Capítulo 34. Después del orgasmo
Krum y Gudmung se besaban en los labios, acostados desnudos en la cama de ese dormitorio de la torre Gryffindor uno junto al otro, acariciándose la barba y los rostros y mirándose a los ojos.
-Jeg har ønsket deg slik siden før -le dijo Krum, confesándose de esa forma sus sentimientos por él.
-Jeg har ønsket å trenge gjennom anusen din i årevis, Viktor.
Los dos muchachos de diecisiete años se abrazaron en la cama y se besaron con fuerza, guiados por los efectos de esa poción extraña que corría por sus venas y por todo el alcohol en sus cabezas…
Sus penes se rozaron, se acariciaron los testículos, apretaron los glúteos del otro… Luego, sin dejar de besarse desenfrenadamente, se penetraron. Gudmung abrió las piernas y levantó las caderas para permitir a Krum pasar su pene por debajo de sus testículos y hacia su agujero anal… Entonces Krum empezó a abrirlo por el ano, metiendo primero la cabeza de su pene en él y luego el tronco, moviéndose hacia arriba y abajo…
El movimiento se aceleraba. El sudor caía por sus sienes, por sus cuellos, por sus pechos musculosos y con pectorales fornidos, marcados por el duro entrenamiento que todos esos muchachos escandinavos habían hecho, preparándose para ser todos posibles Campeones del Torneo de los Tres Magos…
Apretaron la piel del otro. El pene de Krum se metía dentro del ano de Gudmung. El pene de Gudmung, a su vez, estaba duro y apuntando hacia arriba.
Se apartaron. Krum se acostó boca arriba y Gudmung se colocó de forma invertida, formando un 69. Entonces Krum empezó a chuparle el pene a Gudmung mientras este, acostado al revés sobre él, se lo chupaba a él a su vez. Se chuparon el pene mutuamente cada vez más rápido, sintiendo el flujo sexual en su sangre y en sus venas, en toda su piel…
Empezaron a eyacular al mismo tiempo en la boca del otro. Siguieron moviéndose cada uno con el pene en la boca del otro, acabándole todo al otro dentro de la garganta, y ambos tragaron al mismo tiempo el semen del otro…
Cuando el momento acabó, se acostaron juntos lado a lado, tomados de la mano y sonriéndose mutuamente. Gudmung parecía contento, pero la expresión de Krum denotaba conflicto.
Poco a poco, mientras toda la sensación del alcohol y el mareo giraba en su cabeza, Krum fue pestañeando de forma más lenta y pudo pensar con un poco más de claridad…
-Hva har jeg gjort? -exclamó en voz alta.
Justin Finch-Fletchley y Susan Bones estaban juntos, entretanto, en otro de los dormitorios de la misma torre. Sus cerebros parecían haber sido exprimidos dentro de licuadoras gigantes. Se sentían como si algo estuviera sacudiendo sus cabezas frenéticamente…
Justin veía el cuerpo de Susan desnudo sobre él. Pero lo veía doble, triple, cuádruple…
Veía sus tetas desnudas allí adelante. Veía dos tetas, cuatro tetas, seis tetas…
Extendió sus dedos hacia ellas para sentir el roce… La piel se sentía real, los pechos de Susan parecían ser de ella, pero su cabeza estaba tan abstraída de la realidad que bien podía ser todo un sueño. Un largo y placentero sueño…
-Ohhhh, Justin… -Susan se acercó a él para besarlo en los labios. Estaba sentada encima de él, con las dos piernas abiertas a cada lado suyo, su pene metido dentro de su coño y sus nalgas moviéndose sobre él. Se movía en círculos encima suyo, con su trasero rozando la piel de las piernas y la entrepierna de él.
Justin le acarició el cabello, le manoseó las tetas con los dedos... Le dio una nalgada con la palma de la mano. Los labios de ambos estaban pegados, pero no se besaban. Se lanzaban respiraciones sexuales en la boca del otro, mirándose a los ojos en la oscuridad.
-¿Te gusta cómo te estoy follando…? -le preguntó Justin, agitado, moviendo la cintura arriba y abajo en la cama para penetrar a la chica que hasta esa noche había sido una de sus mejores amigas.
