– Alena… Alena… – la pelirroja estaba dormida, pero escuchaba que alguien le llamaba, la chica daba vueltas en su cama, no estaba soñando algo, pero aquel llamado tampoco la dejaba dormir – la luna… – la pelirroja sentía como si hubiera despertado, pero no podía abrir los ojos ni mover su cuerpo, escuchó como si alguien le susurrara al oído – debes buscarme cuando haya luna llena – después de aquellas palabras la voz la dejó en paz, su cuerpo se relajó y pudo dormir tranquilamente el resto de la noche

Alena despertó con la luz del amanecer, se estiró y miró la ventana, extrañaba a su padre, salió de la cama y al intentar levantarse el recuerdo de la voz que le habló en la noche llegó a ella; la pelirroja se agarró la cabeza sentándose de vuelta en la cama

– ¿qué fue eso? – trataba de recordar alguna imagen fuera de aquella voz desconocida – ¿buscar? – recordó – no entiendo nada – miró la habitación, Boris y Sergei no estaban ahí – ¿habrán salido? – se preguntó al no ver al par de lobos y logrando levantarse de la cama

Alena se quitó la ropa de cama para ponerse uno de sus vestidos, mientras se cambiaba la campanada sonó, dejándole saber lo temprano que había despertado, en ese momento los lobos a quienes buscaba entraron después de tocar y anunciar su presencia, como la mayoría de las veces, caminaban erguidos en dos patas; después de saludar a la pelirroja, la acompañaron como siempre al comedor, donde la bestia aguardaba por ella.

– buenos días, Alena – la saludó en cuanto entró al comedor

– buenos días, bestia – le saludó sujetando su vestido con una pequeña reverencia antes de tomar su lugar en la mesa

– creí haberte dicho sobre las formalidades innecesarias – comentó ante la reverencia

– discúlpeme…. – miró a la bestia, aclaró su garganta y repitió – discúlpame, bestia – se sintió extraña de tener que hablarle de aquel modo – pensé que sería un saludo apropiado – dijo tratando de ocultar lo difícil que le resultaba dirigirse a él sin ser formal, la bestia no dijo más y le hizo una seña con su garra para que comenzara a comer

El desayuno transcurrió sin grandes sucesos, la pelirroja, sin embargo, no podía dejar de pensar en aquella voz, no sabía si comentar o no algo al respecto, pero recordando las usuales reacciones de su intimidante anfitrión, decidió permanecer en silencio

– Alena – habló la bestia, la pelirroja le miró – hoy antes del atardecer deberás volver al castillo – le hablaba tranquilo, pero había un todo de orden en su voz – esta noche ninguno de los tres te acompañaremos, pero no debes salir de tu habitación – miraba a la pelirroja

– ¿quiere decir que cenaré sola? – preguntó en tono algo melancólico mirando donde estaban Boris y Sergei

– La cena de hoy estará en tu habitación – Alena se sorprendió

– ¿puedo preguntar el motivo? – tenía tantas preguntas, pero su anfitrión la asustaba

– ¡permanecerás en tu habitación esta noche, es una orden! – la bestia gritó asustándola de tal forma que Alena se contrajo en su asiento al borde de las lágrimas – ¿entendiste? – le preguntó con el mismo tono amenazante, pero no hubo respuesta – ¿entendiste? – rugió en un grito esta vez exigiendo su respuesta

– s… sí… – Alena apenas podía hablar – haré lo que ordena – el golpe en la mesa la turbó, notando que nuevamente le hablaba de manera formal – perdóname, bestia – su voz temblaba del miedo – haré lo que ordenas – esta vez no tenía el valor de mirar hacia la obscuridad que cubría a la bestia

– bien, continuemos – agregó la bestia en un tono más tranquilo sin notar lo asustada que estaba la pelirroja

Alena trataba de comer, pero sus manos y piernas temblaban en terror y luchaba por permanecer en su lugar; por dentro deseaba alejarse de la fiera, le tenía pavor a su anfitrión pero no deseaba hacerle enojar más

