En la ciudad portuaria de Königsberg, capital del Ducado de Prusia, la mayoría de las familias con mayores riquezas poseían barcos y eran parte importante de la economía de la ciudad; tal era el caso de la familia Volkov, Vladimir era un excelente y reconocido mercader con grandes influencias, junto a su esposa Emilia, había tenido a su hija Alena.
Gracias a su posición y a sus embarcaciones, la familia Volkov gozaba de una vida llena de lujos, su hija era pretendida en la ciudad buscando el consentimiento de su padre, quien no aceptaba que nadie con un estatus menor al de su familia hablara siquiera con su hija.
Emilia, la madre de Alena, sabía muy bien sobre la situación, pero Alena parecía vivir en su propio mundo y preguntaba por qué su padre no la dejaba socializar con personas que no fueran seleccionadas por él; Emilia le recordaba a su hija que Vladimir lo hacía por el bien de la chica, para que tuvieran un buen porvenir, aunque su hija no entendía qué tenía que ver su porvenir con relacionarse con otros.
La vida de la familia era buena, o al menos lo fue hasta el día en que el infortunio llegó a la vida de la familia Volkov, primero con un incendio donde sus lujosos muebles, libros, pinturas y todos los preciados bienes en ella, quedaron reducidos a cenizas y con él, perdieron a Emilia, dejando viudo a Vladimir, aquella tragedia cambiaría a ambos para siempre.
Con la necesidad de volver a darle los lujos de siempre a su hija, Vladimir buscó expandir el territorio en el que sus embarcaciones realizaban negocios, tratando de llenar el vacío que dejó su esposa con trabajo, pero los nuevos terrenos, lejos de incrementar sus ganancias y mantenerlo distraído, incrementaron sus problemas, cada una de las cinco embarcaciones sufrió de ataques y hurtos en las nuevas fronteras y no pasó mucho hasta que terminó perdiendo cada una de sus preciadas embarcaciones, causando mayor desesperación y frustración en el hombre.
Vladimir buscó mil y un formas de recuperar su estatus, su casa, su estilo de vida y sus embarcaciones, pero lugar al que iba le cerraban la puerta, pues cuando la fortuna le había sonreído, Vladimir era conocido por su arrogancia.
Alena trataba de animarlo sin éxito alguno, logrando solamente enfurecerlo más con su situación, donde terminó reclamándole porque parecía no importarle lo que había sucedido ni que estaban perdiéndolo todo, eventualmente Vladimir tuvo que afrontar el hecho de que ya no podrían costear vivir en la capital, y fue así que ambos tomaron lo más esencial para vivir y se fueron de la capital, el viaje fue largo y agotador, pero finalmente llegaron a su destino.
Antes de haber logrado su fortuna, Vladimir había vivido en una pequeña casa en Estrasburgo, estaba lejos de todo y ahora años después se veía obligado a regresar ahora acompañado de su hija. Vladimir tuvo que retomar su olvidada labor en el cultivo de la tierra mientras Alena tuvo que aprender a hacerse cargo de la casa, pues antes de su infortunio siempre había tenido sirvientes, pero aún con ello, trataba de mostrarse animada para su padre, en especial cuando volvía cansado de trabajar la tierra para sentarse a mirar la única pintura que habían logrado "rescatar" de Emilia; el marco del cuadro de madera se veía negro en la parte inferior gracias al incendio, parte de la pintura estaba dañada, pero aún lograba distinguirse el rostro de la mujer.
