Capítulo 27: El Archivo Fawley
—¿Por qué no me contaste sobre la Magia Negra? ¿Por qué tuviste que esperar hasta ver a Snape para siquiera decirme de qué se trataba? —pregunta Hermione, cuando finalmente llegan a la entrada del bosque. Ha sido un camino extremadamente húmedo.
Malfoy no ha dicho una palabra desde que salieran de la cabaña.
Suspira detrás de ella. —Porque, en las historias que he oído, la Magia Negra es lo que utilizan los Magos Oscuros dementes, de los que todavía la gente habla en susurros. La Magia Negra está totalmente prohibida incluso en Durmstrang. Por investigar sobre ella fue que echaron a Grindelwald.
Con razón Snape se había mostrado incrédulo cuando él había sacado el tema. ¿Realmente creía que Malfoy quería ese tipo de poder solo para desafiar a sus padres?
A Hermione le resulta difícil imaginar que Malfoy quisiera realmente herirlos, en especial después de haber visto su desborde emocional como respuesta al rechazo de Snape y a sus reacios consejos. Empieza a creer que, detrás de ese exterior afilado como navaja, Draco Malfoy no es tan cruel ni tan frío como pretende ser.
De hecho, parece bastante frágil.
—Bueno, eso explica por qué entraste en pánico cuando viste las quemaduras en mis manos. Aunque, esos magos eran de sangre pura, ¿verdad? Así que en realidad no es lo mismo.
Salen del bosque y se quedan ahí parados, secándose el agua del rostro. El pueblo es un cúmulo de luces a la distancia.
—No planeo matar a nadie, por si te lo estabas preguntando —agrega, con la esperanza de levantar a Malfoy de su depresivo silencio.
No tiene la intención de ir por ahí cometiendo crímenes, alzando o arrasando ejércitos, aunque debe admitir que le gusta la idea de saber que tiene el poder para hacerlo.
Malfoy solo la mira, vacilante, como si no estuviera convencido de que ella esté por encima de esas cosas. Pero como no ha corrido al Ministerio a delatar sus nuevos poderes, Hermione elige no sentirse ofendida.
—Ya veremos—dice en un tono siniestro, y estira una mano.
Sus dedos pálidos están húmedos por la lluvia. Se envuelven alrededor de los suyos y la aferran con fuerza para aparecerse.
Aterrizan otra vez en el callejón, pero en lugar de dirigirse de inmediato a la posada, Malfoy se queda ahí parado, demorándose, a pesar de que la lluvia ha empeorado el aspecto del lugar. Se ve una canaleta rota que chorrea agua sobre una pila de cartones y un contenedor de basura que parece haber sido revisado por un animal.
—Maldición —dice, después de un momento—. Me pregunto si mis padres le pagaron a Snape para que me dijera dónde vivía porque temían que me fuera a escapar.
A Hermione le sorprende que ofrezca información de manera voluntaria por una vez, y no puede evitar presionarlo para obtener más. Hay demasiadas piezas en este rompecabezas, pero todavía no entiende cómo es que encajan.
—¿Por qué? ¿Qué pasó en Durmstrang? —pregunta, con la esperanza de que el tono suene inocente y casual.
No tiene esa suerte. La irritación le cruza el rostro y se vuelve para mirarla con rabia.
—Nunca vas a dejar de preguntar, ¿verdad?
Hermione no dignifica sus palabras con una respuesta.
El músculo de su mandíbula se tensa y aparta la mirada.
—No importa realmente. —Se encoge de hombros—. Se suponía que debía ir a Hogwarts.
Los ojos de Hermione se abren de par en par, pero se contiene de interrogarlo y en cambio espera que él continúe.
—Pero un año antes de entrar, el primo de mi madre murió.
—¿Regulus? —la pregunta escapa de sus labios.
Su rostro inexpresivo se salpica de molestia.
—Sí —responde, mordaz—. Regulus. Era el heredero de la familia Black. Cuando él murió… —Exhala—. Todo cambió.
Hermione siente la tentación de señalar que la familia Black todavía tiene a Sirius, que está vivo y saludable, pero tiene miedo de interrumpirlo cuando finalmente está obteniendo respuestas.
—Mi tía… dijo que Regulus murió porque era débil, porque no le interesaba su familia, y que fue todo culpa de Dumbledore; que ir a Hogwarts fue lo que comenzó a corromperlo. Dijo que yo terminaría igual. Convenció a mi padre de que debía mandarme a Durmstrang para mantenerme alejado de las malas influencias.
Malfoy se da vuelta repentinamente y sale del callejón. Hermione tiene que apresurarse para alcanzarlo. Por un momento teme que él deje de hablar, pero parece que está decidido a sacarlo todo.
—La cosa es que la mayoría de los estudiantes de Durmstrang han sabido que irían a ese colegio muchos años antes de comenzar. Se preparan con tutores para aprender el idioma. Pero mi padre no tomó la decisión hasta el verano, así que no tuve tiempo. Al menos un tercio de las clases no son en inglés, así que me retrasé casi de inmediato. Y… —Toma aire y hace una mueca—. Mi madre se preocupó. Ella no quería que me mandaran a Durmstrang, provocó una gran pelea entre ella y mi padre, así que se consoló donando dinero al colegio para que me eximieran de tareas que ella consideraba demasiado peligrosas o innecesarias. Tenía buenas intenciones, pero… en Durmstrang… Fue lo mismo que haber pintado un blanco en mi espalda.
Hermione no había considerado esa perspectiva cuando Viktor le había contado acerca de los tratos especiales que pagaban los Malfoy. En aquel momento, ella había visto a Malfoy a través de la lente de sus privilegios, dentro del contexto de haberlo conocido, primero y principal, como el Campeón de Durmstrang y el favorito para ganar el torneo; el mejor de su año. Pero esa percepción, se da cuenta, es en retrospectiva.
Ser académica y físicamente brutal es una parte intrínseca de la cultura escolar de Durmstrang. Se requiere a los estudiantes que sean duros y resilientes. Se dice que Karkaroff disfruta de eliminar estudiantes. Uno de los requisitos para cualquier estudiante que deseara ser parte de la delegación del colegio era remar en el barco de Durmstrang en dirección a Hogwarts. Aquellos que no se hubieran «deslomado remando» durante el viaje, no estarían siquiera autorizados a poner sus nombres en el Cáliz.
