En capítulos anteriores…

Era una apacible tarde en Hogwarts, en cuarto año. Harry y sus amigos tenían catorce años y estaban entrando en la pubertad, lo que era notorio. Ya no eran unos niñitos inocentes. Las bromas con Ron y Seamus subían de tono, y ahora a Harry no le daba igual cuando un grupo de chicas mayores pasaban por los pasillos yendo a clase. De pronto, sus cuerpos llamaban su atención, y tenía que disimular mientras las miraba…

-Malfoy se muere de ganas por tener una excusa para reírse de ti y hacerte la vida imposible -dijo Ron.

Harry abrió el diario que estaba sobre la cama de Hermione y empezó a leer...

"Querido diario: No puedo parar de pensar en él. Tan solo pensarlo me pone húmeda. He estado perdiendo el control más y más, no puedo evitarlo".

-Ahora que lo leíste, sabes todos mis secretos -susurró Hermione-. ¿De verdad no piensas mal de mí?

-Claro que no -le dijo Harry-. ¿Por qué pensaría mal de ti? Yo también siento lo mismo que tú. Las mismas cosas.

-Es decir, estamos hablando de tu enemigo de toda la vida -dijo ella-. Es mi más profundo secreto, y no sabía qué pensarías tú al enterarte de esto, ¡al enterarte de que estoy loca por Draco Malfoy!

Hermione se enfrentó a Malfoy.

-Entiéndelo… Lo de ayer fue un error. ¿Está claro?

-Sí, de acuerdo -susurró Malfoy, con sus labios a pocos centímetros de los de ella-. Fue un error, entonces… ¿Qué te parece si cometemos otro ahora mismo?

Hermione le pasó los brazos por detrás del cuello y ambos se besaron apasionadamente a los pies del Lago Negro.

-¡Dices que yo hago todo mal, pero tampoco tengo mucha opción! -gritó Harry, en medio del Callejón Diagon-. ¡¿Qué querías que hiciera si estabas como loca detrás de Malfoy, obsesionada con él, y no querías escucharme…?! ¡Yo te advertí que no era una buena persona…!

-¡Esto no se trata de Malfoy, Harry! -gritó Hermione-. ¡SE TRATA DE TI DICIÉNDOME QUE SIENTES ALGO POR MÍ, PARA LUEGO ENCONTRARTE A LOS DOS DÍAS EN LA CAMA CON OTRA…!

-No hay nadie más por quien me sienta así… -le decía Harry, ahora bailando con ella en la sala común de Gryffindor-. Tú eres la chica con la que quiero estar. Con la que siempre quise estar.

-Tú eras mi amigo, Harry, nada más… -dijo ella, mirándolo a los ojos mientras bailaban-. De verdad quería perder mi virginidad contigo solo como amigos, para no tener luego un mal recuerdo si todo salía mal con Draco. Pero luego de eso algo nuevo surgió dentro de mí… Empecé a sentir cosas yo también… por ti…

-Malfoy te puso aquí, Hermione -dijo Harry, ahora en ese espacio negro, en ese terrible agujero negro donde ella había ido a parar-. Eso no es amor. Nadie que te ame te haría esto, ¿te das cuenta? La única forma de romper el maleficio es que dejes de amarlo, que te enamores de alguien más...

Se abrazaron, pegados el uno al otro, mirándose de cerca a los ojos fijamente...

-Te amo, Hermione. Te amo mucho…

Harry se acercó a ella y la besó profundamente en los labios. La besó con toda su alma. La abrazó por la cintura y la besó como si el mundo estuviera por derrumbarse en torno a ellos...

Hermione abrió los ojos. Volvía a ser ella misma. Empezó a correr por el Bosque Prohibido, desesperada...

-Fue un buen intento -musitó Rowena, en la celda de Azkaban.

-¿Funcionó? -le preguntó Harry, en un susurro, agitado y con el pulso acelerado-. ¿Puedes saberlo…? ¿Funcionó?


Capítulo 38. La fiesta de Ravenclaw

Harry estaba recostado en su cama, mirando hacia el techo de la celda, pensando en Hermione y en lo que había ocurrido la noche anterior. Era la tarde del lunes, cosa que sabía únicamente debido al lejano reflejo de un brillo en el fondo del pasillo, que era toda la luz del sol que podía ver desde esa celda sin ventanas.

Rowena le había explicado que no podía usar sus poderes de Legeremancia todo el tiempo. Necesitaba cargar sus energías, por así decirlo, y había tenido que invertir muchas para poder llevar a Harry hasta un lugar tan lejano, no solo en el espacio si no también por tratarse del interior de la mente de Hermione y no simplemente la habitación o el lugar donde ella estaba.