Para sorpresa de Vladimir, su hija resultado hábil en la cocina, aunque le molestaba que su hija parecía feliz con aquella vida carente de lo que había logrado por haber trabajo arduamente por años; Vladimir estaba sentado mirando sus manos enrojecidas y adoloridas por trabajar la tierra todo el día, miró a su hija sonriente y animada sirviendo un plato de comida,Alena le sonrió de nuevo al ponerle el plato
– ¿cómo puedes ser tan conformista? – gritó Vladimir poniéndose de pie y espantado a la pelirroja – ¿acaso disfrutas está vida llena de miseria? – preguntó con cierta desesperación
– no es eso, papá… – Alena miró el piso tratando de hablar tranquila – pero después de todo lo que pasó… – podía sentir un nudo en la garganta – no quiero hacer que te preocupes más… – Vladimir suspiró sentándose de nuevo
– recuperaremos las cosas… – ambos guardaron silencio – cenemos – Alena se sentó a la mesa con su padre
Aunque hubo seguridad en las palabras de Vladimir, ambos sabían que aún si recuperaban todas las riquezas que habían tenido e incluso volvían a la ciudad, jamás podrían recuperar a Emilia
El trabajo de Vladimir en la tierra tardaría tiempo en comenzar a dar frutos y desde su llegada a Estrasburgo, empezó a ser conocido en el pequeño pueblo; después de tiempo llevó a su hija con él al pueblo, sabía lo ingenua que era y por ello no confiaba de dejarla andar sola y con relatos lograba mantenerla en casa, pero Vladimir ya no era un hombre joven y con la necesidad de continuar su trabajo para conseguir dinero, se vio obligado a llevar a su hija consigo.
Alena estaba emocionada con el pueblo, no se compararía jamás con la ciudad, pero el lugar tenía su propio encanto, la gente la saludaba aún sin haberla visto antes, pero todos sabían a la perfección quién era ella; Vladimir vendía algunas cosas, vigilando a su hija, quien como siempre estaba distraída ajena a todo lo demás, lamentablemente para él, varios de los lugareños no les agradaba aquel hombre cuyo porte dejaba ver que venía de la ciudad, eso causaba que con la desconfianza, sus ventas no fueran tan buenas, pero al final su experiencia y carisma lograba concretar sus ventas.
– qué bonito – pensó en voz alta la pelirroja mientras miraba un pequeño grupo de ovejas
– así que tú eres la hija del citadino – la voz grave la tomó por sorpresa – debo admitir que no esperaba tan agradable sorpresa – le sonrió a la chica con confianza
Alena miro al chico de cabello largo sujetado por una coleta, era casi igual de alto que su padre y era evidente su cuerpo musculoso; la chica se puso nerviosa ante el desconocido
– es hora de irnos – Vladimir se acercó hablándole con un tono serio mirando al chico con seriedad – ¿dónde está lo que tenías que comprar? – preguntó notando la canasta vacía en manos de su hija – ¡date prisa! – la jaló del brazo ignorando al chico
Vladimir comenzó a regañarla, no sólo por olvidar comprar lo que necesitaban, también por hablar con extraños, adquirieron un par de hogazas de pan y algo de queso, la chica cargó la canasta y caminó detrás de su padre, triste por haberle decepcionado.
Una vez en casa, Alena preparó la cena y atendió a su padre, quien le explicó la importancia de que dejara de ser tan distraída, suspiró al ver el gesto triste en el rostro de su hija.
– he logrado juntar un poco de dinero, con ello podremos comprar un caballo y así podré vender más cosas – la chica seguía mirando triste la mesa – Lena… – la pelirroja volteó, aquel era el diminuto con el que sus padres le hablan con cariño – ya no soy joven y no podré cuidarte por siempre – hablaba tranquilo mientras su hija lo miraba con duda – no sólo debes aprender a ayudarme con las ventas… – hizo una pausa odiando lo que tenía que decir – pronto alguien querrá casarse contigo – la chica se puso nerviosa ante la idea – si lo haces bien, tu futuro esposo podría sacarnos de este maldito infierno – al pronunciar aquellas últimas palabras, se escuchaba la frustración en el hombre
– pero papá, no me quiero casar sin amar a alguien – se puso nerviosa al notar la mirada en su padre – quiero tener lo mismo que compartías con mamá… – Vladimir se retiró sin decir nada
Pensar en que su única hija podría ser el boleto para salir de aquella pobreza no era del agrado de Vladimir, pero aún con ello, estaba dispuesto a hacer lo necesario con tal de recuperar su estilo de vida, aún si eso significaba que llegado el momento, tendría que dar la mano de su hija a quien fuera el mejor postor.
Después de su primer visita al pueblo, la chica acompañaba a su padre a hacer sus ventas y a comprar ocasionalmente lo que necesitaban, incluso fue con él cuando lograron conseguir un caballo, que si bien no era el mejor, ayudaría a hacer la venta más sencilla; eso fue hasta que después de varios meses una nota llegó a su casa, uno de sus embarcaciones había sido recuperada, Vladimir se emocionó con la idea de poder volver a la ciudad, ordenó a su hija no acercarse a nadie hasta que volviera, preparó su caballo y partió de vuelta a la capital, preguntó a su hija si deseaba que le llevase algo cuando volviera.
