Capítulo 32. Señorita Malfoy
Ron observaba lo que pasaba totalmente congelado e incapaz de reaccionar. Su cuerpo quería moverse, gritar, tratar de hacer algo, pero sus músculos no se ponían en acción. Harry era llevado a punta de varita fuera de la sala común por un auror, Hermione era llevada en brazos a la enfermería… Y estaba claro que había algo extraño allí… Harry jamás haría algo así… ¿Qué estaba pasando? ¿Había sido Malfoy de nuevo…?
Pero no consiguió hacer nada más que contemplar, igual que todo el mundo, en horror. Hasta que pronto ya nadie quedó allí a excepción de la profesora McGonagall, ordenándole a todos en un ataque de nervios que subieran a sus habitaciones o que regresaran a sus casas, o escuelas.
Harry era empujado por Dawlish escaleras abajo. Se dejó llevar. No era consciente de dónde estaba. En su mente, todo alrededor era una especie de humo blanco, del cual no podía escapar…
Sabía muy bien que estaba bajo un maleficio imperius, porque ya lo había estado antes. También había logrado escapar del control de uno antes, pero no esta noche… Quizás era la decepción por no haber logrado su objetivo, quizás era el cansancio por una noche tan larga, en la que había invertido tanto esfuerzo en vano… Simplemente no tenía fuerzas. Se dejó guiar en la niebla, haciendo todo lo que la fría y cruel voz en su cabeza le pedía…
De pronto, pudo ver algo entre medio de la gran confusión en su mente: un mar, un océano… ¿Eso era real? ¿O lo estaba soñando?
Entreabrió los ojos… La voz en su mente se había disipado, igual que las nubes que cubrían el espeso cielo nocturno…
Estaba volando. Iba en escoba, y bajo él se veían las aguas de un océano frío y oscuro, un mar negro que reflejaba las pocas estrellas del cielo…
-¡La capucha, Potter! -gruñó una voz en su oído. Tenía algo en la cabeza, que le cubría la visión de forma parcial, una especie de bolsa. Luego de decir esto, Dawlish le presionó aquello hacia abajo contra el cuello, y ya no pudo ver nada.
Todo era negro ahora, pero ya no estaba bajo el control del imperius. Se dio cuenta de que era libre, podía mover los dedos y pestañear a voluntad…
Libre de eso, nada más. Del maleficio. Sin embargo…
-¿A dónde vamos? -susurró, y le sorprendió lo ronca y apagada que sonaba su propia voz en la noche. El viento frío le helaba los huesos. Debían estar volando muy alto, mucho más alto de lo que él había volado nunca, sobre ese lejano océano…
-¿A dónde crees, Potter? A Azkaban, por supuesto -la voz de Dawlish apenas le llegaba en medio del silbido del viento. Harry quiso mirar hacia abajo, pero la bolsa, capucha o lo que fuera que tenía puesto ahora estaba colocada hasta el cuello y no le permitía ver nada de nada. -Tienes colocado un encantamiento de parálisis parcial, Potter. No puedes mover más que la cara, los dedos y poco más. Así que ni siquiera intentes moverte. Guarda tus fuerzas para cuando tengas que enfrentarte a los dementores. Las necesitarás.
Harry jamás hubiera siquiera pensado en tratar de huir. Todo lo contrario, le aterraba moverse y caer desde semejante altura. Aunque hubiera un océano abajo, estaba seguro de que el impacto desde tan alto tenía que significar inevitablemente una muerte segura.
A Azkaban… Estaban yendo a Azkaban…
Aquello tenía que ser una pesadilla. Una terrible pesadilla…
Ron tuvo que regresar a su dormitorio. No le quedó más remedio. La multitud lo empujó escaleras arriba y él se despidió apresuradamente de Fleur antes de desaparecer hacia allí. Cuando estuvo arriba, vio que Seamus, Dean y Neville hablaban entre sí muy rápidamente; pero se callaron cuando lo vieron entrar.
De seguro no querían hablar mierda de Harry delante de él…
Sin mirarlos ni dirigirles la palabra, Ron se desvistió rápidamente, se metió en su cama y cerró las cortinas de dosel.
No podía acallar el fuerte zumbido en su cabeza. ¿Qué acababa de pasar…? Era lo único que tenía lugar allí. ¿Qué acababa de pasar…?
-Trata de permanecer despierta, Hermione… Ya casi llegamos… Mantente aquí, despierta, con nosotros…
Los profesores la llevaban hacia la enfermería a toda velocidad, haciéndola levitar mediante magia como si hubiese una camilla invisible bajo ella.
