Los personajes no me pertenecen, la historia es de mi invención.
Edward POV
Pensé muy seriamente en la propuesta de mi madre sobre invitar a Bella al desayuno del domingo.
Tan absorto estaba en este pensamiento que incluso hice una lista con los pros y contras de invitarla. Era muy pronto, teníamos saliendo de manera informal un tiempo, pero ella hacia aceptado ser mi novia hacia menos de un mes y podría sentirse intimidada. Por otro lado, quería que ella supiera que iba enserio. Traerla con mi familia parecía un buen comienzo.
No les presentaba chicas a mis padres. Mi hermano estaba casado desde hace un tiempo, pero él siempre fue mucho más abierto con sus relaciones, hubo algún periodo de tiempo que las chicas de Emmet desfilaban por la mansión de mis padres.
Hasta que Rosalie llego y se encargó de ponerlo en orden. Había sido cómico, el humor afable y juguetón de Emmet no cambio en lo absoluto. Solo se dirigió. Ella había sido para el cómo un centro a donde dirigir todo. Y había funcionado de maravilla, él había enfocado toda su energía en los negocios de la familia y en su propia familia insipiente.
Mi madre se burlaba de el por eso, decía que era típico de los hombres de mi familia, casanovas, hasta que encontraban a piedra en sus zapatos.
Yo no era tan diferente, eso lo podía ver ahora. Solo mas discreto.
Y sobre no ser tan diferente a mi hermano era sobre lo que estaba inusualmente tranquilo. Antes de conocer a Bella no estaba saliendo con nadie especial, pero si con varias personas nada especiales, pero me tomo una sola cita fallida con ella para cortar con todo eso de tajo. No más coqueteos, no más salidas a cenar sin relevancia, no más sonrisas y guiños de ojo a las más que lindas chicas que seguido se pavoneaban frente a mí. Sabía perfectamente que había encontrado lo que mi madre tan folclóricamente llamo ´la piedra da mi zapato´. Y de la misma manera que mi hermano, lo había aceptado fluidamente.
No era estúpido, no tanto como para no entender la manera en la que estaba actuando, el leve bombing que estaba haciendo con ella, pero sin nada del oscuro transfundo al que usualmente estaba relacionado.
Realmente ella no había salido de mi mente desde ese primer show en el que la vi, su reluciente cabello oscuro en contraste con la pálida piel, apenas coloreada por su casi permanente rubor. Era toda piernas largas y torso esbelto, con una sensualidad tan fina como sus delicadas facciones.
Nunca fui tímido para invitar a salir a nadie, una negativa no me iba a matar, por más linda que fuera la chica, siempre habría otra que diría que si, además, tenía espejos en mi casa, sabía muy bien lo que veían cuando me acercaba a ellas, pero con ella, no junte el valor suficiente para invitarla a salir sino hasta después de varias sesiones.
Incluso, después de esa sesión, me sentía incomodo de salir en otras citas. Lo intente, porque Edward Cullen no es ningún cobarde, pero no me atraía la idea de llegar a ningún además de a pedir la cuenta y dejarlas en la puerta de su casa de nuevo con dichas chicas. Todas muy lindas de ver y todo, pero yo quería ver a otra.
Cuando me agarre los pantalones y por fin la invite, su rostro de sorpresa y posterior felicidad me tubo en las nubes desde que me dijo que si hasta que llego el momento de recogerla en su casa. Me senté frente a ella toda la cita tratando de sacar todo mi mejor repertorio para ella, ser el más corte, el más ingenioso. Cuando quiso ir a un bar conmigo después del restaurante para seguir platicando, sentí que la noche se hizo más brillante. Y cuando después del bar quiso acompañarme a mi departamento tuve el impulso de comprar un billete de lotería, porque a ese punto ganarlo sería la menor de las suertes.
Vaya sorpresa me llevé cuando me desperté desnudo y solo la mañana siguiente, con nada más que su aroma en mis sabanas y un labial del mismo tono que ella había usado tirado en el piso de mi cuarto.
Sentí como si me hubieran pateado, busqué por todos lados una nota, siendo un grandísimo idiota por supuesto, porque si ella hubiera tenido algo decirme, por supuesto que hubiera podido solo mandarme un mensaje a mi celular.
Después de unos cuantos mensajes sin contestar, como por arte de magia, la agencia de modelos de la que todo el mundo se burlaba de mi por trabajar como staff, me llamo y me pidió asistencia para otro shot, acepte sin siquiera ver mi horario.
Quería verla, el hospital no se iba a derrumbar si yo no estaba.
Todo había sido un estira y estira de ahí en adelanta, porque sin duda Bella no aflojaba su desconfianza hacia mí.
Era demás decir lo mucho que yo había disfrutado nuestra noche juntos y en ese momento pensé que ella también, su cuerpo había sido extremadamente receptivo a mí.
Pues poco me duro el gusto, porque entendí muy rápido que mis habilidades como amantes aprendidas por algunos años no iban a jugar ningún papel a mi favor con ella.
Así que busque cuales de mis habilidades si lo serian.
Podía ver ahora, como esto era exactamente lo mismo que le había sucedido a Emmet, o incluso a mi padre. Y estaba muy tranquilo al respecto.
Como si de manera inconsciente hubiera aceptado mi suerte.
No estaba de más decir que mi suerte tenía la cara de un ángel sobre largas piernas, cuerpo de reloj de arena y me miraba como si yo tuviera la respuesta a todas las cosas importantes de la vida.
Había manejado por una buena media hora, por las calles de la ciudad, sin realmente decir a donde iría. Dejando que mi mente rondara la duda que tenía.
La quería.
La quería en vida, en todos sus aspectos.
Quería que me quisiera.
Y quería que supiera que la quería en todos los aspectos de mi vida.
Ella era escurridiza y a veces obtusa en su afecto hacia mí, siempre esperando el momento en que la defraudara, no estar lo suficientemente cerca de mi para poder escapar con facilidad. Emocional y físicamente.
Tenía que poner las cartas sobre la mesa y quizá también leérselas, para que entendiera que no quería una novia con quien revolcarme hasta que me fastidiara y cambiara de cama a la siguiente.
Una parte de mi cabeza, rogo que ese tampoco fuera el caso de su lado.
Finalmente, con la decisión hecha y mi mente más tranquila, doble la dirección del coche sobre el semáforo y me dirigí a mi casa.
El mensaje de texto que ella me había mandado se había derivado en una pequeña conversación, sin relevancia, sobre nuestro día, ella estaba en la ciudad y no tenía ninguna campaña en corto plazo. Así que supuse que estaría libre el domingo
Me estacioné en mi lugar regular en el sótano del edificio y subí al elevador hacia el departamento.
Me encantaba el lugar.
Un lof, en una esquina del edificio, amplio, con 2 paredes enteras de las 4 hechas prácticamente de cristal, con vista a la ciudad entera.
La primera vez que la traje aquí se burló diciendo que seguramente más de alguna había caído solo con la vista de los ventanales.
No me encantaba su inmediato mecanismo de defensa, pero me tranquilice antes de dejarle saber que ella era la primera chica que traía a mi casa. Y por alguna razón, enserio quería que fuera la última.
Además de mi madre y hermanas claro.
Ella no me creyó, por supuesto. Pero no dijo nada más.
Mi departamento era mi lugar seguro, en esta ciudad donde mi apellido era ampliamente conocido, donde las empresas de mi familia eran mencionadas por sus buenas inversiones y estable posicionamiento, teniendo un trabajo como residente en un hospital con muchos pacientes, mi departamento era mi lugar de paz, enteramente mío, decorado a mi gusto, pensado exclusivamente en mis necesidades.
No era un patán, no salía con mujeres queriéndolas dejar como objetos al margen de mi vida, solo. No había encontrado con quien abrirme de aquella forma. Quizá ella no lo veía de esa forma, pero mi invitación de entrada a mi apartamento era una metáfora a más cosas. Una que ella se tomó con sospecha y aprehensión. Como supuse lo haría.
Pero quería pensar que iba superando esa etapa.