Es costumbre que sus estudiantes sean muy unidos porque están constantemente luchando juntos para sobrevivir.
Un alumno que se retrase y luego reciba un trato especial por ser lo suficientemente rico como para pagar por él, sería completamente despreciado por el resto del cuerpo estudiantil.
Eso explica por qué Malfoy dijo que las cartas de Pansy eran lo único bueno que le había sucedido durante años.
Pero lo que no entendía era cómo había llegado a ser Campeón de los Tres Magos de Durmstrang habiendo tenido ese comienzo. ¿Cómo lo había conseguido?
—Pero ahora eres el primero de tu clase. —dice ella.
—Sí —responde él, sin mirarla. —Es increíble las notas que puedes obtener cuando lo único que haces es asistir a clases particulares con tutores durante todas las vacaciones de verano y de invierno porque lo que se espera de ti es que te pongas al día y seas un orgullo para tu familia, y cuando te dicen que volverás a ver a tus amigos únicamente cuando seas el primero de tu clase. Pero luego… —suelta una carcajada amarga—. Luego, cuando finalmente eres el primero de tu clase, te dicen que tus amigos ya no son lo suficientemente buenos para alguien tan exitoso como tú, que podrías conseguir mejores. Y, además, no «volverte débil» es algo que tienes que seguir demostrando una y otra vez siempre haciendo exactamente lo que te dicen y nunca teniendo una maldita opinión sobre nada. Es genial, definitivamente vale el esfuerzo.
Ella no tiene respuesta para eso.
Caminan en silencio y Hermione recuerda que se suponía que debía estar enojada con él, pero de alguna manera ha acabado por olvidarse de eso al verlo tan… triste.
Pero, en serio, debería estar enojada con él. En primer lugar, él había sospechado de su habilidad para la Magia Negra durante meses sin decírselo, e incluso había tenido la audacia de hacerle pruebas en secreto. Y eso es apenas rascar la superficie de sus ofensas. El hecho de estar caminando a su lado teniendo que recordarse todo eso a sí misma le resulta increíble.
Pasa varios segundos intentando manifestar la furia que debería estar allí, y, al ver que no puede, termina cambiando de tema.
—Ese archivo que Snape mencionó, ¿vamos a… ir allí?
Él asiente distraídamente.
—Sí, mañana.
Su corazón da un salto hasta su garganta y el estómago le da un vuelco.
—Y-y… —Odia tartamudear—. ¿Podré entrar?
—Sí. —Responde, aunque no suena en absoluto entusiasmado—. El acceso está sellado con sangre, solo pueden entrar ciertas familias. Mi padre me llevó hace algunos años, y tengo el anillo familiar. Con eso será suficiente.
—Y… ¿Me permitirá entrar también a mí? —Su corazón late aún más rápido.
—Sí. —Ahora suena impaciente—. Mientras estés conmigo.
Hermione suelta el aire, su corazón está acelerado; ya su mente da vueltas de emoción ante lo que podrían encontrar.
—Aunque no tendría esperanzas de encontrar mucho. —Agrega él, con una voz hosca, interrumpiendo sus pensamientos—. El Archivo Fawley no es un lugar al que alguien vaya a menos que hubiese agotado otras opciones.
Hermione tiene que resistir el impulso de soltar un graznido ofendido. No puede imaginar por qué alguien no querría ir a una biblioteca.
—¿Por qué?
Él resopla con burla. —Ya verás.
Hermione apenas puede dormir esa noche. Se queda tendida en la cama, organizando sus pensamientos, haciendo listas de todas las cosas que quiere saber y planificando el día siguiente con cuidado.
Si encuentra todo lo que necesita sobre Magia Negra, quizá consiga otras lecturas que sirvan para esclarecer algunas otras cosas más. Tantas otras cosas. Todo aquello que se ha estado preguntando y no ha conseguido información al respecto.
Hay tanto. Su estómago se hace un nudo de solo pensarlo.
Apenas amanece, ella se levanta y se prepara; se viste con cuidado y revisa el brillo de sus zapatos para asegurarse de lucir correctamente como una bruja, específicamente el tipo de bruja que estaría autorizada a entrar en una biblioteca tan exclusiva. Todavía es temprano cuando termina sus preparativos. Malfoy no mencionó el horario del Archivo, así que se pone a leer algunas de las tareas que trajo consigo, da un paseo, desayuna, lee el diario local y, finalmente, cuando no puede encontrar nada mejor que hacer, golpea con insistencia la puerta de Malfoy hasta que se abre.
Él abre la puerta con los ojos lagañosos y el rostro marcado por la almohada.
Tiene el cabello despeinado y el torso desnudo.
Ella parpadea varias veces, intentando procesar lo que ve; sus pensamientos se descarrilan por completo.
Está tan acostumbrada a verlo siempre arreglado y distante, que casi había imaginado que dormía boca arriba, completamente vestido con una túnica, como un vampiro.
No se había preparado mentalmente para esto. Y está parado tan cerca.
Se le seca la boca. Su corazón comienza a latir con fuerza, y siente una calidez en el cuerpo que no parece ser magia, sino algo más bien relacionado a su sistema circulatorio.
—¿Qué sucede? —pregunta él, mientras se frota un ojo con el dorso de la mano.
Cierto.
Ciertociertocierto.
Se balancea sobre las puntas de los pies y necesita tragar saliva antes de hablar.
—¿Sabes… a qué hora abre?
Él solo la mira. —¿Qué?
Ella balbucea, intentando no mirarlo fijo; en cambio comienza a observar el marco de la puerta.
—El… La biblioteca… El Archivo. Ya son las nueve de la mañana. Hace horas que estoy esperando.
Él cierra los ojos y exhala, molesto.
—¿En serio me despertaste por eso?
Hermione lo fulmina con la mirada, finalmente reúne la voluntad para ignorar su falta de ropa, y se pone las manos en las caderas. —Lo siento, ¿acaso esto ya no es importante? ¿Tienes algo mejor que hacer? Dijiste que debías mantenerme vigilada, que era urgente que hiciéramos este viaje para buscar respuestas ya que soy tan peligrosa. A estas alturas podría haber hecho arder el pueblo tres veces, incluso sin Magia Negra. Si planeabas dormir hasta tarde me lo hubieras dicho y me habría traído más tarea.
