La misma tumba vacía de siempre, la misma parada sin nadie.
Un cementerio vacío que había sido exhumado hasta el final por buscarlo a él.
Podía ver a cada que llegaba a este lugar. Las lápidas rotas, las tumbas excavadas y escombros esparcidos.
Me gustaría que el lugar donde el descansara fuera otro, al menos así tendría la falsa paz al visitarlo. Que su tumba no fuera un lugar profano.
Al menos me hubiera gustado que el mundo lo hubiera olvidado mucho antes, que todas sus hazañas hubieran sido narradas igual que sus atrocidades.
Pero nada de eso importaba de todas formas.
No ahora que todo lo que significó alguna vez ese hombre fue eliminado de todos.
A veces me gustaría ser como el resto, el olvidarme de quien había sido esa persona que ahora me encontraba recordando. Quizá de esa forma pudiera dejarlo.
Una vida vivida, una larga en compañía de quienes quería recordar, pero incluso si atesorara tantos recuerdos, había cosas que deseaba cortar.
¿De que servía su vida que continuó hasta este momento cuando quien la ayudó a ponerse de pie había caído también pero sin posibilidades de levantarse?
Estuve ahí.
Siempre queriendo decir algo, ¿Qué hubiera pasado si hubiera interferido un poco más?, dudo que su camino se hubiera torcido, pero al menos no hubiera tenido el final patético que obtuvo.
No, probablemente yo sea la única que piensa que este es un patético, cuando el propio idiota creería que este fue un final digno.
¿El ser olvidado por todos?
Maldecía.
Quería quitarme de la cabeza toda idea de aquel idiota en un principio.
¿Cómo se atrevía a morir sin más?, a desaparecer sin dejar nada atrás más que un recuerdo vago en la mente de la única persona que podía recordarlo.
Llamarlo recuerdo vago tampoco fue algo acorde a mí situación. Podía verlo de cerca, sentir aún cuando estaba a mí lado, ¿por qué no se detuvo a la hora final?
Lo vi mirándome una última vez cuando era llevado, a pesar de lo mucho que gritaba no parecía reconocerme, más daba la mirada de alguien quien estaba intrigado por algo.
Tampoco fue una sorpresa, no cuando su ejecución fue algo que todos olvidaron.
Celebraron a quienes hicieron daño pero olvidaron a quien hizo algo.
La vida era una mala broma, cuando todos hablaban del karma y que paga a cada quien, uno pensaría que sería a quienes hacen lo malo o comenten alguna atrocidad.
El valor de alguien por el valor de otro.
Siempre me pregunté que era el peso de cargar con otros quienes ya no estaban. Nunca formé un vínculo tan fuerte para decir que significaría algo más en mí vida.
Mortalidad.
Pudiendo ser la taza de muer de uno como su estado, antes no pensaba mucho en ello, ¿Qué sentido tenía preocuparme por la mortalidad de otros?
Ahora me arrepiento de esa forma de pensar tan tonta.
En la búsqueda de alejarme de mí humanidad para terminar con todo lo que me molestaba, solo terminé encontrándola a costa de todo lo que quería.
¿Qué sentido tenía ver el mundo con los ojos abiertos cuando tú la luz de este se ha apagado?
Hasta hace un tiempo creí que no me importaban realmente las personas a mí alrededor, que podría seguir adelante, ¿cómo no?, cuando he estado haciendo eso por tanto tiempo.
Y ahora, me encuentro una vez aquí, ante una tumba vacía para alguien olvidado por todos, ya sea un milagro o un pecado, todo se ha ido de él.
¿Es acaso este el último deber de un salvador?
¿Desaparecer para que no haya inspiración?
Me sigo culpando de aquel día, pude haber hecho algo, lo sé, ¿pero por qué me quieta?, solo debía saltar, como tantas veces él había saltado por mí, pero al final me quedé ahí, prisionera de fuerzas invisibles.
De mí propio ego.
Sabía que su objetivo era morir ahí, lo vi, lo vi sonreír de manera en la que nunca pensé que podría hacerlo, sentí envidia al verlo tan feliz.