Así que me senté en el sofá que quedaba frente la chimenea de gas, la cual encendí de manera distraída, sin molestarme en encender las luces del departamento, conformándome con las luces de la ciudad que iluminaban tenuemente y la incipiente luz del fuego. Me relaje con el calor que empezaba a irradiar y tome mi teléfono para escribirle otro mensaje.
Apenas he llegado a mi casa, pero tengo pereza de cocinarme algo. Acompáñame a cenar. Paso por ti.
Parecía que lo estaba ordenando, pero la seguridad no dejaba espacio a negativas, ¿Qué no? De cualquier forma, ella tenía la última palabra.
¿Tienes pereza de cocinar, pero no de pasar por mí? Te costaría menos esfuerzo hacerte un sándwich.
Termino su mensajito con una carita que sacaba la lengua. Al principio pensaba que este tipo de comentarios era ella mandándome a volar, ahora entendía que era ella protegiéndose de ilusionarse. Así que le respondía con la verdad, usualmente la relajaba.
Verte me quita la pereza, eres mucho mejor que un sándwich, hasta podría olvidar que tengo hambre.
Tenía más cursilerías pensadas, pero no quería evidenciarme tanto. Su mensaje sonó casi enseguida.
Dame 15 minutos.
Su departamento estaba a 20 minutos del mío, con poco tráfico, así que en cuanto recibí su mensaje, subir las escaleras al mezanine donde estaba mi habitación y me cambia el traje quirúrgico a un pantalón de vestir azul oscuro y una camisa blanca. Hacia frio afuera, pero no el suficiente aun para ponerme un abrigo, así que tomé una chamarra de piel que ella me había regalado cuando recién comenzamos a salir y me detuve un momento frente al espejo más largo de lo que pensé para arreglar cualquier detalle. Cuando estuve conforme, me reí de mismo. Carajo, lo que hacía por esta mujer.
Tomé mis llaves y cartera y volví a bajar al auto.
El viaje a su casa tome menos tiempo de el que pensé, pero igual en cuanto le mande el mensaje de que ya estaba afuera de su edición no tardo ni 30 segundos en responderme que bajaba.
Bella vivía en una zona sencilla de la ciudad, su edificio era… sencillo también.
Sin seguridad, sin portero, sin elevador. Solo un cancel frontal y escaleras que conectaban a todos los pisos. Había estado en su departamento en nuestra primera cita, limpio, un poco desordenado, un pequeño cuarto con una cama chica y separado de la sala y el comedor.
No entendía porque ella vivía ahí. Sabía que su familia no tenía lugar en su vida para apoyarla. Pero ella había tenido mucho éxito en los últimos 2 años en su carrera. En los meses recientes se había vuelto una celebridad menor. Había sido fotografiada con modelos de altos nombres de la industria y con las celebridades que los rodeaban. Incluso me consiguió una firma de Justin Bieber como regalo de cumpleaños para una de mis compañeras.
Podía pagar vivir en otro lugar, carajo podría venir conmigo incluso, pero la única vez que había sacado el tema, ella se había cerrado como una ostra por el resto de la tarde. Así que había preferido no sacarlo de nuevo, sin embargo, con el éxito que estaba teniendo, lejos de ser un lujo sería una necesidad que consiguiera un lugar más seguro pronto.
Había estado tan absorto en mi tren de pensamiento que salte en mi asiento cuando un sonido desde la puerta del pasajero me distrajo, vi su rostro sonriente desde atrás del vidrio y quite los seguros tan rápido como volví en mí mismo.
Ella se sentó junto a mí, luciendo una falda corta con medias y unas botas, debajo de un abrigo corto color marrón claro, en su cuello el collar con el pequeño dije que le había regalado. Me tome un segundo para apreciarla mientras se acomodaba en su lugar y volteaba a verme, con su preciosa sonrisa, con sus labios pintados de rojo, con el resto de su maquillaje el mínimo, porque no necesitaba ninguno.
-Hola guapo. – me dijo ladeando levemente su cabeza.
Le sonreí de vuelta, aunque creo que había sonreído desde el momento que abrió la puerta del auto, subí mi mano hacia el costado de su cara, acariciando lentamente su pómulo, llevado un mechón de cabello hacia atrás de su oreja y acercándome a darle un beso. Ella tomo mi mano que se quedó tomando su nuca y me correspondió el beso con ganas.
Me separé de ella cuando sentí otras partes de mi cuerpo contagiarse se alegría.
-Hola para ti- le dije acomodándome en mi lugar, viendo de reojo sus mejillas arreboladas y mirada un poco desubicada. Trata de componerme rápido y no evidenciarme más a mí mismo. Seguía sujetando mi mano y aprovecha el contacto para traer la suya hasta el tablero de cambios uniendo nuestros dedos.
Ella volteo a ver nuestras manos, como mirando con curiosidad el detalle. Pero no dijo nada y no quito la suya, al contrario, cerro sus dedos con un poco más de fuerza sobre los míos.
Ella no era particularmente especial con la comida, pero hacia días que me había comentado de un lugar de comida japonesa que quería probar, así que dirigí el auto hacia esa ubicación.
No parecido tomar importancia de donde estuviera manejando, contentándose con preguntarme de mi día y contarme animadamente del suyo, no se me escapo la manera en la que se inclinaba hacia mi sobre el reposabrazos, o como en ningún momento del viaje retiro su mano de la mía.
Cuando llegamos al lugar su precioso rostro se ilumino un poco.
- ¿Cómo sabias que quería venir? – me pregunto distraída de su anterior comentario.
Le giñe un ojo sin decir nada más.
Sali del auto, adelantándome rápidamente para rodearlo, porque sabía que si no lo hacia ella no esperaría a que le abriera la puerta. No pretendía criarla ni nada, pero si había algunos detalles que me gustaría que cediera.
Llegue a tiempo para sostenerle la puerta y darle la mano cuando salió del auto, aprovechando un poco el tiempo para observar mientras acomodaba la primera pierna en el piso, como la bota que traía llegaba apenas por debajo de la rodilla, estilizando su de por si larguísima pantorrilla, terminando en un tacón fino, que estaba seguro se sentiría muy bien sobre mi deslizándose sobre mi espalda.
Se valía soñar.
Ella volteo hacia arriba sorprendida, ausente de mis cavilaciones, mientras le ofrecí la mano. Me sonrió muy amplio y acepto mi ayuda.
-No hace falta que hagas eso, soy una mujer moderna – me dijo tomando el brazo que le había ofrecido.
Le di una mirada burlona.
-Dame el gusto Bella, por favor. -
Ella no dijo nada más, pero se sonrojo e inclino su cabeza sobre mi hombro mientras caminábamos a la entrada del restaurante.
La hostes nos dijo algo de la lista de espera y que tenían pocas mesas. En lo particular no estaba tan interesado en la comida, sino en la compañía y Bella dijo que no le molestaba esperar, así que le dijimos que esperaríamos, en lo que un conocido compañero de negocios de mi padre quien salió aparentemente a supervisar a la entrada se acercó a saludarme y se acercó a la chica a susurrarle algo. Ella nos volvió a llamar y me pidió disculpa asegurando que tendrían una mesa disponible en unos segundos.
Bella se rio y dijo que seguramente la pobre chica acababa de llegar a la ciudad o nunca se había desenvuelto en el medio.
-Tu tampoco habías escuchado mi apellido la primera vez que hablamos, le recordé como apenas y me dio la hora la primera vez que la vi.
Ella se sonrojo y miro hacia otro lado.
-Precisamente por eso, creo que me pongo en su lugar. - se rio apenada.
Le voltee los ojos para que me viera, sin quitar la sonrisa que ella permanentemente provocaba en mí y me incline a besar el tope de su cabeza.
No paso ni un minuto en lo que la chica en cuestión entro nuevamente a donde nos encontrábamos y nos guio hacia un área más bien privada del restaurante ofreciéndonos una mesa, la tomamos sin decir más y se fue después de asegurarle de asegurarle que no había molestia alguna.
-Mi vida, por favor deja que te saque la silla- le a mi muy independiente novia, quien ya se encontraba cerca su asiento. Ella me sonrió con pena.
-Atrapada.
Me reí y me acerqué, sin perder la oportunidad de darle un beso antes de acomodarla en su asiento.