Él solo le dirige una mirada inexpresiva que básicamente comunica que no es una persona madrugadora.
—¿Trajiste… tarea? —pregunta lentamente.
Ella comienza a abrir la boca para responder, pero él levanta una mano en el aire.
—No, no me lo digas. Realmente no quiero saberlo —suspira y deja caer los hombros como si ella estuviera siendo poco razonable. Se pasa una mano por el rostro y por el cabello, dejándolo de punta—. Dame diez minutos y… estaré listo.
Comienza a cerrar la puerta y luego la vuelve a abrir, luciendo repentinamente despierto. Le clava la mirada.
—No te atrevas a usar Magia Negra solo porque estas aburrida.
Hermione pone los ojos en blanco y luego baja las escaleras para esperarlo.
Se aparecen en un cementerio abandonado. El césped está tan crecido que se derrama sobre las lápidas. Se ven estatuas de ángeles arrumbadas, con sus detalles corroídos por los años, y sus alas y brazos quebrados. En el centro del cementerio hay un enorme mausoleo cubierto de gárgolas; es la única estructura que parece inmune al deterioro del tiempo.
No hay ningún hechizo repelente en el área que Hermione pueda sentir, pero la atmósfera es fría y opresiva, envuelta en una bruma espeluznante que se niega a disiparse con la luz del día.
A medida que se acercan al mausoleo, Hermione puede sentir en los huesos un sutil zumbido que sube desde el suelo. Quienquiera que haya creado este lugar, usó Magia Elemental. Magia de la Tierra.
Hay una enorme gárgola atravesada frente la puerta del mausoleo. Abre los ojos cuando Malfoy y Hermione alcanzan la base de los escalones. Su hocico aplastado tiene manchas, como si estuviera hecho de varios tipos de minerales, y su mirada de piedra presenta una desconcertante sensibilidad interna.
La gárgola se incorpora, y sus alas se expanden más de tres metros en el aire. Unos grandes cúmulos de liquen y musgo caen de ella y se esparcen por el suelo.
Malfoy se queda inmóvil, recorre nerviosamente el anillo familiar con el pulgar. Echa un vistazo a Hermione y luego da un paso al frente, se quita el anillo y lo deja caer en un recipiente de piedra tallado entre las patas de la gárgola.
La bestia baja la mirada y examina el anillo por un instante; luego extiende una enorme pata de piedra y despliega una serie de garras de metal.
Malfoy pasa la palma de la mano por encima de una de las garras antes de que Hermione pueda hacer una mueca o decir algo acerca de la existencia de bacterias. Se corta la mano y cubre la piedra con su sangre.
No es de extrañar que le resultaran tan naturales los cortes necesarios para la Magia de Sangre. ¿Por qué los magos están tan obsesionados con la sangre?
La gárgola levanta la pata y se lame las garras. La sangre le mancha la nariz y el rostro; es entonces cuando Hermione se da cuenta de que las motas en el hocico son capas y capas de sangre seca. Cada vez que alguien viene aquí, tiene que sangrar para acceder.
Observa cómo Malfoy baja la mano y se cura el corte de manera casual, como si no hubiera nada extraño en tener que rebanarse la piel para ingresar a los lugares, y luego levanta el anillo y lo vuelve a deslizar por su dedo.
Un momento después, la gárgola se levanta y la puerta del mausoleo se abre.
Malfoy se da vuelta para mirarla. —¿Lista?
Hermione lo sigue de cerca al atravesar el umbral. Apenas terminan de entrar, la puerta se cierra a sus espaldas. Se ven perdidos en la oscuridad por un momento hasta que unos apliques de luz tenue y azulada titilan y se encienden, rodeándolos de frías sombras.
Ella levanta la mirada hacia él, con la sensación de que debería decir algo, ¿tal vez agradecerle? Pero todo entre ellos es tan confuso… ¿sería estúpido que le dé importancia al hecho de haberla traído aquí y haberse cortado la mano? Quizá no la tiene. Tal vez los sangre pura andan siempre cortándose y utilizando su sangre, y hacer un alboroto por eso delataría su ignorancia y la haría parecer una estúpida Muggle retrógrada que no sabe nada.
O tal vez es realmente importante que él haya usado su sangre por ella y entonces estaría siendo verdaderamente ingrata.
No tiene ni la menor idea.
Nadie le ha enseñado las reglas en casos así. En este punto, todo lo que siente alrededor de Malfoy es irracional, y no es incapaz de experimentar ningún grado de normalidad estando con él.
Traga saliva y aparta la mirada, intentando concentrarse en la misión.
Están de pie en un mausoleo.
En realidad, no debería sorprenderse, ya que es justamente en donde entraron, pero había asumido que sería una fachada, que entrarían y habría estantes y un bibliotecario, no realmente una tumba.
Siente las palmas de las manos húmedas así que las frota contra su falda, intentando parecer tranquila, incluso aunque su corazón está golpeando contra sus costillas. —¿Dónde está?
Él la mira por un momento antes de apartar la vista.
—Aquí. —Él empuja un candelabro que cuelga de la pared. Una puerta se abre.
Hermione casi tropieza consigo mismo por la prisa, superada irracionalmente por el miedo de que la puerta se cierre de golpe después de haber obtenido apenas un vistazo.
Empuja a Malfoy para pasar a una enorme habitación circular. No hay estanterías que formen pasillos, está casi vacío con la excepción de un escritorio y una silla. No hay ni una sola ventana; en cambio, el lugar está iluminado por pequeñas esferas de luz flotantes.
Tampoco hay techo. Al menos hasta donde Hermione alcanza a ver.
Es como estar parada en el fondo de un pozo.
Las paredes suben más y más y desaparecen en la oscuridad, y están cubiertas de estantes llenos de libros y rollos de pergaminos. Para alcanzarlos hay un entramado de escalones y pasillos angostos que sobresalen desde los estantes y suben zigzagueando hacia la oscuridad.
Los estantes siguen y siguen hasta donde Hermione alcanza a ver, y finalmente desaparecen dentro de la penumbra.
Es vertiginoso, aterrador y maravilloso.
No tenía idea de que existieran tantos libros en el Mundo Mágico.