Nunca me había dado una sonrisa como esa, pero entonces, ¿qué era lo que necesitaba hacer al final?
Fue imposible para mí darle la felicidad que mostró a la hora de terminar, pero ante todo aquel alzar, solo mi consciencia fue la que decidió descansar.
Y ahora con mis ojos abiertos solo puedo ver ese camino a medio acabar, no hice nada, no logré nada, no pude hacer nada.
¿Pero podría hacer algo?
Internamente me grité que sí, quería escuchar el que me llamara una última vez, pero no obtuve nada más que un eco al atardecer de un grito sin al caer.
Una cuerda que se estiró para completar el acto de final de aquel actor conocido como Emiya Shirou.
No pude faltar a su último acto, no es que me sintiera obligada, si no que esperaba poder prevenir la caída de la cuerda junto con el telón que terminaría la obra.
La obra conocida como Emiya Shirou.
…
Un año más, una visita más.
El mundo seguía avanzando pero parecía estar detenido para mí persona. No he asistido a la iglesia en un tiempo, he dejado mis tareas como ejecutora de la iglesia a medias últimamente.
He perdido ganas de seguir luchando.
Pedí ser dejada en la iglesia local de Fuyuki, algo que al principio parecía negarse el alto mando para al final terminar aceptando, nadie sabía porque decidí hacer tal cosa, eso fue obvio, porque nadie lo recordaba.
Quisiera ser como los demás y dejarlo atrás, pero al mismo tiempo que quería olvidarlo, sentía que algo dentro de mí moriría junto con esas memorias.
Había tanto que quería dejar para poder disfrutar una vez más, no estuvimos si quiera tanto tiempo como debería ser, pero aún así sentí que habían sido décadas, hablando y riendo, comiendo y jugando, durmiendo y amando.
Los sabores de esas memorias seguían dentro de mí, quería probar una vez más la comida preparada por él, era diferente de todo lo que había probado hasta ahora, pero en estos momentos no fue por el sabor, si no por la calidez que me daba aquellos tiempos donde comí a su lado.
El curry jamás supo igual desde que se fue.
Un sabor amargo que no era mermado por el resto de especias surgía a la hora de comer lo que siempre fue mí plato favorito.
Quería dejar ideas tontas de una vez, pero incluso si lo deseara no podía quitarlas, porque alguien debía recordarlo, en vez de ser olvidado, inclusos si lo que alguna vez fue se fuera junto con mí memoria algún día, estaba bien.
Significa que pude mantener mí palabras de no olvidarlo hasta el final.
…
La restauración de la iglesia de Fuyuki siguió bien por los siguientes años, las cosas se habían calmado, ahora era una hermana retirada después de tanto tiempo en servicio. Me gustaba que mí apariencia por fin pudiera afinarse con la edad.
Incluso si no me hubiera escogido él por sobre aquella mujer de pelo rubio, agradecía que tuve la oportunidad de conocer al idiota de pelo blanco gracias a eso.
Me reí un poco al pensar en lo que significaba mí vida.
Había terminado sola al intentar seguir a dos personas que cambiaron mí vida, una me liberó de la prisión inmortal en la que estaba y otra me mostró lo que sería vivir como un humano más.
Pero al final ambas personas ya no estaban ahí para mí.
Uno estaba con paradero desconocido y el otro había dejado este mundo.
Envejecer como un humano más me dio una nueva idea de como sería todo desde la vista de alguien con tiempo limitado.
Había visto mucho en esta iglesia desde que llegué, y algo que siempre me marcó fueron las personas que pedían que un ser querido no abandone este mundo, ya sea por enfermedad o por vejez, antes no podría simpatizar con ellos al punto de sentir su dolor.
Ahora estaba ahí para ellos, compartiendo la perdida futura o la felicidad momentánea.
Era bastante ajena de los momentos difíciles, internamente sabía lo que estaba haciendo y lo que hacía mal, pero incluso al final nunca me involucré de verdad.
Parpadeé un par de veces antes de realizar donde estaba parada una vez más.
La misma tumba de siempre, una lápida sin nombre, una cruz y una espada estaban simbolizando lo que fue la vida del hombre.
