Mediodía
- ¡Mire! - pronunció sonriente - Ahí está la aldea.
- Bueno, al parecer ese yokai llamado Sesshomaru, tenía razón - se paró a su lado, observando - Parece un lugar agradable.
- Lo es - su tono se oía entusiasmado - Le aseguro que le agradarán mucho sus habitantes, sobre todo quienes convivan conmigo - comenzaron a descender la pequeña colina en la que se encontraban parados - Shippo es un pequeño yokai zorro, es adorable - unió las palmas de sus manos - Rin es una jovencita que llegó hace poco tiempo, es muy dulce y una gran compañía... luego está Kaede, ella es muy inteligente y madura, es la hermana de Kik... - detuvo su plática abruptamente.
- La señorita Kikyo - terminó por ella - La sacerdotisa que la expulsó de la aldea.
- Si... es ella - su ánimo descendió abruptamente.
- ¿Puedo hacerle unas preguntas?
- ¿Unas preguntas? - lo miró, sorprendida.
- Recuerdo que usted me comentó todo lo que había sucedido, desde su llegada repentina a esta época, hasta que abandonó este lugar - sonrió - Pero... creo que pasó por alto algunos detalles.
- ¿A que se refiere? - se sonrojó, mirando al frente.
- Cuando el acompañante de Sesshomaru apareció, se refirió a usted como la mujer de Inuyasha, ¿él es su esposo?
- ¡¿Esposo?! ¡No! - colocó ambas manos en su pecho - Nosotros... bueno... pensábamos en... comenzar algo, pero...
- Comprendo, no es necesario que me lo explique, de igual manera, hubiera entendido si lo hubiera ocultado... los hanyos no son bien visto entre los aldeanos.
- ¿Y para usted?
- Me entrenaron para respetar y ser considerado con cualquier forma de vida, independientemente de su apariencia.
- Bueno, me alegra oír eso - suspiró - ¿Cuál es la otra pregunta? Dijo... que tenía algunas...
- ¿Cuál fue el motivo por el que la sacerdotisa, llamada Kikyo, la desterró de la aldea? Una mujer como ella debería poseer una alma noble y compasiva... el motivo debió ser muy fuerte para que ella tomara esa determinación.
La morena suspiró, mientras sus ojos comenzaban a temblar al recordar los últimos meses de su vida.
- Cuando llegué aquí, Inuyasha iba a usar la perla de Shikon para convertirse en humano y... comenzar una vida junto a Kikyo.
- Oh - abrió ligeramente sus ojos.
- Pero... él y yo, bueno... comenzamos a conocernos, ya que el pozo sólo me permitía regresar a mi época, en su compañía - apretó el agarre en los tirantes de su mochila - Y... él decidió decirle la verdad a Kikyo y así... podríamos estar juntos, pero...
- Naraku intervino - terminó por ella.
- Así es... entonces, fui yo quién le dijo la verdad a Kikyo... la noche en la que me echó.
- Entonces fue expulsada por un motivo personal - suspiró - Eso no es correcto, nuestro entrenamiento es claro, sólo debemos tomar ese tipo de decisión cuando el poblador representa un verdadero peligro para la aldea, sin embargo, no hay una pizca de maldad en los poderes que usted posee.
- Aún así... - miró el cielo, mientras la brisa del mediodía acariciaba su rostro - La comprendo... antes que sacerdotisa, es humana...
- Es usted una mujer noble, señorita Kagome - sonrió.
Horas más tarde
La niña lanzó su flecha, dando en el centro del círculo.
- Muy bien, Kaede - sonrió su hermana - Poco a poco vas mejorando tu puntería con el arco.
- Muchas gracias - le devolvió la sonrisa - Te ves más animada, hermana.
- Lo estoy - miró el árbol, lanzando otra flecha, la cuál se posicionó al lado de la de la pequeña - De hecho, hacía mucho que no me sentía tan bien.
Ahora que la Shikon No Tama no está en mi poder y que he podido liberar una parte de mi, que jamás pudo emerger, me siento más viva que nunca.
Volteó repentinamente, entrecerrando sus ojos ante aquellas presencias.
- ¿Qué sucede, hermana? - preguntó la niña al percatarse de su expresión.
- Ven, Kaede - respondió seriamente - Y quédate detrás de mi - comenzó a caminar en dirección a la otra parte del bosque - Si ves alguna situación peligrosa, simplemente corre.