Por lo tanto, no podría saber qué había pasado con Hermione hasta que Rowena tuviera la capacidad otra vez para hacer un viaje mental hacia ella. ¿Habría podido Hermione escapar de la maldición? ¿O su beso no había sido suficiente para enamorarla y lograr sacarla de allí? Estaba impaciente y muerto de ganas de saber qué había pasado y cómo se encontraba ella, pero Rowena dijo que no sabía cuándo podría lograr usar sus poderes nuevamente para otro viaje así de lejano…

Claro que aún podía usarlos para leer la mente de Harry, que estaba allí al lado, porque no dejó de hacerlo en todo el día. Estaba empezando a enloquecer con esa bruja allí leyéndole la mente todo el día, pudiendo acceder a cualquiera de sus pensamientos sin ningún tipo de esfuerzo. Rowena era tan buena en Legeremancia que no necesitaba lanzar un encantamiento con una varita para hacerlo. Según le explicó, los más novatos en esa rama de la magia tenían que usarla para lanzarle un hechizo a la persona a la que querían leerle los pensamientos.

En este momento, la bruja de rostro pálido y demacrado dormía. Era un momento de excepcional tranquilidad mental para Harry, ya que no tenía que preocuparse de que le leyera los pensamientos. Aprovechó para escribir una carta, la única que le permitirían enviar en toda la semana, según le dijeron. Tuvo que pensar muy bien el destinatario, sabiendo que sería su único contacto con el mundo exterior por una semana entera.

Descartó de inmediato a Dumbledore, porque quizás aun estaba de viaje y ya le había escrito anteriormente explicándole toda su situación, por lo que sería un desperdicio usar su única lechuza para repetirle algo que ya le había dicho; aunque aun tenía dudas de que el Ministerio hubiera realmente llegado a entregar su carta. Descartó también a Hermione, porque existía el peligro de que aun fuera la Hermione oscura. Recurriría a Rowena para comunicarse con ella, si aun seguía teniéndola de aliada, algo que se había vuelto fundamental para Harry.

Pasara lo que pasara, tenía que tener a Rowena de amiga. Su poder era todo lo que Harry necesitaba en ese horrible momento: contacto con el mundo exterior.

Decidió escribir su carta a una persona con la que no hablaba hacía mucho tiempo, y que de pronto empezó a necesitar de forma urgente. Estaba necesitando una figura paternal y que al mismo tiempo hubiera pasado por lo mismo que él. ¿Quién más cumplía con estos requisitos mejor que su padrino, el hombre que no solo era su única figura paterna viva si no que había estado personalmente en esa prisión durante más de una década también por un crimen que no había cometido?

Comenzó a escribir:

Querido Canuto,

Como quizás sepas, si has leído El Profeta, estoy en Azkaban. Solo te diré que soy inocente, no he hecho las horribles cosas por las que me condenaron. Me dieron quince años, pero no quiero perder las esperanzas… Sé que aun está Dumbledore, que ha estado de viaje y no ha sabido nada de todo esto. Y también está la posibilidad de que la persona que me envió aquí vuelva a estar en su estado mental normal y diga toda la verdad…

No quiero aburrirte con los detalles de lo ocurrido, porque sé que no podrás hacer nada para ayudarme, y tampoco pretendo eso. Solo quería hablar contigo porque sé que nadie más me entenderá mejor que tú en este momento… ¿Qué es de tu vida? ¿Te encuentras bien?

Yo he tenido algo de suerte (dentro de todo). Mi compañera de celda, una tal Rowena, sabe mucho de Legeremancia y me está ayudando… Prefiero no dar muchos detalles por carta, en especial enviándotela desde Azkaban… pero dice que te conoce. Tú sabrás de dónde. Ella está aquí conmigo, en la sección de máxima seguridad.

Pensó que esa era una forma segura de darle a entender a Sirius que ella lo conocía de allí, de Azkaban, donde él también había estado encerrado, en la misma sección de máxima seguridad, antes de escapar el año anterior. Desde luego, tenía que tener especial cuidado en no comprometer a Sirius siendo que estaba enviando la carta desde allí mismo, desde Azkaban.

En fin, quiero llevarte la tranquilidad de que estoy bien, dentro de todo esto. Creo que estoy logrando dominar a los dementores… por el momento no están acabando conmigo. Ya veremos. Solo desearía que mi amiga Verity pudiera salir de aquí, porque también fue arrestada injustamente, y todo por mi culpa.

