Feliz año nuevo para todos, espero que este sea uno muy bello y bonito para ustedes, que logren cumplir sus metas y estén un paso más cerca de sus sueños. Ahora sí, llegamos a este punto de la historia. Simbionte en París no va a terminar aquí, solo es el final del primer arco, así que tranquilos. Cuando esto termine me tomaré el tiempo de incluso nombrar capítulos y añadirles alguna que otra cosa o incluso corregirlos un poco. Y luego vendrá la segunda temporada. Con todo eso dicho, espero lo disfruten, ya saben que me gusta leer sus comentarios.
"La única diferencia entre el éxito y el fracaso es la capacidad de actuar"
—Alexander Graham Bell.
Nathaniel frunció el ceño y esquivó un tajo directo al rostro, dio un giro y se movió hacia la izquierda para volver a tomar distancia contra su enemigo. Aarons jadeó de nuevo y movió el cuchillo entre sus dedos.
—Eres mucho más veloz que antes —reconoció el adulto, sonriendo de tal forma que la cicatriz en la mejilla se le distorsionaba. Nathaniel logró reconocer una figura animal, aunque era demasiado probable que su lado artístico estuviese haciendo de las suyas.
—Un cuerpo más delgado ayuda para estos casos —respondió Venom, creando una boca para poder hablar en la mano de Nathaniel.
—No hagas eso, es asqueroso —reclamó el pelirrojo, agitando su mano izquierda para que Venom dejase de hacerlo y volviese al interior—. Ya es suficiente con este loco.
—No estoy loco, solo busco una revancha —gruñó el hombre, claramente ofuscado por un recuerdo de su encuentro anterior con el simbionte. Nathaniel no sabía por qué tenía que seguir pagando por lo que sea que ocurriese por acciones propias de Venom, pero no podía echarse atrás.
Después de todo, él decidió asumirlo, le dijo a Adrien que escapase con el inhibidor y fuera con Alix. Rogaba que su madre estuviese segura con su amiga.
—No sientas miedo, Nathaniel —le dijo Venom en su mente, pues el traje volvió a vibrar y se descontroló por un momento.
—Claro, ya me siento más tranquilo —musitó el pelirrojo, tragando saliva y observando los movimientos de la mano de Aarons en cámara lenta.
El hombre castaño se lanzó de nuevo hacia el ataque, Nathaniel captó el movimiento con mucha facilidad y esquivó las puñaladas sin esfuerzo alguno. Aarons cambió su plan inicial y dio una patada.
Un impacto leve mientras el pelirrojo esquivaba le hizo dar una voltereta para cambiar su trayectoria. Nathaniel esperó resentirse del dolor, pero el propio traje estaba intacto.
—Ese golpe no fue tan fuerte —explicó Venom—. Ahora, muévete, no puedes esquivar por siempre.
Y en eso tenía razón, Aarons se volvió a lanzar al ataque con el cuchillo sujetado hacia abajo para lanzarle un tajo directo al rostro. Nathaniel logró agacharse y lanzar un puñetazo hacia el abdomen del adulto.
—Mierda... —escupió Aarons, siendo lanzado hacia atrás y rodando por el suelo antes de volver a ponerse en pie. Aquel golpe sí había dejado un gran daño a su traje, exponiendo un chaleco protector que apenas se notaba con la ropa puesta, por lo que debía ser ligero y hacer muy bien su función.
—¿Cómo? —se preguntó Nathaniel, observando sus manos y apretando los puños—. Soy fuerte...
—Tienes la fuerza proporcional de una araña, si le das muy fuerte le volarás la cabeza —explicó Venom, soltando una risa en la mente del pelirrojo—. En esta situación deberías considerar hacerlo, aunque tus brazos de fideo quizá no lo aguanten.
Aarons se levantó renqueante y se sacudió el traje, apretando los dientes y aguantándose lo que debía ser un dolor que en frío se sentiría como un atropello.
—Eres incluso más fuerte —escupió Aarons, entrecerrando los ojos y arrugando sus facciones, el cuchillo cayó de su mano y en su lugar, desabrochó un arma de su cinturón, a simple vista parecía un palo de color negro. Pero este se extendió hasta convertirse en algo similar a una lanza eléctrica.
La nueva serie de golpes se inició, Nathaniel repelía el impacto directo de la lanza con sus antebrazos y esquivaba ágilmente, de vez en cuando aprovechaba para dar un par de golpes directos a la armadura de Aarons.
—No le estoy haciendo nada —reclamó mentalmente el pelirrojo, gruñendo al bloquear otro impacto de la lanza, la punta esta vez estuvo más cerca y Venom se estremeció.
—Porque estás golpeando como una niña —soltó Venom de golpe, quejándose debido al roce con la electricidad.
—¡Ah, merde! —maldijo el pelirrojo, frunciendo ligeramente el ceño y comenzando a golpear con más fuerza el abdomen de Aarons. La armadura se desgastaba, pero no tanto como creyó en un inicio, ese material debía ser increíblemente resistente.
Debía pensar en cosas diferentes, analizar la situación de otra forma y pensar rápido, Aarons pronto detendría sus acometidas y adoptaría una postura de combate diferente.
Sus ojos turquesa se movieron con rapidez para analizar diferentes puntos de su enemigo, sus pupilas se dilataron al sentir que la lanza se acercaba de forma peligrosa y una abertura aparecía en aquel momento.
Agachándose, puso una mano en el suelo y se lanzó hacia adelante, asestó un rodillazo en el costado de Aarons y lanzó una telaraña hacia adelante para volver a adoptar una postura de ataque.
Y a Nathaniel se le encendió la bombilla.
Aarons se recompuso del golpe y volvió a lanzarse hacia él, estaba claro que se encontraba cegado por su sed de venganza o lo que sea que tuviese contra Venom. Sus golpes iban cargados de fuerza, pero de poca estrategia, al menos hasta ese momento.
Nathaniel observó como el hombre castaño se acercó a uno de los estantes vacíos y tiró un recipiente hacia el suelo, el líquido se veía ligeramente espeso, expandiéndose con lentitud, todavía demasiado lejos del pelirrojo.
Aarons mojó la punta de la lanza con aquel liquido y se acercó a Nathaniel, el pelirrojo se apresuró a lanzar dos telarañas cerca de él y acercarse de golpe como un resorte.
Se enzarzaron en una serie de golpes que el adulto cubrió a duras penas, pues los movimientos de Nathaniel parecían volverse cada vez más rápidos.
—Sí, esto es lo que buscaba —susurró Venom en su mente, Nathaniel no le prestó la más mínima atención, pues se impulsó en el pecho de Aarons, dio una vuelta en el aire y pegándose con una telaraña al propio comandante, se acercó con las piernas extendidas y lo lanzó hacia el estante, partiéndolo en pedazos.
Aterrizó y sintió que sus pies tocaban aquel líquido derramado, se alejó de inmediato al notar que se encontraba muy caliente.
—¿Qué es esto?
La risa quejumbrosa de Aarons se escuchó por toda la habitación.
—Parece que es el mismo compuesto que utilizaron en las cabinas de incubación, no leí todas sus especificaciones, pero sí sé una cosa...
Aarons acercó la lanza eléctrica al suelo y Nathaniel abrió los ojos, Venom se agitó y el pelirrojo no supo entender la razón.
—¡Aléjate, Nathaniel! —exclamó el simbionte en su mente.
—Esto... ¡Conduce muy bien! —gritó Aarons, apoyando la punta en el suelo y provocando que las chispas saltasen en dirección al pelirrojo. Nathaniel sintió su cabello erizarse e intentó dar un salto. La electricidad lo alcanzó y lo hizo caer al suelo, abrazándose a sí mismo y gritando de dolor mientras Venom se revolvía y dejaba libres del traje varias partes del cuerpo del artista.
Nathaniel cerró los ojos con fuerza y se sujetó el estómago, aquella sensación tan dolorosa que iba de adentro hacia afuera le impedía ponerse de pie. Venom dejaba de recubrirlo poco a poco y se separaba de él, pronto volvería a ser el inútil Nathaniel, aquel que no tenía el valor de hacer nada por sí mismo.
Jadeó con fuerza y sintió que sus propios músculos se contraían de forma involuntaria, debía alejarse ya, tenía que hacerlo.
