Y aquí está el siguiente capítulo, disculpen que me haya tardado, pero como mencioné, fue un problema familiar más que otra cosa. También me centraré en el otro fic que tengo, que lo tengo bastante abandonado en verdad, pero espero todo vaya bien. Espero les guste lo que vayan a leer, y cualquier cosa, siempre leo sus comentarios.
"Es tan corto el amor y tan largo el olvido"
- Pablo Neruda.
Nathaniel llegó a clase y decidió sentarse atrás, si tenía mucha suerte, Iván se pondría a su lado y le haría el tapón perfecto para intentar terminar un dibujo pendiente.
Aquella mañana estaba mucho más tímido que de costumbre, la capucha negra que ocultaba su rostro le hizo ganarse unas cuantas miradas de parte de sus compañeros y el resto de los alumnos de la institución, si se hubiese percatado de ellas habría comenzado a temblar como un perro enano.
Dejó su mochila debajo del pupitre y acomodó dos objetos encima, un cuaderno negro de hojas blancas y un portaminas. Ambos objetos eran diferentes a los que solía llevar cuando esbozaba en clase, pues esta vez no eran simples figuras o dibujos rápidos.
Tomó el portaminas entre sus dedos y lo hizo girar un par de veces, abrió el cuaderno de dibujo por la mitad y movió un pequeño marcapáginas hecho por él mismo. La página anterior tenía viñetas trazadas a mano con sumo cuidado, cada interior era un cambio de escena idílico y perfeccionista hasta en el más mínimo aspecto.
—Has trabajado mucho en ello —reconoció Venom, comunicándose con él desde un punto remoto en su cabeza. Se le hacía raro escucharlo ahora, pues luego de la conversación en el edificio abandonado el simbionte lo dejó tranquilo el resto del fin de semana.
—Sí, llevo con esto desde hace años —respondió el pelirrojo, encogiéndose en su lugar y exhalando suavemente, sentía que el calor aumentaba a un ritmo acelerado y si no quería dañar su proyecto personal, tendría que quitarse la sudadera.
—¿Se lo has mostrado a alguien?
—No. —Fue la corta respuesta de Nathaniel, agitándose por el calor y decidiendo quitarse la sudadera de una vez, no iba a soportarlo más.
El resto de sus compañeros entraron en el aula como de costumbre, siguiendo sus rutinas y volviendo a sus vidas escolares normales. Nathaniel daría lo que fuera por ello, y Venom lo comprendía, a nadie le gustaría ser perseguido por un mafioso dos veces en menos de tres días.
Nathaniel se dispuso a seguir con su proyecto, comenzando a dibujar líneas muy suaves y finas, enfocándose en los elementos importantes a la hora de contar lo que quería en la escena. Una vez escuchó en un taller que, al momento de hacer un cómic, lo más importante no era tu forma de dibujar, sino de narrar.
Comenzó a dibujar las formas de sus personajes y a integrarlos en los fondos, intentando que se viesen de una forma natural y no como calcomanías puestas sobre un cuadro. Al estar concentrado, no notó que, de su nariz, una pequeña gota de sudor cayó en dirección a la hoja de papel, en cámara lenta y preparada para ser una mancha imborrable en su trabajo.
Los reflejos de Nath actuaron mucho antes de que pudiera pensar mover el brazo, su extremidad se movió con una rapidez antinatural y recibió la gota en lugar de su cuaderno. Tenía que quitarse ya la sudadera.
Se alejó un poco de la mesa y comenzó a tirar de abajo hacia arriba, quitándose la prenda con cuidado y levantándose ligeramente para evitar incomodarse en el proceso.
La prenda se fue levantando con facilidad hasta que llegó al torso del pelirrojo y opuso más resistencia. Nathaniel suspiró aún con la capucha puesta e hizo un ligero esfuerzo, levantándose un poco su camiseta gris en el proceso.
—Al fin... —suspiró, dejando la sudadera en el respaldo de su asiento y percatándose de que tenía la camiseta subida hasta más de la mitad de su abdomen. Su rostro se puso tan rojo como su cabello y se la bajó de inmediato.