-Me encanta -dijo ella en un gemido agitado, abrazándolo por el cuello y arqueando la espalda mientras subía y bajaba el culo encima de él, con el durísimo pene de Justin abriéndole el coño a medida que ella daba saltitos sobre él. Él le agarró las dos piernas con las manos y apretó sus dedos contra la carne de sus muslos desnudos. Se las abrió más y se reclinó un poco hacia atrás, bombeando más duro dentro de su coño con el pene.
-¡OOOOOHHH! ¡OOOOOOOOOOHHHHHHHH!
Justin empezó a eyacular. La bombeó más y más rápido, mojándola toda por dentro. Su pene se salió de su coño y el semen empezó a rociar la piel de Susan cerca del clítoris y del ombligo, y en los bordes de su vagina. La chica se llevó los dedos abajo, los mojó en el semen del chico y frotó todo el líquido blanco contra su clítoris, masturbándose en un círculo con los dedos con tanta velocidad que una mezcla de semen y líquidos vaginales salpicó de su coño hasta arriba de Justin y hasta la cama, rociándola sobre las sábanas.
Cuando el momento acabó, Susan se dejó caer sobre el pecho de él, abrazándolo y respirando con dificultad sobre la piel desnuda de su pecho. Seguía con las piernas abiertas a cada lado de él, sentada sobre su pene, ahora gomoso y fuera de ella.
Justin se relajó. Cayó hacia atrás sobre la almohada y cerró los ojos. Su cabeza seguía girando sin control. Más y más…
Susan se acostó también, sobre él, y le dio un beso en los labios.
-¿Te ha gustado? -le susurró.
-Sí, claro, estuvo… estuvo genial -dijo él, abriendo los ojos y mirándola fijamente-. Estás hermosa… Tú y las otras cuatro tú…
Susan sonrió de forma tonta.
-Yo también veo a cuatro tú…
Entonces la chica puso los ojos en blanco y se quedó dormida sobre él. Justin cerró los ojos de nuevo, la abrazó y se quedó dormido también.
En otra habitación, Cho Chang follaba con Roger Davies. Ella estaba en cuatro patas, con las manos extendidas sobre la cama, su culo enorme apuntando hacia atrás, y Roger disfrutaba de la visión de sus dos nalgas recibiendo la luz de las estrellas, que entraban por la ventana, mientras se masturbaba a poca distancia de su trasero.
Le introdujo el pene por el coño, desde atrás, mientras con la otra mano le apretaba una de las nalgas.
-Qué culo precioso, Cho -le susurró, mientras se mordía los labios y la miraba con un deseo feroz.
-Rómpemelo todo… -susurró ella, con las rodillas apoyadas en la cama. Movió el culo más hacia atrás y hacia arriba, como deseosa de recibir su sexo, de forma urgente.
Roger la penetró hasta el fondo, inclinándose sobre ella.
-¡Ayyyy, sííííí! -gimió Cho-. ¡Hazmelo así, házmelo rico…!
-¿Está rico así? -preguntó él, agitado, penetrándola con un ritmo que se volvió feroz en poco tiempo, escalando rápidamente por distintos niveles de desenfreno.
-¡Uyyy, sí, sí…! -Cho movía sus caderas adelante y atrás. Roger la tenía sujeta con ambas manos por el costado de las nalgas y la embestía a toda velocidad ahora, de forma furiosa.
-¡¿Qué tan rico está?!
-¡Está riquísimo! -dijo ella, en un tono erótico que denotaba el más profundo deleite.
La penetró a toda velocidad, abriéndola toda, bombeando su entrepierna contra sus glúteos y hundiendo su pene en su coño hasta el fondo. Cuando lo sacaba, el pene de Roger salía todo lubricado por los líquidos vaginales de Cho, que estaba tan caliente que todo su coño mojado provocaba que su pene resbalara en ella.
Sintió que iba a acabar.
-Aquí, aquí… -Roger se apartó de ella y la obligó a girarse hacia él-. Abre la boca -le ordenó.
Cho abrió la boca, que ahora estaba a centímetros de su pene. Roger se masturbó a toda velocidad hasta que su semen empezó a saltar por la punta de su pene, dirigiéndose dentro de la boca abierta de Cho.
Le embocó todo el semen sobre su lengua extendida, excepto una última parte que cayó sobre sus labios. Siguió masturbándose mientras ella lo miraba a los ojos, con su semen chorreando por su boca y acumulado sobre su lengua…
Cuando el momento terminó, Cho sonrió y le acarició el pecho con una mano. Pero Roger se apartó de ella, yendo al borde de la cama y levantando sus pantalones del suelo.