El lugar era más bien moderno, un cuanto acento asiático sobre paredes oscuras con iluminación baja, música de fondo y luces de ambiente. Voltee a verla a ella mientras seguía prestándole atención al local. Cuando termino su inspección y volteo su mirada hacia mi sintiendo mi intenso escrutinio, su rostro se coloreo.
-Te ves hermosa- le dije para aligerar mi obvia observación.
-Bonita chamarra- me contesto con una sonrisa coqueta.
Me reí y fingí observar dicha chamarra mientras limpiaba una existente basurita sobre mi hombro.
-Me la dio mi novia, linda ¿no? - ella estaba sonriendo, iluminada en parte por las luces de colores del local, hacían ver su rostro de querubín mas profundo.
-Tiene buen gusto- Me respondió pavoneándose un poquito.
-Oh! Lo tiene, me escogió a mi- deje que mi voz destilara malicia y le guiñe un ojo.
Ella se rio, rompiendo contacto con mi mirada viendo hacia el lado.
Sabía que podía coquetear. Pero últimamente se veía más tímida cuando lo hacía conmigo, me gustaba pensar que era su mascara cayendo poco a poco. Confianza, me recordé a mí mismo. Necesitaba confiar en mí.
Extendí mi mano sobre la mesa para tomar una de las suyas y la llevé a mis labios.
La mesera llego para dejarnos el menú y tomar la orden de nuestras bebidas.
Le insistí a Bella que pidiera por mí y que pidiera una entrada, ella se rio diciendo que se iba a quedar sin trabajo por subir de peso gracia a mí. Me ahorre los comentarios sobre que si eso pasaba yo me haría cargo de ella, porque sabía que la pondría incomoda, así que solo la moleste diciéndole que las modelos de tallas grandes ahora también se estaban haciendo famosas. Ella me aventó una bolita de papel, pero igual pidió lo que le comenté.
La comida era buena y las bebidas también, aunque ella no podría haberlo sabido porque tomo agua y su rollo de sushi se veía más bien sencillo. No estaba seguro sobre los hábitos alimenticios de Bella. Pero habíamos pasado el suficiente tiempo juntos para poder dar fe de si haberla visto comer adecuadamente en varias ocasiones, solo nunca entre comidas, nunca en destiempo y jamás comida basura o cosas muy grasosas, añadí ese detalle a mi lista de cosas por algún día preguntar. Estaba consciente de su trabajo. Pero no estaba seguro de si esto era algo que ella cuidaba por cuidarse a sí misma o por algo mas.
Pedimos la cuenta y me asegure de dejarle una propina decente a la pobre chica que seguramente ya había recibido un regaño por no estarse al tanto de los chismes de la ciudad.
Al salir del restaurante, ya no tuve que insistir a Bella que tomara mi brazo ni tampoco que me dejara abrir su puerta, porque me dejo hacerlo sin chistar, lo tome como una pequeña victoria.
Rodee el auto hacia el lado del conductor, entrando en él, cuando tome mi asiento, con el coche solamente iluminado por las luces tenues del restaurante, me di cuenta que en realidad no estaba listo para dejar a Bella en su casa aún.
Encendí el coche sin decir nada, viendo la hora, en el tablero. Las 23:00. No era tan tarde, era viernes, no tenía que ir al hospital al mañana y hasta donde ella me había dicho, no tenía planes para el día siguiente.
Sin embargo, además de bares y quizá algún club, no se me ocurría que más proponerle hacer a esta hora, pero ninguno de esos lugares enviaba el mensaje correcto en este momento.
Ella debió sentir mi vacilación, porque fue la primera en romper el silencio.
-Es temprano aun- dijo, como leyéndome la mente.
Sonreí con alivio volteando a verla, deseando que estuviéramos en sintonía sobre lo que pensábamos. No quería dejarla aun, pero quería más privacidad. No un lugar concurrido.
- ¿Te gustaría venir a mi departamento? - no adorne demás la invitación, no queriendo verme tan nervioso como me sentía.
Ella vacilo un momento, pude ver el miedo corriendo furtivamente por un segundo en su mirada.
-Sin segundas intenciones- hice el gesto de los Boy Scout sobre mi pecho – quizá un beso o diez, pero se los límites.
Ella volteo a verme con sus ojos enternecidos y se rio de mi seña.
-Me encantaría- dijo.
Se sentí triunfante. Tomé su mano del reposabrazos y le di un tronado beso en el dorso.
-Quizá tengan que ser unos quince besos, pero ya no te puedes retractar. – le dije mientras sostenía su mano sobre mis labios.
- Te daré 20 – me dijo subiendo las cejas.
- En ese caso, me saltare todos los semáforos.
El camino a mi casa fue tranquilo, ella conecto su celular por bluetooth a mi estéreo y escuchamos música el resto del camino.
Llegamos a mi departamento en enserio muy poco tiempo, me dejo abrirle la puerta y en esta ocasión ella solicito mi brazo cuando caminaba lado a lado, me reí y la abracé por la espalda mientras entrabamos en el elevador, pegándola bien justo hacia mí.
Me sentía nervioso. También me sentía estúpido.
No llevaba otras mujeres a mi casa. Pero no era como que nunca hubiera pasado la noche con alguien.
No presentaba novias a mi familia, pero no era como si nunca hubiera tenido una.
Sentía mi corazón golpear mi pecho fermente y la mano que no la sostenía a ella, temblaba ligeramente.
Habíamos hablado ya sobre los límites físicos de nuestra relación, ella me dijo que estaba comenzado a ir a terapia, pero aún no se sentía lista para intimar conmigo, me lo había dicho cuando le pedí que fuera mi novia, esperando una reacción negativa de mi parte, supuse. Le prometí que esperaría lo que tomara. Me lo prometí a mí mismo también.
La quería, a ella. teníamos mucho tiempo por delante.
Trate de calmarme cuando el elevador llego a mi piso y marque el código de ingreso a mi departamento, dejándola entrar primero.
Pensé en encender las luces de ambiente del lugar, pero me detuve, sintiendo que eso se vería sospechoso para mi objetivo final, así que me decidí por prender las normales, dejando el espacio mas brillante.
Igualmente, encendí la pantalla de la sala, diciéndole que escogiera una película, mientras yo nos serví 2 copas de vino.
Había una pantalla igual de buena en mi cuarto, frente a mi cama, en donde ella se vería preciosa acostada.
Pero decidí que ya estaba teniendo de por si bastante suerte.
Regrese a la sala, viéndola perfectamente sentada, con las rodillas juntas y la espalda derecha en mi sillón, recorriendo la lista de películas en la aplicación de streaming.
Dejé las copas en la mesa de café y senté a un lado de ella, pasando mi brazo por sus hombros trayéndola hacia mí. Ella se relajó en mi costado y finalmente escogió una película de comedia, preguntándome si estaba de acuerdo, podría haber elegido sharkneido y yo igual le hubiera dicho que estaba perfecto.
Su postura cambio apenas lo mínimo, recargándose apenas contra mi costado.
-Mira esto- le dije, mientras me movía para apretar el botón que reclinaba ligeramente la espalda del gran sofá, pero que levantaba un amplio reposapiés. Me acomode a mis anchas sobre el mueble y si bien ella se veía divertida, aun note su posición rígida.
- Vamos, ven acá- tome una de sus piernas, sin jalarla a ella por completo para no asustarla, tomando su pantorrilla para liberarle de la bota que sin duda dejaría marcas en espalda, algún día.
-Que haces? - me dijo riendo, no se veía molesta, si no un poco apenada.
No interrumpí mi labor de liberarla de su otra bota mientras le contestaba.
-Ponerte cómoda, aunque un poco a fuerzas- cuando liberé su segundo pie le di un apretón suave s u pantorrilla, sin permitirme a mí mismo subir la mano más arriba de su rodilla.
Ella me miro con una sonrisita y se acercó a mí, subiendo sus rodillas por mis piernas y recargando su rostro en mi pecho, acomode un brazo por su espalda abrazándola más hacia mí.
-Pensé que tenías una afición por los pies por un momento- dijo contra mi pecho cuando nos habíamos acomodado. Su tono claramente burlándose de mí.
Me reí fuerte abrazándola más.