Cuando me quedé delante de su tumba solo pude cerrar los ojos una última vez recordando aquellas veces que hablamos en privado, como el tiempo que había pasado ya no podía volver atrás incluso si uno lo desease tanto.
Sentí que desperdicié mi tiempo.
¿No pude haber estado más tiempo con quienes quería?
Placeres superficiales o aficiones que terminarían en cualquier momento, incluso si no fuese tanto tiempo como algunos quienes dejaban su vida por otros meros entretenimientos, aun así sentí que lo dejé todo.
Ni siquiera tuve un pasatiempo o un gusto por algo que me impidiera pasar tiempo con quienes quería, pero al final ese pequeño tiempo que no pude dedicar en vivir el momento terminó en un arrepentimiento que sabía que no debía existir.
Cada quien tenía su libertad, no podía simplemente atar a alguien para pasar tiempo conmigo, pero ahora viendo la tumba frente a mí solo puedo creer que cometí un error al perder valiosos minutos.
¿Qué no daría por unos segundos más?
Una disculpa podría ser todo lo que necesito para descansar. No tengo a nadie que me espere, de igual manera, ya no tengo un lugar al que regresar por haber perdido todo lo que tenía a propia voluntad.
¿A quién tendría que culpar si no que a mí persona?
Una sombra se irguió a mí espalda.
No había escuchado nada hasta ahora, significaba que la persona tras de mí era alguien preparado para asesinar de manera silenciosa, más el que se haya quedado quieto y solo viéndome la espalda fue una señal que no vino para matarme.
Me giré y mí cuerpo cayó de rodillas ante la vista que presenciaron.
¿Quién era aquel que estaba parado ante mí?
Podía decir que reconocía su rostro, los rasgos de este eran familiares, la forma de la boca, los ojos, incluso la ligera forma en que inclinaba las cejas.
Era esa persona.
¿Cómo podría confundirlo con alguien más?
Más una cosa fue la que no pude decir que seguía de la apariencia del hombre. Aquellos ojos vivos y llenos de un brillo implacable ante la búsqueda de un deseo.
Ahora no eran nada más que orbes marchitos sin un atisbe de lumbre. Quise mantener la mirada, verlo a los ojos, el recordar aquel anterior brillo que alguna vez estuvo frente a mí, aquella mirada cálida que mostró nada más que esperanza…
No lo logré.
Alguien me estrujó el pecho, mi respiración fue pesada, pero aun así, no me aparte, lo intenté, intenté quedarme a su lado al menos ahora, incluso si no podía verlo a los ojos, quería quedarme a su lado.
―Elesia ―aquella voz ominosa, el tono grave pero al mismo tiempo con ánimo. Un tono serio pero a la vez calmado, no lo suficientemente duro para ser considerado malo pero tampoco suave para ser blando.
Sentí que no podía respirar cuando escuché como me llamó.
― ¿O ahora prefieres Ciel? ―la misma sonrisa amable de siempre.
Estaba ahí parado con los brazos en la espalda viéndome fijamente.
―No es tú culpa.
Me congelé.
Mi corazón palpitó con fuerzas ante aquellas palabras. No tuve más remedio que volver a elevar la cabeza y encontrarme aquellos ojos.
El rostro era el mismo, la expresión, la forma en la que inclinaba el cuello. Todo era exactamente lo mismo a excepción de aquellos ojos.
No había el calor de aquella vez, no había la esperanza y la luz al momento de verla.
Solo había frío acero opaco sin lustre.
"No es tú culpa"
Me repetí aquellas palabras una vez más. Sentí que aquellas palabras eran una burla, una forma de molestarme incluso si ya no se encontrara a mí lado.
Por supuesto que fue su culpa.
¿Cómo se atrevía aquel idiota a verla de esa forma solo para decir que no había sido su culpa?
―No eres real.
No fue la primera vez que imaginé con este escenario. Aquella persona que pude salvar, que pude ayudar al final, pero no lo hice, solo le grité y le lancé mí cruz en un vano intento de devolverlo en sí.
No funcionó.