-¡Rápido, Poppy! -exclamó la profesora Sprout, alarmada, cuando finalmente llegaron.
Madame Pomfrey se acercó corriendo a toda velocidad.
-¡Tráiganla por aquí, rápido! ¡¿Qué le ha pasado?!
-Ha sido golpeada. Violada y golpeada…
-Por Merlín… -Madame Pomfrey no daba crédito a sus oídos. Estaba escandalizada al extremo. -¿Violada y…? ¡¿Qué demonios está pasando con este colegio?! Rápido, rápido, por aquí…
Hermione dejó que la recostaran en una de las camas de la enfermería.
-¿Dónde te duele, querida?
-La cara, sobre todo… -dijo ella, fingiendo una voz más débil de la que tenía realmente.
Madame Pomfrey alumbraba con su varita la cara de la chica, que tenía un gran moretón en el costado de la nariz y en un ojo, que estaba a su vez inyectado en sangre. Varias líneas de sangre caían de allí hacia sus labios.
-Te han partido la nariz, pero la arreglaré enseguida… -susurró la enfermera-. ¿Qué más, querida? ¿Te duele la cabeza? ¿Sientes mareo, sensación de desmayo…?
-Sí, un poco…
-Bebe esto, rápido.
Hermione obedeció, abriendo la boca para poder tragar la poción que le ofrecía la enfermera.
-¿Tus genitales te duelen? ¿Te han lastimado mucho allí abajo, durante la violación? Cuéntame todo, querida, es importante que me digas todo lo que te duele. No sientas miedo ni vergüenza.
-Sí, me duele un poco ahí -mintió ella-. Pero me duele más la cabeza.
-Te han dado un gran golpe en la cabeza, sí… Te revisaré. Profesores, por favor, dennos privacidad.
Los profesores se apartaron y Madame Pomfrey cerró las cortinas blancas del barral que bordeaba la cama antes de levantar la sábana con la que aún se tapaba Hermione para revisar sus genitales, alumbrando su entrepierna con la varita.
-No veo nada malo por el momento… -susurraba la enfermera, revisándola minuciosamente-. ¿Te duele adentro, querida? ¿O quizás la zona exterior?
-Mmm, un poco adentro -mintió Hermione.
Con la privacidad que le conferían las cortinas, y con la enfermera mirando entre sus piernas y sin poder verle la cara tampoco; Hermione esbozó una sonrisa.
Todo había salido excelente…
El viento golpeaba con violencia contra la tela que tapaba su rostro. Harry veía algo más que negrura ahora: parecía como si una luz centellara débilmente contra la tela. ¿Acaso había salido el sol ya? ¿Estaba amaneciendo?
-¿No tengo derecho a un juicio antes de ser encarcelado? -preguntó Harry, empezando a pensar con más claridad. Era consciente ahora de que ya no había rastros en él del maleficio imperius que le había lanzado Hermione. Quizás fuera porque la habilidad mágica de ella no fue suficiente para mantenerlo a tanta distancia, o simplemente porque hubiera decidido finalizarlo. Lo único certero era que él, Harry, no había sido el que lo había finalizado. Se sentía tan débil que sabía que nunca hubiera sido capaz de lograrlo.
Dawlish gruñó y pareció que no iba a responder, hasta que dijo:
-Sí, hasta los sucios violadores de mierda como tú tienen derecho a eso, Potter, por desgracia. Pero antes de que fijen una fecha para eso tendrás que sobrevivir a los dementores por una semana entera, por lo menos… Algunos juicios tardan tanto en recibir una fecha que los detenidos se quedan semanas en Azkaban hasta que el Wizengamot fija la fecha… Han llegado a tardar meses, incluso…
Dawlish lanzó una carcajada fría que le puso los pelos de punta.
¿Meses? ¿Tendría que esperar meses en prisión hasta que le dieran la posibilidad de defenderse y explicar lo que había pasado?
Oyó algo. Había un animal allí, chillando, junto a la escoba voladora. Sintió que Dawlish bajaba la velocidad…
-¿Qué es esto? -exclamó en voz alta el auror, con un tono de confusión, bajando tanto la velocidad de su escoba que el zumbido dejó de oírse tan fuerte en sus oídos. En cambio, Harry sentía el viento y oía murmullos de marea y sonidos de otros animales más lejanos; gaviotas, quizás.
-¿Qué? ¿Qué ha pasado? -preguntó Harry.
Dawlish no respondió. Harry lo oyó maldecir en voz baja y luego retomar el control de su escoba.
