Su armadura estaba ardiendo, su carne se estaba calentando y era cuestión de minutos para que empezara a ser cocinado vivo, lo único que entraba en sus pulmones era aire enrarecido. Aún así, no cayó, los ojos de bronce siguieron fijos en su enemigo.

Los temblores recorren continentes enteros. El fuego estalla, las aguas hierven y las luces y sombras resuenan en el amplio campo de batalla.

El era el Guardian, el que no podía caer.

No debía caer. Su mano apretó con fuerza el brazo de la deidad que le sujetaba del cuello y retorció el brazo legendario que enviaba flecha tras flecha a las huestes del cielo.

Apolo gritó, ira y dolor en el rostro bello del Dios de tantos talentos.

Los aplausos del trueno son seguidos por ráfagas de aire creadas por las ondas expansivas. Las trompetas divinas llaman a la carga. Un dios audaz intentó ayudar a su hermano, irradia rabia y sangre.

Guerra y muerte, sufrimiento y oprobio se reunieron a su alrededor mientras su mano hacia girar el hacha de bronce celestial.

Una espada lo envía volando hacia atrás, gravemente ensangrentado y un rubio de resplandor cegador que no era su oponente recogió el arma con una floritura.

El era la Espada del Cielo, de los primeros hijos de Dios. Michael, primer Arcángel del cielo.

Apolo, el Sol griego solo ignoró lo que acababa de suceder y apretó los dientes en desafío mostrando una mueca sangrante antes de que se separaran para chocar una vez mas.

Luz y fuego bailaron, las chispas blancas dispersándose con el dorado.

Ambos llaman a su poder, su esencia, antes de que el combate se registre en la Historia.

El carro del sol, los caballos llameantes, su aparición genera un cambio en el espectro de luces por encima del Monte Olimpo.

[Yo soy el caminante del Sol, el Guardián del Amanecer: la promesa de un nuevo día]

– El día del fin ya está aquí...Ars Nova –

Diez anillos se aparecieron girando a su alrededor, el aura de la luz fue derramada a su alrededor mientras extendía sus doce alas.

Diez bandas de luz se quebraron a través del cielo y descendieron conectando con sus dedos. El relincho de los corceles, la ira del Sol se enfrento a la calma del ángel.

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Los pasos resonaron en las ruinas. Las plumas negras revoloteaban en el aire. El espacio parecía una infinitud de blanco etéreo con únicamente las grietas existentes en los pilares evidenciando el paso del tiempo y la falta de manutención del lugar.

Una mujer inhalo y exhalo, de rodillas frente al altar con la Santa Cruz en lo alto. Los ojos verdes adquirieron un ligero brillo.

A pesar de ello, no se dio vuelta. El hombre siguió caminando, hasta que estuvo a dos pasos de ella.

– Estaba esperando que vinieras -Su voz suave envío ondas invisibles a través del edificio.

Los labios del visitante se arquearon ligeramente, reconocía el reproche ligero en su voz. Los músculos debajo de su ropa se agitaron cuando soltó un bufido de diversión.

– Lamento haber tardado tanto, pero me tomo un tiempo llegar sin ser advertido -Una capa roja toco el suelo cuando el hombre también se puso de cuclillas en el suelo.

– Desconfías demasiado de tus propias habilidades de infiltración, no eres realmente malo teniendo en cuenta la seguridad de Kuoh –

–Para poder confiar en ellas primero tengo que desconfiar no sólo de mi, si no mi propia sombra y que tan fuerte camino por la calle –El hombre resopló burlón antes de dejar caer su sarcasmo.

- Bienvenido, Issei-san –

La sonrisa del mencionado se hizo enorme, tanto que casi le dolían los músculos faciales.

– Estoy en casa, Asia –

La joven se dio vuelta, vestía pantalones, botas militares y una chaqueta azul suave y esponjosa.

– Veo que has mejorado tu sentido de la moda durante mi ausencia, antes no salías de ese atuendo de monja... –

– Vamos, sabiondo, me llevarás a una cita hoy –Ella le informó mientras rodaba los ojos con una pequeña sonrisa.