Después del desayuno, Boris y Sergei llevaron a Alena a una nueva habitación, en esta había toda clase de caballetes, lienzos y pinturas, con ello la pelirroja logró calmarse un poco al menos hasta que ambos lobos le recordaron que debía volver a su habitación, realmente deseaba preguntarles más, pero obedeció

Como se le prometió su cena estaba en su habitación, escuchó la campana que anunció el termino del día, sin embargo desde que la luna apareció en el cielo, Alena escuchaba un aullido tras otro, sentía escalofríos, se cambió a su ropa de cama y se preparaba para dormir o al menos intentarlo

Alena se recostó escuchando los aullidos fuera del castillo, el miedo inundaba su cuerpo y se creía incapaz de conciliar el sueño, sin embargo sus ojos se cerraron, se sentía despierta pero débil, como en una especie de trance y escuchó una voz familiar

– búscame… ven por mí… – Alena abrió los ojos despacio, la luz de la luna entraba a la habitación

La pelirroja salió de su habitación ignorando las instrucciones que se le dieron, caminando por los pasillos como si conociera el castillo a la perfección, bajó las imponentes escaleras y caminó hacia donde nunca había ido antes, pero eso no la detuvo, llegó a una puerta de madera gruesa que contrastaba con el estilo del castillo; Alena parecía saber dónde buscar, pero no lo que buscaba.

La gruesa y pesada puerta de madera se abrió y fue ahí que reaccionó, titubeó de entrar a aquel lugar, estaba obscuro, el ambiente se sentía helado y parecía lúgubre. Casi como un susurro escuchó el viento en el interior, el sonido de los aullidos afuera del castillo le causó escalofríos – búscame… – escuchó Alena de nuevo aquella voz, tocó la pared de piedra para encontrar su camino y bajó lentamente las escaleras de aquel sótano, se escuchaba como si gotas de agua cayeran sobre un charco, había una diminuta ventana con barrotes de acero, pero aún sin estos ni un niño cabría por ahí, se arrepentía de haber bajado pero era como si algo en ella la hubiera hecho ir al lugar sin poder realmente detenerse.

– ¿hola…? – dio un par de pasos – ¿hay alguien aquí abajo? – suspiró aliviada y decidió volver pero al dar un paso escuchó un gruñido de algo que sonaba más como la cría de algún animal, volteó curiosa para ver un oso bebé, considerando que vivía con lobos que normalmente caminaban erguidos como hombres, ver un oso parecía más normal.

Alena se puso en cuclillas y extendió su mano al oso, éste caminó hacia ella, pero apenas caminó cerca de la diminuta ventana, miró hacia la luz de la luna llena y gruñó. Alena no daba crédito a lo que sus ojos veían, el oso creció hasta tener el tamaño de un oso adulto, rugió con fuerza y Alena asustada corrió fuera de aquel sótano perseguida por aquel oso.

La pelirroja corría tratando de salvar su vida, el oso tiraba y destruía todo objeto frente a él, su objetivo era Alena. La pelirroja corrió saliendo del castillo por las puertas de cristal que llevaban al jardín trasero del castillo, al correr se cayó en los últimos escalones de piedra y el oso se lanzó sobre ella, pero antes de alcanzarla, la bestia detuvo al oso, ambos empezaron a pelear y reconoció a Sergei y Boris, los tres se veían más agresivos que de costumbre y empezaron a pelear contra el oso.

Alena estaba aterrorizada con la escena frente a ella, aquel oso atacaba a los lobos con toda su fuerza, pero pronto Alena se dio cuenta que Boris, Sergei e incluso la bestia parecían contenerse. El oso se quitó a los tres de encima y corrió a atacar a Alena, la bestia nuevamente le protegió, la pelea entre ellos se volvía más intensa, con trabajo entre Sergei y Boris lograron detener al oso suficiente para regresarlo al sótano, la bestia estaba parada frente a Alena dándole la espalda.