Se sintió aliviado luego de confirmar que nadie le prestó atención, por lo que se sentó de nuevo y volvió a su trabajo, preparando el boceto inicial para luego ponerse a entintar en casa. Escuchó un par de pasos subiendo hasta su sitio y supuso que sería Iván, por lo que siguió trabajando sin problema, su compañero nunca le preguntaba sobre sus dibujos.
—¡Hola, Nath! ¡¿Cómo está mi compañero de equipo?!
—Ah, hola. Bien...
Nathaniel se levantó de la silla como un poseso y observó con incredulidad a la única persona que caminó hasta el fondo del aula para entablar una conversación con él.
—¡¿Alix?! —exclamó el pelirrojo sorprendido.
—¿A quién esperabas? ¿Al chico cara de gato? —pronunció Alix con una sonrisa torcida y tomando asiento a su lado, recostándose en la silla y poniendo sus pies sobre su lado del escritorio.
—Eh... ¿No?
—¿Ah? ¿De verdad esperabas a Adrien? Pues que mal amigo eres, Nath —dijo Alix haciéndose la ofendida mientras desviaba la mirada hacia el escritorio. Nathaniel se sintió nervioso porque los ojos de la chica se dirigieron hacia su cuaderno de dibujos, así que lo cerró de golpe.
La sonrisa en el rostro de Alix le hizo saber que fue una mala idea.
—Así que guardas un secreto, Nath —dijo Alix, sonriendo y acercando la mano al cuaderno de Nathaniel de forma lenta—. Quiero ver.
—¡No! —se negó rotundamente el pelirrojo, sintiendo sus brazos temblar bajo la mirada que le daba la joven de cabello fucsia—. No voy a mostrarlo ahora, no está terminado.
—Buena salvada, aunque no sé si funcionará —felicitó a medias Venom.
Alix pareció pensarlo mejor después de escuchar la excusa del pelirrojo.
—Entonces me lo muestras cuando lo termines —decidió Alix, guiñándole un ojo.
—¿Qué te mostrará? —preguntó Adrien, llegando con ellos luego de dejar sus cosas junto a Nino.
—Un secreto, tragapelos —respondió Alix, levantando la mirada para enfrentar el ceño fruncido de Adrien, la tensión entre ambos seguía siendo palpable para Nathaniel y Venom—. ¿Qué haces aquí?
—¿No puedo venir a ver a mis amigos? —Adrien se sentó sobre la parte del escritorio de Alix y recibió una mala mirada de su parte—. ¿Sigues molesta?
—Oh no, no estoy molesta en lo absoluto —le respondió con sorna.
Mientras el intercambio de palabras se realizaba, Nathaniel se centró en aquello que dijo Adrien. ¿De verdad eran amigos? ¿Habían pasado de ser solo compañeros de clase a amigos?
—Puede que, para el chico, ustedes siempre fueron sus amigos —añadió Venom a la oleada de pensamientos del pelirrojo. Aquella oración pronunciada por el simbionte significaba mucho para Nathaniel, que siempre tuvo una especie de relación cordial con sus compañeros, pero estaba seguro de que nunca llegó a una amistad fuerte con alguno.
—¿Somos amigos? —preguntó Nath muy nervioso, llamando la atención de Adrien y Alix.
—Claro que sí, Nathaniel —aseguró Adrien, sonriendo.
—Me ofende que lo preguntes, Nath —reafirmó Alix, dejando tranquilo al pelirrojo al ver que ellos sí estaban muy seguros de su amistad.
El pelirrojo sonrió y extendió la mano hacia ellos, Adrien entendió el gesto y lo repitió, poniendo su mano sobre la del pelirrojo. Ambos miraron a Alix y ella en vez de poner la mano, lanzó un golpe de puño que hizo sisear a los dos chicos y quejarse como princesas.
—¡Duele!
—¡¿Cuánta fuerza tienes?!
—La suficiente. —Sonrió Alix con suficiencia, inclinándose para sacar su cuaderno de apuntes de la mochila.