—La familia Fawley estaba obsesionada con recopilar registros —está diciendo Malfoy a sus espaldas; de alguna manera ya suena aburrido y está con los brazos cruzados—. Augustus Fawley, en particular, guardaba todo. Si algo estaba escrito, él quería inmortalizarlo. Cuando se creó el Ministerio, él financió la construcción de su archivo con la condición de que se enterrara siempre una réplica de todo aquí. Un esfuerzo de conservación. Quería crear un monumento de historia Mágica Británica. También solía patrocinar editores. Cada edición de cada libro, cada contrato acerca del grosor del fondo de un caldero o de la tasa de exportación de ojos de tritón en un mes determinado, todo está aquí. —Pasa la suela del zapato por el suelo de piedra y levanta la mirada—. Supongo que tiene algo que ver con la fortuna familiar.
Hermione solo lo escucha a medias. Siente que sus ojos se agrandan dentro de su cabeza por intentar asimilar la cantidad de libros que se ciernen sobre su cabeza. Siglos y siglos de conocimiento. Camina hacia el estante más cercano y sus dedos tiemblan antes de rozar un lomo dorado.
Puede tocarlo.
El estante se vuelve borroso. Le toma un momento darse cuenta de que está llorando.
—¿Granger?
Da un salto y descubre que Malfoy la ha seguido. Se da vuelta rápidamente y trata de secarse las lágrimas.
—¿Estás bien? —Observa la habitación a su alrededor con desconcierto—. ¿Deberíamos irnos?
Ella niega violentamente con la cabeza.
—¡No! No quiero irme. Es perfecto. Es solo que… yo nunca… nunca creí que estaría aquí.
Señala el espacio que los rodea, intentando expresar lo abrumador que es.
Él tiene una expresión incrédula.
—¿Aquí? —Mira a su alrededor—. ¿Tú querías visitar el Archivo Fawley?
—Bueno. —Ella parpadea, intentando contener las lágrimas que desean emerger—. No sabía de la existencia de ésta en particular. Solo… —Se aclara la garganta—. Nunca creí que vería una de estas bibliotecas.
Se frota las lágrimas de las mejillas.
—Cuando estaba en primer año, leí un libro llamado «Lugares históricos en el Mundo Mágico británico». Las bibliotecas mágicas sonaban como un cuento de hadas. Yo… hice una lista de las que quería visitar. Hay una cerca del Callejón Diagon, ¿sabes? —Baja la mirada para no ver su reacción—. La descubrí antes de segundo año, mientras compraba los útiles escolares. Pero cuando fui, cuando quise entrar, me… me dijeron que no podía. En ese entonces yo no sabía sobre… sobre nada.
Su boca se tuerce y siente que está ardiendo.
—Primero creí que solo necesitaba una nota de la escuela o un adulto que me acompañara, así que ellos… realmente se enojaron conmigo.
Parpadea varias veces, recordando cómo la habían humillado por pensar que podría ser bienvenida allí.
—Cuando le conté a mis amigos, ellos intentaron hacerme sentir mejor diciendo que «de todas maneras seguro apesta. ¿Quién querría ir ahí?» —Traga saliva—. Sé que tenían buenas intenciones, pero yo… yo realmente quería ir, sólo para verla… —su voz tiembla un poco y tiene que volver a parpadear y luego se aclara la garganta—. Es una estupidez.
Espera que Malfoy tenga la cortesía de escuchar su explicación y alejarse, pero se queda ahí, con la expresión congelada. Luego levanta los ojos y mira la sala a su alrededor.
—Nunca había pensado en eso. —dice finalmente.
Tose y se aclara la garganta, incómodo.
—Si lo hubiese sabido, yo… Ésta ni siquiera es de las mejores.
Quiere patearlo en los tobillos. Su irritación es tan grande que consigue hacer que deje de llorar.
Lo fulmina con la mirada. —Cállate.
Él se sonroja hasta la punta de las orejas.—Lo que quiero decir es que…
Ella levanta una mano, sin querer escucharlo.
—Sólo hagamos de cuenta que esta conversación nunca sucedió. —Toma una bocanada de aire—. ¿Cómo encontramos lo que estamos buscando?
—Claro, sí, bueno... —Levanta la mirada, inclinando la cabeza de un lado a otro como si ya le hubiera dado un calambre en el cuello—. Bueno, es un archivo. Todo está almacenado en orden cronológico según el año en el que fue escrito o impreso. Los años más recientes están en la base. El lugar crece hacia arriba a medida que los estantes se llenan.
Hermione vuelve a mirar hacia las estanterías que desaparecen en la penumbra encima de su cabeza.
—Ah.
Comienza a entender por qué nadie viene aquí si es que puede evitarlo.
Toma una bocanada de aire. —Supongo que los hechizos de invocación no funcionan.
Hermione siempre había considerado que la Torre de Astronomía era muy alta. Había creído que las gradas del campo de Quidditch eran terribles y precarias.
Pero nada se compara con el Archivo Fawley.
Comienza a subir, más y más, hasta que el suelo desaparece en la oscuridad, y todavía las pequeñas placas de los estantes no pasan del Siglo XVII. Una de las esferas flotantes sube lentamente delante de ella. Las esferas funcionan como guías. Malfoy le ha enseñado cómo decirle a una de ellas lo que está buscando, y desde entonces ha estado subiendo de manera constante mientras ella sigue trepando detrás con determinación.
Tiene las manos acalambradas por aferrarse a los rieles y las piernas ardiendo, y no tiene idea de cómo hará para bajar.
Se arrepiente de cada lágrima derramada por este lugar. El Archivo Fawley es estúpido.
Con razón Malfoy la había mirado como si estuviera loca cuando empezó a llorar e inmediatamente asumió que era porque quería irse.
Se siente aliviada de que se hayan separado y que él no pueda escucharla maldecir mientras trepa por otro tramo de escaleras desvencijadas solo para descubrir que sigue en la sección del Siglo XVII.
Cree que puede distinguir el techo encima de su cabeza cuando la luz finalmente se detiene y se queda suspendida junto a una pila de viejos pergaminos. Hermione se desploma en la pasarela y tiene que recuperar el aliento por unos segundos antes de sacar uno. Sus brazos tiemblan por el esfuerzo.
—Creo que encontré algo —exclama, y su voz cae como una piedra en un pozo hasta donde está Malfoy; apenas una mancha tenue debajo de sus pies. Lo que sea que haya encontrado él, al parecer no requería subir tanto. Maldito suertudo.