– ¿Lo permitió? –Se burló Issei, aunque su voz tenía algo de asombro oculto.

– Por favor, que sea cómo mi hija no significa que sea tu suegro... Eso sería rarísimo –Murmuro Galael de espaldas a Issei –. Además ¿Qué fue eso de Estoy en casa? Nunca tuviste un lugar fijo –

El Hyodō se encogió de hombros, pero su corazón se aceleró por el susto.

– ¿Siempre tienes que aparecer así? Algún día me darás un infarto –Murmuro apretando el puente de su nariz –. Además, que no tenga un espacio propio ahora es simplemente porque costaría mucho armarlo –

– Mas te vale que lo armes si piensas casarte algún día –Galael resopló antes de palmear su hombro.

Asia hizo una mueca divertida mientras echaba una última mirada al altar.

– Hombres, hermosa manera de arruinar reencuentros después de meses sin vernos –

Corriendo un mechón rebelde de su cabello y ajustando su pelo atado Asia lideró la caminata fuera del espacio en ruinas.

Galael sonrió ligeramente antes de observar las afueras del lugar. Los cuerpos de quimeras, demonios y ángeles caídos regaban el suelo del lugar sagrado con sangre.

El páramo desolado que quedó atrás era estéril. Ninguna vida animal o vegetal sobreviviría, no desde décadas y décadas. La tierra era vieja, pero ganados habían pastado demasiado tiempo desgastando el suelo y guerras antiguas habían hecho su parte en evitar el crecimiento de la hierba verde.

Por supuesto, tales páramos mortales y edificios abandonados no tenían sus usos para las facciones regionales circundantes, pero si para aquellos que se escondían.

Las personas fueron enviadas allí para morir, a menudo dolorosa y lentamente bajo un secuestrador o para esconderse durante un tiempo de las autoridades. Pero las cosas no podían permanecer así por mas tiempo.

Finalmente, tras mucho tiempo, Galael miró a su alrededor y se dio cuenta de que era hora de cambiar el mundo. Las puertas del cielo debían abrirse.

Que haya luz, para iluminar las tinieblas y dar esperanza. Que haya vida, para regocijarse en la compañía mutua de la existencia.

Un chasquido de sus dedos cambio el lugar, flores naciendo donde antes había sangre. Las grietas se cerraron y el polvo salió de los pilares antes oscuros que volvieron al blanco mármol. Salieron del lugar y se encontraron con la naturaleza viva, verde hierba reemplazando el espacio erosionado. Vida nueva.

Sí, no era Dios, pero aún podía hacer algo de bien al mundo.

– Entonces, estamos a sólo unos doce kilómetros de Santo Stefano di Sessanio –Murmuro para sí Galael, antes de mirar a los otros dos –. ¿Teletransportación o carrera hasta allí? –

- Teletransportación suena como lo mas practico –Asia se encogió de hombros, antes de sonreír -. Pero no es precisamente lo mas divertido, además hace meses que no veo a Isse -

- Bien, se los dejo a ustedes entonces -Galael dejo cualquier pretensión de caminar como el resto de los mortales y se dejo caer hacia atrás.

Su cuerpo se inclino ligeramente, cayendo, como caía un árbol. Aun así, nunca toco la hierba verde, pero en cambio fue absorbido por las nubes a través las cuales cayo luego de abrir un portal dorado que se cerro justo después de su caída. Un parpadeo fue todo lo que tomo.

Ah, el viento

Amaba la forma en que acariciaba su piel, especialmente sus alas, tanto tiempo selladas para no llamar la atención en Kuoh. Pero en ese momento... No lo necesitaba mas. Sintió el roció deshecho de la forma brumosa de las blancas nubes, el beso del sol sobre su piel.

La sensación de ir a cualquier parte, de hacer cualquier cosa, estar por encima en el aire, flotar con las ráfagas de aire. El sol brillaba sobre el y a su alrededor resaltando la aurora de luz dorada sobre su cabeza.