Gracias por leer, te mando mis mejores deseos.

Harry

Lo de los dementores era cierto. Si bien cada vez que pasaban por allí Harry sentía que se le congelaba todo el cuerpo y hasta le castañeaban los dientes por el frío, con esa sensación de vacío y de desesperanza que aun le generaban; estaba tratando de emplear su estrategia, como le había dicho Rowena. Pensaba en Verity, que le había dicho que estaban juntos en esto, en lugar de enfadarse con él, como quizás habría hecho otra persona… Pensaba en Hermione y en el beso que se habían dado… ese beso que había sido tan real como si hubiera ocurrido allí en esa celda, o quizás más aún…

Harry le entregó su carta a los dementores, pensando en ese beso y luchando con todas sus fuerzas para que no se lo robaran de la mente, para que no se lo absorbieran, como habían hecho con las pocas energías que le quedaban…

Cuando se marcharon, se quedó allí de pie junto a los barrotes. Entonces se volvió hacia la cama donde dormía Rowena y se quedó mirando en esa dirección, distraído…

Fue entonces cuando notó algo.

Con el ceño fruncido, Harry dio un paso hacia la cama de Rowena, haciendo un esfuerzo por no provocar sonidos… La bruja, que tanto lo intimidaba y cuya presencia le ponía los pelos de punta, y en la que solo había confiado porque ella le había ofrecido ayuda con Hermione; dormía con un brazo sobresaliendo fuera de las sábanas y visible por primera vez desde que él estaba allí, porque se había cambiado la vieja camiseta mangas largas por una de mangas cortas…

Y, ahora que tenía su brazo visible ante él, Harry quedó paralizado, observándolo detenidamente.

Rowena tenía una marca tenebrosa tatuada en el antebrazo.

Llegó la noche. De a poco, con mucho disimulo, los alumnos de las cuatro casas y de las dos escuelas invitadas caminaban distraídamente hacia la torre Ravenclaw, como quien no quiere la cosa, tratando de aparentar naturalidad.

-Esta fiesta de Rrravenclaw es más complicada que las otrras -dijo Harald, de Durmstrang, que acababa de llegar con su grupo de amigos a la sala común de Ravenclaw, donde estaba todo el mundo-. En la del sábado solo tuvimos que prronunciarle una contrraseña a un grretrato, pero esta vez sí que casi no entrramos. El acerrtijo sí que estuvo difícil. "¿De qué colorr erra el cabello blanco de Merrlín?" ¿Quién hubierra dicho que la respuesta serría "blanco"?

-Y no ayudó que la aldaba de la puerrta se enfadagrra y comenzara a llamarrnos "putos vikingos descerebrrados y homosexuales de mierrda" -acotó su amigo Aesir.

-No se detendrán hasta que los expulsen, ¿verdad? -preguntó Parvati, que acababa de entrar junto a sus amigas y se reunieron con un gran grupo de gente de Gryffindor.

-Y eso que el sábado eso estuvo a punto de pasar -dijo Lavender, aceptando un vaso lleno de cerveza de manteca de las manos de George.

-Tenemos toda esta semana ya organizada -le contestó Fred-. Hoy es fiesta tranquila en Ravenclaw. Tranquila, ya saben, para empezar la semana. Por eso es que no pusimos ponche contaminado esta vez.

-Luego, el miércoles, se viene una fiesta sorpresa -agregó George, con tono misterioso-. No les diremos dónde es, porque aún no está confirmado. Pero estamos tratando de que todas sean en un lugar distinto, para que los profes no sospechen.

-No ha funcionado muy bien hasta ahora lo de que los profesores no se enteren -dijo Lavender, acomodándose el cabello alisado mediante magia mientras sonreía.

-Luego el viernes se viene la mejor de todas -dijo Fred-. Esa será la verdadera bomba, ya lo verán. Así que habrá fiesta cada dos días.

-Sí, hemos aumentado la frecuencia de dos veces por semana a una fiesta cada dos días -dijo George-. Pensamos que sería más apropiado.

-Para no tener que estar tanto tiempo sobrios -dijo Fred, antes de llevarse su vaso de cerveza de manteca a los labios.

Ginny iba caminando junto a Fleur por el medio de la sala común, buscando alrededor con la mirada.

-Está por aquí, estoy segura -decía Ginny-. Tiene que estarlo… Es la única explicación para que no haya aparecido en todo el día, la muy zorra.

-Dijo que avigsaría en cuanto hablagra con su amiga la putita -dijo Fleur.