– ¡te dije que no salieras de tu habitación! – gritó furioso mirando de reojo a la pelirroja, su respiración era agitada y antes de poder decir más, la bestia colapsó frente a ella

– no, no, no… – por primera vez, Alena se acercó a la bestia sin miedo – está herido… tengo que hacer algo… – la pelirroja notó las heridas en la bestia, pero era demasiado grande para que ella lo pudiera mover, sus manos tenían la sangre de la bestia – te ayudaré… lo prometo – le miró a los ojos, los cuales apenas podía mantener abiertos

Alena corrió al castillo a buscar con qué detener el sangrado, llenó una cubeta de madera con agua y regresó tan rápido como pudo a limpiar sus heridas, la bestia rugió cuando las limpiaba.

– no te muevas, trato de ayudarte – la bestia empujó a Alena

– ¡te dije que hoy no debías salir! – la bestia se veía furioso – no sabes lo que causaste… – la bestia estaba débil por sus heridas, Boris y Sergei regresaron para llevarlo al castillo, ellos también tenían heridas pero eran menores

– ¿qué esperas? ¡Regresa a tu habitación! – era la primera vez que Boris le habla en aquel tono, Alena se retiró triste a su habitación

La pelirroja se sentó frente a su ventana, se veía la fuente en el jardín y el lugar donde habían peleado contra aquel oso, no entendía por qué mantenerlo encerrado después de lo sucedido

Mientras Alena permanecía en su habitación, Boris y Sergei llevaron a la bestia a su habitación, quien pese a sus heridas estaba furioso

– vaya, ese carácter tuyo no parece tener remedio, ¿o acaso con el pasar de los años se vuelve peor? – los tres voltearon de inmediato – dime, ¿te gustó mi pequeña sorpresa? – frente a ellos estaba una figura encapuchada

– ¡tú…! – Sergei fue quien rompió el silencio dispuesto a atacar

– calma, si mi intención fuera que alguien muriera esto no sería divertido, pero ahora su pequeña huésped tendrá tantas dudas… – los tres le miraron con odio – no me miren así, es lo menos que merecen y lo saben… – la figura encapuchada hablaba con odio pero se mostraba una actitud tranquila – ¿de verdad creyeron que les dejaría tratar de terminar con esto tan fácilmente? ¡Los haré sufrir por toda la eternidad! – la figura encapuchada movió su brazo y desapareció bajo un humo verduzco

– maldita sea… tenemos que hacer algo antes de la luna nueva… – Boris sonaba bastante enojado – no te preocupes, ese día puedes ir como siempre – miró a Sergei antes de que dijera algo – después de todo, es el único momento que tienes cada mes… – mostró una pequeña sonrisa a su amigo

– si esto empeora, incluso la pelirroja correrá el mismo destino… – comentó Sergei mirando a la bestia

– mañana quiero que se encarguen de fortificar ese sótano, no puede volver a entrar ahí… – ordenó la bestia – yo me encargaré de ella – la bestia dispuso de Boris y Sergei para que se retiraran por el resto de la noche

Alena no pudo dormir, las campanadas de la mañana anunciaron la hora de bajar a desayunar, dudaba de hacerlo o no, se cambió a sus vestidos de día y bajó, una parte de ella esperaba ver a Boris y Sergei, caminó al comedor y le sorprendió ver a la bestia esperando como todas las mañanas

– buenos días – saludó evitando aquella formalidad que detestaba la bestia pero tratando de no faltarle al respeto diciendo o haciendo algo que no fuera correcto – ¿cómo están sus heridas…? – escuchó el gruñido al hablarle formal – me refiero a las tuyas y… las de Boris y Sergei – agregó para excusar su formalidad, no recibió respuesta

El desayuno sucedió en silencio, Alena no sabía si comentar algo o no

– hoy seré yo quien te acompañe… – comentó la bestia terminando de comer – ¿irás al cuarto de pintura? – Alena negó con la cabeza

– quería ver a Alyss… – se detuvo al notar el disgusto de la bestia – pero quizá no sea buena idea… – miró a la bestia – ¿puedo sugerir que me dejes curar tus heridas primero? Es evidente que no sanarán en una noche… – agregó tratando de enmendar un poco lo sucedido