Me hace sentir libre, pensó. Ojos cerrados, cabellos agitados por el viento, caer sin nunca realmente caer...

Extendió sus alas, cada pluma pasando y dirigiendo su cuerpo a través del viento mientras giraba. Sintió los músculos estirarse, con fuerza renovada al emprender nuevo vuelo. Doce alas, doce extremidades casi independientes de su vuelo volvían a acariciar su espacio natural.

Al salir de su descanso sabía cuánto tiempo había dormido y soñado. El tiempo normalmente significaba poco para el concepto de un ser inmortal, pero se había acostumbrado a darle importancia a cada segundo. El tiempo pasaba y las personas preciosas siempre cambiaban, ya fuese para bien o para mal.

Sus ojos agudos se posaron en la tierra, donde una mujer y un hombre corrían justo debajo de su mirada. Habían crecido tanto, pasado por mucho y aún listos para enfrentar más.

Demonios o caídos, Dioses o monstruos. Ellos prevalecerán sin importar si el Cielo se abre o el Apocalipsis es liberado.

Porque ellos eran los hijos de la Humanidad. Sus campeones y elegidos.

Giorgio Napolitano, el reelecto undécimo presidente de Italia, no podía creer lo que veían sus ojos. Los anteojos descansaban en el escritorio mientras científicos y políticos caminaban de un lado a otro en el estudio general.

El valle era un páramo yermo, con una iglesia abandonada. Nada creció en él. Nada vivía en él. ¡Nada lo haría por otros cientos de miles de años! La prioridad era averiguar que ocurría, porque aquello subvertía cualquier intento de explicación lógica.

Sin embargo... un campo de hierba, un paisaje lleno de vida y promesa había crecido en él. Las cámaras de los drones recorrieron el antiguo páramo, donde se habían formado parches de vida vegetal verde y dorado

– ¿Que? – se escuchó murmurar a sí mismo. – Esto simplemente no puede ser –

En el centro, de todo lo mostrado por el monitor, los ojos de todos los observadores estaban atrapados, había un árbol alto y sano de raíces fuertes. Sus grandes ramas aún se estiraban mientras las hojas brotaban.

En una rama, floreció una sola flor, sus pétalos eran blancos y sencillos, pero era vida y renovación donde hubo nada más que desolación.

En cuestión de minutos, entre las ramas de otra arboleda recién crecida se formó una manzana. De color rojo, un rojo que iba más allá de las mejores manzanas sin ser de un tono ridículamente brillante ni oscura pero sumamente atrayente.

Exactamente la misma manzana que el presidente sostenía en su mano con un ceño fruncido.

Se le habían hecho estudios a la fruta, no era dañina sino algo más saludable que la común. Estimulaba el cerebro y tenía uno o dos efectos positivos para los huesos. Aparte de ello la fruta era en su mayoría blanca, crujiente y dulce cómo cualquier manzana.

Giorgio le dio un tentativo mordisco y se quedó en silencio. No podía simplemente describirlo, porque más allá de su apariencia... Cualquier manzana común era demasiado dulce o demasiado amarga, dura o insípida. Era simplemente la porción justa en cada pequeño detalle.

– Verdaderamente... Un milagro –Murmuro mientras los sonares y los científicos volvían a repetir sus estudios –. Primero la onda gravitatoria en México, ahora esto –

Uno de los científicos se ajustó las gafas, sus ojos turbados con preocupación. Ese tipo de energía en aquel sector no se veía desde hacía siglos...

– Que Júpiter nos proteja –Susurro, su mano haciendo un gesto de empujar hacia afuera con tres dedos extendidos, un signo antiguo de protección contra el mal.

Si alguien de la facción bíblica estaba verdaderamente entrando en la parte del territorio italiano que nos les pertenecía muchos desastres podían aparecer.

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º

º

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– Mátala – Dijo, la orden era simple, pero cruel. Y el que la dio no negoció ninguna discusión –. O ambos morirán, has tu elección, engendro del hombre –

Su voz exhalaba azufre y su cuerpo era una sombra de oscuridad y llamas. La malignidad, la frialdad de la oscuridad más cruel irradiaba a través de su cuerpo en forma de moscas negras que zumbaban con una sintonía amenazadora.