Levantó el brazo izquierdo a duras penas y lanzó una telaraña hacia el techo, imaginó en su mente que esta lo atraía como una cuerda con una polea en uno de los extremos. La sensación de parálisis le impedía pensar con claridad, pero no imaginar cosas.
—¡Es inútil! —jadeó Aarons, acercándose por un lado mientras balanceaba la lanza con una sola mano.
Nathaniel sentía que poco a poco Venom lo abandonaba, pero deseaba tener fuerzas para ese intento, era su única carta para escapar de aquella jaula de electricidad que lo aprisionaba.
Rogaba internamente que funcionase, cerró los ojos y tensó la telaraña que rodeaba su muñeca izquierda, tomando impulso y siendo arrastrado hacia el techo de aquel piso del laboratorio.
—¡Casi nos derrotan, niño idiota! —regañó Venom en cuanto estuvieron pegados al techo y este volvía a formar el traje a su alrededor.
—Lo siento, no conocía tu debilidad a la electricidad... —musitó el pelirrojo, sosteniéndose el pecho con una mano e intentando calmar su acelerado ritmo cardíaco.
—Da igual, solo no dejes que ese cabrón vuelva a separarnos.
Aarons rondaba el suelo totalmente mojado como un león esperando a que su presa cayese del árbol, luego de verlo por un par de segundos, Nathaniel creía que debió ser algún cazador que Kingpin contrató para ir por la gente que no le pagaba o algo similar.
—No hay que tocar el suelo... —susurró Nathaniel, sonriendo y apoyándose en el techo, liberando sus dos manos y preparándose para su ataque.
Lanzó dos telarañas que Aarons interceptó con su lanza, a Nathaniel no le importó y salió impulsado desde el techo hacia el cuerpo del adulto. Aterrizó sobre la lanza y el hombre castaño soltó un gruñido.
—¿Qué crees que haces? —farfulló Aarons, aguantando la lanza sostenida en horizontal mientras Nathaniel apoyaba ambas manos en su cabeza.
—Demostrarte que a pesar de todo lo que hagas, estoy fuera de tu liga... —habló el pelirrojo, sin embargo, su voz salió mezclada con la de Venom, casi como si los dos fueran parte de un mismo ser.
Apoyándose en la cabeza castaña de Aarons, la llevó hacia abajo, pegó un salto y girando en el aire, lanzó una telaraña hacia la espalda de su enemigo, llevándolo al suelo de forma contundente.
El pelirrojo no lo dejó descansar, sus ojos se volvían rojos, abandonando el bello tono turquesa tan habitual en ellos. Aarons se levantó como pudo y Nathaniel se apresuró a tomarlo de los hombros y lanzarlo nuevamente al destruido armario.
—Ahí te vas a quedar —sentenció el pelirrojo, lanzando un par de telarañas para asegurar la prisión de Aarons.
El hombre castaño gruñía e intentaba salir de aquel capullo oscuro que Nathaniel usó para encerrarlo. Los golpes tendrían que comenzar a afectarle luego de estar detenido por un rato, pero sin duda, aunque no hubiese sido una pelea tan dinámica, le servía para poder ir con sus amigos.
Nathaniel suspiró y sintió que su cuerpo se resentía de la actividad física realizada, comenzó a caminar hacia la puerta para poder salir de aquel lugar e ir directo a casa.
Tocó la puerta para poder abrirla y una descarga eléctrica le atacó, sacándole un grito gutural y horripilante. Venom se retrajo y volvió al interior del pelirrojo para intentar resistir las acometidas de la electricidad.
El dolor le hizo caer hacia atrás y al suelo, abrazándose mientras se doblaba sobre mí mismo para intentar mitigar aquel horrible dolor que le provocaba sentir sus extremidades entumeciéndose y siendo rotas por dentro.
—Así que... tú eres Nathaniel Kurtzberg —pronunció una voz sobre él, acompañada del sonido de la puerta abriéndose y varios pasos entrando a la habitación. Logró alzar la cabeza para poder ver a un chico rubio de cabello desordenado y unos ojos verdes que lo analizaban de forma despectiva.
Solo pudo pensar en que aquel chico, en verdad se parecía a Adrien. Aquel rubio hizo un gesto y de pronto sintió una punzada en su costado izquierdo, su visión se volvió borrosa y cerró los ojos mientras perdía la conciencia.
Adrien despertó debido al dolor en su espalda. No sentía para nada el interior de su boca, normalmente solía lavarse los dientes antes de dormir para evitar hacerlo con aquella horrible sensación que te daba el tenerla llena de comida.
Sus ojos verdes enfocaron lo que debía ser el techo de la casa de Nathaniel, pues estaba lleno de figuras pintorescas que te abstraían de la realidad al verlas por demasiado tiempo. Su espalda chocaba con el respaldo del sofá y aquello le estaba matando de dolor e incomodidad.
—Ah... —se quejó el rubio, intentando acomodarse y sintiendo un peso sobre su cuerpo, bajó la mirada y se topó con el rostro de Alix, que dormía plácidamente abrazada a él. Sus mejillas tenían pequeños rastros de las lágrimas soltadas la noche anterior, y Adrien se sintió terrible por ello.
—Alix... —susurró el rubio, pasando una mano por el cabello fucsia que ya empezaba a decolorarse, pronto se volvería blanco y finalmente retomaría su color natural. A no ser que aquellas raíces más oscuras que le veía a su amiga delincuente significasen algo.
La patinadora se revolvió sobre él y se volvió a acomodar, Adrien puso los ojos en blanco y comenzó a escurrirse hacia un lado, tomó un cojín del suelo, que, por cierto, estaba repleto de ellos, y lo usó para intercambiarse.
Alix pasó a abrazar el cojín mientras Adrien apoyaba medio cuerpo en el suelo y comenzaba a pasar sus piernas por debajo con sumo cuidado. Lo logró e hizo un gesto de victoria con la mano.
Se levantó y se percató de que se encontraba descalzo, sus calcetines blancos no harían tanto ruido, por lo que podría caminar sin cuidado. La alfombra del centro de la sala tenía rasgaduras y los cojines por todas partes. El otro sofá estaba golpeado y deformado de arriba, Adrien recordó lo ocurrido luego de llegar a la casa y se acercó para verificar que el tipo seguía atado y amordazado.
No era lo más ético, y menos siendo un héroe, pero las cosas eran más serias que de costumbre.
Caminó hacia la cocina, donde el inhibidor reposaba en una alacena superior. Lo ignoró al menos por el momento, no podría hacer nada si tenía el estómago vacío, y confiaba en que Nathaniel llegaría o mandaría al menos una señal. Si aquello no ocurría, entonces sería momento de actuar.
Abrió la nevera y se dispuso a tomar ciertos elementos para intentar hacer un buen desayuno. El frío le hizo tiritar y recordar que solo llevaba una camiseta negra, su camisa tendría que estar tirada por alguna parte de la sala y aquello su padre se lo reclamaría por siempre.
Procedió a encender la cocina y hacer un par de huevos, Nathalie le enseñó a cocinarse mientras su padre se la pasaba en largos viajes de negocios, por lo que nunca se enteró de ello. Seguramente seguía pensando en que tendría que contratarle a una persona que lo hiciera.
Comenzó a silbar de forma inconsciente mientras preparaba el desayuno, centrado en su trabajo mientras se dedicaba a admirar el cielo en contadas ocasiones por la ventana de la cocina. ¿Cuántas horas habían pasado ya desde que salió de casa para meterse a ese loco laboratorio? ¿Siquiera le había avisado a Nathalie? Estaba seguro de que ella estaba preocupada por su situación, por lo que sacó su teléfono del bolsillo para verificar cuantas notificaciones tenía.
Fue tal y como lo pensó, había al menos treinta llamadas perdidas de parte de Nathalie, suspiró y observó la seguidilla de mensajes que le había enviado la mujer, los primeros eran de preocupación y los últimos harían temblar al mismísimo Hawk Moth.
Mamá Nathalie:
—¡Adrien, mierda! ¡Dime dónde estás o te castigaré de por vida!
—¡¿No estarás con la delincuente esa o sí?!
—¡Adrien, estás castigado!
Esa mujer sí que daba miedo enojada, pero la quería, por lo que puso el teléfono a un lado y le hizo una videollamada para que ella viese que se encontraba sano y salvo. Y cocinando.
—Hola, Nathalie —saludó en cuanto el rostro serio de la mujer se hizo presente en su teléfono.