- Hmh - asintió, apretando con fuerza su arco, siguiendo sus pasos.
Puedo sentir la presencia de un fragmento de la perla.
Mientras tanto, al otro lado del bosque, Miroku y Kagome se encontraban inspeccionando al medio demonio.
- Con que este es Inuyasha - pronunció, colocando su mano sobre su barbilla - Si he de ser sincero... se parece bastante a un ser humano.
- ¿Por qué recalca eso? - preguntó, confundida.
- Por lo general, los híbridos sueles ser criaturas... extrañas... como si su forma no terminara de definirse, pero él... de no ser por sus orejas y las garras en sus manos...
- Comprendo - no lo dejó terminar - ¿Cree que podrá liberarlo?
- Bueno... - extendió su mano, recibiendo aquella descarga eléctrica, lo que provocó que retrocediera de inmediato - Vaya... es peor de lo que imaginé.
- ¿Qué sucede? - du tono denotaba preocupación.
- Hay mucho odio en este hechizo... - murmuró - Esa sacerdotisa utilizó una gran cantidad de energía para sellarlo... una energía, completamente corrompida.
Y al parecer... ha ido en aumento durante este tiempo...
- Lo felicito, joven monje - ambos voltearon ante su dulce voz - Tiene razón en todo.
- Kikyo - murmuró la joven.
- Señorita Kaede - pronunció la niña, en el mismo tono.
Esta mujer... posee la misma forma que la mujer con la que Naraku se presentó ante mi... no me había percatado antes, pero es idéntica a la señorita Kagome.
Estaba notablemente sorprendido, sin embargo, logró ocultarlo bastante bien.
- Buenas tardes, señorita Kikyo - sonrió, amablemente - Soy el monje Miroku y, a juzgar por su apariencia, puedo notar que usted es la sacerdotisa de la aldea.
- Estoy segura que ha escuchado mucho más de mi, sobre todo si ha estado acompañado por ella - su tono era hostil.
- Hermana - susurró la pequeña, sorprendida por su manera de hablar.
- ¿Qué están haciendo aquí? - preguntó, frunciendo su ceño - Creí haber sido clara, Kagome... - posó sus ojos sobre la estudiante - Al pedirte que no regresarás aquí.
- ¿Qué? - hizo un paso al costado - ¿Tú la echaste?
- Kaede, este asunto no le incumbe a los niños...
- Kikyo - pronunció la mujer - No es el momento, por favor... necesitamos...
- ¿Acaso no fui clara? - empuñó su arco, apuntándola con una flecha - Puedes aprovecharte de mi misericordia e irte en este momento.
- ¡Hermana!
- Señoritas... - elevó sus manos - No es necesario todo esto, podemos hablar como personas civilizadas.
- No tenemos nada que hablar - apretó su mandíbula - ¡Te dije que no volvieras a acercarte a Inuyasha!
- ¡Y yo te dije que no me alejaré de él - se puso frente al hanyo - Yo... ¡Yo lo amo! - sus ojos se llenaron de lágrimas - Tú... no podrás... ¡no podrás separarnos!
La sacerdotisa lanzó su flecha, al mismo tiempo en que un pergamino se incrustaba en la punta.
- ¡Agáchese señorita! - gritó Miroku, al mismo tiempo en que la flecha se incrustaba en una de las piernas del híbrido.
Rápidamente una poderosa energía envolvió al hombre y al árbol que lo sostenía, bajo la atenta mirada de todos los presentes.
No... no puede ser.
Frunció el entrecejo al darse cuenta de que las cosas no salían como él pensaba. Segundos después, la energía se esfumó, dejando una pequeña estela de tierra a su paso.
- ¿Qué sucedió? - preguntó Kagome, mirando al monje.
- Señorita Kikyo - miró a la mujer - Usted no desea liberarlo, ¿verdad?
- ¿Qué? - llevó sus ojos castaños a la miko.
- ¿Qué le hizo pensar lo contrario? - sonrió.
- Se suponía que el pergamino iba a purificar aquella energía negativa que rodeaba al hechizo, sin embargo...
- Mis flechas son superiores, joven Miroku - respondió con desdén - Un simple monje como usted, no podrá igualar mis poderes, jamás.
