Me veo en la necesidad de explicar que no estoy de acuerdo con las relaciones entre un adulto y una niña y que esto solo es un fic, no se tomen nada personal.

Me gusta mucho este ship crack y no podía sacarme de la cabeza esta cosa sucia. Lo siento y bueno no lo siento.

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No apartaba su mirada de él, sus ojos azul cielo tenían una extraña intensidad para una niña de su edad. Una malicia conocida comenzaba a formarse en ellos, Claudio reconoció esos ojos y el laberinto de emociones que escondía. Después de todo, ella era una De Rochefort. Su linaje estaba maldito, su clan tenía sangre mancillada por el mal. Aunque digan que se erradicó con el bautismo y la sangre de Cristo, él sabe que no es así. Podrán tener una fortuna, negociar con bancos, países, empresas y el petróleo, pero la mancha que existe sobre sus raíces no desaparecerá jamás.

El salón estaba a la mitad de su capacidad por la recepción de bienvenida a los peleadores para el siguiente torneo. Aunque trato de evadir sus ojos, esconderse entre otros tres luchadores que hablaban, Lili lo perseguía como los halcones a sus presas. Ignoró completamente a la niña del clan Kazama. A ella la investigó también por los dones de su familia. Claudio nunca se sintió más asechado que en ese momento. Escapó de asesinos seriales, algunos presidentes y reyes del averno que escaparon después de una mala invocación. Como era posible que esa niña de dieciséis años, lo acorralara de esa manera. Claudio pensó que posiblemente ella utilizó su poder vampiro para intimidarlo. O algún tipo de antiguo hechizo pagano.

¿Qué es lo que quería?

Los ojos zarco anhelaban descubrir lo que había bajo su elegante traje blanco. Una ráfaga de frío y vulnerabilidad lo cubrieron de pies a cabeza. Ella estaba mirando su cuerpo y si se lo proponía un poco más, su alma. Aunque incómodo por la intrusión, le devolvió la mirada, más como reto que como respuesta.

Emilie molesta.

Curvó sus labios delgados de un rosa pálido. Como una burla pero había en ellos una invitación. Comenzó a jugar con uno de sus mechones dorados y claramente la vio morderse el labio inferior. Claudio frunció el ceño confundido. La niña estaba coqueteando. Fue aterrador. Ella tenía dieciséis y él pasaba de los veinticinco. ¿En qué mierda estás pensando? Tenía que llamar a su padre y luego huir de la escena. No mancharía su nombre por culpa de una broma infantil.

El saludo de un conocido lo sacó de sus pensamientos y saltó consternado. Lars casi derramó su bebida cuando Claudio golpeó su brazo sin querer.

— ¿Todo bien? — preguntó el sueco tratando de ser más amigable.

Habían tenido la oportunidad de conocerse después del torneo pasado, Lars sabía que Claudio ayudó a su vieja amiga, Zafina y buscaba "curar" a Jin, también que Xiaoyu era cercana a él. Eso lo hacia un aliado.

— Pareces un poco nervioso— dijo y señaló la copa de vino intacta— tú nunca rechazas un buen vino.

Claudio intentó sonreír, miró su copa y bebió.

— Me siento un poco abrumado. No estoy acostumbrado a estar rodeado de tanta gente, es todo — mentira no era, a Claudio no le gustaban los lugares concurridos y prefería el silencio de su habitación y la calidez de la gente cercana. Era natural siendo alguien que vivió en el anonimato y las sombras por mucho tiempo.

— Entiendo… ¿quieres salir a tomar aire fresco? La terraza está por allá — Lars señaló a la derecha.

Antes de observar el lugar, volvió a sentir esa mirada de jade que recorría su espalda, no quiso comprobarlo, sabía que la encontraría hurgando entre los pliegues de su ropa. Tomó la palabra de Lars y se fue a la terraza, un escape perfecto antes de que alguien se diera cuenta de la forma inapropiada que Lili lo miraba.

Las luces de la ciudad se veían lejanas, como las veladoras de la iglesia de su pueblo natal allá en la Toscana. Era una noche fresca, casi fría. El vino era bueno. En medio de ese silencio pudo despejar mejor su mente y recordar porque estaba ahí. Xiaoyu lo había abandonado minutos después de llegar a la recepción justo cuando se encontró con Asuka Kazama. Y la última vez que vio a Zafina, conversaba muy animada con Shaheen. Claudio sólo quería regresar a la habitación de su hotel y perfeccionar el plan que él y Xiaoyu habían trazado para salvar a Jin. Todo ese ruido lo agobio. Sobre todo después de recordar que su organización quedó expuesta gracias al viejo sucio de Heihachi que afortunadamente estaba muerto.

Se bebió el resto del vino. No era vino italiano, era chileno y estaba decente, pensó que sería bueno pedir una botella. A lo lejos la música se mecía junto con las voces animadas de los invitados y las sonoras carcajadas de Paul Phoenix. Una ligera ventisca de aire refrescó su piel, suavizando el color de sus mejillas. Fue una última que la noche no tenía estrellas por la gran cantidad de nubes grises. En un par de horas quizás, caería una tormenta.

— ¿Quieres más vino? — Lili apareció como una visión espectral en medio de la noche, llevando una botella de vino y sonriendo. Su vestido rosa pálido arriba de las rodillas y botines de tacón, resonaron fuerte en el espacio— Te vez muy solitaria.

—Estoy bien, gracias—respondió Claudio. Hizo una diminuta reverencia antes de dirigirse a la puerta.

No quería estar en el mismo lugar que ella, su presencia lo atormentaba, deseaba que fuera una pesadilla, despertar y lavar su cara con agua fría. Lili estaba muy cerca, cortando el espacio personal de ambos. Una botella en la mano derecha y la otra sobre el pecho de Claudio. El instinto de supervivencia se activó en él y reculó unos pasos hacia atrás, pero ella lo siguió. Hasta que quedó atrapado entre la barda de concreto y ella.

Notó que ambos tenían la misma altura, sus rostros se encontraban a corta distancia. Ella extremadamente divertida y halagó las bonitas pecas de Claudio. Podía oler claramente el perfume de la niña y apreciar la limpieza de su piel rosada. Saliva trago.

—¡Por dios! ¡Tienes dieciséis! Sabes que puedes meterme en problemas…—exclamó Claudio alterado. Miró hacia todas partes, dándose cuenta de su error.

Ella soltó una pequeña risa.

— Es eso… pensé que me odiabas, sí solo es por la edad, no te preocupes, el tiempo pasa muy rápido.

— ¡Basta! — Claudio empujó a la niña y rápidamente se alejó de ella

— ¿Por qué me evade? — la voz de Lili fue dura, un reclamó a un viejo amigo que no ve desde hace mucho— No tienes ningún título del clero como para rechazar a una mujer, ¿o es por lo que paso con Eliza? Yo no tengo la culpa de que se haya escapado del sótano, no sabía que era un vampiro, ella es mi hermana y…

— ¡Ella no es tu hermana! Tiene más de cien años, no seas absurda…— levantó la voz desesperada. Esa niña se había tomado demasiada confianza solo por un evento infortunado entre su familia y su organización. Además recordó la forma en que ella lo asechaba—no lo tomes personal—dijo antes de caminar a la puerta.

— ¿Entonces, porque me rechazas?— su voz sonaba dolida, como si le hubieran roto el corazón — Esa cara— dijo ella acercándose con cautela — tan arrogante, ¿acaso no soy digna?— Claudio no respondió, la miró fijamente intentando que Ella entendiera que no estaba a gusto con la situación pero no le demostró miedo—por eso me gustas, no me vez desde abajo, pero tampoco estás por encima de mi, somos iguales, pero no lo notas.

— No lo somos, niña, ubica tu lugar primero y después me hablas— se quiso alejar.

Claudio entendió a donde iba esta conversación. Estaba acostumbrada a tener todo lo que deseara, incluso personas. Él estaba en su nueva lista de deseos.

— Nunca fue esa mi intención— se encontró dando explicaciones que no eran necesarias. Para él, ambos eran desconocidos, no había nada que los vinculara, ni siquiera Eliza—lamento que te sientas de esa manera, pero no veo porque deba importarte. No busques mi aprobación, Emilie, no soy nadie importante para ti.

Lili se movió rápido, con un grácil movimiento de ballet le impidió el paso a Claudio. Empujó la botella en su pecho, Claudio la sostuvo mientras ella se apoyaba de su hombro derecho. La media luz de la terraza y la oscuridad no le permitían ver con claridad que estaba haciendo ella, pero la sentía más cerca de él. Aspiró la calidez y el vaivén de la respiración de sus senos sobre su cuerpo.

Su toque lo desequilibró y tembló al ver la sonrisa de Lili. Ella se estaba divirtiendo, Claudio solo era un nuevo juguete al que había que probar. Debía estar muy aburrida para haberlo seguido hasta ahí.

Quería decirle que no lo tocara que ni se atreviera a rozar su piel con uno de sus mechones de oro. Ella tiene la sangre sucia y él es sagrado. Suda agua bendita y su cuerpo esta bañado con el espíritu Santo. La miró con insuficiencia, pero Lili no cambió su semblante alegre.

— No… espera— protestó de nuevo y antes que consiguiera alejarse de ella, Lili lo abrazó y le susurró al oído algo que pudo ser una amenaza, una promesa, una profecía escrita hace mil años que ni Zafina pudo adivinar— tú eres para mí. . y un día, pasará— le dio un beso en los labios. Se sintió frío y lo dejo sin fuerzas. La botella de vino cayó al suelo haciendo un escándalo igual que su corazón.

Luego ella rió como si de una travesura se tratase.

Volvió a hacerse el espacio entre ambos. Claudio no respondió, sus articulaciones estaban congeladas. No apartó la mirada de Lili. El terror seguía en su sistema. Ella estaba resuelta, hechando su cabello dorado hacia atrás. Como cuando ganaba una pelea.

