Nada de Katekyo Hitman Reborn o Harry Potter me pertenece, solo la historia y uno que otro agregado que aparecerán más adelante en la historia.


Future's Games

Capítulo 7

Sería mentira decir que no estaba feliz por sus mascotas, así no le viera la emoción ni entendiera el alboroto que tenían. De hecho, la mala idea que tenían de que sabía lo que ellos no sabían sobre cosas sobrenaturales no estaba errada en sí, pero no sabía mucho más que lo obvio. Aparentemente sus mascotas esperaban demasiado de su parte, pero bueno…

Si se pudieran callar o bajarle el volumen un poco al alboroto no estaría de ánimos de quererle arrancar la lengua a alguien. O, más específicamente, cortarle la cabeza. No era mucho lo que podía hacer aquí, no tenía víctimas de su elección. Las únicas víctimas que tenía en el menú eran sus mascotas, y esa vaca no iba a volar.

Al menos tenía dulces, suponía. Al menos tenía algo de soledad, y algo que masticar. ¿Por todo lo demás?

Si tan solo alguien pudiera entender que no había ningún peligro como tal y todo era solo alguna especie de malentendido que nadie parecía querer entender. No estaba muerto, su yo de esta época estaba perfectamente vivo y coleando en algún lado disfrutando de la vida, tranquilo y feliz, sin ninguna clase de preocupación con respecto a sus mascotas.

Porque nadie parecía entender que no, que no murió, cuando las señales eran tan claras.

Si consiguieron un cadáver, solo significaba que… un momento…

- ¿Sería muy cruel? - Se preguntó a sí mismo, repasando su plan. - Mejor no, capaz y me metan en un ataúd y se olviden de mi. - Porque si no querían entender algo tan básico…

Si moría solo quedaría su ropa y si acaso. Hace mucho que dejo de ser un humano, así que era hasta tonto que aplicaran esa lógica con el. Además de que odiaba los ataúdes, claro está. Si lo metían en uno no prometía no hacer algo descabellado. O siquiera quedarse a saludar.

Estaba siendo muy bueno en obedecer reglas estúpidas que no servían de nada porque no eran necesarias, impuestas por motivos absurdos.

Se moría de hambre. Porque saliera un rato no pasaría absolutamente nada. ¡Ni se darían cuenta con lo ocupados que estaban en idioteces!

En otra época, en un restaurante de sushi…

- ¿Crees que tus medidas de seguridad presenten un problema para Tsu-chan?, no lo veo aguantando una semana allí dentro. - Preguntó un hombre que había visto mejores días, porque tenía verdes y chichones en todos lados.

Su acompañante, por otro lado, estaba perfectamente impecable, sano y salvo. A pesar de todos los intentos, no quedó ni una marca permanente en su persona. Ni una.

- Ah, se me había olvidado. - Una pausa y luego: - Me va a odiar. - En voz muy baja, y con la pinta de haber hecho algo que no debía.

- Dejaste los sensores de velocidad encendidos, ¿no? - Hayato asintió lentamente. - Pobrecito…

En el futuro, aún dentro del búnker, había un vampiro con pelo quemado, haciendo malabares y casi bailando solo por no ser apresado por cuerdas que bien podrían tener vida podría y estaban electrificadas. Todo a velocidades imposibles de seguir con el ojo humano, lo decía mucho por sí solo.

Los insultos, por otro lado, si eran audibles. Afortunadamente para el vampiro, no había nadie cerca para oírlo. O quedar tan electrificado como él.

En el pasado…

- También deje activado el sistema de laberinto infinito. - Confesó el hombre de pelo gris, ahora mirando el techo como si le pidiera ayuda divina.

- Tu solo quieres que Tsu-chan te odie por siempre. - Respondió una de las chicas, mirando a Hayato como si estuviera muerto al igual que el resto.

- En mi defensa, pensé que el jefe estaba muerto y francamente el único que se sabe cómo salir de eso y lo toma como juego es Tsu-chan. - Si bien eso era bonito y todo:

- Y el resto de nosotros pobres mortales ya no tan humanos que nos quedemos templados. - Quién habló fue Lambo, quién tenía cara de pocos amigos diciendo eso.

- ¿Por qué fue que dejaste todo activado otra vez?, ¿y eso incluye a… ya sabes…?

- Se me olvidó. - Más de uno miró feo al hombre, y más cuando agregó: - Si, eso también.

- Tsu-chan nos va a odiar por siempre… - Se lamentó alguien en la esquina…

En el futuro…

Crack-Boom-CRACK-KABOOM

-...IIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!

- ¿Qué rayos fue eso? - Pregunta retardada ante todas las explosiones lejanas que se oían por los parlantes. - Espera, ese grito… - ¿Por qué se le hacía dolorosamente familiar?

El mecánico fue empujado por dos adolescentes que lo quitaron del medio para meterse con las cámaras ellos mismos, justo a tiempo para dar con un vampiro afuera, en donde no debería de estar y lo sabía muy bien, básicamente aferrado a un árbol del terror que tenía.

