad? —pregunta Snape con su voz suave y peligrosa.
Ella asiente, nerviosa.
Snape la señala con un gesto indolente. —Comience. Y no omita nada.
Ella no sabe qué otra historia contar más que la verdadera, así que comienza desde el principio. Cuando menciona la apuesta, Malfoy hace una mueca y adopta un aire de mártir, mientras que Snape luce como si quisiera despellejarlo. Cuando ella le cuenta acerca de los Juramentos Inquebrantables, Snape se enfurece tanto que teme que podría comenzar a echar humo. Se vuelve hacia Malfoy y lo regaña durante un minuto completo.
Malfoy se ve obligado a aceptar la avalancha de insultos guardando un silencio agraviado, hasta que Snape queda casi sin aliento por la rabia y no tiene más remedio que parar y hacerle un gesto a ella para que continúe.
Hermione ignora las instrucciones y omite tantos detalles como puede; todas las discusiones que ha tenido con Malfoy no se sienten tan ingeniosas ante la perspectiva de ser recitadas frente a Snape, y la idea de revelar cosas tales como el momento en que casi se besan frente al lago, la debacle en el Baño de los Prefectos, o la vez en que casi asesina a Cormac, están completamente fuera de discusión.
Mantiene la versión de los eventos enfocada en la fiesta de Slughorn y el Espíritu de Hadas Verdes, y afirma que probablemente haya sido el alcohol lo que permitió a Hermione alcanzar su fuente, y no el abrasador deseo de cometer un asesinato y hacer arder el Mundo Mágico hasta sus cimientos.
Al llegar al final, Snape apenas parece estar escuchando. Continúa echando vistazos a Malfoy, quien asiduamente evita enfrentar los ojos de su tutor.
Cuando ella termina de hablar, Snape apenas lo nota. Fulmina a Malfoy con la mirada como si estuviera intentando perforar un agujero en su cabeza, mientras él le devuelve una mirada tan inexpresiva como una pared de ladrillos.
Finalmente, Snape suspira con exasperación. —¿Le dijiste que los sangre pura tienen fuentes?
Malfoy abre la boca para discutir, pero no sale ningún sonido. Snape agita los dedos y el hechizo silenciador desaparece.
—No —dice Malfoy inmediatamente, negando con la cabeza—. Nunca dije eso.
Hermione resopla con burla.—¡Sí lo hiciste! La primera vez que estuvimos en la Sala que Viene y Va, dijiste que la magia en los magos no es una fuente nebulosa sino una llama en el alma que se pasa de generación en generación, y que si quería practicar magia, igual que lo hacían los sangre pura, entonces tenía que aprender a reconocerla. Yo no tengo reliquias familiares, así que tuve que buscarla… en mi interior. Era la única manera.
La mandíbula de Malfoy cuelga entreabierta.
—Eso… —balbucea—. Era una metáfora.
Hermione la mira sin comprender.
—Es… —gime, y se tapa el rostro con las manos—. Es algo que le gusta decir a mi padre. No era literal; no lo dije literalmente.
Ella abre la boca para decir algo mordaz, pero no emite ninguna palabra, porque no es posible que haya pasado los últimos cinco meses intentando hacer algo metafórico. Se niega a creerlo.
—Pero… entonces, ¿qué es lo que he estado haciendo? —consigue preguntar finalmente, sin molestarse en esconder la indignación.
—Estuvo descubriendo la Magia Negra como un proyecto extracurricular ilegal. —Dice Snape con una voz seca. Su propia indignación parece haberse agotado. Luce muy cansado; revuelve su tercera o cuarta taza de té, como si fuera lo único que lo sostiene durante todo aquel proceso.
Hermione lo mira expectante, esperando que se explaye, pero él no ofrece más información.
¿Acaso todas las respuestas tienen que ser sonsacadas?
—¿Qué es la Magia Negra? —pregunta finalmente, apretando los dientes.
Snape deja a un lado la cuchara y envuelve sus dedos siniestramente largos alrededor de la taza.
—La Magia Negra es la excepcional habilidad de canalizar magia pura.