Claro que era una vampiresa y una bruja, por su puesto que Eliza le enseñó sus mañas y trucos sucios. Probablemente también quería su sangre.

— No le digas a mi padre, señor Serafino— canturreó mientras guiñaba un ojo, luego se inclinó un poco para hacer una reverencia y se marchó. Llevándose el huracán que dejo a Claudio hecho un desastre.

Nunca había sentido miedo, porque el miedo era un aliado para todos los exorcistas. Aprendió que el miedo alimentaba a los demonios que debía exterminar. Las clavículas de Salomón le explicarán cómo debería conducirse al hablar con esas criaturas. Sin embargo, no explicó cómo debía hacer frente a amenazas de ese tipo.

No es que no supiera tratar con mujeres, sin embargo, nunca ha sido esa clase de hombre que va por la vida conquistando. Su experiencia se resumía a tres novias formales y algunos polvos de vez en cuando. Él sabía quién era y lo atractivo que resultaba para muchos y muchas en la orden, pero nunca nadie se atrevió a ser más cercano. La última pareja que tuvo fue antes de en entrar a la orden y por el secretísimo de la misma, no se involucró sentimentalmente con nadie. Si acaso, sexo ocasional que sucedió pocas veces, como con Zafina. Algo que nadie sabe ni sabrán.

Y ahora una niña de Lolita, lo había vencido con dos frases de imitación. Él no pudo defenderse. Si el objetivo de Lili era que Claudio la tuviera presente en el futuro lo conseguiría. Ella podía medirlo en tantos problemas que iba a terminar en la cárcel o con una orden de alejamiento.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, con el estómago revuelto quería correr al baño a vomitar. El toque de los labios de Lili seguían impregnados en los suyos. Suave y frío. Como el alma de esa princesa vampiro.

Si él hubiera sabido que esto sólo era el principio de su desdicha, hubiera llamado al mayordomo ya su padre para que controlaran las hormonas y las piernas de esa niña.

Se quedó de pie, sobre la botella rota en el piso, el vino desperdiciado. Tal vez eso era una metáfora.

La fiesta continuaba. No quería volver, pero saltar desde un piso tan alto era riesgoso hasta para él. Si ella lo veía escapar de la habitación, le daría el mensaje de la victoria y no quería dárselo, aunque la tuviera.

La bastilla de su pantalón blanco estaba salpicada de vino, parecía sangre y eso llamaría la atención de muchos. Harían preguntas y no quería que supieran que tan involucrado estaba con esa mocosa. Con sigilo desapareció de la fiesta sin despedirse de nadie.

Durmió poco, entre los pensamientos de atrapar a Jin y ahora Emilie, no le quedan muchas opciones. Se sintió culpable de haber llamado la atención de la muchacha. ¿Qué hice mal? Se preguntó, tal vez fue Eliza que manipulaba a Lili para poder llegar a él y obtener su sangre de nuevo. Estaba harto de que los entes malvados no desaparecieran. ¿Y si Lili estaba en peligro? La ansiedad volvió a hacer estragos.

Muy tarde se dio cuenta que cayó en la trampa. Lili se había hecho un espacio entre sus múltiples pensamientos. Pero si no fuera por la misión que es más importante, la corrupción habitaría en su sistema.

Los combates sucedieron y estuvo muy agradecido de no combatir con ella. No sabía cómo reaccionar. Prefirió observar desde la distancia. Muy a su pesar, admitió que era imposible no verla. Claro que era bonita, como las muñecas de porcelana con vestidos de color pastel que vendían en Florencia. A su madre le hubiera gustado conocerla. La nona le haría un vestido con volantes y moños. ¿Por qué estaba pensando así? Se reprimió al recordar su edad.

Anunciaron la pelea de Emilie, se enfrentaría contra Leo. Observando el ring, estaba Asuka Kazama, como llegada desde los cielos, un milagro bendito que lo podía sacar de esto. Claudio recordó que Lili no se separaba de esta chica, al parecer eran amigas, lo que le dio una idea.

— Señorita Kazama— saludó al momento de estar frente a ella— necesito hablar contigo— su voz sonaba alterada pero sin perder la compostura de su porte soberbio y elegante— en privado.

Pero el milagro que él había resuelto como tal se volvió uno de los círculos del infierno de Dante. Asuka Kazama respondió al instante, ella sabía todo el plan, como si fuera parte también del juego macabro de Lili de Rochefort.

— ¿Qué te hizo Lili?— preguntó con pesadez, aburrida de tener que resolver los desastres de su amiga.

— ¿Lo sabes? — inquirió Claudio molesto— todos ustedes lo saben y dejan que pase.

Asuka lo miró con tristeza, conoció su desgracia ya que hubo días en que ella se convirtió en la presa de Lili. Claudio entendió y suspir resignado. Emilie hacia lo que quería con las personas, como si fueran piezas de su ajedrez. ¿Qué eso no hacen también las brujas?

¿Y sí Lili es una bruja vampira?

— ¿Puedes hacer que se detenga? Lo que sea que planee hacer

— Lo intento, pero ella está obsesionada contigo desde que, bueno, su pariente te encontró. Desconozco qué impresión dejaste en ella, pero no deja de hablar de ti. Pagó para que te investiguen. Necesitaba saber todo acerca de tu vida… Ella es así, cuando se obsesiona con algo, no lo deja. Sí, es enfermizo.

Las manos de Claudio temblaron al escucharla. Lili conocía todo de él, es por eso que llevó la botella de vino a la terraza la noche anterior, leía su mente.

—Dice que su familia y la gente como tú, están destinados a estar juntos— Asuka continuó —Ustedes toman el poder de los demonios que destruyen para usarlos por el bien, por esa razón deberías estar con ella, eso dijo. Está loca… ¿quieres que llamemos a su padre? Ella es menor de edad y no quisiera que te metiera en problemas. No creo que use eso en tu contra pero ya no sé de lo que es y no capaz de hacer.

Hubo un silencio triste. Compartieron el mismo pesar. Kazama relajo los brazos antes de continuar. Los ojos de ambos seguían en el ring. Leo acorraló a Lili y ella intentó escapar con un brinco elegante que falló contra la ofensiva de Leo.

— A mi me hizo lo mismo— recordó Asuka con nostalgia— compró el Dojo de mi padre y me obligó a vivir con ella, dice que soy su mejor amiga, y puede que sí, pero lo fui por amenaza y ahora por convicción. Lili necesita mucha ayuda y cariño. Se siente sola y su exagerada necesidad de atención la hace hacer tonterías. Así que elegí quedarme porque la quiero ayudar…

Ella era sincera, aunque el resentimiento por como se dieron las cosas era persistente. Quizás un día expresaría lo mal que se siente al no poder oponerse.

Asuka sintió lastima y afecto por ella, una estimación que se le tiene a un perro herido o perdido. Dudaba que él llegase a tener ese mismo sentimiento algún día. Quería alejarse por completo y continuar con su vida.

Claudio meditó un momento las palabras de la joven Kazama. Se veía cansada y fastidiada como si estas cosas pasaran muy a menudo, como si Lili la envolviera siempre en ideas descabelladas e ilegales. Se hizo a reír cuando se dio cuenta de lo hilarante que era todo. Un hombre de su edad siendo manipulado e intimidado. El líder de los arqueros de Sirio, exorcista experimentado, cazado por una niña caprichosa que aún colecciona osos de peluche.

— Es una locura… debería solo ignorarla— Claudio se dijo a sí mismo, aunque la respuesta de Asuka le heló la sangre.

— Eso mismo dije yo, no quería tener nada que ver con ella, ni ser su amiga, no porque me fuera desagradable, pero Lili es de esas personas que no esperas tener cerca. Somos de esferas sociales diferentes. La suya es una que yo no estoy ni cerca de conocer, tú tal vez estés en ella— le recordó— Fue inevitable—continuó— A donde fuera, ella estaba ahí, como un maldito tornado, arrasa todo lo que hay alrededor y construye sobre el a su manera. Ya puso el dedo sobre ti, te maldijo. Creo que también es un vampiro, ¿no crees?

Efectivamente, no había manera de huir de la red de caza de Emilie de Rochefort. Siempre obtenía lo que quería, se quedaba con lo más bonito y terminaba siendo el centro de atención.

— Entonces, ¿qué me sugieres hacer? ¿Dejarme llevar…? Estoy tentado a hacer una llamada a su padre.

Al escucharlo, Asuka se alarmó, eso perjudicaría mucho a Lili. Su padre entristecería y su vida familiar serían un caos y Asuka pagaría las consecuencias también.

- ¡No! No creo que sea necesario—sugirió de inmediato—Tal vez si le das lo que quiere se aburra, ella es así, ve retos y los quiere tomar, si es algo fácil, lo descarta. Puedes probar siendo amable con ella, pero sin cruzar la línea, ya sabes… si alguien te ve, se puede mal interpretar y ahora eres persona pública.

Para ser tan joven, la niña Kazama era muy sabía, hechos de su clan, pensó Claudio. Su consejo tenía sentido pero también era un arma de doble filo.

De alguna manera pareció funcionar la ayuda de Asuka Kazama, el poco tiempo que interactuó con Lili en el torneo, fue amable y cortes. Emilie comenzó a cambiar su actitud, más distante y quizás fría. Ya no le dedicaba miradas, algunas veces respondía educada a alguno de sus comentarios.