Esto por si solo era una cosa sumamente extraña para ciertas personas, para la mayoría honestamente, pero no duró porque el vampiro finalmente proceso que estaba aferrado a un árbol, que había césped, vegetación, cielo azul… y desapareció de la vista como si nunca hubiera estado allí.

Un par de maldiciones volaron, pero los guardianes del Décimo, presente y futuro, sabían que era solo cuestión de tiempo antes de que algo como esto pasara. Lo que los más jóvenes no entendían es que podría haber asustado a Tsu-chan tan feo para pegar tal grito y anclarse a un árbol como un gato al techo. Los adultos, a diferencia de ellos, tenían una buena idea de que había pasado y solo podían insultar a una sola persona en sus mentes.

Si el vampiro terminaba con traumas, sería su culpa. Agregar esas cosas a un sistema perfectamente desquiciante y letal era ya un overkill. El único que sabía los trucos para salir vivo e ileso era el Décimo de este tiempo, quien ya no estaba entre los vivos.

En el pasado, en algún lugar de Brasil…

- ¡Achooo! - Un vampiro "agarro" un pañuelo sin permiso a velocidad luz, limpiándose los mocos que salieron sin permiso. - Quién será el gracioso que estará hablando de mí ahora… - Se encogió de hombros y procedió a seguir con su cena improvisada.

No había comido en toda la semana, se merecía un festín. Lo mejor del caso es que ni los tuvo que buscar, le llegó solito, a domicilio dirían.

- Oh. Hayato dejó todo activado. - Ese debía ser el problema. - Pobres, limpiar eso será todo un desastre. Siempre le dije que pusiera un letrero, menos mal que se limpia solo y todo lo demás es el pésame, si es que no se lo saltan… - Siempre era un problema cuando alguna pobre alma en desgracia venía y entraba en donde no lo llamaban y… bueno, ¿como decía la canción? - Another one bite the dust. - ¡Esa era!

En el futuro…

- ¡No pueden salir así! - ¿Para qué hablo?, no sirvió de nada, de nada.

- Igual alguien tiene que irlo a buscar, bien pueden ser ellos. - Si eso era un intento de consolación, no servía de mucho.

Al menos nadie iba a mencionar la seguridad porque obviamente falló, y francamente si lo hacían pues solo el guardián de la tormenta sabía de eso y era el único que en verdad se podía meter para hacer algo más que habilitar pases. Nadie, a menos que se contarán los guardianes, sabía exactamente cómo funcionaba el sistema de seguridad o que tenía.

Usualmente quién entraba allí no daría más de dos pasos antes de terminar inconsciente en el piso, o peor. Quienes lograban más usualmente terminaban misteriosamente muertos o nada quedaba de ellos. La última parte daba que pensar, pero el guardián de la tormenta solo sonreía y decía que no había motivo para preocuparse a todo aquel que preguntará, mientras que su jefe decía algo en las líneas de solo cierta clase de mortales podían sobrevivir, ¿pero era realmente supervivencia cuando era un supuesto camino sin fin?

En el pasado…

-... recuerdo la primera vez que Tsu-chan se metió en ese inventó tuyo y casi te infartas. - Las risas y el bonche no iban con el tema, pero eso no parecía importar.

- Y justo cuando estaba con eso del laberinto infinito. Siento pena por todo el que entre, eres sumamente cruel Hayato. - Continuó otro, terminándose la botella de sake con gran entusiasmo.

- Se iba a morir, me acuerdo que no hallaba cómo parar el sistema y no podía ni apretar un botón o hablar de lo asustado que estaba. - El sujeto en cuestión estaba tratando por todos los medios de seguir profesional.

Con profesional se refería a no intentar matar a nadie ni a insultarlo en su cara. Y, por supuesto, no enfadarse mucho. Lo quisiera aceptar o no, Hayato sufrió mucho ese día. Estaba en fase de prueba y su jefe pasó por ahí sin cuidado alguno. Con una cosa que estaba siendo diseñada para parar incluso a un velociraptor, ¿cómo no se iba a asustar?

- Aún no se como salió de allí. - Hayato mintió. Sabía, pero solo porque el mismo Tsu-chan se lo dijo, no porque diera con la respuesta él mismo.

Era un pequeño falló que nunca corrigió, y solo alguien con buena velocidad y una gran intuición podía percibir y aprovechar. ¿De resto?, seguirían dando vueltas en la misma trampa hasta que… bueno, ¿hacía falta decirlo a estás alturas?

- Pobre Tsu-chan, la que le dejaste… - Honestamente:

- Quiero creer que igual saldrá de allí como si nada. - Porque de otra forma sería pensar en que dejó a su jefe en una trampa mortal en la que nunca salió y por tanto su asesino era él. Ignorando las paradojas de tiempo y todo eso, claro está.

- Esperemos que sí. - A pesar de tal bonita frase, había un filo oculto que hablaba por sí solo, que hablaba por todos, sobre lo que iba a pasar si no era así.

Por más amigos que fueran, nada salvaría al guardián de la tormenta si algo le llegaba a pasar al vampiro por su culpa. En realidad, nadie se salvaba fuera quien fuera, era casi una regla silenciosa y familiar que había existido desde hace años, tan pronto aprendieron que la palabra vampiro no equivalía a invencible.