– sólo vuelve a salvo, papá – respondió la pelirroja – pero si la oportunidad se presenta, ¿podrías traerme una rosa? Eran las favoritas de mamá y no he visto una desde que llegamos aquí – la chica despidió a su padre
El camino fue largo y cansado, pero Vladimir llegó al puerto, donde para su decepción, se enteró que al tardar, se le creyó muerto y sus antiguos trabajadores habían repartido entre ellos los contenidos de la embarcación, aún cuando peleó por recuperar parte de sus riquezas, se vio obligado a volver con las manos vacías.
De regreso a Estrasburgo, tomó un camino diferente adentrándose en las profundidades del bosque, el largo viaje y el viento frío calaban sus huesos, anhelaba el calor de una chimenea; al perderse en sus pensamientos, Vladimir de pronto se encontró de frente a una arbolada que claramente marcaba un camino, escuchó los aullidos de lobos y al notar aún entre el implacable clima frío que al final de dicho camino pareciera haber una luz, apresuró el paso de su caballo buscando no terminar siendo presa de algún animal salvaje.
Pero vaya sorpresa se llevó Vladimir al toparse con un puente y al otro lado, detrás de una enorme pared de piedra y enormes rejas cubiertas por enredaderas, se encontraba un imponente castillo; el viento frío causó que ignorara sus dudas y se acercó para abrir la gran reja, bajó de su caballo y, después de cerrar dichas rejas, caminaron hacia la entrada del castillo.
El lugar parecía abandonado, frotó sus manos para darse calor y abrió la enorme e imponente puerta de la entrada, el lugar se sentía desolado. Vladimir caminó entre los grandes y obscuros pasillos, habló buscando a alguien que pudiera auxiliarle, pero su voz se repetía con el eco del vacío del castillo.
Aún cuando el lugar se en encontraba evidentemente vacío, distinguió en la obscuridad la exquisitez de los muebles, había enormes ventanales y un sinfín de pinturas en las paredes, escuchó algo de ruido, se detuvo para notar que al final del pasillo, mas allá de las grandes escaleras, se distinguía la luz del fuego de una chimenea, dudó un par de segundos y decidió acercarse con cautela.
En dicha habitación, frente al reconfortante calor del fuego, se hallaba un lujoso sillón y a un costado de éste, sobre una pequeña mesa, había comida y té caliente. Vladimir moría de hambre y frío y, sabiendo que quien fuera el dueño de aquel castillo podría molestarse, sucumbió a sus necesidades y se sentó para calentarse, comer y beber, para su sorpresa, había en el sillón una manta ligera y suave que encima, era ideal para combatir el frío.
Aquel lugar parecía un sueño, la comida era exquisita, al igual que la decoración, el sillón era más cómodo que la cama que le esperaba en casa y el calor de la chimenea era reconfortante. Escuchó ruido proveniente del pasillo, se levantó sin quitarse la manta de sus hombros, al final de las escaleras una puerta se veía abierta y de ella emanaba luz, dudó al pisar el primer escalón, pero decidió ascender, al llegar a la puerta no podía creer lo que veían sus ojos, había una gran cama dispuesta frente a él, miró por la ventana, la noche no dejaba ver más allá de los jardines y después de su largo e infructuoso viaje, cedió ante el encanto de aquella cama, era suave y cómoda, se cobijó y casi al instante cayó rendido en un sueño profundo.
Los rayos del sol le dieron un suave despertar, la sorpresa de Vladimir fue encontrar elegantes prendas que parecían dispuestas para él, no podía creer su fortuna, mientras terminaba de vestirse miró por la ventana, el jardín era enorme y hermoso, en ese punto estaba seguro de haber enloquecido.
Al bajar las escaleras, pasó el cuarto con la chimenea, ahora apagada, los trastos que había usado ya no estaban ahí y en su lugar de nuevo un té caliente aguardaba por él, dio un sorbo.
