Capítulo 44. Las duchas, de nuevo

Hogwarts estaba envuelta en una neblina gris. Los muros del castillo se veían carbonizados, negros y aun emanaban humo. Cientos de magos del Ministerio volaban en escobas en torno a este, lanzándole encantamientos para apagar las llamas que aún ardían en sus torres y que salían desde el interior de sus ventanas. El momento más grave del incendio parecía haber pasado ya, pero ahora todo el castillo estaba en ruinas, ennegrecido e incendiado hasta sus cimientos; emanando aun un humo negro y gris que se elevaba hasta el cielo de la mañana…

Los primeros rayos del sol de ese jueves cayeron sobre los cientos de estudiantes que estaban afuera, en los terrenos exteriores, recostados en camillas improvisadas por los sanadores y demás magos del Ministerio, que andaban entre medio de estas administrando distintas pociones curativas a todos los alumnos y profesores quemados de las tres escuelas de magia.

Harry y Hermione estaban sentados juntos en el borde de una de esas camillas, tomados de la mano.

-¿Te encuentras bien?

-Sí… Sí, ya estoy bien… -Hermione tenía la camiseta levantada y se examinaba la enorme cicatriz color rojo intenso que ahora tenía marcada en su abdomen.

Hermione se había desmayado en medio del beso con Harry, como consecuencia de la pérdida de sangre, y Harry la había cargado en brazos mientras gritaba pidiendo ayuda a todo pulmón. Entonces Snape, que había estado evacuando alumnos, la vio y se acercó a ellos dos. Enseguida empezó a recitar unas palabras mientras apuntaba a la herida de Hermione con su varita, y esta empezó a cerrarse y a dejar de perder sangre. Luego de eso, Hermione volvió en sí. Más tarde, la chica fue revisada también por unos sanadores del Ministerio, que le dieron una poción de regeneración de glóbulos y una sopa caliente con unas gotas de esencia revitalizante. Les aseguraron que se pondría como nueva en un rato.

-…Gracias a ti -finalizó Hermione, apretándole la mano con fuerza y volviéndose para clavar sus ojos castaños en él.

Harry le devolvió la mirada en silencio.

-Tú me rescataste cuando estaba bajo los efectos de ese maleficio, perdida en el interior de mi mente… -susurró Hermione, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos-. Y luego huiste de Azkaban para salvarme de Lucius Malfoy y lo detuviste justo a tiempo, en el momento en el que estaba a punto de matarme… Y luego me cargaste en brazos y conseguiste ayuda para evitar que me desangrara…

-Suena impresionante si lo dices así -dijo Harry, que aún lucía preocupado por ella-. Pero en verdad no he hecho nada de eso solo… Si no hubiera sido por Bellatrix, no habría podido hacer nada contra ese maleficio que te pusieron... Ya había fallado intentándolo, ¿recuerdas? En la fiesta de Gryffindor... Y si no fuera por Sirius, nunca habría podido huir de Azkaban yo solo, mucho menos transformarme en animago y llegar hasta aquí para salvarte.

Pero la mirada de admiración que Hermione tenía fija en él no se debilitó ni un poco. Se acercó a él y unió sus labios a los suyos, compartiendo con él otro beso en los labios que le provocó un estremecimiento en todo su cuerpo, haciéndolo sentir como si levitara…

Cuando se separaron, Harry la rodeó con un brazo y se quedó mirándola a los ojos. Estaban envueltos en una manta y alrededor de ellos se extendían tantas camillas llenas de adolescentes envueltos en vendajes que no llegaban a distinguirlas todas; sobre todo porque el humo gris que llegaba desde el castillo empañaba el campo visual.

-¿Se pondrán todos bien? -preguntó Hermione en un susurro, mirando hacia todos los cuerpos inconscientes que los rodeaban.