-Pues no apareció, le importa tres carajos que una chica inocente esté en Azkaban por su culpa -dijo Ginny, tomando de pasada un vaso de whiskey de fuego de una mesita cercana y dándole un largo trago. Arrugó la cara por lo fuerte de la bebida y no pudo decir más nada.

-Egstarán por aquí las dos, ofgreciendo sus servicios sexuales -dijo Fleur, resentida. El hecho de que Ron no solo no había salido de la enfermería aun si no que de hecho seguía inconsciente no ayudaba a mejorar su estado de ánimo.

-No hay rastros de Alicia, sin embargo -susurró Ginny, buscando con la mirada por toda la larga sala común de Ravenclaw, donde todo Hogwarts, Durmstrang y Beauxbatons bailaban al ritmo de la música de Lee Jordan, que se había puesto nuevamente como DJ, mientras bebían tragos y más tragos de alcohol.

-De seguro egstará disfrazada de nuevo -Fleur chocó un puño con la mano-. Pego esta vez estoy pgrepagada: Estaré bien atenta por si puedo vegla bajo esa pogción muggletijugos con mi vista de veela.

-Yo hablaré con varios hombres y trataré de averiguar si alguien aquí está ofreciendo sexo. Será alguien desconocido, como la vez pasada. Tengo que buscar a alguien desconocido, que no sea de Hogwarts, que no recuerde haber visto antes…

La fiesta se fue poniendo a tono, sin llegar a los extremos de la fiesta de Gryffindor pero con todo el mundo bailando con bebidas en la mano y charlando con sus amigos. Se hizo de madrugada, y ahora Lee Jordan hacía temblar las paredes con la música a todo volumen, que sería imposible de oír desde afuera de la torre gracias a los encantamientos muffliato colocados esta vez por los chicos de Ravenclaw.

-¡VIVAN LAS FIESTAS! -gritaba Cho Chang en medio de un grupo de gente de Ravenclaw, que saltaban mientras cantaban a gritos la canción que sonaba en ese momento, todos súper ebrios. La chica se dio vuelta y se apartó de los demás para vomitar a un costado de la pista de baile.

-Yo aún no me repongo de la fiesta del sábado, aun siento resaca -decía Cormac McLaggen a un amigo suyo, bailando de una forma que él consideraba sexy-. Pero claro que no iba a perdérmela. Oye, ¿te he contado sobre la chica que ofrece sexo? Pues me la acabo de cruzar de nuevo, aunque tenía otro aspecto hoy, pero es ella. Y me agendó un turno para las dos de la mañana con Madame TittyLust. ¿Quieres que te agende uno a ti también?

-¿La que me contaste de la otra noche? ¡Claro, amigo! ¡Genial!

-Ven, vamos por más whiskey mientras la busco. Es muy escurridiza. Hay que mantenerlo como algo discreto, ¿entiendes?

Se marcharon de allí, pasando junto a un chico rubio que corría tras una chica.

-Hannah… ¡Hannah, por favor! -Ernie Macmillan acababa de ver a su ex mejor amiga de toda la vida y corría tras ella por toda la sala común-. ¡Háblame, por favor!

Aquellos que estaban alrededor le lanzaron miraditas, pero no le importó. Hannah trató de esquivarlo, buscando a Susan con la mirada, pero Ernie ya estaba allí, frente a ella.

-Ernie, déjame…

-Por favor, habla conmigo…

-¡No tengo nada que hablar contigo! -dijo ella en un susurro que intentó que solo él oyera, mirándolo con sus ojos azules muy abiertos y los dientes apretados; aunque varios alrededor habían parado la oreja-. ¡Aléjate de mí, ¿me oyes?!

-Por favor, ¿podemos ir a algún lugar privado a hablar solo un segundo?

-No iré a ningún lugar privado contigo -dijo ella, con una cara de escándalo tan pronunciada que Ernie sintió encogerse su estómago.

En ese momento, Fred y George pasaron junto a ellos, riendo con vasos de cerveza de manteca en la mano.

-Oye, Ernie, recuerda que tú no puedes beber -dijo Fred, quitándole su bebida a este de la mano.

-Sí, pensamos que ya estaba bien eso de hacerte usar una insignia con letras enormes -dijo George-, pero aún no puedes beber.

-¿Qué? -protestó el aludido-. ¡¿Aún no puedo beber?! ¡Pero si aguanté toda la noche del sábado sin probar un vaso de…!