Dejo de verla por los eventos que sucedieron después. Jin, Xiaoyu, Zafina, Kazuya, la madre de Jin… Todo fue un remolino de acontecimientos que dividieron a los participantes. En un escenario Hwoaran y Lars entraron a una cueva, Xiaoyu corrió tras de Jin mientras Zafina y Claudio intentaban consumir al demonio. Todo sucedió tan rápido que probablemente no notó algunos detalles. Asuka impidió que Lili saliera a buscarlo. Tuvo que nokearla para poder ir a lado de su tía y no tener estorbos. Todos y cada uno se vieron envueltos en la trama principal. Y al final… Jin no fue exorcizado pero su padre… fue liberado de un dolor profundo gracias a su madre. Lo demás es una tranquilidad momentánea. Porque probablemente, esa hija de Heihachi iba a regresar.

Su escritorio estaba repleto de expedientes que debía revisar antes de firmar. Sus colegas han tenido mucho trabajo estos últimos días en Londres, donde aparentemente se destapó una salida del infierno y deambulaban demonios por todo Soho. Ese fue el mayor acontecimiento durante los últimos cinco años después del último torneo. Ya había planeado un viaje para investigar personalmente que era toda esa actividad infernal que se apoderaba de Reino Unido. Ya que su contacto en el centro de Londres cada día estaba más fuera de si, era lo malo de aceptar tratos son cazadores de brujas retirados. Hablaba sobre el anticristo y una par de entidades sobrenaturales que lo protegieron. Claudio estaba cansado de oír las incoherencias de un viejo.

Los informes no decían mucho, pero siempre se repetía el nombre de una librería: AZ Felland Co. Tomaba notas en dos libretas distintas al mismo tiempo que trazaba imágenes en su iPad. El café se había enfriado y faltaban dos horas para el almuerzo. Volver a las actividades cotidianas como exorcista e investigador, le daban cierta tranquilidad que extrañaba tener. No era que no le gustara pelear o estar en un torneo, pero si era realista, no era lo suyo.

Se entrenó y preparó para resolver los casos que tenía frente a él, por eso era el líder de su orden. Esta investigación en particular lo emocionaba, porque mientras se adentraba, más descubriría misterios y milagros, muchos milagros. Muy extraño para estar relacionado con demonios.

Sin embargo, no perdió contacto por completo con sus anteriores compañeros; algunas veces Xiaoyu lo llamaba para saludarlo y contarle lo bien que estaba en China con Jin. Zafina lo invitó a la fiesta de cumpleaños de Shaheen, al parecer ambos lograron conectarse muy bien. Y ocasionalmente Lars enviaba saludos en mensajes de whatsapp. Sobre Lili, ella se había esfumado. No volvió a saber nada de ella después del último torneo. Hubo curiosidad por saber que fue lo que le hizo alejarse sin despedirse después de su comportamiento. Asuka tampoco había hablado con él. Posiblemente tal como lo dijo, se aburrió y buscó otras cosas más entretenidas.

Para Claudio el tiempo es lo que menos tenía, ni siquiera para detenerse a escuchar sus pensamientos. Lili se seguía burlando de él aunque hayan pasado varios años. Las muchachas de su edad llevan acabo sus acciones guiadas por la curiosidad y la malicia. Había un libro que lo describía y antes de imitar a Humbert despejó su mente y deseó que la hermosa Lili fuera feliz, con un joven de su edad, vivir lo que las niñas como ella vivan. Aunque una parte escondida en su memoria y su pecho, la recordarán con alegría, porque quizá no era el momento. Fue mejor así. No arriesgarse y continuar.

" … la librería presenta alta actividad paranormal, sobre todo en el centro, lo revisamos con un contador de energía electromagnética y los péndulos de obsidiana. El hombre que administra el lugar, desprende una energía celestial auténtica, su presencia nos produce mucha paz y armonía, es como un ángel… "

Claudio leyó en voz alta el reporte de una compañera de la organización que se infiltró en la librería sospechosa, antes de poder continuar, fue interrumpido por el sonido del teléfono. Molesto tomó la llamada, advirtió desde el inicio del día que no se le molestara en pasaran llamadas, si era urgente, alguien más podía atender. Su secretaria le anunció que tenía una visita. Claudio no esperaba a nadie, generalmente agendaba sus reuniones.

— Ella insiste en verlo— dijo Laura al otro lado de la línea.

— ¿Quién es? ¿Cómo se llama?— preguntó Claudio inquieto, masajeando la cien con su dedo índice. Estaba muy ocupado para atender a alguien — si es una cliente, envíala con Ercole, puede agendar más tarde una cita conmigo.

— Emilie de Rochefort— susurró la secretaria, con un tono nervioso. La mirada inquisidora de Lili la acorralaba—por favor atiéndala, parece muy molesta—rogó Laura con temor por su vida.

Claudio se dejo caer en el respaldo de su silla, aún con el auricular en la oreja, suspiro cansado y decepcionado de que el tiempo de tregua allá concluido. Fue tonto creer que ella se rendiría y que cambiaría de opinión. La última vez fue bastante clara. Este tiempo que le dio fue solo para que ella creciera tal vez o, él reflexionara sobre el futuro.

— Bien… acompáñala a mi oficina— ordenó decepcionadao por volver a cumplir los caprichos de esa niña.

Pasaron cinco años, suficientes para que ella se olvidara de sus actitudes infantiles. Debía tener veintiún años si sus cuentas no fallaban. Paso un par de dedos por la frente, cansado. Había dos pilas de expedientes para revisar, firmar y una maleta que preparar el día de mañana. Londres lo tenía engatusado con sus misterios y había contado los días para viajar y encontrar la fuente de todo el azufre que despedía.

El sonido de dos pares de tacones hizo eco en el pasillo, Claudio miró la puerta de su oficina para abrirse. Laura invitó a entrar una mujer alta, con el cabello ensortijado y dorado hasta la cintura. Cerró la puerta y se fue. Lili estaba de pie, con un hermoso vestido rojo, el vuelo de la falda era igual que las usadas en los años 50. Un par de zapatillas blancas con tacón de aguja se movieron en el estudio. Dejo caer sobre el escritorio su bolso negro de Prada y se sentó con las piernas cruzadas. Ya no le provocaba el mismo terror y eso era algo positivo, podía hablar con ella sin miedo al FBI.

— Mucho tiempo sin vernos, señor Serafino— dijo sonriendo de una manera distinta a la niña de dieciséis que recordaba.

La mujer que tenía frente a él era diferente, no solo con facciones maduras, su actitud era más refinada y discreta. Había dejado la burla y el descaro casual de la adolescencia. Probablemente ya participaba activamente en los negocios de su padre. Claudio sonrío sin mucho ánimo.

—A que debo tu visita—preguntó directamente.

— Ya lo sabes… dijiste que el problema era mi edad, ya crecí.

—Yo no dije eso. Ni siquiera recuerdo que hablamos la última vez— hizo una pausa— Y como vez— señaló la pila de expedientes— tengo mucho trabajo y mañana salgo de viaje así que, se breve el tiempo es oro.

—Y yo también—dijo con petulancia la rubia. Se inclinó sobre el escritorio, apoyándose sobre sus codos en la mesa—cásate conmigo, nos conviene a los dos.

Claudio la miró ofendido, arrugó las cejas y luego se burló.

— No de nuevo, Emilie, deja este juego, creí que el tiempo te había hecho reflexionar— aferró su espalda a la silla, sus manos comenzaron a sudar pero no quiso demostrarle lo furioso que estaba con ella. Interrumpir su importante trabajo con trivialidades o juegos, era el límite de su paciencia. Soportar sus burlas a los veintisiete era una cosa pero pasados los treinta, todo se volvió menos tolerante—vete—ordenó con frialdad, tomó las hojas de un expediente para acomodar, restando importancia a la presencia de la rubia—no quiero pelear contigo, necesito concentrarme en este caso.

Lili no se movió, tampoco se mostró indignada. Miró fijamente a Claudio, ella no estaba bromeando. Lo sabía por su semblante corporal. Rígida y firme, sentada en la silla frente a él.

Como una igual.

—Seré breve— dijo ella secamente— tú no vas a encontrar ninguna otra mujer que comprenda tu estilo de vida. Por ahora no has pensado en un heredero pero llegara ese día… Porque los conocimientos de tu organización, se transmiten de una generación a otra, tu madre era un miembro importante, ¿no es así?— hizo una pausa, su mirada feroz y esmeralda atrapó a Claudio—Por otra parte, mi familia tiene reliquias que necesitas como armas. La gente como tú y como yo, están destinadas a estar juntas, porque no somos como el resto, tenemos clanes poderosos que no se mezclan con cualquiera. Hablando de la economía, los recursos de mi familia pueden sostener tu organización, depender del Vaticano al 100% limita tu presupuesto y no creo que tengas tantos clientes como desearías. Heihachi expuso el sincretismo de tu organización. Para muchos, es innecesario porque no creen que existan demonios. Otros creen que son una burla. El Vaticano los sostiene por que nunca han fallado, pero si tienen un error, ¿sabes que pasará?

Claudio la escuchó atentamente. Recordó que ella lo había investigado. Por su puesto sabía todo de él y en cambio, Claudio no conocía nada de Lili, salvo lo que ella quería mostrar al mundo. Lo del heredero era cierto a medias, ese hecho lo veía lejano pero sucedería alguna vez. La economía no iba mal pero justamente como ella lo explicó, el Vaticano condicionaba el presupuesto a los casos exitosos. La sociedad y los medios de comunicación querían conocer más sobre la organización y no lo dejaban en paz solicitando entrevistas. Era cierto, muchos no creían en su trabajo o se burlaban.

Ella se transformó en una gran negociadora. Conforme se hacía mayor, adquiriría más confianza y poder sobre sí misma. Estos años le ayudaron a mejorar sus fortalezas. No era espeluznante como cuando más joven, pero había un brillo de astucia y rebeldía en su cuerpo que cualquier otro hombre hubiera cedido en un o huido por su vida. Claudio estaba en medio de esa premisa.

— ¿Me quieres comprar? Creí que eras de las mujeres que se casaban por amor no por interés—observó a Claudio con dejo de tristeza.