Sin embargo, parecía haber cambiado de dirección, porque claramente ya no estaba volando en la misma orientación que antes. El brillo de lo que Harry creía que era el sol había cambiado de lugar en su capucha. Además, como un experto en volar él mismo, Harry era plenamente consciente de que la escoba estaba haciendo un giro redondo, quizás incluso de ciento ochenta grados.
-¿Estamos volviendo? -se atrevió a preguntar. Temió que el auror fuera a extender el maleficio de parálisis para taparle la boca también, pero por suerte eso no ocurrió. En cambio, le contestó:
-Tienes suerte, Potter, ¿eh? Acaban de enviarme una lechuza para ordenarme que no te lleve a Azkaban, si no al Ministerio de la Magia… Al parecer tu juicio ya se ha fijado, para hoy mismo. Es algo inédito. No ocurre algo así hace mucho tiempo… Pero supongo que ya estás acostumbrado a ser la excepción a todo, ¿verdad, Potter? El único Campeón menor de edad, el único expulsado que regresa al colegio a la semana, el único detenido que recibe fecha de juicio para el mismo día… Todos tienen consideraciones especiales con Potter… No me sorprende que hayas acabado siendo un violador y un golpeador de mujeres, viviendo toda tu vida en una cuna de oro, malcriado y lleno de privilegios… Era cuestión de tiempo.
Harry no dijo nada ante esa provocación porque sabía que Dawlish solo estaba enfurecido por tener que llevarlo de regreso. Además, estaba tan aliviado de que cambiaran de rumbo que ni siquiera se sintió enfadado por sus palabras. Dudaba que hubiera espacio en su mente para enfadarse, de todas formas. Sus emociones estaban todas pausadas en ese momento, como en stand by. Igual que todo su cerebro y su cuerpo.
Era bueno estar regresando, a pesar de todo… El sonido de esas gaviotas, quizás rondando la isla con la terrible prisión de los magos sobre sus rocas y acantilados, le había puesto los pelos de punta. Sobre todo por la idea de tener que enfrentarse a cientos o quizás miles de dementores, la criatura a la que más temía en todo el mundo mágico…
-Esto es totalmente irregular… -se quejaba ahora el auror en voz alta, ahora abandonando la provocación, ante la falta de respuesta de Harry, y en cambio mostrando su enfado abiertamente-. La niña debe estar en la enfermería de Hogwarts aún. ¿Cómo demonios hará para presentarse a declarar? Y no pueden hacer el juicio sin ella y sin su testimonio, iría totalmente en contra de la Ley Mágica…
Harry lo oyó farfullar por un buen rato, pero no volvió a pronunciar palabra. Temía que el auror, en su enfado, dejara de hablar. Era mejor oír la poca información que pudiera por parte de él antes que dejar que su mente divagara hacia los rincones más oscuros de su mente, porque no había otro sitio a donde fuera a ir si esto ocurría…
Aunque adelantaran su juicio, Harry aun tendría que pensar cómo defenderse de una clara sentencia a prisión por violación y violencia de género. Aquello no sería nada fácil, en especial considerando que su única posibilidad era inculpar a Hermione, que tampoco tenía la culpa de haber hecho lo que hizo…
¿Quién iba a creer su historia? Él no había actuado por voluntad propia, si no por un maleficio imperius… ¿Había forma de probar eso en el mundo mágico? ¿No había dicho Ojoloco que los seguidores de Voldemort que habían alegado estar bajo el maleficio imperius al obedecerlo fueron encarcelados de todas formas porque era imposible saber quién decía la verdad y quién mentía?
Y en caso de convencerlos de que eso era lo que había pasado; un testimonio que tendría que ser más fuerte que el de cientos y cientos de alumnos, una subdirectora, un auror y el mismísimo Ministro de la Magia, que lo habían visto, todos ellos, literalmente golpear brutalmente a Hermione mientras la insultaba y trataba de "puta"… aun así y todo, quedaba el pequeño detalle de que Hermione no era la auténtica culpable de lo que había hecho. Tendría que lograr convencerlos de que Hermione a su vez también estaba bajo el control de un maleficio lanzado por alguien más, Malfoy; que sí era el verdadero culpable…
Tan solo pensarlo hacía que su cabeza se mareara, al punto de que tenía ganas de vomitar. O quizás esto fuera porque Dawlish ahora había acelerado su escoba a una velocidad tan vertiginosa que Harry pensó que, en caso de que la Ley Mágica estableciera límites de velocidad para las escobas voladoras, de seguro que estaba excediéndolos. Un choque contra cualquier cosa a tal velocidad de seguro los mataría a ambos, aplastándolos como mosquitos contra una pared. Dawlish parecía estar conduciendo dominado por la rabia que le provocaba la fijación tan rápida de su juicio…
-Aunque quizás esto se trate de otra cosa… -siguió diciendo el auror, que ahora tenía un tono de voz distinto-. Dumbledore está de viaje este fin de semana, según me dijeron…
Entonces Harry sintió un escalofrío en su espalda que no tenía nada que ver con el viento que zumbaba furiosamente contra su cabeza. Dawlish ahora reía de forma despiadada, y Harry entendía exactamente el motivo.