—¿Eso es la Magia Negra? —Malfoy se inclina hacia adelante y ahora luce indignado. —Pero me dijiste que la magia pura no podía ser canalizada, que ni siquiera era posible.
—Sí, porque te mentí. —Dice Snape con voz suave—. Tus padres no querían que su hijo aprendiera nada que pudiera matarlo o conducirlo a Azkaban.
Los ojos de Malfoy se salen de las órbitas y parece a punto de entrar en combustión.—¿Alguna otra mentira que debería saber? —su voz es cruel, pero Snape no se deja impresionar.
—Seguro que las hay, pero no puedo recordarlas a todas. Te he enseñado por tantos años ya. Si hubiera sabido lo idiota que acabarías siendo ni siquiera te habría enseñado el Juramento Inquebrantable. —Responde, con un delicado grado de despecho mientras toma un sorbo de té—. Sin embargo, como debo irme en quince minutos, creo que tienes algunos temas más urgentes para discutir que tu educación privada. Es más que evidente que ninguno de los dos tiene la menor idea de lo que han hecho.
Hermione está tentada a decir que ella hizo la mayor parte del trabajo, pero con mucha generosidad decide que Malfoy comparta la culpa.
—¿Por qué es ilegal usar Magia Negra? —pregunta ella con un dejo de impaciencia que se arrastra por su voz.
Se tomó tres días libres en el colegio para estar aquí y hasta ahora se la ha pasado hablando sola, mientras que Snape está sentado tomando el té e interrogándolos.
—Porque —pronuncia la palabra lentamente—, es peligrosa. Porque sus portadores tienen la tendencia de utilizarla para hacer cosas terribles. Y… —Hace una pausa, como si se debatiera sobre lo que está a punto de decir a continuación—, porque la habilidad ha sido encontrada mayoritariamente en hijos de Muggles.
Hermione sabe que Snape acaba de usar las palabras «peligrosa» y «terribles» y que Malfoy ya había hecho afirmaciones similares, pero igual una pequeña parte de ella no puede evitar sentirse orgullosa ante esta información.
Intenta disimular su sensación de triunfo, pero Malfoy se da cuenta.
—¿Por qué en hijos de Muggles? —pregunta él, como si de repente fuera parte de una minoría oprimida.
Snape se vuelve a reclinar en su silla y junta las yemas de los dedos frente a él.—Tú sabes cómo se comporta la magia, Draco. Una vez que encuentra un lugar para acumularse, lo hace por medio de la asimilación; toma los rasgos y características de su fuente. En objetos inanimados, el poder simplemente se contiene, pero dentro de cualquier ser vivo, la magia es utilizada y canalizada. Esto es así en cualquier tipo de criatura o ser mágico que se te ocurra. Incluso aplica a la vida vegetal mágica. Sin embargo, hay una rara excepción a la regla. Los niños hijos de Muggles reprimen su magia como resultado de su entorno. No saben tratarla como una extensión natural de ellos mismos. Le tienen miedo, no la comprenden. Como resultado, a menudo se manifiesta de manera incontrolable durante arrebatos emocionales. Cuanto más se desarrolla, más tiende a suprimirse.
Snape junta sus dedos índices.
—El problema es que, cuanto más se acumula, más magia atrae; no tiene dónde desbordarse como lo haría en un elemento, y no está siendo usada, así que, eventualmente, los hijos de Muggles pueden llegar a convertirse en un vórtice de poder. Si se reprime durante demasiado tiempo, se acumula hasta el punto en que existe mayor cantidad de magia de la que puede ser asimilada para lanzar un hechizo, y la tensión acaba por abrir el canal de par en par. Cuando eso sucede, el poder sale crudo y altamente maleable. Se la considera magia pura porque no tiene rasgos de asimilación como tiene la mayoría de la magia. Pero Magia Negra ha sido siempre el nombre más popular y el… preferido.
—Pero no se ha encontrado solo en hijos de Muggles. Existen historias de sangres puras que han usado Magia Negra —dice Malfoy.
Snape pone los ojos en blanco.