—¡Adrien, eres un mocoso malcriado! ¡Mira que irte sin avisar y preocuparnos toda la noche! —regañó la mujer con la mirada llena de furia y despotricando.
—Lo siento... De verdad, solo era un proyecto en casa de Nathaniel y nos quedamos dormidos sin querer —mintió el rubio con la voz temblorosa a causa de los gritos de la mujer, no siempre podía convencer a Nathalie de calmarse, esperaba que esta vez lo lograse.
—¡No vuelvas a hacer eso! ¡¿Me entendiste?!
—¡Sí, señora!
—No saldrás en dos semanas y te tocará ayudarme con mis tareas —siguió hablando la mujer en un tono más calmado.
—Sí, señora.
—Y llevarás a Cindy a la escuela todos los días sin falta.
—Sí, señora.
—Bien. —Nathalie sonrió complacida, al menos hasta que notó la sartén que el rubio sostenía con una mano—. ¿Estás cocinando?
—Oh, esto, sí, he sido el primero en despertar —sonrió con nerviosismo el rubio.
—Bueno, está bien —aceptó Nathalie, acomodándose las gafas con los dedos—. Hoy no llegues tarde a casa.
—No lo haré...
Las palabras de Adrien se atragantaron cuando sintió un par de brazos pasar por su cintura y recorrer su torso hasta arriba.
—Buenos días, cariño —saludó Alix, sonriendo de forma dulce y con leve coquetería, besando al rubio en la mejilla y poniéndolo más rojo que el cabello de los dueños de la casa.
Adrien ladeó la cabeza para ver a su amiga y ella le dio un toque nariz con nariz.
—¡Adrien! —exclamó Nathalie desde el teléfono, sorprendida y escandalizada por la actitud de aquella chica a la que ya tildó de posible delincuente en su primera visita a la mansión.
—Eh... no es lo que crees —balbuceó el rubio.
—Oh, no la había visto —pronunció Alix, apegándose al rubio y observando a Nathalie a través de la videollamada—. Disculpe si me lo robo un momento, pero debemos hacer un par de cosas, no sé si me entiende.
La patinadora hizo un pequeño movimiento de cadera y se mordió el labio inferior, Adrien sintió que la cabeza le daba vueltas y observaba como Nathalie parecía querer escupir fuego.
Alix se adelantó un poco y la visión hizo que Adrien se sintiese como en una sauna, el hecho de que su amiga solo vistiese la que era su camisa y un pequeño short no ayudaba en nada.
—Así que, le agradecería que cortase la llamada si no desea ver algo inoportuno, y no se preocupe, prometo que se lo cuidaré bien —dijo Alix relamiéndose los labios y llevando una mano al borde del pantalón del rubio, haciendo el ademan de desabrochar su cinturón.
—Adrien... —pronunció Nathalie, con una mirada de muerte en su rostro.
—¿Sí...? —balbuceó el rubio, tragando saliva y con las orejas rojas.
—Estás castigado... de por vida.
La llamada se cortó y dejó a los dos sumidos en silencio. Al menos hasta que Alix rompió en carcajadas y tomó al rubio del cuello mientras le revolvía el cabello.
—¡Su expresión fue tan divertida de ver! —exclamó con euforia la patinadora, doblándose de la risa y secándose alguna lágrima falsa, más por costumbre que otra cosa—. ¡Quería hacer eso desde hace mucho!
—¿Cómo...? —musitó el rubio, sintiendo que el color rojo de su rostro ahora solo enfatizaba lo avergonzado que se sentía.
—Está bien, no desde hace mucho, pero sí desde que me miró mal la otra vez —explicó Alix, sentándose sobre uno de los muebles de la cocina y observando a Adrien llevarse las manos a la cabeza.
—¡Me va a matar! —se lamentó el rubio.
—No te va a hacer nada —desestimó Alix, haciendo un gesto que Adrien ignoró por completo para seguir lamentándose.
—Me va a matar y colgará mi cuerpo de la Torre Eiffel... —repetía el rubio mientras movía la cabeza a ambos lados.
Bajó la cabeza y la hubiese mantenido en esa posición de no ser porque sintió los pies de Alix sobre su cabello.
—Eres un exagerado —comentó la de cabello fucsia, moviendo las piernas para revolver su cabello rubio con los pies, no pudo evitar fruncir el ceño y levantar la cabeza para enfrentarse a su amiga. Pero la vista inferior de sus piernas lo ruborizó de nuevo y le hizo bufar—. Ah, ya entiendo, el gatito se está emocionando...
—¡Claro que no! —Adrien se levantó y sacudió la cabeza.
—¡Es mi venganza por dejarme durmiendo sola! —se burló Alix, dejando en paz a su amigo rubio para acomodarse sobre donde estaba y tomar un pote de galletas sobre el refrigerador.
—Tu venganza ha terminado con mi vida escolar —susurró haciendo un puchero el rubio, volviendo de inmediato a tomar la sartén y apagar la cocina antes de que todo valiera madres.
—Claro que no, igual es nuestro último año, no puede ocurrir nada peor a lo de ahora —habló Alix, bajando la voz cuando llegó a la última parte de su oración y tomando una galleta—. ¿Regresó...?
—No... —respondió Adrien, sirviendo el desayuno en dos platos y pasándole uno—. Un Omelette.
—Gracias.
Se dedicaron a tomar el desayuno en silencio y con mucha calma, Adrien siguió revisando su teléfono para intentar revisar noticias, lo último que salía era la gran primicia de que Chat Noir era un prófugo de la justicia. Eso no le hacía bien a su imagen de héroe, pero ya no importaba.
El resto de las noticias fueron cosas sin importancia, realmente no sabría qué fue de Nathaniel al menos hasta interrogar al tipo de antes.
Tendrían que hacerlo.
Alix fue la primera en terminarlo, abrió el refrigerador estirándose y tomó una botella de yogur que bebió de golpe.
—Al menos usa un vaso —añadió Adrien al ver la escena—. Y no vayas a ensuciar mi camisa.
—Tranquilo, no lo haré —sonrió Alix, limpiándose un poco de hilillo de la bebida con la manga y provocando que Adrien frunciera el ceño—. Ups.
—Ya quédatela.
—¡Gracias! —sonrió Alix, estirando un brazo para llamar al rubio.
—¿Qué haces? —preguntó Adrien consternado, también terminando su desayuno y limpiándose con una servilleta.
—Agradecerte, ven.
—Ah, está bien.
Adrien soltó una pequeña risa y se acercó a su amiga, Alix entonces estiró las piernas y rodeo al rubio con ellas, atrayéndolo con una fuerza que provocó que el abdomen de Adrien golpease con el borde.
—¡Qué fuerza! —sollozó de dolor el rubio, siendo soltado por su amiga y dando tumbos mientras se frotaba para aliviar el dolor.
—¡Perdón! —exclamó la de cabello fucsia, bajándose y acariciándole el cabello a Adrien, que respiraba con fuerza.
—Tranquila —musitó el rubio, con una voz baja por falta de aire.
Un par de minutos después, Adrien y Alix ya habían dejado las bromas a un lado y observaban fijamente al hombre atado en el suelo.
—Bien, tienes que transformarte, ¿cierto? —preguntó Alix.
—Ah, es verdad, entonces... ¡Plagg! —llamó el rubio, escuchando un par de golpes en la planta de arriba, el kwami apareció por la escalera mientras se estiraba y comenzaba a moverse alrededor del rubio.
—Chico, ha sido una mala noche, ¿qué ocurre? —preguntó el kwami en forma de gato negro que se limpiaba los bigotes.
—Hay que transformarse —explicó el rubio—. ¿Tienes energía?
—No.
Alix se había quedado absorta viendo al pequeño gato flotante, y Adrien lo notó, se golpeó mentalmente la cabeza al recordar que nunca hizo las presentaciones adecuadas.
—Alix, disculpa, en el bolsillo derecho de la camisa hay una pequeña bolsa...
La patinadora metió la mano y la sacó, la bolsa en cuestión era pequeña y transparente, cargaba con un montón de queso apestoso y Alix arrugó la nariz debido al olor.
—¿Siempre cargas con esto?
—Sí, hasta en clase —respondió avergonzado el rubio, tomando la bolsa de la mano de Alix y sacando un queso para Plagg—. Lo llevo por Plagg, mi kwami y el que me permite transformarme en Chat Noir.