Saca del estante un rollo de pergamino tras otro, los lee rápidamente, pero todos están escritos a mano y tanto la ortografía como el vocabulario son anticuados; se siente agradecida de haber estado estudiando las rebeliones de los Duendes durante los últimos tres meses y haberse acostumbrado al idioma de la época.
Se decepciona al descubrir que no es exactamente la información que esperaba encontrar. Habla sobre Magia Negra, pero no dice lo que pasó con los que la utilizaban. Esos registros son más antiguos y cubren la época en que la Magia Negra se había descubierto.
Tiene los ojos fatigados y el cuello acalambrado, pero no le importa en absoluto porque la información es estimulante. Aterradora, pero estimulante.
Lee y lee, y no se detiene hasta que Malfoy sube los escalones para reunirse con ella y amenaza con empezar a comerse los pergaminos si no van a buscar comida.
—Podemos volver mañana. —dice, prácticamente arrastrándola cuando ella se niega y le asegura que no ha terminado—. Mis ojos van a empezar a sangrar. Hemos estado aquí por horas. Ni siquiera hay un baño.
Hermione finalmente acepta y comienzan la ardua tarea de recorrer todo el camino hasta la base; para cuando llegan, ella está lista para admitir que también se está muriendo de hambre.
Van a comer a una taberna del pueblo que queda a la vuelta de la posada. Malfoy lee el menú tres veces, asustado y suspicaz por estar rodeado de tantos Muggles, y finalmente ordena un filete y un pastel de riñón; Hermione pide pescado y papas fritas, una de las pocas cosas del mundo Muggle que extraña cuando está en Hogwarts.
—¿Quieres escuchar algo gracioso? —pregunta ella, mientras esperan la comida—. Fueron los acólitos de Salazar Slytherin los que descubrieron que los hijos de Muggles podían usar Magia Negra.
Malfoy levanta la vista, y su cabello la distrae al caer sobre sus ojos.
—¿En serio?
Ella evita su mirada, pero igual consigue asentir imperiosamente.
—Intentaban demostrar que nuestra magia era inherentemente inferior. La idea era que, si conseguían que nos clasifiquen como no-magos, no podrían elegirnos para estudiar en Hogwarts. Ese era todo el asunto para Slytherin, ¿sabes? Y ya que los otros fundadores no estaban de acuerdo, él estaba intentando encontrar una manera de eludir su política. Murió sin conseguir nada de eso, pero doscientos años después, cuando las Artes Oscuras estaban realmente avanzando, algunos de sus acólitos tomaron un grupo de hijos de Muggles y les enseñaron todo lo que sabían acerca de la magia y de las Artes Oscuras, pensando que eso demostraría de manera concluyente que, incluso con el mismo entrenamiento y conocimiento, su magia no tenía comparación. En lugar de eso, los hijos de Muggles, casi tan pronto como se volvieron expertos en las Artes Oscuras, también comenzaron a canalizar Magia Negra. Al parecer, es una especie de progresión natural.
Malfoy no responde y sus labios se fruncen.
Una astuta sonrisa se extiende por el rostro de Hermione. —¿Te imaginas lo idiotas que se habrán sentido todos esos sangre pura? Qué humillante, estar tan seguro y luego...
Malfoy le dirige una mirada mordaz.
—¿Esta es tu idea de la sutileza?
Ella arquea las cejas con inocencia.
Él se inclina hacia ella y su estómago da un vuelco.
—No sé si eres capaz de algo semejante —dice, con una voz suave—, pero podrías intentar ser amable conmigo durante cinco minutos. Aunque sea para variar un poco.
Ella pone los ojos en blanco, con la intención de replicar, pero dado que él está pagando la cuenta de su habitación y además se cortó la mano para que pudiera visitar una biblioteca, supone que cinco minutos no es tanto.
Plasma una sonrisa.
—¿Encontraste algo interesante?
Él se encoge de hombros, baja la mirada y sus dedos se arrastran por las ranuras de la mesa.
—El Departamento de Misterios estudió la Magia Negra algunas veces. Mayormente en magos de sangre pura. Aparte de eso, estuve investigando las leyes.
—¿Y?
Entonces él levanta la cabeza y la mira fijamente con ojos penetrantes.
—No puedes dejar que te atrapen.
La sonrisa de ella desaparece y se encoge de hombros con impaciencia.
—Lo sé. Capté el mensaje de Snape. —Se inclina hacia adelante sobre sus codos—. Respecto a eso, tengo buenas noticias. Todavía puedo usar magia normal. Al menos se ha hecho en el pasado. Solo hay un truco para hacerlo. La razón por la que mi varita no funciona bien con Magia Negra es porque está hecha para magia de magos. Las varitas no están pensadas para recoger cualquier tipo de magia, ¿sabes? Pero yo todavía tengo magia normal, de acuerdo con lo que leí, mucha de ella todavía es asimilada por mi cuerpo. Así que lo que debo hacer es aprender a sentir las diferentes magias dentro de mí y usarlas por separado, entonces podré volver a lanzar hechizos con mi varita. Sólo tengo que practicar.
Él parece aliviado ante la noticia.
Finalmente llega su comida y durante varios minutos comen en un silencio voraz, hasta que Hermione vuelve a hablar.
—De acuerdo con algunas historias, también puedo crear un familiar con magia. La mayoría de los hijos de Muggles las tenían. Son como un Patronus, y son muy útiles ya que son una extensión de su creador. Eso significa que pueden ser muy inteligentes e incluso son capaces de almacenar poder, así que, si llegara a necesitar un montón de magia, no tendría que generarla toda directamente y arriesgarme a quedar agotada. Leí acerca de una bruja que...
—No vas a crear un familiar.
Ella lo mira, desafiante, y su espalda se pone rígida. ¿Desde cuándo cree que puede dictar sus reglas?
—¿Por qué no?
Él deja su tenedor.
—Porque si creas cosas, quedarán hechas.
—Sí, ese es el punto.
—No, no lo entiendes. Esto va más allá de la Magia Elemental o cualquier otra cosa. Si tu creas algo con Magia Negra, seguirá existiendo. Si tú te mueres, seguirá aquí. Será algo real.
—Ya lo sé. —dice Hermione, irritada, sin entender por qué eso le impediría crear un familiar.