Lili río bajito, con elegancia, cubriendo sus labios con la mano. Claro que era romántica. Creció con historias de princesas de Disney y buscaba en él un príncipe guerrero que la llevara a conocer dragones y hadas.

— Yo me enamoré de ti desde que te vi… — dijo con seguridad— Eliza te buscaba por tu sangre. Y gracias a eso te conocí. No lo creerás pero tal vez es el destino. Tú amiga Zafina me leyó el tarot pero no me quiso responder cuando pregunte por ti. Creo que le gustabas. — Claudio se sonrojó al escuchar el nombre de Zafina. Es mejor que Emilie no supiera el polvo que tuvo con ella mientras la cuido— Sé que en el pasado tu organización le dio muchos problemas a los entes como Eliza, pero también sé…— pausó para darle misticismo a su descubrimiento. Claudio estaba al filo del asiento, esperando más información—que muchos de los arqueros, seducían brujas, vampiros, demonios, para obtener sus poderes y luego capturarlos. Eliza te buscó a ti principalmente porque eres el más poderoso y porque uno de tus ancestros la engañó.

Claudio no negó esa afirmación, en el pasado usaron métodos poco ortodoxos para cumplir sus metas. No sabía que alguien de su clan se aprovechó de Eliza. Meditó un momento. La rubia frente a él iba en serio, desde siempre, desde que tuvo la mala suerte de encontrarse con él. A lo mejor, él también era un demonio despiadado que atormentó a esa pobre alma.

Aunque nunca pensó en Emilie con tintes románticos ni se sintió atraída. ¡Era una niña! Sería un enfermo si piensaba en ella de esa forma. Y ahora… era mayor, reconocía su belleza pero su actitud mandona y prepotente, chocaba con su forma de querer siempre tener el control. No era su seguridad ni lo empoderada que siempre ha sido, era esa soberbia, igual a la suya. Hubo verdad cuando dijo que eran iguales, los dos arrogantes, engreídos pero si pretendían ayudar a otros, eran los primeros en extender sus manos.

— La gente como nosotros pocas veces se casa por amor— confesó Lili— hay atracción física y hasta sexual pero romántico es casi mínima. Puede que te enamores de mí o tal vez no y es un riesgo que corro, porque no veo otra opción para mi futuro. No hay nada. Eres el único que puede llenar ese espacio—miró hacia la ventana que estaba detrás de Claudio. Casi iba a ser medio día. Volví a mirarlo esperando una respuesta.

— Es triste— respondió Claudio— porque tú como muchas mujeres merecen que las amén…

La habitación quedó en silencio, ambos se miraron con fijeza. Claudio pasaba de los treinta y en ese momento no estaba interesado en nadie, el trabajo lo mantenía ocupado. Las relaciones humanas estaban fuera de su atención por el momento. Su visita solo incomodo más su plan de vida.

— Te diré algo, Lili—era la primera vez que la llamaba por su apodo y no su nombre de pila. Suspenso profundo.

Meditó su respuesta. Esta mujer no iba a detenerse tan fácilmente. Su terquedad podía hacer que la torre de Pisa recuperara su estabilidad. Ser perseguido no le convenció ya ella ser rechazada tampoco. Caería en un juego del que nunca escaparía y mucho menos ganaría. Las mujeres se movían por sus deseos, difícilmente se cansaban o cambiaban de objetivo. Debía detener este ciclo. Se acomodó en su silla, le regaló a Emilie la sonrisa más amable y paciente que pudo tener. Grabó las palabras de Asuka Kazama. Lili se fija un objetivo, no es tan simple que lo cambie. Estaba consciente de que la edad le regaló experiencia y madurez. Ella estaba segura de lo que creía sentir. Y estaba cansado de huir, porque el tiempo lo traicionaría una tarde y la gacela seguiría esperando, consumida en el otoño y no quería eso para ambos.

— Conozcámonos, ¿te parece? Hagamos lo que las personas normales hacen, tengamos citas, comamos juntos, hablemos de la música que te gusta, de mi comida favorita, esas cosas básicas que hacen que los humanos conecten… — no quería ofenderla, probablemente los sentimientos de ella era verdaderos, aunque Claudio creyera que era un capricho más. Quizás se decepcionaría o tal vez él se enamoraría de ella—si no conectamos, simplemente cada uno seguirá su camino. ¿Esta bien? No debes presionar de esa forma… es aterrador y casarte con alguien que no le agradas es mucho peor. Ya no estamos en el feudo.

Lili sonrió luminosamente. Se levantó de la silla y corrió hacia Claudio para abrazarlo. Él se quedó estático. Era la segunda vez que lo abrazaba y el contacto físico era algo que reservaba para sus seres más queridos. En respuesta dio una palmada en su espalda. Su mente quedó en blanco y juraba que las manecillas del reloj se quedaron en la misma posición. Lili tomó sus manos y lo miró.

— Vas a decirme que sí— dijo con alegría. Tomó su bolso y sacó su celular, le pidió a Claudio que escribiera su número mientras dejaba su tarjeta de presentación en la mesa—entiendo que tienes un viaje mañana, por favor, habla conmigo de lo que sea que quieras… cuando vuelvas, iremos a cenar. ¿Si?

— ¿Por que no dejas que yo sea el que proponga las salidas? No me siento muy cómodo cuando tomas el control… ¿entiendes?

Lili parecía no entender pero aceptó el trato.

— Te hace sentir menos… hombre— señaló Lili con inocencia.

— Nada de eso, no tengo masculinidad frágil, es más por cortesía y modales. En mi cultura los hombres tenemos la costumbre de la caballerosidad—hizo una leve reverencia que hizo a Lili sonrojarse.

— Cuando vuelva te llamaré, ¿confiaras en eso? De lo contrario no va a funcionar—observó Claudio y Lili pareciéndose emocionada.

Ella hablaba como si las palabras fueran a terminarse. Relataba su día como si tuviera un tiempo limitado. Era complicado seguir su ritmo. Sus personalidades eran opuestas. Claudio era tranquilo y reservado, no le gustaba ser el centro de atención. Lili amaba los reflectores y sonreía tanto que le iba a doler la mandíbula. Pero su alegría era contagiosa y vertiginosa, como el huracán que narró Asuka Kazama.

Las cenas en los restaurantes comenzaron con una ligera charla de Claudio y terminaron con la emoción de Lili. Su acento al hablar italiano era curioso, a él le gustaba como decía su nombre. "Cgraudio" la gy la r eran un sonido musical que no existía en las partituras. Le gustaba que no usara tanto maquillaje y siempre vistiera elegante. Porque la moda esa del Old Money le quedó bien.

Encontró la dulzura que Lili reservaba a su gato Salt ya su padre. El Señor Rochefort al verlo sus pupilas se dilataron como si fuera un fantasma. Había escuchado hablar de él, lo conoció por fotos, por algunas pinturas de su hija y creyó que estaba enamorada de un actor. Hasta ese día no sabía quién era ni dónde lo conoció. Claudio era producto de la imaginación de Lili, según el Señor Rochefort. No sabía como expresar la alegría que sentía porque su hija encontró lo que buscaba desde los siete años.

Ese mismo día tuvo la oportunidad de conocer a Sebastian, quien le agradeció por darse la oportunidad de coincidir con Lili. Él la conoció desde que nació, estuvo a cargo de ella durante muchos años y fue testigo de la veracidad de los sentimientos de Lili por Claudio. "No la última vez, si no le agrada, márchese antes… es una buena chica pero su corazón es frágil" le dijo una noche después de llevar a Lili a su casa.

Claudio lo sabía y por esa razón paso noches pensando si hacia lo correcto. Él tampoco se merecía cargar con el peso de otro corazón roto. Aunque Zafina fue fuerte y comprendió, cargaba con la tristeza de su mirada en el momento que la rechazó. Saber que Shaheen la hacia feliz, le daba un poco de calma a su conciencia.

Quedaban algunos remanentes de la adolescente que conoció hace cinco años. La forma de coquetearle, la admiración al ver algo tierno o colorido. No desapareció su comportamiento amigable y posesivo con Asuka. Claudio se divertía en silencio cuando la descubrió en una llamada telefónica con Kazama. Al parecer ella estaba saliendo con el coreano y Lili quería viajar a Japón para corroborar que ese vándalo era buen partido para su amiga.

Poco a poco se fue acostumbrando a la presencia radiante de Emilie. Su risa sofisticada y las manos delicadas. Escucharla hablar sobre los viajes de negocios que comenzaron a hacer sola. Para ella era un logro que otros empresarios la respetaran y la vieran como Emilie de Rochefort no la hija del Señor Rochefort. Esa independencia asustaría a la mayoría de los hombres, pero Claudio no estaba en esas ligas, no era la mayoría, era Él Desterrador de Demonios. Lili deseaba poder terminar pronto la universidad para dedicarse completamente a la empresa de su familia ya él. Hacer sentir orgulloso a su padre y mantener la empresa exitosa. Los aviones de Lili eran cientos y en todos Claudio tenía un espacio. Asientos en primera fila.

La incomodidad que sintió cuando ella lo tomó del brazo desapareció. Algunas veces se encontró buscando su mano para tomarla mientras paseaban por las calles de Roma o Montecarlo. A pesar de que odiaba llamar la atención, sentía una satisfacción secreta cuando las personas se giraban para verlos en la calle. Obviamente se veían bien juntos. Ella tenía la puerta de una modelo y él era el estereotipo de un galán de cine italiano.