-Nos han dicho que sí -le respondió Harry, acariciándole el hombro con el brazo con el que la abrazaba-. Los sanadores dicen que han tenido que dormirlos para evitarles el dolor de las quemaduras, pero que están todos vivos y se recuperarán. Algunos que sacaron de las mazmorras, donde empezó el incendio, están más graves y fueron llevados de urgencia a San Mungo, pero dicen que van a estar bien también. Y todos los que están aquí afuera tienen quemaduras menos graves que en cuanto hagan su efecto las pociones desaparecerán, y entonces podrán despertarlos.

Hermione asintió. Parecía muy nerviosa.

-Qué espanto…

-Y he hablado con Dumbledore -añadió Harry-. Vino a verme mientras te atendían. Me pidió que me quede aquí, y me dijo que te diga que no te vayas de Hogwarts tampoco.

-No tengo planes de irme a ningún sitio -susurró Hermione, apretando la mano de Harry con una nueva mirada en sus ojos, que mostraba miedo-. No quiero volver a quedarme sola hasta que me aseguren que Lucius Malfoy está en Azkaban.

-Sí, pues aún no lo está -le dijo Harry-. Pero Dumbledore me dijo que Fudge no tendrá más opción que ordenar su detención cuanto antes, porque además de tu testimonio también está el hecho de que anoche Kingsley Shacklebolt, el auror que investigaba lo que te hicieron en el Callejón Knockturn, logró capturar a esos muchachos… los violadores que te atacaron allí, esa noche… y ellos confesaron todo. Dijeron que Lucius Malfoy los contrató. Así que, con esa confesión, tendrían que estar yendo a encarcelarlo ahora mismo.

Hermione arqueó las cejas, sorprendida.

-¿De verdad…?

-Eso dijo Dumbledore. Así que por muy bien posicionado que esté Lucius Malfoy con el Ministerio, y por más contactos y todo que tenga, no les quedará más remedio ahora que enviarlo a Azkaban.

-Eso espero… -dijo Hermione, pero aun parecía intranquila. Harry la abrazó con más fuerza y le dio un beso encima de la cabeza, sobre su cabello que ahora era color negro azabache, como el suyo. -¿Y qué pasará contigo…? ¿Y con Verity…?

-Dumbledore dijo que mañana o pasado habrá un nuevo juicio, y que mientras tanto no nos enviarán de regreso a Azkaban. Dijo que me quede aquí por ahora. Verity ya está prácticamente libre de sus cargos, con el nuevo testimonio que consiguieron gracias a Ginny. Dumbledore dice que ambos tendremos que explicar que nos fugamos de prisión para venir a salvarte de Lucius Malfoy, porque no había otra forma de hacerlo; y que aún quedará que revean mi sentencia… pero que, si tú testificas a mi favor, entonces…

-Sí, claro que lo haré -dijo Hermione-. Diré toda la verdad al Ministerio. Que mi acusación anterior contra ti fue falsa… Y les explicaré todo… Y entonces tendrán que dejarte libre a ti también. Todo habrá terminado…

-La verdad es que ni me importa eso… Si quieren mandarme allí de vuelta, que lo hagan… Solo quiero estar seguro de que no corres ningún peligro. Solo entonces yo…

Ella no lo dejó terminar. Se le acercó y le dio un beso en los labios con muchas ganas, tantas que lo dejó sorprendido. Y más se sorprendió Harry al separarse de ella y ver que la chica estaba llorando.

-¿Her… Hermione…? -susurró, congelado, sin comprender.

-Lo… Lo siento -Hermione se sorbió las lágrimas-. Tú has sido siempre tan bueno conmigo, Harry, y… y yo… Lo siento mucho…

Hermione rompió en llanto. Entonces Harry la abrazó y le acarició la cabeza suavemente, mientras la oía llorar en su hombro.

-Tranquila… Todo ha terminado… Nadie volverá a hacerte daño… Te lo prometo…

-No es eso -dijo la voz ahogada de ella en su oído, en susurros-. Lo siento, Harry… Todo esto fue mi culpa, desde el principio… Nunca debí fijarme en Draco… Yo empecé todo esto… Tú me lo habías advertido…

Pero Harry negó con la cabeza, mientras la abrazaba.