—Dame ya el queso —se enfurruñó Plagg, quitándole el trozo de Camembert para engullirlo sin dudar.
—Se nota que es todo un glotón —susurró Alix, observando la interacción entre Adrien y Plagg.
—Ahora, ¡Plagg, las garras!
Chat Noir le quitó la mordaza al tipo arrodillado en el suelo y le hizo soltar un pequeño grito de dolor que Alix disfrutó al máximo. No le había costado adaptarse en poco tiempo a Nathaniel y Venom, pero lo de Adrien y Plagg era diferente, en primer lugar, tenían cuerpos separados.
Alix se mantuvo algo alejada y estiró los brazos, la camisa de Adrien le iba perfecta debido a sus estaturas similares, y a pesar del olor a queso marcado en su bolsillo derecho, el aroma a champú caro se mantenía.
—Escúchame, tengo preguntas y tú me las vas a responder, ¿entendido? —pronunció Chat Noir con una voz grave y la capucha cubriendo buena parte de su rostro, dejando a la vista sus felinos ojos verdes y un poco de sus labios.
Esa fue la señal para que ella se dirigiese a la luz, presionó el interruptor y la apagó, dejando un ambiente oscuro perfecto para el héroe de París. También fue hacia las cortinas y las cerró para evitar el paso de la luz del sol, en verdad Adrien estaba empeñado en lucir como aquel héroe de los comics que tanto empezaba a leer.
No podía ver el rostro del adulto, pero lo imaginaba como una de aquellas víctimas de interrogatorio desesperadas y a punto de cometer alguna locura por la presión que se cernía sobre sus cuellos.
—¡Espera, no...!
Un golpe seco cayendo al suelo fue lo que obtuvieron ambos. Alix de inmediato se dio la vuelta para ver la reacción de Chat Noir. Su amigo felino solo tenía los ojos bien abiertos y gruñía por lo bajo.
—¿Qué pasó? —preguntó Alix, esperando algún tipo de respuesta de su amigo, no quería acercarse para averiguarlo ella misma. Ya en ese punto, le daba igual si la noticia fuera buena o mala, solo quería saberla.
—Cianuro, eso pasó —suspiró rendido Chat Noir, tomando el cobertor del sofá para acomodarlo junto al tipo que ahora sabía, estaba muerto.
Alix sintió una arcada.
—Ahora, no tenemos nada para saber sobre Nathaniel —gruñó Chat Noir, terminando de manipular lo que debía ser el cuerpo.
Alix se mantuvo con los labios juntos y volvió a abrir las cortinas, necesitaba aire, mucho aire. Tenía que calmarse y pensar las cosas con cabeza fría. ¿Cómo sabrían ahora la ubicación de Nathaniel?
—Su teléfono —concluyó la patinadora, tomando de inmediato el suyo para intentar hacer algo.
—Sí, pero no somos alguna autoridad gubernamental que tenga la posición satelital de su teléfono —explicó Chat Noir, rodeando el sofá para acercarse a ella.
—Mierda, está apagado —masculló Alix, pues había intentado localizar al pelirrojo a partir de su número de teléfono por una aplicación que tenía instalada debido a los chicos de arte callejero.
—Espera, ¿podías rastrearlo?
—Sí y no, está apagado, no puedo intentar darle una llamada perdida.
—A veces me das miedo
—Gato tonto, ¿cómo crees que siempre te encontraba en el viaje a Lyon?
La expresión de Chat Noir fue tal que Alix quiso reírse, pero no podía, había asuntos mucho más importantes.
—Espera, Nathaniel tiene uno de mis comunicadores —recordó Chat Noir, tomando su propio teléfono.
—¿Tus airpods? —preguntó Alix con una ceja enarcada, y cruzándose de brazos.
—Sí —respondió Chat Noir, dándole a una función de su teléfono que nunca había usado hasta ese momento. Un mapa apareció en la pantalla y el auricular que debía tener él comenzó a pitar en el bolsillo de la camisa que ella tenía.
En el mapa, uno aparecía sobre la casa de Nathaniel, y el otro estaba algo más lejos y en un lugar que ambos conocían muy bien, después de todo, era uno de los puntos de referencia más grandes de la ciudad, después de la Torre Eiffel, claro.
—¿Tour Montparnasse? —jadeó sorprendido el rubio.
—Es un edificio muy alto, tiene oficinas, viviendas, tiendas... —contó Alix con los dedos.
—Entonces, hay que ir rápido —propuso Chat Noir, entrecerrando los ojos—. Oh no...
—¿Qué ocurre? —preguntó Alix, yendo a buscar su ropa puesta sobre la mesa del comedor.
—Está vibrando. —Chat tomó su bastón y lo extendió—. Alix, ve adelantándote, voy a tener una charla con Ladybug.
Asintió y tomando sus prendas lo primero que hizo fue ignorar el bulto envuelto detrás del sofá y dirigirse al baño a cambiarse, eso sí, no se quitaría la camisa.
Ladybug esperó a que Chat Noir llegase hasta ella para darle la cara, sabía que su primera conversación fue de todo menos una conversación formal. Chat quiso explicarle una visión que ella no tenía sobre la ciudad de París, ella había querido tomarse unas vacaciones mientras su compañero le expresaba que la gente sufría día tras día.
—Mi Lady —expresó el héroe gatuno, deteniéndose antes de llegar al borde.
—Chat, ¿qué tal? —Aquella pregunta no era la primera que quería pronunciar, pero no estaba del todo segura de que su compañero siguiera siendo él mismo. Podía ocurrir como hace años, cuando un impostor se hizo pasar por él y la policía lo buscó.
—Creo que ya te habrás enterado por las noticias —pronunció Chat Noir. Ella se levantó para encararlo y se mordió el labio inferior, no quería provocar una situación como la anterior. Esta vez hablaría con Chat de verdad.
—Sí, creo que sí, pero las noticias no cuentan toda la verdad, ya ocurrió una vez —le recordó la heroína de motas con una pequeña sonrisa—. Lo que me sorprende es saber cómo llegaste aquí sin que te vieran.
—Tengo mis trucos —respondió Chat Noir mostrando una media sonrisa que sin duda contrastaba con lo cansados que se veían sus ojos.
—Quisiera que... Quisiera que me sigas contando lo que ocurre en la ciudad... —pidió con un gesto conciliador y juntando las manos—. No quiero encerrarme solo en lo que yo creo y ser egoísta en mis decisiones, porque somos un equipo.
—Todo es tan sencillo como hacerte una sola pregunta, ¿qué sigue después de Hawk Moth? —pronunció Chat Noir, alzando la vista al cielo y llevándose la capucha hacia atrás, liberando sus mechones rubios adornados con sus orejas negras.
—Creo que... Nunca lo había pensado —respondió ella mientras seguía la mirada de Chat, en el cielo un avión se alejaba con rumbo al norte, dejando una estela a su paso—. Lo normal sería, devolver los Miraculous y... volver a nuestras vidas.
—Si hacemos eso, solo habremos salvado a la ciudad de un supervillano —dijo Chat Noir, bajando la mirada para observar la ciudad en movimiento—. La verdadera maldad sigue latente aquí, y seguirá mientras no haya nadie que vele por la seguridad de los ciudadanos.
—Creo que... lo entiendo —musitó Ladybug mientras tamborileaba su muslo con los dedos—. Pero, no entiendo como eso te metió en la mira de la policía.
—Eso es otra historia —sonrió el rubio, observándola fijamente y haciendo que a ella le tiemblen las piernas, eso era algo nuevo.
—Bueno, puedes ir soltándola ya, gatito —ordenó Ladybug en broma, cruzándose de brazos y pasando el peso de una pierna a otra.
—Digamos que todo empezó luego de enfrentar a nuestro último akuma... —Comenzó a contar Chat Noir.
En los siguientes minutos, el rubio se dedicó a contarle todo lo que ocurrió esos últimos días. Por lo que llegó a entender, una especie de mafioso con mucho poder llegó a París buscando un experimento perdido que es como un parásito negro. Aquel parásito se metió dentro de un chico y Chat estuvo en contacto constante con él luego de ver que casi muere.
A grandes rasgos, eso era el tema principal. Luego estaba que intentó ayudarle a evitar a ese mafioso, pero por eso mismo terminó siendo su objetivo.