El cuchillo tembló en el agarre del chico de siete años mientras miraba a su amiga tirada en el piso.

El cuchillo era una cosa pequeña con un mango de plástico que se podía usar para cortar zanahorias con la misma facilidad con la que se podía usar para abrir a una persona, la hoja parecía desafilada en unos cuantos sectores, excepto por la punta.

Debería ser fácil. Tenía miedo, estaba desesperado.

Fue fácil.

Simplemente hundir el cuchillo y eso fue todo. Pero estaba mal, no necesitaba leer los códigos morales para saberlo, su cuerpo, su alma se resistía a ello.

Su pecho martillaba con el latido acelerado de su corazón resonando en sus oídos. Y rápidos y entrecortados jadeos salieron de los pulmones por sus labios. Tengo que hacer esto.

No podía hacer esto.

Nunca había matado a nadie antes y no queria matar a nadie.

– Vamos estúpido, mátala, mátala ahora ¿No quieres acaso vivir, estúpido gusano? –Su voz era profunda, pero el tono con el que hablaba revelaba diversión y deleite.

El cuchillo tembló en las mano sudadas.

No podía matar a nadie. La humedad brotó de los ojos llorosos, en las lagrimas vio reflejarse por un segundo el espacio de las ruinas de piedra, los vidrios sucios de la casona manchados por sangre.

– No, no puedo –Jadeo, el cuchillo se resbaló de sus manos y una mueca oscura recorrió al demonio.

– Entonces morir-

La luz del sol entró repentinamente, al mismo tiempo que los vidrios se quebraban con un crujido tintineante.

Tres figuras entraron, con paso firme. Uno era un adulto de cabello blanco que aparentaba tener veinticinco años, el otro un joven de cabello castaño que tenía un aire adolescente y en el medio una joven de cabellos rubios.

Todavía faltaban horas para el amanecer... Pero por alguna razón, el sol estaba ya en lo alto.

Si querían jugar a los héroes no tendrían más que una muerte digna de idiotas, decidió el demonio. Pagarían por interrumpir su diversión.

Al instante ráfagas de insectos se arrojaron hacia adelante, sus diminutas alas batiéndose hacía adelante con hambre vil, con ansias de devorar a los intrusos.

El joven de cabello castaño a la izquierda del grupo se movió rápidamente, su puño impulsándose hacia adelante rodeado de vapor y un chillido al romper la barrera del sonido antes de golpear la masa amorfa de insectos que son despedidos hacia atrás.

– ¡Issei ocúpate de los chicos! –Grito mientras esquivaba un látigo de sombras.

El más adulto de cabello blanco al que el demonio identificó como Issei se adelantó, ante la vista del demonio, sólo para intercambiar repentinamente lugares con el otro en el momento que dos picas de piedra colocadas precariamente en el techo intentaban empalarlo desde arriba, pero con la llegada del adolescente su puño destruyo las lanzas rocosas.

–¿Cómo.. –La voz cavernosa del ser abismal obtuvo un tinte de confusión antes de que se diera la vuelta y notará que había olvidado por completo a la rubia.

– Eso fue bastante inteligente, Isse –Felicito la joven con una pequeña sonrisa, agarrando a los chicos temblorosos. El pequeño de siete años aún estaba consciente, anonadado por el cambio de la situación –. Decir un nombre falso y atacar al mismo tiempo sólo para crear una distracción –

– Ustedes, estúpidos, se atreven... –Gruño, antes de aumentar repentinamente la salida de su fuerza.

El suelo de madera se agrieto, de su cuerpo repentinamente informe se formaron miles de millones de ojos pequeños y deformes junto a pequeñas mandíbulas que chirriaron al chocar y rechinar sus dientes. Un aura pesada se asentó a su alrededor.

