Capítulo 35. Azkaban
Oh, no… pensó Harry, sintiendo cómo el pavor le ponía los bellos de la nuca de punta. Aquí vienen más…
Cerró los ojos y se abrazó las piernas. Otro nuevo grupo de dementores pasaba delante de su celda, patrullando, levitando y aspirando cualquier mínimo rastro de esperanza que pudiera quedar en el aire.
¿Cuánto iba a tardar en enloquecer, con los dementores pasando frente a su celda todo el día? Dudaba que fuera a ser capaz de durar un día, mucho menos quince largos años…
Hacía un rato largo que estaba allí encerrado. Ya se había hecho de noche. La noche del domingo… Tenía que recordar eso. Tenía que recordar qué día era. Ni él sabía el por qué de eso, pero parecía importante. Quizás, si era plenamente consciente de en qué día se encontraba, duraría más tiempo cuerdo. Quizás de esa forma podría retrasar, aunque fuera solo un poco, el momento en que finalmente enloqueciera…
Su compañera de celda no hablaba. Ni siquiera lo miraba. Se trataba de una bruja grande, de al menos treinta o cuarenta años, de piel muy pálida, cabello negro y ojos marrones. Harry imaginó que él también tendría ese tono de piel tan pálido luego de un tiempo encerrado allí dentro, sin ningún contacto con la luz del sol. La celda no tenía siquiera ventanas.
Mientras abrazaba sus piernas y miraba hacia adelante, se preguntó si aquella bruja no habría enloquecido ya y por eso mismo no le había dirigido la palabra desde su llegada, ni tampoco había girado la cabeza hacia él. Estaba viva, eso estaba claro, porque tenía los ojos abiertos. Pero en todo ese rato no se había movido, permaneciendo con la mirada fija hacia adelante y las piernas cruzadas sobre la cama, lo que le confería un aspecto que daba miedo y reforzaba la teoría de Harry de que ya había enloquecido.
¿A eso se reduciría su vida ahora? ¿A simplemente esperar, a ver cuánto tiempo era capaz de aguantar antes de enloquecer él también?
Estaba seguro de que había llegado a la prisión junto a Verity, porque había oído a los miembros de la escolta de aurores hablando entre ellos mientras volaban sobre el océano. Y recordaba que a ella la habían sacado del Ministerio ellos mismos, con él. Pero luego, cuando por fin le quitaron la capucha de la cara y pudo ver a su alrededor, Verity ya no estaba allí. En cambio, los aurores se marchaban de la isla en sus escobas y los dementores cerraban sus horribles manos cadavéricas en él, forzándolo a moverse por los pasillos de la prisión, pasando ante cientos de celdas donde magos y brujas lo señalaban y reían de él de formas perversas y crueles…
Hasta que finalmente lo encerraron allí, en esa celda, sin ningún tipo de explicación sobre cómo funcionaban las cosas allí, o de si en algún momento le darían comida, o si podría volver a ver a Verity.
Supuso que esa clase de explicaciones de bienvenida no podían esperarse en una prisión de magos.
Se sentía tan culpable por Verity… Él era capaz de soportar estas cosas, con o sin locura. Ya había sobrevivido a muchos años en el armario bajo una escalera, lo que era casi como estar prisionero. Su primo Dudley riéndose de él había sido el equivalente a esos otros prisioneros que lo habían recibido con burlas y silbidos, y supuso que había ciertas similitudes entre su tía Petunia y estos dementores. Pero Verity, por otro lado…
La vida de Verity se había venido a pique luego de conocerlo. Su único crimen había sido leer sobre su situación en El Profeta y querer ayudarlo, ofreciéndole casa y empleo… Y ahora estaba pagando las consecuencias de ayudar a Harry Potter: había perdido su vida en Londres, su trabajo, su hogar en una residencia con otros magos que también iniciaban su vida adulta…
Y ahora, en cambio, estaría en alguna otra celda como aquella, en alguna parte de esa gigantesca y horrible prisión, donde la oscuridad era casi total, a excepción por algunas pocas velas que crepitaban en las puntas de cada pasillo; y donde el único sonido que se oía, además del susurro de las aspiraciones tétricas que producían los tenebrosos dementores en lugar de respirar, era alguna lejana risa de algún mago o bruja que ya estaba completamente desquiciado y reía a gritos en su celda…
En ese momento, mientras pensaba en eso, Harry dio un respingo, con terror: Acababa de darse cuenta de que su compañera de celda ya no miraba al frente de forma vacía, como antes. Ahora lo miraba fijamente a él, y de alguna forma su mirada le provocó muchísimo más terror que los propios dementores que ahora patrullaban las celdas del extremo más lejano de ese pasillo.