—Sí, los sangre pura han manejado ocasionalmente la Magia Negra, pero es una habilidad adquirida, conseguida a través de una sobrecarga externa y no debido a una represión interna. Por medio de la excesiva canalización de elementos, bebiendo ciertas pociones, y otros procedimientos destinados a exceder la cantidad de magia que un cuerpo puede soportar físicamente. Ocasionalmente el proceso abrirá un canal dentro del cuerpo. Sin embargo, tiene una tasa de fracaso desproporcionadamente alta. Los magos que lo han conseguido no han conservado intacta su cordura, aunque difícilmente alguien cuerdo elegiría mutilarse a uno mismo para agrandar el propio poder. En el caso de los hijos de Muggles, es lo que se podría llamar un fenómeno que se da de manera natural bajo las circunstancias adecuadas.
—No me importan los sangre pura—contesta Hermione, incapaz de ocultar su impaciencia—. Lo que no entiendo es que, si los hijos de Muggles pueden utilizar la Magia Negra de manera natural, ¿por qué no hay más de nosotros capaces de hacerlo? ¿Simplemente no saben cómo hacerlo? ¿Hace cuánto que esto existe?
Snape sube la mirada hacia el techo.
—Desde el Siglo XIII o XIV, creo. La época en la que se realizaron la mayoría de los avances en el campo de las Artes Oscuras.
¿Setecientos años? Hermione se tambalea ante esto. Eso significa que la Magia Negra se conoce y se estudia… debe haber técnicas e investigaciones sobre ella.
—¿Qué ocurrió entonces?
Snape arquea las cejas.
—Se determinó que era demasiado peligrosa. El Wizengamot votó de forma unánime para que el estudio de la Magia Negra fuera prohibido y se abandonara hasta que desapareciera de la memoria. Es ilegal incluso referirse directamente a ella en la escritura moderna.
Hermione resopla ante eso.
—¿Qué quiere decir con que se abandonara? Si hacer que los hijos de Muggles sean capaces de usar Magia Negra es parte de la naturaleza de la magia, otras personas no pueden simplemente decidir que no se descubra. No es posible revertir el progreso de esa manera. Incluso sucede con las Imperdonables; puedes formular leyes que impidan su uso, pero no van a desaparecer.
Snape simplemente la mira con una expresión condescendiente en su rostro alargado.
—¿Y por qué cree usted que las Artes Oscuras son tan cuidadosamente exclusivas de los sangres puras hoy en día?
El pecho de Hermione se contrae, y se siente una idiota por no haber comprendido de inmediato el motivo por el cual la Magia Negra puede tener setecientos años de antigüedad y que ella, sin embargo, desconozca por completo su existencia.
Malfoy escoge este preciso momento para mantener un voluntario y condenado silencio, sin discusiones, ni indignaciones, ni escepticismo.
Ella toma aire. —¿Quiere decir que la razón por la que a los hijos de Muggles no se nos permite estudiar las Artes Oscuras ni asistir a colegios como Durmstrang, es para evitar que descubramos que tenemos Magia Negra?
Incluso mientras formula la pregunta, se da cuenta de que es retórica. Por supuesto. Por supuesto que ese es el motivo. Nunca ha sido porque los hijos de Muggles no son capaces de usar las Artes Oscuras.
Aun así, una parte de ella se niega a aceptarlo.
—Sin embargo, no tiene sentido—su voz es tensa. —Los hijos de Muggles que podían usar la Magia Negra no la habrían abandonado solo porque a los sangres pura o al Wizengamot no le gustara. Le habrían enseñado ellos mismos a otros hijos de Muggles. En secreto, si fuera necesario. —Se le contrae la garganta, traga saliva—. Deben haberlo hecho.
Su mente da vuelta con las posibilidades, su corazón se acelera ante la idea.
¿Qué tal si existe una escuela para aprender Magia Negra? Una escuela secreta formada sin la aprobación del Ministerio. Un lugar que los sangres pura no conozcan. Tal vez esperan que los hijos de Muggles como Hermione los encuentren.
Si pudiera ir ahí…
Allí la querrían.