La bestia caminó hacia la puerta del comedor deteniéndose para mirar a Alena – ¿qué esperas? – la pelirroja se sorprendió ante sus palabras – no dejaré que lo hagas en el comedor – la pelirroja siguió a la bestia hasta el cuarto con la chimenea, ésta estaba apagada, pero había un balde de madera con agua y algunas toallas limpias, la bestia se veía cansada y se sentó, Alena se acercó para atender sus heridas con cuidado

– discúlpame por haber desobedecido anoche… – comentó la pelirroja sin mirarle a los ojos, continuando lo que hacía

– ¿cómo lo encontraste? – preguntó la bestia, no sonaba molesto, pues ahora sabía que realmente no había sido culpa de Alena

– no sé cómo explicarlo… era como si alguien… o algo me guiara… – hizo una pausa mirando la herida de la bestia – como si una extraña voz me guiara… – sacudió un poco su cabeza – discúlpame, sé que suena absurdo… – mojó la toalla que tenía en su mano

– ¿lograste verle…? – Alena miró a la bestia con sorpresa – …a quien te habló – agregó a su pregunta

– no, sólo escuché una voz y era como si mi cuerpo… – bajó la mirada, estaba segura que la bestia no le creería – como si se moviera por su propia cuenta… – completó en un tono más bajo

– ¿quieres saber por qué lo regresamos a ese lugar… ¿cierto? – preguntó la bestia ante lo evidente que eran todas las dudas de la pelirroja, quien se mostró sorprendida no sólo por la pregunta, también por su tono de voz, no sonaba molesto, respondió asintiendo, la bestia parecía haberle creído

Una vez que sus heridas fueron atendidas, la bestia le pidió acompañarle, había algo que debía mostrarle, guió a Alena hacia la biblioteca. Alena no podía imaginar que algo sobre lo sucedido pudiera estar en la biblioteca.

– ¿sabes algo sobre la historia de este castillo? – preguntó la bestia deteniéndose frente a los libros, Alena negó en silencio – este castillo tiene alrededor de trescientos años… quizá un poco más – la bestia tomó un libro grueso y miraba las hojas mientras las pasaba lentamente – en ese entonces, el legítimo Zar, fue destronado por la emperatriz Isabel y fue encerrado en la fortaleza Shlisselburg – mostró una página del libro con una ilustración de la mencionada fortaleza, Alena se había sentado al lado de la bestia para ver aquel libro y escuchar su relato – la orden del lugar era matarlo ante el más mínimo intento de escape, pero quienes lo protegían, lograron sacarlo de ahí – dio vuelta a la página para mostrar una ilustración de una batalla – en medio de las batallas que se suscitaban en el reino, lograron huir y llegaron a este castillo, el Zar gobernó éste lugar, hasta que fue asesinado y como lo ordenó, aquellos quienes lo habían protegido toda su vida, se volvieron los nuevos líderes… – hizo una pausa mirando hacia la biblioteca

– ¿quiere decir que…lo encontraron? – preguntó Alena mirando el libro

La bestia asintió y cerró el libro, sabía que no podía contar la verdad, al menos no todavía y simplemente terminó su relato mientras devolvía el libro a su lugar

– con los años aquel Zar fue olvidado y nosotros habitamos este lugar… – respiró profundo listo para contar una versión que calmara la curiosidad de la pelirroja – aquel oso fue víctima de un malentendido alguien lo convirtió en lo que es, simplemente lo mantenemos a salvo… – la bestia pudo notar que la pelirroja tenía preguntas aún, pero se veía más tranquila con lo sucedido

– perdóname por haber desobedecido…aún no entiendo lo que me… – la bestia le interrumpió

– olvídate de eso, ahora sabes que no debes volver a ese lugar y cuando se te diga que permanezcas en tu habitación, espero cumplas – regresó a su usual tono molesto y serio, Alena asintió en silencio y fue acompañada al cuarto de pintura