Incluso al final solo se quedó viendo el cielo en busca de una guía y cual si fuera una señal, este le mostró aquel halo negro que aún permanecía en mí memoria.
―Ciel…
Aquel nombre maldito.
¿Por qué aquel tono tan vívido salía de una persona tan quieta?
―No es tú culpa.
Una vez más repitió aquellas palabras como si fuera a cambiar algo, como si mi cuerpo pudiera moverse una vez más.
Sentí que mis ojos quemaban, probablemente ahora estaban rojos. Mis piernas temblaron, mi cuerpo completo estaba de pie a duras penas ante aquellas palabras que siempre quise escuchar.
"No es tú culpa"
No podía creer que eso no era mí culpa. Pude ayudarlo, pude sacarlo, pude haber hecho algo y al final…
Solo lo dejé al cordero ir al matadero.
Mis piernas cedieron ante un vano intento de levantarme, caí de rodillas ante la persona que conocía, la que nunca pensé volver a ver, pero al momento en que me la encontré, ya no fue quien alguna vez pude reconocer.
¿Había caído en alguna trampa?
¿Alguien me había lanzado una ilusión?
Era la única suposición que podía quitar. Solo así es que podría decir que tenía sentido que esta pesadilla pasara.
"No es tú culpa"
Una vez más esas palabras volaron por mí mente.
Extendí mis manos y tomé aquel manto rojo que colgaba de su cuerpo, lo apreté con fuerza mientras que dejé que las lágrimas salieron de mis ojos.
― ¡Deberías culparme! ―exploté al momento de gritarle.
No importaba que fuese una ilusión o que esto fuera un mal sueño.
Si podía hablarle al menos una sola vez desearía decirle esto de una vez.
No importaba si fuera el diablo quien viniera a darme voz para hacerle llegar mí mensaje, solo quería decirlo por una vez.
―Ciel…
Una vez más repitió mí nombre con cariño, al igual que aquel entonces… ¿Cómo es que no me odiaba?
¿Acaso era la única que se odiaba a sí misma por lo que sucedió?
No quería su perdón.
Podía aceptar cualquier emoción negativa del hombre, podía aceptar todo lo que me dijera, las maldiciones más grandes o los insultos más retorcidos.
Pero la palabra del perdón solo hacía que mi pecho doliera. No quería escuchar algo así, no quería ser tratada como un viejo amigo cuando sabía que no lo merecía.
Jamás podría perdonarme a mí misma incluso si Shirou Emiya me daba el perdón toda su vida.
―Lo siento… ―fue primero como un susurro. Mis ojos ardían conforme las lágrimas salían.
Todo se sentía tan real que no podía parar, los sentimientos que estaban embotellados en mí garganta tenían que salir.
Mí cabeza bajó, mis manos estaban sujetando la tela roja del manto que le di. Me alegraba que aún estuviera usándolo, sea como fuese, estaba más que feliz que aquel manto, un recuerdo mío, estuviera presente en él.
―Lo siento mucho… ―entre lágrimas y con dolor de garganta logré decir una vez más. No sentí movimientos de parte de Shirou, pero tampoco me dignaba a levantar la cabeza.
―Yo… ―una arcada salió sin que quisiera, ¿por qué me rendía ante algo como esto?, no era propio de mí.
―No es propio de ti ―la voz calmada de Shirou sonó por encima de mí cabeza.
Era un intento de reconfortarme, lo sabía, y al mismo tiempo lo odiaba, debería ser yo quien lo reconforte, no él, pero ahora estoy tirada sin poder moverme.
Un perdón dolía más que una maldición.
―No quería… ―mí voz empezó a sonar ronca―. No quería dejarte…
Quería dejar de llorar, pero no podía, Shirou siempre se burló de mí por ser más blanda de lo que realmente mostraba, que la "chica mala" no era más que una fachada tonta cuando mí corazón estaba en el lugar correcto.
El nudo en mí garganta tapando mis emociones llegó una vez más haciendo que sintiera que solo respirar fuera difícil, era como tener un tapón que me impedía respirar.
―Lo sé, hiciste lo correcto… ―la mano de Shirou fue a mí cabeza.