-Estuvo bien. Bueno, mejor me voy. Qué estés bien, Cho.
Con esas palabras, de una forma seca que la dejó helada, Roger se vistió a toda velocidad y se marchó del dormitorio. Cho se quedó mirando hacia la puerta luego de que esta se hubo cerrado tras él, aun desnuda.
No podía creer lo frío que había sido Roger…
Entonces, las lágrimas inundaron sus ojos. Cho se acostó en la cama y hundió la cara en las sábanas, mientras lloraba. Aun tenía su semen en la boca.
Neville follaba con la chica de Beauxbatons que le había estado diciendo cosas sucias al oído, en otra habitación. Era la misma que había tropezado y caído sobre su pene, extendiendo las manos y encontrando solo su miembro viril como lo único de lo que agarrarse para evitar la caída.
Las palabras de la chica, que no dominaba mucho el inglés, seguían siendo sucias; lo notaba claramente por su tono de voz, sexual y al mismo tiempo violento, que parecía estar hablándole en modo imperativo. Sin embargo, como ahora todo lo que le decía era cien por ciento en francés, Neville no tenía forma de entender una sola palabra.
Mientras el chico apoyaba ambos codos sobre la cama y la sostenía por la cabeza, penetrándola por la vagina contra la cama bajo él, ella lo miraba con sus ojos brillantes de una forma que le causaba miedo; como si estuviera furiosa, y no dejaba de gritar palabras en francés:
-Baise-moi plus fort, putain d'enfoiré, enfoiré!
-¿Me has llamado "hijo de puta"? -le preguntó Neville, mientras respiraba agitado.
Ella sacudió su extensa melena de cabello rubio bajo él, de forma furiosa.
-Moins parler et plus mettre la bite en moi!
-Ehhh… Comment est? -preguntó Neville, con las únicas dos palabras que se sabía en su idioma.
-¡QUÉ MEG DEGGS DE A VERGGAZOS EN LA CHATTE!
-Eso sí lo entendí -Neville asintió y la penetró más rápido, sudando por la frente por el nivel de exigencia física que demandaba la tarea.
Finalmente, la chica empezó a gritar tan alto y tan fuerte, y nombrando a varias personas que parecían ser todos sus antepasados franceses, que la posterior contorsión de su cuerpo y sus ojos en blanco mientras se sacudía, como sufriendo un ataque de epilepsia, fueron el indicador que Neville necesitó de que ella había llegado al orgasmo.
¡Por fin!, pensó. Entonces se dejó llevar y acabó él también, dentro de ella. Siguieron moviéndose un rato más, bajando el ritmo lentamente, hasta que el momento acabó.
Agotado y victorioso por haber podido llevar a cabo esa difícil tarea hasta el mismísimo final, Neville se dejó caer sobre la chica, de la cual ni siquiera sabía el nombre, y apoyó su cara sobre sus grandes tetas desnudas. Estaba tan agotado que a duras penas conseguía respirar.
-Oh, Neville, haggs egsstado estupendo… -dijo ella, acariciándole el cabello y dándole un beso en la parte superior de la cabeza, con sus gruesos labios.
-Veo que has vuelto al inglés -susurró él, que jadeaba tanto que parecía como si acabara de correr una decena de kilómetros de toda velocidad-. Eso es… muy bueno…
Resultó que la chica era una persona totalmente distinta durante y después del sexo. Porque, cuando el momento acabó, dejó la violencia de lado y se convirtió en una persona súper cariñosa. Le exigió abrazos y besos. Se quedaron abrazados en la cama, desnudos, mientras recuperaban el ritmo normal de su respiración.
-Oh, pogg fin un chico decente en eggsta escuela -le susurró ella, sonriente-. Egges fantástico, Neville. ¿Nos vemos maggñana de nuegvo? Poggdrías venir al cagguaje de Beauxbatons.
-Ehhh, sí, claro -dijo él, muy nervioso.