-¿Crees que seas capaz de defenderte sin el director del colegio, que siempre te salva de todas tus cagadas, Potter?
Harry no respondió, pero supo al instante que el auror tenía razón. No era por benevolencia que Fudge habría decidido fijar la audiencia para ese mismo día, habiendo visto él mismo a Harry en el acto y seguramente deseando intensamente aplicarle la pena máxima lo antes posible. Dumbledore no había estado allí en la sala común, con McGonagall. Creía recordar haber oído la voz del Ministro, en medio de esa neblina blanca provocada por el maleficio, diciendo que Dumbledore estaba tan confiado de que todo estaría bien que había abandonado el castillo esa noche…
Si fijaban su juicio para ese mismo día, quizás el director no supiera nada de lo ocurrido aún, estando de viaje, y no podría presentarse a defenderlo. Estaría sin Dumbledore, que lo había aceptado de regreso en el colegio, que lo había salvado de tantas cosas antes, que siempre había tenido una consideración especial con él…
Estaría solo. Solo ante Fudge y ante el tribunal mágico. Solo ante un montón de magos y brujas adultos y desconocidos que habrían creído todo lo escrito por Rita Skeeter la semana anterior y que ahora, al saber esto, se morirían de ganas de finalmente meter a ese terrible y asqueroso violador tras las rejas…
…
Ernie caminaba junto a Hannah, bajando las escaleras de mármol del vestíbulo.
-Ya casi, Hannah -le decía, sosteniéndola por los hombros. La chica estaba tan borracha y bajo los efectos de las pociones del ponche que apenas parecía ser consciente de sus entornos, y no podía dar dos pasos sola sin tropezar. Justin y Susan no habían aparecido de nuevo. Quizás ni siquiera sabían del alboroto que había habido en la fiesta, porque los había visto desaparecer juntos hacia un dormitorio un rato atrás. -Ya casi llegamos… No te preocupes, Hannah…
-No estoy preocupada -le respondió ella, pasando un brazo por sus hombros también y dirigiéndole una débil sonrisita-. Estoy contigo, Ernie.
Llegaron al dormitorio de Hannah, donde no había nadie más. Ernie la ayudó a llegar hasta la cama y la recostó en ella.
Hannah se tumbó en la cama con su largo cabello de color rubio intenso cayendo sobre la almohada. Parpadeó lentamente, sus ojos azules viendo todo borroso alrededor, sintiéndose totalmente mareada…
-¿Estás bien? -preguntó Ernie, mientras le quitaba los zapatos.
Hannah asintió, y acto seguido se inclinó por sobre el borde la cama para vomitar.
Ernie se apartó justo a tiempo, pero un poco del vómito le salpicó sobre las zapatillas de todas formas.
-¡Lo… lo siento…!
-Está bien, tú no te preocupes. Yo me encargo.
Ernie sacó su varita y la agitó en el aire. Todo el vómito desapareció. Luego, con otro encantamiento, materializó unos pañuelos de papel en el aire y se los ofreció.
Ella alzó una mano hacia estos, pero no fue capaz de agarrarlos. Estaba mal… Muy mal…
-Yo te ayudo.
Totalmente sobrio, sin haber tomado una gota de alcohol en toda la noche, Ernie se sentía fantástico en ese sentido, completamente diferente a los demás. Se sentó en la cama junto a su amiga, tomó uno de los pañuelos y se lo pasó por los labios, limpiándole el vómito que le chorreaba de la boca.
Hannah parpadeó varias veces mientras alzaba sus ojos azules hacia él, tratando de enfocarlo en su campo de visión.
-Eres tan bueno, Ernie… -le susurró, permitiéndole que le limpiara la boca.
-No pasa nada -dijo él. Le apartó el cabello de la cara y le ofreció un vaso de agua que también acababa de materializar en el aire. Era muy bueno con ese tipo de encantamientos. No por nada era uno de los Hufflepuff a los que mejor le iba en todas las asignaturas.
Hannah aceptó el vaso de agua y le dio un largo trago, sin quitarle la mirada de encima. Cuando acabó, se lo devolvió y le dijo:
-¿Estás seguro de que no quieres que te chupe el pene?