-Y eso hace que lo-que-tú-sabes me resulte aun más indignante -le dijo Hannah en un susurro casi inaudible para nadie más, mirándolo tan ofendida como si Ernie acabara de golpearla.

-Hannah, yo…

-Sí, Ernie, si no bebes nada hoy quizás te dejemos probar un par de vasos de cerveza de manteca en la fiesta del miércoles -dijo Fred.

-Lo pensaremos -agregó George-. Dependerá de cómo andes hoy.

-¡Pero si les salvé el culo el sábado con McGonagall! -dijo él, incrédulo-. ¡Me hice cargo de todo ante ella, le dije que yo era el culpable de todo! ¡No puedo creer que me hagan esto!

-Claro que no, nosotros te salvamos el culo asumiendo la culpa luego de que hiciste eso -dijo Fred.

-Sí, y por eso hoy no usas insignia -dijo George-. ¿Ves cómo estás progresando, Ernie?

-Yo me voy -dijo Hannah, mezclándose entre la gente para marcharse de allí.

-¡Hannah, espera…!

-Además, no olvides que tú pusiste esa poción en el ponche -continuó Fred.

-Sí, tu acto heroico de asumir la culpa ha servido para redimirte de lo del ponche, así que decidimos olvidarlo -dijo George.

-Por lo tanto -continuó Fred-, son dos cosas que estamos haciendo a tu favor: perdonar lo del ponche y quitarte la insignia. Pero a cambio de una sola cosa buena que tú has hecho. ¿Ves que estamos siendo muy permisivos contigo?

-Somos unos tipazos, Fred -dijo George, sonriente-. Ahora disfruta de la fiesta, sin bebidas, Ernie.

Los gemelos le dieron palmadas en el hombro y se marcharon de allí.

Ernie se quedó mirando hacia adelante con cara de profundo resentimiento, y entonces se dio la vuelta, resuelto y dispuesto a marcharse de allí.

A la mierda con esta fiesta y con esos putos gemelos, pensó, indignado. Me voy de regreso a la casa Hufflepuff…

Pero entonces, chocó casi de frente con Justin.

-¡Amigo mío! -dijo Justin, sonriente. Ya estaba ebrio, a juzgar por su aspecto, y movía ambos brazos en el aire, bien alto, mientras meneaba la cintura al ritmo de la música y sonreía de par en par. -¿Has visto a Susan? -bajó la voz-. Está muy tímida conmigo luego del otro día, pero creo que si logro que se emborrache de nuevo esta noche, entonces…

-Lo siento, yo me largo -le dijo Ernie.

-¡No, amigo! ¡Tienes que apoyarme! ¿Qué clase de amigo eres?

-¿No te importa lo mal que lo estoy pasando yo?

-Claro que sí, Ernie, pero no hay nada que se pueda hacer por ti -dijo Justin-. Lo de Hannah está cagadísimo, ella prácticamente cree que la violaste. Yo que tú me alejaría de ella por un tiempo, le daría espacio… Pero yo, en cambio, aún tengo muchas chances con Susan, solo tengo que lograr besarla de nuevo. ¡Vamos! ¡Bailemos! ¡Iuuujuuuuuuuuu!

Y Justin lo empujó al medio de la pista, donde se puso a bailar muy enérgico y emocionado. Ernie le siguió la corriente, pero en su caso con cara de estar en un funeral en lugar de una fiesta.

Ginny seguía con Fleur, buscando, pero no estaban teniendo nada de éxito. Fleur lanzó un bostezo.

-Lo siento, Ginny, pego me iré a dogmir. Ya es tarde, y quiego levantarme temprano mañana paga ir a ver a Gron a la enfegmería… Quizás ya despiegte, ¿no crees?

-Sí, ve tranquila -Ginny se despidió-. Me quedaré un rato más buscando a estas dos… Quizás no hayan venido… Luego me iré también.

Se despidieron y Fleur se marchó. Entonces Ginny dio otra recorrida por la fiesta, pasando entre medio de la gente y bebiendo otro vaso de whiskey de fuego lentamente. ¿Era posible que Alicia hubiera estado allí disfrazada de alguien más todas esas horas que llevaban en la fiesta, y que hubiera logrado esquivar a Fleur, que tenía la capacidad de verla, toda la noche?

Mientras pensaba en esto, Ginny chocó de frente con alguien y provocó que toda su bebida cayera de su mano.

-¡Oh! ¡Lo sien…!

Era Luna.

Se quedaron mirándose fijamente la una a la otra.

-Oh, tú…

-Hola… ¿cómo estás?