Aquello era maravilloso. Una chica francesa y hermosa tres años mayor que él acababa de tener sexo con él y estaba tan encantada que quería asegurarse de que al día siguiente se verían de nuevo. Pero, aun así, se sentía muy preocupado… ¿Acaso podría volver a pasar por esta situación de nuevo? En este momento, creyó que necesitaba al menos de una semana de tiempo para poder recuperarse del ejercicio hecho esta noche, nada más…
El sol del domingo salió finalmente sobre Hogwarts y sobre la torre Gryffindor. Luego de lo ocurrido durante la noche, muchos de los de esa casa acabaron durmiendo en cualquier dormitorio menos el suyo. Algunos habían quedado ocupados por parejas desnudas, ebrias, desmayadas y bajo los efectos de las pociones en el ponche, por lo que aquellos que no habían tenido sexo tuvieron que compartir las habitaciones restantes de a hasta diez personas por habitación, durmiendo sobre frazadas y colchas en el suelo o compartiendo la cama con sus amigos y amigas.
Krum abrió los ojos al recibir el fuerte sol de la mañana directo sobre estos. Sonrió al ver los fuertes brazos que lo abrazaban por detrás.
-Oh, Cedric… -murmuró, adormilado-. Buenos días, prrrecioso…
La persona detrás de él aún estaba dormida, pero lanzó un gruñido en señal de respuesta que no sonó en nada como Cedric…
Krum abrió los ojos de par en par, de golpe. Saltó de la cama, con su pene colgando y balanceándose mientras miraba al chico que estaba acostado tras él.
-¡OH, MIERRDA!
-Hva skjer, min kjære?
-¡Debo irrme!
Krum se vistió a toda velocidad y se marchó del dormitorio como un rayo. Al hacerlo, pasó por delante de la puerta de la habitación donde aún dormían Justin y Susan.
-Buen día… -dijo Susan, con una vocecita insegura, asomándose por encima del hombro de Justin para mirarlo a los ojos. Ambos seguían desnudos, y tenían los rostros tan demacrados como si hubieran sobrevivido a una explosión nuclear la noche anterior en lugar de a una fiesta.
-¡Buen día, Susan! -Justin sonrió exageradamente. Estaba igual de nervioso que ella. Despertar a su lado, desnudos, se sentía totalmente irreal.
-Esto es tan extraño…
-¡Lo sé…!
-Anoche… yo… -tartamudeó Susan-. No sé qué pasó… Bueno, creo que es un poco obvio.
Lanzó una risita nerviosa. Se tapaba el pecho con las sábanas.
-Oh… Sí… Qué loco, ¿verdad?
-¿Recuerdas algo?
-Oh, bueno, yo…
Ambos estaban extremadamente nerviosos. Hubo un horrible silencio que finalmente fue roto por Susan:
-Fue el alcohol.
-¡Sí, exacto! -Justin se dio una palmada en la frente-. ¡El alcohol…! Nos ha dado duro, ¿eh?
Ambos rieron muy nerviosos y de forma exagerada.
-Es decir… Somos amigos, ¿verdad? -preguntó Susan, acomodándose el cabello compulsivamente.
-Exacto, eso mismo digo -Justin asintió varias veces, mordiéndose los labios-. Amigos -lanzó una risa totalmente antinatural-. El alcohol… Qué locura…
-¡Sí…! Y ese ponche…
-¡El ponche estaba fuertísimo…! ¿Qué le habrán puesto?
-¡Ni idea! ¡Fue el ponche, digo yo!
La situación era extremadamente incómoda. Se hizo otro silencio durante el cual evitaron la mirada del otro a toda costa. Entonces Susan dijo:
-¿Te importaría mirar hacia otro lado mientras me visto?
-¡Oh! ¡Sí, claro, disculpa!
-No te preocupes.
Y ambos se quedaron mirando en dirección opuesta mientras el otro salía de la cama para vestirse rápidamente.
Esa mañana de domingo en Hogwarts pareció estar bañada en aquella sensación de calma que viene después del orgasmo. La calma después del orgasmo… Había una sensación general de relax, mucha resaca y dolor de cabeza en todos los rostros de todo el enorme grupo de alumnos que bajaba a desayunar. Claro que fue solo algo momentáneo, porque esa mañana no tuvo nada de calmada.
Ron iba caminando con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el suelo. Se sentó solo en un punto medio de la mesa de Gryffindor y empezó a desayunar en silencio, sumido en profundos pensamientos.