Cálido.
La palma grande de este estaba en mí cabeza sobándola con delicadeza, el mismo tacto que recordaba, aquella mano callosa de tanto entrenar de tanto esforzarse.
No hubo nadie que le de el crédito suficiente a Shirou, todos llamaban que fue bendecido para ser un buen combatiente, que incluso si no podía ejercer magecraft normal podía dedicarse a ser un lanzador de hechizos.
Nadie tomó la parte de "falta de talento" como una discapacidad, lo sabía, como su tiempo en la torre fue usado hasta que su cuerpo simplemente se rendía, Shirou no se detendría hasta que su cuerpo le dijera que no podía seguir, así fue desde que lo conocí.
Y así fue la última vez que lo vi.
―Vamos, ponte de pie ―fue la voz de Shirou de siempre, un llamado para que volviera a la realidad.
Si esto era una ilusión me gustaría que no terminara.
Levanté mi cabeza una vez más, viendo aquellos ojos tan ajenos de aquella sonrisa cálida que me estaba trayendo de vuelta. Mis piernas no respondían, eso fue algo que hizo que Shirou se agachara, se arrodilló y quedó frente a mí.
Algo clásico de Shirou, siendo amable hasta el final. Quise verlo frente a frente y cuando nuestros rostros estuvieron delante del otro sentí como mi mirada temblaba para seguirle el juego.
Pero algo que no entendí fue porqué fue él quien desvió la mirada y me abrazó con fuerza.
Debía ser yo quien estuviera rebasada por la culpa, no tenía sentido alguno porque Shirou estuviera frente a mí con aquella mirada.
¿Por qué estaba viendo a Shirou de todas formas?
―Ha sido tanto tiempo…
Pensé en como sonaban sus palabras, tan ajenas a lo que alguna vez fue, pero al mismo tiempo tan cerca como siempre. Pero que era esa expresión, ¿tanto tiempo?
―Sí, lo fue… ―quise separarme pero un abrazo me impedía me separe, como si evitara que nos viéramos.
¿Acaso no quería verme llorar?, era algo usual de él, no querer ver a nadie que quería sufrir o llorar.
―Me has recordado todo este tiempo ―su voz parecía algo ida. No pude identificar que era lo que deseaba decir con eso, pero solo sonreí un poco.
Sería la misma "senpai" de siempre para él por ahora.
―Nunca podría.
Una respuesta que por fin salió firme de mí boca. Estaba feliz de haber logrado algo como eso, después de todo el desastre que le mostré era lo de menos.
―Lo siento.
¿Por qué se disculpaba?
―No, debería ser yo quien se disculpe ―extendí mis brazos para rodearlo una vez más, mis manos se cruzaron tras su nuca, pude tocar su cabello, cuidado a pesar de que siempre parecía ir de pelea en pelea.
Me reí un poco ante ese pequeño hecho. Pasé mis dedos y los enredé un poco alrededor del cabello de Emiya, era algo que solía hacer cuando dormíamos juntos. Me encantaba verle tan relajado, tan suelto como nunca pudo cuando estaba despierto.
―Siempre me has recordado, incluso si el mundo me olvidó ―Shirou repitió lo mismo como si fuese algo importante.
Era obvio que no lo dejaría atrás como los demás, no después de todo lo que habíamos pasado.
Lo vi caer del escenario para ser sostenido por el hilo de la vida antes de que esta se le arrebatara. Algo cómo eso nunca lo olvidaría.
Tenía curiosidad porque nadie pudo decir quien era Emiya Shirou, pero no importaba.
El olor características, el tacto y la forma en la que me sujetaba. Si todo esto era un sueño y ahora me encontraba inconsciente, no desearía volver a despertar.
― ¿Por qué?
La pregunta de Shirou vino con un tirón que me dejó frente a frente, ahora no mostró aquella sonrisa y el estado pacífico de siempre.
Una mirada deliberadamente en furiosa, un estado totalmente fuera de sí, los dientes apretados y la mirada fija hacia mí.
¿Por qué me daba tal reacción de dolor?