-Lo siento -dijo entonces la bruja, hablándole por primera vez en todo ese largo rato-. No quise asustarte.
Pero no le quitó la mirada de encima. Sus ojos marrones estaban clavados en él. Sus cuencas tenían ojeras. Parecía que no pestañeaba nunca. Su expresión era fría y seria como la muerte. Un escalofrío recorrió toda la espalda de Harry al sostenerle la mirada por varios segundos.
Pero entonces Harry trató de serenarse. A pesar de que, honestamente, le daba terror quedarse dormido en la misma celda que esa mujer, no tenía motivos reales para tener miedo de ella. Posiblemente era una persona que llevaba quién sabía cuánto tiempo allí, sobreviviendo a los dementores, como todos allí… Harry no tenía ningún motivo para tenerle miedo… ¿verdad?
Aun así, el pensamiento no pudo eliminar los escalofríos que seguían trepando por su espalda.
Y entonces, como si le leyera la mente, la bruja dijo:
-No tienes por qué tenerme miedo… Soy inofensiva.
Harry se aclaró la garganta. Hacía tanto tiempo que no hablaba que pensó que no sería capaz de hacerlo.
-Ho-Hola… Ehm… ¿Qué tal? Mi nombre es…
-Sí, sé quién eres -dijo ella, sin haber dejado de mirarlo ni haber pestañeado en todo ese tiempo-. Bienvenido a Azkaban, Harry Potter… Lamento que estés aquí.
Harry no supo qué responderle. "¿Gracias?" No parecía haber una respuesta a ese comentario, así que no dijo nada.
¿Por qué lo miraba de esa forma tan penetrante…?
-Estás preocupado por tu amiga… -dijo la bruja, entrecerrando ahora ligeramente los ojos mientras lo miraba-. Temes por ella… por Verity…
-Yo… -Harry se quedó mirando hacia adelante, y entonces movió los ojos lentamente hacia la bruja otra vez, hasta que volvió a encontrar su temible mirada-. ¿…Cómo sabes eso?
-Todos aquí tenemos alguna estrategia para sobrevivir -susurró la mujer, y finalmente apartó la mirada de él. Se quedó mirando hacia los barrotes de la celda ahora y hacia los dementores que volvían a pasar por delante de ella. Harry sintió otra vez el frío y la desesperanza. Tenía miedo de que fuera a desmayarse, con todos esos dementores allí… No quería caer desmayado en ese lugar, con ella, con ellos, dándoles la posibilidad de que hicieran lo que quisieran con él…
La bruja volvió a hablar:
-Ella está en otra parte de la prisión… Quizás eso te produzca algún consuelo.
-¿Quién? -preguntó Harry, que había cerrado los ojos con fuerza, esperando a que los dementores siguieran de largo.
-Verity. Imagino que su sentencia habrá sido mucho menor que la tuya. He visto a los dementores llevarla hacia el ala oeste… Son las celdas de menor seguridad, las que están destinadas a magos y brujas con una condena menor a cinco años.
-¿Cómo sabes quién es ella, y su nombre…?