Estaba solo… Había quedado totalmente solo en Hogwarts. Harry había sido enviado a Azkaban, y Hermione…
Hermione…
Lentamente, alzó la mirada y la dirigió hacia la mesa de Slytherin. Ella no estaba allí. Pero, ¿qué hubiera hecho de haberla visto? Nada, claro. Porque ahora sabía que Hermione estaba bajo una maldición, y que no era su culpa nada de lo que hiciera.
Y Harry había fracasado en su plan de enamorarla para romper la maldición, la única forma de sacarla de los efectos del maleficio…
Todo depende de mí ahora, pensó Ron, comiendo su desayuno con una cara de seriedad brutal. No sé qué se pueda hacer por ella, pero algo tiene que poderse hacer… Enamorarla no funcionó… Pues tendrá que ser algo más, otra cosa…
Miró hacia la mesa de profesores. No iba a contarle aquello a nadie más que a Dumbledore, porque ya no confiaba en ningún profesor esos días. Ni en McGonagall, ni en nadie más… Pero Dumbledore no estaba allí. Estaba de viaje, al parecer, tal como Harry había pensado el día anterior.
El día anterior, cuando ambos estaban abrazándose, felices de estar juntos de nuevo, con Harry de regreso en Hogwarts.
Ahora, en cambio, Harry enfrentaba una pena de Azkaban por culpa de…
¿…de Hermione? No, claro que no.
Por culpa de Malfoy.
Ron apretaba el cuchillo con el que había estado cortando sus tomates fritos con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
¿Qué mierda estamos esperando?, pensó entonces, sin poder contener una furia asesina que nacía desde su corazón como un volcán que se preparaba para hacer erupción. Dumbledore no está... Nadie va a ayudarnos… No pudimos resolverlo nosotros mismos… ¿Qué mierda esperamos para ir a buscar a Malfoy y desfigurarle toda la cara…?
Durante el resto del desayuno, Ron no dejó de imaginar escenarios en los que le rompía la cara a Malfoy de diversas formas; algunas mediante magia, otras con sus propios puños…
Por suerte, Malfoy no apareció por allí. Tampoco Hermione. No durante el tiempo que él estuvo desayunando, al menos. Finalmente, Ron se levantó de la mesa y se marchó hacia los terrenos exteriores del castillo, para encontrarse con Fleur. Habían quedado en encontrarse allí luego del desayuno los días en que no hubieran dormido juntos, en un árbol que había en un punto medio entre la entrada de Hogwarts y el carruaje de Beauxbatons. Ron caminó a su encuentro con un humor sombrío, avanzando sobre una fina capa de nieve que brillaba bajo la luz del sol.
La encontró allí mismo, bajo el árbol. No se podía ver mucho de Fleur bajo su grueso abrigo de piel que le llegaba hasta por debajo de las rodillas, su gruesa bufanda y su gorro de lana blanco, pero Ron pensó que las partes de ella que eran visibles lucían increíblemente hermosas. Se había puesto unas botas que también eran de piel gruesa y su cabello rubio caía por debajo del gorro.
-Hola, amor -la saludó, con menos entusiasmo del usual. Ella le correspondió el beso en los labios, pero de forma también apagada.
Caminaron juntos hacia el castillo. Hacía mucho frío para quedarse allí afuera.
-¿Cómo eggstás?
-No muy bien, la verdad…
Ron empezó a despotricar contra Malfoy, confesándole a su novia algunas de las violentas ideas que se le habían cruzado por la cabeza esa mañana. Ella no decía nada, solo lo escuchaba muy seria.
-…Y espero que le hagan un juicio justo a Harry y me permitan ir a declarar en su favor, y buscar testigos -finalizó Ron luego de su extenso monólogo, mientras atravesaban el pasillo del primer piso, subiendo en busca de alguna zona cálida donde sentarse-. Tenemos la nota que ustedes completaron, firmada por todas las chicas de Beauxbatons. Tengo que llevarla al juicio…
Recién en ese punto, luego de dejarlo hablar largo y tendido, Fleur lo interrumpió:
-He cambiaggdo de opinión reggspecto de eso -le dijo con la voz fría y la mirada al frente, sin mirarlo-. El único motivo pogg el que las chicas figgmaron esa nota fue poggque yo se los pedí… Pero ahogga ya no lo harán. No quieggo defender a Haggy Potter.