Alcé mis manos y las coloqué sobre sus mejillas, una sonrisa vino a mi rostro cuando las toqué y sentí el calor viniendo de su cuerpo.
¿Era tal la ilusión?
¿Era tan bueno el sueño?
―No soy una ilusión.
Le escuché decir a Shirou como si pudiera leer mis pensamientos. Bajó la cabeza y respiró hondo antes de bajar los brazos en rendición.
― ¿Es así? ―jugué un poco con él, siempre fue así, un poco de juego y una suave risa. Agaché mi cabeza para ver su rostro una vez más pero no hubo muestra que quería verme.
Lo alcé lentamente con ambas manos y le sonreí.
Conocía la mirada que me estaba dando.
¿Cómo no hacerlo cuando era la única que lo recordaba?
―No debí recordarte, ¿verdad?
Mí pregunta fue a modo de broma, pero pude ver como Emiya deformó su rostro y apretó los puños.
―No, no deberías.
Silencio.
No dije nada y al mismo tiempo.
El silencio en el que ambos estábamos era todo lo que necesitábamos para comprendernos.
No era ajena a lo que había pasado con Shirou en vida y lo que había hecho, me contó todo lo que hizo con detalle, entonces hubo una cosa que pude prever ante su repentina aparición tan irreal.
Ahora me sentía mejor.
Me sentía liberada.
Me puse de pie y sonreí ampliamente a Shirou quien me siguió con la mirada.
No me iba a resistir.
―Si recordarte es un pecado, estoy bien con haber sido una pecadora más ―me reí de mí misma. Pude ver como Shirou solo se quedaba ahí, quieto y sin decir nada.
―Yo…
Era obvio que quería decir algo, pero no pudo. No podía juzgarlo, pero en este momento me sentía bien, quizá fuese realmente egoísta de mí parte sentir este alivio pero sentía que estaba pagando lo que debía.
De alguna manera debía compensar mis pecados.
―Está bien.
Se puso de pie como si fuera comandado.
Ya no estaba ligada a nada, podía morir si me apuñalaban, entonces, ¿por qué ahora parecía algo tan fácil de llevar?
Era el fin.
Nunca tuve miedo a la muerte porque sabía que no podía caer, pero ahora viendo a Shirou caminar hacia mí, con una espada en mano y la mirada perdida, no sentí miedo.
Sentí que estaba realizada.
Miré el suelo unos instantes, las flores de camelia blancas alrededor de la tumba de Shirou fueron un regalo para él, una forma de profesar lo que sentía, de no olvidarlo.
No sabía que algo como eso me traería de vuelta a Shirou para darle un último adiós y pedir perdón.
Egoísta, lo sé, probablemente el me odie, yo misma siento un odio en mí ser por lo que estoy haciendo, pero la mejor manera en la que pude haber deseado alguna vez caer.
Fue en la mano de quien me había mostrado la luz que ahora parecía haberse pedido.
Con ambos brazos abiertos esperé a que llegara. Mis lentes estaban empañados por llorar y mis ojos picaba, por o cual cerré los ojos al final.
No fue doloroso como pensé.
Solo fue un ligero movimiento de la hierva pero eso fue suficiente para que antes de saber que había pasado, ya me encontrara acostada sentada en la lápida de Shirou.
No quise abrir los ojos por lo cual solo le sonreí donde pensé que estaba.
Mi corazón había sido perforado, moriría rápido después de todo no tenía mucho tiempo, mi boca tampoco estuvo motivada para ayudarme y decir un último adiós.
Una vida viviendo con él fue suficiente para mostrarme la luz que quería a mí lado pero se me fue arrebatada al final.
Entre abrí los ojos y miré las flores de camelia a mí alrededor. Era una pena el color que había llegado a tener de nada, el rojo no era lo que quería simbolizar al plantarlas alrededor de su tumba.
Yo quería expresar…
…
"Shirou"
No recordaba cuando fue la última vez que me habían dado aquel nombre, tampoco cuando alguien me dirigió la palabra.
El tiempo fue molesto para mí.
Tanto tiempo y nadie a quien salvar solo a quien condenar.