-Lo leí -susurró la bruja, de forma misteriosa. Toda su aura era misteriosa. Ahora su cabeza volvió a girar hacia Harry, de forma tan lenta y pausada que su movimiento resultaba prácticamente imperceptible.
-¿Ya salió en El Profeta? -preguntó Harry, finalmente abriendo los ojos. Pero la bruja no contestó. Se quedó inmóvil, mirándolo fijamente, y otro escalofrío recorrió la espalda de Harry. Esa mujer le generaba una sensación muy mala, como de peligro inminente…
Supuso que no le respondería aquello. Decidió intentar con otra pregunta.
-¿Dices que Verity está en las celdas de menor seguridad? ¿Allí es mejor que aquí?
-Cualquier parte de Azkaban es mejor que aquí -dijo la bruja, de forma lenta y fría-. Lo que significa que en este momento estás en el peor lugar donde un mago o bruja puede estar, tanto en Azkaban como en el país, y quizás en el mundo…
Qué palabras tan gratificantes, pensó Harry, con ironía.
Otra vez, la mujer pareció leerle la mente.
-Sé que no suena muy gratificante -dijo-. Pero es la verdad… En las celdas donde está tu amiga, sin embargo, los dementores no patrullan tan seguido. Estará más tranquila que nosotros aquí. Y los prisioneros tienen más comodidades. Pueden salir al patio de la prisión dos veces al día, pueden ir a las duchas para bañarse, pueden ir a comer al comedor común…
-¿Cada cuánto podemos hacer nosotros eso? -preguntó Harry.
-Nunca -dijo ella, con su mirada clavada en él-. Estas son las celdas de máxima seguridad, donde ponen a los prisioneros que cometieron los peores crímenes, los que tienen condenas iguales o mayores a quince años… Aquí no se puede abandonar la celda en ningún momento, para nada. La comida la pasan por entre los barrotes. No hay duchas, te tienes que limpiar en un rincón. Y no hay patio.
Harry tragó saliva, muy nervioso. Aquello era terrible… Giró los ojos, mirando el rincón más lejano de la celda por primera vez desde que estaba allí, y vio que había una vieja letrina sucia y parcialmente destruida contra ese rincón.
¿Tendría que ir al baño allí, delante de esta bruja, a plena vista?
Eso superaba sus peores expectativas sobre la vida en Azkaban.
-Debo confesar que me llama la atención que estés aquí -dijo ella-. Para que te hayan traído a esta parte de la prisión, debes haber acabado con una condena muy larga…
-Quince años -murmuró Harry, con amargura.
-Es una larga pena para alguien que no cometió ningún crimen… -dijo ella, en otro susurro.
Harry alzó la mirada hacia ella con el ceño fruncido.
-¿Cómo sabes que no he cometido ningún crimen?
La mujer entonces curvó sus labios dos o tres milímetros, en lo que pareció ser lo más parecido que era capaz de hacer a una suerte de sonrisa.
-Llevo muchos años aquí -le dijo entonces-. No tienes idea de todo lo que he visto… De la cantidad de asesinos y psicópatas que he visto… Puedo ver muy bien a través de la gente… Y no me cabe la menor duda de que te han metido aquí injustamente. Tú no has cometido ningún crimen.
Harry le sostuvo la mirada varios segundos, en parte impresionado y en parte aún temeroso de ella.
-Pasa más seguido de lo que crees -continuó la mujer-. Pero tú ya sabes eso, Harry Potter, porque tu propio padrino ha estado aquí encerrado por un crimen que no cometió, durante muchos años.
Harry abrió grandes los ojos, sorprendido.
-¿Lo has conocido…? ¿Tú… conociste a Sirius?
Ella asintió lentamente.