Ernie rió, ruborizándose tanto que su rostro quedó como un tomate.
-Veo que sigues ebria…
-Pues te lo mereces, con toda esta ayuda que me estás dando…
-Para eso son los amigos -dijo él, y al instante se sintió un imbécil. ¿Una chica se ofrecía a chuparle el pene y él le respondía "para eso son los amigos"? Pero entonces se recordó a sí mismo que Hannah era su mejor amiga, casi una hermana, y que estaba muy pero muy ebria. En un estado de ebriedad tan alto que aceptarle su oferta hubiera sido todo un abuso.
Él ya no se comportaba de esas formas. Volvía a ser el Ernie maduro y responsable que siempre había sido.
-Vaya, realmente eres un perdedor -dijo ella entonces, y rompió en carcajadas.
-¿Qué dices? -Ernie se sintió ofendido.
-¿Una chica se ofrece a chuparte la verga por ser bueno con ella y tú respondes "para eso son los amigos"? -Hannah empezó a reír, tapándose la boca con una mano.
Ernie quedó estupefacto. Hannah le había leído la mente a la perfección, y al mismo tiempo se estaba burlando de él. ¿Ese era el precio que le tocaba pagar por ser bueno y responsable?
-¿De verdad vas a llamarme "perdedor"? -dijo Ernie, indignado-. Te estoy ofreciendo ayuda, te traigo a tu habitación, me niego repetidamente a tus ofrecimientos por chuparme… ya sabes, el miembro… Porque eres mi amiga y estás ebria, y estoy seguro de que si hicieras eso te arrepentirías mañana…
-Claro que no me arrepentiré -dijo Hannah, y ahora lo miraba con una sonrisa muy traviesa, mientras se pasaba la lengua por los labios, sensualmente-. ¿Quién te dijo que cuando una chica está ebria hace cosas que no quiere…?
-Estoy seguro de que no me ofrecerías algo así si estuvieras sobria, Hannah…
-Pero no sería porque no quiera hacerlo, sería porque no me atrevería a ofrecértelo… ¿entiendes la diferencia?
Hannah estaba tan ebria que se tambaleaba en el lugar, mientras lo miraba fijamente.
Ernie sintió que algo golpeaba con fuerza contra su pecho, y tardó varios segundos en comprender que era su corazón.
-¿Estás diciendo… que de verdad quieres hacer eso?
Ahora estaba confundido. Toda la moral y responsabilidad ahora se sentían como un pensamiento idiota, y en cambio la idea de que Hannah le chupara el pene se volvía una posibilidad realista, y la delgada línea que dividía el sitio donde la idea entraba en conflicto con su moral se iba disolviendo, más y más…
Hannah asintió lentamente, sin dejar de mirarlo de esa forma provocativa, sexy…
Ernie alzó instintivamente la mirada hacia la puerta. Pero Hannah ya había sacado su varita y trataba de lanzar un encantamiento hacia ella para bloquearla. Sin éxito, sin embargo. Su varita apuntaba a cualquier lado menos a la puerta.
-Déjame a mí -se ofreció él.
Lo dudó unos segundos…
¿Estaba haciendo lo correcto…?
A la mierda. El razonamiento de Hannah era totalmente coherente. Ella sí quería hacer eso, solo que en estado de sobriedad nunca se hubiera atrevido a proponérselo.
Él era buen amigo y responsable, pero tampoco un imbécil. Si ella estaba tan convencida de ello, entonces…
Alzó su varita hacia la puerta y la trabó al instante, para que nadie pudiera abrirla desde afuera.
-De acuerdo, vamos -dijo Ernie, y empezó a bajarse el cierre del pantalón a toda velocidad.
Hannah pareció sorprendida. ¿Acaso dudaba de que de verdad él fuera a aceptar?
Pero finalmente asintió con la cabeza y se acomodó el cabello detrás de una oreja.
-De acuerdo, aquí voy…
La chica movió sus manos por las piernas de Ernie, buscando su pene. Estaba tan ebria que ni siquiera podía encontrar eso, un órgano que estaba en el mismo sitio en todos los seres humanos masculinos, por lo que no podía ser tan difícil de localizar…
-Aquí -Ernie tomó su mano y la apoyó sobre su pene. Sintió que se ponía durísimo. La calentura trepó por todo su cuerpo y se apoderó de él… -Ufff -dejó salir una exclamación de placer mientras él mismo movía la mano de Hannah por encima de su pene.