-Fue mi culpa -le dijo al oído-. Yo lo arruiné todo… Hice que me expulsaran de Hogwarts, y luego de eso nunca pude estar contigo en los momentos en los que necesitabas a alguien… Y todo salió mal desde ese momento…

-Yo no debí gritarte al verte con Verity… Yo había estado con Draco…

-Y yo con Pansy… Tenías razón en lo que me dijiste. Tú me gustabas, pero yo hice todo mal…

-Tú me salvaste esa noche, en el Callejón Knockturn…

-Jamás debiste estar allí en primer lugar. Tú fuiste allí para salvarme a mí de quien creías que quería matarme…

Se separaron y de pronto se sonrieron el uno al otro. El rostro de Hermione estaba bañado en lágrimas.

-Supongo que ambos estuvimos tratando de salvarnos el uno al otro todo el tiempo...

Hubo un breve silencio.

-Nos han pasado montones de cosas horribles, sobre todo a ti… -Harry le hizo una caricia en los dedos, sosteniéndole la mirada con tristeza-. Cosas que no pudimos controlar… Cosas espantosas, que no se borrarán de nuestras cabezas nunca… Pero, pase lo que pase ahora, sé que todo será mejor si estamos juntos…

Ella asintió, limpiándose las lágrimas.

Harry sabía, dentro suyo, que todo no había terminado aun… Hasta que Lucius Malfoy estuviera tras las rejas, hasta que todos sus compañeros despertaran y estuvieran bien, y hasta que la vida volviera a ser aunque sea un poco más normal, entonces la historia no habría terminado aún…

Pero eso no era lo importante en ese momento. Porque lo importante era que estuviera allí con Hermione, juntos, para vivir ese final con ella.

El momento pasó, y entonces la mente de Harry voló hacia Sirius. Su padrino había huido con Bellatrix, porque ahora ambos eran prófugos... ¿Qué pasaría con ellos?

Por otro lado, Verity estaba allí mismo, en Hogwarts, porque había ido con Harry hasta allí, en su forma animal. Ahora mismo estaba en el carruaje de Beauxbatons, donde habían habilitado habitaciones y camas para todos los que estuvieran conscientes y necesitaran un lugar para dormir.

-¿Necesitas algo, Hermione? -le preguntó Harry a la chica que seguía sentada a su lado, sosteniéndole la mano-. Puedo conseguirte comida, o algo para beber… Los magos del Ministerio han colocado todas esas cosas en una mesa por allá, cerca de aquel árbol…

-A decir verdad, me muero de hambre -dijo ella-. Y de sed… He tenido unos días bastante miserables…

-¡Claro! Ya te traigo -Harry se puso de pie de un salto de inmediato. La verdad es que él también estaba famélico, cansado, agotado y adolorido por todo lo que había implicado la huida de Azkaban, pero todas sus necesidades propias parecían desaparecer al pensar en cómo debía sentirse Hermione… Ella era todo lo que le importaba.

Estaba por salir disparado hacia la mesa donde habían puesto la comida y el agua, cuando sintió la mano de Hermione deteniéndolo. Se volvió hacia ella y vio que lo miraba con esa misma expresión de temor que había visto antes en su rostro.

Entonces, ella le susurró:

-No me dejes sola…

Harry tragó saliva. Se sintió muy extraño… Sintió una profunda ira despertando en su pecho y rugiendo con furia allí al pensar en el asqueroso mago que había hecho que Hermione tuviera esa mirada de temor…

-No… No, claro que no -le dijo, tratando de mantenerse tan tranquilo como fuera posible.