No lo entiendo... Kikyo profesa un enorme odio y resentimiento, sin embargo... su fragmento sigue puro... eso significa, que su alma aún se mantiene sana.
- ¡Kikyo! - gritó, poniéndose de pie - Te entiendo... - murmuró - Entiendo que me odies... entiendo que te sientas traicionada, por los dos, pero... el mantener dormido a Inuyasha no ayudará en nada - hizo una pausa, mientras la mujer la miraba seriamente - Allí afuera, hay un ser llamado Naraku... el mismo ser que te tendió esta trampa y te asesinó... él está recolectando los fragmentos de la perla y puede ser muy peligroso que se apodere de ella... Inuyasha sería de mucha ayuda para enfrentarlo - tragó saliva - Si no quieres liberarlo por tu propio deseo, al menos hazlo para salvar a quienes pueden morir en las manos de Naraku.
Un incómodo y prologando silencio se formó en el lugar, mientras todos los ojos de los presentes, estaban puestos en la sacerdotisa.
¿Realmente estará pensando en mis palabras?
- Tú misma lo dijiste... - respondió al fin - Yo morí ese día, Kagome - sus ojos se mostraban fríos - No importa lo que ese tal Naraku haya hecho o haya dicho... tú e Inuyasha traicionaron mi confianza de la manera más vil... - apretó sus manos contra su arco - La única manera en la que él despertará, será mediante mi deseo y, ¿sabes que? Eso nunca sucederá...
Kaede, quién no podía crees las palabras que salían de la boca de la joven, la miraba con sus ojos al borde del llanto.
Hermana... ¿Qué te sucedió?
- Señorita Kikyo...
- ¡OISH! ¡YA NO LO SOPORTO MÁS! - gritó la estudiante - ERES UNA... ¡TONTA! - comenzó a acercarse a ellas, al mismo tiempo en que la mayor empuñaba su arco.
- Si das un paso más, morirás.
- ¡Traté de ser amable contigo! ¡Traté de hacerte entrar en razón y aun así...!
Lanzó su flecha, sin embargo, aquella energía que había salvado a la joven en dos ocasiones, apareció nuevamente en el momento en que esta extendió su mano, haciendo añicos el arma.
¡¿Qué?!
Abrió ampliamente sus ojos ante aquel suceso inesperado, mientras Kagome posaba sus ojos en la pequeña niña, quién, como si entendiera a la perfección lo que sucedía, extendió su arco.
- ¡Kaede! - gritó la miko, sin embargo, la estudiante logró escabullirse antes de que ella pudiera intervenir.
- Si no quieres liberar a Inuyasha... ¡YO LO HARÉ!
Apuntó al peliplata con la flecha, en el mismo momento en que una intensa energía la envolvía y el monje tomaba otro pergamino.
¡Regresa, Inuyasha!
Ambos lanzaron los objetos al mismo tiempo, los cuales se incrustaron al lado de aquella flecha que mantenía sellado al joven. Al igual que la vez anterior, una nueva luz morada se formó, provocando que todos cubrieran sus ojos ante su cegador brillo.
- ¡Señorita Kagome! - el monje se posicionó a su lado.
- ¿Funciona? - murmuró ella.
- Eso parece...
Un poderoso rugido le dio la repuesta que esperaba, sin embargo, no sonaba como la voz de el hanyo.
La luz se disipó, dejando a la vista al joven, arrodillado con la rostro hacia abajo, su espada en el suelo y las flechas destruidas a su lado.
- Kaede - pronunció con seriedad - Huye... ahora...
- ¿Qué? - la niña la observó.
- Hazlo...
Mientras, Kagome se encontraba inmóvil, con sus ojos posados en él.
- Inu... ¿Inuyasha? - susurró.
Algo no está bien... su energía, es muy poderosa... superior a la de cualquier híbrido, incluso que algunos yokais.
Pensó, apretando el agarre sobre su cetro.
Elevó su rostro, el cuál mantenía unas extrañas marcas en sus mejillas, y abrió sus ojos, sorprendiendo a la estudiante.
¿Qué... que sucede? Sus... sus ojos... están completamente rojos.
Su mirada de fuego se posó sobre la sacerdotisa, quién se mantenía firme en su posición, con el arco a su lado.
- Kikyo... - pronunció con un tono de voz completamente nuevo para quienes lo conocían - Maldita mujer... Ha llegado tu fin.