– Clase Alta, casi suprema ¿Eh? –Murmuro el verdadero Issei, apretando su muñeca con la otra mano –. Además, forma lovecraftiana, definitivamente un bastardo de Baal Zebub ¡Y odio los insectos, sobre todo las moscas! –

En aquel momento ya no debían preocuparse por rehenes. Una cúpula dorada y numerosos círculos los rodearon de forma protectora antes de que sus mentes se desvanecieran en la inconsciencia.

Asia extendió su mano hacia adelante, llamando a un báculo ornamentado con la cruz dorada sobre ella, luego su ropa informal cambio, pasando a quedar vestida con una túnica blanca.

Eso hizo brillar con odio los ojos del demonio. Porque había encontrado en aquella hija de Eva al representante de su enemigo más odiado. Tratando de ignorar el atrevido relámpago de miedo que le subía por la espalda empujo hacia atrás las imágenes de la guerra, antes de estirar sus dos manos que se convirtieron prontamente en garras.

Su forma se hizo más corpórea, más clara en el mundo pero no por ello menos abominable. Su cabeza calva era el nacimiento de un rio de gusanos malignos, los ojos rojizos con un tinte de amarillo fatal se entrecerraron.

En aquellos ojos había una clara inteligencia y sagacidad que no era propia de los demonios en los últimos siglos.

– Un veterano... Ya veo –Dijo el hombre de cabello blanco, antes de apretar su mano, la cual hizo un chasquido audible.

Luz. Una jabalina dorada se dibujó en su mano, vibrante de poder y justicia, dos alas nacieron a través de su espalda, equilibrando rápidamente la diferencia de poder.

Tres contra uno, no era un gran desafío.

Y los ojos más temerosos del descendiente de Belcebú pudieron captarlo. Automáticamente empezó a buscar entre los tres una brecha, algo que aprovechar... Hasta que se detuvo en Asia.

Una cruz no era más que un icono, un símbolo sagrado que hacia daño pero sin suficiente valor si no se sostenía con verdadera fe. Y en todos sus años eternos de sangre y pecado nunca había conocido a un adorador de Dios que no flaqueara cuando sus símbolos sagrados fallaran y la muerte y la condenación fueran inminentes.

Si, podía ver una brecha en la mujer. El joven era fuerte y el ángel era temible, pero si pudiera romper a través del eslabón más débil...

– Ustedes, hombres y mujeres de dios, son muy valientes con sus artefactos sagrados ¿Pero se atreven a enfrentarme sin ellos? -Se burlo el demonio, retrocediendo inconscientemente unos pocos pasos hacia atrás mientras sus manos crepitaban con magia rojiza.

Cada vez que dijo eso los sacerdotes vacilaron, la luz vacilo, porque muchos no tenían suficiente fe en ellos para hacer frente al demonio sin los crucifijos. No tenían el entrenamiento que los exorcistas con la luz, por lo que estaban limitados.

No esperaba que respondiera al desafío, simplemente que se enojara y lo atacará con algún hechizo, de alguna forma, o que vacilase. Era todo lo que necesitaba.

Por eso, cuando la rubia dejo a un costado el báculo y el crucifijo antes de avanzar directamente hacia el apretando sus puños Romaius sintió lo que pocas veces había sentido mas allá de la Gran Guerra Santa.

Miedo. Terror, ante la verdadera fuerza de la luz. Hay un segundo de silencio, como si todo el mundo estuviera conteniendo la respiración... y luego Asia habla, la luz corona su semblante con la verdadera fe de los creyentes.

Su mano, empuña de forma imposible la luz pura, ahora lanza, que antes estaba en la mano de Galael.

- Tu lugar no esta en la morada de los hombres temerosos del Señor, tu eres tan solo una inmundicia que se esconde en las sombra intentando escapar de la vista del todopoderoso ¡Retrocede pues, porque el Señor esta conmigo! -

Las últimas palabras son pronunciadas en un rugido que parece hacer temblar los cimientos de las ruinas, y el ser inmundo grita, ¡alejándose de la luz!