-Solo los que vienen en botas. - Le respondí, medio en serio.
Nos quedamos dormidos al poco tiempo, ni siquiera recuerdo nada de la película, solamente la cálida respiración de Bella en mi costado y su suave figura pegada a mí.
En mi ensoñación me preguntaba cómo podía ser tan delgada y tener todas las curvas en los lugares correctos. Parecía como si alguien la hubiera esculpido así.
Me desperté un poco de tiempo después, algo incomodo por la posición, con los hombros tensos y el cuello también, ella seguía pegada a mí, gracias a Dios. La habitación estaba iluminada en la luz azul del fondo de los créditos que aun circulaban por la pantalla de la televisión.
Me moví un poco para sentarme mejor, tratando de no despertarla, la acomode mejor en el sofá y apague la televisión, dejando solo encendidas las luces de ambiente del primer piso del departamento y mire la hora en mi celular. Eran las 2 am, no era momento de que ninguno de los dos saliera a la calle y volteando a ver su pacífica expresión me di cuenta que probablemente tampoco era momento de despertarla.
Era un departamento con un mezanine, que básicamente era un segundo piso completo porque la altura de dicho mezanine era la de un piso normal, pero me gustaba la sensación de amplitud que le daba al resto del lugar, sin embargo, las luces de abajo apenas y alcanzaban a iluminar las escaleras y el inicio del segundo piso.
Tome a Bella en brazos al estilo de novia, admirando como esta chica tenía el sueño bastante pesado, o enserio estaba cansada, que ni siquiera se inmuto cuando la levante. Subí con ella en mis brazos hasta el segundo piso donde el espacio entero estaba dedicado a mi habitación y la deje en la cama california King que dominaba el espacio, tratando de no pensar en lo bien que se veía en medio de ella y en los varios escenarios en los que suponía que se vería incluso mejor en ella.
Era un bastardo caliente, nunca lo había notado de esta manera. Nunca se había sentido tan apremiante, ciertamente. Guarde ese pensamiento un minuto, porque con ella en mi cama no era el mejor momento para ahondar profundo en eso.
La tape con una cobija pesada y peludita que seguramente mi madre habría comprado y la deje con la gigantesca cama para ella sola.
Me moría de ganas de meterme con ella en la cobija, aunque solo fuera para abrazarla y quizá, restregarme un poco en ella como un adolescente. Pero no se sentía como que fuera el mejor momento para hacerlo, podríamos intentarlo después, cuando ella estuviera consciente, para ver cómo se sentía al respecto. Por ahora guardaría mi pene en mis tristes pantalones. Tomé otra cobija del interminable armario de blancos que mi madre y mi hermana habían armado para mí y me dirigí al sillón del primer piso, dejándome caer en el arropado en la cobija y fácilmente dejándome llevar por el sueño que aún me llenaba.
Sentí como una onda de cálida luz barriera atreves de mi cabello, acompañado de un sonido musical repitiendo mi nombre, traté de atraparlo, para traerlo más cerca de mí, pero no, la luz se alejó y un sonido de campanas vino del lugar donde supuse se encontraba.
Repitió mi nombre con más claridad y me di cuenta que tenía los ojos cerrados. Regrese mi mano más cerca de mí mismo y me talle la cara, tratando de desperezarme antes de abrir los ojos.
La luz del departamento me dejaba saber que estaba clareando, probablemente aun ni siquiera terminaba de salir el sol. Bella estaba muy cerca de mí, como sentada en el suelo, para que su cabeza quedara a la altura de la mía, mientras estaba acostado en el sillón.
Enfoque su rostro tras un segundo, el maquillaje de sus ojos corrido un poco, haciéndolo ver ahumado, sus labios algo hinchados y su cabello por todos lados, parecía salida directa de mis mayores fantasías.
-Qué hora es? - le pregunte con mi voz saliendo más ronca de lo que pensaba.
-Las 5 de la mañana- me respondieron con las mismas notas musicales que habían movido mi sueño.
Me deje caer de nuevo sobre la almohada, echándome la cobija sobre la cabeza.
-Un rato más- le dije
Las campanas sonaron de nuevo y entendí que lo que escuche en mi sueño fue su risa, jalo la cobija fuera de mi cara, permitiéndome ver la suya de nuevo.
-Alguien es un ave nocturna, ¿eh? - se burló de mí.
No lo era, particularmente. Era un residente de neurocirugía. Me levantaba a las 4 am todos los días, para alcanzar a hacer mi rutina de mañana y estar en el hospital revisando pacientes antes de las 5:30. Dormía hasta hartarme cuando podía, que no era tan seguido. Y esta semana había cubierto muchos turnos extras para poder juntar favores y tener todo el fin de semana libre y poder dedicárselo a ella y a mi familia.
No iba a decirle, tenerla aquí era mi placer, aunque quisiera levantarme.
Gemí audiblemente y volteé mi cara contra la protección de la almohada.
-es temprano- murmure, pensé que quería que la llevara a su casa, lo haría si me lo pidiera enserio, pero quizá pudiera ganarme un poco de tiempo más con ella si fingía más mi sueño.
-Deberías venir conmigo a la cama- me dijo tocando mi cabello.
Alce la cabeza volteando hacia ella, como un ciervo viendo a la luz de un coche.
Ella se rio de mi precipitado movimiento.
-Gracias por dejarme la cama anoche- me dijo sonrojándose un poco- pero no me hubiera molestado haberme despertado contigo a mi lado, estaba un poco confundida cuando me desperté- cada palabra hacia su sonrojo más profundo y me pregunte que era lo que realmente paraba por su cabeza.
Pero no iba a desaprovechar la oportunidad.
Le sonreí y me levanté en un movimiento del sillón, recogiéndola del piso para cargarla junto conmigo. Ella se carcajeo y me pregunto que estaba haciendo, pero no puso ninguna resistencia mientras la subía por las escaleras por segunda vez en unas horas.
-Te sostendría por siempre- le dije cuando insistió que era demasiado pesada. No lo era, era ligera como una pluma, pero no quería decir nada que la hiciera sentir incomoda, y con todas sus cálidas curvas y suave cuerpo pegado al mío, si la sostendría hasta que se me cayeran los brazos.
Supuse que mi elección de palabras fue correcta, porque cuando la deje en la cama, me jalo para darme un beso y quedar encima de ella, con mis caderas entre sus piernas que se ceñían abrazándome por detrás de mi espalda.
Me encantaba.
Demasiado.
Así que antes de que me siguiera encantando me separe de ella aprovechando que tomo aire y estirando un poquito el cable a tensión que era mi deseo por ella en ese momento, nos acosté a ambos de cucharita y nos cubrí con la manta apretándola fuerte contra mi costado.
Hundí la cara en su cabello y escuche su risa nuevamente mientras ella me decía que le hacía cosquillas mi respiración, sople un poco más fuerte en su nuca sintiéndola retorcerse un poco y deje que la inconciencia me tomara de nuevo.
No nos despertamos nuevamente hasta casi medio día. La verdad me despertó las ganas de ir a orinar y cuando regrese, Bella ya estaba sentada en el borde de la cama, poniéndose las botas.
- ¿Pensabas huir mientras estaba en el baño? - le dije mientras me acostaba nuevamente, trayéndola conmigo. Ella rio, peleándome un poco, pero al final se acostó conmigo, dejándome ponerla encima de mí, le di libertad de acomodarse como ella quisiera sobre mí, para mi sorpresa, se subió a horcajadas, con sus piernas a cada lado de mi cadera. Me acomode con una almohada detrás de la cabeza, para disfrutar la vista.
-Muy tarde para eso, literalmente- me molesto con una sonrisa listilla, que se ganó un pequeño pellizco en la cadera atreves de sus medias. No le dolió, o tal vez sí. Pero me dio un buen manazo en el pecho por eso, me reí, porque para ser tan menuda tenía la mano muy pesada, tomé su mano llevándola hacia mis labios. Deje su mano ahí, besando sus nudillos uno por uno. Me sentía muy cómodo con ella. Una parte de que nunca hubiera traído a nadie a mi departamento era la hora de partida, apreciaba mi tiempo y mi espacio, no me hubiera sentido cómodo con haberle pedido a ninguna mujer que se fuera. Pero la idea de que ella se fuera me dejaba insatisfecho, deseaba tenerla más tiempo, por pequeño que fuera lo que estuviéramos haciendo. Pero parecía que ella tenía otras ideas. Me dejo seguir mi exploración con su mano y usando la misma acuño mi rostro para inclinarse a besarme. Aprecie el gesto, siempre lo hacía.