Alena no se sentía cómoda sabiéndose vigilada por la bestia, aún no entendía por qué había sido él quien la acompañaba o por qué hablarle sobre el castillo y su historia; la pelirroja miró el lienzo en blanco, su mente estaba llena de pensamientos y era incapaz de concentrarse, miró discretamente detrás del lienzo y sus ojos se agrandaron en sorpresa al ver a la bestia sentada en el suelo frente a la ventana mirando hacia el jardín, Alena encontró aquella escena hipnotizante, en especial la expresión en la mirada de la bestia, quien no se había percatado de ser observado, y ahí se dio percató apenas que, por primera vez desde su llegada, había estado en presencia de la bestia sin aquella extraña obscuridad que parecía rodearlo.

Alena rápidamente preparó sus colores en la paleta de madera, realizó sus mezclas para obtener los tonos deseados y sin más, comenzó a pintar dejándose llevar por la inspiración de la escena frente a sus ojos; la pelirroja trataba de no mirarle demasiado, pues no quería perturbarlo, pero tampoco quería hacerlo cambiar de pose y perder aquella escena única. Alena pintó un bosquejo sencillo ubicando los elementos más destacados, como las formas principales y la guía para iluminación en el cuadro, una vez teniendo aquellas partes visualizadas, comenzó con la parte que más llamaba su atención, la mirada de la bestia; Alena se dejó llevar por la inspiración para pintar aquellos ojos que usualmente parecían furiosos y distantes, pero en aquel momento dejaban ver una mezcla entre melancolía y cansancio, probablemente por lo sucedido con aquel oso la noche anterior, pero era la primera vez que la pelirroja podía ver a detalle los ojos de la bestia y con precisión empezó a mezclar el rojo y el azul con un poco de blanco hasta obtener aquel color morado.

La bestia tardó unos instantes en percatarse que la pelirroja le miraba con cierta atención, primero creyó que solamente era curiosidad o nerviosismo, pues sabía que por más que trataba de disimular, Alena le tenía miedo, pero no fue hasta que la notó concentrada en aquella pintura que se dio cuenta de lo que realmente estaba haciendo, trató de no prestar atención, pero inevitablemente terminaba mirando de reojo en dirección a la pelirroja, sin embargo no dijo nada, en el fondo le agradaba que al menos en ese momento, Alena no parecía tenerle miedo.

Mientras el día de la pelirroja seguía su curso, en Estrasburgo, Vladimir seguía abatido imaginando el terrible destino de su hija, pero tal como ella le había sugerido, usaría las riquezas proporcionadas por la bestia para tratar de volver a la capital, por ratos pasaba sus días planeando y organizando sus nuevas riquezas alistándose para partir, pero en otros momentos la tristeza de saber que había perdido a su hija lo hacía sentir terrible por su decisión; Vladimir se encontraba abrumado por Alena cuando nuevamente llamaron con insistencia a la puerta, había sucedido ya en varias ocasiones, pero está no podía ignorarlo del todo y decidió atenderla.

– ¿por qué me has ignorado estos días? – Garland era quien llamaba a la puerta, se notaba su molestia mientras entró como si nasa a la casa – ¿dónde está mi futura esposa? – miró molesto alrededor – ¡Alena, ven aquí! – demandó a la pelirroja

– lo siento, Garland, pero no puedes casarte con ella – Vladimir hizo un gesto para pedirle que se marchara

– ¿de qué estás hablando, viejo estúpido? Esa pelirroja será mi esposa, le guste o no – Vladimir se mostró serio y molesto con el comportamiento del moreno – ¡sabes muy bien que si no se casa conmigo, me encargaré de que no tengas una sola venta! – amenazó señalándolo

– no puedes casarte con mi hija, porque que Alena… – la idea de que su única hija hubiera muerto dolía demasiado – ¡mi hija está muerta! – decir aquella frase le ocasionó un inmenso dolor

Garland demandó una explicación de lo sucedido, Vladimir se sentó sujetando su cabeza en desesperación y contó sobre su viaje, el castillo, la bestia, la rosa… y su precio, Vladimir estaba devastado.