—Cualquier cosa que hagas —repite él—. Por ejemplo, Ekrizdis quería algo que pudiera torturar física y psicológicamente a todos sus cautivos en Azkaban, así que creó a los Dementores. Han pasado quinientos años y todavía tenemos a esas malditas cosas. Nunca mueren.
Hermione lo mira con asombro.
—¿Los Dementores fueron creados con Magia Negra?
Él asiente.
—Se presume que de ahí salieron. No es exactamente demostrable dado que él ya estaba muerto para cuando el Ministerio descubrió Azkaban, pero no hay otra buena explicación para la existencia de los Dementores. Los Inefables han intentado deshacerse de ellos miles de veces, o de desmaterializarlos. Pero son inmortales.
Hermione sabía que algunas criaturas mágicas eran creadas, por lo general a través de la cruza de especies, pero nunca había considerado la idea de que la Magia Negra pudiera generar algo que no existiera. Las implicancias eran impensables.
No puede evitar preguntarse si los Dementores son los únicos seres «creados», o si existen otras creaciones secretas de Magia Negra.
Inclina la cabeza mientras mordisquea una papa frita.
—Si los Dementores fueron creados con Magia Negra, me pregunto si sería capaz de...
—No. Tampoco vamos a ver si puedes deshacer un Dementor —Malfoy la interrumpe con una voz monótona.
Ella se eriza, molesta, al ver que ha adivinado e inmediatamente vetado lo que estaba pensando.
—No me digas qué hacer —gruñe, con voz aguda. Luego recuerda que él la está ayudando. Suspira, intentando calmarse, pero ha sido un día largo y su magia está haciendo presión hacia afuera, intentando desgarrarla.
Aprieta la mano en un puño, y respira profundamente.—Piensa en esto desde mi perspectiva; si pudiera hacer algo útil como deshacerme de los Dementores, eso obligaría al Ministerio a ver a los hijos de Muggle de otra manera. —Siente que apenas está comenzando a imaginar las posibilidades de sus nuevos poderes. Se le contrae la garganta por el entusiasmo—. Me verían… de otra manera.
Malfoy aprieta la palma de la mano contra la superficie de la mesa y flexiona los dedos.
—Granger —su voz es templada de una forma irritante; como si intentara razonar con ella, que es tan estúpida que necesita que le hablen lentamente—. El Ministerio ya sabe sobre la Magia Negra. Saben más que tú de lo que es capaz. Ese no es el...
Ella golpea la mesa con impaciencia, haciendo saltar los cubiertos. —Bueno, se equivocan al ocultarla. La gente debería saber de ella. Olvídate de mostrársela al Ministerio, se trata de mostrársela al resto del mundo. Ya no estamos en el Siglo XIII. Hay radios, periódicos, y miles de medios de comunicación internacional. No serán capaces de encubrirlo y ocultarlo. Podría hacer cosas tales como eliminar a los Dementores y entonces el mundo vería lo útil que puede ser. Esto… —Le resulta tan frustrante y abrumador que no lo vea desde su perspectiva—. Malfoy, esto puede cambiar todo para mí.
Él suspira, el músculo de su mandíbula se contrae y su rostro no demuestra comprensión. En cambio, luce irritado.
—Si tú vas y con tanta amabilidad «resuelves» el problema de los Dementores para el Ministerio británico, ¿cómo imaginas que lo verían realmente? ¿Crees que te darán una Orden de Merlín Primera Clase? ¿Te dejarán estrechar la mano del Ministro? ¿Te agradecerán solo porque no pueden ocultarlo? No, no lo harán. Le darán vuelta. Encontrarán la manera de tergiversar todo lo que haces, utilizarán cada defecto que tengas y cada error que hayas cometido. Los periódicos no dirán que eres útil. Dirán que utilizaste magia prohibida para destruir lo único que se interponía entre la gente mágica común y los criminales increíblemente malvados de Azkaban. Se asegurarían de que todo el mundo crea que eres lo peor que jamás ha existido.
Apenas escucha sus palabras, Hermione sabe que él tiene razón.
A Rita Skeeter le encantaría escribir ese artículo.
La decepción y la rabia impotente crecen en su interior.
Le clava la mirada con frustración; la magia y la ira arden en su pecho. Suelta una aguda risa ahogada.
—¿Y qué? ¿Esperas que esconda mis habilidades solo porque la gente dirá cosas malas sobre mí? Ya lo hacen.
Malfoy se inclina hacia ella por encima de la mesa, luciendo repentinamente furioso, como si hubiera agotado su paciencia.—Escúchame, imbécil. Si te atrapan usando Magia Negra no van a simplemente insultarte en un artículo del periódico… Van a matarte.
Ella está tan enojada que esta advertencia apenas le afecta en absoluto. Le tiemblan las manos y puede sentir la clara sensación de ardor detrás de los ojos.
¿Por qué sigue haciendo esto? Se niega a ver lo especial que es que pueda usar Magia Negra. La trata como si fuera estúpida por querer usarla. Después de que le han dicho una y otra vez que nunca sería suficiente. Ahora que finalmente lo es, lo único que le importa es asegurarse de que nadie lo sepa. Actúa como si sus habilidades no fueran más que un problema.
Entonces se da cuenta de que, para Malfoy, sus habilidades son un problema. Son rivales, y ahora ella tiene un poder potencialmente insondable. Para él, la mejor manera de mantenerla bajo control es asustándola para que nunca aprenda a usar sus habilidades. Y la manera más fácil de hacerlo es fingir que es por su propio bien, que está intentando ayudarla.
Por supuesto que esa es la razón por la que él está aquí, de repente tan dispuesto a ayudar. Por la misma razón por la que todo el mundo la ayuda; para obtener un beneficio personal.
Por eso Slughorn la «ayuda» y finalmente la invita a una fiesta a pesar de haber merecido un lugar allí por años, para acercarse a su novio estrella del Quidditch. Y a Barty Crouch solo le importa su reputación porque con eso consigue un peón político. Y Ginny solo finge ser su amiga para asegurarse de que no delate a Dean.
Y Cormac se ofreció a llevarla a la torre de Gryffindor cuando estaba ebria.
Ella no le importa realmente a ninguno de ellos.
Malfoy la está manipulando, igual que los demás.
Lo fulmina con la mirada desde el otro lado de la mesa, y su voz es baja y cruel.
—Bueno, suena como un problema que tendré que resolver yo.