-Pediré un Uber- me dijo separándose de mi- ya he tomado mucho de tu tiempo. – su sonrisa era genuina pero cautelosa. Ella me tenía muy bien medido.
La tomé de los muslos, sosteniéndola antes de que pudiera quitarse de encima de mí y subí las manos por su cadera, siendo cuidadoso en no meterlas por debajo de su falda. Parando hasta que subí por su cintura y hacia atrás de su espalda, para traerla hacia mí, besándola más insistentemente.
-Yo te llevo si tienes que irte ya - le dije separándome de ella, no me perdí su cara de ensoñación o su sonrisita sonrosada- pero por mí, quédate todo el día.
Ella se rio, con su rostro sonrosado brillando con una cautelosa felicidad. Desee que no tuviera esas reservas.
-Vas a hartarte de mí si me quedo más tiempo- ella se enderezo, aun sentada sobre mi regazo apoyo ambas manos en mi pecho- después de todo ya invadí tu cama toda la noche.
Me reí, porque ella no tenía ni idea, o si lo hacía, lo disimulaba bien.
-Tú puedes invadir mi cama todo el tiempo que quieras- le sonreí, a lo que ella no tuvo más que ponerse de una coloración más intensa de rojo.
Trato de quitar sus manos de mi pecho, a lo que las sostuve ahí con las mías, fue apenas un roce, no quería que perdiera el contacto, ella pudo haberlas quitado sin problema.
-Enserio Bella- Sabia que físicamente iríamos lento, pero no quería hacerla sentir incomoda además siendo demasiado sugerente todo el tiempo- me encanta tenerte aquí. - acomode su cabello detrás de su oreja, aprovechando para rosar su pómulo en el proceso. – y si no recuerda, yo fui el que te insistió para que me dieras más de tu tiempo hasta que te tú te hartaste y me diste otra cita.
Ella sonrió, negando con la cabeza hacia abajo. Su cabello de princesa sacudiéndose con el ritmo de sus movimientos.
-No fue ningún sacrificio. – adoraba su sonrisa, adoraba que parecía siempre responderme con ella últimamente. -Pero no quiero imponerme.
Sacudí mi cabeza hacia ella y me senté más derecho, abrazándola por la espalda, trayéndola toda hacia mí.
-Tengo todo lo que quiero aquí Bella, no me gustaría nada más que pasaras el día conmigo. Si no tienes planes o algún lugar donde estar. - ella subió sus manos hacia mis hombros sonriendo siguió, hasta cruzar sus brazos detrás de mi cuello, pegándose a mí por completo.
-Me gustaría quedarme- me dijo simplemente antes de besarme.
Sentí sus labios sobre los míos, insistentes, suaves y tan cálidos. Desee quedarme ahí con ella por horas, pero conocía mis límites y su cálido aliento con su suave cuerpo pegado a mí, eventualmente llegaban ellos muy rápido. Para mi suerte, su estomago gruño. Causando que ella se despegara de mí, visiblemente apenada.
Se quedo viéndome un segundo, con sus enormes ojos abiertos de par en par, hasta que su estómago se contrajo de nuevo de manera audible.
-Lo siento – dijo como asustada.
Me reí de ella y dejé un beso sobre su frente.
-Vamos a desayunar- le dije moviéndome de la cama para levantarme y ponerme algo además de mi arrugada ropa de ayer. – no pasara mucho tiempo en que a mí me de hambre también, y tu estas tan hermosa que podría comerte.
Ella se rio de mis tonterías y me vio ir al closet a buscar ropa.
-Sabes- dijo mientras yo no decidía que ponerme, viendo a mi ropa fijamente- podría cocinar.
Sinceramente, eso ni siquiera se me había ocurrido. Yo no cocinaba, no había realmente comida en mi cocina, estaba equipada, mayormente por mi madre, pero no creía que pudiera encontrar nada que fuera preparable, se lo dije y ella se encogió de hombros.
-Hay un mercado ambulante que se pone a la vuelta de estas calles, en un parque a unas cuadras, podríamos comprar algo ahí.
La idea de Bella cocinando en mi casa se sentía extrañamente atrayente. Nadie lo había hecho además de mi madre. Sabía lo profundo que estaba abriendo mis limites por esta mujer, pero yo ya había cambiado muchas cosas para poder integrarla a mi vida, así que decidí que, si bien iba a caer redondo por ella, mejor lo iba aceptando por completo.
Así que ella se puso su abrigo y yo me cambie en unos jeans cómodos, una camiseta de manga largo y un suéter informal y salimos del edificio donde estaba mi departamento.
ella insistió en caminar, riéndose de mi cuando le dije si caminar en los zapatos de tacón de aguja que llevaba no le iba a molestar. Se encogió de hombros y me dijo que al final de cuantas, caminar en zapatillas y lucir perfecta era lo suyo.
Me hizo reír bastante así que la abrace contra mí y disfrute del pequeño paseo con la perfecta criatura en zapatillas a mi lado.
Llegamos a el parque viendo el mercado ambulante que ella había prometido, me pregunto que me gustaría desayunar y le dije que me sorprendiera con su espacialidad.
Ella parecido habérselo tomado muy enserio, porque visito cada puesto del mercado, comprando cosas aquí y allá. A decir verdad, no preste tanta atención de que compro. Disfrute de la mañana, viéndola escoger con una inusual alegría entre las frutas de temporada, de vez en cuando alguno de los granjeros de ofrecían una muestra que ella compartía conmigo, cuando estuvo satisfecha con las compras regresamos a la casa, donde puso manos a la obra en la cocina, me gustaría decir que la ayude en algo, pero a decir verdad, creo que solo le estorbe, encerrándola entre mis brazos y la encimera de la cocina o robándole pedazos de fruta que estaba cortando, pellizcando el queso que ella había sacado o hasta escondiéndole la espátula a veces.
Ella se rio de mis payasadas e incluso en un momento me dio una nalgada a manera de regaño por molestarla.
Eventualmente, nos sirvió a los dos un plato de huevo con papa y queso y dos hotcakes cubiertos de crema y fruta que se veían espectaculares.
No escondí ni un segundo mi cara de asombro cuando acerco el plato a mí.
-Se ve estupendo Bella, no tenía idea de que podías cocinar así- tome una buena porción del huevo con mi tenedor, casi estoy seguro que gemí cuando se me lleno la boca del sabor que tenía. – ¿No quieres venirte a vivir para acá mejor?
Ella se carcajeo, desestimando mi comentario, que no era tan en broma como podía haber sonado.
-Tu departamento de soltero acaba de perder la virginidad de su cocina.
-Bueno, siempre hay una primera vez, me da gusto que fuera contigo- le dije siguiendo llenándome la boca de la deliciosa comida, pero espere a tragar antes de seguir- además de eso, ya no es un departamento de soltero, ya no lo estoy. – me estira a su lado de la isla de la cocina y de di un beso en la frente.
Ella bajo la mirada a su plato sonriendo, pero no dijo nada más.
Terminamos de desayunar mientras ella me contaba de algunos proyectos con campañas para algunas marcas que tenía en puertas, hacia poco había sido fotografiada con saliendo de un evento en compañía de un rapero y su novia y otras 2 modelos de la lista A de celebridades del momento y eso había abierto puertas a varias ofertas de trabajo. Me dijo que eso supondría algunos viajes fuera de la ciudad, pero que seguramente ella volvería rápido entre cada campaña.
Pensé por milésima ocasión la invitación de mi madre. Quizá ella pensara que era muy pronto aun, o quizá eso lo pensaba yo.
-He hablado con mi madre- le dije mientras lavábamos los platos, yo lavaba y ella secaba, volteo a verme, con sus ojos curiosos instándome a que continuara. Le sonreí – Me ha dicho que quiere conocerte, le gustaría que desayunaremos con ella, mañana.