Nathaniel se sacudió la mano y procedió a sacar el suyo, haciendo a un lado su cuaderno de dibujo para ponerse a ello en una clase aburrida y prestar atención en la que más importaba. Después de todo, era Química y tenía un trabajo pendiente para el viernes, y con su compañera al lado, no podía quedar mal.
Las viejas puertas del laboratorio no se abrieron a la primera, en su tiempo eran de la última generación y pocas veces tenían esa clase de problemas. Eran un perfecto ejemplo de los estragos que causa el tiempo y la desaparición humana, las plantas que antes solo eran decorativas ahora cubrían buena parte de la pared y tenían las raíces incrustadas en los raíles de la puerta.
—Esto será más complicado de que lo pensaba —comentó Aarons, que era el encargado de dirigir esa operación en el abandonado lugar—. Habrá que tumbar la puerta.
—Creo que tenemos un cortador —mencionó uno de los miembros del equipo, eran solo cinco hombres excluyendo a Aarons, dos científicos y tres miembros de la Fuerza Secreta de Kingpin.
Cuando Kingpin le anunció a Aarons que tomaría parte de la pequeña expedición al laboratorio, este no se lo creyó en ningún momento, ¿por qué necesitarían soldados entrenados? En el laboratorio solo habría miles de hojas, frascos vacíos y ninguna fuente de peligro que requiriese su presencia.
El Grande le obligó a sentarse en un pequeño sofá y se puso delante, al lado de un televisor muy bonito y seguramente caro por su tamaño y curvatura.
—¡Señor, el cortador! —Otro miembro del equipo dejó el aparato en sus manos y lo sacó del recuerdo de la oficina, lo agradeció internamente y se dispuso a trabajar.
Se puso frente a la puerta y tomó unas gafas de protección de un bolsillo especial en su cinturón, se las puso y encendió el cortador láser con cuidado. Luego de unos minutos, empujó el trozo de puerta recortado y este cayó al interior, resonando por todo el lugar como una alarma.
—Bien, entren detrás de mí.
Aarons se adentró sin temor, acompañado por la luz del sol que cruzaba la puerta y el resto de los miembros del grupo. Sus botas pisaron un charco de agua con restos de plantas y algún que otro animal de laboratorio, de lo que era antes una entrada bien organizada y pequeña, solo quedaba un lugar cubierto de plantas, hongos y con charcos por todas partes.
—Esto no está muy limpio —mencionó Aarons, adentrándose más y tomando una linterna para iluminar las partes más oscuras, aquellas donde podían ocultarse viejos secretos de lo que hacían en aquel lugar—. Tengan cuidado con donde pisan.
Las esquinas a las que Aarons apuntaba tenían marcas de arañazos y sangre en ellas, por lo que, con cuidado, decidió evitar aquellos lugares que indicaban sutilmente una amenaza mortal para los ñoños que venían con él.
Después de que le dieran la misión, leyó los planos del edificio unas cinco veces antes de adentrarse. El lugar constaba con cinco plantas, dos superiores y dos inferiores. Arriba se concentraba todo el aspecto informático y burocrático del laboratorio, realizando gestiones, reuniones y proyectos con los que en su momento fueron los inversores.
La planta baja estaba dedicada a ser una especie de museo, el objetivo era mostrar investigaciones falsas que harían de tapadera a los verdaderos experimentos que se desarrollaban en las plantas inferiores, el laboratorio más grande y completo era el que se establecía en la cámara más profunda.
Caminaron un par de metros hasta que Aarons se detuvo en la primera intersección, a su izquierda las escaleras subían para las oficinas, y para la derecha estas bajaban a los laboratorios.
—Haremos dos grupos de tres, cada uno con un científico —explicó Aarons, tomando una parte de los planos y dejándola en el bolsillo de uno de sus mejores hombres—. Tú irás arriba, intenten recopilar toda la información posible.
—¡Sí, señor!
Con el grupo separado, Aarons intentó abrir la puerta de las escaleras inferiores.