—¿Qué? —Él se reclina hacia atrás; luce sorprendido por una fracción de segundo y luego aquella máscara defensiva y vacía cae encima de sus rasgos.
Es exactamente la misma expresión que usó cuando dijo que podía enrollarse con Hermione porque, a diferencia de Pansy, ella no significaba nada. Verla otra vez es como una bofetada en el rostro. Le arden las mejillas, el pecho y las manos, y se echa hacia atrás, casi encogiéndose para alejarse de él.
El resentimiento y la ira van en aumento y crepitan en su interior. Estuvo tan distraída y en control de sus habilidades, que, sin pensarlo, aceptó la idea de que Malfoy la estaba ayudando y se olvidó de que, en realidad, es una persona totalmente horrible.
Su mandíbula se contrae y su garganta se cierra tanto que ni siquiera puede hablar. Saca su bolso y coloca en la mesa dinero suficiente para cubrir la comida antes de ponerse de pie; siente que podría explotar allí mismo en la taberna si tiene que mirarlo por un minuto más.
Toma aire y obliga a su voz a funcionar.
—No te preocupes, si me atrapan no voy a incriminarte. —Su voz es gélida; todas sus emociones están atrapadas en el fondo de su interior, muy por debajo de la superficie—. ¿Por qué no haces lo que te dijo Snape y escribes todo lo que sabes de Artes Oscuras en un libro? Igual nunca pusiste demasiado esfuerzo en enseñarme, probablemente seré capaz de aprender más rápido por mi cuenta. Así ya no tendrás más obligaciones y podremos dejar de fingir que te importa lo que me suceda.
Ella sale de la taberna y regresa a la posada; sube corriendo las escaleras hasta su habitación. Una vez adentro, se desploma contra la puerta. Apenas ha dormido la noche anterior, y hay tanta magia en su cuerpo que la mitad de su energía está siendo utilizada solamente en el constante esfuerzo de contenerla.
Siente como si tuviera un corte en alguna parte de su pecho, que duele y que arde; pero no es una herida causada por la magia.
Estúpida, pequeña estúpida ingenua.
Se lleva las rodillas al pecho y las envuelve con los brazos.
Malfoy no es más que fragmentos de hielo. Cada vez que ella se permite acercarse demasiado, termina abriéndose de par en par frente a él, y luego queda allí abandonada, lamiéndose las heridas sin poder culpar a nadie más que a ella misma porque debería haber sabido cómo son las cosas. Él ha dejado muy claro lo que piensa de ella.
Desearla físicamente no cambia eso, ¿por qué tener Magia Negra lo haría?
Pero lo creyó.
Creyó que finalmente sería… Suficiente.
Pero él la trajo fríamente de regreso a la tierra, le recordó que nada, nunca, será suficiente para compensar el hecho de que no es una sangre pura. Es un defecto crucial, y siempre la definiría. Para él y para todos los demás.
Respira profundamente y cierra los ojos. Bueno, si no hay nada que pueda hacer para ser suficiente, entonces simplemente hará lo que se le dé la gana.
Abre los ojos, extiende las palmas y deja que el poder brote de sus manos.
La Magia Negra comienza a salir, llenando el espacio entre sus palmas. Más y más. En lugar de crecer, se condensa. Ella continúa. Podría secar un lago con la cantidad de poder que la atraviesa.
Tal vez Snape tenía razón y de alguna manera ha abierto un canal directo al poder del universo.
Lo canaliza hasta el espacio entre sus manos, y esta vez sus dedos no se oscurecen ni se queman, porque realmente quiere hacerlo. No hay conflicto interno en este deseo.
Pero a medida que la furia comienza a apagarse, y ella se obliga a seguir, sus brazos se empiezan a entumecer y los dedos se vuelven negros; un gradiente de oscuridad trepa por sus manos hasta recorrer sus muñecas. Su visión entra en un túnel. Rechina los dientes, y poco a poco hace que el poder se detenga y se retire.
Definitivamente funciona mejor cuando no lo frena de golpe.
Eso no impide que sus brazos caigan inertes a los costados, adormecidos hasta los codos. Respira hondo varias veces, le zumban los oídos y la visión da vueltas. Se toma un minuto para recuperarse antes de ver lo que ha hecho, con la esperanza de que no sea un Dementor.
Dios, si lo es, Malfoy nunca la dejará en paz.
A primera vista luce más como las llamas que había hecho antes, solo que se sostienen por sí solas. A pesar de la enorme cantidad de poder que acaba de derramar, la entidad que flota en el aire es apenas más grande que una pelota de golf, tan oscura que parece un agujero en la realidad, un vacío de luz; pero sus bordes cambian de forma y se mueven.
Mientras la observa, la entidad baja hasta el suelo y de él brotan unas orejas que aletean; luego una cola, y, frente a sus ojos, la bola se extiende con la vaga forma de un gatito.
Bueno, no es exactamente un gatito, es más bien una mancha amorfa con algunos rasgos felinos intermitentes. Dos ojos brillantes como el fuego parpadean y la miran.
Es el gatito más pequeño, negro y nebuloso que jamás ha existido.
Hermione lo recoge con un pequeño chillido. Es casi intangible, pesa prácticamente nada en la palma de su mano y trastabilla con torpeza, como si todavía no supiera como moverse correctamente. Ella lo acuna y le habla con ternura.
—Hola —murmura, y una sonrisa quiebra su anterior melancolía—. Ay, eres tan pequeño. Tendré que hacerte más grande.
Lo sostiene entre sus manos y lo admira desde todos los ángulos; es una pequeña bola de pelo parpadeante. Usa la punta de un dedo para rascar detrás de sus orejas, que continúan apareciendo y desapareciendo, como si aún no hubiera tomado una decisión respecto a ellas.
—¿Qué puedes hacer? —pregunta, acercándose al escritorio para dejarlo allí; lo observa caminar de borde a borde, intentando tirar cosas al suelo.
Definitivamente será una especie de gato una vez que pueda hacerlo más corpóreo. Si es que puede hacerlo. Los pergaminos que leyó no exponían el método exacto para crear un familiar, eran más bien anécdotas y teorías acerca de cómo funcionaba.
Ahora que realmente lo ha hecho, siente un nudo de culpa en el estómago por haber sido tan impulsiva. ¿En qué estaba pensando?
Acaba de crear una cosa semiviva por puro despecho.