-Sirius fue un gran sobreviviente… Pocos aquí se salvan de caer en la locura. La estrategia que él usaba era pensar en su inocencia. Era un pensamiento que se convirtió en su obsesión. No era un pensamiento feliz, claro, porque aquí no puedes tener eso… No con ellos… -señaló con la cabeza hacia los barrotes. Harry entendió que se refería a los dementores. -Si quieres salvarte de la locura, tienes que hacer como tu padrino… Tienes que pensar en algo que no sea feliz, pero que sea lo suficientemente fuerte como para mantenerte cuerdo.
-¿En qué piensas tú? -le preguntó Harry, bajando el tono de voz, como si estuvieran hablando de algo secreto.
-Mi estrategia, como te decía, es trabajar en mejorar mis habilidades… Tengo una gran destreza en una clase de magia que no necesita de una varita, y que he perfeccionado a lo largo de mis años aquí.
-¿Cuál…?
Ella lo estudió con la mirada y finalmente pestañeó, luego de lo que pareció ser una eternidad sin hacerlo.
-Soy una experta en Legeremancia -le dijo entonces-. Por eso pude leer el nombre de tu amiga. No de El Profeta, como dices… lo leí de tu mente. Igual que como leí el miedo que sientes por mí… Y como puedo leer cualquier cosa que pase por tu mente.
Harry contuvo la respiración durante un largo rato sin siquiera ser consciente de ello hasta que le faltó el oxígeno en la sangre.
Aquello se ponía peor a cada instante… ¿Su compañera de celda era una bruja que tenía la capacidad de leerle la mente, en cualquier momento, todo el día…?
-No te preocupes -la mujer apartó la mirada de él-. No tengo intenciones de usar mi habilidad para nada que te perjudique… Y si en algún momento piensas algo terrible, incluso de mí, la verdad es que no podría importarme menos… Deberías ver lo que piensan los demás en esta prisión… Algunas mentes por aquí realmente dan muchísimo miedo… Tu mente inocente y joven, de hecho, me resulta agradable… tranquilizante… incluso con todas tus perturbaciones, no es nada. Mi último compañero de celda tenía pensamientos tan horrendos que no me podía dormir en toda la noche…
Harry se quedó pensando sobre eso.
-Debió ser horrible.
-Sí… Sí lo fue -dijo ella, con la mirada perdida otra vez.
Entonces, Harry tuvo un nuevo temor: La mujer parecía estar a punto de quedar en estado ausente otra vez, mirando hacia la nada y desconectada de todo. Pero se dio cuenta de que no quería que eso pasara. Aunque ella aún le inspiraba miedo, nada era peor que quedarse solo, solo con los dementores, solo con sus pensamientos…
-¿Puedes ver cualquier cosa que pase por mi mente? -le preguntó entonces, tratando de mantener viva la conversación.
Ella asintió, lentamente.
-¿Y tengo alguna forma de evitarlo?
-Solo si sabes hacer Oclumancia -dijo ella-. Pero conmigo te será difícil.
-¿Por qué?
-Creo que soy la mayor experta en Legeremancia que existe actualmente… En mis años en Azkaban he trabajado en mejorar mi técnica, y actualmente soy capaz de hacer cosas que no he oído jamás que nadie pudiera hacer…
Harry ahora tenía un nuevo miedo para sumar a la lista: Esa mujer tenía aspecto de ser practicante de magia negra. Su forma de hablar recordaba a cosas que alguien como Lord Voldemort diría. Y quizás no fuera casualidad que estuviera encerrada en una celda de máxima seguridad de Azkaban…
-Es muy sabio de tu parte que te preocupe eso -dijo ella en un susurro, aun mirando la pared distante-. Después de todo, estás encerrado en una celda de máxima seguridad con una desconocida que no sabes quién es, ni qué ha hecho para acabar aquí… Es puro instinto de supervivencia de tu parte. No dejes de pensar así. Ese instinto es lo único que te mantendrá con vida aquí adentro. Los dementores no te ayudarán, y la gente fuera de esta isla mucho menos… Estamos solos aquí, y nuestra única protección somos nosotros mismos.