Ron se detuvo. Se quedó mirándola, pero ella no le devolvió la mirada.
-Pensé que habías dicho que…
-Te he diggcho que aún pensaba que ese chico egga un cochino depgravagdo, peggo que pienso que togos merecen una segunda opoggtunidad. Y que pogg eso firmaríamos. Pues bien, Haggy ha tenido su segunda opoggtunidad, y así ha acabago… violando a su compagñera…
-No creerás eso, Fleur… -Ron empezó a tartamudear. Ella finalmente encontró su mirada, y sus ojos azules lucían casi tan ofendidos como si él hubiera sido el violador. -Harry no ha hecho eso… No creerás que…
-¡¿Ah, no?! -Fleur elevó el tono de voz. Había otros alumnos en ese pasillo, y algunos volvieron la mirada hacia ellos, hambrientos de chismes de parejas para luego contar a sus amigos. -¡¿Dices que no crea en lo que han viggsto mis pggropios ojos?
-Amor… -Ron luchó por mantenerse sereno-. Harry no lo hizo, Malfoy le ha lanzado una maldición a Her…
-¡¿Cuándo dejagás de defendeg a tu amigo el violín?!
-¡No lo es! ¡Es que no ha violado a nadie…!
-¡¿Cómo lo sabes?! ¡¿Acagso egstabas allí en egg dogmitorio, con ellos?
-¡Claro que no!
-¡Menos mal!
-¡Estaba contigo, Fleur…!
-¡Ah! ¿Ya no me llagmas amogg, entonces?
-¿Qué…? No. Lo siento, estoy nervioso. Es que tienes que creerme, amor…
-¡NO ME LLAMES "AMOGG"! ¡Estoy cansagda de que defiendas al violín de Haggy Potter! ¡CANSAGDA!
Fleur se puso histérica. Ahora todos habían parado la oreja en el pasillo, algunos incluso sonrientes. Ron pareció que iba a decir algo, aun luchando con todas sus fuerzas por mantenerse tan calmo y sereno como fuera posible, pero ella empezó a gritarle primero, ya sin ningún control:
-¡YO HE VIGSTO AL SUCIO POTTER EGGSE ESPIÁNDONOS A TOGDAS LAS CHIGCAS DE BEAUXBATONS EN LAS DUCHAS, LO VI CON MIS PROPIOS OGGJOS, GRRON! -se señalaba los ojos a sí misma, que estaban muy abiertos y despedían ira.
Todos en el corredor quedaron boquiabiertos por la sorpresa y empezaron a murmurar entre sí, pasándose la información los unos a los otros. Ese dato sobre Harry aún no había sido revelado públicamente…
-¡ES OBVIO QUE SÍ LA VIOLÓ! ¡LO HEGMOS VIGSTO GOLPEARLA Y LLAMAGLA "PUTA" ANTE TOGO EL MUNDO! ¡LO MEJOGG QUE PUEGGDO PENSAR DE TI, GRRON, ES QUE DE VEGDAD TE CREES LAS MENTIGAS DE TU SUCIO AMIGO SOBRE MALDICIONES Y QUÉ SE YO, Y QUE POG ESO LO DEFIENDES TANTO! ¡PEGGO INCLUSO ASÍ, TE MEGERECERÍAS QUE TE DEJE POG ESTÚPIDO! ¿ME OYES?
Ron se quedó de piedra. Parecía incapaz de moverse o de pestañear. Fleur lo miraba fijamente respirando rabia, esperando alguna reacción de su parte, pero Ron ni siquiera encontró una respuesta para darle.
-¡¿QUÉ VA A SEG ENTONCES?! -preguntó Fleur a los gritos, agitando su melena rubia con histeria mientras le clavaba los ojos, con el ceño fruncido-. ¡¿HAGGY O YO?! ¡ELIJE!
Pasaron varios segundos donde Ron no dijo nada. Los espectadores ya ni siquiera disimulaban, los contemplaban fijamente y esperaban la respuesta de Ron como si aquello fuera una telenovela y todos estuvieran al borde de sus asientos esperando la mejor parte, deseos de ver qué pasaría.
Finalmente, Ron habló:
-No… No puedo abandonar a mi mejor amigo, Fleur… Si tú no le crees, lo entiendo… Y si quieres enfadarte conmigo, también lo entiendo… Pero Hermione necesita ayuda, y Harry también, y son mis mejores amigos… Y haré todo lo que pueda por ayudarlos. A ambos.