En el futuro…

Un vampiro estaba tan contento que estaba tarareando en voz baja, una cola de un lado a otro llenando de sangre la pared más de lo que ya estaba. Manos y garras goteando con esa sustancia, al igual que la boca y parte de la quijada, era lo que más sobresaltaba de su figura.

Varios cadáveres a su alrededor, más enteros de lo que usualmente estarían, en una calle desierta. Cualquiera que pasara por allí vería a un extraño ser lamiéndose las manos con gran satisfacción, probablemente pensaría que era un demonio y que un ritual había sido hecho gracias a la sangre y a los cadáveres y que próximamente se unirá al número de muertos. E ignoraría que era en medio de la calle a plena luz del día y no había nadie por los alrededores, ¿pero quién culparía al postre por ignorar estas cosas?

Gracias a lo feliz que estaba, Tsu-chan se dejó caer en la sangre. Quien lo viera pensaría que de paso se bañó en la sangre de sus víctimas cuando en realidad solo estaba comiendo y jugando con su comida. Bien podría estar nadando en chocolate, por decirlo de alguna manera.

Ponerse a dibujar en la carretera, en las paredes, y en cualquier superficie que pudiera alcanzar, no era nada raro. Hace rato que la gente no veía los dibujos de sangre salidos de la nada en esa región, pasaría a las noticias, sería agregado a otra página del historial de este asesino/ente/leyenda/mito que tenía más de una década apareciendo en distintos lugares del mundo y al cual nadie había visto.

Y saldría en las noticias, por supuesto, ¿cómo podría faltar?

En otro lugar, un pajarito amarillo sobrevolo la ciudad bajo la directiva de su amo. Cuando dio con la escena sangrienta, el ave se posó en una rama y la cámara en su cuello tomó una foto que fue enviada directamente a su amo.

- Ha. - Ignorando la leve confusión de que, aparentemente, Tsunayoshi no estaba tan muerto como les había dicho a todos una vez, una sonrisa que helaría a cualquiera apareció en su rostro y ordenó: - Bien hecho, regresa Hibird. - Ya tenía todo lo que necesitaba saber.

Ahora, aparte de cazar un vampiro revoltoso, debía de salvarles el pellejo a ciertos… mocosos. Tenían suerte de que estaba tan aburrido que hasta esta tontería sería un cambio a tal cosa.

Extra

- Trae al menos un libro esta vez, ¿quieres?

- Y especias, si consigues.

- ¡CARNEEEEEE!

Si, debió de haber esperado eso. Dio un dedito arriba y se fue lo más rápido posible antes de que salieran con otra cosa. El no era un "servicio a domicilio", ni cerca. Todos sabían muy bien que solo quería ir a casa, pero nadie parecía creerle tal cosa o creían que no lo conseguiría.

Las probabilidades eran mínimas, pero no nulas. Tarde o temprano conseguiría llegar a casa, tenía toda una eternidad para hacerlo. Si no lo mataban claro está, ¡pero detalles!

- Hmmm… - Hasta ahora todo se veía bien, pero era demasiado pronto como para decir.

Al menos no veía monstruos ni nada así de-¿ah?

- Tsk, casi. - ¿Acababa de atacarlo con cintas?

No tenía ni 10 minutos y ya le veían a salir monstruos. Y lo decía así porque por características básicas era alguna clase de mutación. Era hora de probar ciertas… teorías, solo para saber qué clase de mutación se trataba.

Sus planes fueron interrumpidos por un mocoso con una espada, un vestido raro, y una caja gigante en la espalda tratando de degollar al ser que aparentemente quería cazarlo. Sus padres no debían ni tener idea, estaba seguro.

Ya que no estaba de humor para nada de esto, cortó en pedacitos al mutante en segundos. Uh, regeneración. Interesante. Sería-Slash-slash.

- No eres humano, pero no hueles a demonio, ¿que eres? - Lentamente subió una mano y con un dedo bajo la espada que amenazaba con cortarle el cuello a él también.

Material interesante, y que mutación tan interesante también. Necesitaba cierta clase de herramienta para liquidarlos… Nuevo, sin duda alguna.

- Mi nombre es Sebastián. - Este como que tampoco era su hogar, ¿no es así? - Alguien que parece que se equivocó de sendero. - ¿Si decía la verdad igual le cortaría la cabeza?, ¿y si decía una mentira también?, sería una lástima tener que matar a alguien que solo estaba asustado. - ¿Conoces Nueva York por casualidad?

- ¿Disculpa? - No, definitivamente no.

- Si, me equivoque otra vez. - Mira que dejar a los chiquillos andar con espadas como si nada… - ¿Tus padres saben que andas por ahí con una espada? - Lo dudaba alta-

- No pueden decir nada aunque así lo quisieran. - Lastima que no trajo té, le sería útil al chico si era honesto.

- Oh. Lamento tu perdida. - Con razón. - Bueno, supongo que será mejor que me vaya devolviendo. Feliz día, mocoso. - No espero una respuesta. Era innecesario.

Llegó en tiempo récord para la cena, al menos.