-Pues bien, aquí ando… en la fiesta…

-Ajam…

-¿Cómo andas tú?

El momento fue muy incómodo. Ginny sintió que se ruborizaba. La última vez que había visto a Luna ambas se habían gritado a la cara y Luna había dicho que ya no quería estar con ella.

-Pues yo bien -dijo Luna-. Estaba aquí estudiando, en mi sala común, cuando de pronto empezó a llenarse de gente y supuse que no había más remedio que incorporarme a la fiesta.

-Sí, y te has arreglado también -dijo Ginny, que ahora que la miraba bien estaba sorprendida por el aspecto de Luna: La chica había abandonado cualquier tipo de adorno extravagante como pendientes de rábanos o collares de corchos. También había abandonado los vestidos extraños con bolados y colores fuertes. En lugar de todo eso, se había peinado y maquillado de una forma muy sobria, se había puesto un vestido sencillo color negro escotado y que dejaba sus piernas al descubierto. Algo muy inusual en ella, pero que le quedaba bien.

-¿Te gusta cómo me veo? -preguntó Luna.

-Pues sí, me gusta… -dijo Ginny, recorriéndola con los ojos de pies a cabeza-. Te ves muy bonita… Aunque debo decir que me gusta más tu estilo habitual. Este es más… normal.

No supo que otra palabra encontrar para describirlo.

-Oye, Luna -empezó Ginny, muy nerviosa-. Quería decirte que siento mucho lo del otro día…

-¿De verdad? -Luna se puso muy tensa en ese momento.

-Sí, de verdad… Dije cosas que no son verdad…

-Descuida, no tienes que decirme nada de eso, Ginny…

-Pero quiero hacerlo -Ginny la miró de una forma triste-. Te extraño…

-Yo también te extraño, Ginny…

-¿Crees que puedas darme otra oportunidad?

Luna la miró de una forma triste también. Entonces se quedó pensativa y finalmente asintió, sonriendo.

-Claro, Ginny.

Ginny sintió que el alma le volvía al cuerpo.

-Tengo una idea… que quizás te parezca un poco "atrevida" -dijo Luna, con una sonrisita.

-¿Ah, sí? -Ginny se enroscó un mechón de cabello pelirrojo con los dedos-. ¿Y cuál es, si puedo preguntarte…?

Luna se acercó a ella y le susurró al oído:

-Tú y yo, en el último dormitorio del pasillo, que está desocupado… en un trío con otra chica con la que estuve hablando hace un rato.

Ginny quedó de piedra. Trató de disimular su cara. ¿Con otra chica con la que estuvo…?

Entonces lo entendió: Durante su pelea con Luna el sábado anterior, Luna había sido clara en que quería tener una relación abierta. Le molestó que Ginny le recriminara que mirara a otras chicas. Por lo tanto, ahora Luna estaba dejándole en claro que, si quería regresar con ella, tenía que ser bajo esas condiciones.

Ginny suspiró y asintió. Decidió aceptar. Quería mucho a Luna para perderla por algo así.

-Está bien, Luna -dijo, sonriente-. Acepto.

Luna le sonrió.

-Te encontraré allí en diez minutos.

Le tomó la mano, le acarició los dedos mientras la miraba fijamente y se marchó de allí, caminando entre la gente.

Ginny se fue a retocar el maquillaje al baño. Se miró en el espejo y se aseguró de que su cabello rojo estuviera cayendo de forma sexy y radiante sobre su vestido escotado, con sus pronunciados pechos marcándose en el escote. Entonces caminó lejos del ruido de la gente y por un pasillo que conducía a los dormitorios. Cuando llegó al último, abrió la puerta lentamente…

Luna y Melanie Sanders estaban allí, sentadas al borde de la cama.

-Hola, Ginny… -saludó Melanie, muy sonriente y con un vestido para el infarto que terminaba justo bajo el trasero, mostrando todas sus piernas esbeltas...

Ginny amplió su sonrisa, sin poder creerlo.

Me conoces tan bien, Luna, pensó, maravillada. ¡Has conseguido a Melanie de nuevo!

Los besos empezaron. Las tres se acariciaron el cuerpo y se besaron en los labios. Ginny metió sus dedos por el escote de Luna para apretarle todas las tetas. Luna besaba a Melanie en los labios y el maquillaje de las dos chicas se corrió por sus rostros…

Luna le bajó el vestido a Ginny, provocando que sus dos enormes tetas saltaran a la vista. Melanie bajó sus labios y empezó a succionárselas, tirando de sus pezones con los labios…

Se desvistieron las tres. Empezaron a besarse en los muslos, en las tetas, tocándose las vaginas entre las tres con los dedos húmedos…

Se penetraron con dos dedos, tres dedos… luego con los puños enteros.