Lili se convirtió en una mujer que seguía sus impulsos como corazonadas que nunca le fallaban. Le confirmó que existían muchas maneras distintas de querer que ni en cien vidas alcanzaría a entender cada una de ellas. Había quienes querían con todo, como Xiaoyu, ella le mostró una de esas formas, jamás había conocido a nadie amar tan fuerte, intenso, tenía mucha suerte de permitírselo. Para querer así, uno debía ir ligero, sin cargar responsabilidades. Él no podía darse ese lujo. Él ya había elegido su responsabilidad cuando aceptó dirigir la organización. Estaba conforme con la decisión. Dudaba que algo lo hiciera cambiar de pronto. Involucrarse a otra persona para él cambiaría todo el control que le gusta mantener.

Y sin embargo una mañana descubrió que había cambiado. La compañía de la rubia se hizo cada vez más necesaria. Que ya no estaba conforme con estar con ella una vez a la semana, quería estar al día siguiente y al siguiente. Y otro más. Ya casi terminaba agosto y en septiembre querría todas las mañanas de octubre. Y en octubre, las de noviembre… Ella también lo deseaba, desde que lo conoció. Para Claudio la palabra desear le parecía frívola y vulgar. Porque la vida era un círculo, tantos rodeos, tantas vueltas innecesarias para terminar en el mismo punto de partida…

Le gustaba la verdad, la pureza de su piel sin imperfecciones, sus largas piernas y el sonido de su risa moderado. No le gustaba que se fuera pero amaba verla irse, el contonear de sus caderas y su cabello bailar con el va y ven de su cuerpo. Se encontró deseándola completamente y en libertad, ya era una mujer adulta. Lo máximo que Claudio se permitió llegar con ella fueron besos profundos en la sala de la casa veraniega de Filipinas de los De Rochefort. Con sus manos sobre las piernas y las nalgas de Lili. Ella propuso la intimidad esa tarde pero él la rechazó.

Ofendida se marchó y no le habló durante ese día. No era complicado entender que quería esperar, no es que no le gustara lo suficiente o hubiera una regla en el orden. Tenía miedo de sí mismo, porque deseaba hacerle tantas cosas a Lili, que se avergonzaba de solo pensarlas. Ella ya había demostrado que no le eran desconocidos los tópicos que hay en el sexo ordinario o desenfrenado. Su mente se abrió a tal punto que Claudio se aterró más por lo que podría hacerle. Decidió esperar un poco. Como si fuera un buen vino añejado.

Emilie por su parte, comenzó a respetar los tiempos, el espacio y la personalidad pacífica de Claudio. Aprendí a adaptar su carácter burbujeante con la tranquilidad del italiano. A encariñarse con las imperfecciones del otro.

El tiempo se fue rápido y se encontró viajando al norte de Italia en el avión privado de la familia De Rochefort para presentar a Lili a su madre y hermana menor, al igual que otros familiares. Su madre era un miembro ya retirado que fue en su momento importante y poderoso dentro de la orden, estando casada con su padre continuaba liderando misiones. Cuando Claudio tenía siete años, ella le habló de los arqueros porque era momento de comenzar a entrenar y un día pertenecer a la orden. Aún recuerda cuando su padre los dejo al descubrir el secreto de su madre. Y siendo un hombre aparentemente religioso, no autorizado que su madre tuviera contacto con el diablo. Muy pocos sabían sobre su vida familiar, además de dos colegas y Zafina. Lili escuchó con atención y tristeza. Abrazó fuerte a Claudio, asegurando que ella también quería ser su familia.

Su madre y hermana, quedaron encantadas con Emilie. La hermana de Claudio mencionó el gran parecido de los egos de ambos. Había en su reunión algo absurdo, porque de entre todas las personas del mundo, Lili era las que menos pensó estaría ahí. Riendo con su madre, jugaba con el perro y comiendo raviolis con vino.

Fue demasiado tarde cuando se dio cuenta que ella siempre obtenía lo que quería. No por capricho u obsesión como él pensaba. Lili era determinada, desde que era niña supo lo que quería y como lo quería. Muchas cosas malas sucedieron en su adolescencia que pudieron marcarla para que abandonará todo sueño color rosa. Pero la resilencia que había en ella la llevó a escapar de casa para pelear en un torneo con un montón de matones, asesinos seriales, robots y conocer a una familia tóxica.

Encontrarse con él en su cuartel secreto. Repetir el ciclo kármico de sus familias al volverse a encontrar.

Si no fuera por esa predisposición, no estarían sentados en el muelle de Montecarlo comiendo helado y viendo los yates zarpar esa mañana. Las palabras de Asuka Kazama regresaron. Aprender a querer a Lili porque ella quiere que la amén, lo necesita. No lo demuestra porque siempre es llamativa y segura, pero anhelaba una mejor amiga, un romance bonito con un príncipe extranjero. Comprendió que ser hija única dentro de un palacio, genera una cruel soledad. Rodeada de lujos y oro, era natural que deseara volar fuera de la jaula.

Asuka entendió el dolor de Lili. Claudio se sintió un poco mal por no darse cuenta de su necesidad de afecto. La abrazó y besó su frente. Si hubiera tenido ese gesto con la Lili de dieciséis años, la hubiera hecho tan feliz…

—Lili—llamó Claudio. Ella comía su helado de chocolate, su mirada seguía fija en el mar, soñando con algo lejano—sí—dijo Claudio.

— ¿Sí?— preguntó ella, el mar mecía un yate que recién había zarpado. Lo tripulaba una familia de cuatro.

— …Sí— volvió a decir— observó el mismo objeto que miraba Lili en el mar. No la vio sonriendo victoriosa.

— Sí… — suspiró Lili antes de darle una lamida al helado.

A diferencia de lo que muchos creyeran, la boda fue sencilla, igual que sus despedidas de solteros. Si se les puede llamar así. Claudio fue a cenar con colegas de la oren a un cabaret de burlesque y bebió moderadamente hasta las once de la noche. Asuka, Alisa y Xiaoyu llevaron a Lili a un bar con música en vivo en Montecarlo que no sabía que existía.

Los invitados en la boda se limitarán a familiares y amigos cercanos. El jardín de la casa De Rochefort fue el escenario para el evento. El camino por el que desfilarían los novios estaba adorando de lirios y camelias. Uno de los obispos del Vaticano dirigiría la ceremonia. La recepción constaba de mesas con cuatro sillas, comida italiana, ensalada y cortes de carnes selectas. Vino, champán y cerveza. La familia de Lili no era mucha a diferencia de Claudio. Él ya había advertido que su familia como la de muchos italianos era numerosa. Primos, sobrinos, la nona, los críticos, las cuñadas, los yernos, etc. estaban sentados del lado derecho. No eran tan ruidosos como el estereotipo italiano, pero tampoco tenían los mejores modales. Su madre estaba presente para controlar a los niños que ya estaban corriendo al rededor de las sillas. La nona pidió disculpas a todos y dio coscorrones a las cuatro pastillas que hicieron el desorden.

La familia de Lili era mucho menor a diferencia de los Serafino. Claudio había advertido que su familia como la de muchos italianos era numerosa. Numerosa y ruidosa. Sus voces y sus risas eran estridentes como una estampida de palabras. El vino nunca faltaba ni la tapioca. Primos, sobrinos, la nona, los críticos, las cuñadas, los yernos, etc. Estaban sentados del lado derecho. Al principio a la familia de Lili no les parecieron tan ruidosos como el estereotipo italiano, pero tampoco tenían los mejores modales. La madre de Claudio, estaba sentada hasta el frente, llevaba un traje de dos piezas color azul cielo, como sus ojos y los de su hijo. Su cabello lacio hasta los hombros tenía ligeros caireles que resbalaban por sus mejillas. Su nariz perfilada y labios delgados, era algo que compartía con toda la familia, un rasgo encantador que le gustaba de Claudio.

Había niños corriendo que incomodaron a la familia de Rochefort. Una mujer mayor, con su cabello blanco en un moño y sombrero pequeño con una roja que cubría la mitad de su rostro, llamó a los niños cuatro y cada uno le dio un coscorrón en la cabeza. La nona pidió disculpas y regresó a su lugar. Afortunadamente Claudio no vio la escena o no sabrían donde meter la cabeza.

Asuka y Hwoarang fueron los primeros en llegar desde una noche antes, Asuka era una de sus damas de honor, junto con Xiaoyu, al igual que tres antiguas compañeras del colegio. Zafina llegó acompañada de Shaheen, buscaron sus asientos de lado derecho, detrás de la numerosa familia de Claudio. Lars eligió sentarse de lado de la novia porque la conoció primero y le ayudó en su pesquisa hace siete años. Alisa estaba maravillada con todo, era la primera vez que asistía a una boda.

El novio llegó diez minutos antes. En un impecable traje blanco, corbata lila claro y zapatos de charol crema. Un bonito boutonniere en la solapa de su traje. Su cabello perfecto como acostumbraba. En su brazo derecho correas doradas con los símbolos de protección, adornaban el conjunto de su atuendo. El azul profundo de sus ojos resaltaron sobre toda la claridad que vestía. Pacíficos y amables. Un azul que a Lili comparaba con el que hay en una piscina pura y limpia. Respiraba tranquilo, pero su sonrisa reflejaba nerviosismo.

Emilie De Rochefort caminó sobre la alfombra roja hacia el montículo donde el obispo y Claudio la esperaban. Las novias siempre brillaban en sus bodas, peinados elaborados, flores, sonrisas y el blanco puro rodeándolas.

Lili opacó al Sol del medio día.

Su vestido era largo de los costados y la parte trasera, revelando una tela de siete metros que se arrastraba al caminar. En la parte frontal, los volantes cubrían la parte superior de las rodillas, simulando una mini falda. Sus medias hasta los muslos revelaban discretamente las cintas de un liguero. Usaba botas de tacón alto con diamantes al frente. Guantes de satén platinados. No hubo escotes alarmantes, un bonito encaje sobre tela de algodón cubría la parte superior de su cuerpo hasta el cuello. Las mangas abombadas y cortas permitían que los guantes llegaran más arriba de los codos. El velo tenía una corona dorada con algunos claveles diminutos. El cabello medio recogido, por la parte de enfrente caían caireles dorados. Sus labios eran de una rosa cereza que invitaba a besarlos. El ramo era discreto y mediano, con flores aromáticas recién cortadas hace media hora.