—Mierda —siseó el hombre castaño, la puerta estaba muy dura y poco engrasada, no se movía ni siquiera dos centímetros antes de rechinar y caerle encima. Decidió intentarlo de nuevo, esta vez con ayuda de su compañero.
Las bisagras de la puerta produjeron un sonido horrible y doloroso de escuchar, pero lo aguantaron como pudieron y empujaron la puerta con fuerza, logrando abrir una abertura que el científico aprovechó para pasar primero.
Aarons fue el último en entrar, y cuando lo hizo la puerta volvió a cerrarse, dejándolos aislados del exterior y de la salida del edificio. Pero ya solucionarían ese problema después, aunque por si acaso, el hombre castaño sacó una botellita de otro de sus bolsillos y vertió el líquido sobre las bisagras.
Volvieron a ordenarse para bajar las escaleras, con la luz y la protección al frente. Los escalones eran más resbaladizos al bajar y se les notaba un desgaste mucho mayor que al resto. Las paredes tenían manchas de colores y la pintura corroída, lo que provocaba un olor directo capaz de marear a un trabajador normal.
Aquella zona del edificio ya no contaba con puertas de riel o sistema de iluminación natural, todo era artificial hasta cierto punto, incluso el aire del nivel más bajo era pasado por toda una maraña de ventilación y purificadores para poder reutilizarse.
El nivel del suelo bajo el último escalón era todo lo contrario a lo que Aarons creía que sería. No había suelo, todo era agua estancada y sucia que parecía poder disolverte con solo tocarla.
—Bien, cuidado al pisar, esta vez en serio —aconsejó Aaron, poniendo un pie y sintiendo como este se hundía—. Que asco.
Toco fondo y pudo mantenerse estable, el agua solo llegaba hasta sus rodillas y moverse no era tan complicado, pero aun así, debían ser cuidadosos.
Una interferencia se escuchó en el comunicador de Aarons, lo que descolocó por completo al grupo que avanzaba entre la oscuridad de aquella primera planta del laboratorio.
—¿Qué fue eso? —preguntó el científico, con la voz nerviosa y avanzando detrás de Aarons.
El hombre de la cicatriz levantó el puño para que hagan silencio, manteniendo la calma y escaneando el lugar tanto como podía hacerlo, el agua se mantenía tranquila hasta que ellos se movieron.
Dieron dos pasos y los obligó a detenerse, esperando a que las ondas en el agua desaparecieran, pero no lo hicieron. En el fondo y en la oscuridad más absoluta, Aarons escuchó una rasgadura en el metal.
—No estamos solos... —susurró muy bajito, haciéndole una señal a su compañero—. Quiero que salgan de aquí, y no miren atrás.
Tomó su arma con la mano y apuntó lentamente hacia donde escuchó aquel sonido, las ondas de agua comenzaron a hacerse presentes y a delatar la posición de aquello que se ocultaba.
—Ahora.
Con una señal, el compañero de Aarons y el científico corrieron directo a la escalera, lo hicieron tan rápido como pudieron en la situación, con el agua hasta las rodillas y evitando golpearse con objetos desperdigados en el fondo.
Aarons dio un disparo de advertencia y aquella figura finalmente salió de su escondite, era igual a la de la grabación, una joven de un largo cabello negro y sin ropa que caminaba a través del agua sin miedo. El disparo de Aarons le impactó en el abdomen y se notaba una mancha roja de sangre que caía por su pierna.
—Parece que los experimentos de aquí no son tan listos como pensaba —añadió Aarons, pensando que ya tenía a la presa en el bote, tal y como le pidió Kingpin.
La chica gruñó al verlo acercarse y dio un paso adelante, es entonces que los ojos de Aarons se abrieron con sorpresa y horror al presenciar el cuerpo de la pelinegra expulsar la bala y comenzar a cerrar la herida a una velocidad sorprendente.
—Creo que me cerraron la boca.
Aquella bestia pelinegra tenía los ojos inyectados en sangre y unos dientes muy afilados, se volvió a acercar a Aarons y este se puso en guardia, por lo que ella respondió alzando las manos.