– ¿Cómo te atreviste a cambiar a mi prometida por tu miserable vida? – Garland lo sujetó del saco levantándolo – no me engañas, sé que nunca me aprobaste para casarme con ella, aceptaste por desesperación – hizo una pausa – esa maldita huyó y la traeré de regreso, ¡la haré mi mujer aunque deba obligarla! – empujó a Vladimir fuera de la casa – y tú, ¿acaso me crees estúpido? ¿Una bestia que habla te pidió su vida por tomar una rosa? Tú estás loco y deberás ser tratado como tal – lo arrastró al pueblo, donde contó su versión del relato, haciendo que encerraran a Vladimir – preparen sus caballos, a partir de mañana buscaremos a esa pelirroja – ordenó a los demás cazadores

– ¿Qué encuentras de interesante en pintarme? – finalmente preguntó la bestia después de un tiempo de percatarse de lo que hacía Alena

– ah… – se sobresaltó – perdóname, si se te hace mal, puedo deshacerme de él… –aunque habían pasado un día tranquilo, temía haberle hecho enojar y que volviera a su usual malhumor

La bestia no respondió y se limitó a seguir en aquella posición mirando por la ventana, Alena dudó por por unos instantes, pero retomó su pintura.

– disculpa, bestia, – hizo una pausa a sus palabras y su pintura – ¿puedo preguntar porqué traerme a vivir aquí? – bajó su pincel y paleta se madera – papá me dijo que lo matarías y si yo tomaba su lugar, ese sería mi destino – comentó parándose a un lado del caballete

– ¿insinúas que hubieras preferido morir? – preguntó levantándose finalmente, su voz sonaba imposible y Alena se asustó

– n-no es eso, bestia… – sus piernas comenzaron a temblar, estaba asustada, upudo ver como la usual y misteriosa sobra volvía a cubrir a la bestia pese a ser aun de día, Alena se había paralizado por completo, era como si todo hubiera obscurecido repentinamente y sólo sus imponentes ojos fueran lo único que lograra percibirse, la pelirroja retrocedió lentamente un paso, pero tropezó, la figura de la bestia parecía haberse vuelto aún más terrorífica, era como si Alena no pudiera respirar por aquel miedo, el ambiente se sentía gélido y finalmente su cuerpo sucumbió aterrorizado, la pelirroja se desvaneció.

La bestia la cargó y la llevó de vuelta a su habitación, Boris y Sergei volvían de fortificar el sótano y preguntaron qué había sucedido. La bestia contó sobre su pregunta y como se desmayó después de su reacción. Al saberla desmayada, las tres bestias se dirigieron al cuarto de pintura para observar lo que Alena había dibujado antes de su susto.

– ¿Cómo pudo desmayarse del miedo que te tiene, pero logró verte… así? – preguntó Boris

– evidentemente logró confiar en él durante el día, hasta… – Sergei hizo una pausa

– hasta que el temperamento de tu amigo le hizo recordar cuánto le teme… – las tres bestias voltearon al escuchar aquella voz familiar y la risa que siguió, nuevamente aquella figura encapuchada apareció – no me miren de esa forma, es la verdad y lo saben, – miró un tanto sarcástico a los tres – pero me sorprende que hayas logrado que por un tiempo olvidara su miedo – ls tres bestias rugieron – será mejor que jueguen bien sus cartas, la primera luna nueva se aproxima – comenzó a reír de nuevo antes de desaparecer entre aquel humo verduzco

– maldición, si no hacemos algo, Alena… – las bestias permanecieron en silencio ante el comentario de Boris

– ya es tarde para esta luna nueva, debemos preparar todo… – la bestia miró a Boris y Sergei – seguramente intente preguntarles sobre lo sucedido, así que no olviden usar aquel relato… – con aquellas palabras la bestia se retiró

Boris y Sergei retomaron sus usuales puestos cuidando a la pelirroja en su habitación, ninguno de los dos se sentía tranquilo, si no jugaban bien sus cartas, todo estaría arruinado.