Ninguno de los dos dijo nada cuando se encontraron. Claudio alarmantemente y Lili mantuvieron la mirada en esos ojos. Piscinas. Los ojos de Claudio volvieron a ser del azul de las piscinas, pero de pronto el agua se había vuelto un poco turbia, llena de algas y sedimentos.

—Lo siento—susurró Claudio. Lili tuvo un ligero ataque de pánico—los murmullos de la audiencia comenzaron a llenarse de preguntas. Buscando respuestas mirándose unos a otros. Asuka se atrevió a dar un paso al frente, presionó fuerte el ramo de flores. Lista para saltar sobre Claudio y abrazar a Lili. ¿Qué había cambiado?

Claudio tomó las manos de Lili y sonrió tiernamente, una sonrisa que se dedica a un sobreviviente que lo ha perdido todo. Alguien de su familia mencionó su nombre y dijo algo en italiano y Claudio negó con las cabezas sin dejar de sonreír. El corazón de Lili quería salirse y correr a donde fuera, su cuerpo tembló. Claudio no dejaba de sonreír. "Dannazione, perchè sonó siempre così rumorosi?" La familia Serafino dejó de moverse y alguien, probablemente un primo, gritó. "¡Vafanculo!, Clau, fai presto"

Los de Rochefort miraron con insuficiencia y desprecio a los italianos. ¿Cómo era posible que uno de ellos se mezclara con la turba? Aunque reconocían el buen gusto de sus ropas, eso no cambiaba su mala educación.

— Tú familia no tiene modales— observó Lili, su tono de voz demostraba que sus nervios la dominaban.

— Yo te lo advertí, toda esta gente viene de Siena, aún se comportan como en el medievo, son campesinos y agradece que saben leer— Lili sonriendo y miró por el rabillo del ojo. La familia de Claudio sonreía burlonamente — No tengo nada que decir, me dejaste sin palabras cuando te vi. Decirte que te vez hermosa es… un pleonasmo. Siempre eres hermosa.

Lili se estremeció y se tragó sus lágrimas. Por un segundo creyó que huiría. La presión de compromisos, una de las familias más ricas del mundo los taba juzgando en secreto. Por un segundo creyó que se arrepentía porque era un peso muy ominoso que arruinaría su propia vida. No fue así, simplemente estaba haciendo el tonto como de costumbre. Burlarse de ella era parte de su entretenimiento.

— Y tú eres el hombre más guapo del mundo— respondió ella sonriendo tímidamente— y el más molesto de todos— lo tocó ligeramente con el ramo— no lo hagas… no

—Mientras sea el más guapo del mundo para ti, no lo haré—confirmó con arrogancia y cedió su brazo para que ella lo tomara.

El obispo dio la bienvenida y comenzó la ceremonia.

Claudio no quería que se tocara música tradicional italiana, él sabía que clase de gente era su familia y no quería más molestias a los de Rochefort. Percheros modernos con altos estándares musicales. Creyó que había que guardar un poco la compostura y no decepcionar en la primera reunión.

No hubo nada que hacer cuando tres de sus primos sacaron instrumentos y comenzaron a tocar la tarantela. "Una mattina, mi son svegliato o bella ciao, bella ciao" Y la boda paso de ser discreta y elegante, a una fiesta alegre y ruidosa como en los pueblos de Nápoles y Torino. La familia de Claudio invitó a los demás a golpear sus vasos con cucharas con el fin de lograr que la pareja se bese.

Lili estaba fascinada por la belleza de todo el caos que generó la familia de su esposo. Asuka estaba partiendo de la risa al ver la cara de sufrimiento del pobre Serafino cuando una de sus primas lo empujó del brazo y se lo llevó a bailar. Zafina se unió a la danza porque su sangre desértica la llamaba al movimiento y Shaheen la siguió. La gente de las dunas compartía el calor de la música.

Hwoarang grabó todo con su celular, perder algún detalle sería garrafal. Jin y Xiaoyu se quedaron sentados en la mesa observando con alegría la fiesta. Jin dijo algo sobre lo agradable que era la familia de Claudio y que era extraño que él no fuera así, Xiaoyu lo abrazó.

— No es así, Claudio tiene una imagen que mantener y una organización que cuidar— mencionó Ling— siempre anda por ahí con máscaras y simulando apariencias, pero en realidad, guarda esa alegría para la gente más cercana.

Jin la miró curioso, recordó que ella era cercana a Claudio y reconoció sus celos en esos momentos que pasaron tiempo juntos.

— Una par de veces lo escucha al teléfono hablando con su madre y su abuela. Y él reía mucho, reía como si nadie lo escuchara, como si le hubieran prohibido hacerlo y luego le dieran permiso. Nunca he vuelto a oír reír a alguien reir de esa manera. Ni siquiera ahora esta riendo así.

—Confía en su familia. Debe ser agradable—Xiaoyu lo abrazó de nuevo.

— Sí— lo tomó de la mano— ya tienes una familia en la que debes confiar— miró a Asuka y Hwoarang que no dejaban de reír mientras grababan con el celular.

Alisa y Lars se acercaron a Lili. Él volverá a agradecerle todo lo que quería por ella y el apoyo que posteriormente le dio. La consideraba una gran amiga y persona. Jamás la juzgó por su edad o minimizó sus esfuerzos por involucrarse en temas importantes. Siempre creyó en ella y confiaba que un día llegaría a ser una gran mujer y líder de las empresas Rochefort.

— Estaba revisando mis registros históricos— comentó Alisa— y una de las tradiciones en algunas regiones de Italia, es que la pareja rompe un jarrón de cristal, el número de fragmentos rotos simboliza cuántos años felices de matrimonio pueden esperar tener por delante.

Lili escuchando al escuchar la tradición y minutos después ya estaba rompiendo el primer jarrón que encontró. Nadie pudo contar los pedazos porque eran diminutos y demasiados. Los novios se abrazaron y la celebración continuó hasta el amanecer porque la familia de Claudio no sabía cuando parar.

El padre de Lili le dio como regalo de bodas, un viaje a Creta. Se despidió con alegría de los invitados. Abrazó a Sebastián. Le aseguró que cuando volviera le llamaría. Aunque el viejo ya debía retirarse, quería seguir acompañando a la niña que vio crecer y cumplir cada uno de sus objetivos.

El vuelo salía en dos horas. Ambos prepararon una maleta y se despidieron de todos.

— Ya sabía que no ibas a escapar— Asuka le susurró a Claudio antes de despedirse— los valientes se quedan…

— No es así, hice lo que tú, te diste la oportunidad de tener una amiga, yo también.

— Háganse un favor y sean felices. De eso ya casi no hay—Asuka sonreía convencida pero con dejo de nostalgia—mi primo y yo sabemos lo que es que alguien crea en nosotros y se aferre porque sabe que lo valemos todo.

— No dejes que Lili planee tu boda un día— bromeó Claudio para romper esa tristeza que apareció en los ojos de Asuka.

— Jamás, me casaré a escondidas… ¡Bueno vaggio! ¿Si lo dije bien?

—Va bene.

Ninguno de los dos habló durante el viaje en el avión privado de la familia de Lili. Claudio se quedó dormido, eran las seis de la mañana y recién habían salido de la fiesta. Lili miraba por la ventana y se cubría con una manta. Un chocolate caliente se enfriaba. Aún llevaba su vestido de boda. Miró el semblante de Claudio, sereno y profundamente dormido. Su cansancio era evidente, empezaron a hacerse visibles algunas líneas de expresión naturales de su edad. Lili estaba consciente de esa diferencia, él envejecería y moriría primero. Y no era algo que le preocupara. Amaba a Claudio, lo haría incluso al ver su cabello blanco y arrugas en su rostro. Aún cuando perdió todo su vestigio de belleza latina.

Fue la primera vez que no tuvo aviones para su viaje. Llegarían en una hora aproximadamente. No tenía hambre, le dolían los pies por los tacones, por los demás, su cuerpo tenía resistencia a estar activo todo el día. Ventajas de su juventud. Estiró las piernas y los brazos. Bebio del chocolate y espero el aterrizaje.

Estaba ansiosa por su noche de bodas. Muchas veces le había insinuado a Claudio tener relaciones, pero él siempre se detenía. Argumentando que no era el momento. "Es por la iglesia" decía ella, pero no tenía nada que ver. Emocionada, recordó los bonitos juegos de lencería que compró en París días atrás. Segura de que su marido quedaría encantado con verla. No hubo nervios ni dudas. Solía imaginar como seria la intimidad con él y luego terminaba tocándose, mojando su ropa interior.

La suite nupcial en el hotel más lujoso de la isla los esperados. Claudio usaba gafas oscuras, el sol le estaba cerrando los ojos y tenía un ligero dolor de cabeza gracias al alcohol. Lili llegó al radiante lobby. Los turistas al rededor miraron con asombro a la pareja recién llegada que aún llevaba la ropa de boda. Un empleado los condujo a la habitación. Durante el camino, ambos solo cruzaron miradas y sonrisas esporádicas. Consientes de que pasarían el resto de sus vidas juntos, solos.

— Voy a cambiarme y darme un baño— dijo Lili una vez dentro de la habitación.

— ¡No!— exclamó Claudio y la tomó del brazo.

— Creí que te dolía la cabeza…— Lili recordó inocentemente.