—¿Qué harás ahora? ¿Arañarme? —preguntó sarcástico Aarons, sujetando un cuchillo de caza, en el video no se delataba nada de lo que aquel experimento era capaz de hacer, pero intuyó por las marcas de garras que tendría las uñas muy afiladas.
Con un gruñido gutural y profundo, dos garras de metal salieron de cada mano, abriendo la piel y soltando gotas de sangre que ensuciaron los nudillos de la pelinegra. Quizá en algún punto a Aarons le hubiese gustado una situación similar, pero ahora, se sentía en una película de terror.
Solo esperaba no ser la primera víctima.
Al acabar las primeras dos clases, Nathaniel salió al receso con una bolsa de galletas y mucha hambre. Se perdió en los amplios pasillos de la escuela por un minuto y llegó al comedor de la escuela, tenía algo de dinero para gastar y otro poco que ahorraría para comprar nuevo material artístico.
—Tengo hambre —le recordó Venom, haciendo que el pelirrojo se pusiera de inmediato en la cola y tomase una bandeja.
—Ya lo sé, espera un momento —le dijo Nathaniel en su mente, pasando por la señora encargada de alimentar a todo un grupo de estudiantes inadaptados y locos.
Nathaniel sintió una presión en su cuerpo al momento de pasar por la comida, tragando saliva y babeando inconscientemente al ver todos los platos repletos de carne a unos cuantos centímetros.
—¿Qué quieres, hijo? —preguntó la cocinera, observándolo con impaciencia.
—Deme carne —pidió Nathaniel, algo que sorprendió a los alumnos que estaban delante y detrás en la cola, que, si bien no lo conocían, siempre lo vieron comer de forma ligera a esta hora.
La mujer le sirvió un buen trozo de carne con salsa en un plato y esperó al siguiente en la fila, pero Nathaniel no se movió ni un ápice.
—¿Qué quieres?
—Deme más carne.
Algunas quejas se escucharon en la fila, pero a Nathaniel no le importó, la mujer del comedor puso los ojos en blanco y le dio una buena ración más de carne para su almuerzo.
—Ahora vete.
Al salir de aquel lugar con su bandeja, Nathaniel se sentó en su sitio alejado de siempre y babeó al ver tanta carne apilada sobre su plato, tantos olores y tan distintos sabores que tenía ganas de probar.
—¡Dame carne! —gruñó Venom en su mente, obligando a Nathaniel a tomar un tenedor y pinchar el trozo más jugoso de filete. Se lo metió a la boca de golpe y se lo tragó del tirón sin siquiera poder masticarlo.
—Eso... me va a destruir —murmuró Nathaniel, tosiendo un poco y bebiendo de su refresco de naranja que incluía la comida de la cafetería—. Déjame masticarlo.
—Qué débil —masculló Venom, riendo mientras Nathaniel procedía a cortar la carne para poder comerla de forma tranquila.
—Cállate —respondió mentalmente el pelirrojo.
—¿Ya pensaste en lo que te dijo esa chica? —preguntó Venom, ansioso por oír la respuesta de su huésped. Luego de aquella conversación en el edificio abandonado, la postura de huir de Nathaniel flaqueó en su siguiente conversación con Alix.
—Alix suele decir muchas cosas... —musitó Nathaniel, terminando aquel filete y tomando uno nuevo de la pila—. Pero, no quiero terminar muerto, Venom.
—¡Pero juntos podemos acabarlo!
—Tengo muchas cosas que hacer, quiero publicar un cómic, estudiar Bellas Artes...
—Huyendo no conseguirás nada de eso, Nathaniel —sentenció el simbionte, repitiéndole al pelirrojo lo mismo que le dijo Alix en aquella cafetería después de la revelación.
Él no era de los que peleaban o se enfrentaban a sus problemas, desde pequeño siempre huyó de aquellos que buscaban molestarlo por su color de pelo o sus primeros dibujos. Su mamá estuvo allí en cada momento para darle un amoroso abrazo e irse a casa.