Quiso ayudarla a ponerse de pie, pero no fue necesario. Hermione parecía ya encontrarse bien. Físicamente, al menos. Caminaron juntos hacia la mesa, pasando junto a camillas y más camillas llenas de cuerpos quemados y ennegrecidos, que recuperaban su color normal de piel pero muy de a poco; a medida que las pociones de los sanadores iban surtiendo efecto…

Pasaron junto a la camilla de Luna, junto a la de Neville, junto a la de Fred y George… Los vieron a todos ellos y al resto de sus compañeros allí, inconscientes y quemados…

Cuando finalmente llegaron a la mesa, se sirvieron comida y bebida y empezaron a engullir sin control, como dos muertos de hambre, de pie junto a esas pocas personas que habían podido huir del castillo sin heridas lo suficientemente graves para necesitar ser dormidas. Hacía días que Harry no comía nada más que la comida de la prisión, que no era nada agradable… Tragó bocado tras bocado de patas de pollo, papas y jugo de calabaza, junto a una Hermione que parecía aún más hambrienta que él.

Hasta que en un momento vieron al señor y la señora Weasley aparecer por el camino de entrada a los terrenos y correr hacia donde estaban ellos. Les hicieron señas, y al verlos estos se acercaron de inmediato.

-Harry… Hermione… Qué sorpresa… ¿Cómo están ustedes…? -el señor y la señora Weasley parecían al borde del colapso nervioso, y buscaban a sus hijos con ojos desorbitados entre los cuerpos que yacían todo alrededor.

-Estamos bien -dijo Harry rápidamente-. Todos están bien… Ginny estaba con Dumbledore en el Ministerio, así que ella está bien. Y Fred y George están entre los que menos heridas tuvieron por las quemaduras. Dicen que se pondrán bien enseguida, están por allí… Han tenido que dormirlos, pero van a estar bien.

Harry señaló hacia donde estaban las camillas de Fred y George, cuando vio que alguien más venía con los Weasley. Era Ron, que surgió de pronto entre la neblina gris, tras ellos, caminando un poco más rezagado. Al ver a Harry y a Hermione, se le formó una ancha sonrisa en el rostro y corrió a su encuentro…

-¡Ron!

-¡Harry! ¡Hermione…! ¡No puedo creer que estén aquí…! ¿Cómo…? -Ron se detuvo al ver a Hermione, inseguro de si abrazarla también, como acababa de hacer con Harry…

-Soy yo, Ron -le dijo Hermione, con una sonrisa-. He vuelto a ser yo misma… Ya no más Coactus Labia.

-Oh, por Merlín, menos mal -Ron pareció aliviadísimo. La abrazó también y se separó de ellos, buscando alrededor con preocupación-. ¿Y Ginny? ¿Y Fred y George…?

Le explicaron todo lo que había pasado. Poco después apareció Ginny también, que se acercó a sus padres y a su hermano. Los Weasley se alejaron juntos hacia las camillas de Fred y George, donde se quedaron reunidos, de pie a su alrededor. Harry y Hermione quedaron apartados, terminando sus bebidas y dejando sus platos vacíos sobre la mesa.

-Muero de cansancio -dijo Hermione entonces.

-Han habilitado muchas habitaciones en el carruaje de Beauxbatons -le dijo Harry de inmediato-. Con el barco de Durmstrang destruido y el castillo entero en ruinas y quemado… ¿Quieres que te acompañe allí? Te buscaremos una habitación…

-Sí, pero primero quisiera darme una ducha -dijo ella, abrazándose a sí misma mientras miraba alrededor a ese desalentador paisaje de niebla gris, producida por el incendio, y todos esos cuerpos quemados en camillas...

-Sí, claro -dijo Harry, a toda velocidad otra vez, como si estuviera desesperado por servirla, por hacerla sentir mejor como fuera posible-. Podemos ir al carruaje de Beauxbatons, y allí…

-De seguro estará lleno de gente en ese lugar -dijo Hermione, y se quedó mirando hacia una dirección en la distancia de los terrenos exteriores-. Si todos los que estamos conscientes tenemos que ir allí, de seguro los baños del carruaje estarán todos ocupados… Preferiría algo más tranquilo… Imagino que no habrá nadie en los baños del estadio de Quidditch, ¿no crees?