—Me imagino que ha estudiado por lo menos un curso de Historia Mágica, Señorita Granger. Considere el período del que estamos hablando. —la voz condescendiente de Snape interrumpe sus pensamientos como si fuera el arrastre de unas uñas contra una pizarra—. La Europa Mágica estaba en medio de una época de descubrimientos. Las Artes Oscuras estaban muy extendidas. La alquimia estaba en su apogeo. Flamel había creado la Piedra Filosofal. Muchas de las pociones que todavía se utilizan fueron desarrolladas en esos tiempos, al igual que los Polvos Flu, y si cree en cuentos de niños, también las Reliquias de la Muerte se inventaron en esa época. Todo en el lapso de aproximadamente ciento cincuenta años. ¿Puede pensar en otro período de la historia mágica con avances semejantes?
Hermione niega con la cabeza.
Él la observa con una expresión que mezcla el sarcasmo y la condescendencia. —¿Por qué cree que se detuvo? ¿Todo eso?
—No estamos aquí para una clase de historia. Eso no es importante. —Malfoy interrumpe abruptamente con un tono cortante—. Vinimos aquí para obtener información práctica. ¿Qué es lo que hace la Magia Negra? ¿Cómo puede controlarla? ¿Qué sucede si continúa usándola?
Hermione se vuelve hacia él y le clava la mirada, queriendo decirle que se calle. Ella sí tiene muchas ganas de saber qué pasó. Pero Malfoy no la está mirando a ella ni a Snape. Su mirada está fija en el reloj.
Su tiempo se está acabando.
Snape deja su taza de té. —Me halagas, Draco, si crees que puedo tener alguna experiencia personal con la Magia Negra, pero, hasta hoy, nunca había visto a nadie usarla.
Hermione y Malfoy lo miran con incredulidad, y él se pasa varios segundos aparentemente disfrutando de su horror.
—Afortunadamente para ustedes —continúa, finalmente—, he leído unos cuantos libros sobre la materia, ya que me despierta una curiosidad personal.
—¿Y? —Malfoy ni siquiera intenta ocultar su impaciencia.
—La Magia Negra varía en cada portador. La magia es, por naturaleza, maleable, pero la Magia Negra lleva eso al extremo. Es cambio. Puede transformar casi cualquier cosa en lo que quiera su portador, sea su deseo consciente o inconsciente.
Un hormigueo de entusiasmo atraviesa a Hermione, y sus dedos se flexionan de manera involuntaria. ¿Realmente puede hacer cualquier cosa? No más hechizos aburridos y movimientos de varita hasta que su mente se sienta al borde de la locura por tanta repetición. ¿Ni siquiera se debe luchar para poder conectar y canalizar Elementos? Solo poder y habilidad.
—Pero es peligroso—dice Malfoy, aparentemente decidido a arruinar todo.
Snape asiente y examina a Hermione con una mirada de desaprobación, como si pudiera ver sus agitados pensamientos.—Sí. Cualquier persona sensata se mantendría alejada de semejante poder. Los deseos forjados con Magia Negra no se revierten fácilmente. Los deseos son intensamente emocionales, y las emociones por lo general no consideran las potenciales consecuencias. Cuando lo racional y lo emocional se enfrentan, la magia siempre escogerá la emoción.
Algo dentro de Hermione se vuelve de hielo.
Por eso no ha podido curar a Cormac después de haberlo lastimado, incluso aunque necesitaba hacerlo. Ella había querido herirlo. Incluso a pesar de saber que necesitaba curarlo, no había sido suficiente para superar su ira. También conseguir que funcione el Obliviate había sido un desafío porque, en el fondo, ella no quería que él lo olvidara, quería que le tuviera miedo para siempre. Había conseguido borrar de su mente que había sido ella, pero él no se había olvidado del miedo.
Por eso la magia no funcionaba bien a menos que estuviera determinada y con energía, porque tenía que desearlo, pero no solo en su mente; tenía que sentirlo, tenía que desearlo y doblegar la realidad. Es cuando consigue que la magia haga lo que ella ha decidido que sus manos se queman.