Cada palabra parecía poner más sorpresa en la cara de Bella, quien no dejaba de verme con los ojos abiertos de par en par.
Yo me reí por dentro de su cara de impresión, no sabiendo por dónde empezar a hablar, quizá había sido muy precipitado en decirle todo de golpe.
Iba a decirle que no tenía que sentirse obligada a ir cuando ella hablo primero.
- ¿Le has hablado a tu madre sobre mi? – su voz sonaba totalmente incrédula
Tuve un impulso de ser un poco idiota, de tomarle el pelo sobre el hecho de que ya le había pedido que fuera mi novia formalmente, así que no había punto en negárselo a mi madre, pero antes de abrir mi sarcástica boca, entendí que quizá a ella nunca le habían dado ese lugar en una relación.
-Claro. Eres mi novia, quiero que ellos te conozcan.
Ella parecía perpleja, como si el mensaje fuera casi codificado.
Terminamos los platos que estábamos haciendo y ella jugo un poco con el paño que estaba usando en sus manos.
-Sabes, - hable para romper su nerviosismo. - no tiene por qué ser ahora, no para nada si no los conoces.
Me desanimaba un poco. Pero suponía que esas cosas le tomarían un tiempo-
-No, no. – me dijo viéndome a los ojos, aun retorciendo al pobre paño entre sus manos. – me tomo por sorpresa, pero me encantaría conocerlos, ¿ellos saben cómo nos conocimos? ¿No les molesta que estes viendo a alguien como yo? - hablo mirando sus manos
Acerque mis manos a las de ella, retirándole el bendito trapo antes de que lo rompiera, me miro tratando de disimular su abatida mirada con una sonrisa.
-No te ves con claridad Bella- la atraje hacia mí, sin resistencia alguna de su parte, solo se acomodó contra mi pecho y rodeo mi cintura con sus brazos. Nos quedamos ahí unos segundos hasta que ella hablo.
- ¿Debería llevar algo en particular? Suena como un evento importante- me reí y besé su cabeza. Sin duda era un evento importante, nunca antes realizado en 29 años de vida, que yo les presentara una mujer a mis padres.
-Mi madre va a estar encantada de conocerte, tiene años rezando que yo encuentre alguien para mí. - ella inhalo profundo dentro de nuestro abrazo, pero gracias a Dios ya no dijo nada negando la declaración anterior, solo recargo su rostro más sobre mi pecho y rasco con sus manos un camino sobre mi espalda.
La noche anterior había sido dolo dormir y acurrucarnos y esta mañana me había regalado algunas caricias robadas, así como dulces besos. Pero sobraba decir que yo era un cable a tensión en este momento. Hay cierta cantidad de tiempo que uno puede pasar envuelto alrededor de una mujer sin sentir la tensión aumentar exponencialmente.
Pero ella parecía querer jugar, me jalo nuevamente hacia el segundo piso, hacia mi cama, se quitó las botas y para mi agrado, la falda junto con su blusa de cuello de tortuga. Supuse que me quede viéndola fijo como un tarado, porque cuando volteo a verme se sonrojo hasta la raíz del pelo.
-Dijiste que querías dormir lo más que pudieras- me dijo con una sonrisa traviesa. Subiéndose a la cama sobre sus rodillas y acercándose a mí que estaba en el otro lado, extendiéndome una mano.
Sonreí y volteé la cara hacia abajo para tratar que quitarme la imagen de sus preciosos pechos saltando en su sostén mientras se movía por la cama. Porque eso no iba a ayudar al objetivo final.
-No voy a poder dormir. – le dije volteando a verla otra vez, ella tenía una sonrisa malvada sobre su rostro.
Me encantaba verla así.
Tomo mi mano igualmente y me jalo a la cama. Me reí e hice lo que ella me indico. Camine de rodillas en la cama, hasta ponerme justo enfrente de ella, paso sus manos por mi cuello y pego su pecho al mío, besándome profundamente. Me deje llevar con los labios y su suave cuerpo, deje mis manos subir por sus costados desde sus caderas, por su trasero y su cintura, sujetándola contra mí. Nos empuje hacia atrás de su espalda, cayendo recostados sobre la cama conmigo encima de ella. envolvió sus piernas mi cadera y empuje contra ella, ganándome un gemido ahogado de su parte.
Me encanto el sonido, me separe de sus labios, bajando por su cuello con besos. Hundió sus manos en mi cabello y por un minuto pensé que estaba tratando de detenerme, pero apretó su llave sobre mi cadera y me sentí envalentonado de seguir adelante.
Me sostenía con una mano en la cama, para no dejarla sentir todo mi peso, y con otra mano subí hasta su espalda, la mire a los ojos cuando alcance el broche de su sujetador. Ella me veía intensamente, sin ningún signo de vacilación, así que desabroche la maldita cosa como pude y lo saque de su cuerpo tan rápido como pude.
Nos habíamos visto desnudos en una ocasión ya. Sabia cuando deslumbrante era, pero realmente deseaba repetirlo. Baje mi cabeza sin prisa, siguiendo un camino de húmedos pesos por su cuello, clavícula y pecho, hasta sus senos, enterrando mi rostro entre ellos, aspirando su aroma, dividiéndome entre acariciarlos con mi mano libre y recorrerlos con mis labios, hasta sus rosados pezones, donde parecido disfrutar particularmente de las atenciones de mi boca.
Ella llevo sus manos a el botón de mis pantalones. y contra todo lo que es bueno, la detuve.
-Esto es para ti- le dije sin separar mi boca de su piel.
-No tengo porque ser egoísta-
Pare mi revisión por un momento para subir hasta sus labios y tomarlos en los míos, reclame su boca con ferocidad. Invadiendo con mi lengua mientras ella gemía ligeramente.
-El egoísmo es todo mío- dije en su oído cuando sentí que se me acabo el aire y deje de besarla. - quiero oírte gemir y decir mi nombre.
Sentí el calor de su piel bajo mis palabras, pero no me quito, ni tampoco me impidió seguir.
El deje quitarme la ropa, pero no la ropa interior, ella me dejo terminar de desvestirla, medias y todo.
Volví a conocer todo su cuerpo con mis manos y mi boca, retrocediendo en mis avances cuando sentía que algo de mis atenciones la ponía incomoda. Quería que sintiera lo bueno que podía ser, que supiera que podía encargarme de ella y de su placer, que confiara en mí.
Eventualmente llegue a su cadera, dejando besos en las crestas de su pelvis hasta el comienzo de su sexo, separando sus estilizados muslos con las manos, mientras la veía a los ojos, con una pregunta no dicha.
-No tienes que hacerlo. - su mirada nerviosa, su voz era una mezcla de excitación y vergüenza.
-Quiero- le dije con tanta simpleza que no pensaba que dejara duda de lo crudo de mi deseo. – pero si tu no, me detendré.
Ella volteo la vista hacia la pared, su rostro mortificado. No quise presionarla o ser grosero. Pero tuve un pequeño impulso de reír, solo ella podía sentirse así de avergonzada de querer recibir placer de un hombre dispuesto.
-Nadie lo hecho antes – admitió volteando a verme con bastante vergüenza en su mirada.
Bese el interior de su muslo y ella se retorció con cosquillas.
-Quiero hacerte sentir bien, parare cuando me lo digas- ella trago grueso y asintió con la cabeza. Yo le sonreí.
Continue con mi labor, provocándola primero, hasta tenerla retorciéndose, levantado sus caderas, para luego hundirme de lleno en el sabor de su centro, buscando el centro de placer y llevándolo entre mis labios, chupando y besando, invadiendo su cálido interior con un dedo. Ella se tensó ante mi intrusión y me retire de inmediato. Me disculpe con ella y seguí con mi tarea antes de que ella pudiera sobrepensarlo más.
Sus altos gemidos fueron mi premio. Sumamente orgulloso de mi mismo, cuando sus gemidos se transformaron en un grito apagado y todo su cuerpo se contrajo para luego relajarse por completo.
Subí por su estómago y pecho, acariciando la piel a mi paso con mi nariz y labios hasta su rostro, mientras ella tenía los ojos cerrados y una sonrisita adornando su arrebolado rostro.