La llevó hasta la habitación y la arrojó a la cama. Lili protestó pero al ver a Claudio sacar la corbata de la bolsa del pantalón guardó silencio. Su mirada encerraba un coraje feroz y deseo reprimido. Jamás vio esa mirada en él ni en nadie. Lili se hizo hacia atrás hasta el fondo de la cama. Confundida intentó escapar, lo que provocó una risa burlona de Claudio. No importaba lo fuerte que fuera Emilie, por biología, Claudio la vencería. Tomó con fuerza sus muñecas y las ató con la corbata, aferrándolas a uno de los tubos de madera de la cabecera. Lili intentó liberarse, estaba ligeramente asustada. Claudio se divertía con sus vanos intentos por liberarse.

— ¿Por qué?— preguntó ella con tristeza en la mirada.

Su única respuesta fue una sonrisa socarrona y sensual. Luego se arrastró sobre ella hasta que sus labios se presionaron y se abrió camino en su boca. Lili gimió débilmente, el peso de Claudio la lastimó. Las manos de su esposo buscaron una de sus piernas en tanto la otra sostenía la mejilla de Lili. Su cuerpo tembló después de escuchar el susurro de Claudio en su oreja derecha.

— Te voy a arruinar, maldita sea…

La amenaza más significativa en toda su vida. Lili comprendió al instante que la Claudio iba a tomar ventaja por esta vez. Ella no se amilanó por la amenaza, su cuerpo bajo la tensión y retó a Claudio cuando abrió sus piernas.

— ¿Por qué no en la noche? Incluso comprendo cosas bonitas…

— Oh, no bebe, esto va a ser a mi manera. Ya tomaste el control mucho tiempo y conseguiste tenerme—presionó fuerte su mandíbula, luego lamió su garganta hasta pasar por la mejilla y llegar a su ojo izquierdo— no me importa si estamos todo el día, te someterás a mí.

— Eso… no es algo que diría un devoto de Dios— pronunció Lili débilmente. Sus labios se humedecieron al pasar su lengua. Impaciente por ver descubrir que planeó su esposo para ella.

—Soy creyente, no un devoto. Y para que no use mis creencias como un arma, debo decirte que este escrito que una esposa debe ser obediente…

— ¿Qué debería hacer entonces?— preguntó Lili con tranquilidad, devolviéndole una sonrisa cómplice. Él sabía que cualquier cosa que él quisiera de ella la tendría. Desde los dieciséis, aunque jamás tomamos ventaja de eso.

Las piernas de Lili comenzaron a temblar sin poder evitarlo cada vez que Claudio tocaba su piel con las yemas de los dedos. Su mano recorría lentamente su abdomen hasta subir a sus senos. El corsé estorbaba, ella intentó decirle que lo podía desatar pero la calló insertando dos dedos en su boca, Lili lamió instintivamente. Tener las manos atadas era frustrante, deseaba tocarlo, quitarle el saco y la camisa, anhelaba reconocer su cuerpo y verificar su piel pálida. Él en cambio estaba más concentrado en explorar cada rincón de su piel. Acariciaba sus pies hasta los muslos, dejando besos delicados en la ingles, que hacia brincar a Lili.

Su primera vez estaba siendo fuera de lo común y eso la emocionaba. Rudo y dominante. ¿Ese era el verdadero Claudio? Se preguntó. Sin embargo, le gustaba verlo tomar el control y recibir órdenes. Claro que había sido una niña muy mala. Muchas veces lo imaginó pero no de esta manera, ahora todo era tan caliente, su mente daba vueltas cuando el aliento de Claudio chocaba con su piel. Dominarla de esa forma, comenzó a humedecer la tela de su pantaleta.

— Quiero follarte con este bonito vestido blanco y dejarte hecha un desastre— le dijo mientras metía la mano bajo la espalda para bajar la cremallera del vestido — Solo relájate por mí, haré que se sienta bien.

— Por favor, no lo rompas… quiero conservar— ella se calló de inmediato cuando sintió la mano de Claudio apretar su garganta.

— Mírate, te vez tan bien con mis manos en tu cuello— Lili se quedó quieta, con los ojos semi cerrados y las mejillas rojas. La parte superior del vestido se fue deslizando poco a poco hasta caer al suelo.

Lili era mucho más bonita de lo que imaginaba. La imagen de su vulnerabilidad, a su merced, le hinchaba su ego. Pues él tenía una mujer increíble y deslumbrante a sus pies.

Descubrió que la piel de su esposa no era blanca como la suya, era de una rosa pálida que le daba más inocencia. Bajo el sostén de encaje blanco, escondía unos dulces pezones color durazno, duros y firmes que en cuanto los tuvo a la vista, tomó en su boca.

La rubia gimió, sus caderas se movieron buscando alguna fricción en medio de sus piernas. Giró la cabeza y la hundió en unos de sus brazos, su voz salió con cada succión y toque a sus pechos. La humedad de su sexo se hizo más evidente en la tela de su ropa interior. Su cuerpo continuó buscando algún contacto que atendiera su coño necesitado. Claudio estaba lejos, disfrutando de la vista. Burlándose de ella y esperando oírla rogar por su polla.

Su saliva quedó suavemente en los sensibles pechos de Lili. Un de sus manos cubría perfectamente un seno y lo apretaba suavemente. Lili se mordio el labio inferior. Agitó las manos, intentó liberarse pero supo que sería imposible si empleaba una fuerza mínima. Le gustaba el control que Claudio ejercía sobre ella, aunque la desesperación la hundiera en la locura.

—¡Por favor, no puedo quedarme quieta! Necesito tocarte — Lili se atrevió a pedir.

Oyó la risa burlona de Claudio y pellizcó gentilmente un pezón en respuesta. Lili volvió a ser un gemir más fuerte.

— Oh cariño, estas babeando por todas partes…— una de sus manos rozó la tela húmeda entre las piernas largas de Lili que se cerraban buscando un poco fricción o contacto de la mano de Claudio, para aliviar la necesidad— quédate quieta, no te Mueve las caderas o no te atreveré lo que quieres.

En ese punto, los pechos de Lili estaban doloridos por la estimulación previa. En sus entrañas se formaba un fuego conocido, su cuerpo la preparaba. Intentó esconder la frustración de su rostro, hundiéndose en uno de sus brazos. Su sollozo se ocultó tras un par de gemidos y Claudio no notó una lagrima que corría en su mejilla. La desesperación la estaba destrozando. Él no llevaba prisa, se tomaba todo el tiempo del mundo en hacerla sufrir.

— Shsss— le susurró— sé buena chica y dejaré que me la chupes, bebe… — luego acarició la humedad de la tela de su ropa interior.

— Sólo, tócame— dijo Lili débilmente, separó lentamente las piernas— Basta por favor, no puedo soportarlo

— Muévete una pulgada y no te vendrás esta noche— respondió con determinación, helando el tono de su voz— me gusta como tiemblan tus muslos… tanto me quieres.

Lentamente bajó el índice de dedo por el estómago, deteniéndose un momento en el ombligo, dibujando círculos al rededor antes de meter el dedo en pequeño orificio. Esa incertidumbre de no saber que haría con su cuerpo, la impacientaba. Claudio se convirtió en su dueño. Ella no se quejo. Porque fue consciente que le otorgó ese poder desde que tenía dieciséis.

Lili volvió a gemir. Su voz era musical y una tortura, también quería oírla gritar cuando la penetrara. El dedo continuó su camino hasta el vientre y finalmente en el monte de Venus. Las yemas de sus dedos se suavizaron al contacto con una pequeña mata de vello castaño oscuro que cubría su intimidad. Sintió sus labios palpitar al sentir el contacto. Sintió su polla contraerse y volverse más dura bajo sus pantalones.

Su mano cubrió completamente la intimidad sobre la tela de la panty blanca y continuó con leves caricias que sacaban gemidos tímidos de Lili. Su piel se enrojecía por el calor corporal y la necesidad. Luego de unos minutos, una mano caliente toco directamente la humedad. Lili cerró sus piernas y volvió a mover sus caderas desesperada por obtener más contacto. Claudio río divertido. Suavemente con dos de sus dedos abrió los labios superiores y dos dedos tocaron la dulce piel húmeda. Lili arqueó la espalda en respuesta, su cuerpo se agitó descontrolado buscando más intensidad a ese toque.

— Por favor…— la oyó decir.

— Oh, Lili, se buena para mí y quizás te desate.

Ella no entendió así que se quedó quieta, respirando con dificultad, aún con medio rostro escondido entre uno de sus brazos. Sus mechones dorados se derraman en su rostro, maltratados por la constante agitación. Soportando la necesidad de ser tocada. Con ayuda de su pulgar, el italiano encontró ese pequeño punto rosa que al tocarlo envió una descarga en todo el vientre de Lili, con movimientos circulares, consiguió que su cuerpo se tensara y sus piernas temblaran. Las caderas de Lili convulsionaron intentando capturar pequeños espasmos que le electrizaban el cuerpo. Gimió fuerte y consecutivamente, hasta que el orgasmo se apagó.

Respiró hondo, su cuerpo se relajó por completo. Cerró los ojos mientras sonreía. Eso fue mejor que cuando ella solía frotarse con la almohada. Sus piernas estaban húmedas y podía sentir como el flujo del lubricante natural seguía saliendo de su entrada.

— Eso es tan jodidamente caliente…—dijo Claudio alejándose de ella. Observó el desastre que había dejado; un cuerpo con espasmos y jadeos. Lamió cuidadosamente uno de sus dedos, calando el sabor de Lili.

Lili observó desde la cabecera de la cama, como se quitaba toda la ropa que cubría la parte superior de su cuerpo. Aún con las sensaciones del post orgasmo, suspiraba complacida por ese pequeño espectáculo. Él era tan blanco, sin cicatrices en el cuerpo. Músculos trabajados, abdomen marcado. Cuando era niña, solía adivinar como era su cuerpo bajo la fina tela de seda de su ropa blanca. El pecho y los brazos salpicados de pecas claras que solo en el sol se notaban.