—Nathaniel.
Incluso al escuchar aquella voz, lo primero que quiso hacer fue huir.
Marinette se sentó frente a él y le dirigió la mirada, Nathaniel notó en ese mismo instante que vestía ropa diferente de lo usual, pero supuso que no era raro viniendo de alguien que se la pasaba diseñando, en algún momento debía probar sus creaciones.
—Hola, Marinette. —Nathaniel devolvió el saludo, pero sintiéndose como un zorro bajo la atenta mirada de un depredador, todo su cuerpo gritaba que huyera del lugar si no quería salir más lastimado.
—¿Cómo estás?
Nathaniel se fijó en ella, estaba claro que no se sentía cómoda sentándose allí y hablando con él, no tenía que hacerlo solo para recordarle lo que ocurrió.
—Estoy bien, Marinette —respondió apresurado y metiéndose la mitad de un filete a la boca, masticando con pesadez y evitando con toda su voluntad observarla como un idiota enamorado.
—¿Qué tienes contra esa chica? —preguntó Venom con suma curiosidad, el primer día dentro de su huésped estuvo vigilándolo para aprender todo lo posible antes de su aparición. Recordaba lo cursi que era el chico con su madre, pero también el cómo miraba a esa chica de coletas.
—Es una larga historia —respondió Nathaniel en su mente y con un ligero temblor en sus manos, no le gustaba recordar eso, y no lo haría para evitar que Venom viera sus recuerdos como una película de Christopher Nolan.
Volviendo a la realidad, se fijó en que Marinette se veía algo ansiosa, ¿de verdad quería decirle algo? Decidió intentar romper el hielo y la ligera tensión que le hizo dejar la mitad de los filetes sin tocar sobre la bandeja.
—Linda ropa, ¿la diseñaste tú?
Marinette pareció ruborizarse ante aquel comentario.
—Oh, ¿esto? No, no, fue un regalo —respondió negando con la cabeza y acomodándose un poco aquella blusa que le quedaba tan bien—. Ya me gustaría diseñar algo así.
—La última vez vi que tus diseños eran muy buenos —murmuró Nathaniel, bajando la mirada y tomando la otra mitad de filete que le faltaba, cortándola en pedazos pequeños.
—Gracias —dijo Marinette con la mirada fija en la mesa, toqueteándola con sus uñas.
Ese era el momento que había esperado Nathaniel para poder ser directo con ella, decirle todo lo que se guardó aquel día en la Plaza de la Concordia. Apretó los puños y los labios, sintiendo unas ganas irrefrenables de levantarse y gritarle un par de cosas a la cara.
—¡Hazlo! —rugió Venom en su interior.
Sin embargo, algo sonaba mejor, mucho mejor, bajó la cabeza hasta que su flequillo le cubrió el ojo en su totalidad.
—Y dime, ¿de qué querías hablar, Marinette? —preguntó el pelirrojo levantando la cabeza, mostrando sus ojos de un tono turquesa tan vacíos como la inmensidad del universo.
—¿Yo? ¿Hablar? Solo quería ver cómo estaba un amigo —respondió ella de forma nerviosa, Nathaniel se mantuvo quieto e inexpresivo, era tan raro eso en él que la propia Marinette sintió escalofríos.
—Marinette, dudo mucho que tengas la más mínima intención de venir a ver como estoy si no es porque tengo algo de tu interés —declaró Nathaniel, arrastrando ciertas palabras y dándole un tono oscuro a su voz—. Así que déjate de tonterías y sé sincera.
—Quería hablar contigo sobre lo de aquel día —reveló Marinette, sintiéndose muy nerviosa por aquella faceta de Nathaniel que nunca había visto.
—Lo que pasó allí fue algo que quedó zanjado —comentó Nathaniel, levantándose de la mesa y tomando la bandeja con una sola mano. Se llevó la otra al cabello y realzó su flequillo con una elegancia mortal que provocó una oleada de suspiros de parte de algunas chicas de grados menores.
—Pero, Nath...