-Fue asombroso – dijo cuando me heche al lado de ella en la cama.
Claramente el ego no me cabía en el cuerpo.
Le sonreí y la traje hacia mi acurrucándola contra mi costado, sintiendo como enredaba sus piernas con las mías y recargaba su rostro en mi pecho.
No me di cuenta en qué momento volvimos a quedarnos dormidos, pero nos despertamos alrededor de las 3 de la tarde.
Bella insistió que era mejor que regresara a su departamento para poder arreglarse para el desayuno con mi madre al día siguiente, a pesar de mi sugerencia de que trajera sus cosas y pasara esta noche aquí.
También insistió en tomar un Uber, pero a eso no le hice caso, la llevé a su departamento, tardándome más de lo necesario en mi beso de despedida, mientras ella se reía de mí y de mi berrinche por no querer dejarla salir del carro.
Hice el camino de regreso a mi casa con la cabeza en las nubes, así que apenas llegué, decide que necesitaba producir otra fuente de endorfinas, además de pensar en ella. me cambio en ropa de deporte y me dirigí al gimnasio, supuse que el agotamiento físico serviría de igual forma para quemar toda la energía que había acumulado con su cercanía.
Dejé mi celular en mi bolsa del gimnasio y solo me puse los audífonos, dejando fluir el tiempo. Estuve ahí hasta que ninguna otra urgencia física me aquejara.
El lugar era amplio y de varios pisos, pisos, con clases de diferentes deportes, yoga, pilates, mil males.
había una alberca olímpica en el sótano que visitaba con más regularidad para matar el tiempo.
Había un par de caras conocidas para mí en el gimnasio. Algunas que incluso tuvieron la valentía de aproximarse a recordarme que no les había contestado los mensajes en semanas. No que tuviera ninguna obligación con nadie. La verdad ni siquiera había salido con ninguna, quizá algún coqueteo inofensivo o alguna insinuación cargada.
Pero debía de admitir que antes de ella era un coqueto terrible.
Cuando volví a mi casa, abrí la puerta del departamento apreciando como la luz de las farolas de la calle y los otros edificios iluminaba a través de la pared de cristal, camine hace la sala, viendo el espacio abierto a media luz, algunas cosas habían quedado fuera del lugar en el que yo las ponía normalmente como evidencia de el paso de Bella por este lugar. Sentí añoranza ante esto. Nunca había notado la quietud de mi vida hasta ella. no hacia la gran cosa en este departamento, tenía un teclado el cual usaba practicar o entretenerme por ratos, pero incluso esa zona de mi departamento estaba estática, con apenas algunos cambios en la partitura que estaba estudiando sobre el atril.
La cocina, ahora limpia, pero con sutil evidencia de la actividad que hubo en ella previamente. Los platos sobre el escurridor, casi nunca usado, junto con los sartenes, además de la gaveta de los condimentos que yo apenas y había notado que existía, había sido asaltada por Bella al cocinar. Lo único que realmente sabia donde se encontraba era la cafetera, el café de grano y el bote de azúcar, los cuales también habían conocido al huracán de mi novia recolocándolos a su conveniencia.
Me senté en la sala, justo enfrente de la cocineta, lo suficientemente cerca de la ventana para alcanzar a ver la ciudad debajo de mí, así como mi casa desde un Angulo más abierto, desde ese punto alcanzaba a ver el mezanine con la cama destendida, cama de la cual yo extrañamente ocupaba y destendia más del tercero de la derecha donde usualmente dormía.
Toda la casa tenía pequeñas muestras del paso de Bella por ella y se sintió sobrecogedor como me gustaba esos detalles. Lo sentía más orgánico, más como un hogar.
Nunca me había dado cuenta de lo impersonal que era mi casa, lo eficiente que eran los espacios, casi completamente dispuestos para que los habitara en soledad, ahora me daba cuenta que incluso el mismo diseño del departamento que yo había escogido se basaba en que la única privacidad que necesitaba era los ventanales de una sola vista desde la calle, pues nunca hubo más nadie de que quien yo ocupara privacidad.
Me descubrí a mí mismo pensando incluso en la posibilidad de mudarme a una casa más grande.
Casa; patio, cochera, cuartos, en plural. Para poder tener un espacio para ella, para que pudiera tener un lugar para ella cuando estaba conmigo.
Me levanté del sillón, sacudiendo esa imagen de mi cabeza de momento y me dirigí al baño, sintiendo a todos los músculos de mi cuerpo protestar.
Estaba bien que aceptaba mi destino tal como era, pero incluso mi enamorado trasero sabía que estaba tirándome de boca muy pronto.
El día siguiente no pudo llegar lo suficientemente pronto, a pesar de que estaba físicamente agotado, estaba sumamente ansioso por verla, tanto incluso que durante la noche pensé en que me iba a poner y como me iba a arreglar.
Por la manera que ella aún se comportaba a mi alrededor, ella probablemente aun creía que tenía que cuidarse conmigo, lo que no sabía es que había domado al Don Juan con nada más que unas cuantas sonrisas y un par de besos.
Me vestí de manera más casual, unos pantalones café claro y una camisa con cuello blanca, debajo de un suéter azul oscuro. No era particularmente mi estilo el parecer que estaba listo para un juego de golf, pero si era el e mis padres, así que podía jugar con eso. El día se veía nublado, y por el movimiento de los árboles debajo en la calle, podía adivinar que estaría bastante helado, así que tome un saco de un color similar al del suéter de cuello en V y tome mis llaves y mi cartera, saliendo de la casa.
El camino a su departamento fue muy rápido, parecía que el gris domingo había disuadido a todos de salir de sus casas, excepto por la pequeña multitud que me tope esperando fuera del edificio de departamentos de Bella.
Aparque en casi frente al cancel principal y observe a la pequeña muchedumbre que se veía bastante emocionada.
Desde donde podía notar, eran más bien jóvenes, quizá entre 15 a 20 años, mayormente mujeres, pero varios hombres de apariencia mayormente inofensiva. Saque mi celular del bolsillo y marque el número que a este punto conocía mejor que el mío.
-Hola- me contesto una vocecita inusualmente tímida al segundo timbre
-Buenos días mi vida. - le dije con voz melosa, había descubierto, entre muchas otras cosas, que me encantaba llamarla por apelativos de cariño. – ¿Sera que la multitud de adolescentes frente a tu puerta, tienen algo que ver con la supermodelo internacional que se niega a vivir en un edificio con seguridad privada?
- No creo, debe de ser porque Kylie Jenner es mi vecina. – su voz destilaba sarcasmo.
me sonreí.
- ¿Quieres que suba por ti? - me ofrecí.
-No- su vos alargo la última letra con algo de displicencia- Son inofensivos, solo muy ruidosos.
Me pregunté cómo es que estaba tan segura de eso, supuse que porque esto no era algo tan nuevo para ella. Pocos minutos después Bella apareció por la puerta de entrada del edificio y los adolescentes se agitaron aún más. Ella firmo autógrafos y se tomó fotografías, hasta que aparentemente habían quedado felices. Después de acerco a mi carro despidiéndose con la mano de los chicos que se marchaban felices.
Ella se dirijo hacia mi auto, abriendo la puerta y sentándose en un movimiento rápido, en cuanto su cuerpo estuvo contra el asiento, se relajó visiblemente, cerrando los ojos, apoyando la cabeza contra el respaldo.
-Tienes razón- dijo al cabo de unos segundos, me volteo a ver con toda la fuerza de sus orbes oscuras. – necesito mudarme.
-Bueno, hola a ti también- le sonreí abiertamente, dejé a un lado cualquier comentario de ´te lo dije´, porque ya ni siquiera venia al caso- te ves preciosa. – realmente no había tenido tiempo de notar lo que usaba antes de que se subiera al auto, demasiado ocupado en observar que ninguno de los niños se propasara con ella, pero ahora en la seguridad de la cabina, podía apreciarla con más detalle. Se veía tan elegante y casual como siempre lograba verse, como si no le costara nada de esfuerzo. Ella había dicho en alguna entrevista para medios digitales – las cuales por supuesto que vi todas en YouTube antes de que ella aceptara volver a salir conmigo- que no era precisamente la más actualizada en el tema de la moda, prefiriendo ser más atemporal, pero que había aprendido sobre la marcha.