Ella no suele comportarse así, se dice, pero el consuelo suena vacío.
Eso podría haber sido cierto hace un año. En ese entonces, Hermione Granger estaba muy lejos de ser impulsiva; siempre tomaba decisiones cautelosas que no arriesgarían los planes que había trazado para sí misma, pero cuando Ron y Harry se habían reído ante la idea de que pudiera ser Campeona de los Tres magos, fue como si de repente hubiera alcanzado un límite en su capacidad para negarse a sí misma, y su autocontrol se había hecho añicos de una vez y para siempre.
En aquel momento en que había arrancado una esquina de su ensayo y había cruzado el límite de edad, había tomado una decisión irrevocable, y desde entonces ha estado saltando de una acción impulsiva a otra. Como si todas sus emociones y deseos hubieran sido reprimidos e ignorados durante tanto tiempo que han terminado por explotar todos a la vez y consumirla.
Ahora que no está ardiendo de magia e indignación hacia Malfoy, se da cuenta de lo impulsiva que fue. No se detuvo, no pensó, solamente reaccionó porque estar tan enojada. La culpa late contra sus costillas, y el dolor se extiende en su interior.
Bueno, es demasiado tarde para arrepentirse. Está hecho. Además, no había ninguna buena razón para no tener un familiar, y en Hogwarts están permitidas.
Puede sentir al gato a través de su magia, como si fuera un nuevo sentido. Una extensión de ella misma. Su consciencia le da forma y él le responde. Se pregunta si eventualmente desarrollará una voluntad propia o si siempre será una extensión de lo que ella desee, si actuará como un gato solo en la medida en que Hermione quiera que sea un gato.
Antes de poder resolver esa inquietud, se escucha un golpe en la puerta y ella da un salto por la sorpresa. El gatito se aplasta contra el escritorio, como si fuera un charco de tinta derramada.
—Grang... —la voz de Malfoy atraviesa la puerta, pero se interrumpe abruptamente.
Se hace una pausa.
—Mónica. —rechina el seudónimo con una tangible irritación en cada sílaba.
Durante un momento de culpa considera meter el gatito en un cajón y esconderlo, pero el impulso pasa de largo.
Se dirige a la puerta y la abre, sin importarte si Malfoy lo ve.
Él está tan enojado cuando abre la puerta, que por un momento se imagina que ya lo sabe; que ha adivinado exactamente lo que ha hecho.
Tiene el rostro pálido de furia y sus ojos plateados brillan.
—¿Crees que estoy aquí porque no puedo encontrar una mejor manera de deshacerme de ti? —pregunta, apenas ella abre la puerta.
Quiere golpearlo, pero antes de que pueda responder, los ojos de él aterrizan en sus manos y se abren de par en par con terror. La toma por la muñeca, la levanta y luego hace lo mismo con la otra, siguiendo la oscuridad que sube por sus brazos.
La mira, horrorizado.
—¿Qué has hecho?
Mira inmediatamente detrás de ella, hacia la habitación.
El gatito, todavía encima del escritorio, ha pasado de ser negro a un llameante tono de rojo, como si quisiera coincidir con el estado de ánimo defensivo de Hermione. Tiene la espalda arqueada y parece capaz de escupir fuego.
Malfoy lo mira como si no diera crédito a sus ojos, y consigue palidecer aún más de furia; Hermione se enfrenta a la conclusión de que, mientras está en llamas, su gatito luce extrañamente como una versión en miniatura del gato de fuego que él había creado meses atrás.
Querría decirle que es solo una coincidencia, pero no quiere ser ella quien se lo haga notar.
Finalmente, Malfoy se da vuelta para mirarla, todavía aferrando sus muñecas.
—¿Acaso todo lo que haces es para fastidiarme? ¿Existe algún objetivo real en ese cerebro que tienes?
Ella se eriza, a pesar de que es cierto que lo hizo para fastidiarlo.
—Mis decisiones no giran en torno a ti. No puedes decirme lo que tengo permitido hacer o no.
Él le aprieta las muñecas. Ella intenta soltarse, retorciendo los brazos, pero lo único que consigue es empujarlo dentro de su habitación. Frunce el ceño con rabia.
—Ya no dejaré que la gente me controle —dice—. Pasé toda mi vida siguiendo las reglas, haciendo todo lo que me decían porque se suponía que así podría pertenecer. Bueno, ¿adivina qué? Nunca funcionó. Lo intenté una y otra vez. Nadie quiere que yo pertenezca. Así que, ¿cuál es el sentido? Ninguna de las reglas me ha dado nada, solo le ahorra la inconveniencia de mi existencia a personas como tú.
Su mandíbula tiembla y quiere patearlo.
Sacude la cabeza con fuerza.
—Ya no lo haré. Crearé mis propias reglas. Nadie va a decirme lo que puedo o no hacer con mis poderes. Si algo malo me vuelve a suceder, al menos no será mientras me asfixio para beneficio de todos los demás.
Malfoy no se conmueve por esto. Solo la fulmina con la mirada.
—Eres una idiota. —La sacude—. Pasé todo el día revisando leyes de hace quinientos años, intentando descubrir si hay alguna otra opción que no sea la muerte o que te corten en pedazos en el Ministerio si te atrapan. ¿Crees que hice todo eso porque lo considero divertido? No. —La vuelve a sacudir—. ¿Sabes lo que encontré? Nada. No hay huecos legales. Si te atrapan, estás muerta. No puedo hacer nada. Estás jodiendo con el universo, no tienes control, y soy el único de nosotros que está intentando mantenerte con vida. ¿Por qué no puedes ver eso?
—¿Por qué? —espeta Hermione.
—¿Qué? —Él luce completamente desconcertado por la pregunta.
—¿Por qué quieres mantenerme viva? —pregunta ella, con la voz crepitante—. ¿Por qué otra razón te importaría si no fuera por el Juramento? Siempre has dejado claro que no pertenezco a este mundo, que desearías que no estuviera aquí, que me odias, y que nunca seré nadie porque no soy de sangre pura. Así que, ¿qué te importa si vivo o muero?
Él parpadea, desprevenido. Traga saliva, su garganta se hunde mientras la mira.
—Porque...
Hace una pausa, como si la respuesta estuviera atrapada en su garganta.
Vuelve a tragar.
—Porque eres mi… —Suelta el aire, y luego tartamudea—. Eres mi persona.