Se sentía tan placentero, el tacto de los dedos de la chica apoyados en su firme miembro viril, durísimo, erecto, rocoso, expectante y deseoso de sexo…
-Te has puesto súper caliente -murmuró Hannah, que ahora tocaba su pene a través del pantalón como si este le causara curiosidad, mirando fijamente hacia allí con sus ojos cerrándose cada tanto, casi como si estuviera por caer de lado dormida en cualquier segundo. No parecía ser consciente de nada, de tan ebria que estaba.
Ernie se bajó el pantalón y sacó su pene afuera. Llevó la mano de su amiga a la piel de su pene, sin aguantar más. Estaba tan caliente que quería ir hacia adelante con ello hasta el fondo, ya mismo. De pronto la idea de Hannah chupándole el pene era tan pero tan atrayente que no podía contenerse… Lo necesitaba, ahora mismo…
Apoyó él mismo la mano de Hannah sobre su pene y provocó que la chica lo masturbara, apretando la mano de ella con la suya.
-Ufff -repitió, extasiado-. Qué genial…
-Ahora te la chuparé -anunció Hannah, arrastrando todas las palabras y tratando de enfocar la vista en su pene, aunque en su campo visual había unos diez penes de Ernie, todos iguales, girando en un círculo delante de ella… Sintió que vomitaría de nuevo…
Pero Ernie ahora le sostenía la cabeza, y se la bajaba lentamente…
El chico ayudó a Hannah a llegar hasta su pene. Ella abrió la boca y Ernie le hizo presión con la cabeza hacia abajo, para meter todo su pene dentro de su boca.
-¡Uuuhhh! -con placer, Ernie alzó la pelvis y metió su pene hasta adentro de la boca de Hannah. Luego relajó la pelvis sobre la cama, y luego la tensó otra vez. Subió y bajó su cuerpo para provocar que su pene entrara y saliera de la boca de su amiga.
Con un sonidito ahogado, Hannah cerró los labios y los ojos. Subió y bajó su cabeza, chupándole todo el pene. Ernie le sujetó la cabeza con firmeza y empezó a subirle y bajarle la cabeza él mismo, más rápido, con su cabello rubio y largo cayendo encima de sus piernas desnudas.
-¡Ohhhh! ¡Ohhhhh! -el chico lanzaba gemidos de placer. Su cuerpo se tensaba con éxtasis. Estaba tan pero tan caliente…
Hannah hacía sonidos de ahogo. Ahora él le sostenía la cabeza con fuerza hasta abajo de todo, provocando que la punta de su pene llegara hasta la garganta de ella, metiéndose en esta, en garganta profunda. Era tan excitante. Lo calentaba tanto…
-¡Aquí voy…! ¡Ohhhh!
Con más gemidos, Ernie empezó a eyacular en la boca de Hannah. Corrió un poco su pene hacia atrás, sacándolo de su garganta y descansándolo sobre su lengua, mientras el semen se disparaba dentro de la boca de su amiga.
Hannah se atragantó. Tuvo que apartar la cabeza a un lado, y empezó a escupir semen sobre la cama. El líquido blancuzco chorreaba de su boca…
-¡Ohhh! -con otro gemido, Ernie acercó su pene a la cara de la chica y le lanzó unos últimos proyectiles de semen directo a la cara. Estos cayeron sobre sus párpados y sobre su nariz, y algunos sobre su cabello. -¡Uuufff!
Mientras Hannah se hacía a un lado, con arcadas, Ernie siguió masturbándose hasta que ya no salió más semen. Se acercó a Hannah, la tomó de las piernas y apoyó su pene contra su trasero, rozando su pene contra su vestido y limpiándose los últimos rastros de semen con sus glúteos, sobre la tela de su vestido.
-Déjame… -oyó que decía ella, apartándolo de un empujón. Quiso incorporarse, pero estaba tan mareada que no conseguía hacerlo.
Ernie se guardó el pene en los calzones y se la quedó mirando.
-¿Estás bien? -le preguntó.
-Eres un imbécil… -oyó que decía ella. Hannah parecía molesta. Tenía la cara y el cabello empapados de su semen. Él tomó unos pañuelos que habían quedado limpios y quiso ayudarla a limpiarse, pero ella volvió a apartarlo de un empujón. Parecía querer irse de allí, pero no logró más que caer de costado en la cama de nuevo, mirando hacia arriba y luciendo en un estado tan grave de ebriedad que apenas podía mover su cuerpo.
-¿Imbécil…? -Ernie se quedó en shock-. ¿A qué te refieres?
Pero Hannah no respondió. Se recostó en la cama y se quedó mirando hacia el lado opuesto a él, hacia la pared. Entonces la oyó decir en voz muy baja:
-Te has aprovechado de mí… menudo amigo…
Ernie quedó aún más en shock.