—Entonces, luego de que me dijeras eso ayer... ¿Fueron los dos juntos a ese lugar donde experimentaba el mafioso, para robar un tubo con líquido? —preguntó Ladybug algo escéptica por la situación que le contaba el rubio.
—Sí, es un inhibidor, Kingpin tiene un arma secreta que no dudará en usar y solo ese líquido puede ayudarnos contra ella —explico Chat con un rostro serio—. Sin embargo, mi amigo se quedó allí para hacerme tiempo y fue capturado, si le quitan a ese parásito y no hay nadie para detener su avance, París se convertirá en un bajo mundo.
—Creo que exageras un poco...
—Tiene a la policía bajo su control, ha influenciado en las personas más poderosas de París y diría que solo le falta el alcalde —soltó de golpe el rubio, dejándola quieta y sopesando toda la información.
—Está bien, no estás exagerando... —coincidió Ladybug, que se llevó un dedo a los labios en una expresión pensativa—. Pero, si él puede hacer eso ya, ¿por qué se llevó a tu amigo?
Chat Noir movió las orejas y sus ojos se abrieron de golpe.
—Porque le teme...
—¿Qué...?
—Le teme —repitió nuevamente el rubio, tomando su bastón encogido y girándolo en su mano—. Cuando aún no descubría el laboratorio intentó sacarle el parásito... Y una vez encontró a su arma secreta, lo quiere sacar de la ecuación.
—Chat... —pronunció Ladybug, observando a su compañero dar vueltas.
—Sin el inhibidor y sin Nath... Kingpin tiene el camino libre... —razonó el rubio—. Con el inhibidor es un ganar o perder... y con los dos...
Chat Noir parecía tener las respuestas muy claras en su mente, aunque ella apenas entendía lo que balbuceaba, incluso le pareció oír el nombre de Nath entre sus divagaciones.
—¿Chat Noir? —preguntó la de ojos azules al ver que su compañero se detuvo y se quedó de pie, pasmado y poniendo una sonrisa—. ¿Chat?
—Bugaboo, ¿me ayudarás? —pidió dulcemente el rubio, tomando la mano enguantada de Ladybug y acariciándola con suavidad.
—Gatito... Lo haré —sonrió mientras sus coletas se movían al ritmo del viento.
—Gracias. —Chat le plantó un beso en la mejilla y luego le dedicó una sonrisa coqueta—. Entonces, Bugaboo, vayamos a patearle el trasero a una mala versión del Padrino.
—Parece que ves muchas películas últimamente.
Y con eso dicho, observó con una sonrisa como su amigo se alejó y se impulsó con su bastón hacia el edificio contiguo.
—¡Sígueme!
Negó con la cabeza varias veces y procedió a ir tras él, se percató de que Chat Noir se tocaba la oreja humana y sonreía, pero aquello no podía ser nada malo. Confiaba en él.
Además, se le hizo raro cuando vio que se dirigían a Tour Montparnasse.
Unos minutos antes:
Alix presionó el botón de su nuevo pinganillo que tenía patas de gato por diseño, era increíble el poder de convencimiento de su amigo rubio para pasar de soslayo por su casa a tomar un nuevo juego de auriculares para poder comunicarse. Sin duda eso era algo de ricos, ella apenas tenía uno y el lado izquierdo funcionaba cuando se le daba la gana.
Había tomado una bicicleta de alquiler y se dirigía al rascacielos cruzando el barrio de Croulebarbe a toda velocidad. Agradecía internamente que la ciudad estuviese hecha para las bicis, a veces era mejor que tomar el metro más cercano, siempre y cuando no estuviese con servicio demorado por atropello.
Si bien era ilegal llevar algún dispositivo en tus oídos mientras conduces una bici, la moral de Alix respecto a lo que es legal o no era muy particular, por lo que no le importó seguir haciendo enojar a algún que otro policía que la veía de cerca. Al menos ninguno de ellos llevaba el modelo deportivo de Alpine, era muy difícil escapar de ese auto.
Pasó al lado de la entrada oficial de las catacumbas con cientos de turistas haciendo cola y reconoció que ya se encontraba cerca, el camino solo era seguir de frente. Si alzas la cabeza no es complicado perder de vista el inmenso edificio.
Alix no era nueva en entrar al lugar, hace un tiempo entró allí en compañía de su padre debido a una cena importante en el piso cincuenta. Ella sabía que en el piso cincuenta y seis había un mirado que permitía observar la ciudad entera a una vista de águila, pero nunca subió hasta allí.
Movió ligeramente el manubrio de la bici para posicionarse en su carril y avanzar al lado del cementerio, aumentó el ritmo de su pedaleo y presionó de nuevo el auricular en su oreja cuando lo escuchó pitar por lo bajo.
—¿Hola? —preguntó, girando a la derecha y observando el edificio cada vez más cerca.
—Ma chérie, Ladybug aceptó ayudarnos —anunció la voz emocionada de Chat Noir.
—Vaya, si tienes buenos dotes de convencimiento —respondió Alix con sorna, llegando al cruce donde estaba la estación de Montparnasse y la propia torre—. Yo acabo de llegar, ¿entonces cuál es el plan ahora?
—El mismo, Ladybug me ha hecho darme cuenta de algo a lo que no le prestamos atención en su momento, entra e intenta averiguar en que piso se encuentra Kingpin y su expedición, nosotros haremos el resto —explicó Chat Noir, cortando la comunicación y dejando a Alix con la palabra en la boca.
Se detuvo frente a la parada de autobús y caminó para dejar la bici en un estacionamiento habilitado para ello, la aseguró y abrió la aplicación para volver a ponerla en alquiler. Después de todo, no quería seguir gastando sus puntos.
—Me vas a deber una más grande todavía, tragapelos de quinta —masculló la patinadora, subiendo los escalones hacia la entrada del edificio, donde dos guardias bien uniformados la observaban desde los lados de la puerta.
Alix no creía que su vestimenta fuera un impedimento, pero en eso se fijaron. Llevaba un pantalón ajustado, sus Converse y la camisa blanca de Adrien abrochada, ella debía parecer lo suficientemente educada, o en su defecto, más bandida que antes.
—Disculpe, señorita... —irrumpió el primer guardia, haciendo que Alix chasqueara la lengua.
—Alix Kubdel —se presentó, sabiendo que quizá su nombre tendría una implicación secundaria que haría que estos se comportasen de una forma algo, diferente.
—Oh, Señorita Kubdel, que gusto verla —agregó el segundo guardia, haciéndole un gesto a su compañero para que la deje pasar—. Espero disfrute de la Tour Montparnasse.
—Gracias —dijo Alix, haciendo un gesto de cabeza y cruzando las puertas corredizas. El interior era tal y como lo recordaba, un amplio recibidor, mesas pequeñas de centro con sofás a su alrededor y revistas en ellos. A cada lado de la recepción había escaleras y un ascensor que llevaban hasta lo más alto en el piso sesenta.
La mujer que atendía en la recepción tenia un cabello castaño claro muy lacio y unos ojos de un color miel, se le notaba amable y se movía entre sus tareas con suma tranquilidad. Era el blanco perfecto para Alix.
—Hola... Felicia —saludó Alix luego de leer el gafete que portaba la mujer.
—Hola, bienvenida a la Tour Montparnasse, los ascensores están disponibles para llevarte a las plantas altas de tiendas y restaurantes —explicó la mujer con una sonrisa amable y acomodando los brazos en el amplio y moderno mueble de la recepción.
—¿Si eres residente? —preguntó Alix, apoyándose con comodidad y ladeando su cabello hacia un lado.
—Me temo que solo las escaleras derechas funcionan... —Felicia se mordió los labios y decidió tocar su ordenador para teclear y buscar información—. Oh y lo siento por lo de antes, el ascensor derecho está bloqueado y no disponible al público.
—¿Sabe por qué? Venía a visitar a mi padre y vive como en el piso cuarenta, y subir por las escaleras... —Alix hizo una mueca y movió la mano un poco—. Usted me entiende.
—Lo sé, pero no podemos hacer nada, los pisos del cincuenta y dos al sesenta están en remodelación y solo lo usan los empleados de mantenimiento —dijo Felicia, bajando ligeramente la cabeza—. Disculpa.
—Tranquila, está bien, entonces usaré las escaleras.
Se despidieron con un gesto de cabeza y Alix caminó de inmediato a las escaleras para iniciar su plan de infiltración. Dedicó un par de minutos a pasear por la parte del elevador suspendido con el fin de esperar una oportunidad.