Fleur lo miró fijamente mientras negaba con la cabeza lentamente. Parecía sentir lástima por él, como si Ron fuera un pobre estúpido cuya idiotez no tenía remedio y no había nada que se pudiera hacer por él.
-Pues me pegdiste -le dijo entonces, suavizando su mirada y ahora adoptando una expresión de profunda tristeza en cambio-. Adiós, Ggrron.
Y entonces Fleur se marchó. Se alejó a pasos largos por el corredor, de espaldas a él, con sus botas resonando en el suelo, y se abrió paso entre medio de la multitud de chismosos para avanzar hacia las escaleras. Antes de que Ron cayera en la cuenta de ello, ella se había perdido de vista.
Ron se quedó inmóvil en el lugar. Los demás a su alrededor retomaron el cuchicheo, y algunos empezaron a abandonar la escena, dispersándose. La función había terminado. Era hora de continuar con su domingo, y quizás contarle aquello a alguien más, por puro entretenimiento…
Ron se sentía como si su mente hubiese quedado vacía, en blanco, nublada. Ahora sí que estaba solo de verdad. Totalmente solo y sin nadie…
Sin saber qué hacer, bajó nuevamente las escaleras de mármol hacia el vestíbulo. ¿A dónde iba? No tenía idea. ¿Qué podía hacer ahora? No tenía la menor idea…
Pero enseguida apareció algo que ocupó su mente, algo perfecto para distraerlo del caos de lo que acababa de pasarle… Porque allí abajo, atravesando el vestíbulo y rumbo al Gran Salón, de la mano con Hermione Granger, estaba nada más y nada menos que la persona que tenía la culpa de absolutamente todo lo que le había pasado a él y a sus mejores amigos no solo esa mañana sino todos los últimos días.
La persona que tenía la culpa de todo.
La persona culpable de que Hermione estuviera siendo violada no una vez por parte de Harry, como todos creían, si no quién sabía cuántas veces al día por parte de él, sin que ella siquiera fuera consciente de ello, por estar con la mente lavada por ese maleficio de magia negra…
La persona culpable de que Harry hubiera acabado siendo enviado a Azkaban por un crimen que no había cometido; una conclusión tan pero tan extrema e increíble que aún no acababa de caer en que hubiera pasado realmente…
Y mientras tanto él, Draco Malfoy, avanzaba tranquilamente hacia el desayuno con total libertad, bajo su nariz, con una sonrisita estúpida en el rostro, con su cabello rubio platinado peinado hacia atrás con tanta perfección como si el peinado se lo hubiera hecho una vaca esa mañana; de la mano con la chica que él quería, a pesar de que ella no hubiera querido estar con él, yendo hacia el Gran Salón con un aire de victoria y de total satisfacción.
Malfoy iba caminando libre, a pesar de todo lo que había hecho. Libre de cosas como Azkaban, o ser expulsado, o incluso un mísero castigo… Nada. Nadie había tomado una sola medida contra él. A pesar de que todo el colegio había llegado a saber, aunque sea, un mínimo de todas las cosas hechas por él, porque se había esparcido el rumor de que él había ocasionado la expulsión de Harry el lunes pasado… Pero, a pesar de eso, ni siquiera le habían dado un castigo…
Ni siquiera le habían restado cinco putos puntos a Slytherin.
La ira dentro de Ron empezó a crecer mientras lo observaba desde la mitad de las escaleras. Creció tanto que sintió que ahora sí que el volcán haría erupción… Ahora sí que no podría ejercer ningún tipo de control sobre las fuerzas asesinas que pedían apoderarse de su cuerpo…
Y entonces, para añadir la frutilla al postre, Malfoy giró la cabeza hacia él y le devolvió la mirada.
Y se atrevió a guiñarle un ojo.
Y luego de eso volvió a mirar al frente, como si nada...
Impasible, con toda tranquilidad, sin perturbarse por nada, Malfoy siguió avanzando hacia el Gran Salón de la mano de su hermosa novia…
En otras circunstancias, quizás, una voz dentro de Ron lo habría prevenido de que no usara maleficios que fueran a causarle verdaderos problemas. Solo un castigo, tal vez, o alguna otra consecuencia que no fuera muy grave.