-¡Pero…! ¡Pero si tú dijiste…!
-Vete de aquí… pedazo de mierda…
Y esas fueron sus últimas palabras. Acto seguido, Hannah se durmió y todo lo que Ernie oyó de ella fueron sus ronquidos.
Un momento, pensó Ernie, con su mente congelada por la conmoción. ¡¿Qué acaba de pasar?!
Pero no iba a obtener más respuestas de Hannah, porque la chica ahora estaba profundamente dormida y seguramente seguiría en ese estado por muchas horas…
Muchas y muchas horas…
Hasta que finalmente despertara, por la mañana, y recordara lo que había pasado entre ellos en esa habitación, esa noche.
¿Y qué pensaría entonces de él? ¿Qué recuerdo prevalecería, aquel en que se burlaba de él por no aceptar su mamada y en cambio querer ser su amigo y cuidarla, o aquel en que le decía que se había aprovechado de ella y que era un pedazo de mierda?
Sí, quizás se había descontrolado un poco al momento de hacerlo; pero, en definitiva, ella le había dicho que quería hacerlo, y que en estado de sobriedad también habría querido… ¿No era así? ¿O acaso eso también debió haberlo ignorado, por estar ella ebria?
Su cabeza quedó tan confundida que sintió que él también se desmayaría en la cama, como ella…
¿Qué iba a pasar ahora? ¿Acababa de perder a su mejor amiga de toda la vida por una mamada?
¿Hannah no querría hablarle nunca más a partir de la mañana siguiente?
¿Lo denunciaría, como Hermione Granger había denunciado públicamente a Harry Potter?
Pero él no había violado a Hannah… ¿O sí?
Las preguntas lo estaban volviendo loco.
Menudo final de mierda para una noche como esta...
…
El sol de la mañana le caía en la cara. La chica fue abriendo los ojos lentamente, sintiéndose más y más confundida…
Encima suyo, los pájaros cantaban en los árboles. Estaba acostada en medio de un claro de bosque, rodeada de naturaleza.
¿Qué carajos…?
Alicia se sentó sobre el césped. La cabeza se le partía de dolor. Sentía que había dormido apenas veinte minutos en toda la noche. Aun estaba muy borracha, confundida y perdida.
No recordaba absolutamente nada de lo que había pasado luego de las dos o tres de la mañana. Su último recuerdo era tener ganas de ir al baño en un momento dado, y nada más… Todo a partir de allí se sentía en blanco, vacío. No tenía recuerdos de ningún tipo.
-Menuda noche de borrachera… -dijo en voz alta, parpadeando para acostumbrarse a la luz del sol de la mañana, que caía sobre ella-. ¿Cómo mierda acabé aquí?
Y entonces, mientras caminaba por el Bosque Prohibido de regreso al castillo, no pudo evitar lanzar una risita, allí sola.
Acababa de vivir la primera noche de fiesta de su vida lo suficientemente pesada para acabar despertando en medio de un bosque horas después, sin entender cómo mierda había terminado allí.
Qué increíble…
…
Harry sintió que lo lanzaban brutalmente contra una pared. Entonces, alguien le quitó la capucha, por fin, y pudo volver a ver luego de horas con la cabeza tapada.
Sus ojos tardaron muchísimo tiempo en acostumbrarse a la débil y tenue luz de esa sala de paredes rocosas…
¿Dónde estaba?
Sabía que era alguna clase de lugar subterráneo, porque había oído el sonido del ascensor bajando y bajando, y el brillo que luego había quedado claro que era la luz del sol de la mañana había desaparecido en un momento dado, al ingresar a aquel edificio donde estaban…
-¿Harry?
Parpadeó varias veces, mirando ahora en dirección a la persona que acababa de pronunciar su nombre, con voz femenina.
Pero algo debía andar mal, porque no era la primera vez que veía a esa persona esa noche, y de alguna forma su presencia no se había sentido del todo correcta la vez anterior…
-¿Verity?
La chica corrió hacia él y le dio un abrazo tan fuerte que casi le revienta las costillas. Harry se quedó sin aliento, con su visión tapada de nuevo, esta vez por el cabello rubio de la chica.
-¡Qué bueno verte, Harry! No sé qué está pasando aquí… Esto es horrible…
Harry le devolvió el abrazo, tratando de ordenar su cerebro. ¿Qué hacía Verity ahí, en el Ministerio de la Magia, a donde lo habían llevado para su juicio ante el Wizengamot?