—¿Está…? —Malfoy duda, buscando las palabras correctas—. ¿Le está haciendo algo a ella? —Tiene la voz tensa—. ¿Le pasará algo si sigue usándola?
Snape lo mira sin pestañear.
—Depende completamente de ella.
Pero Malfoy no parece creerle.
—¿Cuál es el costo? —demanda, con voz desafiante—. Tiene que haber un costo. Tú eres el que siempre dice que la magia nunca es gratis.
Snape inhala profundamente. —Esa es la regla para las Artes Oscuras. La Magia Negra sigue sus propias reglas, tiene sus propias consecuencias. Después de todo, desgarrar la propia magia no es algo que suceda por capricho.
Mira deliberadamente a Hermione al decir esto, y entonces le queda claro que no se ha dejado convencer en absoluto por sus vagas explicaciones de que la ebriedad y el Espíritu de Hadas Verdes provocaron espontáneamente su capacidad de utilizar Magia Negra.
Golpetea con impaciencia el brazo del sillón con los dedos. —Es por eso que se considera tan peligrosa. Si este poder cargara con una consecuencia proporcional cada vez que se utiliza, no sería tan temible.
Malfoy todavía no parece convencido.
—Tiene quemaduras por hechizos.
—Sí, pero no la matarán. Tiene magia suficiente, su cuerpo se regenerará de manera natural. —Mira a Malfoy con dureza—. Tú estás en un peligro mucho más inmediato.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunta Hermione, alzando la voz para asegurarse de obtener una respuesta.
Snape levanta un hombro.
—No hay nada en el mundo como la Magia Negra, es difícil de explicar cuán anómalo resulta un humano capaz de canalizar semejante nivel de poder. Piense en usted como si fuera un desgarro en el tejido de la realidad. Una sola hebra embebida con lo que, algunos creen, es el poder del universo mismo. ¿Cuánto tiempo cree que puede contenerlo antes de que la domine? Y, cuando eso suceda, habrá un radio de explosión y radioactividad; Draco será el más cercano a él.
—¿Usted cree que Malfoy es la persona más cercana a mí? —pregunta Hermione, mirándolo con incredulidad.
Snape arquea una ceja.
—No veo a nadie más aquí.
Hermione resopla y luego tartamudea.
—Eso es solo porque él me trajo aquí.
—¿Y hay alguien más que sepa acerca de sus nuevas habilidades? —la voz de Snape es arsénico endulzado.
Hermione traga saliva y el calor sube por su rostro. —N-no.
Los labios de él desaparecen al presionarlos, examinándola como si fuera una exótica variedad de cucaracha.
—Entonces tengo razón. —Exhala ligeramente—. No es que me importe en absoluto. Su tiempo terminó.
Ella parpadea, sorprendida por la conclusión abrupta de la conversación, y él se pone de pie y se aleja sin decir otra palabra.
—¡Espere! —Casi se lanza detrás de él. Necesita más información. Apenas les ha dicho nada.
Snape ya está caminando por el pasillo, su túnica ondula detrás de él mientras avanza rápidamente por el estrecho corredor hacia otra habitación.
Ella lo sigue, pasando por encima de cajas, pilas de libros y otras rarezas para alcanzarlo.
—Espere. No se puede ir. Necesito saber más. Dijo que había leído libros sobre el tema. ¿Los tiene?
—No. —Es su cortante respuesta.
Ella aprieta los dientes. ¿Por qué nunca es fácil?
Tiene un millón de preguntas. Ni siquiera sabe cuál de todas es la que necesita una respuesta más desesperada. Se debate entre todas.—Por lo menos dígame qué les ha sucedido a los hijos de Muggles que usaron Magia Negra por primera vez. ¿Qué pudieron hacer y por qué… por qué no hicieron que las cosas fueran mejores? ¿Acaso no querían?
La irritación se acumula en la comisura de los labios de Snape mientras se da vuelta para mirarla. La habitación oscura hace que sus ojos negros se vean duros y aterradores contra su pálida piel.
—Dudo que disfrute de mi relato. —Agarra una bolsa de viaje, revisa su contenido y la cierra de golpe; su tono se vuelve burlón—. ¿Puedo sugerir una biblioteca? Ah, no, quizá no.