Debía ser algún tipo de ironía de todo lo que hice en vida lo que me llevó a estar parado ante Ciel una última vez.
Miré a Kanshou bañada en sangre, a Ciel sonriente recostada por la tumba que llevaba mí nombre.
No quería demasiado en este punto.
Comencé con la idea de salvar a todos y terminé con el deseo que al menos a quienes conocía pudieran vivir en paz y no volver a llorar.
¿Por qué entonces tuve que aparecer ante ella?
Ella lloró cuando estaba siendo alzado y ante mí retorno en este momento, pero ahora cuando su vida iba a terminar por nada más que mí mano.
No hubo odio.
No hubo ira o molestia, tampoco desagrado o miedo.
Solo me recibió con los brazos abiertos esperando a que termine mí trabajo. Al que si quiera ella debería confirmar que fuese real.
¿Tan ciega estaba ante la vida que ahora esperó una oportunidad tan tonta para morir?
¿Qué significaba todo lo que pasó hasta ahora?
¿Lo que sacrificó para volver y poder tener la vida que quiso?, no tenía sentido tirarlo todo, no tenía sentido que me recordara y por sobre todo.
Que me esperara.
¿Cómo sabía que vendría?, no, decir que sabía que vendría con ella sería solo paranoia ante la idea de verla tan feliz con mí presencia.
Recordé aquella vez en la plataforma en la que me alzaron.
Estaba feliz.
Más feliz de lo que jamás logré estarlo, pero esa felicidad fue tan espontanea como la vida de un humano más.
No había nadie a quien llorar o alguien a quien gritar, pero incluso con un final en el cual maldecir, solo una sonrisa se alzó en al fin.
Ciel me mostró su mejor sonrisa.
¿Era la muerte tan liberadora que hacia que quienes la experimentaban?
No, no podía ser eso con el miedo que el hombre tenía ante desaparecer, ante la idea de ser olvidado.
Ante la idea de jamás poder volver.
Ahora estoy aquí.
He lidiado con tantas variantes que afectarían a la historia por tanto tiempo que ya no puedo distinguir que mundo es el mío o donde comencé, pero ahí estaba ella.
Me estuvo esperando incluso hasta el final y cuando por fin nos encontramos, en vez de decirme que tardé demasiado, aceptó que era algo que debía hacer.
No era héroe.
Salvarlos a todos.
Quería creer que podía lograrlo alguna vez, que todas mis acciones significaron algo.
¿A quien intenté proteger en vida ahora muerta a mis manos?, parecía alguna especie de castigo, sabía que debía olvidarme, como todos necesitaban hacerlo, pero al mismo tiempo.
La idea de ser recordado me hacía feliz.
Ya no quedaba nadie.
Shirou Emiya debía desaparecer de todo lo que y solo debía quedar Emiya.
Tenía que guardar el equilibrio, aquello fue lo que se encomendó a sí mismo una vez ascendió. Más ahora viendo las camelias rojas en vez del blanco puro que profesaba aquella mujer que sonrió hasta el último instante de su muerte fue una vista que lo trajo de vuelta de la ilusión que se quería embargar a sí mismo.
No era héroe.
Nadie lo aclamó.
No salvaba a nadie.
No protegía nada.
¿Toda su resolución fue solo una mentiría para sí?
Quizá lo mejor fuera olvidar todo lo que alguna vez vivió y quedarse siendo solo un guardián para la humanidad, proteger lo que era necesario y no lo que quería proteger.
Si le pudieran dar la opción jamás hubiera tomado esta misión, prefería que cualquier se encargara de esto, pero el desplegarlo a él era simplemente cruel.
Era su compensación por haber dejado a Ciel en aquel estado.
¿Cuántas promesas le había hecho para terminar dejándola sola sin más?
No era nada más que un hipócrita que pensó que la muerte era solo la forma de liberarme y volver a empezar de nuevo.
Una forma de seguir adelante y volver a sentir esa felicidad que tanto ansiaba repetir como en aquel momento de mí ejecución.
Abrí los ojos.
Me di cuenta de algo.
Al momento en que Ciel gritó y lloró ante mí ejecución yo estaba en mí momento más feliz que pude haber vivido.