—Quedó zanjado, y cito: "No estaría con alguien como tú"
—¡No me refería a eso, Nath! —exclamó Marinette, cubriéndose la boca al ver que llamó la atención de todos en el comedor, que ya se estaban juntando para recibir el chisme.
—Y pediré amablemente que deje de llamarme Nath, porque en lo que a mí me concierne, usted y yo no tenemos ninguna relación, señorita Dupain-Cheng —culminó el pelirrojo, dando una reverencia y alejándose del comedor, no sin antes dejar la bandeja en su sitio.
Caminó un par de metros más y al salir del comedor, se recostó sobre la pared y comenzó a respirar agitadamente. Sus ojos recuperaban su color normal y la actitud de hace unos minutos desaparecía sin dejar rastro.
—¡¿Qué fue eso?! —exclamó asustado Nathaniel, comenzando a moverse de forma errática por los pasillos en dirección a su salón de clases.
—Ya está pasando de nuevo... —habló por lo bajo Venom, dejando al pelirrojo con la duda y sin respuestas claras.
Nathaniel sacudió la cabeza y decidió salir corriendo en dirección contraria hacia un lugar para poder pensar mejor.
Aarons se echó hacia atrás y soltó el mango de lo que antes era un cuchillo de caza comprado en Rusia. La hoja se partió al más mínimo contacto con las garras de aquel experimento y cayeron en las turbias aguas que cubrían la planta baja.
—Mierda.
La chica frente a él le gruñó y mostró sus colmillos, su comportamiento no la hacía diferente de un animal salvaje moviéndose detrás de la jaula de un zoológico en venta.
Aarons se llevó la mano al comunicador y presionó un botón especial que le haría saber a los compañeros de pisos superiores que necesitaba toda la ayuda posible.
Hizo un recuento mental de todo lo que llevaba encima, su pistola y cuchillo ahora descansaban cortadas y en el fondo del pequeño mar oscuro. A parte de sus comunicadores, munición extra que ahora mismo le era inútil, la linterna y las llaves del auto, no tenía nada para defenderse.
Dio un par de pasos atrás, preparado para sujetarse del barandal de la escalera y salir del agua de un solo impulso en caso de cualquier ataque.
—¡Comandante! —gritaron desde el piso superior, Aarons escuchó la puerta abrirse de par en par y a unos cuantos hombres bajar con rapidez hacia su ubicación.
—¡Alto! ¡No bajen hasta que les diga! —ordenó Aarons, enfrascado en un duelo de miradas con la chica pelinegra, que tensaba los músculos de su brazos y el abdomen al respirar.
Kingpin la definió como uno de los más grandes proyectos de la ingeniería genética, luego el video del científico a cargo se encargó de confirmarlo. El metal inyectado en sus huesos, las modificaciones musculares para poder hacer de sus brazos y piernas unas máquinas de matar, todo estaba premeditado con antelación.
—¡Jason! —llamó Aarons, intuyendo que uno de los miembros de aquel grupo era el encargado de traerle el arma especial que necesitaba.
—¡Aquí estoy, señor! —respondió el integrante que Aarons buscaba, por lo que sonrió.
—¡Ven aquí! Y no hagas ningún movimiento brusco —ordenó Aarons, bajando la voz en su siguiente instrucción para no alertar los oídos del sujeto de prueba.
La chica gruñó de nuevo y se movió a través del agua, Jason llegó justo con su comandante y se quedó boquiabierto al verla. El cadete no debía superar los veintidós años, y era una vista que nunca habría esperado ver hasta mucho más adelante.
—Concéntrate, y pásame el arma —dijo Aarons, frunciendo el ceño ante los gruñidos de la pelinegra, que movió los brazos con agresividad y dio pasos en su dirección.
—Sí... ¡Sí! —Jason preparó el rifle y se lo pasó de inmediato, Aarons se colocó con cuidado y puso la munición que tenía en su bolsillo. Dispararle al cuerpo era inútil, la chica se regeneraba con rapidez y las balas eran expulsadas al agua.
