Capítulo 6

El sol se deslizaba suavemente sobre los campos de lavanda mientras Edward y yo disfrutábamos de un tranquilo picnic en Provenza. El aire estaba impregnado con el dulce aroma de las flores moradas, creando un escenario idílico para nuestra conversación.

—¿Cuándo te enamoraste de la música? —pregunté mientras saboreaba un trozo de queso francés.

Edward recostó su espalda en el suave césped y miró el cielo azul. —Desde siempre. Recuerdo a mi madre tocando en la sala, a mi padre cantando a su lado. La música siempre estuvo presente en mi hogar.

—Debe de haber sido maravilloso crecer con esa melodía constante. ¿Tus padres eran músicos profesionales?

Edward asintió con nostalgia en sus ojos esmeralda. —Sí, lo eran. Mis primeros recuerdos son el sonido del piano y las notas que llenaban cada rincón de la casa. Fue mi madre quien me enseñó a tocar, a apreciar la magia de crear algo hermoso a través de las manos.

Un suave viento agitó las ramas de los árboles cercanos, y las notas de un violín lejano se mezclaron con la brisa, añadiendo un toque mágico al ambiente.

—¿Y tú? —preguntó Edward, volviendo su atención hacia mí—. ¿Cuándo te enamoraste de la biología?

—Recuerdo que cuando era niña, iba al bosque detrás de mi casa y recogía bichos, hojas de colores que me parecieran bonitas —le conté, evocando los recuerdos de mi infancia. Sonreí mientras recordaba. —Fue en la escuela secundaria. Me cautivó la idea de explorar los misterios de la vida, entender cómo funcionan las células, cómo cada organismo encaja en este vasto rompecabezas. Desde entonces, la biología se convirtió en mi pasión.

Edward sonrió con ternura.

—Suena como una forma encantadora de conectarte con la naturaleza. ¿Siempre tuviste esa curiosidad por el mundo que te rodea?

—Sí, desde siempre. Supongo que eso me llevó a la biología. Siempre me ha fascinado la diversidad de la vida, desde los microorganismos hasta los seres más complejos.

Edward asintió, mostrando un genuino interés. —Es fascinante cómo cada persona tiene su propia sinfonía de pasiones y recuerdos. La vida está llena de notas que se entrelazan de maneras únicas.

Mientras compartíamos nuestras historias, el sol continuaba su lento descenso sobre Provenza, bañando todo a nuestro alrededor con una luz dorada mientras compartíamos más sobre nuestras vidas.

Edward asintió con interés, y luego compartió otro fragmento de su vida. —Mi madre daba grandes conciertos en la ópera junto a mi padre. Cuando están juntos en el escenario, es como si hicieran el amor, ¿sabes? Puedes sentir su conexión, su complicidad. Es un momento único.

—Me imagino —respondí, dejándome llevar por su descripción. Sentí que compartíamos una comprensión profunda de lo que significa conectarse con algo más grande a través de la música por que así me sentía yo cuando lo veía tocar todas las noches

Edward acarició suavemente mi mano.

—Me gustaría que los conocieras. Estarán haciendo una presentación en Nochebuena. Es un evento especial para nosotros.

—Sería un honor —dije con una sonrisa—. Me encantaría conocer a tus padres y experimentar la magia de su música

Y así, entre risas, confidencias y la promesa de futuros encuentros, nuestra conversación continuó, envolviéndonos en una atmósfera de conexión y entendimiento mutuo mientras el día en Provenza se desvanecía en la suave oscuridad de la noche.

Estábamos en el laboratorio charlando de nada y de todo a la vez, cuando la conversación se volvió más intensa, y la ansiedad comenzó a recorrerme mientras Rosalie y Jasper intercambiaban miradas significativas.

—¿Así que vas a conocer a tus padres? —me preguntó sorprendida Rosalie— No sabía que lo de ustedes iba tan enserio. ¿Llevan saliendo como 5 meses?

—Calma Rose, solo voy a conocer a sus padres en Nochebuena. No hagas sonar como si nos fuéramos a casar.

—Pues querida, por si no lo sabes, los franceses solo presentan a sus novias cuando el asunto es serio —interrumpió Jasper.

La ansiedad se intensificó.

—¿O sea que quizás él quiera conocer a mis padres? —pregunté ansiosa.

—Sería lo más natural —dijo Jasper.

—Oh Dios, ni siquiera saben que existe.

—¿Cómo no le has hablado a tus padres de Edward? —dijo con reproche Rosalie.

—No soy una niña de secundaria que le cuenta todos sus noviazgos a su madre —respondí sarcástica.

Rosalie y Jasper intercambiaron otra mirada, esta vez más seria.

—Entiendo que quieras ser independiente, pero tus padres merecen saber sobre alguien importante en tu vida —dijo Rosalie con tono comprensivo.

Jasper asintió en acuerdo.

—La comunicación es clave en una relación seria, y presentar a Edward a tus padres podría fortalecer aún más lo que tienen —añadió.

Mis pensamientos se volvieron hacia Edward y la posibilidad de presentarlo a mis padres. Aunque la idea me asustaba un poco, también sentía que era el siguiente paso lógico en nuestra relación.

Estaba muy nerviosa, pensé en colgar antes de que contestaran, pero debía afrontar lo que se venía. Era la primera vez en mis casi 30 años de vida que les hablaría a mis padres de un chico, peor se los presentaría.

—Bella querida, por fin sabemos algo de ti —me dijo mi madre a modo de saludo.

—Bella, mi niña —saludó mi padre.

—Hola, sí, lo siento, he estado ocupada, mi investigación va muy bien.

—Me alegro mucho, hija, ¿y cuéntanos de tu vida en París? —dijo papá emocionado.

—Sí, ¿ya has hecho amigos? ¿Tu casa está cerca de la Torre Eiffel?

—¿Ya viste la Mona Lisa? —preguntó Charlie.

La conversación fluía, dando detalles de mi nueva vida y enterándome de las noticias en casa. Después de casi 1 hora de plática, decidí soltar la bomba.

—Bueno, les hablaba porque he conocido a alguien, se llama Edward. Hemos salido por 5 meses y es alguien especial —dije nerviosa, sonrojándome—, voy a conocer a sus padres en Nochebuena —solté de golpe.

Mis padres se miraron sorprendidos.

—Digan algo.

—Lo siento, es que esto es tan nuevo.

—¿Cómo es el muchacho? —preguntó Charlie sobreprotector. ¿Cómo se conocieron? ¿En qué trabaja?

Me bombardearon con preguntas que tuve que ordenar mis pensamientos antes de contestar.