-¡Ohhhhh! -con gemidos de placer, abrieron sus piernas para permitir que las otras metieran sus manos dentro de sus coños, una por vez, dos al mismo tiempo…

Las tetas de Ginny y de Melanie eran gigantes. Luna las apretaba y las besaba y permitía que le apretaran las nalgas desnudas con las manos, que le chuparan los labios vaginales las dos a la vez, besando sus partes como si fuera su boca, metiéndole una la lengua dentro del coño mientras la otra le succionaba el clítoris…

Luego de hacer el 69 entre Ginny y Melanie, mientras Luna besaba los glúteos de Ginny y por momentos sus labios, cuando Ginny corría un poco la cara de la vagina de Melanie, las tres tuvieron orgasmos enormes y acabaron abrazadas en la cama, acostadas juntas y respirando muy agitadas...

-Ha estado fantástico -dijo Melanie, sonriente.

-Creo que el sexo entre nosotras tres es el mejor sexo que existe -dijo Ginny, muy satisfecha.

-Estoy agotada… -dijo Luna, bostezando.

-Yo también… -Ginny abrazó a la chica e hicieron cucharita en la cama.

-Las dejaré solas -dijo Melanie-. Qué tengan buenas noches, preciosas.

Y se marchó de allí, luego de vestirse, haciendo resonar sus zapatos de taco en el suelo del dormitorio. Luna y Ginny se quedaron abrazadas, desnudas en la cama, hasta que de pronto Ginny se quedó dormida, producto del whiskey de fuego y la intensa actividad sexual…

Entonces, Luna se apartó de ella con cuidado, se vistió y abandonó el dormitorio también, dejando a Ginny allí sola, durmiendo. Caminó varios pasos por el oscuro pasillo que conducía de regreso a la fiesta, y a medio camino se reencontró con Melanie, que estaba allí cruzada de brazos, sola en la oscuridad.

-Todo salió perfecto, Angie -le susurró al oído entonces, con una mirada traviesa-. Ginny ya está profundamente dormida.

-Una menos, amiga -susurró la chica que lucía exactamente igual a Melanie Sanders-. Ahora que la estúpida de Fleur Delacour se fue y que la otra imbécil está dormida, ya podemos trabajar libremente, sin más preocupaciones.

-Maldita rubia de mierda, estuvo difícil esquivarla estas horas -dijo la que se veía igual a Luna Lovegood-. Esa puta casi nos arruina todo, Angie.

-Lo sé, Alicia… Quién diría que tiene ese poder de veela, ¿verdad?

-¿Y a mí que mierda me importa que una puta de mierda de Londres haya acabado en Azkaban? No tenemos nada que ver con eso.

-Ya podemos olvidarnos de esas dos estúpidas por hoy. Fue buena idea lo de usar cabellos de Luna y Melanie para esta noche…

Alicia había oído a Luna Lovegood hablando sola en un pasillo y decirse a sí misma que no iría a la fiesta, así que aprovechó para quitarle un cabello mientras fingía tropezar con ella. Sabían que esa chica ni amigos tenía, así que nadie iría a querer acercársele si la veían en la fiesta. Era la persona perfecta para que Alicia personificara para poder vender los servicios sexuales de Angelina sin que las molestaran.

Y decidieron disfrazar a Angelina de Melanie Sanders, una chica con un cuerpazo que le gustaría a todos los clientes y que no era necesario que nadie viera en la fiesta, porque estaría toda la noche en su dormitorio… Había sido más complicado encontrar dormitorio en una casa ajena, pero finalmente encontraron dos, ambos vacíos: en uno dejaron durmiendo a Ginny, y en el otro estaba operando Angelina.

-Tenemos que romper el resto de la noche, amiga, ahora que estamos libres de esas.

-¿Qué te pareció el sexo gay?

-Me gustó, me gustó… Sí, no tengo problemas en que lo ofrezcas, si surgen interesadas.

-De acuerdo, Angie. Cuenta con eso.

-¿Cuánto oro vamos esta noche?

-Mucho. Cormac consiguió a varios amigos suyos interesados, así que tengo ya un buen par de monedas de oro.

-Genial… Ya quiero recuperar la inversión de toda esa poción multijugos.

-Ya casi es hora de tu próximo turno -Alicia consultó su reloj de pulsera-. Ve yendo al otro dormitorio, mejor. Aquí te dejo el listado de contraseñas.