Harry miró hacia donde miraba Hermione. Allí a lo lejos, entre el humo que venía desde el castillo, se veía el contorno del lejano estadio de Quidditch, perdido en la distancia…

-Sí, de seguro no habrá nadie allí -coincidió Harry-. Y no se ha quemado, así que puedes ir allí. Te esperaré aquí, si quieres… O puedo acompañarte hasta la puerta, y te esperaré allí afuera.

Pero Hermione giró su rostro hacia él y se lo quedó mirando, totalmente perdida en sus ojos.

-No, preferiría que no me esperaras aquí, ni allí afuera… -le dijo con suavidad-. Preferiría que me acompañes dentro

Harry tragó saliva. Entonces asintió, nervioso.

Hermione lo tomó de la mano y lo condujo hacia allí.

"Querido diario: No puedo parar de pensar en él. Tan solo pensarlo me pone húmeda. He estado perdiendo el control más y más, no puedo evitarlo… Mis fantasías se hacen cada vez más largas, y a la vez placenteras. Siento la necesidad de tocarme, cada vez más seguido. No puedo hacerlo en la habitación, me aterra que alguna de mis compañeras se dé cuenta. He estado tomando largos baños, y lo hago ahí. En la noche, antes de dormir, es el momento y el lugar perfecto. Entonces dejo que mis fantasías se desaten mientras me toco, en la ducha…"

Los ojos de Hermione brillaban con el sufrimiento aun en ellos. Sus labios estaban dolidos. Sus manos se estremecían con el fantasma del horror vivido. Pero Harry se acercó a ella y la abrazó, la contuvo en brazos, le dio un beso y la tuvo a salvo en sus brazos, conteniéndola, protegiéndola…

-¿Estás bien? -le susurró otra vez. Y ella asintió, mientras le acariciaba los brazos.

Mientras Harry se duchaba, luego del ensayo de Quidditch, su mente seguía en el diario de Hermione y en las palabras que había leído en él. Imaginó que Hermione se tocaría en la ducha, en ese lugar privado, donde nadie podía verla… Seguramente, la misma noche anterior, había estado tocándose antes de escribir esas palabras…

El agua de la ducha cayó sobre ellos. Ahora ambos estaban bajo el agua caliente de las duchas de mujeres del estadio de Quidditch, las mismas en las que Harry había cometido su gran crimen, el que había comenzado con todo esto… El que había comenzado con esta historia.

Hermione estaba, como siempre, tomando una de esas duchas tardías, justo antes de la hora de dormir. La chica empezó a enjabonarse el cuerpo, mientras disfrutaba del calor del agua y recorría su cuerpo desnudo con las manos, masajeándose, rozando sus pezones con los dedos.…

En esas mismas duchas donde Harry se había masturbado, comenzando toda esta historia, ahora ambos estaban juntos. Y el agua caía sobre las cabezas de ambos, sobre sus cabellos largos y de color negro, limpiando la suciedad de todos esos días; la suciedad de estar atrapados en prisión, atrapados en la Mansión Malfoy, lejos el uno del otro…

Pero ahora estaban juntos, abrazados, desnudos en la ducha. Y no había nadie más allí aparte de ellos dos...

Y era un día nuevo, y el sol que entraba por las pequeñas ventanas opacas en lo alto del baño era un sol nuevo, de un día renovado y distinto. Un día que había llegado allí para ellos dos…

-¿Ya puedo ver? -preguntó Hermione, sonando muy ansiosa.

-¡Sí! -dijo él, caminando hacia ella bajo el agua, que le llegaba por la mitad del pecho. Hermione era más baja que él: el agua le llegaba apenas un poco por debajo del cuello, lo que le permitía ver los huesos de su clavícula, pero nada más por debajo.

Se dio cuenta, cuando estaba a un paso de distancia, de que Hermione estaba aterrada. Si bien trataba de sonreírle, sus ojos mostraban que por dentro se moría de nervios. Harry pensó que, si bien por fuera se había mostrado resuelta y hasta con iniciativa, siendo ella quien sugiriera no solo hacer aquello sino también cómo hacerlo; por dentro tenía la inseguridad de una chica inocente que jamás había tenido sexo, y que quizás ni siquiera sabía cómo hacerlo.