Y ahora ante la muerte de Ciel no hubo ningún signo de logro de mí lado cuando ella logró sonreír como si hubiera sido una de esas mañanas en las que podían descansar juntos.
Equilibrio.
Había pagado el precio de haber sido feliz por unos instantes a costa de un recuerdo que no podría borrarse. Miré mis ropas, la tela roja que cubría mi cuerpo era del mismo color que las camelias que ahora rodeaban a Ciel.
Me acerqué en un último intento.
Cerré sus ojos y levanté una de las pocas camelias blancas que estaban a su alrededor. Tomé sus manos con cuidado, como si la pudiera lastimar.
Sentí algo en mí garganta.
Un grito contenido.
Acaricié con cuidado los dedos de Ciel. Toqué con cuidado su mejilla pálida y fría, ya sin signos de volver.
El tacto de aquella mujer enérgica y cálida se había esfumado, pero estaba bien, no me merecía verla en su mejor momento.
Bajé mis manos y junté los dedos de Ciel con cuidado, entrelacé ambas manos y acomodé su cuerpo para sentado para que no cayera, era lo máximo que podía hacer por ella.
La flor en mis manos pasó a estar en las de Ciel, con el tallo entre sus dedos ahora entrelazados para que lo sostengan. La flor de camelia blanca era mí último mensaje para ella.
Mí ultimo acto como Emiya Shirou.
Después de todo, ya no había nadie que necesitara a "Emiya Shirou" cuando todo aquel que estaba parado en este mundo debía olvidarlo.
Ahora solo quedó quien necesitaba para servir a la humanidad.
Ahora solo debía pararse y alzarse una vez más ante todo mal que la amenazara sin flaquear.
¿Por qué seguía guardando algo así como su humanidad?, no, ¿alguna vez tuvo algo que pudo calificar como humanidad?
Lo dejó todo por un sueño, un sueño que pasó a ser una idea, una idea que se elevó en una meta, y una meta que llegó a ser un milagro.
¿Por qué debía sentirse triste ante la mujer que lo había recordado hasta el final cuando todo el mundo lo había olvidado?
Sonreí.
Intenté por mucho que quiera eliminarla de mis pensamientos pero no lo logré.
El último susurro de los labios de Ciel fue suficiente para hacerme entender que había hecho lo incorrecto al pasar tanto tiempo con ella.
No debía sentirme como lo hago ahora, no debía dudar como lo estaba haciendo o flaquear como mí cuerpo me gritaba.
Debía seguir.
¿No fue lo mismo siempre?
Abandoné a tantos al principio de mí existencia solo porque necesitaba seguir avanzando, incluso si ese camino era directo al infierno decidí seguir avanzando.
No se me permitió desde ese instante ser feliz, fue arrogante de mí parte haber intentado tener ese pequeño momento de libertad.
Un pecador no debía desear el cielo al estar condenado a caer incluso si llega a este.
Es por eso que no debía intentar sonreír como él. No debí intentar verla feliz…
La luz vino a mí cuerpo y me trajo en otro punto de la historia.
Ya no estaba ante mí tumba con el cuerpo de Ciel sonriente, ahora estaba en medio de un campo de guerra.
El olor a sangre fresca vino a mis sentidos casi al instante.
Me preparé una vez más.
Era una misión más.
Como Ciel fue un número más.
…
Y nada mí regalo de reyes mientras que termino de ver todo para la próxima comisión.
¿Les gustó?
Quizá se sienta un poco fuera de lugar pero era una idea que había estado en mí cabeza por un rato y quería sacarla porque no me dejaría seguir con otras historias si no la eliminaba.
Bien, espero que si les gustó dejen ya sea su comentario, voto o como sea en el sitio en que lean.
Las Camelias blancas simbolizan el amor puro y para toda la vida.
En todo caso, veré un poco más tarde el día de hoy para comenzar con las votaciones de la próxima historia. Intentaré traer las comisiones restantes este mes y una actualización más.
Les deseo lo mejor y feliz año nuevo y navidad.
Rey de Picas fuera.