La mujer generaba una mezcla de sensaciones en Harry. Le daba miedo, sobre todo por el hecho de que pudiera leerle la mente con tanta facilidad. Pero, aun así, parecía querer ayudarlo, aconsejarlo… ¿Se trataría de una trampa? No creía que fuera inteligente confiar en alguien que podía leer todos sus pensamientos…
-No tienes que confiar en mí -dijo ella entonces, leyendo su cabeza con tanta facilidad que Harry pensó que iba enloquecer primero por ella antes que por los dementores-. Precisamente es lo que te decía… No confíes en nadie mientras estés aquí. Solo en ti mismo. Y no olvides pensar en una estrategia, como la mía, o como la de tu padrino…
Harry se quedó mirando el suelo, abrazando sus piernas nuevamente.
-Te contaría qué he hecho para acabar aquí, pero si lo hiciera dudo que te sintieras más tranquilo en mi presencia.
Eso no ayudó a tranquilizar a Harry.
-He cometido muchos crímenes… Pero he cambiado. Ha sido hace mucho tiempo, cuando era joven y estúpida… Eso no es una justificación, claro. Tú eres joven, y estoy segura de que eres un mago noble que siempre hace lo correcto… Yo no era así. Era malvada. He cometido verdaderas atrocidades… Merezco estar aquí, y lo sé. Y cumplo mi condena a sabiendas de que es mi merecido. Pero la prisión te cambia… Ahora ya no soy la misma de antes… No podría ser más diferente ahora de lo que fui hace todos esos años… He madurado y aprendido. Realmente sirve estar aquí para cambiar a la gente malvada… La prisión te cambia. Si yo ahora pudiera salir de aquí, no volvería a hacer ninguna de las cosas que me han hecho acabar presa. No me arriesgaría a volver ni por todo el oro del mundo.
-¿Hace cuánto tiempo que estás aquí…? -le preguntó Harry, mirándola con el ceño fruncido.
-Podríamos decir que llevo en esta prisión casi tanto tiempo como el que te han dado a ti de sentencia.
-Eso es mucho tiempo… ¿Y de cuánto tiempo es tu condena…? ¿Cuánto te falta para poder salir?
La mujer siguió mirando hacia la nada, distante.
-Me dieron cadena perpetua. Azkaban es mi hogar y lo será para siempre.
Harry se quedó en silencio, asumiendo el horror de aquello. Si esa mujer de verdad había cambiado, como decía, resultaba terrible que tuviera que seguir allí dentro para siempre… Desde luego, quizás había hecho cosas terribles... ¿Acaso era una asesina…? Pero, asumiendo que dijera la verdad…
Harry observó los ojos marrones de la mujer, que nuevamente estaban quedando ausentes, como abandonando esa sala… De pronto, había un dejo de tristeza en ellos. Una tristeza del tipo más profundo…
-Lo siento -dijo Harry finalmente.
Ella no dijo nada.
-Creo que nunca te pregunté tu nombre -dijo Harry entonces-. ¿Cómo te llamas?
Ella volvió a girar la cabeza hacia él, muy lentamente, hasta que su mirada volvió a encontrarlo y a penetrarlo de esa forma, como si pudiera ver cada oculto rincón de su cerebro a través de sus ojos.
-Me llaman Rowena -dijo.
-¿Cómo Rowena Ravenclaw, la fundadora de la casa de Hogwarts?
Al menos era tranquilizante saber que la casa de Hogwarts con la que podía relacionarla era esa y no Slytherin. Aunque no era tampoco como si su apellido fuera Ravenclaw, era solo un nombre.
-Te dije que he cambiado -dijo ella entonces, y Harry recordó de súbito que podía leerle los pensamientos-. En una época quizás me habría sentido más identificada con Slytherin, pero actualmente, sí… creo que Ravenclaw es la casa en la que me habría gustado estar durante mis años en Hogwarts…
-¿En cuál estuviste?