—Quizá si le doy a la cabeza... —musitó el hombre castaño, levantando el arma y recibiendo una pequeña marejada de agua—. Joder.
Aarons apuntó con el arma y dio un disparo, sin embargo, en vez de hacerlo a la cabeza, decidió hacerlo un poco más abajo, en la clavícula.
La chica reaccionó de inmediato y levantó el brazo donde la bala se incrustó de inmediato y la hizo sisear de dolor. Soltó un gruñido y rugió con molestia, tal y como lo sospechó, la bala tardó un poco en salir y caer al agua.
Es entonces que ella se lanzó a atacarlo, se movió en el agua con una rapidez increíble y preparó sus garras para rebanarle la cabeza. Sin embargo, Aarons sonrió y en cuanto la tuvo a tiro, le impactó con su disparo justo en la frente.
Con un gemido de dolor y un golpe sordo, el cuerpo de la pelinegra quedó flotando en el agua, con la bala incrustada entre sus cejas y los ojos en blanco.
—¿Está muerta? —preguntó Jason, asomándose por la barandilla de escalera.
—No, solo inconsciente —dijo Aarons, suspirando de alivio y regresándole el rifle a Jason, que volvió a subir de inmediato con el resto de sus compañeros.
Aarons atrajo el cuerpo de la pelinegra tomándola por los hombros y la subió a la escalera, se quitó la chaqueta militar y la usó a modo de manta para cubrir su cuerpo desnudo. No era que lo hiciese por compasión, sus motivos eran secretos y no se los diría a nadie.
Esperó a que bajase el resto del equipo para poder subirla, lo hicieron con cuidado y sujetando los brazos para evitar lastimarse con las garras. Volvieron a la intersección donde el equipo original se separó y caminaron a la salida.
Una vez en la puerta, Aarons ordenó que la subieran al vehículo y la asegurasen como pudieran, si tenían que darle alguna sustancia para dormirla por más tiempo lo harían para evitar que rodasen cabezas por la calle.
—Tengo un trabajo pendiente —dijo Aarons mientras entraba de nuevo al laboratorio y se dirigía a los pisos de abajo. Volver a poner los pies en el agua le hizo recordar que las botas no resistirían mucho tiempo, el agua ya se filtraba y le mojaba los calcetines y algo del equipo de protección.
Se dirigió al interior del recinto oscuro y usó la linterna, iluminando los pasillos llenos de agua para poder reconocer la puerta en la que debía entrar. Tardó algunos minutos, hasta que reconoció las palabras correctas en la última puerta de todas.
—Sí que querían esconderlo todo —mencionó el hombre castaño, empujando la puerta, esta no opuso ningún tipo de resistencia, por lo que, al abrirla, el escenario del crimen perfecto apareció frente a sus ojos.
En la pared contigua, cuatro cápsulas gigantescas repletas de tubos y cables tenían los cristales rotos y restos de sangre en su interior. Aarons avanzó hacia una mesa central que aún poseía cientos de recipientes con líquidos de colores en su interior.
Se llevó una mano al bolsillo derecho y sacó una pequeña cámara de fotos, un modelo que apenas tenía capacidad para cinco imágenes antes de reiniciar su memoria. Kingpin le había pedido fotos de la zona importante del laboratorio, y se las daría.
Luego de tomarlas todas, emprendió el camino de regreso a la salida, donde su equipo lo esperaba listo para llevar al experimento sobreviviente con El Grande.
Fin del capítulo
Y este es el final, quizá sea más corto que el anterior, hemos visto solo dos puntos de vista en todo el capitulo, pero creo que estuvo bien para mostrar cosas que pasaron y pasarán en un futuro. Por un lado, Nathaniel tiene un problema cuando Marinette apareció, por el otro, Aarons y su equipo tienen al experimento perfecto que diseñaron para El Grande.
Por cierto, comento que estamos a la mitad del arco de Nathaniel y Kingpin.
¿Qué será lo siguiente? Les invito a dar sus teorías, con todo esto, un saludo y hasta la próxima.