La tuvo en cuanto giró de nuevo por la esquina y un par de hombres entraron, Alix se quedó mirando de lejos y de soslayo para evitar sospechas, tomó su teléfono y se lo puso en la oreja para simular una conversación mientras grababa lo que hacían los adultos en el lugar.
El hombre del ascensor presionó una combinación de botones que Alix se aprendió de inmediato. Las puertas se cerraron y este comenzó a subir, ella se acercó para revisar en el panel hasta que piso subía, y sonrió en cuánto este se detuvo en el piso cincuenta y tres.
—Quizá entrar por el ascensor sea demasiado arriesgado —se dijo la patinadora, poniendo una expresión pensativa—. Aunque, si en verdad Kingpin hizo un trato con mi padre... Puedo aprovechar eso.
Alix esperó y presionó el botón del ascensor, debía ser lo más discreta posible para poder entrar. Las puertas se abrieron luego de unos minutos y el ascensor vacío la hizo sonreír.
Entró y puso el código de inmediato, las puertas se cerraron y los botones de los pisos cincuenta y dos al sesenta se iluminaron de color azul.
Nathaniel despertó con el cuerpo entumecido y la sensación de que la cabeza le daba vueltas. No reconocía el lugar, pero si notaba una especie de cristal blanco que lo rodeaba, el suelo estaba hecho de ese mismo material y brillaba ligeramente en un tono azulado.
—Bienvenido, Nathaniel Kurtzberg.
Aquella voz lo llamó desde algún punto en la estancia, los oídos le pitaban y no reconocía bien el lugar exacto, por lo que se levantó despacio y trastabilló hacia uno de los bordes de aquella especie de prisión capsular.
—Estoy aquí, niño —masculló una sombra inmensa, debía tener más de dos metros de largo y era igual de ancho que un armario de cinco puertas. Podía decir que era más grande que un gorila adulto, quizá fueran dos gorilas uno subido sobre los hombros del otro.
Su rostro era serio y estaba repleto de arrugas en el ceño, sus ojos estaban rojos y en su boca un enorme puro se hacía presente, sin duda era tal cual como se lo imaginó en el primer momento que Venom le dio la descripción.
Nathaniel comenzó a palparse el cuerpo al recordar al simbionte.
—¿Venom? —preguntó en su mente, recibiendo un zumbido como respuesta y un bostezo. Ni siquiera sabía que Venom dormía.
—Nathaniel, ¿dónde estamos? —preguntó el simbionte.
—Creo que frente a Kingpin —respondió el pelirrojo, tragando saliva al ver la mirada que le lanzaba el adulto. Su traje se veía gris a través de aquel cristal o plástico, ya en ese punto no sabía lo que era, pero sabía que debía estar hecho para contener a Venom.
—Es correcto —respondió el adulto, caminando por la habitación y generando ciertos temblores que el propio Nath sentía dentro de su prisión—. Has sido un verdadero dolor de cabeza, Nathaniel Kurtzberg.
—¿En tan poco tiempo? —preguntó el pelirrojo.
—Sí, primero robaste algo de mucha importancia para mí —acusó con el dedo Kingpin, observándolo con el ceño fruncido y los ojos inyectados en sangre.
—¡Yo no robé a Venom! —se defendió el pelirrojo, dejando de apoyarse en la pared y caminando hasta ponerse frente al robusto hombre—. Ni siquiera lo conocía o te conocía a ti, ¿por qué lo haría?
—A mí no me vengas con mentiras, estaba claro que ibas tras el simbionte —gruñó Kingpin, haciendo un ademán para que una mujer apareciese a su lado y se pusiera frente a la luz, Nathaniel no podía verla debido a que tenía el rostro cubierto con una mascarilla negra. Pero sus ojos claros y su cabello negro sí—. Después de todo, estas aliado... con ella.
Tanto su mirada como la de Kingpin se dirigieron a la mujer, que se mantenía inmóvil y sin decir absolutamente nada.
—A ella no la conozco —pronunció el pelirrojo.
—¡Ya lo sé, a ella no! —chasqueó la lengua Kingpin, apretando sus inmensos puños—. ¡Jessica, las imágenes! ¡Y quítate los malditos audífonos en hora de trabajo!
La mujer rodó los ojos e hizo caso a su jefe, sacó una tableta y la encendió. La pared a un lado de Nathaniel transmitió una imagen, la respiración se le cortó de inmediato y cayó de rodillas al suelo, aquello no podía ser cierto.
—Gwendolyne Maxine Stacy, toda una maestra en destruir mis planes —dijo Kingpin—. Hace meses le perdimos la pista en Nueva York, estaba claro que se enteró de los planes en París y vino hasta aquí para destruirlos.
—¿Qué estás diciendo...? —balbuceó el pelirrojo, observando la ficha de Gwen que le mostraban en el vidrio pantalla, era la misma foto de su amiga, de su compañera de trabajo y la persona que lo apoyó desde el primer momento que entró a esa tienda.
—Como bien sabrás, el día que robaste a Venom lo trasladábamos al aeropuerto para llevarlo a Nueva York, veníamos del mismo laboratorio que apenas hace días había sido destruido por una explosión e incendio —contó Kingpin, lanzando una mirada de muerte hacia la foto de su amiga en el cristal—. Estaba claro que fue ella.
—¡Claro que no! ¡Gwen es una chica normal, no la metas en esto! —exclamó el pelirrojo, frunciendo el ceño y apretando los puños.
—Normal... Creo que tienes una concepción diferente de esa palabra —le dijo Kingpin—. Jessica, muéstrale la última bitácora de vídeo a partir del minuto.
La mujer presionó dos botones y la imagen de su amiga cambió por una grabación de lo que debía ser la primera planta del laboratorio, detrás se veía a gente trabajando mientras un tubo lleno de masa negra se mantenía en constante movimiento.
—Venom... ese eres...
—Sí, me mantenían de esa forma para evitar que pudiera reformarme —explicó el simbionte, erizando el cabello en la nuca de Nathaniel—. Este... Este es el día del accidente.
La grabación se cortó por un segundo, y al regresar, una mesa salió volando hacia el lado contrario y entró una figura encapuchada al lugar, con un traje que combinaba blanco, negro y ciertos detalles en rosa. Nathaniel abrió los ojos de forma desmesurada al observar como la figura destruía la investigación por completo y le lanzó dos telarañas hacia uno de los tanques de gas para hacerlos explotar.
—Pero, no puedes saber que... —comenzó a hablar Nathaniel para defender a su amiga, después de todo, aquello no significaba nada, cualquiera podría ser esa persona.
Se interrumpió al ver que la cámara era tomada por la figura encapuchada y enmascarada.
—Este es un mensaje para Kingpin... Uy, eso sonó muy serio, en fin... Lo que sea que hayas planeado, no resultará, tu laboratorio está en llamas y tu proyecto acabado. Nos vemos en Nueva York en un mes o así, no me culpes, quiero disfrutar de París. Te veré en Hell's Kitchen, mala imitación de Al Capone —dijo la enmascarada, cuya voz se le hizo reconocible al pelirrojo; para empeorar las cosas, eso no se detuvo allí—. Ah y como ya descubriste mi identidad, haré esto.
Se subió la máscara un momento y la dejó a la altura de su frente, dejando a la vista su cabello rubio y sus ojos azules que tantas veces había visto en la tienda.
—¡Jódete, Kingpin! —Le sacó la lengua y la grabación se cortó.
Nathaniel se quedó helado y mirando a la pared de su celda sin importarle las risas o los comentarios del gánster en la sala.
—No supimos que eras cercano a ella hasta que investigamos tu lugar de trabajo, quien diría que esa mocosa fuese tan lista. No me extrañaría nada que se enterase luego de la supervivencia del simbionte y su traslado.
—Sí lo hubiese sabido... No habría ido a trabajar ese día... —musitó el pelirrojo, bajando los hombros—. Acabo en el hospital por ese choque, no creo que ella quisiera conseguir eso.
—Pero tal vez, si consiguió lo que quería, después de todo, el simbionte lo obtuviste tú.
Y aquellas palabras fueron un golpe directo a Nathaniel, que lo dejaron tambaleante y lo obligaron a sentarse en el suelo sintético de aquella extraña prisión. No era posible que Gwen trabajase junto a él todo ese tiempo solo para ese día... ¡Era estúpido! ¡Muy estúpido al pensar eso! Kingpin estaba haciendo de las suyas con él.