Ahora Harry y Hermione se besaban en la ducha, ya sin sentir temores. Sin sentir pudor. Ya no se avergonzaban por sus cuerpos desnudos, como lo habían hecho aquella noche tan lejana en el baño de los prefectos, cuando tuvieron su primera vez juntos…

Sus labios estaban juntos, y la piel de sus cuerpos se rozaba… Había romance en el aire, y también en sus corazones. Y el agua caliente caía sobre la piel desnuda de sus cuerpos, donde se abrazaban y se besaban en los labios…

Ninguno de los dos dijo nada. No era necesario. Todo lo que necesitaban era sentirse en los brazos del otro, sentir la piel del otro en la suya propia. Y besarse. Sentir los labios del otro sobre los suyos, mientras el frío y el horror que habían vivido era reemplazado por el calor y el confort que el otro les provocaba…

Harry acarició el rostro de Hermione. Sus manos mojadas sintieron la textura de las mejillas de ella. La miró a los ojos, esos ojos castaños que contenían un mundo gigantesco dentro, un mundo del que moría por ser parte...

Y Hermione dejó todos sus miedos caer en el suelo de la ducha, lavándose con el agua. Dejó que los brazos de Harry le dieran la seguridad que necesitaba. Y dejó que su cuerpo fuera su refugio.

Harry sintió un dolor agudo en su corazón. Una belleza inmensa en su alma. Nunca había sentido algo así. El momento no era perfecto, nada estaba más lejos de ser perfecto. El mundo era un caos horrible que los había envuelto en un torbellino de horror, en un agujero negro; pero ahora mismo, en este momento, el mundo era un lugar hermosísimo. Hermione era hermosísima. Su cuerpo era suave al tacto y lo sentía dentro de sus brazos; una criatura frágil, delicada, que daría su vida por proteger…

Hermione lo estaba masturbando lentamente, con la mano cerrada alrededor de su pene, mientras miraba hacia arriba para besarlo tiernamente en los labios. Y sus ojos estaban cerrados, y el agua de la ducha caía sobre ella…

Y Harry dejó que lo masturbara, que le corriera la piel del pene con la mano alrededor de la cabeza, muy suave y despacio, estimulándolo, provocándole una erección en su enorme miembro que una vez ella había tenido que reducir mediante magia porque le había parecido que era demasiado grande para ella…

Pero esta vez no lo hizo. Lo dejó de su tamaño original, y lo condujo con la mano hasta su vagina.

Harry no dejó de besarla en los labios. Le acariciaba el rostro y la besaba muy románticamente. Y no hubiera hecho nada sin la iniciativa de ella. Sabía por lo que ella acababa de pasar, y jamás la hubiera presionado a hacerlo… Pero fue ella la que llevó el pene de Harry, con la mano, hasta su vagina, provocando que la cabeza roja e hinchada de este le rozara los labios vaginales y se apretara de a poco contra su delicada piel…

Entonces se arrimaron juntos a la pared de la ducha, tras ellos, y empezaron a hacerlo. Harry la penetró muy despacio, contra la pared, tratando de ser tan suave y cuidadoso como fuera posible. Pero Hermione abrió las piernas y aumentó el vigor con el que lo besaba, pidiéndole más, obligándolo a no contenerse con ella.

Y el pene de Harry la fue abriendo muy despacio, metiéndose entre su piel. No usaron condón esta vez. No lo necesitaban, siendo magos. Esta vez dejaron de lado esas cosas de principiantes. Estaban besándose mientras lo hacían juntos por primera vez de forma real; ya sin que fuera "como amigos", ya sin que uno de ellos estuviera bajo un maleficio… Por primera vez, estaban juntos de forma romántica y real y sin dejar de besarse apasionadamente; expresándose sus sentimientos, los sentimientos que chorreaban desde dentro suyo y por sus piernas desnudas, por la ducha…

Y Hermione lo besó mientras le rodeaba el cuello en brazos, apoyando sus pechos desnudos sobre los pectorales de Harry. Su cara dulce y hermosa estaba unida a la suya, y sus ojos se entreabrieron para mirarlo con la expresión del más dulce y precioso cariño mientras la chica abría las piernas para permitir que Harry la penetrara contra la pared; acelerando el ritmo con el que la penetraba, abriéndole los labios vaginales con la cabeza del pene e introduciéndolo en ella de forma suave pero más rápida, provocando que la excitación subiera por su piel y lo llenara, esparciéndose por sus venas y por todo su cuerpo.