-De acuerdo.

-Oye -añadió Alicia a último momento-, ¿crees que los clientes luego esparzan el rumor de que Melanie está ofreciendo sexo…? Es decir, ellos creerán que están acostándose con ella esta noche…

-Eso solo lo hace más divertido -Angelina sonrió de una forma perversa y Alicia pareció dudarlo unos segundos, y finalmente sonrió también.

-Tienes razón -dijo Alicia entonces, compartiendo la misma mirada con ella-. Qué jodan a esa puta de Melanie Sanders. Que se chupe una buena verga.

-Lo hará, amiga, y con muchas vergas, si tú las consigues… -Angelina le guiñó un ojo y se alejó por el pasillo, meneando el trasero de Melanie mientras caminaba hacia el otro dormitorio.

Era tarde de madrugada. Rowena dormía nuevamente. Le había leído los pensamientos a Harry, estaba seguro. Estaba seguro de que ya sabía que él había visto su marca tenebrosa, pero no le hizo mención alguna del hecho. Harry se había estado convenciendo a sí mismo de que no era tan extraño después de todo. Ella había sido frontal con él en el hecho de que había tenido un pasado oscuro, pero le había asegurado que había cambiado.

Ahora que la mujer, que parecía de cerca de cuarenta años de edad, dormía nuevamente, Harry volvió a sentir que era libre de pensar lo que quisiera…

Y entonces, mientras estaba allí sentado, sin poder ser capaz de dormir él mismo, recibió una sorpresa inesperada.

Sirius había respondido su carta.

¿Tan pronto?

La tomó de los horribles dedos de un dementor y rasgó el sobre enseguida. Quería aprovechar para leerla mientras Rowena dormía. No quería que ella supiera lo que su padrino le hubiera escrito. Quería tener algo que fuera privado.

Harry se sentó en el duro y frío suelo de la celda con la espalda apoyada en la pared y abrió el pergamino. Estaba escrita con una letra desprolija, como si Sirius hubiese querido escribir eso a toda velocidad para mandarle la carta lo antes posible. Lo primero que vio fue una línea arriba de todo escrita en letras más grandes que el resto, que decía:

No leas esta carta ante tu compañera de celda.

Harry alzó la mirada hacia la cama de Rowena y comprobó que ella seguía dormida, con su cabello negro y largo lleno de rulos tapándole parcialmente el pálido rostro. Entonces se sintió lo suficientemente seguro para seguir leyendo:

Harry, te envío mi respuesta de inmediato. Necesito ponerte sobre aviso ya mismo: estás en GRAVE, GRAVE PELIGRO. Sé exactamente quién es la bruja que mencionas, y si estás en una celda con ella entonces corres un PELIGRO MORTAL, un peligro muchísimo más grave de lo que crees.

Esto es lo que debes hacer: No compartas NADA de tu vida con ella. Sé muy bien que es una experta en Legeremancia, quizás la mejor que existe. No solo tiene la capacidad de que te comuniques con alguien más: Lo grave es que tiene la capacidad de implantar imágenes irreales en tu mente, es decir, hacerte creer cosas que no están pasando realmente.

Si te ha enviado en algún "viaje mental" para comunicarte con alguien más, NO LO CREAS, HARRY. Lo más probable es que eso no haya pasado realmente, si no que lo haya implantado en tu mente nada más. Puede hacerte ver cosas que no son reales y jugar con tu mente de formas que no tienes idea…

Por favor, aunque te parezca amigable, aunque te parezca que es alguien confiable, NO CONFÍES EN ELLA. Sé lo que digo, la conozco muy bien… Porque, de hecho, es mi prima. "Rowena" es solo un apodo que se ha inventado en prisión. Su verdadero nombre es Bellatrix Lestrange y es una de las Mortífagas más peligrosas que haya existido nunca. Hasta el día de hoy, es fiel al Innombrable. No me caben dudas.

No quiero alarmarte, pero esta mujer podría tratar de matarte en esa celda. Siempre adoró al Innombrable y sabe muy bien que tú provocaste su caída. De hecho, está en prisión por asesinar y por torturar a magos y brujas hasta la locura, y durante su juicio ha jurado lealtad eterna al Innombrable.

Haré todo lo que pueda por sacarte de allí, Harry, haré cualquier cosa que esté en mi poder.

Pero, mientras tanto, TEN MUCHO CUIDADO CON ELLA. ALERTA PERMANENTE.

Te deseo lo mejor,

Canuto.