Se veía como un millón de dólares para mí, usaba un saco café sobre una blusa cuello de tortuga en tonos grises, que a pesar de no ser ajustada estilizaba su perfecto torso con elegancia, unos pantalones negros, de denim, que le quedaban a la perfección, debajo de botas sin tacón de un color muy similar al de su saco, poco maquillaje y sus característicos labios rojos. Sus mejillas estaban sonrojadas por el frio y su cabello caía en suaves ondas a los costados de su rostro. Yo no podría saber cuándo esfuerzo ponía en realidad en su apariencia en este punto, pero la había visto recién levantada y me parecía igual de hermosa.
Ella me sonrió en respuesta, mostrando sus blancos y perfectos dientes superiores. Tome su mano y la lleve a mis labios, sin soltarla más que un segundo para poner cambiar el modo del auto a drive, antes de descansarla con ella de ella en el reposa brazos.
-Podemos buscar un lugar con el que estes tranquila en la semana, si quieres- trate de no presionar tanto en el asunto. Pero si veía la necesidad le diría que se fuera conmigo a mi departamento hasta que encontráramos algo mejor para ella.
Hablamos de cosas insustanciales mientras manejaba a la casa de mis padres. Alejándonos de la ciudad hasta bien salidos los suburbios, con casas cada vez más grandes en terrenos cada vez más amplios.
Ella veía las casas pasar por la ventana, viéndose cada vez más extrañada.
-Pensé que tus padres vivían en Chicago. - me dijo la listilla después de un rato-
-Aún se considera Chicago por donde está la casa.
Hiso un ruidito incrédulo
- ¿Vas a dejarme en medio del bosque a ver si puedo regresar sola sin perderme? - su tono burlón picándome las costillas.
-No veo porque- le dije sin perder la vista al camino- se perfectamente que te perderías- me burlé, habíamos salidos a algunos lugares de sky, en los cuales mi preciosa chica mostro su nula habilidad de autoubicacion perdiéndose en la nieve a media tormenta, poniéndome en riesgo de un serio ataque al corazón, pensando que ni siquiera había convencido a la chica de ser mi novia y ya la había comprometido gravemente. Apareció un tiempo después, para nada sorprendida de haberse perdido.
Ella me piso las costillas, ahora literalmente, con su largo dedo. Causando que me alejara de su tacto riéndome.
-Ey- le dije, dándole un pequeño aleteo con la mano, sin querer realmente darle a su mano. - si me distraes vamos a chocar. – ella pareció componerse en su asiento, pero su cara de malicia no cambio.
Eventualmente llegamos a la desviación en el camino que llegaba a la casa de mi familia, un camino de frondosos árboles, de aproximadamente un kilómetro, que se abría a un pequeño prado, donde la casa alzaba, como un ente en si mismo.
-Wow. - exclamo.
Sabia a lo que se refería, mi madre tenía un gran talento, la casa era como un gigante que vivía en el bosque, blanca inmaculada, pero de alguna forma, parecía como si siempre hubiera pertenecido ahí.
Estacione el auto, frente al garaje y rodee el auto para abrir su puerta. Ella salió del carro, viendo hacia todos lados. De fondo se alcanzaban a oír los ruidos de los animales y el cauce del rio que circulaba cerca de la casa.
-Creciste aquí? - me pregunto con asombro.
Asentí, recordando como era vivir de niño con mis hermanos, jugando por el bosque.
-De niños no nos gustaba tanto- le dije, provocando su indignado asombro- estábamos muy lejos de nuestros amigos de la escuela- me encogí de hombros y la abracé por la cintura, guiándonos hacia la escalinata del porche de la casa.
-Me hubiera encantado crecer en un lugar así- su voz no ocultaba ni una pizca el asombro que ella sentía.
Anote mentalmente esos pequeños comentarios.
Las puertas dobles de la entrada se abrieron antes de que pudiéramos llegar a ella, mostrando a mi muy ansiosa madre detrás de ellas.
Ella nos sonrió ampliamente, pude vislumbrar a mi padre detrás de ella, antes de que nos envolviera a ambos en un abrazo, mi madre era una mujer menuda, pero asombrosamente fuerte, nunca lo había notado.
Nos soltó un momento más tarde.
-Que gusto me da tenerlos aquí hijo- dijo lo anterior mientras se hacía para atrás, con sus ojos verdes, vibrantes de alegría. Nos jalo adentro de la casa, argumentando que nos había tenido en el frio de la emoción. En el recibidor de la entrada estaba mi padre, con un atuendo bastante similar al mío, si debía decirlo. El me vio de arriba abajo y se rio entre dientes, para luego dirigirle una mirada a mi novia, con un discreto gesto de aprobación.
Me adelante un paso, poniendo mi mano en la espalda baja de Bella.
-Mama, papa- me aclare la voz un segundo, lo que hizo a mi padre sonreír hacia mi- les presento a Bella, mi novia.
Ella sonrió hacia ellos, con nerviosismo pintado en todos sus armónicos rasgos, extendió mi mano hacia mi madre, murmurando que era un gusto conocerla, mi madre tomo su mano, usándola para acercarla levemente y envolverla en otro abrazo. No me paso desapercibida la cara de cómica sorpresa de Bella, quien era unos buenos 10 centímetros más alta que mi madre al menos. Ella se relajó en un segundo bajo el abrazo constrictor al que estaba sometida y una sonrisa real pinto su rostro. Eventualmente Esme la soltó, solo para tomarla por los hombros al alejarse un poco.
-Pero mira nada más, eres una muñeca, se ocupaba alguien como tu para atrapar a mi hijo.
Quizá meterme en un hoyo y morirme, literalmente. Esme lo decía enserio, pero también lo decía para molestarme.
Mi padre se carcajeo detrás de su esposa y se adelantó un paso, tomando a su mujer por la cintura mientras ella soltaba a Bella.
-Mucho gusto, soy Carlisle- dijo el con tono jovial, extendiéndole la mano a Bella, quien estaba colorada hasta la raíz del pelo, con un gesto que se dividía entre ser divertido y totalmente apenado.
-Mucho gusto señores Cullen. – respondió ella-
Mi madre agito la mano y le insistió a Bella que les llamara por su nombre, mientras tomaba su mano y las dirigía hacia la cocina y al desayunador con vista al jardín y al rio, haciéndole una animada platica sobre como yo nunca había traído nadie a casa y como de preocupada estaba ella porque no encontrara a nadie para mí.
Desaparecieron por la entrada de la cocina mientras aún se oía el feliz murmullo de mi madre.
Mi padre volteo a verme, con una ceja levantada, y las esquinas de sus labios también, no ocultando para nada la diversión que le causaba la situación.
-Deberías haberlo visto venir, ella tuvo muchos años para avergonzar a Emmet, hasta que se cansó, contigo tiene guardando todo eso ha tenido tiempo de perfeccionarlo.
Rodé los ojos dramáticamente y solté un suspiro exagerado que causo una carcajada de mi padre, quien me abrazo por los hombros y nos encamino a donde estaban ellas.
Así que, sí.
No tengo excusa, ni perdón, ni nada, por el tiempo que he dejado esta historia abandonada. Pero el plan siempre fue crear capítulos que pudieran o no tener conexión los unos con los otros de manera temporal, para mostrar como la relación de estos dos crecía.
No es mi plan que esta historia se vuelva dramática, más bien construir la relación y los personajes. Pero creo que podría cambiar eso si la historia da para más.
Este capítulo en particular es una continuación muy cercana del anterior. Pero había rondado mi cabeza de esta manera durante años y finalmente pensé que esa historia merecía tener su propia continuación.
Les agradezco mucho a todos, el tiempo de leer y que le den oportunidad de pasarse por aquí. Como les he mencionado en mi otra historia en curso, esto se ha vuelto una terapia, una manera de desfogar el contenido de mi mente, que quizá en mi vida cotidiana ya no tiene mucho lugar. Si alguno tiene algún comentario de cualquier tipo y desea dejármelo en la sección para ellos, se los agradecería enormemente.
Gracias!