-En Slytherin, como quizás ya hayas pensado… -dijo ella, suspirando largamente.
Apartó la mirada de él y se quedó observando hacia la nada.
Harry se sintió intrigado por ella… Pero la sensación desapareció rápidamente, reemplazada en cambio por una nueva oleada de frío y desesperanza que le helaron los huesos… Los dementores habían pasado frente a la celda otra vez.
La sensación de misterio que había sentido por Rowena se fue… Disipándose como cualquier resto de alegría dentro de su alma, se perdió en la lejanía de la horrorosa noche de Azkaban…
La mente de Harry volvió a posarse en las personas que había perdido. Hermione, Ron… Verity… Quizás fuera por la culpa, pero era esta última la que más angustia le estaba generando en ese momento...
Y entonces, Rowena giró su rostro hacia él para mirarlo de nuevo, y dijo:
-¿Te gustaría hablar con ella…? ¿Con Verity?
Harry arrugó la frente de nuevo.
-Si no podemos salir de esta celda… ¿cómo…?
Ella siguió mirándolo de forma muy penetrante.
-No te preocupes por el "cómo" -dijo entonces-. ¿Quieres o no?
Harry lo dudó. ¿De qué se trataría el ofrecimiento? ¿Cómo haría para hablar con Verity si ella estaba en otra parte totalmente distinta y lejana de la enorme prisión?
Pero asintió, guiado por sus emociones y por la intriga. Y Rowena asintió también, y extendió ambas manos, poniendo las palmas hacia arriba. Siguió sin moverse de su lugar, sobre su cama, donde había estado todo el tiempo.
-Toma mis manos -le dijo entonces.
Harry sintió un frío en su espalda. La idea de tomarla de las manos no se le hacía muy atractiva, pero decidió obedecer. Se levantó del piso, donde había estado sentado contra una pared gris, y caminó la corta distancia hacia la desvencijada cama de la bruja.
La mujer cerró lentamente los ojos, dejándolos así. Parecía estar en trance, en alguna clase de ritual…
Entonces Harry extendió sus manos y tomó las de ella.
Fue inmediato. La celda y todo lo que había en ella desaparecieron de golpe.
Harry abrió los ojos, a pesar de que no recordaba haberlos cerrado.
Ya no estaba allí.
De forma milagrosa y extraña, ahora estaba de pie en medio de una celda completamente distinta. Esta era más grande, las camas no eran tan viejas, y tenía una ventana con barrotes tras la cual podía verse el exterior, a diferencia de la de él. Si bien seguía siendo una celda de Azkaban, esta lucía mucho más cómoda que la suya.
Y la vio: Verity estaba allí, sentada al borde de una cama, con la cara hundida entre sus manos.
-¿Verity? -dijo Harry, sorprendidísimo.
Verity dio un salto en el lugar por la sorpresa.
-¿Ha… Harry?
Verity no compartía su celda. Estaba ella sola en ella. Se puso de pie y se lo quedó mirando con los ojos desorbitados.
-¿Qué… qué clase de brujería es esta? -preguntó la chica, que no salía del estado de sorpresa.
Harry se miró sus propias manos y vio que estas eran semi-transparentes, como las de un fantasma. Imaginó que Verity debía verlo así: como un fantasma semi-transparente que acababa de aparecer de forma tenebrosa en su celda, delante de ella.
-Harry, ¿has…? -Verity se tapó la boca con una mano, horrorizada-. ¿Has muerto?
-¡No! -se apresuró a decir él-. No, claro que no. No estoy muerto.
-Pero, ¿cómo…?
-Estoy en otra celda, en la parte de máxima seguridad. Mi compañera de celda tiene esta habilidad… Es increíble, pero gracias a ella es que estoy aquí… Es como un trance, no lo sé… No puedo explicarlo… Me preguntó si quería comunicarme contigo, y acepté… Y ahora estoy aquí, en tu celda.