—No le hagas caso, está intentando romperte —dijo Venom desde lo más profundo de su mente.
—Pues lo está consiguiendo —gruñó el pelirrojo, llevándose las manos al cabello y tirando ligeramente de este—. Ella no me usó para eso... ¿verdad?
—Tendrás que preguntárselo tú mismo, pero para hacerlo... —inició Venom.
—Tengo que salir de aquí.
—No creas que vas a lograrlo, estás en una prisión especialmente diseñada para contener las habilidades del simbionte —sonrió Kingpin, cruzándose de brazos—. Ahora, no hagas más largas las cosas.
—Venom... —musitó Nathaniel, frunciendo el ceño y observando a Kingpin mientras apretaba los puños con intensidad, tanta que sus propias uñas comenzaban a clavarse en su carne.
—Activa la jaula, Jessica —pidió Kingpin.
—Como usted diga —mencionó la mujer, presionando un nuevo botón en la pantalla de la tableta, el suelo comenzó a brillar de color azul, no de alguna forma mágica o similar. Parecía que se encontraba sobre un inmenso panel de luz led.
Nathaniel se movió y se cubrió el rostro con los brazos, la luz fue desapareciendo de manera paulatina hasta que una potente descarga llenó la cápsula.
Los rayos se movían y rebotaban en todas las direcciones, dirigiéndose a Nathaniel e impactándolo con fuerza, Venom se resintió en su interior y comenzó a salir poco a poco, acompañado de los gritos de dolor del pelirrojo.
Los rayos se detuvieron y la masa negra que cubría el cuerpo del pelirrojo volvió a intentar entrar en él.
—Parece que está muy arraigado en ti —murmuró Kingpin, gruñendo y acercándose a la prisión, golpeando las paredes con sus puños sin ocasionarle ningún daño—. ¡Regrésame a mi simbionte!
—Venom no es tu simbionte... Es mi amigo... —pronunció Nathaniel con la voz rota y levantándose del suelo aguantando unas fuertes arcadas como secuela.
—Nathaniel, he... sentido algo —pronunció Venom en su mente.
—Así que tienes sentimientos... —dijo el pelirrojo en su mente, sonriendo ligeramente.
—¡No me refiero a eso! Es... algo muy raro...
Kingpin golpeó la jaula para llamar nuevamente su atención.
—Es mi arma para poder controlarlo todo —espetó Kingpin, golpeando de nuevo la jaula y jadeando mientras movía los hombros de forma brusca, su expresión cambió de furia a una leve sonrisa—. O al menos, lo era.
—¿Qué... quieres decir? —tartamudeó el pelirrojo, teniendo un mal presentimiento.
—Al principio, el plan era matarte para extraerte el simbionte y usarlo para nuestros fines —explicó Kingpin—. Ahora es diferente, apareció X-23 y ya no los necesitamos, así que los mataremos a ambos.
—¡No! ¡No toquen a mi hijo! —gritó desesperada una mujer pelirroja que Nath no tardó en identificar.
—¡Mamá! —exclamó el pelirrojo, siendo atacado por otra descarga eléctrica que lo dejó con los ojos en blanco y tendido en el suelo. Venom terminó expulsado del cuerpo de Nathaniel y desde el techo, un tubo apuntó hacia él para comenzar a absorberlo todo.
—¡Nathaniel! ¡Nathaniel! ¡¿Qué le has hecho a mi hijo?! —exclamó la mujer con los ojos brillantes por las lágrimas y con la ropa desordenada de los tirones que daba hacia la mujer que la sujetaba.
—Si todo ha salido bien, no nos molestará más... —susurró Kingpin, mostrando una sonrisa torcida—. Llama a X-23.
Nathaniel todavía escuchaba, pero aquel sentido poco a poco se iba apagando mientras caía en lo más profundo de la oscuridad de su mente. Esta vez no había un lago negro que lo absorbiese, solo un mar de sangre en el que poco a poco se hundía.
Recuperó la visión por un momento y pudo distinguir algo más allá de la sombra de Kingpin, una figura pequeña y oscura dirigiéndose a la ventana. Sonrió, pues la reconocería en donde fuera, agradecía tener un amigo como él.
Chat Noir estaba por romper la ventana.
Alix logró entrar a aquellas oficinas sin necesidad de romper algo, lo que ya era un logro en sus infiltraciones. Normalmente tendría que amenazar a uno o dos adolescentes idiotas para que no la molestasen y así tendría todo el día repleto de tranquilidad.
Esta vez no era así.
Nada más entrar, se topó con un par de ojos curiosos de ciertos asistentes. Los de seguridad se le quedaron mirando y Alix estaba segura de que irían a por ella al más mínimo movimiento sospechoso. Por lo que debía actuar primero.
Se acercó a uno de los guardias sin temer, manteniendo una postura fina y mostrando seguridad en su rostro, después de todo, eso era lo que debías hacer para intentar aparentar, o así lo leyó en algún libro.
—Disculpe, soy Alix Kubdel —se presentó, llamando la atención de uno de los oficinistas que se movían por el lugar. El joven no debía superar los treinta años y llevaba un montón de papeles bajo el brazo.
—¿Y eso por qué debe importarme? —respondió de manera hosca el guardia.
—Ey, tranquilo —se entrometió el chico que Alix logró ver antes, que se dirigió hacia ella y tomó sus hojas de papel—. ¿Eres familiar de Alim Kubdel?
—Soy su hija, me pidió que me pasara por aquí para ver algunos temas...
—Del acuerdo, ¿cierto? —concluyó el chico, acomodándose unas gafas oscuras en el bolsillo y sonriendo ampliamente—. Pues llegaste con el indicado, soy el que se encargará del traslado del arte desde Nueva York hasta París, podría enseñarte el plan que tenemos.
—Me encantaría, entonces te sigo.
Estaba convencida de que en otra vida debió ser ninja o espía, era increíble como todo le salía bien y el mundo siempre giraba a su favor. Aquel chico la guio por aquel piso lleno de oficinas y zonas de trabajo, el tema de todo el arte que se trasladaría era algo que no le importaba en lo absoluto, pero fingió estar interesada.
—Aquí es donde trabajamos nosotros, los pisos superiores son del laboratorio, allí trabajan restaurando arte o datando restos arqueológicos con carbono catorce —explicó el chico mientras señalaba unas escaleras.
—¿Crees que puedas mostrarme los laboratorios? —preguntó Alix, intentando lucir como una adolescente curiosa y preocupada por el trabajo de su padre.
—Me necesitan aquí, pero puedo darte esto. —El chico le extendió lo que parecía ser un gafete especial para ella—. Te deja ser algo así como turista en el laboratorio, es de las pocas formas en las que puedes subir a verlo.
—Comprendo, gracias... —pronunció Alix, observando fijamente al chico, debido a sus estaturas similares no debía inclinarse ni mover demasiado la cabeza, pero aún así, sentía algo raro en él—. Entonces cuando vuelva, ¿puedes mostrarme el plan del museo?
—Por supuesto, así veremos el tema de las nuevas exposiciones.
El chico se despidió de ella y le guiñó el ojo, Alix se sintió incómoda cuando aquello ocurrió y decidió iniciar su plan de inmediato, se colgó el gafete y subió por las escaleras hacia los laboratorios. La puerta estaba cerrada y al lado había un armario repleto de prendas para sustancias peligrosas que no dudó en ponerse.
Dejó el gafete fuera y lo recogió, tomó la manilla de la puerta y esta emitió una luz desde arriba, donde una especie de lector de código de barras esperaba para verificar alguna identificación.
Alix pasó la que le dio el chico con anterioridad y escuchó un clic, la puerta se abrió y le permitió pasar. Del otro lado, estancias blancas repletas de gente trabajando la recibieron. Pero era diferente al piso anterior, aquí todos cargaban con tubos llenos de líquidos inflamables, se probaban armas en otra habitación y también se movían algunas cuantas ovejas para experimentos más crueles.
El traje de contención lograba cubrir hasta el cuello de Alix, la mascarilla intentaba hacer lo suyo y su cabello lo logró atar en una coleta bastante pequeña, no creía que fuera a funcionar, pero lo intentaría.