El problema fue que esa voz no estaba presente en su cabeza en ese preciso momento.
-¡CRUUUUCIOOOOO! -gritó Ron, con un tono de voz tan alto que resonó por todas partes, oyéndose casi hasta el estadio de Quidditch.
Su varita apuntaba hacia Malfoy, y el maleficio que salió por ella pareció tan puro y perfecto como si él tuviera años de experiencia en emplear esa clase de magia. Guiado por la rabia inmensa que llevaba dentro, el maleficio golpeó a Malfoy en el costado del cuerpo y este empezó a gritar y a retorcerse de dolor en el suelo, en agonía. Había salido de forma potente, muy potente y dolorosa…
Todo el mundo que pasaba por allí se volvió rápidamente, asustados, para ver qué había pasado.
Hermione sacó su varita y la dirigió hacia Ron. La chica, que normalmente era mucho mejor que él empleando magia, parecía haber estado en un momento de distracción, con la guardia baja, porque no fue capaz de pronunciar su encantamiento correctamente:
-¡Wingardium Leviosá! -gritó, tratando de hacer que Ron saliera volando fuera de las escaleras de mármol; pero, al haberlo pronunciado mal, ningún encantamiento salió de su varita.
Ron clavó sus ojos en ella.
-Se dice "leviósa" -la corrigió-. No "leviosá".
Entonces dirigió su varita hacia ella.
-¡Wingardium Leviosa!
Los tenis de Hermione se despegaron del suelo y la chica quedó levitando varios centímetros en el aire. Ron movió su varita a un lado con cuidado, y ella se fue flotando lejos de su vista, hasta desaparecer por la puerta del Gran Salón, incapaz de librarse del hechizo de Ron.
Pero Malfoy se había incorporado del suelo y estaba apuntando su varita hacia Ron ahora. Y este, preocupado por sacar a Hermione del medio sin lastimarla en el proceso, no se dio cuenta.
-¡CONFRINGO!
La maldición explosiva salió de la varita de Malfoy como un cañonazo. Golpeó directo sobre Ron, y el impacto fue seguido por una explosión similar a la que se habría provocado si alguien le hubiera dado de lleno con una bazuca.
La escalera de mármol estalló en pedazos. El fuego lo inundó todo. El humo negro se extendió hasta el techo y quedó un cráter en donde antes había estado Ron.
Los alumnos se apartaban corriendo de allí, tosiendo y gritando.
-¡POR MERLÍN…! -era la profesora McGonagall, que acababa de aparecer desde el Gran Salón, corriendo en desesperación.
-¡Fue en defensa propia, profesora! -gritó Malfoy de inmediato-. ¡Todos aquí lo han visto! ¡Me atacó con un maleficio imperdonable! ¡Un maleficio imperdonable! -puso mucho énfasis en esto último, por si no había quedado claro.
-¡Es cierto! -dijo una chica de Slytherin que se había quedado de pie detrás de Malfoy-. ¡Yo lo he visto! ¡Soy testigo! ¡Todos los que están aquí lo han visto! ¡Le lanzó un maleficio Cruciatus, eso es un ticket directo a Azkaban!
McGonagall observaba con los ojos como platos las ruinas de la escalera de mármol, que seguía hechando humo y donde no se podía ver nada.
-¿Allí había… había un alumno? -preguntó la profesora, consternada, en shock.
Pero ya no parecía haber nada más donde antes había estado Ron. Era como si la explosión lo hubiera desintegrado, sin dejar ni el más mínimo rastro carbonizado de él...
-¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! -con un alarido de dolor que acuchilló el aire de súbito y que hizo saltar a todos en el lugar, aterrados, Malfoy cayó de rodillas al suelo.
-¿Qué…? -McGonagall ahora lo observaba a él, llena de sorpresa-. Señor Malfoy, ¿qué…?
Malfoy, que hasta hacía un segundo atrás parecía encontrarse perfectamente bien, ahora se sujetaba el pecho mientras aullaba de dolor como un perro herido, como si estuviera literalmente agonizando en ese momento.
-¡AYUDA! -gritó con todas sus fuerzas, al parecer experimentando el dolor más intenso que nadie fuera capaz de imaginar-. ¡ME MUERO…! ¡ME MUERO…! ¡AYUDA, POR FAVOR! ¡AYUDA!