-¡Wow! -Verity estaba impresionada-. Eso es… Increíble.
-¿Cómo estás, Verity?
-Yo estoy bien. ¿Y tú, Harry?
Él asintió.
-Lo siento tanto, Verity… Es mi culpa que estés aquí… Es todo mi culpa.
-No, claro que no, Harry…
-¡Sí, sí lo es! -Harry estaba deshecho, destrozado-. Todas las personas a mi alrededor acaban con sus vidas destruidas… Mira a Hermione, mira a todos… Y tú eras una persona feliz, con una vida feliz, hasta que me conociste… Y ahora estás aquí, en una celda, y todo por haberte relacionado conmigo…
-Harry, eres una gran persona -dijo Verity, ahora dando un paso hacia él, hacia su figura fantasmal-. Y esto no es tu culpa. La gente a tu alrededor no está sufriendo por culpa tuya, si no de otras personas… que también están a tu alrededor, pero que son malvadas. ¡Pero todo estará bien! Ya lo verás, Harry… -Verity no perdía el optimismo, incluso en esos terribles momentos-. Ya verás que no tendrás que estar quince años aquí… Algo más va a pasar… Alguien declarará a tu favor, o Hermione logrará salir de ese maleficio bajo el que está y explicará todo lo ocurrido… y entonces te permitirán salir de aquí. Modificarán la sentencia… Ya lo verás…
-Espero que eso pase, pero contigo -dijo Harry-. Que descubran qué pasó en realidad contigo... Si era alguien más con poción multijugos, o qué pasó… y que te saquen de aquí… Solo quiero que te saquen a ti de aquí… Lo que pase conmigo ya no me importa. Solo quiero que Hermione sea salvada y que tú salgas de aquí… solo eso…
Verity le dirigió una sonrisita triste.
-Estamos juntos en esto, ¿de acuerdo? -le dijo-. Aunque estemos en partes distintas de esta prisión, en celdas distintas… Piensa en mí… Y yo pensaré en ti…
Harry asintió, sintiendo que sus ojos ardían.
-Será mi estrategia -dijo Harry entonces, pensando en las palabras de Rowena, pensando en Sirius-… La estrategia para no enloquecer -añadió.
Verity asintió.
-Creo que debo irme -dijo Harry, porque sentía que sus entornos se volvían borrosos, como si estuvieran por desaparecer, como si Rowena no pudiera sostenerlo por mucho más tiempo allí.
-¡Adiós, Harry! -dijo Verity, tratando de tomarle una mano, pero que lo traspasó como si fuera un fantasma-. Te quiero mucho, Harry. Espero que estés bien…
-Yo también te quiero, Verity -dijo él, y entonces la celda desapareció.
Harry se apartó de Rowena. La bruja ahora tenía los ojos abiertos, otra vez. Descansó sus manos, colocándolas sobre sus rodillas, y parpadeó varias veces. Más allá de eso, no pareció estar ni un poco perturbada por la increíble magia que acababa de realizar.
-Muchas… muchas gracias -le dijo Harry, que no salía del asombro por lo que esa bruja acababa de hacer.
-No me lo agradezcas -dijo ella, tan seria como había estado todo ese tiempo-. No tienes por qué.
Harry se quedó allí de pie, tratando de comprender lo que acababa de pasar.
-¿Puedes usar tu habilidad para transportarte no solo a ti misma si no también a otras personas hacia la mente de alguien más…? ¿Eso es lo que acaba de pasar?
Ella asintió, muy despacio.