Pasa alrededor de ella y se dirige a la siguiente habitación.
El comentario la alcanza como un golpe en la garganta. Le tiemblan las manos y su magia vibra a través de su cuerpo y se dispersa en el aire a su alrededor.
Rechina los dientes y lo sigue hasta la cocina donde él está colocando la poción naranja en pequeños viales de vidrio.
—Usted sabe que no puedo entrar en bibliotecas para sangres pura —dice, con la voz aguda por la frustración—. Sólo respóndame esto. ¿Por qué nos hizo perder el tiempo si no iba a darnos respuestas?
Snape la mira por encima del caldero.—La razón por la que hablé con usted es porque Draco la trajo y porque realizaron una escena espectacular en mi sala de estar. —Parece notar la forma en que su magia está ondulando y amenazando con desestabilizarse dentro de ella; niega con la cabeza con desdén—. No puedo ayudarla. Además, no tengo ningún deseo de hacerlo. ¿Qué? ¿Creyó que quedaría tan impresionado ante el insondable poder con el que ciegamente se ha tropezado que le ofrecería mis servicios de forma gratuita? No soy una organización benéfica. Estoy seguro de que el Ministerio la descubrirá pronto y no tengo ningún interés en quedar implicado por ayudar a un criminal.
—¿Qué quieres decir? —Interrumpe la voz de Malfoy. Está de pie junto a la puerta, las sombras del oscuro corredor lo hacen parecer más alto.
Snape pone los ojos en blanco.
—Vamos, Draco, te debes haber dado cuenta de que existen medidas para eventos como este. ¿Realmente crees que pasará desapercibida por mucho tiempo? Le doy un mes como máximo. Si tienes una pizca de sentido común escribirás todo lo que sabes sobre las Artes Oscuras en un libro, se lo darás a ella para cumplir con ese ridículo Juramento que tienen, y luego te mantendrás alejado. Dile a tus padres lo que has hecho para que tu padre pueda prepararse, y deja que ella se autodestruya en paz.
—No vine aquí para que me ayudes con mi Juramento. —responde Malfoy con una mueca.
Snape lo observa con una expresión severa y decepcionada.
—Sí, ya me di cuenta.
Malfoy se sonroja, pero no aparta la mirada.
—Entonces, ¿me ayudarás?
—No—dice Snape rotundamente—. No lo haré. Ayudarte a tener una relación ilícita con una hija de Muggles portadora de Magia Negra no es parte de mi contrato laboral.
La boca de Hermione se abre a medias para responder que ella y Malfoy no tienen ningún tipo de relación en lo absoluto, ni ilícita ni nada, pero Malfoy habla primero.
—¿Y qué tal si… me ayudas como amigo?
Snape baja la mirada y suspira; sus hombros caen, como si le molestara tener esta conversación.
—Draco, no soy tu amigo. Nunca lo he sido. ¿Realmente creíste que no tenía nada mejor que hacer con mi tiempo que ser amigo de un niño de trece años?
Malfoy se pone rígido.
Snape revuelve el caldero con vigor antes de llenar más viales, sin levantar la mirada hacia él.
—Tus padres querían mejorar tus calificaciones, y que tuvieras alguien en quien «confiar» cuando comenzaste a desmoronarte en Durmstrang. Te enseñé las bases de la Oclumancia, unas cuantas pociones «de contrabando», y luego te eduqué de acuerdo a las especificaciones de tus padres. Cualquier… «amistad» que imaginaste que existía fue simplemente un requisito de mi empleo.
Hermione puede ver cómo se contrae el músculo de la mandíbula de Malfoy al apretarla, pero luego arquea una ceja con una mirada de insolencia en el rostro.
—Si ella te da miedo solamente dilo.
Snape se eriza con desdén.
—Cualquiera con un mínimo de sensatez le tendría miedo. Seguro creíste que me sentiría halagado de que trajeras este problema a mi puerta, pero no lo estoy. Ya no me pagan por aguantarte. Ya sabes dónde está la salida.