-Verity, no entiendo nada…
La última vez que la había visto, ella había ido hasta Hogwarts para declararle su amor…
-¡Yo tampoco, Harry! -dijo ella, finalmente apartándose de él-. Acabo de verte llegar aquí y pensé que tú sí entenderías, porque nadie quiere explicarme nada. Solo me han dicho que estoy detenida, que quizás me envíen a Azkaban, y…
-¿Cómo? ¿Que…? ¿A ti? Pero… -Harry estaba tan confundido, indignado y sorprendido, todo a la vez, que su cabeza parecía a punto de explotar-. Pero, ¿a ti por qué…? ¿Qué mierda…?
Sin embargo, no llegaron a hablar nada más. Porque, en ese momento, un grupo de magos adultos se acercó a ellos. Fue recién entonces que Harry cayó en la cuenta de que estaban rodeados de muchísimos dementores. No podía sentir sus efectos porque estos estaban flotando detrás de una especie de escudo semi-transparente y blancuzco. Al parecer, el escudo bloqueaba su efecto en ellos.
-Señor Potter, señorita Malfoy, por favor acérquense -dijo uno de los magos adultos y desconocidos que se habían acercado a ellos.
Aun más confundido que antes, Harry buscó alrededor con la mirada, para ver a quién se refería el mago con lo de "señorita Malfoy". Pero no había nadie más allí aparte de ellos dos.
Entonces tuvo la idea más absurda del mundo, absurda incluso en los términos actuales, dentro de lo absurdo que era todo lo que estaba ocurriendo… Por ridículo que pareciera, el mago parecía dirigirse a Verity con ese apellido. La absurda idea fue reforzada cuando la chica obedeció y fue tras el hombre, sin objetar, sin mirarlo de forma extraña ni nada así.
Pero, nuevamente, Harry no llegó a decir nada, porque ahora este mago adulto hablaba a toda velocidad:
-En unas horas ingresarán al Tribunal 10, donde serán juzgados simultáneamente y tendrán que defenderse. Mientras tanto, serán retenidos en una sala de máxima seguridad aquí mismo, en el Ministerio de la Magia. Tienen derecho a una defensa y a testigos, para lo cual podrán enviar una sola lechuza cada uno a una sola persona, en caso de requerirlo. No es obligatorio. Cuando llegue la hora, entren tranquilos al tribunal, explíquense y defiéndanse. Luego de eso, el Wizengamot dictará su sentencia, la cual puede comprender cierta cantidad de tiempo en Azkaban o bien quedar libres de todos los cargos. ¿Han comprendido?
Harry estaba mareado, confundido, perdido, aun un tanto ebrio, y además tenía cansancio y sueño. No solo no había dormido nada en toda la noche si no que había bebido mucho alcohol en sus esfuerzos por conquistar a Hermione. A duras penas lograba entender nada de lo que este mago le decía.
Pero asintió, igual que Verity a su lado.
Los magos entonces los guiaron a través de un corredor muy oscuro y sin ventanas, y todos los dementores fueros con ellos, rodeándolos a través de aquel escudo... Harry comprendió que estaban allí para vigilarlos, como centinelas de resguardo, para impedir que Harry y Verity intentaran huir…
Los metieron en una sala también sin ventanas y con una sola puerta de metal muy gruesa. Parecía una prisión, o quizás lo era. Los dejaron allí encerrados, solos, y al cerrarse la puerta Harry oyó el sonido de cientos de candados, trabas y llaves. La sala era de roca sólida y no había nada ni nadie más allí. La única fuente de iluminación era el resquicio bajo la puerta, por el que entraba un leve brillo color blancuzco.
Harry se volvió hacia Verity para mirarla en la oscuridad.
De las ciento cincuenta mil preguntas que tenía en mente, consiguió formularle una:
-¿Por qué ese hombre se dirigió a ti como "señorita Malfoy", Verity?
Entonces Verity le clavó la mirada en medio de la oscuridad, y en lugar de ver la típica alegría y optimismo característicos de ella, Harry vio temor, miedo y confusión en su rostro. Sus labios entreabiertos dejaban ver, incluso en la oscuridad, sus dientes inferiores ligeramente torcidos. Su rostro, que le había parecido tan agradable y simpático días atrás, ahora lucía apagado, como si le hubieran quitado toda la alegría y el brillo que había tenido.
-Porque ese es mi apellido, Harry -dijo la chica, abrazándose a sí misma en la oscuridad-. Te dije que soy una Squib pero que también soy sangre pura, y que soy hija de Rosmerta Davies... Pues ese otro es el apellido de mi padre, y por lo tanto el mío… Me llamo Verity Malfoy.