Un hedor sulfúrico comienza a inundar el lugar y, en la penumbra y parece que finas avispas de humo comienzan a salir de la piel pálida del demonio. Su grito aumenta de tono y comienza a tropezar hacia atrás, moviéndose hacia las escaleras de las catacumbas ocultas.

De su cuerpo la monstruosa horda comenzó a fluir por dl suelo a una velocidad antinatural, mostrando colmillos y garras mientras cargaban hacia la monja, sólo para derretirse y morir ante la lanza, el aura luminosa no sólo era tóxica sino un escudo perfecto para la chica que avanzaba paso a paso sin detenerse.

Las cuerdas plateadas brotan a su alrededor y lo atrapan, presionando su cuerpo contra el suelo en sumisión. El negro explota a través de su cuerpo para liberarse, antes de que Galael descienda, tirando de los hilos entrelazados junto a Issei y reforzando los mismos con el atributo sagrado que hace nuevamente chillar a la abominación.

– Y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ¡te arrojo a las profundidades del averno, de donde viniste! -Asia grito, sus manos se extienden como un abrazo desgarrador y la lanza es impulsada -"¡FUERA!" -

Hay un ruido repugnante cuando la lanza perfora, carne y huesos antiguos son desgarrados, y un chillido profano brota de la mandíbula abierta de, que se extiende más de lo que debería ser posible. Moscas negras intentan escapar y explotan en manchas de sangre negra que es lavada mas allá de la existencia terrenal.

El cuerpo en el agarre de Issei comenzó a agarrotarse, la cabeza sacudiéndose de un lado a otro en agonía cuando la punta afilada de la estaca perfora el corazón pérfido que hay dentro.

Tanto Galael como el Hyodō soltaron su agarres sobre las cuerdas dejando que el demonio moribundo caiga al suelo de madera dejándolo retorcerse y gritar en vano en sus últimos momentos, arañando inútilmente con los dedos la superficie debajo de él. Debajo de su cuello ensangrentado, comienza a emerger un patrón dorado, que se graba en su piel quemada y venas podridas, moviéndose lentamente hacia arriba por su cuello y rostro.

Y con eso, el descendiente del Señor de las Moscas se queda en silencio, su cuerpo se pone rígido por un momento mientras el dorado que crece sobre su piel parece consumirlo por completo...

Antes de comenzar a desmoronarse como un tronco quemado, pequeñas motas de polvo al principio, luego más grandes. los trozos se desmoronan, todo el cuerpo aparentemente se derrumba sobre sí mismo mientras se marchita, reducido a una pila de polvo con forma vagamente humana. La estaca cae a un lado con un estrépito porque ya no hay una caja torácica que la mantenga en su lugar.

Es en menos de un minuto, no queda nada más que un montón de cenizas esparciéndose con el viento frente al grupo.

– Bien, eso se tardó un poco –Suspiro Issei mientras miraba el polvo negro desapareciendo a la luz del sol –. Francamente desagradable –

– Sabes, aquí hay algo que nunca esperé decir o escuchar sobre matar demonios –Dijo Asia, ya con los niños inconscientes en brazos.

Los habían dejado bien protegidos desde el inicio de la pelea, sin que el sonido o cualquier otra cosa llegase a ellos. Ahora, podrían ser libres de cualquier miedo cualquier terror.

Porque los santuarios podían ser abandonados, los crucifijos olvidados y las túnicas rotas. Nada de eso importaba, eran símbolos, pero no eran la verdadera fé, la verdadera luz. Porque quién murió en la cruz por ellos había purgado sus pecados y en su amor eterno les había brindado la redención y protección.

Tan sólo bastaba rezar "Querido Dios, protector de la Humanidad..." Porque aquél que busque encontrará, a quien llame se le abrirá.

El mundo no estaba hecho tan sólo para el sufrimiento y las despedidas.


Nota de Autor: Bien, empiezo a subir todas esas historias que había dejado a un costado solo en wattpad, pero la que estaré siguiendo de forma principal será Tale of a True Faker, siendo que es la que tiene la mayor demanda.