– no sé si he enloquecido o la fortuna me sonríe – miró el té en su taza – esto sólo puede ser obra de un hada, sí, es la única explicación – bajó su taza al terminar su contenido y salió a explorar un poco gracias a la luz de la mañana.
Vladimir encontró un imponente comedor, en él un vasto desayuno aguardaba por él, miró alrededor, en definitiva debía hacer alguien que habitara el lugar, sin embargo, no había logrado encontrar una sola persona todavía.
– gracias por las atenciones, oh gran hada – se sentó a comer – gracias por el albergue y comida – comenzó a comer
Después de su desayuno, agradeció de nuevo al hada hablando hacia el vacío del castillo, salió satisfecho y descansado para encontrar a su caballo alimentado y cepillado, lo acarició y comenzó a caminar con él hacia la entrada, pasaron una serie de flores que decoraban el camino, entre ellos distinguió hermosos rosales, por un segundo recordó a su esposa, Emilia y con ello la petición de su hija llegó a él.
Viendo que no había nadie presente aún, Vladimir se acercó a cortar una de las rosas para llevarla a Alena, la olió y al levantarse escuchó algo detrás suyo.
– ¡es así como me pagas por haberte salvado! – el hombre no podía creer lo que miraban sus ojos, una enorme y furiosa bestia se hallaba frente a él – te atreves a robar mis preciadas rosas después de mi generosidad – rugió la fiera – ¡pagarás por tu falta con tu vida! – alzó una de sus garras dispuesto a atacar a Vladimir
– discúlpeme, por favor – suplicó Vladimir – no creí ofenderle al intentar cumplir con la petición que me hizo mi hija – la fiera lo miraba molesto, pero había bajado su garra – ruego que me perdone – se arrodilló ante la bestia
– no me gustan los halagos – habló con seriedad – pues estos suelen ser mentiras de los hombres – lo miró a los ojos – sin embargo, puedo ver que la mención de ti hija es genuina – te perdonaré a cambio de que ella venga a morir en tu lugar – Vladimir le miró con horror – guarda tus suplicas y parte cuanto antes, si se rehusa a morir por ti, deberás volver antes de que pasen tres meses o de lo contrario te buscaré y acabaré con ambos, aún si tratan de escapar – los ojos que parecían un par de amatistas se fijaron el Vladimir
– ¿qué clase de padre sería si mandara a mi única hija a morir para salvarme? – miró la rosa que había dejado caer – volveré a cumplir mi condena después de despedirme de ella – dijo resignado sin consuelo
– puedes partir cuando estés listo, te dejaré llevar lo que quieras y encuentres útil – dijo mirando hacia el castillo – una vez que estés listo partirás con tu hija, cuando pase el tiempo un caballo irá por ti, si huyes o te rehusas, te encontraré – lo miraba de manera amenazante
– agradezco su generosidad, pero sólo me gustaría poder llevar la flor que pidió mi hija – miró la rosa pensando en el alto precio que había terminado costando – después de todo, fue lo único que me pidió – dijo en un tono triste
– bien – gruñó aquella bestia – ve con ella para despedirte, esperaré a que vuelvas para cumplir con tu parte – saltó hacía los árboles desapareciendo de la vista de Vladimir, quien lo escuchó aullar a cierta distancia
Vladimir tomó la rosa y subió a su caballo, caminó con él hasta el final del puente de piedra, lo montó y después de mirarlo con melancolía, comenzó su camino de vuelta a casa.
Vladimir volvió abatido a casa, apenas se acercó, vio salir a su hija, creyó que se acercaba a recibirlo, pero pronto notó que parecía huir, miró hacia la puerta, donde el mismo hombre que se había acercado antes a su hija en el pueblo salió para dirigirse a la chica.
– ¿qué haces en mi casa? – bramó Vladimir – deja a mi hija y lárgate de mi hogar, no quiero verte volver jamás – la pelirroja corrió a esconderse detrás de Vladimir apenas avistó a su padre
Aquel hombre ajeno a su casa le miró con molestia, rio con burla y se retiró sin decir nada; Alena abrazaba a su padre, parecía asustada
– cuéntame, ¿qué pasó en mi ausencia? – miró a su hija – ¿por qué huías de él y qué hacía en la casa? – su hija lo miró creyendo haber decepcionado a su padre y contó lo sucedido…