-No cualquier Legeremante puede hacerlo… Como te decía, he dedicado prácticamente todo mi tiempo en Azkaban a perfeccionar la técnica… Es mi estrategia: una herramienta que me permite salir de aquí, aunque no sea físicamente… Para los dementores, sigo aquí prisionera. Ellos me sienten aquí, sienten mi alma aquí… Pero mi mente, gracias a la Legeremancia, puede volar lejos… puede ir a donde yo quiera que vaya. No solo puedo ver la mente de otras personas, si no también expandirme a mí misma o a otros fuera de su cuerpo, como acabo de hacer contigo… Llevar mi mente fuera del cuerpo, expandirla lejos de aquí… Puedo ir a visitar a personas que están, incluso, a miles de kilómetros de esta prisión…
"No tengo mucho que ver, para serte honesta. No me quedan amigos fuera de aquí, con todo lo que he hecho en mi pasado... Pero puedo visitar la mente de quien me plazca, en casi cualquier lado… Puedo ver lo que otros ven, espiar los ojos de otros magos y brujas… Puedo ver sus vidas e imaginar que es la mía… que no estoy aquí realmente, si no que estoy allí, que soy alguno de ellos… Esta habilidad es la que me ha mantenido cuerda todo este tiempo. Es lo único que le da algo de sentido a mi existencia…
Harry pensaba a toda velocidad. De pronto, las ideas surgieron en su mente… De pronto, sintió que, si Rowena se convertía en su aliada, tenía una enorme cantidad de posibilidades delante de sí… Y ella seguramente sabía que él acababa de pensar eso, pero de cualquier forma no importaba. Eso era maravilloso…
Ella volvió a curvar sus labios en esa especie de sonrisa que no llegaba a ser más que una fría mueca.
-¿Qué te gustaría hacer? -le preguntó-. ¿En qué puedo ayudarte, Harry Potter?
Harry no necesitó siquiera un segundo para elaborar su respuesta.
-Se trata de una bruja… Hermione Granger.
-¿Qué pasa con ella?
-Está bajo un maleficio de magia negra.
-¿Aquel del que hablabas con Verity recién? ¿Qué maleficio es ese?
-Se llama Coactus Labia…
-Ah, sí, sé lo que es eso -dijo ella de inmediato. Harry se quedó petrificado por lo rápida que fue su respuesta. Nombró un maleficio de magia negra y Rowena al instante supo qué era… ¿Acaso su viaje de Legeremancia también era magia negra?
Pero se dio cuenta de que, si era así, no le importaba. Así que prosiguió:
-Necesito hablar con ella. Pero no con ella… No con la "versión" de ella que todos ven en este momento, porque esa es una Hermione manipulada, con la mente modificada mediante magia… no es ella realmente.
-Entiendo -Rowena asintió-. ¿Quieres saber si soy capaz de hacer que hables con la Hermione Granger real, la que quedó atrapada por la maldición y que vive en algún rincón oscuro y apartado de su propia mente, esperando a que alguien la salve y le permita salir de la eterna hipnosis producida por el maleficio?
Harry se quedó mirando al suelo otra vez. Y entonces alzó la mirada para encontrar los ojos de la bruja y asintió, con firmeza.
-Sí, creo que podría ser posible -susurró Rowena, pensativa-. Si consigo meterme en su mente… podríamos buscar a la verdadera Hermione Granger allí dentro… Quizás podría hacer que hables con ella.
El corazón de Harry empezó a latir a toda velocidad. ¿Iba a hablar con Hermione, a cientos de kilómetros de distancia…? ¿Con la verdadera Hermione, la que estaba prisionera como él; solo que, en lugar de en una prisión, en las profundidades de su propia mente?
Recordó las palabras que Hermione le había dicho en la fiesta, en un momento en que pareció volver a ser ella misma, solo un segundo:
Ahora mi mente está perdida en medio de un agujero negro… y no sé qué hacer…
Ya voy, Hermione, pensó Harry, con su respiración acelerándose. Ya voy por ti… Iré al agujero negro... No pude salvarte, pero iré allí a buscarte… Iré contigo.