Caminó a un lado de los distintos trabajadores, para pasar desapercibido solo debías parecer uno más de ellos. Si todos estaban centrados en su trabajo, nadie se percataría de que, en realidad, hay un infiltrado en su grupo.
Alix dio la vuelta para intentar llegar a la siguiente escalera. Su objetivo era poder encontrar a Nathaniel para decírselo a Chat Noir, pero lo que encontró fue mucho mejor.
Al lado izquierdo y casi en la esquina, había una habitación completamente cerrada, hermética, parecía que no había ningún lugar para respirar, pero era transparente. En su interior, una chica de cabello negro descansaba sentada, traía puesto un traje muy pegado y temblaba por el frío.
Uno de los trabajadores que llevaban ovejas pasó cerca y caminó hasta el filo, donde un pequeño tubo cuadrado se abría con una combinación. El científico metió la oveja allí y la puerta se cerró. Alix entreabrió los labios cuando el pequeño animal se encontró en el interior de aquel recinto junto a la chica.
Alix cerró los ojos en cuanto las garras salieron de aquellas manos tan delgadas y atravesaron aquella prisión como si fuera una hoja de papel. La patinadora finalmente entendió lo que le dijo Colt en su jardín. Ella era la chica de garras, aquella chica con el collar que le enviaba descargas y que retrajo sus armas solo para ir a intentar acariciar un animal.
Solo a ella, podían ganarle con un inhibidor.
Alix se echó hacia atrás y se dedicó a buscar las escaleras con ahínco, pero el grupo de científicos se había juntado para debatir sobre la siguiente línea de acción con aquella a quien llamaban X-23.
Un quejido la hizo volver la mirada para observar la escena, aquella chica en verdad sufría por intentar quitarse aquel collar. Su cuerpo temblaba y quemaduras ennegrecían la piel de su cuello ante tantos choques con la corriente.
Y es entonces que sintió su mirada, aquella chica la miraba fijamente, con unos ojos verdes que parecían penetrar entre la multitud, en ella y vislumbrar su alma. La chica seguía sufriendo por los rayos y es entonces que señaló hacia la izquierda, donde un panel de consolas estaba encendido.
Alix entonces, se mordió el labio inferior bajo la mascarilla y se fue moviendo para llegar a ese lugar. Tuvo que ir haciéndose camino detrás de los científicos amontonados, era la única forma que tenía de poder llegar allí y ayudarla directamente, salvarla. ¿Cuándo había podido salvar a sus amigos?
Nunca.
Ahora ella tenía la oportunidad de ayudar a alguien e incluso evitar una pelea para sus amigos, tenía que hacerlo. No quería seguir sintiéndose como una inútil.
—Disculpe, ¿a dónde cree que va? —la interceptó un científico, mirándola de pies a cabeza—. ¿No es muy joven para trabajar aquí?
—Sí, si lo soy —respondió Alix, chasqueando la lengua y quitándose la mascarilla, dejando su rostro libre y frunciendo el ceño—. Ahora, será mejor que te vayas de aquí...
Alix comenzó a sentir lo mismo de la otra vez, aquel cosquilleo proveniente de sus piernas que le indicaban que podía hacer lo que quisiera sin sufrir consecuencias, y lo hizo.
Dio un ligero salto para impulsarse hacia la máquina que todos se quedaron de piedra, la rapidez y la fuerza desplegada fue tal que provocó una caída en efecto dominó, lo cual culminó con uno de los trabajadores cayendo por la ventana.
La patinadora se tocó nuevamente el auricular.
—¡El idiota que se ha caído es del piso cincuenta y cuatro! —pronunció en voz alta, llegando a la maquina e intentando hacer algo mientras el resto se levantaba y los guardias iban a por ella.
—Entendido, ma chérie, ¿ya sabes dónde está nuestro amigo? —preguntó Chat Noir con algo de esfuerzo en su voz, seguramente luego de salvar de una muerte segura al trabajador.
—No lo sé, pero escúchame, Chat, voy a hacer algo muy estúpido, demasiado estúpido —dijo Alix, tragando saliva y preparando la pierna derecha.
—¡Ma chérie! ¡¿Qué planeas?!
—Liberar a alguien que puede partirnos en dos —respondió Alix, sin tener miedo alguno y pateando el armazón central de aquel computador.
El dispositivo cayó al suelo hecho pedazos y todos los presentes allí se llevaron las manos a la cabeza, Alix jadeó y se frotó la pierna debido a un pequeño dolor. Por lo que no se enteró de nada.
La cámara de contención se abrió y la chica en su interior se percató que aquel collar ya no servía. Dio sus primeros pasos con toda la tranquilidad del mundo y liberó sus garras mientras gruñía con mucha fuerza.
Una pequeña alarma sonó en el lugar y los científicos se metieron en las pequeñas zonas de investigación que cerraban sus puertas con algún tipo de metal de seguridad. Alix entonces jadeó de cansancio y se movió para observar unas garras a centímetros de su rostro.
Los ojos verdes de aquella chica pelinegra la veían con algo que siempre fue capaz de ver en todos los animales. Ellos solo podían comunicarse a través del lenguaje corporal y los sonidos que emiten, pero sus ojos son una verdadera ventana a sus intenciones.
Y esos ojos verdes no planeaban decapitarla como un muñeco chino de mercado. Luego se disculparía con Marinette por aquella referencia.
La chica pelinegra cayó de rodillas y se frotó su propio cuello, Alix notó al verla que la piel y carne destruida poco a poco comenzaban a curarse hasta quedar como nueva.
Dejó de frotarse la pierna del dolor y se agazapó con cuidado para no asustarla y obligarla a mover esas garras tan afiladas que salían de sus manos.
—¿Te duelen? —preguntó con suavidad, aquella chica la observó de nuevo y pareció que el labio le temblaba, asintió con cuidado con la cabeza y le gruñó cuando vio que levantaba una mano.
—Tranquila, tranquila... te salvé, no voy a dañarte... —Alix levantó solo una mano y la extendió con la palma hacia arriba, por dentro su corazón bombeaba sangre como un loco, y lo hizo más rápido al ver que aquella chica levantaba la mano con garras y las retraía para acercarla—. ¿Tienes un nombre?
—Nom... bre —pronunció con una voz baja y rasposa, sus ojos verdes parecían moverse con desconocimiento—. ¿Tienes... un nombre?
Estaba claro que la chica repitió lo que le dijo, pero Alix sonrió de forma amable al sentir el toque de su mano.
—Soy Alix... A... lix —se presentó la de cabello fucsia.
—Alix —repitió la chica, ladeando la cabeza.
—Sí, yo soy Alix, ¿tú tienes un nombre? —preguntó nuevamente y con mucha calma, no era reconocida en la escuela por ser alguien con mucha paciencia, pero eso era porque todos allí eran unos tontos.
—No... —musitó totalmente desorientada.
—Está bien, tranquila...
En aquel momento, las garras de X-23 volvieron a salir de sus manos, Alix no logró alejarse a tiempo y se llevó un corte profundo en el brazo. Se llevó una mano allí e hizo presión mientras toda la prenda se manchaba de sangre.
Las pupilas de sus ojos verdes se dilataron y de inmediato su mirada se dirigió al techo.
—Piso... cincuenta y seis... Nathaniel Kurtzberg... Entendido...jefe —murmuró mientras su rostro se deformaba en una expresión de agresividad pura. Alix se recostó en la pared contigua y observó como la chica dio un salto y rompió el techo.
—¡Chat! —exclamó comunicándose con su amigo mientras intentaba parar la hemorragia en su brazo—. ¡Piso cincuenta y seis, ahora!
Se dejó caer al suelo y llevó el brazo contra su cuerpo, siseando del dolor mientras hacia presión y se mareaba debido a la gran mancha de sangre que ya empezaba a hacer gotear aquel traje.
El dolor la estaba haciendo desmayarse, pero decidida a seguir despierta, le echó una mirada a su ropa en el interior del traje y sonrió de forma triste. La camisa blanca de Adrien ahora se teñía de rojo.
—Lo siento, Adrien, no pude mantenerla limpia...
Recostó la cabeza y dejando de respirar con agitación, cerró los ojos.
Continuará...
Y aquí nos quedamos por ahora, no hay mucho más que decir, espero sus teorías y comentarios más locos sobre lo que ocurrirá.
Un saludo y hasta el siguiente capítulo.