La máscara de insolencia se desliza, y por un instante Hermione alcanza a vislumbrar lo herido que está Malfoy y lo mucho que intenta esconderlo. Luce destrozado.
Sus dedos se curvan en un puño y traga saliva.
—Ya veo —dice finalmente—. Nos hice perder el tiempo a todos, entonces. No volveré a molestarte.
Se da vuelta, sus dedos aferran la muñeca de Hermione y la arrastra con él en dirección a la puerta. La puerta tiene un pestillo que no parece querer ceder, y después de tres intentos para intentar moverlo, se harta y comienza a maldecir con saña y a golpear el pestillo tan violentamente con el puño que ella puede jurar que se partió los nudillos contra él.
Finalmente el pestillo se rinde con un gemido de protesta; se desatornilla solo y se abre con un crujido, y Malfoy se queda parado ahí, respirando de manera irregular como si quisiera golpearlo otra vez.
Existe un marcado contraste con la manera en que había actuado al llegar. Estaba relajado, y ahora se da cuenta que así es él cuando está cómodo. Ahora eso ha desaparecido. La máscara está de vuelta en su lugar; esa mirada inexpresiva en sus ojos, como si todo lo que estuviera pensando y sintiendo estuviera escondido detrás de una superficie espejada.
Lo irónico es que Hermione habría disfrutado mucho de este altercado hace algunos meses atrás. Después de todo, se supone que Malfoy es a lo que todo el mundo aspira a ser; el perfecto sangre pura. Pero ahora ella está lo suficientemente cerca como para ver lo falso que es todo eso, el brillo y el prestigio es solo un molde al que lo han arrojado para que se sofoque en su interior. Siente que debería sentir placer o consuelo al descubrir que él también está solo y es miserable, pero en cambio se siente traicionada.
¿Cuál es el punto de la estructura y el sistema de jerarquías del Mundo Mágico si hasta Draco Malfoy es miserable?
Afuera, el bosque y el jardín están oscuros, y ha comenzado a llover. Se quedan allí parados, mirando la oscuridad.
—Bueno, por lo menos ahora sabemos que la Magia Negra no es necesariamente mala—comenta ella, incluso aunque Snape definitivamente ha dejado implícito que es mayormente mala—. Y ahora sabemos lo que es, así que… eso es bueno.
Es extraño ser la que intenta ver el lado positivo.
Él asiente con rigidez.
Justo antes de salir, la voz de Snape los detiene.
—Espera, Draco. —Suena resignado.
Malfoy se da vuelta y lo fulmina con la mirada; Snape luce como si ya se arrepintiera de lo que sea que esté a punto de hacer.
—¿Necesitas algo? —la voz de Malfoy es gélida.
Snape lanza un suspiro dramático y presiona dos dedos contra su sien izquierda.
—Si estás decidido a cavar una tumba aún más profunda para ti, y no hay nada que yo pueda decir para que te detengas, o para convencerte de mantenerte lejos —suena muy cansado—, entonces… te recomendaría que visites el Archivo Fawley.
Malfoy solo lo mira con recelo.
—Fawley. ¿En serio?
Snape asiente levemente.
—Es poco probable que te cruces con alguien ahí, en caso de que vayas acompañado de alguien que… tenga prohibida la entrada. Puede que te sorprendas con las cosas que se guardan allí debido a todos los antiguos contratos familiares.
Malfoy se descongela tan rápidamente en respuesta al consejo que es casi patético. Hermione quiere sacudirlo, una ola irracional de furia le contrae el pecho. Se supone que debe ser rígido, implacable y digno. No humano y desesperado como ella.
Asiente.—Gracias…
—¡No! —espeta Snape, interrumpiéndolo—. No te estoy ayudando. Esto no nos hace amigos. Simplemente estoy expresando una variedad de observaciones en voz alta en la comodidad de mi propia casa. Ahora lárgate, y te advierto que, si vuelves a traer a alguien aquí, los envenenaré a los dos.
Apenas hace un movimiento con la mano y entonces ambos salen disparados por la puerta, que se cierra a sus espaldas.