Las correas doradas que ataban los sellos de su brazo se quedaron en su lugar. Y Lili se preguntó si se las quitaría alguna vez. Claudio tenía una sonrisa retorcida que la hizo temblar. Alerta para lo que continuará.

Recordó porque lo escogió a él.

— Vamos a encontrar un mejor uso para esa linda boquita tuya— pasó su pulgar por los labios delgados de Lili. Y retiró la corona del velo, fue a parar alguna parte del piso.

Subió a la cama hasta dejar sus caderas frente al rostro confuso de Lili. Su mirada estaba en los ojos de Claudio. Las piscinas claras y profundas ahora por las pupilas dilatadas. Ese gesto arrogante y seguro ya la estaba volviendo a humedecer. Oyó el cierre del pantalón bajar. Segundos después, Claudio tomó la cabeza de Lili e hizo que su bonita cara se frotara contra el bulto en sus boxers. Ella no protestó y en cambió su curiosidad y el frenesí la llevaron a bajar la tela del resorte con los dientes, liberando la polla de Claudio; recto y un poco más oscuro que su complexión normal, liquido preseminal brotaba de la punta rosada. Claudio se burló al ver su mirada infantil y las mejillas coloradas.

— Abre la boca para mi bebé— ordenó y ella obedeció— sopórtalo— fue lo último que escuchó antes de que su longitud se abrió paso por su boca de cereza.

Cerró los ojos por vergüenza. Nunca se imaginó estar en esa situación. El aroma de su sexo almizclado y salado a la vez, picaba la nariz, pero no le era desagradable. En momentos sus labios se rozaban con algunos vellos púbicos y luego continuaba el ir y venir guiado por ambas manos de Claudio.

— Mantén los ojos abiertos, mírame, cariño— Lili volvió a obedecer. Eso y el sabor de su miembro, eran lo único que la mantenía cuerda en ese momento, la voz de Claudio, sus órdenes, el placer que él le proporcionaba.

Esos ojos que muchas veces lo persiguieron, acechándolo entre la maleza de personas, escudriñando algún secreto, lo estaban mirando desde abajo, con humillación, reconociendo su lugar. Sumisión. Sonrio.

— Mira que bien lo tomas— oyó a Claudio decir entre gruñidos.

Los ojos celestes estaban húmedos por el esfuerzo de no vomitar cuando se sumergía profundamente en su garganta. Claudio no era grande, era promedio pero el grosor de su polla era complicado de manejar para una boca tan suave como la de Lili. Él dejó escapar diminutos jadeos casi inaudibles para Lili, pero ella sabía que ahí estaban. Gruñidos tenues que la estremecían e invitaban a esforzarse más en su tarea.

La vista tampoco estaba mal, los mechones azulados caían por la frente sudorosa de Claudio, estaba perdiendo la imagen impecable.

— Sólo un poco más…— lo oyó decir. El ritmo aumentó de velocidad, Lili cerró los ojos por la presión de su cuello. Un líquido cálido y espeso se derramó en su lengua y parte de su garganta antes de que se alejase, Claudio jadeó con dificultad. Dos descargas más y el rostro de Lili se pintó de blanco transparente.

Antes de dejarse caer a un costado, Claudio admiró su obra en la bonita cara de su esposa y quedó satisfecho. Poco a poco recuperó el aire y la claridad. Lili tosió para limpiar su garganta que aún tenía el sabor salado del esperma. Sentía como se deslizaban las gotas en sus mejillas, le hubiera gustado verso así misma. Intentó desatarse pero era imposible. Oyó a Claudio decir que no podría porque el nudo de la corbata tenía un sello de amarre que solo él podía quitar. Se burló otra vez.

Ninguno habló. Lili intentó sentarse, pero al primer movimiento de su cuerpo, Claudio la retuvo al colocar una mano en su estómago. Una vez recuperado, volvió a levantarse.

— Abre las piernas para papá, quiero verte…— ordenó Claudio, echando su cabello hacia atrás, intentando parecer más compuesto.

Lili tardo en obedecer, le dedicó una mirada de reproche a lo que Claudio respondió.

— ¿Qué pasa? ¿De dónde viene esa actitud? ¿Ya no me quieres…?— tomó la barbilla de Lili, la miró con fijeza antes de hablar— tú lo provocaste, ¿lo olvidas?

— No te burles de mí…— respondió Lili con la voz dulce. Claudio continuó con su altivez sobre ella.

— ¿Cómo lo quieres?— preguntó el italiano dulcemente cerca de la boca de Lili antes de besarla— es tu primera vez, relájate y deja que me encargue de todo— luego desató las manos de Lili.

Rápidamente lo abrazó y se aferró a sus brazos fuertes con cuidado de no tocar las cintas doradas de sus sellos. Aspiró el aroma conocido de loción y suavizante en el hueco del cuello y el hombro. Completamente extasiada por poder al fin tocarlo. Acarició la espalda, el pecho y la cintura, bajo por a las nalgas mientras se besaban. Él enredó sus manos en los cabellos dorados y profundo más el beso. Se acomodó entre sus piernas. Lili no dejaba de tocarlo, confirma que en verdad estaba con ella. Todas las veces que lo imagino, su piel nacarada salpicada levemente por diminutas pecas cafés.

— Tuve este sueño y…, no podías quitarme las manos de encima— aseguró Lili, hundió su cabeza en el pecho de Claudio, avergonzada por su confesión — no quiero rogarte… pero

Él guarda silencio. No iba a tener compasión justo ahora cuando había llegado tan lejos, cuando ya la tenía en su completo control. Su ego se comenzó a hinchar cuando ella intentaba decir las palabras. Sonrió cuando finalmente la escuchó rogar por él.

—¡Lo necesito! ¡Por favor!— Lili lo besó en la mejilla y aferró sus manos al cuello de Claudio.

La dureza de su longitud estaba alineada para entrar en ella. Hizo a un lado la tela de su panty. Entró despacio al principio, pero era difícil porque se estrechez.

— Respira y relájate… va a doler un poco pero después prometo que se vuelve mejor— Claudio consoló, acarició su cabeza de manera cariñosa, Lili se estremeció por la dulzura.

Nunca había estado con una virgen y no quería repetir esa hazaña. Temía lastimarla. Lili cerró los ojos y se calmó.

Lentamente se deslizó dentro de ella. La oyó quejarse y llorar bajito. Sus uñas se aferraron a su espalda. Finalmente estaba dentro de ella.

— Tan profundo…— gimió Lili soportando el estiramiento.

— Lo sé bebe, lo sé, estoy aquí, respira…

Ambos se quedaron quietos por un momento mientras se acostumbraban a la sensación. Lili lo apretaba y absorbía de una manera que jamás había sentido. Ella lo besó, su forma de decirle que estaba bien.

— Dios te sientes increíble— musitó Claudio, reposó su cabeza entre los senos de Lili y ella acaricio sus cabellos.

— Estoy lista… continua— afirmó.

Lentamente se movió. Con cada pequeño movimiento, Lili gemía y su cuerpo se agitaba. Su pecho se movía al ritmo de las embestidas. Claudio no dejaba de mirarla, su rostro contraído por el placer. Sus miradas se cruzaron, ella sonriente y lo volvió a besar.

— ¡Quiero más, por favor, dame más!— rogó Lili con angustia, como si Claudio fuera abandonala.

— Despacio, cariño, no iré a ninguna parte— respondió sin dejar de moverse.

El cabello de Claudio se había descompuesto y lo hacia ver más guapo, los mechones caían descuidados por su frente ya un costado de los ojos, gotas de su sudor cayeron en el rostro de Lili y luego comenzó a lamer lentamente la piel pálida de Claudio.

— Por favor, bésame apropiadamente— pidió y enseguida Lili tomó su rostro entre sus manos y lo besó.

Ella comenzó a gemir más fuerte con forma su interior era golpeado. Era mucho más sencillo moverse para ambos. Ya no dolía y Lili apretaba tanto su cuerpo que no sabía si podía aguantar un poco más.

— Tócate— volvió a pedir el arquero. Lili temerosa, bajo su mano hasta su coño y comenzó a masajear en círculos su clítoris—sí, bebe, sigue así…— Claudio la miraba sin dejar de moverse.

Lili comenzó a sentir esa oleada de calor entre sus caderas y el abdomen. Sentía a Claudio golpeando tan profundo dentro de ella que no iba a controlar ese furor que quemaba sus entrañas.

— Me voy a venir de nuevo— dijo ella entre jadeos.

—… Sí, vente para mí, bebe— Claudio cerró los ojos. Las estocadas comenzaron a ser más intensas.

Abajo de él, Lili se agitó, sus gemidos fueron distintos a los de la primera vez. Repetía su nombre como un mantra, arrastrando los gemidos. Finalmente se detuvo y Claudio salió de su cuerpo. Disparando cuatro descargas sobre el cuerpo de Lili. Su arrogancia lo obligó a marcar el cuerpo que tenía debajo. Pintando todo su estómago y parte de su vientre.

Cuando Lili abrió los ojos, ya era la una de la tarde. Toda la mañana habían dormido después de hacerlo dos veces. Giró sobre si misma en cama, cubriendo su desnudez. La espalda de Claudio era tan ancha y fuerte que quería dormirse otro rato ahí. Nada le impidió hacerlo, iba a pasar el resto y todo lo que le quedaría de vida a su lado. Lo abrazó y suspir. Escuchó una queja adormilada y luego su respiración profunda.

Lili cerró los ojos. Se aferró al cuerpo cálido como si fuera su balsa en el naufragio. Apoyó su frente en medio de un remolino de pecas cerca de un omoplato, suspendido.

— ¿Tienes hambre?— preguntó Lili.

Claudio seguía adormilado y respondió que sí con un gruñido.

— Es una última, no sé cocinar.

Claudio se hizo reír y Lili se aferró con más fuerza a él.

— Tienes suerte, por qué yo sí.