Se besaron fuerte. Se movieron juntos. Pegaron la piel de sus cuerpos desnudos la una a la otra, sintiendo el calor del agua que aún caía sobre ellos, sintiendo el vapor elevándose en torno a ellos, sintiendo el calor de la piel del otro en la suya, el calor de sus bocas juntas en ese beso delicioso, las caricias de sus manos en cada parte de sus cuerpos…

No dejaron de abrazarse firmemente mientras se movían los dos juntos hacia atrás y hacia adelante, transpirando bajo la ducha, gimiendo levemente y respirando acaloradamente, hasta que el orgasmo empezó a llegar a ellos, a los dos, una sensación tan deliciosa y placentera como la de estar allí el uno con el otro, juntos por fin, abrazados, besándose con toda esa pasión…

Y acabaron, los dos al mismo tiempo, Harry dentro de Hermione, Hermione disfrutando del placer de la eyaculación de Harry dentro de ella. Harry con su pene dentro suyo, moviéndose y humedeciéndola toda por dentro, y Hermione con las piernas abiertas y la piel de Harry sobre su vagina y sobre su clítoris, estremeciéndola y provocándole una sensación de placer extremo…

Separaron sus labios para poder recuperar el aliento, respirando aun agitados y mirándose a los ojos, dándose besos ocasionales en los labios mientras se miraban a los ojos fijamente, los ojos verdes de Harry sobre los castaños de Hermione; Harry sosteniéndola por la cintura y Hermione a él por los hombros, perdidos en la mirada del otro, como si no quisieran hacer nada más en el mundo que mirar los ojos del otro hasta el fin del mundo, para siempre…

El sol ya golpeaba fuerte contra los desiertos vestuarios del campo de Quidditch cuando los dos salieron de ellos juntos, ya vestidos, con el cabello aún húmedo, tomados de la mano y en silencio; caminando nuevamente a través de los terrenos exteriores y hacia el carruaje de Beauxbatons, donde finalmente podrían descansar.

Tomaron uno de los dormitorios que Madame Maxime habilitó para los alumnos de Hogwarts. Resultó que el carruaje, que por dentro estaba ampliado mediante magia y tenía las dimensiones de un gran palacio, tenía muchísimas habitaciones libres. Harry y Hermione tomaron una y se metieron juntos en ella, solos. Cerraron la puerta y fueron hasta la enorme cama de dos plazas que había en medio. Se desvistieron hasta quedar en ropa interior, porque ninguno de los dos tenía su baúl allí como para buscar un pijama. De hecho, no tenían nada allí con ellos: ni sus varitas, ni su ropa, nada.

No tenían nada, y al mismo tiempo lo tenían todo.

Porque se tenían el uno al otro, y eso los hizo sentir muchísimo más completos que cualquier otra cosa, muggle o mágica.

Se acostaron juntos y se taparon con las mantas hasta el cuello. Hermione se hizo una bolita en la cama y Harry la abrazó por detrás, respirando el dulce aroma de su cuello y de su cabello, acariciando la piel de su espalda desnuda con la de su pecho, apoyando su entrepierna contra el trasero de ella, enredando sus piernas, juntos…

Y se quedaron acostados juntos, abrazados y con sus cabezas apoyadas en esas suaves almohadas, que se sentían inmensamente confortables al lado de donde habían estado todos esos días, ambos…

Y se durmieron de inmediato, abrazados y juntos.

Por fin juntos.